Читать книгу Conjugación de vida - Rafael Gómez Pérez - Страница 3
ОглавлениеThere are a few traces of birds in the sand
(Unnamed author)
Mi familiaridad con la poesía coincide con mi infancia. Mi madre recordaba muchos poemas de memoria y me los recitaba. En el colegio teníamos, al menos hasta los once años, una hora a la semana en la que recitábamos poesías que habíamos aprendido previamente. Recuerdo que yo me decantaba casi siempre por algunas estrofas del Cántico espiritual, de san Juan de la Cruz. Me llamó la atención, hasta hoy mismo, ese final: “y la caballería/a vista de las aguas descendía”. Encuentro un eco de eso en el final del Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejía, de Lorca: “y recuerdo una brisa triste por los olivos”. Incluso en un verso de la Bohemian Rapsody, de Queen, “anyway the wind blows”. Y es que “el viento sopla donde quiere” (Juan, 3, 38).
Ya en la Universidad, entendí la poesía, en literatura, como dar con algo insólito de la realidad de las cosas, del cuerpo y del alma. y decirlo con palabras ajustadas y bellas por ese ajuste. Hacia 1955 me decidí a escribir la poesía ya pensada y fue un libro al que llamé Los tiempos, porque se basaba en ese famoso pasaje del capítulo tercero del Ecclesiastés: hay un tiempo oportuno para todo, tiempo para nacer, tiempo para morir, tiempo para reír, tiempo para llorar…
Llevé conmigo el libro cuando en 1958 me fui a vivir a Roma y allí lo di a leer a un buen amigo, Alfonso, que se lo aprendió de memoria. Otro amigo, el poeta colombiano David Mejía, me pidió de ese libro algunos poemas para publicarlos en una revista de su tierra, Arco. Después, no se sabe por qué, me pareció que el libro no valía nada y lo destruí. Así que solo se salvaron esos dos que envié a Colombia y que se pueden encontrar aquí: Tiempo de coser y Tiempo de guardar.
Seguía leyendo poesía (descubrimiento de Dante, Leopardi, Keats, Claudel, Hölderlin, Dickinson, Elliot, Péguy, Rilke, Pessoa), pero no se me ocurría ya hacerla.
A principios de los años ochenta, ya en Madrid, en un otoño me vino la idea del libro que aquí se titula Invención de un viaje. Hacia finales de los noventa, el de Ficciones.
En 2001 recuperé algo que pensaba perdido: una notas de lectura que tomé de los 16 a los 18 años. Me conmovió leer de nuevo Locas letanías, de Gabriela Mistral a la muerte de su madre, que termina con estos dos versos: “¡gozo que llaman los valles!/ ¡Resucitado, Resucitado!” Lo mismo un apunte de Figuras de la Pasión del Señor, de Gabriel Miró. Ese es el origen del poema que cierra este libro.