Читать книгу Cuando todo esto acabe - Patxi Irurzun - Страница 6

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Lo primero que vi en la calle fue la cola del pan, rodeando la manzana. Había casi tres metros de distancia entre las personas que, disciplinadamente, esperaban su turno para entrar a la tienda. Todos estaban recién duchados, limpitos; o eso me pareció a mí, quizás porque los comparaba conmigo. Algunos llevaban guantes y mascarillas. Una mujer se había fabricado una con la copa de un sujetador. Pero, desde luego, no resultaba ni la mitad de ridícula que yo. Me di cuenta de que todos me miraban. Al menos, no decían nada, ni me señalaban, no hablaban entre ellos. En la calle había un silencio atronador, como si la ciudad fuera un enorme cementerio.

De repente, sin embargo, escuché un grito:

—¡Quédate en casa!

Miré a mi alrededor, los bloques de casas, las ventanas como grandes ojos acechantes…

No vi a nadie, pero volvieron a gritar:

—¡Inconsciente!

¿Era a mí?

—Sí, tú, la de la bata rosa.

Oí algunas persianas que se abrían, y más gritos, esta vez de otras personas:

—¡Venga, para casa!

—¡Sinvergüenza!

Reconocí al último de ellos. Era un vecino con el que hacía días, al comienzo del confinamiento, había tenido una discusión, en el súper, cuando llenó su carro de rollos de papel higiénico, dejando la balda vacía —el Cagón, lo llamaba desde entonces—. Durante los últimos días solía verlo, a las ocho de la noche, cuando la gente salía a aplaudir a los sanitarios a las ventanas, tocando una vuvuzela, el más ruidoso y entregado de todos. ¿Qué le pasaba, a él y a todos los demás? Seguro que la mayoría se pegaba las horas muertas propagando por WhatsApp bulos, o habían votado a partidos que apoyaban las privatizaciones y los recortes…

Cuando todo esto acabe

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