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ОглавлениеEl Vía Laucis Devoción pascual del Tercer Milenio
Manuel G. López-Corps[1]
«Recientemente, en diversos lugares, se está difundiendo un ejercicio de piedad denominado Vía Lucis. En él, como sucede en el Vía Crucis, los fieles, recorriendo un camino, consideran las diversas apariciones en las que Jesús –desde la Resurrección a la Ascensión, con la perspectiva de la Parusía– manifestó su gloria a los discípulos, en espera del Espíritu prometido (cf Jn 14,26; 16,13-15; Lc 24,49), confortó su fe, culminó las enseñanzas sobre el Reino y determinó aún más la estructura sacramental y jerárquica de la Iglesia» (Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, 153).
En la base de esta devoción pascual está el salesiano P. Sabino Palumbieri, fundador en 1984 del movimiento TR 2000 (Testigos de la Resurrección para el año dos mil), quien propuso esta devoción para el cristiano que debía testimoniar al Resucitado en los albores del Tercer Milenio. En el mundo de habla hispana, fue el P. Martín Descalzo quien, en su libro Razones para la alegría, propuso vivir la Pascua como un camino de luz: «Durante siglos las generaciones cristianas han acompañado a Cristo camino del Calvario, en una de las más hermosas devociones: el Vía Crucis. ¿Por qué no intentar –no “en lugar de”, sino “además de”– acompañar a Jesús también en las catorce estaciones de su triunfo?». Corría el año 1985.
En Italia, el santuario italiano de Nuestra Señora de Pompeya, lugar de difusión del rosario, asumió la teología de este piadoso ejercicio y en 1997 se erigieron catorce paneles de bronce (Dragoni) con imágenes del Vía Lucis. La propuesta al peregrino es, tras la celebración de la Eucaristía, meditar «el camino de la luz», subrayando que el cristiano parte del santuario siguiendo las huellas del Resucitado. Como celebración comunitaria, el santuario de Pompeya programa el Vía Lucis el sábado: en las primeras Vísperas del domingo.
Con estos presupuestos, en el inicio del Tercer Milenio, la Santa Sede promulgaba un Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia (DPPL) (2001), cuyo texto recordaba que:
«Mediante el ejercicio del Vía Lucis los fieles recuerdan el acontecimiento central de la fe –la Resurrección de Cristo– y su condición de discípulos que, en el Bautismo, sacramento pascual, han pasado de las tinieblas del pecado a la luz de la gracia (cf Col 1,13; Ef 5,8)» [ib].
Lugares e iniciativas
En la madrileña Ermita de San Isidro, que celebra al santo labrador mozárabe en la Cincuentena pascual, se dejó sentir la influencia de Martín Descalzo. Allí, el «Camino de la Luz» comenzó a celebrarse como preparación al Gran Jubileo con un esquema septenario, resaltando así la simbólica de este número en la tradición gothohispana. Las siete semanas de la Pascua dan pie a una meditación más profunda del evento del Resucitado en las primeras horas del domingo. La celebración, que iniciaba con un Lucernarium, concluía con una statio mariana y una profesión de fe ante la fuente del agua que el santuario cobija desde hace siglos.
Durante siglos, la devoción del Vía Crucis ha logrado que popularmente los fieles meditasen en el primer momento del evento pascual –la Pasión– y que cada viernes se subrayase el misterio del amor de Cristo en la Cruz. Conscientes de que muerte y resurrección son dos caras del mismo Misterio Pascual del Señor, el Vía Lucis, con todas estas iniciativas, vuelve a «ser un medio para que los fieles comprendan vitalmente el segundo momento de la Pascua del Señor: la Resurrección» (ib).
Esquemas celebrativos
No hay ninguna lista establecida de las estaciones de la Resurrección. Algunos formularios presentan catorce en analogía con el Vía Crucis (cf Martín Descalzo); y, otros, siete momentos en consonancia con la simbólica pascual del Apocalipsis (cf López-Corps).
I. En el esquema de catorce la primera estación es: «Jesús, resucitando, conquista la vida verdadera» (Mt 28,1-6). El enunciado de la segunda reza: «Su sepulcro vacío muestra que Jesús ha vencido a la muerte» (Mc 16,2-6). En la tercera, se detiene a contemplar el triunfo definitivo de la resurrección y sus consecuencias: «Jesús, descendiendo a los infiernos, muestra el triunfo de su resurrección» (1Pe 3,18).
Las siguientes son las estaciones de los testigos de la resurrección. Así, la cuarta estación es mariana: «Jesús resucita por la fe en el alma de María» (Lc 1,41-49). La quinta, bien hermosa y significativa, es la estación de María Magdalena: «Jesús elige a una mujer como apóstol de sus apóstoles» (Jn 20,11-18). La sexta contempla a los de Emaús: «Jesús devuelve la esperanza a dos discípulos desanimados» (Lc 24,13-31).
La séptima, bajo el epígrafe «Jesús muestra a los suyos su carne herida y gloriosa» (Jn 20,26-31), muestra una de las claves de las contraseñas de la resurrección: las llagas sanadas. La corporeidad de la resurrección es el argumento de la octava estación: «Con su cuerpo glorioso, Jesús explica que también los cuerpos resucitarán» (Lc 24,36-43).
El «camino de la luz» se recorre para vencer el miedo y para recuperar la confianza y la alegría: «Jesús bautiza a sus apóstoles contra el miedo» (Jn 20,19-31); «Jesús anuncia que seguirá siempre con nosotros» (Mt 28,16-20); y «Jesús devuelve a sus apóstoles la alegría perdida» (Jn 20,19-31) son los epígrafes de las estaciones nueve, diez y once.
Las tres últimas son las estaciones de la misión. La Pascua marca siempre el tiempo de la Iglesia enviada a la evangelización: «Jesús entrega a Pedro el pastoreo de sus ovejas» (Jn 21,15-17); «Jesús encarga a los Doce la tarea de evangelizar» (Mt 28,16-20); y «Jesús sube a los cielos para abrirnos camino» (He 20,9-14) son los respectivos enunciados de las estaciones doce, trece y catorce.
Este es el camino esperanzado y alegre, audaz y valiente de una Iglesia que –con María, nueva Eva, Reina del cielo– ora, recibe la fuerza del Espíritu (He 2,1ss.) y espera que su Señor venga glorioso desde el cielo.
II. El esquema septenario –siguiendo la tradición hispana– es más breve: La victoria del Cordero inmolado; El encuentro con las santas mujeres; La aparición en el camino de Emaús; Las puertas cerradas del Cenáculo; La comida junto al lago de Tiberíades; El Señor Jesús a la derecha del Padre; y El Misterio de Pentecostés.
Sin embargo, puede desplegarse celebrativamente durante la Cincuentena pascual en tres variantes posibles (a, b, c) para los domingos 1º y 4º (a); 2º y 5º (b), 3º y 6º (c):
1. «La victoria del Cordero inmolado» (Mt 28,1-7; cf Mc 16,1-8; Lc 24,1-9; Jn 20,1-2).
a. El descenso al Abismo: luz y vida (1Pe 3,18; cf Mt 28,11-15).
b. El hallazgo del sepulcro vacío (Mt 28,11-15; Mc 16,2-6).
c. Pedro y Juan corren al monumento (Jn 20,3-10; cf Lc 24,12).
2. «El encuentro con las santas mujeres» (Mt 28,9-10).
a. Magdalena, apóstol de apóstoles (Jn 20,10-18; cf Mc 16,9-11; Mt 28,9-10).
b. Las miróforas anuncian la Resurrección (Mt 28,8-10; cf Lc 24,13-31).
c. María reconoce en el Resucitado al que había engendrado (cf Lc 1,41-49).
3. «La aparición en el camino de Emaús» (Lc 24,13-35).
a. Esperanza ante el desánimo (Lc 24,13-31).
b. La Escritura da testimonio de Él (Lc 24,25-27.44).
c. Les abrió el entendimiento (Lc 24, 44-48).
4. «Las puertas cerradas del Cenáculo» (Jn 20,19-23).
a. El saludo pascual del Señor: Paz con vosotros (Mt 28,16-20; Mc 16,12s).
b. El Espíritu para el perdón de los pecados (Jn 20,19-31; Mc 16,14).
c. Tomás y las llagas gloriosas del Señor (Jn 20,26-31).
5. «La comida junto al lago de Tiberíades» (Jn 21,1-17).
a. Pescadores de hombres (Jn 21,15-17).
b. Presencia en la mesa compartida (Jn 21,15-17).
c. Confirmación de la Misión a Pedro (Jn 21,15-19).
6. «El Señor Jesús a la derecha del Padre» (He 1,6-11).
a. El envío evangelizador (Mc 16,15ss.; Mt 28,16-20; Lc 24,44-48).
b. El Señor abre camino como cabeza de la Iglesia (Lc 24,50-53; Mc 16,19s).
c. Jesús, Sacerdote que intercede por nosotros (Heb 4,14-16; 8,1-3a).
7. «El Misterio de Pentecostés» (He 2,1ss).
a. La fuerza de lo alto en Jerusalén (Lc 24,49; He 1,3-5).
b. María y los apóstoles oran esperando el Espíritu (He 1,12ss).
c. La Iglesia predica el Misterio de Cristo (He 2,1ss).
III. Junto con estos dos esquemas aparecen en la última década propuestas o realizaciones interesantes. El poeta y periodista Antonio Díaz Tortajada, presbítero de la diócesis española de Valencia, ha propuesto con gran profundidad espiritual un esquema de catorce estaciones. En Chile ha seguido este mismo número el P. Cristián Precht, que con el P. Miguel Ortega ha presentado unos materiales para esta oración. Alberto Ramírez Mozqueda, presbítero diocesano de León en México, propone esta devoción a modo de representación sacra. Un original «Vía Lucis por la Vida» se ha difundido, desde 2009, por el P. Paniagua en la diócesis española de Ciudad Real. El cofrade malagueño Salvador Villalobos Gámez se decanta por un esquema septenario, presentando una bella reflexión sobre los misterios pascuales (2013). En esta misma fecha, la Unión de Hermandades de Jerez (Cádiz), para el Año Santo de la Fe, convocó un «Camino de la Luz», que dio inicio con una procesión solemne del Cirio pascual presidida por el obispo diocesano, con catorce estaciones y diferentes «pasos» o imágenes procesionales. El esquema de este Vía Lucis mariano fue el compuesto por mons. Gonzalo Huesa López.
En lengua francesa se ha difundido el esquema de François Dufour. En portugués, Leomar Brustolin publica en Sao Paolo (2010): Via-sacra da ressurreição. Para o Tempo Pascal. En inglés ya conocimos la iniciativa del hermano Bernard Couvillion: con ocasión del Gran Jubileo del Tercer Milenio y la cámara fotográfica de su cohermano del Sagrado Corazón Ralph Lebel, populariza un Way of Light o Via Lucis of Youth como itinerario de encuentro con el Resucitado que vive entre nosotros. Llama a cada estación Appearance y, como va dirigido a jóvenes, las propone como momentos de oración autónomas. Entre las «apariciones» que sugiere para la meditación y la celebración relacionadas con la experiencia de los propios jóvenes están: el joven en la tumba (1), Pedro (4), Los quinientos (10), El Bautismo (9), Santiago (11), Pablo (12) y con la denominación «Él volverá de nuevo» (14) se acentúa la perspectiva de la Parusía (cf DPPL 153a). La teóloga y ecumenista Mary Ford-Grabowsky publica en 2005 unas reflexiones pascuales con un esquema del Vía Lucis contribuyendo a difundir esta devoción en diversos ambientes cristianos de los Estados Unidos de América. También en inglés se acaba de publicar la obra Nita Ng, y en Canadá Glenn Byer ha publicado The way of light (2014).
El 12 de septiembre de 2010 se erigía en la colina de Hostýn (Montes Beskydy en los Cárpatos) un nuevo «Camino de la Luz» con catorce estaciones realizadas por famosos artistas en piedra de diversos lugares de Chequia. En ese mismo año se inauguran unos magníficos cuadros escultóricos realizados por Antonio Oteiza en la iglesia navarra de san Esteban de Gorraiz (Padres Dominicos).
Son, estas, maneras nuevas de dar testimonio de la Resurrección, de expresar la alegría pascual en el Tercer Milenio. Con diversas y creativas expresiones el Vía Lucis se presenta paralelo al Vía Crucis: estaciones, con su texto bíblico correspondiente, que van desde el sepulcro vacío, primer signo de la Pascua, hasta Pentecostés, su primer fruto. Y, así, como el Vía Crucis no olvida la presencia de María Dolorosa, el Vía Lucis presenta a la Madre de la Luz y de la Vida que se alegra con el Hijo Resucitado.
IV. Ahora, el padre Pablo Cervera presenta un esquema con catorce estaciones –de carácter totalmente bíblico– enriquecido con la fe de la Iglesia y una meditación con «la voz de la tradición». El volumen consigue lo que se pretende: orar con los ojos y el corazón. Cada estación se ilustra (via pulchritudinis) con los bien conocidos y valiosos mosaicos del P. Marko I. Rupnik y colaboradores del Centro Aletti (Roma).
«¡Jesús resucita de la muerte!» (Mt 28,1-7) es la primera estación que el P. Cervera propone de corte kerigmático. En la segunda estación presenta el hallazgo del sepulcro vacío (Jn 20,1-10; Mt 28,1-8; Mc 16,1-8; Lc 24,1-12). María Magdalena, en la tercera estación, es la primera en ver a Jesús resucitado (Jn 20,10-18). Siguiendo la literalidad y la cronología de los relatos de la resurrección, llegamos a la cuarta estación: «Jesús en camino con los discípulos de Emaús» (Lc 24,13-27; Mc 16,12s). Sacramental es la presentación de la quinta: «Jesús se manifiesta en la fracción del pan» (Lc 24,28-35). De la eucarística a la epifanía apostólica: «Jesús en el cenáculo muestra sus llagas a los apóstoles» (Lc 24,36-43). Este es el contenido de la estación sexta, pues la séptima ahonda en el sentido de la misión sacerdotal: «Jesús da a sus apóstoles el poder de perdonar los pecados» (Jn 20,19-23).
Una misión que necesita robustecer la fe: «Jesús fortalece la fe de Tomás» (Jn 20,26-29) reza la estación octava. En la novena el lago de Galilea es el símbolo del mundo y del ámbito de la misión: «Jesús resucitado se manifiesta en el lago de Tiberíades» (Jn 21,1-6).
Es la décima estación del Vía Lucis la que presenta el primado del pescador: la misión, para remar mar adentro, necesita del timonel y la brújula, por eso «Jesús confirma a Pedro en el amor» (Jn 21,15-19). «Jesús confía a sus discípulos la misión universal» (Mt 28,16-20). La undécima estación penetra en la misión como seña de identidad de todos los apóstoles, de todos los testigos de la resurrección.
Por fin, la Ascensión y Pentecostés confirman todo lo anterior, son la prueba de la Pascua, el comienzo de la Iglesia. «Jesús asciende a los cielos» (He 1,9-11), la «espera pentecostal con María» (He 1,12ss.) y «La venida en Pentecostés del Espíritu Santo» (He 2,1-4) son los enunciados de las tres últimas estaciones.
El Vía Lucis, «en una sociedad que con frecuencia está marcada por la “cultura de la muerte”, con sus expresiones de angustia y apatía, es un estímulo para establecer una “cultura de la vida”, una cultura abierta a las expectativas de la esperanza y a las certezas de la fe» (Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, 153).