Читать книгу La risa del sabio - Omraam Mikhaël Aïvanhov - Страница 5
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COMO CUIDA UN PASTOR DE SUS OVEJAS
El ladrón que se desliza entre una multitud buscando lo que puede robar, es casi un clarividente. Como si tuviera antenas, siente quienes son las personas vigilantes, las que se mantienen despiertas, y las que están medio dormidas. ¿Y cual es su indicador? La luz. Porque del hombre despierto emana una especie de claridad, y no será por tanto a él a quien el ladrón intentará atracar. Busca a aquél que dormita con los ojos abiertos, y se apodera de su maletín o de su bolso sin que el otro se de cuenta, porque está sumergido en la oscuridad. De la misma manera, las entidades maléficas del mundo invisible no atacan a quien ellas sienten que tiene luz, porque saben que serán inmediatamente descubiertas y rechazadas.
Jesús decía: “Si el dueño de la casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa...” Este versículo nos habla de una de las mayores cualidades que puede adquirir el hombre: la vigilancia. Puesto que no sabe a qué hora vendrá el ladrón (y el ladrón representa todas las circunstancias en las que somos amenazados internamente de perder algo valioso), jamás debemos relajar nuestra atención. Así pues, os diré que no es tanto la inteligencia o la bondad o la devoción lo que un Maestro espiritual tiene en cuenta en aquél que quiere convertirse en su discípulo, sino la vigilancia. Porque si permanece vigilante, evitará los peligros que jalonarán su camino. Mientras que la falta de vigilancia le hará perder poco a poco lo que acaba de ganar con dificultad.
Etimológicamente, la palabra vigilancia pertenece a la misma familia que las palabras “velar”, “vela”, “despierto”. Estar despierto significa no dormir. ¿Y qué es lo que no debe dormir en nosotros? La conciencia. Nuestro cuerpo necesita dormir y no debemos privarle de ello. No dormir es una cosa, tener la conciencia despierta es otra. Se puede muy bien no dormir y tener una conciencia somnolienta, así como se puede dormir manteniendo su conciencia despierta.5 Porque la conciencia es como una lámpara, y en los seres muy evolucionados esta lámpara no se apaga nunca.
Bien sea física o psíquicamente, la vigilancia, la atención son indispensables. ¿No ponéis atención? Haréis un gesto torpe, chocaréis con un obstáculo, os caeréis... Ni vuestro saber, ni vuestra fortuna, ni vuestras virtudes os protegerán. Cuántas personas destacadas han muerto en
accidentes provocados por su falta de atención, mientras que los malhechores, como estaban atentos, logran a menudo salirse de apuros. Se puede incluso decir que el malhechor se caracteriza por su vigilancia. Precisamente porque se siente en peligro. Consciente de haber infringido las leyes, sabe que puede ser buscado y vive constantemente al acecho por miedo de ser descubierto o de dejar rastros que permitirían detenerlo. No dejéis la vigilancia para los malhechores, imaginando que vuestra inocencia os atraerá automáticamente la protección divina. Si sois descuidados, nada ni nadie os protegerá.
El Maestro Peter Deunov decía un día: “¿Por qué existe el lobo? Para que el pastor aprenda la vigilancia. Si ve que le falta una oveja, el pastor debe buscar el lugar por dónde ha entrado el lobo. Si encuentra una brecha en una pared, debe taponarla de inmediato. Si no encuentra ninguna brecha, debe preguntarse si el lobo no habrá podido saltar por encima de la cerca. El buen pastor se asegura que no haya ninguna brecha en las paredes de su redil y que la cerca es lo suficientemente alta para proteger su rebaño de cualquier ataque de los lobos…”
Suceda lo que suceda al ser humano durante su vida, la naturaleza sólo tiene en cuenta su educación. A cada uno de nosotros se nos ha confiado un redil, y debemos velar para que no hayan agujeros en las paredes y construir una cerca suficientemente alta. Pensáis: “Rediles, ovejas, lobos... ¿Acaso esto nos concierne verdaderamente?” Sí, pero no lo sabéis porque todavía no habéis profundizado lo suficiente el lenguaje de los símbolos.
El lobo que amenaza vuestro redil es un símbolo del diablo, esta entidad que representa a todos los espíritus tenebrosos y maléficos que merodean alrededor del hombre, acechando la menor flaqueza para abalanzarse sobre él. Protegerse del lobo significa mantener una atención sostenida, la conciencia siempre despierta. Todos sois unos pastores: el redil es vuestro organismo, las ovejas son vuestras células, y también tenéis perros guardianes, las entidades luminosas que os protegen.
En realidad, la llegada del lobo no es sólo debida a la falta de vigilancia del pastor que sois: puede incluso que vosotros mismos le hayáis abierto la puerta o bien hayáis derribado vuestras cercas, es decir debilitado vuestras defensas. ¿Decís que ya sois vigilantes? Sin embargo, sois visitados por pensamientos y sentimientos que os arrebatan vuestros ánimos, vuestra confianza y vuestra alegría. En efecto, porque sois vigilantes de la misma manera que lo era Nastradine Hodja.
Una hermosa tarde de verano, Nastradine Hodja, montado en su asno, regresaba de la ciudad a dónde había ido a comprar algunos sacos de trigo. Hacía calor y se dijo que una pequeña siesta le iría muy bien. La idea de tumbarse sobre una espesa hierba le gustaba tanto, que olvidó algunos rumores que circulaban a propósito de ladrones que recorrían la región. Ató su burro a un árbol para que no se escapara y se durmió. Cuando se despertó, el asno había desaparecido, sólo quedaba la cuerda atada al tronco del árbol. Entonces, se dijo: “Si no soy Nastradine Hodja, he ganado una cuerda. Pero si soy realmente Nastradine Hodja, he perdido a mi borrico.” Entonces, vosotros también, si mientras vuestra conciencia está dormida, vienen a arrebataros lo que os pertenece, sólo os queda filosofar como Nastradine Hodja.
Lo que adormece a la vigilancia, es la atracción, el gusto por los placeres. En efecto, ¿cómo estar vigilante cuando sólo se tienen ganas de abandonarse a lo que es placentero? Los placeres son como una humedad que moja las alas de vuestra alma y le impiden volar. Y cuando vuestra alma ya no puede volar, cualquier “lobo” puede atraparos.
Nada se produce por casualidad. El lobo es el símbolo de las fuerzas hostiles y destructivas que siempre aparecen allí dónde, por falta de vigilancia, una infracción ha sido cometida. Si cometéis una infracción en el plano afectivo, en el terreno del corazón, el lobo aparecerá en forma de egoísmo, de celos, de dureza, de deseo de venganza. Si cometéis una infracción en el terreno del intelecto, el lobo aparecerá como falta de discernimiento, de sabiduría, de razón. Y si la cometéis en el ámbito de la voluntad, el lobo aparecerá como pereza, torpeza, fracaso.
¿Y cómo comprender ahora lo que significa la cerca? Una cerca es un límite, una barrera y por tanto también una protección. Éste es el papel que juega la piel para el cuerpo físico, y en el plano espiritual esta protección es asegurada por el aura. El aura es la verdadera cerca que nos protege contra los lobos, y es la que debemos cerrar bien y elevar lo más alto posible. ¿Cómo? Mediante el trabajo del corazón y del intelecto. El corazón mantiene firmemente cerrada la cerca, y tapona los agujeros para que podamos resistir a los choques; porque el amor trabaja de una manera especial reforzando las células y haciéndolas capaces de afrontar la enfermedad y la desgracia. En cuanto al intelecto, iluminado por la sabiduría, alza un muro de luz que los espíritus malhechores que pululan en las regiones inferiores no pueden franquear.
El mago, antes de comenzar su trabajo, dibuja un círculo a su alrededor para protegerse de las entidades tenebrosas. Este círculo es también una especie de cerca. Diréis que no tiene ni altura ni grosor. Es cierto, pero con su amor y su sabiduría, el mago da a este círculo tanta altura y tanto grosor que está protegido como en una fortaleza inexpugnable.
Ahora comprenderéis porqué es tan importante trabajar sobre vuestra aura con el amor y la sabiduría, para que nada malo pueda alcanzaros. Ya os lo he dicho antes, el aura es una piel, es vuestra piel espiritual. Y así como es deseable que vuestra piel física sea fina y suave, también lo es que vuestra piel espiritual sea espesa.6
Hay personas que no dejan de quejarse de la manera en que se les ha mirado, hablado, tratado; son tan sensibles que se diría que tienen el cuerpo lleno de llagas. Si les decís: “¿Cómo van las cosas?” dándoles una palmada amistosa en la espalda, su aura se crispa, porque es muy delgada, y esto es signo de que no tienen mucho amor. Mientras que las personas que tienen un aura muy ancha, podéis decirles lo que queráis, no les molesta, no se ofenden, porque tienen mucho amor. Así pues, si sois tan sensibles a las críticas y a las ofensas, no tratéis de justificaros, sencillamente es que no poseéis bastante amor para llenar las brechas y construir gruesas paredes con el fin de impedirles el paso a las corrientes negativas.
En cuanto a la sabiduría, os indica el camino hacia arriba, porque no es abajo, a ras de tierra, dónde se adquiere un correcto conocimiento de las cosas. Aquél que quiere ver lo que sucede en el valle, debe subir hasta una cima; una vez arriba, no sólo ve, sino que también está protegido, los enemigos no pueden alcanzarle. Y, un día, logra reunirse con Aquél a quien los Salmos llaman el Altísimo; entonces, incluso en medio de la tempestad, algo en él es capaz de permanecer ahí, en las alturas dónde nada puede perjudicarle.
El espesor corresponde al sentimiento, porque el sentimiento, el calor trabaja para redondear y ampliar las cosas; mientras que la sabiduría, la luz las arrastra hacia arriba. Actualmente son los pesares y las dificultades las que hacen reflexionar a los humanos y mostrarse más sabios. Pero este período pasará, y un día será la alegría y el gozo lo que acompañarán a la sabiduría.
El pastor que no infringe las leyes mantiene a los lobos a distancia: tienen miedo de él porque sienten que es muy fuerte. Y esta fuerza se comunica a las ovejas, que se vuelven audaces, se unen para impedir que entren. Se dice que las ovejas son temerosas. No, es un error; son temerosas si su dueño se ha debilitado viviendo en el desorden y la desarmonía.
Lo que os digo aquí es ante todo cierto para el cuerpo físico. Cuando el ser humano no vive una vida inspirada por la sabiduría y el amor, sus ovejas, es decir las células de todos sus órganos sufren las consecuencias: ya no tienen la misma vitalidad, se puede incluso decir que están desanimadas; entonces, cuando aparece la enfermedad, son incapaces de combatirla. El general que quiere comunicar a sus hombres el impulso necesario para que sean capaces de rechazar al enemigo, debe por su parte dar pruebas de integridad, de fuerza de espíritu. Si se abandona, los soldados harán como él. En todos los ámbitos, se repite la misma ley.
Cada uno de vosotros debe convertirse en un pastor vigilante y proteger sus ovejas, no sólo comprobando cada día que no hay ninguna brecha en la cerca, sino también reforzando esta cerca y poniendo perros guardianes. Desde el instante en que sentís una cierta irritación, nerviosismo, desánimo, inspeccionad vuestra cerca: debe haber una brecha. Si un lobo pasa por allí, y forzosamente pasará en un momento u otro, entrará y devorará algunas de vuestras ovejas.
Alguien viene y me dice: “No sé por qué, pero me siento raro, todo me cansa, me irrita, y no siento placer por nada…” Pues bien, para mí está claro: ha dejado que se formaran algunos agujeros en su aura y sus energías se van por estos agujeros. Ahora debe ocuparse de taparlos.
Haced este experimento durante al menos una semana: vigilad vuestros pensamientos y vuestros sentimientos, esforzaos en no ceder ante ningún movimiento negativo, colocaos bajo la ley del amor y de la sabiduría. Sentiréis cómo vuestra cerca se ensancha y se eleva por encima suyo, y os sorprenderéis al comprobar cómo acontecimientos y situaciones que antes os causaban irritación y os atormentaban, ahora ni siquiera os alcanzan.
Para llegar a adquirir la verdadera sabiduría, es preciso haber pasado por las mayores dificultades, las mayores pruebas. La sabiduría de un ser habla de todas las experiencias por las que ha pasado, de todas las victorias que ha conseguido sobre el mal, y debéis sentir por esta persona estima y admiración porque ha pagado muy caro lo que ha adquirido. Y si verdaderamente es un sabio, sólo leéis en su actitud, en su mirada, la certeza de que con fe, trabajo y tiempo, se logran superar todas las dificultades.7 Puede suceder que todavía lleve en el rostro las marcas dejadas por el sufrimiento, pero lo que domina es la presencia de una luz, algo profundo, secreto que brilla, que irradia.
¿Queréis llegar a convertiros en un sabio así? No dejéis pasar un sólo día sin pensar en tapar las grietas, en reforzar el recinto que os protege, con el fin de que ningún lobo pueda entrar y devorar vuestras ovejas. Nunca se toman suficientes precauciones. Mientras estemos en la tierra, nos encontraremos con lobos; es inútil tratar de suprimirlos para salvar a las ovejas, no lo conseguiremos, y esto no nos incumbe a nosotros. Nuestra tarea consiste en estar vigilantes y reforzarnos.
Si los lobos existen es porque hay un Creador que se ocupa de ellos, y debemos aceptar su presencia. Tienen derecho a merodear alrededor de los rediles. Pero el pastor, a su vez, no sólo tiene el derecho sino el deber de protegerse y de proteger a su rebaño. Si no lo protege y el lobo ataca a las ovejas, sólo debe culparse a sí mismo.
Diréis: “Pero si me confío a Dios, si Le amo, Él me protegerá.” No, si no estáis atentos, vigilantes, ni siquiera vuestro amor por Dios os salvará. Dios os dirá: “¿Tu me amas? Está muy bien, pero, ¿por qué quieres que sea yo quien haga todo el trabajo?” Ni vuestro amor, ni todas vuestras buenas cualidades pueden excusaros de no estar vigilantes. Ninguna virtud puede reemplazar la vigilancia.
Diréis: “Pero, ¿acaso las entidades luminosas del mundo invisible no nos protegen?” Sí que lo hacen, sólo que no están únicamente ahí para protegernos, también están ahí para educarnos, y a menudo dejan que nos desenvolvamos solos. Un niño pequeño siempre tiene a su lado a alguien que le vigila para que no le suceda nada malo: sus padres, sus abuelos, sus hermanos y hermanas mayores u otras personas. Pero, poco a poco, comienzan a dejarle solo con el fin de que aprenda a ser responsable de sus actos. Pues bien, lo mismo sucede respecto a la vida interior.
Hasta un cierto punto, existen en el mundo invisible entidades que os cuidan. Pero cuando habéis adquirido una cierta madurez espiritual, os dicen: “Ahora tu mismo debes vigilarte.” Los creyentes cometen un gran error imaginando que el Cielo está ahí para protegerles; no, está ahí sólo cuando ellos también lo están. El Cielo nos deja a veces expuestos a grandes peligros, y si no hemos tomado todas las precauciones necesarias, evidentemente, sucumbiremos.
En circunstancias excepcionales, puede ocurrir que algunos seres sean protegidos. En estos casos, aunque inconscientemente corrían hacia su perdición, fueron salvados, porque un ángel en forma de intuición, de un presentimiento, les previno del peligro. Pero aquellos que tienen el privilegio de estar protegidos de esta manera, es debido a que, en el pasado, dieron muestras de una gran vigilancia.
En realidad, ¡cuántas veces en vuestra vida habéis ya gozado de esta protección! En efecto, ¡de cuantos peligros, de los que no erais conscientes, habéis escapado! Pero no toméis este pretexto para dejar de lado la atención. Debéis mantener vuestra vigilancia en todos los terrenos. ¡Hay que tomar cada día tantas precauciones para que lo que os es útil, incluso indispensable, no se vuelva contra vosotros! Cerrar los grifos de agua y del gas, vigilar el fuego y la vela encendida y pensar en apagarlos, no dejar en medio objetos con los que vosotros u otras personas podríais tropezar...
Estáis a punto de dormiros y no os acordáis si habéis cerrado con llave la puerta de vuestra casa. Os levantáis de la cama y vais a comprobarlo, porque no le corresponde al Cielo montar guardia a la entrada de vuestra casa, ni ocuparse de vuestros asuntos, sean los que sean. Os ha dado un cerebro, unos ojos, unas orejas, unos pies, unas manos y os dice: “Tenéis todos estos instrumentos, utilizarlos, y es esto lo que os protegerá. Cuando los utilicéis, unas entidades luminosas estarán también ahí para protegeros.”
Pensáis que Dios vendrá a ocuparse de los negocios que habéis empezado y que no habéis acabado, de los errores que habéis cometido y que no habéis corregido, y que evidentemente cada vez los solucionará a favor vuestro. Pues bien, no; sois vosotros quienes debéis hacer lo necesario y no contar tanto con Él. Si ponéis un cubo debajo de una gotera, cuando llueva, hay alguna esperanza de que se llene de agua; pero si no lo ponéis, no esperéis que se llene. Si plantáis una semilla en la tierra, hay la esperanza de ver crecer una planta, pero si no sembráis nada, no esperéis nada.
Diréis: “Pero esto es pueril, ya lo sabemos”. ¿Estáis tan seguros? No abrís vuestro corazón al agua divina y sin embargo esperáis que se llene. No sembráis pensamientos y sentimientos de amor, de generosidad, y esperáis vivir en paz y alegría. Cuando debéis tomar un objeto para dárselo a alguien, ¿acaso ponéis vuestra atención, vuestra conciencia en este gesto?... No, lo hacéis maquinalmente. Pues bien, a partir de ahora, poned atención en darle algo más, añadid un buen pensamiento, un buen sentimiento, un buen deseo para esta persona.
Y tomemos el ejemplo de las parejas. Un hombre y una mujer se conocen, durante algún tiempo cada uno pone atención con el fin de complacer al otro. Pero el día en que obtienen lo que desean: vivir juntos, casarse, ya no se creen tan obligados a esforzarse, y se abandonan. Diréis que la vida diaria es tan absorbente, ¡hay tantas preocupaciones, obligaciones y cosas en las que pensar! Estoy de acuerdo. Pero al menos hay una solución: mantener una pequeña distancia. En efecto, incluso aunque vivan juntos, los hombres y las mujeres obtendrían ventaja si mantuvieran una cierta distancia para evitar caer en esta familiaridad vulgar que caracteriza la vida diaria cuando no se está vigilante.
Es bueno que en una pareja cada uno conserve con respecto al otro un poco de secreto y de misterio, con el fin de mantener el interés, la curiosidad hacia algo nuevo, desconocido. Es lo desconocido lo que protege esta atracción que los seres humanos sienten entre sí, y es a menudo por falta de atención que pierden el amor. ¡Cuántas confidencias he recibido de hombres y de mujeres que se quejaban del desgaste de su amor! En efecto, con el tiempo, se vuelven descuidados, se olvidan las reglas elementales de la moderación, del pudor, de la estética.
La atención conserva el amor, y también conserva la vida. Por tanto, prestad atención a todas las criaturas con las que os encontréis en vuestro camino, no sólo con los humanos sino también con las flores, las mariposas, los pájaros, las gotas de rocío. Este consejo, podéis aplicarlo igualmente a vuestro mundo interior. Las mariposas y los pájaros son las presencias de seres invisibles que pueden volar y cantar en vuestro interior. A veces, cuando abrís vuestra ventana por la mañana, sentís como si unos pájaros cantaran en vuestro interior, como si brillaran gotas de rocío sobre las flores y las hojas de vuestra alma. Poned atención a esta sensación, no dejéis que se desvanezca sin intentar retenerla por lo menos durante un instante.
La vigilancia debe manifestarse en las cosas más pequeñas, incluso en vuestra manera de ordenar vuestra habitación, por la noche, antes de acostaros, porque seres angelicales pueden venir a visitaros durante la noche, y si ven vestidos y objetos fuera de sitio, no se sienten muy felices con este espectáculo y corréis el riesgo de que no vuelvan más. Arreglad cada noche vuestra morada como si debierais recibir invitados, amigos.
Y como el mundo invisible está lleno de habitantes de toda clase, si no queréis ser molestados durante vuestro sueño por ciertos visitantes malévolos, podéis dejar algo junto a vuestra cama: una oración, un pensamiento que hayáis escrito, una imagen santa, la fotografía de un sabio, de un Iniciado. Por mediación de ella os ponéis bajo la autoridad y la protección de un Ser que extiende su benevolencia sobre todas las criaturas.8
En los Evangelios Jesús dice: “Cuando el pastor ha sacado todas sus ovejas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz... Yo soy el buen pastor y conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí...” Pero esta parábola del buen pastor no debe solamente ser comprendida en su dimensión cósmica: Cristo, pastor de las almas en el universo entero; también debe ser comprendida en su dimensión mística. Nuestro Yo superior9 representa a Cristo en nosotros, Él es el buen pastor vigilante, iluminado; y las ovejas, nuestras células, deben escuchar su voz y seguirle.
5 Mirada al más allá, Col. Izvor n° 228, cap. XVI: “Los viajes del alma durante el sueño”.
6 Nuestra piel espiritual, el aura, Folleto n° 309.
7 La fe que mueve montañas, Col. Izvor n° 238, cap. XIII: “Rabota, vrémé, véra: el trabajo, el tiempo, la fe”.
8 Mirada al más allá, Col. Izvor n° 228, cap. XV: “Protegerse durante el sueño”, y “En espíritu y en verdad”, Col. Izvor n° 235, cap. XII: “La imagen, simple soporte para la oración”.
9 La vida psíquica: elementos y estructuras, Col. Izvor n° 222, cap. XIII: “El Yo superior”.