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INTRODUCCIÓN

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Seguramente todos habrán escuchado hablar del minimalismo. Este concepto se resume en la frase “Menos es más”. Se aplicó inicialmente en arquitectura, luego en decoración de ambientes, ya que se tendía a eliminar lo superfluo en pos de la funcionalidad.

Los taquígrafos somos menos ‒en número‒, en comparación con otras profesiones. ¿Por qué? Si bien la taquigrafía existe desde antes de Cristo y fue desvalorizada durante mucho tiempo, al punto de eliminarse la materia “Estenografía” de la formación secundaria y desaparecer los institutos de formación, hoy puedo afirmar que una etapa de renacimiento comienza a desplegarse ante nosotros, una renovación que incorpora la tecnología a su servicio y la hace más eficiente y más tentadora, para que crezcamos en la profesión y seamos más con menos obsolescencia; para que tengamos más motivación con menos esfuerzo.

Con frecuencia escuché decir que cada vez hay más máquinas o tecnologías que apuntan a llevar adelante el trabajo que hacemos los humanos y que en pocos años seremos desplazados por ellas. Debo admitir que, como informática, en algún momento temí que esa idea pudiera convertirse en realidad. En algún punto todos buscamos que nuestra tarea se simplifique, echando mano a todo aquello que pueda colaborar a tal fin, como, por ejemplo, el uso de grabadores con micrófonos que cuenten con alta definición. Sin embargo, creo que los humanos seguimos teniendo ventajas inimitables e inalcanzables por las máquinas.

A continuación, cito fragmentos traducidos del artículo publicado en Medium.com, titulado: “En la era del audio digital de alta definición, ¿por qué aún se usan taquígrafos humanos?”, con los que coincido completamente.

En general se suele subestimar el ruido de fondo, los murmullos y la gente hablando a la vez. Una persona con oídos funcionales y normales cuenta con instrumentos evolucionadamente perfeccionados para detectar el habla y sus patrones entre el murmullo. Es por eso que una persona puede escuchar a otra en un bar donde la música está fuerte, sin embargo, un micrófono solamente captura ruido y le da igual si la grabación es coherente o no.

Otro beneficio de contar con un profesional es la interacción en tiempo real. Cuando un orador se saltea palabras al hablar o varios hablan simultáneamente, un estenógrafo puede consultarles alguna duda para conseguir la claridad necesaria. Una vez que esa grabación va a las manos de alguien con capacidad para tipear, no se puede garantizar tampoco que el texto resultante tenga ortografía o puntuación correctas. No es raro que incluso salteen palabras por completo sin enterarse. Los taquígrafos tenemos la tendencia a investigar el léxico específico del dominio en el cual trabajamos, por lo cual podemos redactar un texto que exprese fielmente el punto que los oradores intentan comunicar.

Con respecto a la sesión parlamentaria, el estar presente en ella y ver quién está hablando en un preciso momento es importante también. A través de una grabación, las voces se pueden confundir si son parecidas. Durante momentos confusos, el estar presente puede resolverlo con tan solo una mirada hacia el expositor o quizá hacia una presentación PowerPoint que se esté usando, para despejar dudas. Habiendo dicho eso, con entrenamiento, un taquígrafo puede discernir palabras entre murmullos, incluso mejor que una persona promedio. Incluso así, transcribir desde un archivo de audio es un proceso lento y tedioso para los taquígrafos, ya que el sonido es solamente un elemento de las sesiones.

Desde ya que una persona sin entrenamiento sería menos eficiente aun al hacerlo. Aquellos sin experiencia transcribiendo en tiempo real no tienen una idea acertada de lo que conlleva esa tarea o lo fácil que el estornudo de alguien o un movimiento brusco puede transformar hasta una frase entera en basura inaudible al ser registrada por un micrófono.

Generalizando, solemos ser desorganizados para hablar, ya que intentamos usar el menor esfuerzo posible. Si todos los oradores oficiales contaran con la capacitación vocal que tienen los locutores profesionales, podríamos fiarnos de grabaciones confiables, pero la realidad no es esa. Lo que es fácil ignorar en el rol de un taquígrafo es la capacidad de mitigar la falencia comunicativa general al interpretar o mediar los discursos para asegurar un producto final íntegro”.

Si bien nuestro cerebro tiene una capacidad limitada de procesamiento en cuanto a velocidad y las máquinas pueden reemplazarnos en ese aspecto, hay tareas que pueden parecernos triviales pero que, sin embargo, son casi imposibles de emular por ellas. Tengamos presente que “las máquinas no razonan”, solo obedecen las instrucciones que les damos. Si esas instrucciones son correctas, se dan siguiendo un sentido lógico y apuntando a una finalidad concreta, el resultado podrá ser óptimo y a eso nadie podría oponerse, pues redundaría en eficiencia y eficacia.

Probablemente, algunas empresas estarían intentando encontrar la manera de imponer un mecanismo automático eficiente que permita ahorrar las cargas sociales derivadas de contratar a un ser humano y así obtener soluciones instantáneas. Sin embargo, en muchos años que llevo investigando al respecto y luego de haber hecho estudios de especialización en aprendizaje profundo (rama de la I.A.), puedo argumentar que un resultado valedero en la labor de procesamiento del lenguaje natural ‒que es lo que, en definitiva, hacemos los taquígrafos‒ siempre va a necesitar ser guiado por un cerebro humano. Una máquina procesa a una velocidad muy superior a la que tenemos los simples mortales, pero nunca podrá contar con el bagaje de conocimientos que vamos incorporando a lo largo de nuestra vida, desde el preciso momento en que nacemos.

Mi intención, a través de este libro, es unificar ambos componentes: no renegar de las facilidades que la tecnología nos brinda ‒necio sería pensar lo contrario‒ bajo las directrices y la base de conocimientos que los taquígrafos idóneos en su tarea pueden aportar, para hacer cumplir la premisa inicial “Menos es más”.

Patricia López Lic. en Sistemas de Información y Taquígrafa Parlamentaria (Julio 2021)

Taquigrafía digital

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