Читать книгу De la separación de pareja a la superación personal - Patricio Defranchi - Страница 6

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En los segundos posteriores luego de terminada esa conversación en la que nuestra pareja nos comunica que decidió separarse o, quizás luego de esa conversación en que “decidimos juntos” la necesidad de poner un punto final al vínculo de pareja, generalmente nos impacta una suerte de shock emocional, el cual se caracteriza por las siguientes etapas bastante bien marcadas. El impacto inicial, la honda tristeza, el sentimiento de culpa, finalmente la aceptación, la etapa de reconstrucción y la transformación o resurgimiento.

No interesa tanto que conozcas de memoria las etapas, sino que empieces a percibir el momento en el que sentís vos que estás ahora.

Es necesario señalar que, a pesar de que existan ciertas etapas conocidas, la experimentación de este golpe o shock no tiene por qué ser lineal y ordenada. Podés avanzar y retroceder en las distintas etapas, y podés hacerlo varias veces.

Este shock del que te hablo, se caracteriza por tener la sensación de que todo se detiene, casi como sentirnos paralizados, desorientados y descolocados.

Es que no terminamos bien de entender qué significó lo que acabamos de vivir, qué consecuencias concretas van a suceder en nuestra vida y menos aún qué debemos hacer en ese minuto posterior. Esta situación puede durar en el tiempo indefinidamente, o, quizás mágicamente desaparecer de un momento a otro y reaparecer de golpe.

En esos posteriores momentos, es muy común que repasemos mentalmente algunos de los conceptos que formaron parte de esa conversación, rumiemos en el significado de frases comunes utilizadas como que “nuestra relación no va a ningún lado”, “que no sé bien lo que siento”, “que no sé lo que me pasa”, “que necesito tiempo conmigo para descubrirme”, “que ambos nos sentimos solos, aun estando con el otro”, “que ya no compartimos tiempo juntos y tampoco lo buscamos”, “que apareció otra persona que me confundió y puso en dudas mis sentimientos” y las mil variantes de un mismo mensaje, que en el fondo, implica nada más y nada menos que algo tan disruptivo como un corte de un vínculo.

A veces esa conversación es simplemente la comunicación de una decisión tomada, masticada, digerida y asumida por alguno de los dos, otras se da una verdadera conversación con intercambios de ideas y se llega a una conclusión común. Claramente el impacto en las personas es distinto en uno u otro caso, pero en todos, con distinta intensidad, existe un impacto relevante.

Y entonces, quien se encontraba menos preparado para la situación, aunque por lo general ninguno lo está, comienza a experimentar diferentes emociones. Emociones que son simplemente soluciones adaptativas ante los cambios que se producen en nuestro entorno y en nosotros mismos por ésta nueva situación que se impone.

Claro que en esta situación concreta y, con las creencias que forman parte de una consciencia colectiva que nos vende el amor dependiente al estilo Hollywood, donde los amantes no pueden vivir sin el otro, o donde medimos nuestro merecimiento de amarnos a nosotros mismos por la cantidad de likes que tienen nuestros posteos en Instagram, fácilmente podemos caer, luego de la pérdida de la pareja, en una profunda crisis de autoestima, existencial, y las emociones, lejos de poder ser utilizadas como vehículos naturales de salida o de superación de la crisis, se vuelven vehículos que profundizan con un espiral negativo, la caída y el sufrimiento.

Sí podemos estar seguros, que esas emociones se alimentan, como combustible de alto octanaje, de la innumerable cantidad de pensamientos que la situación vivida invita a alojar en nuestra cabeza, o, mejor dicho, que nosotros nos permitimos alojar en nuestra mente.

Y en ese lugar, es donde tenemos nosotros un papel central, aunque difícilmente en este momento podamos percibirlo sin ayuda externa.

Aparece en mi mente la soledad, aparece la falta de amor propio cristalizada en una imagen nuestra siendo rechazados o excluidos de algún sitio, aparece nuestra desdicha en otros ámbitos (laboral, patrimonial, deporte, peso, etc.) y así se acumulan imágenes y pensamientos en nuestra cabeza que se arrastran uno tras otro, disputándose el premio mundial al pensamiento más negativo o catastrófico sobre mi presente y mi futuro.

Este instante de quiebre en la relación que se desencadena en un momento, pero que muchas veces ya venía anunciado por actitudes, conductas, respuestas, emociones, palabras dichas y no dichas, comunicación o falta de y tantos otros indicadores que obviamos, nos pone obligatoriamente frente a una hoja en blanco que nos desespera.

No sabemos para donde arrancar. No sabemos cómo comportarnos. Y esos primeros pensamientos negativos de los que hablábamos más arriba, nos dan las primeras pautas de acción sin excepción.

Ira, bronca, odio, frustración, enojo, malestar, indignación, son las primeras emociones que pueden tocar tu puerta como consecuencia obligada de esos pensamientos.

Algunas se instalan, otras van y vienen, pero es como que preparan el terreno para que llegue a alojarse, ya con una intensidad aún mayor, la tristeza, la melancolía, la depresión, la culpa y una seguidilla de otras emociones muy difíciles de digerir, que sacan número a ver cuál de ellas protagonizará nuestro día y nos atormentará aún más.

Los sentimientos negativos acaban desbordando y quebrando nuestro equilibrio emocional. La sensación de soledad adquiere cierto protagonismo, y la vivimos con sustancial miedo e incertidumbre.

La soledad es un estado subjetivo vivido de diferente forma según quién se enfrente a ello. Mientras que muchas personas disfrutan de este estado, de ese encuentro consigo que habilita el redescubrimiento y la creación, otras lo viven con terror y fácilmente se ven desbordados de emociones negativas.

Claro está, y repito el concepto volcado anteriormente, que toda emoción es la consecuencia directa de un pensamiento. Necesariamente para que cada una de las emociones descriptas tenga lugar, necesitamos alojar, con carácter previo, un pensamiento en nuestra mente que la dispare o que la convoque.

Los pensamientos que aparecen son de todos los colores, tamaños y gustos. Y generalmente tenemos la convicción de que no podemos controlarlos y que el estado en el que nos encontramos, es algo inevitable y no hay manera de vivirlo de otro modo. Estamos convencidos, de hecho, de que no hay manera de vivirlo sin ese sufrimiento que nos atraviesa el alma y que creemos viene obligatoriamente junto a la experiencia de separación.

Claro que una ruptura de pareja implica dolor y cuanto más intensa y significativa haya sido para mí la relación dicho dolor es directamente proporcional, pero creo también que no necesariamente conlleva un sufrimiento, a pesar de ser esto lo que habitualmente sucede y se vivencia. Porque sufrir, aunque no podamos apreciarlo en este momento, es una decisión que tomamos nosotros frente al dolor percibido. Pero existen muchas otras decisiones posibles que ya iremos descubriendo.

Frente a esta situación y a esta variedad de pensamientos y emociones, empezamos a actuar frente a nuestra realidad. Y muchas veces, casi impulsivamente creemos que la solución la podemos encontrar fuera de nosotros.

Esa sensación de vacío, que lo representamos como un agujero en nuestro interior, requiere urgentemente, de acuerdo a nuestra percepción, ser cubierto, ser tapado. Y en nuestra búsqueda externa, ensayamos librarnos de esa sensación de vacío con todo tipo de tapas o tapones exteriores.

Buscamos a otra persona que nos haga olvidarlo u olvidarla, nos aferramos a la disputa patrimonial con nuestro o nuestra ex para intentar complicarle su vida diaria y así vengarnos, dificultamos la relación de nuestra ex pareja con los hijos comunes, investigamos y perseguimos a nuestra ex pareja en redes sociales para “analizar” las que queremos entender como “verdaderas” causas de la ruptura, posteamos fotos en redes sociales dirigidas a nuestra ex pareja de modo indirecto para “mostrarle” que nos encontramos bien; en definitiva, nos escapamos, nos resistimos, nos mentimos, hacemos daño, pretendemos quitarnos toda responsabilidad por lo ocurrido, y hacemos de cuenta –y lo sabemos bien- que nada tuvimos que ver con la ruptura y que la decisión de nuestra ex pareja, al no elegirnos más, fue absolutamente errónea e injusta.

Todas estas, respuestas desde el ego que se siente herido y que necesita, como siempre hace el ego, echar “la culpa” de la situación sobre el otro. Entonces no tomamos la parte de responsabilidad que es nuestra y, mucho menos, tomamos la manija de nuestra reconstrucción personal.

El ego siempre se rige por el miedo de no ser suficientemente bueno como para ser amado y aceptado.

Sumado a estas conductas de escape y en la búsqueda en el exterior a uno mismo del modo de superar la situación, resulta muy habitual, generalmente por el integrante de la pareja que se sintió “dejado o abandonado” por el otro, que éste último se obsesione con la necesidad de recuperar la relación con su ex.

Esta necesidad de recuperar a un ex, se expresa de acuerdo al apego y la dependencia que hemos desarrollado para con el otro.

Intentamos solventar necesidades emocionales con otra persona, en este caso, la más cercana, la pareja. La dependencia emocional se sustenta en creencias distorsionadas acerca del amor, de la vida en pareja, por las que concluimos con facilidad que, ante la falta del otro, nos sentimos insatisfechos y frustrados.

Y entre medio de todas las emociones que describimos previamente, comienza a aparecer una emoción que potencia todas las otras y aumenta su negatividad y daño. La ansiedad por resolver ese futuro incierto que nos exhibe la ausencia fatal del otro. Incorporamos una dosis letal de ansiedad a éste cúmulo de vivencias, y la necesidad de recuperar a nuestra ex pareja se vuelve una obsesión.

Quiero dedicarle unas líneas a este caso puntual porque es de los más habituales y con un alto poder de daño sobre la autoestima y la autoconfianza. Además de ello, nos ubica en un estado de victimismo, donde entendemos que la única forma de trascender la situación con la que estamos lidiando, vendrá de un tercero. De un cambio de postura de un tercero más precisamente.

De la mano de ese pensamiento, y como si nos faltara combustible para activar aún más nuestro estado, nos encontramos frente a un sinnúmero de gurúes, que en redes sociales pretenden darnos una estrategia infalible para recuperar al supuesto amor de nuestra vida, que nos dejó.

Nos aconsejan cómo dirigirnos a ellos, cómo escribirles mensajes de texto, cómo tratarlos en redes sociales, cómo captar su interés, cómo hacerlos sufrir, y la lista sigue, nutriendo un campo vastísimo de eventuales soluciones externas a problemas reales o a problemas autogestados y sustentados en una obsesión.

Ante nuestra fragilidad, propia de un estado como el post ruptura, nos entregamos a ese juego, y empezamos a analizar qué cosas que hice o no hice pudieron haberle disgustado al otro, qué tipo de conductas tuve para con el otro durante el vínculo, cuándo fui justo o injusto, cuándo fui bueno o malo, qué tipo de conductas debo llevar a cabo para lograr que el otro perciba que se equivocó, que tomó una decisión pésima dejándome, y cómo hacer para que mi ex pareja se desespere por volver a mi lado.

Claro que todo se vuelve una suerte de competencia, de blanco o negro, de marcada dualidad.

Difícilmente podamos comprender en ese momento, que todos los aspectos barajados son también parte de la verdad completa de la situación.

Esta mecánica obsesiva, me priva la posibilidad de contemplar con amor y cuidado a mi ser interior, con el afán de crecer y aprender, de enfrentarme a mí mismo con humildad para detectar qué aspectos personales necesitan de mi atención y cuidado, qué aspectos debo reparar y trascender. Focalizo en el otro y dejo de atender qué pasa conmigo. Busco en ese otro la única solución para superar el sufrimiento que estoy experimentando.

Lamentablemente en este momento de desesperación por recuperar al otro, por acto reflejo, realizamos una suerte de check list a vuelo de pájaro de nuestras actitudes para con nuestra ex pareja, de nuestras conductas y “errores”, para desde allí, establecer una estrategia, basada claramente en manipular al otro, para así reconquistarlo.

Creo que podemos claramente apreciar cómo estamos depositando fuera de nosotros, una supuesta solución al vacío que sentimos dentro.

Pensemos juntos. Si dejamos en manos de otro (ahora ex pareja) la decisión que nos devolvería, o quitaría la felicidad eterna, difícilmente logremos la calma ¿No te parece? Porque estaríamos siempre como observadores de nuestra propia realidad. Observadores y expectantes de que un tercero aparezca y haga y deshaga con nuestra vida lo que decida. No seremos motores activadores de cambio alguno. No seremos constructores de nuestra vida. No seremos capaces de hacernos cargo de nosotros y en suma de brindarnos esa tranquilidad y confianza de un capitán de barco que pilotea una nave, de la que es responsable, en medio de la tormenta.

¿Qué preferirías en medio de la tormenta? Ser ese capitán que analizando el entorno y con base a su percepción y conocimientos pilotea la situación dejando todo de sí porque se le va la vida en ello, o simplemente un capitán que, sin dejar de padecer y sufrir la cruda tormenta que lo circunda, espera las instrucciones que por radio le indican, o espera ese helicóptero de rescate que no sabemos si llegará, o incluso espera rendido que la tormenta desaparezca.

Creo que puesto en esos términos la respuesta aparece fácil.

Nos vemos perdidos entre seguir los movimientos de nuestra ex pareja en redes sociales, llorar y enojarnos con nosotros mismos por haber “perdido” a una persona supuestamente perfecta para nosotros. Viene la culpa, viene el victimismo, y nos garantizamos, así como el capitán un eventual naufragio, una vida de sufrimiento y frustración.

Ahora, luego de esta sana introducción, y de reflexionar sobre primer gran escollo que aparece al inicio, con el ánimo de ayudarte a reflejarte en el espejo y empezar a tomar consciencia, podemos empezar a hablar de un modo más profundo de esta “necesidad” de recuperar a un ex.

Podemos sentir, como le sucede a muchas personas que están en este mismo lugar, la necesidad imperativa de recuperar a nuestra ex pareja.

Podemos querer eso con todas nuestras fuerzas como la única solución posible a nuestro padecimiento. Pero lamentablemente, debo decirte, que focalizar nuestras energías allí no sólo no nos ayudará, si no que nos terminará de hundir inexorablemente en el dolor, el sufrimiento y la frustración.

Y creo que acá te voy a dar lo que va a ser la piedra inicial para empezar a transitar este proceso. Si sentís que recuperar a tu ex es la única solución posible a tu situación, aun cuando no escuches mi opinión de que sin lugar a dudas esa no es la respuesta, te aseguro que la mejor estrategia para recuperar a una ex pareja es no hacer nada al respecto.

Porque para generar atracción en el otro, cualquier conducta que despleguemos para llamar su atención, exhibirá nuestra desesperación y tu ex inmediatamente se alejará, más y más.

Así de fácil. No tenés que hacer nada con respecto a él o ella. Por lo menos los primeros tiempos post separación. Porque sólo así quedarán sepultados todos los pensamientos y emociones negativas que han provocado en tu ex la necesidad de cortar la relación y te permitirán eventualmente comenzar a construir, de llegar a volver a estar juntos, un vínculo nuevo y purgado de aquello percibido como malo del vínculo que ya ha terminado.

Creo que de la mano de éste primer consejo debería irse inmediatamente la ansiedad, que es nuestro primer enemigo mortal.

Basta de analizar si le escribo o si no le escribo, basta de buscar sus perfiles en redes sociales, basta de ver si miró mis estados en WhatsApp, basta de todo eso. Dejá de especular. Dejo de elucubrar mecanismos, estrategias, planes maestros. Me relajo y vuelvo a ser yo. Y trato de sostener ésta postura. Sé que cuesta.

Eliminando la ansiedad que me provoca que sea otro el hacedor de mi felicidad irrestricta, se abre un abanico de acciones poderosas que me van a permitir renacer de las cenizas de haber terminado un vínculo, y me voy a posicionar hacia una vida que jamás habría imaginado.

Imaginate si seguís en esa locura de estar pendiente de lo que el otro decida, imaginate que después de tus exhaustivas estrategias desplegadas cotidianamente para que otro te vuelva a elegir, lográs que el otro –porque inició otra relación y le fue mal, porque no le gustó estar solo, porque compró esas imágenes falsas que le vendiste de vos mismo o por cualquier otra razón posible más- vuelva con vos.

¿Cómo sería ese día después? Cuán relajado podrías estar en una nueva-vieja relación, en la que depositaste en tus hombros toda la culpa de que se haya terminado antes, en la que tu mirada hacia el otro es casi como estar frente a un superhéroe o superheroína que nos devolvió la felicidad eterna y todo le debemos, en una relación en la que en el fondo sentimos que no somos elegidos, sino que fuimos segundos platos o migajas de un banquete que el otro no pudo comerse en otro sitio.

¿Pensás que podría durar un vínculo así? Bueno quizás puede durar. No te voy a discutir eso, pero ¿A costa de tu felicidad? ¿Cuál sería el precio a pagar? ¿Hasta dónde estás dispuesto a dejarte de lado?

Retomo el hilo anterior. Eliminando la ansiedad y frustración de depender de una decisión del otro. Poco a poco empiezo a descubrir que alguna incidencia tengo yo en mi realidad y en mi felicidad. O por lo menos, aunque sea de modo inconsciente, empiezo a percibirlo tibiamente.

Necesariamente el camino para abandonar esa ansiedad y empezar a hackear todas las demás emociones que más arriba destaqué, es volver a uno mismo y empezar a trabajar desde adentro hacia afuera y no desde afuera hacia adentro que es la mecánica propia de focalizar la solución de todo en que una ex pareja vuelva a elegirnos.

Tu foco en vos implica abordar primero tus emociones. Identificarlas. Aceptarlas. Trascenderlas. Me encuentro con el dolor. Lo acepto. Me encuentro con la frustración de que no me elijan. Lo acepto. Finalmente terminaré aceptando la separación que estoy viviendo. Y así, puedo empezar a desapegarme, a abandonar la dependencia emocional en la que me encuentro inmerso. Entendiendo que el camino a recorrer depende de mí y sólo de mí. Que necesito redescubrir mi impronta frente al mundo, mi propio sello.

Nadie mejor que yo mismo, puede descubrir qué experiencias quiero vivir. Hacia donde reconstruirme. Qué buscar en ese futuro que se me presenta incierto, aunque pleno de caminos posibles, aunque hoy no los vea con claridad. Hacia dónde escribir mi vida y en qué términos. Qué quiero para mí y mis circunstancias inmediatas. Qué quiero para mi futuro y decidir empezar a vivirlo/sentirlo en el presente.

Sin desesperación. Con la alegría de un nuevo camino a recorrer. Un camino de autodescubrimiento y creación infinito, me entrego al campo y empiezo mi camino.

De la separación de pareja a la superación personal

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