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Vía Crucis de Mengore

Mosaicos del P. Marko I. Rupnik SJ, y del Taller de Arte del Centro Aletti que ilustran este libro

Mengore, a saber, Santa María en Tolmin, era una ruta tradicional de peregrinación en la antigua parroquia de Volzana. La Iglesia, dedicada a la Madre de Dios, en la cresta de los pre-Alpes, encima de Volzana, a los pies de los cuales fluye el río Isonzo, desde el siglo XIV estaba estrechamente vinculada al destino de los habitantes tolmineses. Los ataques de los turcos, la langosta, las carestías, los terremotos y otras catástrofes naturales e históricas empujaron a la gente a buscar refugio en la Virgen. Aquí se reunían ya los agricultores para la reivindicación de sus derechos. Mengore, en la I Guerra mundial, se convirtió en una fortaleza inquebrantable del Imperio austro-húngaro, ya cercano a desaparecer, y fue en esta colina donde centenares de soldados exhalaron su último aliento.

En 1928, de las ruinas de la guerra, surgió de nuevo la iglesia de María de Mengore, restaurada con las pinturas expresionistas de Tone y Mara Kralj, a la cual acudieron en el período fascista multitud de peregrinos cada vez más numerosos.

Por sugerencia del pastor de Volzana, Alojz Kodermac, en 1932 se construyeron las capillitas del Vía Crucis, ante las cuales los peregrinos y los habitantes del lugar, con los cantos y las oraciones, han mantenido viva y fuerte la palabra materna (bajo el régimen fascista, en efecto, la población eslovena dentro de las fronteras italianas, como los de Mengore, no podía utilizar su lengua materna, porque la única lengua admitida era el italiano).

En el período de la II Guerra mundial y en el inmediatamente posterior, junto a muchos otros actos de violencia, fueron destruidas las capillitas del Vía Crucis, exactamente en 1954.

¡Ya es hora de que el «monte» que fue testigo de mucha violencia se convierta en un signo de vida, de luz y de esperanza! De ahí la decisión de volver a hacer el Vía Crucis en Mengore.

Como en la poesía de Kosovel «El dolor florece en la belleza», en las imágenes del Vía Crucis de Rupnik, el sufrimiento se vierte en la sinfonía de figuras, belleza eterna, que continúa dando sentido al camino de la vida de toda persona[2].

El Vía crucis de los santos

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