Читать книгу El sombrero de tres picos - Pedro Antonio de Alarcón - Страница 7

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Pocos españoles, aun contando a los menos sabios y

leídos, desconocerán la historieta vulgar que sirve de

fundamento a la presente obrilla.

Un zafio pastor de cabras, que nunca había salido de

la escondida Cortijada en que nació, fue el primero a 1-5

quien nosotros se la oímos referir.—Era el tal uno de

aquellos rústicos sin ningunas letras, pero naturalmente

ladinos y bufones, que tanto papel hacen en nuestra

literatura nacional con el dictado de pícaros. Siempre que en la Cortijada había fiesta, con motivo de boda o 1-10 bautizo, o de solemne visita de los amos, tocábale a él poner los juegos de chasco y pantomima, hacer las payasadas y recitar los romances y relaciones;—y precisamente en una ocasión de éstas hace ya casi toda una vida..., es decir, (hace ya más de treinta y 1-15 cinco años), tuvo a bien deslumbrar y embelesar cierta noche nuestra inocencia (relativa) con el cuento en verso de El Corregidor y la Molinera, o sea de El Molinero y la Corregidora, que hoy ofrecemos nosotros al público bajo el nombre más trascendental y filosófico 1-20 (pues así lo requiere la gravedad de estos tiempos) de El Sombrero de tres picos.

Recordamos, por señas, que cuando el pastor nos

dio tan buen rato, las muchachas casaderas allí reunidas se pusieron muy coloradas, de donde sus madres dedujeron que la historia era algo verde, por lo cual pusieron ellas al pastor de oro y azul; pero el pobre Repela (así se llamaba el pastor) no se mordió la lengua, y contestó diciendo: que no había por qué escandalizarse 2-5 de aquel modo, pues nada resultaba de su relación que no supiesen hasta las monjas y hasta las niñas de cuatro años....

—Y si no, vamos a ver (preguntó el cabrero): ¿qué

se saca en claro de la historia de El Corregidor y la 2-10 Molinera? ¡Que los casados duermen juntos, y que a ningún marido le acomoda que otro hombre duerma con su mujer!—¡Me parece que la noticia!...

—¡Pues es verdad!—respondieron las madres,

oyendo las carcajadas de sus hijas. 2-15

—La prueba de que el tío Repela tiene razón (observó

en esto el padre del novio), es que todos los

chicos y grandes aquí presentes se han enterado ya de

que esta noche, así que se acabe el baile, Juanete y

Manolilla estrenarán esa hermosa cama de matrimonio 2-20

que la tía Gabriela acaba de enseñar a nuestras hijas

para que admiren los bordados de los almohadones....

—¡Hay más! (dijo el abuelo de la novia): hasta en

el libro de la Doctrina y en los mismos Sermones se

habla a los niños de todas estas cosas tan naturales, al 2-25

ponerlos al corriente de la larga esterilidad de Nuestra

Señora Santa Ana, de la virtud del casto José, de la

estratagema de Judit, y de otros muchos milagros que

no recuerdo ahora.—Por consiguiente, señores....

—¡Nada, nada, tío Repela! (exclamaron valerosamente

2-30 las muchachas.) ¡Diga V. otra vez su relación; que es muy divertida!

—¡Y hasta muy decente! (continuó el abuelo). Pues

en ella no se aconseja a nadie que sea malo; ni se le

enseña a serlo; ni queda sin castigo el que lo es.... 3-5

—¡Vaya! ¡repítala V.!—dijeron al fin consistorialmente

las madres de familia.

El tío Repela volvió entonces a recitar el romance,

y, considerado ya su texto por todos a la luz de aquella

crítica tan ingenua, hallaron que no había pero que 3-10 ponerle; lo cual equivale a decir que le concedieron las licencias necesarias.

*

* *

Andando los años, hemos oído muchas y muy diversas

versiones de aquella misma aventura de El Molinero y la Corregidora, siempre de labios de graciosos 3-15 de aldea y de cortijo, por el orden del ya difunto Repela, y además la hemos leído en letras de molde en diferentes Romances de ciego y hasta en el famoso Romancero del inolvidable D. Agustín Durán.

El fondo del asunto resulta idéntico: tragi-cómico, 3-20

zumbón y terriblemente epigramático, como todas las

lecciones dramáticas de moral de que se enamora nuestro

pueblo; pero la forma, el mecanismo accidental,

los procedimientos casuales, difieren mucho, muchísimo,

del relato de nuestro pastor, tanto, que éste no hubiera 3-25

podido recitar en la Cortijada ninguna de dichas versiones,

ni aun aquellas que corren impresas, sin que antes se tapasen los oídos las muchachas en estado honesto, o sin exponerse a que sus madres le sacaran los ojos.—¡A tal punto han extremado y pervertido los groseros patanes de otras provincias el caso tradicional que tan sabroso, discreto y pulcro resultaba en 4-5 la versión del clásico Repela!

Hace, pues, mucho tiempo que concebimos el propósito

de restablecer la verdad de las cosas, devolviendo

a la peregrina historia de que se trata su primitivo carácter,

que nunca dudamos fuera aquel en que salía 4-10

mejor librado el decoro.—Ni ¿cómo dudarlo? Esta

clase de relaciones, al rodar por las manos del vulgo,

nunca se desnaturalizan para hacerse más bellas, delicadas

y decentes, sino para estropearse y percudirse al

contacto de la ordinariez y la chabacanería. 4-15

Tal es la historia del presente libro.... Conque

métamenos ya en harina; quiero decir, demos comienzo

a la relación de El Corregidor y la Molinera, no sin esperar de tu sano juicio (¡oh respetable público!) que «después de haberla leído y héchote más cruces que 4-20 si hubieras visto al demonio (como dijo Estebanillo González al principiar la suya), la tendrás por digna y merecedora de haber salido a luz.»

Julio de 1874.

———————————————————

EL SOMBRERO DE TRES PICOS

I

DE CUÁNDO SUCEDIÓ LA COSA

Comenzaba este largo siglo, que ya va de vencida.—No

se sabe fijamente el año: sólo consta que era

después del de 4 y antes del de 8.

Reinaba, pues, todavía en España Don Carlos IV de

Borbón; por la gracia de Dios, según las monedas, y 5-5 por olvido o gracia especial de Bonaparte, según los boletines franceses.—Los demás soberanos europeos descendientes de Luis XIV habían perdido ya la corona (y el jefe de ellos la cabeza) en la deshecha borrasca que corría esta envejecida parte del mundo desde 1789. 5-10

Ni paraba aquí la singularidad de nuestra patria en

aquellos tiempos. El Soldado de la Revolución, el hijo

de un obscuro abogado corso, el vencedor en Rívoli, en

las Pirámides, en Marengo y en otras cien batallas,

acababa de ceñirse la corona de Carlo Magno y de 5-15

transfigurar completamente la Europa, creando y suprimiendo

naciones, borrando fronteras, inventando dinastías

y haciendo mudar de forma, de nombre, de sitio,

de costumbres y hasta de traje a los pueblos por donde

pasaba en su corcel de guerra como un terremoto animado, 5-20 o como el "Antecristo," que le llamaban las potencias del norte...—Sin embargo, nuestros padres (¡Dios los tenga en su santa gloria!), lejos de odiarlo o de temerle, complacíanse aún en ponderar sus descomunales hazañas, como si se tratase del héroe de un libro de caballerías, 6-5 o de cosas que sucedían en otro planeta, sin que ni por asomos recelasen que pensara nunca en venir por acá a intentar las atrocidades que había hecho en Francia, Italia, Alemania y otros países. Una vez por semana (y dos a lo sumo) llegaba el correo de Madrid a la mayor 6-10 parte de las poblaciones importantes de la Península, llevando algún número de la Gaceta (que tampoco era diaria), y por ella sabían las personas principales (suponiendo que la Gaceta hablase del particular) si existía un estado más o menos allende el Pirineo, si se 6-15 había reñido otra batalla en que peleasen seis ú ocho reyes y emperadores, y si Napoleón se hallaba en Milán, en Bruselas o en Varsovia...—Por lo demás, nuestros mayores seguían viviendo a la antigua española, sumamente despacio, apegados a sus rancias costumbres, 6-20 en paz y en gracia de Dios, con su Inquisición y sus frailes, con su pintoresca desigualdad ante la ley, con sus privilegios, fueros y exenciones personales, con su carencia de toda libertad municipal o política, gobernados simultáneamente por insignes obispos y poderosos 6-25 corregidores (cuyas respectivas potestades no era muy fácil deslindar, pues unos y otros se metían en lo temporal y en lo eterno), y pagando un sinnúmero de contribuciones y tributos, cuya nomenclatura no viene a cuento ahora. 6-30

Y aquí termina todo lo que la presente historia tiene

que ver con la militar y política de aquella época; pues

nuestro único objeto, al referir lo que entonces sucedía

en el mundo, ha sido venir a parar a que el año de que

se trata (supongamos que el de 1805) imperaba todavía 7-5

en España el antiguo régimen en todas las esferas de la vida pública y particular, como si, en medio de tantas novedades y trastornos, el Pirineo se hubiese convertido en otra Muralla de la China.

II

DE CÓMO VIVÍA ENTONCES LA GENTE

En Andalucía, por ejemplo (pues precisamente aconteció

en una ciudad de Andalucía lo que vais a oír), las

personas de suposición continuaban levantándose muy temprano; yendo a la Catedral a misa de prima, aunque no fuese día de precepto, almorzando, a las nueve, 8-5 un huevo frito y una jícara de chocolate con picatostes; comiendo, de una a dos de la tarde, puchero y principio, si había caza, y, si no, puchero solo; durmiendo la siesta después de comer; paseando luego por el campo; yendo al Rosario, entre dos luces, a su respectiva parroquia; 8-10 tomando otro chocolate a la Oración (éste con bizcochos); asistiendo los muy encopetados a la tertulia del corregidor, del deán, o del título que residía en el pueblo; retirándose a casa a las Ánimas; cerrando el portón antes del toque de la queda, cenando ensalada 8-15 y guisado por antonomasia, si no habían entrado boquerones frescos, y acostándose incontinenti con su señora (los que la tenían), no sin hacerse calentar primero la cama durante nueve meses del año...

¡Dichosísimo tiempo aquel en que nuestra tierra 8-20

seguía en quieta y pacífica posesión de todas las telarañas,

de todo el polvo, de toda la polilla, de todos los

respetos, de todas las creencias, de todas las tradiciones,

de todos los usos y de todos los abusos santificados por los siglos! ¡Dichosísimo tiempo aquel en que había en la sociedad humana variedad de clases, de afectos y de costumbres! ¡Dichosísimo tiempo, digo..., para los poetas especialmente, que encontraban un entremés, un sainete, una comedia, un drama, un auto sacramental o 9-5 una epopeya detrás de cada esquina, en vez de esta prosaica uniformidad y desabrido realismo que nos legó al cabo la Revolución Francesa!—¡Dichosísimo tiempo, sí!...

Pero esto es volver a las andadas. Basta ya de 9-10

generalidades y de circunloquios, y entremos resueltamente

en la historia del Sombrero de tres picos.

III

DO UT DES

En aquel tiempo, pues, había cerca de la ciudad de

*** un famoso molino, harinero (que ya no existe),

situado como a un cuarto de legua de la población,

entre el pie de suave colina poblada de guindos y

cerezos y una fertilísima huerta que servía de margen 10-5

(y algunas veces de lecho) al titular, intermitente y

traicionero río.

Por varias y diversas razones, hacía ya algún tiempo

que aquel molino era el predilecto punto de llegada y

descanso de los paseantes más caracterizados de la mencionada 10-10

ciudad...—Primeramente, conducía a él un

camino carretero, menos intransitable que los restantes

de aquellos contornos.—En segundo lugar, delante del

molino había una plazoletilla empedrada, cubierta por

un parral enorme, debajo del cual se tomaba muy bien 10-15

el fresco en el verano y el sol en el invierno, merced a

la alternada ida y venida de los pámpanos....—En

tercer lugar, el molinero era un hombre muy respetuoso,

muy discreto, muy fino, que tenía lo que se llama don

de gentes, y que obsequiaba a los señorones que solían 10-20

honrarlo con su tertulia vespertina, ofreciéndoles...

lo que daba el tiempo, ora habas verdes, ora cerezas y

guindas, ora lechugas en rama y sin sazonar (que están

muy buenas cuando se las acompaña de macarros de pan y aceite; macarros que se encargaban de enviar por delante sus señorías), ora melones, ora uvas de aquella misma parra que les servía de dosel, ora rosetas de maíz, si era invierno, y castañas asadas, y almendras, y nueces, y de vez en cuando, en las tardes muy frías, 11-5 un trago de vino de pulso (dentro ya de la casa y al amor de la lumbre), a lo que por Pascuas se solía añadir algún pestiño, algún mantecado, algún rosco o alguna lonja de jamón alpujarreño.

—¿Tan rico era el molinero, o tan imprudentes sus 11-10

tertulianos?—exclamaréis, interrumpiéndome.

Ni lo uno ni lo otro. El molinero sólo tenía un

pasar, y aquellos caballeros eran la delicadeza y el

orgullo personificados. Pero en unos tiempos en que

se pagaban cincuenta y tantas contribuciones diferentes 11-15

a la Iglesia y al Estado, poco arriesgaba un rústico

de tan claras luces como aquél en tenerse ganada la

voluntad de regidores, canónigos, frailes, escribanos

y demás personas de campanillas. Así es que no

faltaba quien dijese que el tío Lucas (tal era el nombre 11-20

del molinero) se ahorraba un dineral al año a fuerza

de agasajar a todo el mundo.

—«Vuestra Merced me va a dar una puertecilla

vieja de la casa que ha derribado,» decíale a uno.—«Vuestra

Señoría (decíale a otro) va a mandar que me 11-25

rebajen el subsidio, o la alcabala, o la contribución de

frutos-civiles.»—«Vuestra Reverencia me va a dejar

coger en la huerta del convento una poca hoja para

mis gusanos de seda.»—«Vuestra Ilustrísima me va a

dar permiso para traer una poca leña del monte X.»—«Vuestra 11-30

Paternidad me va a poner dos letras para

que me permitan cortar una poca madera en el pinar H.»—«Es

menester que me haga Usarcé una escriturilla

que no me cueste nada.»—«Este año no puedo pagar

el censo.»—«Espero que el pleito se falle a mi favor.»—«Hoy 12-5

le he dado de bofetadas a uno, y creo que

debe ir a la cárcel por haberme provocado.»—«¿Tendría

su Merced tal cosa de sobra?»—«¿Le sirve a

Usted de algo tal otra?»—«¿Me puede prestar la

mula?»—«¿Tiene ocupado mañana el carro?»—«¿Le 12-10

parece que envíe por el burro?»

Y estas canciones se repetían a todas horas, obteniendo

siempre por contestación un generoso y desinteresado...

«Como se pide.»

Conque ya veis que el tío Lucas no estaba en camino 12-15

de arruinarse.

IV

UNA MUJER VISTA POR FUERA

La última y acaso la más poderosa razón que tenía

el señorío de la ciudad para frecuentar por las tardes el molino del tío Lucas, era... que, así los clérigos como los seglares, empezando por el Sr. Obispo y el Sr. Corregidor, podían contemplar allí a sus anchas 13-5 una de las obras más bellas, graciosas y admirables que hayan salido jamás de las manos de Dios, llamado entonces el Ser Supremo por Jovellanos y toda la escuela afrancesada de nuestro país....

Esta obra... se denominaba «la señá Frasquita.» 13-10

Empiezo por responderos de que la señá Frasquita,

legítima esposa del tío Lucas, era una mujer de bien, y

de que así lo sabían todos los ilustres visitantes del

molino. Digo más: ninguno de éstos daba muestras

de considerarla con ojos de varón ni con trastienda 13-15

pecaminosa. Admirábanla, sí, y requebrábanla en ocasiones

(delante de su marido, por supuesto), lo mismo

los frailes que los caballeros, los canónigos que los

golillas, como un prodigio de belleza que honraba a su

Criador, y como una diablesa de travesura y coquetería, 13-20

que alegraba inocentemente los espíritus más melancólicos.—«Es

un hermoso animal,» solía decir el virtuosísimo Prelado.—«Es una estatua de la antigüedad helénica,» observaba un Abogado muy erudito, Académico correspondiente de la Historia.—«Es la propia estampa de Eva,» prorrumpía el Prior de los Franciscanos.—«Es una real moza,» exclamaba el Coronel de milicias.—«Es una sierpe, una sirena, ¡un demonio!» añadía el Corregidor.—«Pero es una buena 14-5 mujer, es un ángel, es una criatura, es una chiquilla de cuatro años,» acababan por decir todos, al regresar del molino atiborrados de uvas o de nueces, en busca de sus tétricos y metódicos hogares.

La chiquilla de cuatro años, esto es, la señá Frasquita, 14-10

frisaría en los treinta. Tenía más de dos varas

de estatura, y era recia a proporción, o quizás más

gruesa todavía de lo correspondiente a su arrogante

talla. Parecía una Niobe colosal, y eso que no había

tenido hijos: parecía un Hércules... hembra: parecía 14-15

una matrona romana de las que aún hay ejemplares

en el Trastévere.—Pero lo más notable en ella era la

movilidad, la ligereza, la animación, la gracia de su

respetable mole. Para ser una estatua, como pretendía

el Académico, le faltaba el reposo monumental. Se 14-20

cimbraba como un junco, giraba como una veleta, bailaba

como una peonza.—Su rostro era más movible

todavía, y, por tanto, menos escultural. Avivábanlo

donosamente hasta cinco hoyuelos: dos en una mejilla;

otro en otra; otro, muy chico, cerca de la comisura 14-25

izquierda de sus rientes labios, y el último, muy grande,

en medio de su redonda barba. Añadid a esto los

picarescos mohines, los graciosos guiños y las variadas

posturas de cabeza que amenizaban su conversación,

y formaréis idea de aquella cara llena de sal 14-30 y de hermosura y radiante siempre de salud y alegría.

Ni la señá Frasquita ni el tío Lucas eran andaluces:

ella era navarra y él murciano. Él había ido a la ciudad

de ***, a la edad de quince años, como medio

paje, medio criado del obispo anterior al que entonces 15-5

gobernaba aquella iglesia. Educábalo su protector

para clérigo, y tal vez con esta mira y para que no careciese

de congrua, dejole en su testamento el molino; pero el tío Lucas, que a la muerte de Su Ilustrísima no estaba ordenado más que de menores, ahorcó los hábitos en 15-10 aquel punto y hora, y sentó plaza de soldado, más ganoso de ver mundo y correr aventuras que de decir misa o de moler trigo.—En 1793 hizo la campaña de los Pirineos Occidentales, como ordenanza del valiente General Don Ventura Caro; asistió al asalto de Castillo 15-15 Piñón, y permaneció luego largo tiempo en las provincias del Norte, donde tomó la licencia absoluta.—En Estella conoció a la señá Frasquita, que entonces sólo se llamaba Frasquita; la enamoró; se casó con ella, y se la llevó a Andalucía en busca de aquel molino que 15-20 había de verlos tan pacíficos y dichosos durante el resto de su peregrinación por este valle de lágrimas y risas.

La señá Frasquita, pues, trasladada de Navarra a

aquella soledad, no había adquirido ningún hábito

andaluz, y se diferenciaba mucho de las mujeres 15-25

campesinas de los contornos. Vestía con más sencillez,

desenfado y elegancia que ellas, lavaba más sus carnes,

y permitía al sol y al aire acariciar sus arremangados

brazos y su descubierta garganta. Usaba, hasta cierto

punto, el traje de las señoras de aquella época, el traje 15-30 de las mujeres de Goya, el traje de la reina María Luisa: si no falda de medio paso, falda de un paso solo, sumamente corta, que dejaba ver sus menudos pies y el arranque de su soberana pierna: llevaba el escote redondo y bajo, al estilo de Madrid, donde se detuvo dos 16-5 meses con su Lucas al trasladarse de Navarra a Andalucía; todo el pelo recogido en lo alto de la coronilla, lo cual dejaba campear la gallardía de su cabeza y de su cuello; sendas arracadas en las diminutas orejas, y muchas sortijas en los afilados dedos de sus duras pero 16-10 limpias manos.—Por último: la voz de la señá Frasquita tenía todos los tonos del más extenso y melodioso instrumento, y su carcajada era tan alegre y argentina, que parecía un repique de Sábado de Gloria.

Retratemos ahora al tío Lucas. 16-15

V

UN HOMBRE VISTO POR FUERA Y POR DENTRO

El tío Lucas era más feo que Picio. Lo había sido

toda su vida, y ya tenía cerca de cuarenta años. Sin

embargo, pocos hombres tan simpáticos y agradables

habrá echado Dios al mundo. Prendado de su viveza,

de su ingenio y de su gracia, el difunto obispo se lo 17-5

pidió a sus padres, que eran pastores, no de almas, sino

de verdaderas ovejas. Muerto Su Ilustrísima, y dejado

que hubo el mozo el seminario por el cuartel, distinguiolo

entre todo su ejército el General Caro, y lo hizo

su ordenanza más íntimo, su verdadero criado de campaña. 17-10

Cumplido, en fin, el empeño militar, fuele tan

fácil al tío Lucas rendir el corazón de la señá Frasquita,

como fácil le había sido captarse el aprecio del general

y del prelado. La navarra, que tenía a la sazón veinte

abriles, y era el ojo derecho de todos los mozos de Estella, 17-15

algunos de ellos bastante ricos, no pudo resistir a

los continuos donaires, a las chistosas ocurrencias, a los

ojillos de enamorado mono y a la bufona y constante

sonrisa, llena de malicia, pero también de dulzura, de

aquel murciano tan atrevido, tan locuaz, tan avisado, 17-20

tan dispuesto, tan valiente y tan gracioso, que acabó

por trastornar el juicio, no sólo a la codiciada beldad,

sino también a su padre y a su madre.

Lucas era en aquel entonces, y seguía siendo en la fecha a que nos referimos, de pequeña estatura (a lo menos con relación a su mujer), un poco cargado de espaldas, muy moreno, barbilampiño, narigón, orejudo y picado de viruelas.—En cambio, su boca era regular y su dentadura inmejorable. Dijérase que sólo la corteza 18-5 de aquel hombre era tosca y fea; que tan pronto como empezaba a penetrarse dentro de él aparecían sus perfecciones, y que estas perfecciones principiaban en los dientes. Luego venía la voz, vibrante, elástica, atractiva; 18-10 varonil y grave algunas veces, dulce y melosa cuando pedía algo, y siempre difícil de resistir. Llegaba después lo que aquella voz decía: todo oportuno, discreto, ingenioso, persuasivo... Y, por último, en el alma del tío Lucas había valor, lealtad, honradez, sentido 18-15 común, deseo de saber y conocimientos instintivos o empíricos de muchas cosas, profundo desdén a los necios, cualquiera que fuese su categoría social, y cierto espíritu de ironía, de burla y de sarcasmo, que le hacían pasar, a los ojos del Académico, por un D. Francisco 18-20 de Quevedo en bruto.

Tal era por dentro y por fuera el tío Lucas.

VI

HABILIDADES DE LOS DOS CÓNYUGES

Amaba, pues, locamente la señá Frasquita al tío Lucas,

y considerábase la mujer más feliz del mundo al verse

adorada por él. No tenían hijos, según que ya sabemos,

y habíase consagrado cada uno a cuidar y mimar al otro 19-5

con esmero indecible, pero sin que aquella tierna solicitud

ostentase el carácter sentimental y empalagoso, por

lo zalamero, de casi todos los matrimonios sin sucesión.

Al contrario: tratábanse con una llaneza, una alegría,

una broma y una confianza semejantes a las de aquellos

niños, camaradas de juegos y de diversiones, que se 10-10

quieren con toda el alma sin decírselo jamás, ni darse

a sí mismos cuenta de lo que sienten.

¡Imposible que haya habido sobre la tierra molinero

mejor peinado, mejor vestido, más regalado en la mesa,

rodeado de más comodidades en su casa, que el

tío 10-15

Lucas! ¡Imposible que ninguna molinera ni ninguna

reina haya sido objeto de tantas atenciones, de tantos

agasajos, de tantas finezas como la señá Frasquita!

¡Imposible también que ningún molino haya encerrado

tantas cosas necesarias, útiles, agradables, recreativas y 19-20

hasta superfluas, como el que va a servir de teatro a

casi toda la presente historia!

Contribuía mucho a ello que la señá Frasquita, la

pulcra, hacendosa, fuerte y saludable navarra, sabía, quería y podía guisar, coser, bordar, barrer, hacer dulces, lavar, planchar, blanquear la casa, fregar el cobre, amasar, tejer, hacer media, cantar, bailar, tocar la guitarra y los palillos, jugar a la brisca y al tute, y otras muchísimas cosas cuya relación fuera interminable.—Y 20-5 contribuía no menos al mismo resultado el que el tío Lucas sabía, quería y podía dirigir la molienda, cultivar el campo, cazar, pescar, trabajar de carpintero, de herrero y de albañil, ayudar a su mujer en todos los quehaceres de la casa, leer, escribir, contar, etc., etc. 20-10

Y esto sin hacer mención de los ramos de lujo, o sea

de sus habilidades extraordinarias...

Por ejemplo: el tío Lucas adoraba las flores (lo mismo

que su mujer), y era floricultor tan consumado, que

había conseguido producir ejemplares nuevos, por medio 20-15 de laboriosas combinaciones. Tenía algo de ingeniero natural, y lo había demostrado construyendo una presa, un sifón y un acueducto que triplicaron el agua del molino. Había enseñado a bailar a un perro, domesticado una culebra, y hecho que un loro diese la hora por 20-20 medio de gritos, según las iba marcando un reloj de sol que el molinero había trazado en una pared; de cuyas resultas el loro daba ya la hora con toda precisión, hasta en los días nublados y durante la noche.

Finalmente: en el molino había una huerta que producía 20-25

toda clase de frutas y legumbres; un estanque encerrado

en una especie de kiosko de jazmines, donde se bañaban

en verano el tío Lucas y la señá Frasquita, un jardín;

una estufa o invernadero para las plantas exóticas; una

fuente de agua potable; dos burras, en que el

matrimonio 20-30 iba a la Ciudad o a los pueblos de las cercanías; gallinero, palomar, pajarera, criadero de peces; criadero de gusanos de seda; colmenas, cuyas abejas libaban en los jazmines; jaraiz o lagar, con su bodega correspondiente, ambas cosas en miniatura; horno, telar, fragua, 21-5 taller de carpintería, etc., etc.; todo ello reducido a una casa de ocho habitaciones y a dos fanegas de tierra, y tasado en la cantidad de diez mil reales.

VII

EL FONDO DE LA FELICIDAD

Adorábanse, sí, locamente el molinero y la molinera,

y aun se hubiera creído que ella lo quería más a él que

él a ella, no obstante ser él tan feo y ella tan hermosa.

Dígolo porque la señá Frasquita solía tener celos y

pedirle cuentas al tío Lucas cuando éste tardaba mucho 22-5

en regresar de la Ciudad o de los pueblos adonde iba

por grano, mientras que el tío Lucas veía hasta con

gusto las atenciones de que era objeto la señá Frasquita

por parte de los señores que frecuentaban el molino;

se ufanaba y regocijaba de que a todos les agradase 22-10

tanto como a él: y, aunque comprendía que en el fondo

del corazón se la envidiaban algunos de ellos, la codiciaban

como simples mortales y hubieran dado cualquier

cosa porque fuese menos mujer de bien, la dejaba sola

días enteros sin el menor cuidado, y nunca le preguntaba 22-15

luego qué había hecho ni quién había estado allí

durante su ausencia...

No consistía aquello, sin embargo, en que el amor

del tío Lucas fuese menos vivo que el de la señá Frasquita.

Consistía en que él tenía más confianza en la 22-20

virtud de ella que ella en la de él; consistía en que él la

aventajaba en penetración, y sabía hasta qué punto era

amado y cuánto se respetaba su mujer a sí misma; y

consistía principalmente en que el tío Lucas era todo un hombre: un hombre como el de Shakespeare, de pocos e indivisibles sentimientos; incapaz de dudas; que creía o moría; que amaba o mataba; que no admitía gradación ni tránsito entre la suprema felicidad y el exterminio de su dicha. 23-5

Era, en fin, un Otelo de Murcia, con alpargatas y montera, en el primer acto de una tragedia posible...

Pero ¿a qué estas notas lúgubres en una tonadilla tan

alegre? ¿A qué estos relámpagos fatídicos en una atmósfera

tan serena? ¿A qué estas actitudes melodramáticas 23-10

en un cuadro de género?

Vais a saberlo inmediatamente.

VIII

EL HOMBRE DEL SOMBRERO DE TRES PICOS

Eran las dos de una tarde de Octubre.

El esquilón de la Catedral tocaba a vísperas,—lo

cual equivale a decir que ya habían comido todas las

personas principales de la ciudad.

Los canónigos se dirigían al coro, y los seglares a 24-5

sus alcobas a dormir la siesta, sobre todo aquellos que,

por razón de oficio, v. gr., las autoridades, habían pasado

la mañana entera trabajando.

Era, pues, muy de extrañar que a aquella hora, impropia

además para dar un paseo, pues todavía hacía 24-10

demasiado calor, saliese de la Ciudad, a pie, y seguido

de un solo alguacil, el ilustre señor Corregidor de la misma,—a

quien no podía confundirse con ninguna otra

persona ni de día ni de noche, así por la enormidad de

su sombrero de tres picos y por lo vistoso de su capa 24-15

de grana, como por lo particularísimo de su grotesco

donaire...

De la capa de grana y del sombrero de tres picos, son

muchas todavía las personas que pudieran hablar con

pleno conocimiento de causa. Nosotros, entre ellas, 24-20

lo mismo que todos los nacidos en aquella ciudad en

las postrimerías del reinado del Señor Don Fernando

VII, recordamos haber visto colgados de un clavo,

único adorno de desmantelada pared, en la ruinosa torre de la casa que habitó Su Señoría (torre destinada a la sazón a los infantiles juegos de sus nietos), aquellas dos anticuadas prendas, aquella capa y aquel sombrero,—el negro sombrero encima, y la roja capa debajo,—formando una especie de espectro del absolutismo; una 25-5 especie de sudario del Corregidor, una especie de caricatura retrospectiva de su poder, pintada con carbón y almagre, como tantas otras, por los párvulos constitucionales de la de 1837 que allí nos reuníamos; una especie, en fin, de espantapájaros, que en otro tiempo 25-10 había sido espanta-hombres, y que hoy me da miedo de haber contribuido a escarnecer, paseándolo por aquella histórica ciudad, en días de carnestolendas, en lo alto de un deshollinador, o sirviendo de disfraz irrisorio al idiota que más hacía reír a la plebe...—¡Pobre 25-15 principio de autoridad! ¡Así te hemos puesto los mismos que hoy te invocamos tanto!

En cuanto al indicado grotesco donaire del señor

Corregidor, consistía (dicen) en que era cargado de

espaldas..., todavía más cargado de espaldas que el 25-20

tío Lucas..., casi jorobado, por decirlo de una vez;

de estatura menos que mediana; endeblillo; de mala

salud; con las piernas arqueadas y una manera de andar

sui generis (balanceándose de un lado a otro y de atrás hacia adelante), que sólo se puede describir con 25-25 la absurda fórmula de que parecía cojo de los dos pies.—En cambio (añade la tradición), su rostro era regular, aunque ya bastante arrugado por la falta absoluta de dientes y muelas; moreno verdoso, como el de casi todos los hijos de las Castillas; con grandes ojos obscuros, 25-30 en que relampagueaban la cólera, el despotismo y la lujuria; con finas y traviesas facciones, que no tenían la expresión del valor personal, pero sí la de una malicia artera capaz de todo, y con cierto aire de satisfacción, medio aristocrático, medio libertino, que 26-5 revelaba que aquel hombre habría sido, en su remota juventud, muy agradable y acepto a las mujeres, no obstante sus piernas y su joroba.

D. Eugenio de Zúñiga y Ponce de León (que así se

llamaba Su Señoría) había nacido en Madrid, de familia 26-10

ilustre; frisaría a la sazón en los cincuenta y cinco

años, y llevaba cuatro de corregidor en la ciudad de que

tratamos, donde se casó, a poco de llegar, con la principalísima

señora que diremos más adelante.

Las medias de D. Eugenio (única parte que, además 26-15

de los zapatos, dejaba ver de su vestido la extensísima

capa de grana) eran blancas, y los zapatos negros, con

hebilla de oro. Pero luego que el calor del campo lo

obligó a desembozarse, vídose que llevaba gran corbata

de batista; chupa de sarga de color de tórtola, muy 26-20

festoneada de ramillos verdes, bordados de realce; calzón

corto, negro, de seda; una enorme casaca de la

misma estofa que la chupa; espadín con guarnición de

acero; bastón con borlas, y un respetable par de guantes

(o quirotecas) de gamuza pajiza, que no se ponía nunca 26-25

y que empuñaba a guisa de cetro.

El alguacil, que seguía a veinte pasos de distancia al

señor Corregidor, se llamaba Garduña, y era la propia estampa de su nombre.—Flaco, agilísimo; mirando adelante y atrás y a derecha e izquierda al propio tiempo 26-30 que andaba; de largo cuello; de diminuto y repugnante rostro, y con dos manos como dos manojos de disciplinas, parecía juntamente un hurón en busca de criminales, la cuerda que había de atarlos, y el instrumento destinado a su castigo. 27-5

El primer corregidor que le echó la vista encima,

le dijo sin más informes: «Tú serás mi verdadero alguacil...»—Y ya lo había sido de cuatro corregidores.

Tenía cuarenta y ocho años, y llevaba sombrero de 27-10

tres picos, mucho más pequeño que el de su señor (pues

repetimos que el de éste era descomunal), capa negra

como las medias y todo el traje, bastón sin borlas, y una

especie de asador por espada.

Aquel espantajo negro parecía la sombra de su vistoso 27-15

amo.

IX

¡ARRE, BURRA!

Por dondequiera que pasaban el personaje y su

apéndice, los labradores dejaban sus faenas y se descubrían

hasta los pies, con más miedo que respeto;

después de lo cual se decían en voz baja:

—¡Temprano va esta tarde el señor Corregidor a ver 28-5

a la señá Frasquita!

—¡Temprano... y solo!—añadían algunos, acostumbrados

a verlo siempre dar aquel paseo en compañía

de otras varias personas.

—Oye, tú, Manuel: ¿por qué irá solo esta tarde el 28-10

señor Corregidor a ver a la navarra?—le preguntó una

lugareña a su marido, el cual la llevaba a grupas en la

bestia.

Y, al mismo tiempo que la pregunta, le hizo cosquillas,

por vía de retintín. 28-15

—¡No seas mal pensada, Josefa! (exclamó el buen

hombre). La señá Frasquita es incapaz...

—No digo yo lo contrario... Pero el Corregidor no

es por eso incapaz de estar enamorado de ella... Yo he

oído decir que, de todos los que van a las francachelas 28-20

del molino, el único que lleva mal fin es ese madrileño

tan aficionado a faldas...

—¿Y qué sabes tú si es o no aficionado a faldas?—preguntó

a su vez el marido.

—No lo digo por mí...¡Ya se hubiera guardado,

por más corregidor que sea, de decirme los ojos tienes

negros!

La que así hablaba era fea en grado superlativo.

—Pues mira, hija, ¡allá ellos! (replicó el llamado 29-5

Manuel). Yo no creo al tío Lucas hombre de consentir...¡Bonito

genio tiene el tío Lucas cuando se

enfada!...

—Pero, en fin, ¡si ve que le conviene!...—añadió

la tía Josefa, retorciendo el hocico. 29-10

—El tío Lucas es hombre de bien...(repuso el

lugareño); y a un hombre de bien nunca pueden convenirle

ciertas cosas...

—Pues entonces, tienes razón...¡Allá ellos!—¡Si

yo fuera la señá Frasquita!... 29-15

—¡Arre, burra!—gritó el marido, para mudar la

conversación.

Y la burra salió al trote; con lo que no pudo oírse

el resto del diálogo.

X

DESDE LA PARRA

Mientras así discurrían los labriegos que saludaban

al señor Corregidor, la señá Frasquita regaba y barría

cuidadosamente la plazoletilla empedrada que servía de

atrio o compás al molino, y colocaba media docena de

sillas debajo de lo más espeso del emparrado, en el cual 30-5

estaba subido el tío Lucas, cortando los mejores racimos

y arreglándolos artísticamente en una cesta.

—¡Pues sí, Frasquita! (decía el tío Lucas desde lo

alto de la parra): el señor Corregidor está enamorado

de ti de muy mala manera... 30-10

—Ya te lo dije yo hace tiempo (contestó la mujer

del Norte)... Pero ¡déjalo que pene!—¡Cuidado,

Lucas, no te vayas a caer!

—Descuida: estoy bien agarrado...—También le

gustas mucho al señor... 30-15

—¡Mira! ¡no me des más noticias! (interrumpió

ella). ¡Demasiado sé yo a quién le gusto y a quién no

le gusto! ¡Ojalá supiera del mismo modo por qué no

te gusto a ti!

—¡Toma! Porque eres muy fea...—contestó el 30-20

tío Lucas.

—Pues, oye..., ¡fea y todo, soy capaz de subir a

la parra y echarte de cabeza al suelo!..

—Más fácil sería que yo no te dejase bajar de la

parra sin comerte viva... 30-25

—¡Eso es!...¡y cuando vinieran mis galanes y nos

viesen ahí, dirían que éramos un mono y una mona!...

—Y acertarían; porque tú eres muy mona y muy

rebonita, y yo parezco un mono con esta joroba...

—Que a mí me gusta muchísimo... 31-5

—Entonces te gustará más la del Corregidor, que es

mayor que la mía...

—¡Vamos! ¡Vamos! Sr. D. Lucas...¡No tenga

V. tantos celos!...

—¿Celos yo de ese viejo petate?—¡Al contrario; 31-10

me alegro muchísimo de que te quiera!...

—¿Por qué?

—Porque en el pecado lleva la penitencia. ¡Tú no

has de quererlo nunca, y yo soy entretanto el verdadero

Corregidor de la ciudad! 31-15

—¡Miren el vanidoso!—Pues figúrate que llegase a

quererlo...—¡Cosas más raras se ven en el mundo!

—Tampoco me daría gran cuidado...

—¿Por qué?

—¡Porque entonces tú no serías ya tú; y, no siendo 31-20

tú quien eres, o como yo creo que eres, maldito lo que

me importaría que te llevasen los demonios!

—Pero bien; ¿qué harías en semejante caso?

—¿Yo? ¡Mira lo que no sé!... Porque, como

entonces yo sería otro y no el que soy ahora, no puedo 31-25

figurarme lo que pensaría...

—¿Y por qué serías entonces otro?—insistió valientemente

la señá Frasquita, dejando de barrer y

poniéndose en jarras para mirar hacia arriba.

El tío Lucas se rascó la cabeza, como si escarbara 31-30 para sacar de ella alguna idea muy profunda, hasta que al fin dijo con más seriedad y pulidez que de costumbre:

—Sería otro, porque yo soy ahora un hombre que cree

en ti como en sí mismo, y que no tiene más vida que

esta fe. De consiguiente, al dejar de creer en ti, me 32-5

moriría o me convertiría en un nuevo hombre; viviría

de otro modo; me parecería que acababa de nacer;

¡tendría otras entrañas! Ignoro, pues, lo que haría entonces

contigo... Puede que me echara a reír y te volviera

la espalda... Puede que ni siquiera te conociese... 32-10

Puede que...—Pero ¡vaya un gusto que

tenemos en ponernos de mal humor sin necesidad!

¿Qué nos importa a nosotros que te quieran todos los

corregidores del mundo? ¿No eres tú mi Frasquita?

—¡Sí, pedazo de bárbaro! (contestó la navarra, 32-15

riendo a más no poder). Yo soy tu Frasquita, y tú

eres mi Lucas de mi alma, más feo que el bú, con más

talento que todos los hombres, más bueno que el pan,

y más querido...—¡Ah! ¡lo que es eso de querido, cuando bajes de la parra lo verás! ¡Prepárate a llevar 32-20 más bofetadas y pellizcos que pelos tienes en la cabeza!—Pero ¡calla! ¿Qué es lo que veo? El señor Corregidor viene por allí completamente solo...¡Y tan tempranito!...—Ese trae plan...—¡Por lo visto, tú tenías razón!... 32-25

—Pues aguántate, y no le digas que estoy subido en

la parra. ¡Ese viene a declararse a solas contigo,

creyendo pillarme durmiendo la siesta!...—Quiero

divertirme oyendo su explicación.

Así dijo el tío Lucas, alargando la cesta a su mujer. 32-30

—¡No está mal pensado! (exclamó ella, lanzando

nuevas carcajadas). ¡El demonio del madrileño! ¿Qué

se habrá creído que es un corregidor para mí?—Pero

aquí llega...—Por cierto que Garduña, que lo seguía

a alguna distancia, se ha sentado en la ramblilla a la 33-5

sombra...¡Qué majadería!—Ocúltate tú bien entre

los pámpanos, que nos vamos a reír más de lo que te

figuras...

Y, dicho esto, la hermosa navarra rompió a cantar el

fandango, que ya le era tan familiar como las canciones 33-10

de su tierra.

XI

EL BOMBARDEO DE PAMPLONA

Dios te guarde, Frasquita...—dijo el Corregidor a

media voz, apareciendo bajo el emparrado y andando de

puntillas.

—¡Tanto bueno, señor Corregidor! (respondió ella

en voz natural, haciéndole mil reverencias). ¡Usía por 34-5

aquí a estas horas! ¡Y con el calor que hace! ¡Vaya,

siéntese Su Señoría!... Esto está fresquito.—¿Cómo

no ha aguardado Su Señoría a los demás señores?—Aquí

tienen ya preparados sus asientos... Esta tarde esperamos

al señor Obispo en persona, que le ha prometido 34-10

a mi Lucas venir a probar las primeras uvas de la parra.—¿Y

cómo lo pasa Su Señoría? ¿Cómo está la Señora?

El Corregidor se había turbado.—La ansiada soledad

en que encontraba a la señá Frasquita le parecía un

sueño, o un lazo que le tendía la enemiga suerte para 34-15

hacerle caer en el abismo de un desengaño.

Limitose, pues, a contestar:

—No es tan temprano como dices... Serán las tres

y media...

El loro dio en aquel momento un chillido. 34-20

—Son las dos y cuarto,—dijo la navarra, mirando

de hito en hito al madrileño.

Éste calló, como reo convicto que renuncia a la

defensa.

—¿Y Lucas? ¿Duerme?—preguntó al cabo de un

rato.

(Debemos advertir aquí que el Corregidor, lo mismo

que todos los que no tienen dientes, hablaba con una

pronunciación floja y sibilante, como si se estuviese 35-5

comiendo sus propios labios.)

—¡De seguro! (contestó la señá Frasquita).—En

llegando estas horas se queda dormido donde primero

le coge, aunque sea en el borde de un precipicio...

—Pues mira... ¡déjalo dormir!... (exclamó el 35-10

viejo Corregidor, poniéndose más pálido de lo que ya

era).—Y tú, mi querida Frasquita, escúchame...,

oye..., ven acá... ¡Siéntate aquí; a mi lado!...

Tengo muchas cosas que decirte...

—Ya estoy sentada,—respondió la Molinera, agarrando 35-15

una silla baja y plantándola delante del Corregidor,

a cortísima distancia de la suya.

Sentado que se hubo, Frasquita echó una pierna

sobre la otra, inclinó el cuerpo hacia adelante, apoyó

un codo sobre la rodilla cabalgadora, y la fresca y hermosa 35-20

cara en una de sus manos; y así, con la cabeza

un poco ladeada, la sonrisa en los labios, los cinco

hoyos en actividad, y las serenas pupilas clavadas en

el Corregidor, aguardó la declaración de Su Señoría.—Hubiera

podido comparársela con Pamplona esperando 35-25

un bombardeo.

El pobre hombre fue a hablar, y se quedó con la boca

abierta, embelesado ante aquella grandiosa hermosura,

ante aquella esplendidez de gracias, ante aquella formidable

mujer, de alabastrino color, de lujosas carnes, de 35-30 limpia y riente boca, de azules e insondables ojos, que parecía creada por el pincel de Rubens.

—¡Frasquita!... (murmuró al fin el delegado del

rey, con acento desfallecido, mientras que su marchito

rostro, cubierto de sudor, destacándose sobre su joroba, 36-5

expresaba una inmensa angustia). ¡Frasquita!...

—¡Me llamo! (contestó la hija de los Pirineos).—¿Y

qué?

—Lo que tú quieras...—repuso el viejo con una

ternura sin límites. 36-10

—Pues lo que yo quiero... (dijo la Molinera), ya

lo sabe Usía. Lo que yo quiero es que Usía nombre

secretario del ayuntamiento de la Ciudad a un sobrino

mío que tengo en Estella..., y que así podrá venirse

de aquellas montañas, donde está pasando muchos 36-15

apuros...

—Te he dicho, Frasquita, que eso es imposible.

El secretario actual...

—¡Es un ladrón, un borracho y un bestia!

—Ya lo sé... Pero tiene buenas aldabas entre los 36-20

regidores perpetuos, y yo no puedo nombrar otro sin

acuerdo del Cabildo. De lo contrario, me expongo...

—¡Me expongo!... ¡Me expongo!... ¿A qué no

nos expondríamos por Vuestra Señoría hasta los gatos

de esta casa? 36-25

—¿Me querrías a ese precio?—tartamudeó el Corregidor.

—No, señor; que lo quiero a Usía de balde.

—¡Mujer, no me des tratamiento! Háblame de V.

o como se te antoje...—¿Conque vas a quererme? 36-30

Di.

—¿No le digo a V. que lo quiero ya?

—Pero...

—No hay pero que valga. ¡Verá V. qué guapo y

qué hombre de bien es mi sobrino!

—¡Tú sí que eres guapa, Frascuela!... 37-5

—¿Le gusto a V.?

—¡Que si me gustas!... ¡No hay mujer como tú!

—Pues mire V... Aquí no hay nada postizo...—contestó

la señá Frasquita, acabando de arrollar la

manga de su jubón, y mostrando al Corregidor el resto 37-10

de su brazo, digno de una cariátide y más blanco que

una azucena.

—¡Que si me gustas!... (prosiguió el Corregidor).

¡De día, de noche, a todas horas, en todas partes, sólo

pienso en ti!... 37-15

—¡Pues qué! ¿No le gusta a V. la señora Corregidora?

(preguntó la señá Frasquita con tan mal fingida

compasión, que hubiera hecho reír a un hipocondríaco).—¡Qué

lástima! Mi Lucas me ha dicho que tuvo el

gusto de verla y de hablarle cuando fue a componerle a 37-20

V. el reloj de la alcoba, y que es muy guapa, muy buena

y de un trato muy cariñoso.

—¡No tanto! ¡No tanto!—murmuró el Corregidor

con cierta amargura.

—En cambio, otros me han dicho (prosiguió la 37-25

Molinera) que tiene muy mal genio, que es muy celosa,

y que V. le tiembla más que a una vara verde...

—¡No tanto, mujer!... (repitió Don Eugenio de

Zúñiga y Ponce de León, poniéndose colorado). ¡Ni

tanto ni tan poco! La Señora tiene sus manías, es 37-30 cierto...; mas de ello a hacerme temblar, hay mucha diferencia. ¡Yo soy el Corregidor!...

—Pero, en fin, ¿la quiere V., o no la quiere?

—Te diré...—Yo la quiero mucho.... o, por

mejor decir, la quería antes de conocerte. Pero desde 38-5

que te vi, no sé lo que me pasa, y ella misma conoce

que me pasa algo... Bástete saber que hoy...,

tomarle, por ejemplo, la cara a mi mujer me hace la

misma operación que si me la tomara a mí propio...—¡Ya

ves, que no puedo quererla más ni sentir menos!...—¡Mientras 38-10

que por coger esa mano, ese brazo, esa

cara, esa cintura, daría lo que no tengo!

Y, hablando así, el Corregidor trató de apoderarse

del brazo desnudo que la señá Frasquita le estaba

refregando materialmente por los ojos; pero ésta, sin 38-15

descomponerse, extendió la mano, tocó el pecho de Su

Señoría con la pacífica violencia e incontrastable rigidez

de la trompa de un elefante, y lo tiró de espaldas con

silla y todo.

—¡Ave María Purísima! (exclamó entonces la navarra, 38-20

riéndose a más no poder). Por lo visto, esa silla

estaba rota...

—¿Qué pasa ahí?—exclamó en esto el tío Lucas,

asomando su feo rostro entre los pámpanos de la parra.

El Corregidor estaba todavía en el suelo boca arriba, 38-25

y miraba con un terror indecible a aquel hombre que

aparecía en los aires boca abajo.

Hubiérase dicho que Su Señoría era el diablo, vencido,

no por San Miguel, sino por otro demonio del

infierno. 38-30

—¿Qué ha de pasar? (se apresuró a responder la

señá Frasquita). ¡Que el señor Corregidor puso la

silla en vago, fue a mecerse, y se ha caído!

—¡Jesús, María y José! (exclamó a su vez el Molinero).

¿Y se ha hecho daño Su Señoría? ¿Quiere un 39-5

poco de agua y vinagre?

—¡No me he hecho nada!—dijo el Corregidor,

levantándose como pudo.

Y luego añadió por lo bajo, pero de modo que pudiera

oírlo la señá Frasquita: 39-10

—¡Me la pagaréis!

—Pues, en cambio, Su Señoría me ha salvado a mí

la vida (repuso el tío Lucas sin moverse de lo alto de la

parra).—Figúrate, mujer, que estaba yo aquí sentado

contemplando las uvas, cuando me quedé dormido sobre 39-15

una red de sarmientos y palos que dejaban claros suficientes

para que pasase mi cuerpo... Por consiguiente,

si la caída de Su Señoría no me hubiese despertado tan

a tiempo, esta tarde me habría yo roto la cabeza contra

esas piedras. 39-20

—Conque sí... ¿eh?... (replicó el Corregidor).

Pues, ¡vaya, hombre! me alegro... ¡Te digo que me

alegro mucho de haberme caído!

—¡Me la pagarás!—agregó en seguida, dirigiéndose

a la Molinera. 39-25

Y pronunció estas palabras con tal expresión de reconcentrada

furia, que la señá Frasquita se puso triste.

Veía claramente que el Corregidor se asustó al principio,

creyendo que el Molinero lo había oído todo;

pero que, persuadido ya de que no había oído nada 39-30 (pues la calma y el disimulo del tío Lucas hubieran engañado al más lince), empezaba a abandonarse a toda su iracundia y a concebir planes de venganza.

—¡Vamos! ¡Bájate ya de ahí, y ayúdame a limpiar

a Su Señoría, que se ha puesto perdido de polvo!—exclamó 40-5

entonces la Molinera.

Y, mientras el tío Lucas bajaba, díjole ella al Corregidor,

dándole golpes con el delantal en la chupa y

alguno que otro en las orejas:

—El pobre no ha oído nada... Estaba dormido 40-10

como un tronco...

Más que estas frases, la circunstancia de haber sido

dichas en voz baja, afectando complicidad y secreto,

produjo un efecto maravilloso.

—¡Picara! ¡Proterva!—balbuceó Don Eugenio de 40-15

Zúñiga con la boca hecha un agua, pero gruñendo

todavía...

—¿Me guardará Usía rencor?—replicó la navarra

zalameramente.

Viendo el Corregidor que la severidad le daba buenos 40-20

resultados, intentó mirar a la señá Frasquita con mucha

rabia; pero se encontró con su tentadora risa y sus

divinos ojos, en los cuales brillaba la caricia de una

súplica, y, derritiéndosele la gacha en el acto, le dijo

con un acento baboso y sibilante, en que se descubría 40-25

más que nunca la ausencia total de dientes y muelas:

—¡De ti depende, amor mío!

En aquel momento se descolgó de la parra el tío

Lucas.

XII

DIEZMOS Y PRIMICIAS

Repuesto el Corregidor en su silla, la Molinera dirigió

una rápida mirada a su esposo, y viole, no sólo tan

sosegado como siempre, sino reventando de ganas de

reír por resultas de aquella ocurrencia: cambió con él

desde lejos un beso tirado, aprovechando el primer 41-5

descuido de Don Eugenio, y díjole, en fin, a éste con

una voz de sirena que le hubiera envidiado Cleopatra:

—¡Ahora va Su Señoría a probar mis uvas!

Entonces fue de ver a la hermosa navarra (y así la

pintaría yo, si tuviese el pincel de Ticiano), plantada 41-10

enfrente del embelesado Corregidor, fresca, magnífica,

incitante, con sus nobles formas, con su angosto vestido,

con su elevada estatura, con sus desnudos brazos

levantados sobre la cabeza, y con un transparente racimo

en cada mano, diciéndole, entre una sonrisa irresistible 41-15

y una mirada suplicante en que titilaba el miedo:

—Todavía no las ha probado el señor Obispo...

Son las primeras que se cogen este año...

Parecía una gigantesca Pomona, brindando frutos a

un dios campestre;—a un sátiro, v. gr. 41-20

En esto apareció al extremo de la plazoleta empedrada

el venerable Obispo de la diócesis, acompañado del

Abogado Académico y de dos Canónigos de avanzada

edad, y seguido de su Secretario, de dos familiares y de

dos pajes. 41-25

Detúvose un rato Su Ilustrísima a contemplar aquel

cuadro tan cómico y tan bello, hasta que, por último,

dijo, con el reposado acento propio de los prelados de

entonces:

El Quinto... pagar diezmos y primicias a la iglesia 42-5 de Dios, nos enseña la doctrina cristiana; pero V., señor Corregidor, no se contenta con administrar el diezmo, sino que también trata de comerse las primicias.

—¡El señor Obispo!—exclamaron los Molineros,

dejando al Corregidor y corriendo a besar el anillo al 42-10

Prelado.

—¡Dios se lo pague a Su Ilustrísima, por venir a

honrar esta pobre choza!—dijo el tío Lucas, besando

el primero, y con acento de muy sincera veneración.

—¡Qué señor Obispo tengo tan hermoso! (exclamó 42-15

la señá Frasquita, besando después). ¡Dios lo bendiga

y me lo conserve más años que le conservó el suyo a

mi Lucas!

—¡No sé qué falta puedo hacerte, cuando tú me

echas las bendiciones, en vez de pedírmelas!—contestó 42-20

riéndose el bondadoso Pastor.

Y, extendiendo dos dedos, bendijo a la señá Frasquita

y después a los demás circunstantes.

—¡Aquí tiene Usía Ilustrísima las primicias! (dijo el Corregidor, tomando un racimo de manos de la 42-25 Molinera y presentándoselo cortésmente al Obispo).—Todavía no había yo probado las uvas...

El Corregidor pronunció estas palabras, dirigiendo

de paso una rápida y cínica mirada a la espléndida

hermosura de la Molinera. 42-30

El sombrero de tres picos

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