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Clases emergentes: creativa, servicios

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La clase creativa (concepto acuñado por Richard Florida) está constituida por: directivos, técnicos, profesionales, innovadores, creativos, diseñadores, artistas, entretenimiento, informáticos, ingenieros, venta alta, autores e inventores… que utilizan la creatividad como materia prima en sus trabajos. Tendrán mucho trabajo, poca competencia y excelentes ingresos.

La clase servicios, también emergente: sanitarios, administrativos, funcionarios, venta baja, limpieza, vigilancia, mantenimiento, cuidados domésticos, servicios sociales y comunitarios, restauración… como infraestructura de apoyo a la clase y economía creativas, aunque no estarán ni de lejos tan bien remuneradas.

Finalmente, tanto la clase agricultura: ganadería y pesca, como la clase productiva : construcción, reparaciones, transporte, minería, fabricación… retrocederán como fuente de empleo en Occidente y su remuneración irá a la baja en dura competencia con los países emergentes. ¡Oh!

El declive de la antigua clase productiva es consecuencia del declive de la economía productiva o industrial en Occidente. La era industrial forma ya parte del pasado en Estados Unidos, Europa, Japón… al haber ingresado de pleno en la economía creativa o la era del conocimiento.

Los derechos y el estado de bienestar de los que gozamos los países de la Unión Europea son un evidente logro social que, en el caso particular de nuestro país, pueden representar una cara factura cuyo coste puede incluso poner en riesgo la solvencia del estado. No digo que el estado de bienestar no sea deseable, que por supuesto lo es, pero quizá se nos ha ido la mano exigiendo que papá estado nos saque las castañas del fuego en casi todos nuestros asuntos.

Lo cual no es posible ni deseable. No es posible porque pone en peligro la caja de caudales del país; y no es deseable porque debilita a las personas al llevarlas a creer que tener todos los problemas resueltos es un derecho gratuito exento de deberes. El estado de bienestar será sometido a dieta por todos los gobiernos y quedará en los huesos sin un ápice de grasa tras los próximos años de austeridad espartana.

Europa ha vivido un paréntesis de crecimiento y bienestar sublime en los últimos cincuenta años pero ese período ha concluido para dar paso a otra realidad. Sí, hemos vuelto a la realidad tras vivir en una fantasía. Esa bonanza y crecimiento, por otra parte, y todo sea dicho, se consiguió a fuerza de un endeudamiento estratosférico y un nivel de consumo insostenible e insano.

En cualquier caso, el estado de bienestar y el sistema de la Seguridad Social son un fenómeno muy reciente (del siglo pasado, apenas hace un rato) y en ningún modo está consolidado ni garantizado para el futuro. No creo que desaparezcan pero sí pienso que les darán una vuelta de calcetín y evolucionarán a algo bastante diferente a lo que tenemos hoy. Y hay un motivo de peso: los números no salen. Las cuentas de los estados no cuadran.

Mensaje: cuida de ti (¡porque nadie más lo hará!).

El estado apoyará, desde luego, a aquellas personas con manifiesta incapacidad o exclusión social. Casos extremos. Pero el resto deberemos tirar del carro de nuestra economía y también contribuir a la común. En la extinta «era industrial», el estado garantizaba el bienestar financiero de los ciudadanos; en la «era del conocimiento», cada trabajador será responsable de su retiro; y por supuesto, de su salud financiera. Seguridad, trabajo fijo, pleno empleo, empleo de por vida, pensiones generosas, retiro garantizado… son conceptos obsoletos de otra era (la industrial) que han dejado de tener validez en la actual era de la información y el conocimiento.

La seguridad laboral se desmorona ante nuestros ojos: es un recuerdo del pasado.

Lector, quisiera tomarte por las solapas y sacudirte cariñosamente para que despertaras y diseñaras un plan para decidir cuánto dinero ingresarás en tu retiro, si necesitarás seguir trabajando o no a partir del retiro, con qué ahorros contarás para entonces, etc. Recuerda, quiero que seas libre, sabio y rico. Puedo oír cómo tu pensamiento pregunta si puedes elegir cuándo retirarte y con qué dinero. Bueno, ¡pues sí puedes elegirlo! (lo estoy gritando).

Otra cosa es la pensión legal de retiro del estado sobre la cual no tienes ningún control: no sabes si la tendrás, ni su cuantía, ni a qué edad la recibirás… En los próximos años, debido a la evolución de la demografía, los ciudadanos sufrirán severas reducciones en el sistema de pensiones y de atención médica. Perdón, pero alguien lo tenía que decir.

Hay solución. Un profesional autónomo o emprendedor puede decidir cuánto ingresará y cuándo dejará de trabajar (aunque no cuándo se jubilará legalmente, ya que hay una edad mínima para poder hacerlo). Para que pueda dejar de trabajar, le bastará con tener asegurados unos ingresos pasivos y así poder retirarse antes de la edad legal (seguir cotizando, pero no trabajando) y asegurarse una pensión que sea poco o mucho siempre bien. De tal modo que una persona que ha hecho los deberes financieros puede decidir retirarse a los 60 años –tal vez antes – si cuenta con un buen plan para ello; aunque el gobierno le jubile legalmente a los 70 años, más o menos.

A la edad de retiro, que llegará a los 70 años tarde o temprano, unas personas deberán seguir trabajando más allá –mientras su salud se lo permita– para complementar su exigua pensión de retiro, mientras que otras podrán dejar de trabajar porque contarán con ingresos suficientes para no tener que depender de una pensión. La diferencia entre estar en un grupo o en el otro: contar con una estrategia, un plan ganador.

Quienes hayan desarrollado una buena estrategia para retirarse podrán hacerlo, el resto tendrá que trabajar de por vida. ¿Por qué? Porque las pensiones se reducirán progresivamente a una cantidad simbólica, o mínimo de subsistencia. Ésta es la razón que me conduce a afirmar que contar únicamente con la pensión estatal para el retiro es una estrategia perdedora.

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