La maldición eterna
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Rafael E. López-Corvo. La maldición eterna
Agradecimientos
Prólogo
Introducción. Las drogas, tan antiguas como el hombre
La verdadera plaga
Los raves o la vuelta al LSD
Los hongos en las bóñigas de las vacas: entre Mérida y la India
Otras plagas
¿Pero y las drogas?
La pérdida del espacio y la muerte de los dioses
El vino
El cáñamo, haschisch, grifa, kif o marihuana, los asesinos
La planta
Le club de haschischiens
Baudelaire
Popeye
El opio
La guerra del opio
Tomás De Quincey
Los alucinógenos
Otros alucinógenos
Los misterios eleusinos
El fuego de San Antonio
La coca
Mantegazza y Mariani
La Coca-Cola
Freud y el episodio con la coca
El caso de Sherlock Holmes
Robert Louis Stevenson y el caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde
Clasificación de las drogas
Clasificación de las drogas
Clasificación de los consumidores
Clasificación
Dinámica de familia
Chivo negro-chivo blanco
Consumo y toxicidad. El goce
Epílogo ¿Y del futuro?
Índice onomástico
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Índice
Отрывок из книги
Rafael E. López-Corvo
La maldición eterna
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La ruptura del hábitat natural de otras drogas, casi todas actualmente ilegales pero de efecto psicotrópico significativo, ha sido consecuencia inmediata de los avances de la ciencia moderna, ante todo la electrónica, lo cual ha facilitado la comunicación entre los hombres en todas sus formas, incrementando la velocidad de movilización y reduciendo el espacio físico, en el sentido calificado por McLuhan como el fenómeno de la “aldea global”. Es esta circunstancia la que permite, por ejemplo, que la planta de coca pueda ser cultivada en su geografía autóctona de los altiplanos de Bolivia para luego ser procesada en laboratorios clandestinos en Colombia almacenada en Venezuela y despachada a los Estados Unidos y Europa como lugares de gran consumo, pero dejando su cuota en cada uno de los sitios por donde va pasando, invadiendo otros confines, desmoralizando, corrompiendo instituciones, matando o desestabilizando al Estado, tanto económica como políticamente; en fin, violentando otros pueblos que no cuentan con la preparación ni la prudencia que proporciona la manipulación de tantos años: en un pasado no muy lejano la coca había sido sólo privilegio de la nobleza incaica.
Había calles enteras dedicadas al opio... Sobre bajas tarimas se extendían los fumadores... El opio no era el paraíso de los exotistas que me habían pintado, sino la escapatoria de los explotados... Todos aquellos del fumadero eran pobres diablos... No había ningún cojín bordado, ningún indicio de la menor riqueza... Nada brillaba en el recinto, ni siquiera los semicerrados ojos de los fumadores... Descansaban, dormían?... Nunca lo supe... Nadie hablaba... Nadie hablaba nunca... No había muebles, alfombras, nada... Sobre las tarimas gastadas, suavísimas de tanto tacto humano, se veían unas pequeñas almohadas de madera... Nada más, sino el silencio y el aroma del opio, extrañamente repulsivo y poderoso... Sin duda existía allí un camino hacia el aniquilamiento...
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