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GRATITUD

De este libro tiene la culpa el editor, mi amigo Gustavo Gili, que me sugirió esta recopilación de ocurrencias. Conocedor y degustador del género, me ha hecho el homenaje de incluir mis “desafueros” en HIPÓTESIS, la colección que está bajo su cuidado personal. Si alguna virtud tiene la catástrofe es potenciar las satisfacciones que te da la vida: ésta ha sido una de ellas. Gracias Gustavo.

Algunas de las frases aquí acumuladas provienen de servilletas de papel y cuadernos de apuntes; otras fueron halladas, como agujas en un pajar, dentro de textos extensos. Y otras las inventé ad-hoc. Suelen denominarlos “aforismos”; pero esta palabra no acaba de convencerme. Dado el tono que predomina en ellos, he preferido “desafueros”.

La tarea me ha llevado mucho tiempo, lo que me ha significado una continuada relectura de las frases y, por lo tanto, su corrección permanente. Esta práctica, obsesiva, llegaba unas veces a disolverles el sentido y, otras, a multiplicárselo, desvelando significados latentes, como atrapados entre las sílabas. Ha sido una experiencia para mí inédita, que ha hecho aflorar, para mi propia sorpresa, una parte de mi persona que yo desconocía. Espero que algo similar le procure su lectura al lector.

También ha sido de Gustavo Gili la idea de incluir en el libro un artículo que brinde contexto a este género en que he venido a incurrir. Y esa tarea la ha asumido, entusiastamente, Miguel Marinas, amigo y correligionario en el juego - irresponsable pero no insensato - con las palabras. Como era de esperar, su texto ha venido como anillo al dedo.

Mi gratitud hacia Gustavo Gili, por instigador y realizador del proyecto, la hago extensiva entonces a Miguel Marinas. Y también a otro gran amigo, el diseñador Alejandro Ros, cuya capacidad de volver visibles las ideas me ha deslumbrado desde siempre. Él ha sido el autor de los caligramas que ilustran cada portadilla. La ilustración de la portada, en cambio, me la he inventado yo. Consideré que cierto regodeo en el lugar común, en este caso, venía de perlas.

Finalmente, he de citar a Jorge Lovisolo, amigo de la juventud – que a estas alturas ya se confunde con la infancia –. Él me ha regalado, de sus nutridas alforjas literarias, algunas citas de grandes escritores que nunca he leído y que lo más probable es que no lea jamás.

Norberto Chaves

Desafueros

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