Читать книгу Cómo liberarse de una educación equivocada - Pablo de Jesús Romero - Страница 6
ОглавлениеMiguel de Zubiría1
Los libros son como los mejores vinos
No vale la pena leer libros que tengan menos de diez años de maduración; semejan extensos artículos, no genuinos libros, carecen de cuerpo, cual objetos intelectuales de consumo y producción inmediata.
Vale la pena leer libros con entre diez y veinte años durante los cuales han sido madurados en un tonel encargado de filtrar las impurezas y de reducir la sustancia temática a su esencia. Ese tonel no se fabrica de madera, sino de millones de neuronas tejidas en un telar mágico, donde labora la mente activa de un observador, lector, pensador y escritor.
Una o dos décadas son tiempo suficiente de destilación de un tema completo para una mente bien entrenada en el oficio de digerir y fabricar ideas. No menos de este tiempo, pues requiere cientos de observaciones, lecturas de libros, reflexiones y madrugadas que luego plasma con gran paciencia y cuidado el producto siempre imperfecto del oficio intelectual mediante el difícil arte de la escritura.
La mayoría de nosotros publicaremos un par de estos buenos libros en nuestra extensa existencia intelectual, si acaso.
Definitivamente sí recomiendo leer libros de treinta años de maduración. Mucho más cuando los precede un centenar de vinos elaborados por la misma mente, garantía del proceso vinícola bien instalado. Tal es el caso del libro ¿Cómo liberarse de una educación equivocada?, destilado por Pablo de Jesús Romero, mi colega y amigo.
Comparto que la educación está en crisis, posiblemente desde su mismo nacimiento. Sus áreas curriculares son obsoletas, igual sus metodologías, recursos didácticos y sistema de evaluación. Esta gran crisis educativa, Pablo la denomina educación equivocada. Se llegó a que el remedio, la educación, podría empeorar la enfermedad, la ignorancia, que los niños y jóvenes pierdan más de lo que aprehenden, que es poco ciertamente. Con el costo de sacrificar once mil o más horas mejor invertibles en otras actividades más creativas, gratas, satisfactorias, muchas de las cuales propone nuestro autor.
Para mí, el mayor mérito del libro es aplicar el precepto hegeliano: “La mejor crítica a un río es construirle un puente”. Pablo no se limita a criticar, cuestionar, develar los vacíos, por muchos conocidos, sino que avanza hacia cómo liberarse de tal limitación. Liberarse, palabra magníficamente bien escogida pues, creo, contiene el genuino remedio. Lo comentaré al finalizar este breve prólogo. Luego de cada una de sus críticas, siempre bien fundamentadas: propone cómo superarlas mediante un comentario curricular, didáctico o metodológico de sencilla aplicación.
Además de su pertinencia, los problemas de la educación y sus soluciones, un buen subtítulo, es un libro bien escrito, claro, sencillo, directo, basado en experiencias y documentado por la extensa lectura de otros autores, como siempre debería ser. Por mi estilo de pensar, me queda faltando una estructuración conceptual de la propuesta, más allá de cada propuesta y de cada cómo, si bien tendría que ser otro libro.
Estructura del libro
De entrada, advierto que soy aceptable catador de vinos y ni siquiera buen tomador. De allí la difícil tarea de presentar el nuevo vino de otro cultivador, su vino de exhibición añejado durante treinta años, casi su testamento intelectual. He necesitado un par de meses para intentar catar este buen vino. En especial por ser hijo de la familia educativa a la cual une el hilo invisible de la educación, el quehacer, la pedagogía y la reflexión sobre el quehacer.
Gran ayuda para mí en la difícil escritura de este prólogo es que en el primer párrafo Pablo formula su idea de concepción educativa equivocada. Como siempre deberían hacer los mejores autores y casi nunca lo hacen. No lo hacen porque no tienen tan clara su idea central, aunque todos esperaríamos que sí. Entiende por concepciones educativas equivocadas aquellas:
… que, en vez de emancipar, en vez de formar un ser humano autónomo, amante de la curiosidad, comprometido con la duda, con gran apetito de saber, libre pensador, amable consigo mismo, con los demás y con el entorno; se sigue cultivando un sujeto pasivo, alienado, poco consciente de su papel en este mundo e idiotizado con la tormenta de farándulas y distractores light que le rodean.
Claro, preciso, contundente. Señal de gran honestidad intelectual hacia sus lectores al decirles de qué trata y de qué no el libro entre sus manos. Con un costo: que muchos lectores al instante dejan de leer su libro, por una sencilla razón: no comparten su diagnóstico. Y a la par sugiere una solución: “…emancipar, formar seres autónomos, amantes de la curiosidad…” ¿No te interesa? ¡Déjalo!
Todo en un párrafo. Magnífico, la mejor síntesis del libro ¿Cómo liberarse de una educación equivocada? Páginas adelante agrega:
Existen suficientes pruebas para afirmar que la educación actual que se imparte en América Latina, no favorece la libertad de pensamiento; nuestras hijas e hijos no son formados para pensar por sí mismos, no son formados para el cuestionamiento de los saberes que se les imparte, no se forma para la libertad de expresión, no se forma para elaborar críticas con argumentos y evidencias, no se forma para la negociación, la concertación y mucho menos, se forma para resolver conflictos de manera pacífica y constructiva, necesitamos entonces, un sistema educativo que en armonía con sus tres subsistemas, el escolar, el familiar y el socio cultural enseñe a nuestra generación a pensar por su propia cuenta y así, liberarnos del bastón cognitivo de los demás.
Pablo cierra su presentación del libro con este comentario:
Expongo una serie de reflexiones y estrategias de aprendizaje para formar seres humanos independientes, críticos, emancipados, creativos, libres pensadores, nada sumisos; que sean capaces de asumir las riendas de su propio destino, liberándose a sí mismos y con mentalidad solidaria.
De ello trata ¿Cómo liberarse de una educación equivocada? De innumerables argumentos sobre el porqué la educación recibida hoy por millones de niños y jóvenes está equivocada y cómo tales graves equivocaciones podrían sortearse. “¡De nada más, ni nada menos!” Fue el comentario textual que le hice a Pablo cuando me propuso prologar su libro, no cualquiera, ¡sino su libro de treinta años!
Buen libro para:
Sabida con claridad extrema la temática central del libro, lo segundo es determinar para quiénes fue escrito. En este punto Pablo no me ayuda mucho. La mayoría de escritores pensamos que nuestros libros apuntan a casi todo lector, sin ser así.
Espero no equivocarme, pero considero que en primer lugar es tremendamente útil para cualquier estudiante de educación, de cualquier nivel. Le ayudará no solo a sortear los problemas del día a día de clases, sino especialmente a afinar su paradigma educativo. A mi modo de ver, la más importante decisión de todo futuro educador: elegir sus compromisos con sus futuros estudiantes. Propone, en esencia, dos grandes paradigmas, que para estos candidatos a profesores les será de gran utilidad; más pedagógica que didáctica, la urgencia de un aprendiz de pedagogía.
En segundo lugar, les es magnífico a jóvenes profesores, no a los viejos curtidos por el oficio. En sus primeros contactos con el quehacer educativo mantienen frescas sus ilusiones, su afán de cambio, sus utopías. El libro les abre la mente a nuevas maneras de ver su quehacer aterrizadas, aplicables y experimentables.
Y en tercer lugar a pedagogos, ocupados precisamente de la continua reflexión sobre el quehacer educativo, a la búsqueda de nuevas opciones que enriquezcan nuestros paradigmas.
Solo tengo una objeción de fondo a la tesis central de Pablo en su obra ¿Cómo liberarse de una educación equivocada?: objeto su optimismo. En lo personal, considero que la educación no puede cambiar desde el aula por decisión de profesores. Uno o muchos profesores hacen poco contra la educación uniforme decretada por el MEN, la misma para todos, ajena por completo a la singularidad de cada individuo, ajena a las circunstancias sociales variables y cambiantes.
Primero, considero que no puede mejorarse sustancialmente la educación sin libertad, sin plena libertad educativa. Sin que cada institución tenga la potestad de elegir sus áreas curriculares, las que fueren, sus programas, como los considere, las didácticas, sus mecanismos de evaluación.
Segundo, sin que sean los padres y cada niño o muchacho en concreto quienes deciden entre una de cien educaciones posibles la suya. Lo peor es que es tremendamente sencillo, basta lograr un decreto revolucionario: ¡Se decreta la educación libre en todo el país!
Tercero, que quienes quieran o necesiten acreditar sus saberes lo hagan no mediante su libreta de calificaciones, que dice poco, sino a través de empresas acreditadoras que den fe de uno o ciertos saberes de tal o cual muchacho, los que necesite acreditar. Por ejemplo, en lectura, en manejo conceptual, en interacciones humanas, el que fuere.
Por supuesto, para comenzar a vislumbrar tal libertad educativa los padres han de entender que ninguna evidencia dice que los niños y jóvenes de un país los corte la misma tijera, los convierta en un mismo y uniforme vino. Nadie lo atestigua, solo los funcionarios estatales del MEN. Para luchar contra muchas fuerzas que permitan pasar de una educación, la actual, a cien educaciones, ¡las del futuro!
Propondré a Pablo como miembro de la Academia Colombiana de Pedagogía y Educación, este extenso ensayo es más que suficiente requisito para tal distinción. Además, creo que es el escenario perfecto para discutir sus interesantes ideas.
Miguel de Zubiría
1 Psicólogo. Pedagogo. Director de la Fundación Internacional de Psicología Afectiva FIDPA.