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Prólogo

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No podemos elegir nuestras circunstancias, pero sí podemos escoger nuestros pensamientos y, de ese modo, contribuir decididamente a crear nuestras circunstancias. Vivimos tiempos de incertidumbre, pero no por ello debemos dejar de proyectar una idea de cómo puede dibujarse nuestro futuro con optimismo. Pensar es un ejercicio indispensable, aunque parece que cada vez más escaso en el ser humano, y un acto en el que intervienen tanto los sentimientos como la razón. Estudios recientes sobre neurociencia señalan el poder creciente de las emociones, de ahí que entender su funcionamiento puede ayudarnos a comprender mejor la naturaleza humana. De igual forma, si aprendemos a gestionar y cultivar de forma inteligente nuestro pensamiento crítico, seremos capaces de disminuir el poder de las circunstancias y aumentar nuestro autocontrol tanto a nivel individual como colectivo.

Suele decirse que soñar es gratis, pero vivimos en un mundo en el que parece que cada vez hay menos lugar para los sueños. Es bueno soñar, imaginar, moldear nuevos mundos y construir en nuestra mente nuevas coherencias en las que proyectar nuestras ilusiones. El ser humano necesita de un propósito para realizarse individual y colectivamente, y los sueños contribuyen de forma importante a ello. No solo contribuyen a la felicidad, también contribuyen a la libertad. Un sueño no puede imponerse, sino que se va construyendo en la mente de cada uno de nosotros. Los sueños no tienen que ver con ninguna estrategia, nacen y crecen en nuestro subconsciente porque la gente los hace suyos, los alimenta y los hace crecer. Pero lo mágico de los sueños es que pueden convertirse en un poderoso agente de cambio. Podemos y debemos volver a soñar para reconstruir el vínculo emocional con nuestro entorno y diseñar nuevas coherencias que nos permitan transitar de forma menos abrupta las primeras décadas de este siglo xxi caracterizado por el cambio y la disrupción.

En este mundo «fast and furious» por el que transitamos, volvamos a soñar y —por qué no— hagámoslo a través de esas pequeñas grandes historias que nos rodean para contribuir así decididamente a crear esas nuevas circunstancias.

La República de la reputación

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