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Prólogo

¿De qué manera concretar una apología del encuentro?

Esa incierta cita en algún lugar que todavía no existe en el mapa de la Argentina. Si bien el ferrocarril posibilitó la llegada de hombres y mujeres con el deseo, el ansia, la necesidad de poblar, por estos lares antes del 14 vivían ganaderos santiagueños y santafesinos con el simple afán de alimentar a sus animales en las pasturas naturales del extenso territorio de Campo del Cielo, con ese sueño nómade que los condenaba a andar buscando agua y pastos sin pagar un canon.

Pero estaban también quienes vinieron de Tostado y San Javier, en Santa Fe. Un centenar de mocovíes con Pedro José a la cabeza, para asentarse a unos 30 kilómetros de la estación kilómetro 708, para dar vida al paraje que se llama Las Tolderías y donde aún se nombra, con orgullo y respeto, al cacique Catán. Y los santiagueños. Hacheros y labradores que trabajaban desde el 15 con Carlos Svensen en sus obrajes, y que apiñados en un conglomerado de ranchos de barro y paja en un semicírculo que tenía a la estación como centro, fueron las raíces de tantos apellidos que hoy sobreviven en los barrios Juventud, Libertad y Norte. Como no deseaban tierras para sembrar y cosechar no los censaron las autoridades de Tierras del Gobierno y fueron los “nadies” en la gestación poblacional de Charata.

El licenciado Oscar García da cuenta de todo esto en un conciso estudio que observa detalladamente las corrientes inmigratorias que fundaron este pueblo. Nos ubica en tiempo y espacio, desarrollando parsimoniosamente, en cámara lenta, el camino del encuentro que mencionábamos al inicio. La fusión no fue fácil. Pero de ese improbable barro se dio la génesis de los sueños que marcaron un destino. Y allí, sí, surgen nombres y apellidos, algunos impronunciables, que sin mirar el pasado plantaron el porvenir, con trabajo, tesón, sueños, miserias, olvidos, dramas, lágrimas, música y risas… Y el ave que dio nombre al terruño pudo volar libremente en la diáfana Pampa del Cielo, bendiciendo la firme promesa de ser en un ignoto territorio en el que es posible soñar, pero también llorar.

Bienvenida la obra de Oscar García. Las nuevas generaciones tienen el deber de conocer los orígenes del pueblo. Es un derecho que le corresponde a todo hijo bien nacido en esta tierra del oeste, al sol de rama y cielo que nos cobija maternalmente y donde realmente vale la pena vivir.

Juan Alberto Miérez

CHARATA el origen

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