Читать книгу Viaje al centro de tu ser - Ramón Vila Ventayol - Страница 2

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ISBN: 978-84-18344-26-8

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NOTA DEL AUTOR

Antes de comenzar a leer este libro quisiera darte algunas recomendaciones. Primero que nada, las buenas noticias son que este libro es para todos, no necesitas experiencia previa y está escrito de forma muy entendible; no hay conceptos complicados así que tú solo relájate y disfruta del viaje.

Tal vez quieras que desde el capítulo uno te explique cómo meditar y qué hacer. Lo haré y llegarás ahí en algún momento del libro, pero antes me gustaría que leas los primeros capítulos para entender cómo funciona nuestra mente y cómo se generan los pensamientos para poder controlarlos y así lograr «dejar de pensar» o tener una «mente en blanco» y lograr la anhelada paz mental, que es nuestro fin último.

Te recomiendo que no leas todo el libro de corrido sin hacer pausas entre capítulos ya que es un libro reflexivo y práctico, y necesitas pensar o procesar ciertas propuestas que te hace el libro y así sacarle mejor provecho. Al final de cada capítulo puede haber un pequeño resumen del mismo o algunas propuestas en las que podríamos reflexionar y aplicar más activamente el material de este libro, úsalas a tu favor.

El libro contiene también algunas referencias a mi sitio web donde podrás bajar música para meditar, algunas meditaciones guiadas y algunos mantras que podrás usar en tus meditaciones, así como algunos mandalas imprimibles para que practiques la meditación con tus hijos, así como se menciona en el capítulo xv. Todo el material que se te menciona en este libro en los capítulos es gratuito, solo tienes que bajarlo de mi página oficial indicada en la contraportada del libro.

¿Están listos? Bienvenido a bordo de tu mente, estás a punto de comenzar un viaje fascinante al centro de tu ser.

Ramón Vila Ventayol

PRÓLOGO

Imaginemos un mundo dominado por las computadoras, aparatos, teléfonos, donde nadie habla con nadie y el único momento de introspección fuera perdernos en el infinito mundo de la tecnología.

Desafortunadamente, no nos cuesta nada imaginarlo ya que esa era ha comenzado y cada día la humanidad se pierde más y más y nos estamos convirtiendo en esclavos y en robots programados a reaccionar en automático, estamos perdiendo la capacidad de mirar hacia dentro y solo tenemos una creciente necesidad de consumo y una falsa idea de que la felicidad se obtiene del exterior o se mide según lo que tenemos o logramos.

En el pasado la gente no estaba tan conectada, vivía feliz con lo que tenía a su alrededor ya que no la programaban a necesitar cada objeto que anunciaban o no creaban ese espíritu de mala competencia donde se te menosprecia por tener menos. La gente pasaba más tiempo en familia, contemplando los atardeceres, charlando con sus amigos y familiares con una buena taza de café. No había prisa, vivían con menos información y con menos necesidades, sin quererlo vivían en un estado más contemplativo y meditaban involuntariamente. Su mente no recibía tanta información y no era necesario aprender tanto para ser exitoso o feliz, en su mente había espacios vacíos, que ayudaban a reordenar las ideas, lo que les ayudaba a mantener la cordura.

Hoy ya no hay espacios vacíos en la mente, está llena de información que no se logra procesar y se satura de pensamientos desordenados y negativos, lo que nos lleva directo a la depresión, al materialismo, a darle importancia a las cosas más que a las emociones. Hoy la gente mide su felicidad con su cuenta de banco, con el tamaño de su casa, con el apellido de sus amistades, aunque seguramente al final del día se sienten insatisfechos en su gran casa, a lado de su cansada pareja, y vacíos mirando su red social con más de mil amigos a quienes tal vez no conoces o ves cada vez menos. El estrés que genera esta necesidad creciente de tener más y más y de satisfacer las exigencias de una sociedad castrante, enferma nuestro cuerpo y nuestra mente.

Nuestra mente, nuestro cuerpo no están diseñados para sobrellevar este ritmo de vida y si no les damos un momento de descanso al día llegará el punto en el que nos cobren factura y comiencen a fallar, creando enfermedades tanto físicas como mentales. Es por eso que la meditación es hoy una cuestión vital.

En el pasado la meditación era vista como un lujo que solo se pudieron dar los grandes maestros, como Buda, ni siquiera era un concepto a definir, simplemente lo hacían naturalmente sin pensar en ello, la vida era tan callada e inmóvil que meditar era un estado natural de la vida. Después se convirtió en una moda exótica traída de Oriente y con un concepto equivocado lo practicaba la gente con dinero y de cierto estatus social, no lograba su objetivo ya que se convertía en un club social donde se reunía la clase alta a realizar una práctica exótica para estar a la moda.

Hoy la meditación es una necesidad primaria, una válvula de escape, una alternativa real para prevenir la neurosis y el estrés que provoca nuestro acelerado ritmo de vida. La presión social y económica es hoy cuarenta veces más grande, por lo que la presión generada dentro de nuestro cuerpo es enorme y podría estar a punto de explotar. Para liberar esa presión es necesario entrar en estados meditativos, por lo menos una vez al día.

Meditar es más avanzado que cualquier medicina en el mundo, la enfermedad fue creada por tu estrés, por tu mente, así que será tu mente la que tenga ese poder de sanarte, pero más que nada la meditación nos ayudará a prevenir estas enfermedades, ahorrar dinero, vivir en armonía, solucionar nuestros conflictos emocionales y físicos, dormir mejor y miles de beneficios más.

Es momento de meditar, de que hagas un paro total, desaparezcas del mundo, aislado de todo recuerdo, estímulo, pensamiento o fantasía. Es momento de que descubras el poder que reside dentro de ti. Atrévete a conocerte por dentro, a realizar un viaje al centro de tu ser.

CAPÍTULO I

EL PROPÓSITO

Cada uno de nosotros se acerca a la meditación por distintos motivos. Seguramente, si estás leyendo este libro es porque tienes esa necesidad de conocerte más y de encontrar esas respuestas y hallar finalmente la anhelada paz en tu interior.

La meditación llegó a mi vida como un salvavidas en medio del océano cuando estaba a punto de ahogarme. Había leído ya muchos libros al respecto, lo veía en las películas cada vez más frecuentemente y comenzó a ser un tema recurrente en mi mente hasta convertirse en el único deseo y anhelo ferviente que hacía latir mi corazón.

En medio de una situación económica mediocre y un trabajo que no me satisfacía, mi ánimo caía cada vez más y más, la gente a mi alrededor solo hablaba de redes sociales, de objetos costosos, de sueños frustrados, de amores inconclusos, de muertes y secuestros, cada día era más y más sensible a estos temas y todo lograba afectarme y lastimarme. Mi mente estaba débil y no tenía ya muchas ganas de seguir adelante, no encontraba un propósito real de vida.

Así, sin más, y en contra de la opinión de muchos, dejé todo, vendí todo, cerré mis redes sociales, me desconecté del mundo y me fui a la India.

Durante los meses que estuve allá, aprendí muchos conceptos y técnicas que compartiré con ustedes a lo largo de este libro, aunque no fue hasta que regresé que pude verlo todo con más claridad.

Al alejarte de tu mundo, de aquellos estímulos negativos que te han convertido en una persona insensible y tal vez desagradable, puede resultar beneficioso, ya que puedes darte cuenta de que dentro de ti reside la persona que realmente eres. Al no tener este estímulo que te hace reaccionar de forma negativa puedes relajarte y dejar salir a tu yo real.

Estando en un ambiente de paz, de calma, donde nadie te hace daño y donde todos los que están a tu alrededor solo buscan lo mismo que tú, es como vivir en un sueño y aunque sea el ambiente propicio para sanar, desafortunadamente no es real, a menos que tu plan sea convertirte en monje.

No fue hasta que regresé y me enfrenté a mi mundo real cuando sucedió el verdadero cambio en mí. Creí que lejos de todo y sin toda la información negativa que recibía a diario podría lograr un cambio profundo. En la India recibí toda la información, las técnicas, descubrí rincones dentro de mí que no conocía, me conecté con mi interior, pero siempre tuve miedo de volver a mi mundo.

Al llegar, regresé sensible, abierto y perceptivo. Aquí nada había cambiado, todo era exactamente igual. Deudas, tráfico, gente frustrada, redes sociales, noticias desagradables, presión, estrés y neurosis. Como un niño asustado simplemente me paralicé y comencé a reaccionar de forma defensiva.

La gente, de forma burlona y sarcástica, me decía que si yo era un iluminado y gasté tanto dinero en buscar mi punto Zen, por qué reaccionaba así. Cada día me molestaba por algo, por alguien y aunque parezca increíble, caí en una depresión más profunda aún que la primera antes de irme. No podía creer que existiendo un lugar donde reina la paz y la armonía pudiera yo vivir en medio de este caos materialista y sarcástico. No quería levantarme, solo quería dormir y no saber más de este mundo. Fue ahí que la meditación y el Yoga comenzaron su misión en mi vida.

Habían pasado dos meses desde que había vuelto de India, nada me importaba ya, estaba muy lejos de aquel que se había encontrado en aquel subcontinente. Algo saltó dentro de mí, comencé a meditar de forma inconsciente entre sueños y poco a poco fui encontrándome de nuevo.

Fue cuando entendí que la forma de solucionar tus miedos y problemas era estando dentro o frente a ellos, no alejándose miles de kilómetros y huyendo de ellos. La única forma efectiva de meditar es que puedas hacerlo con todo y a pesar de tus problemas y de tu vida complicada.

Nada ni nadie tiene la culpa de tus problemas o desgracias, las cosas están ahí, las redes sociales existen, la televisión está ahí, la gente agresiva, el tráfico, las malas noticias, las deudas, los gastos, las tragedias, jamás desaparecerán de tu vida, son parte de ella. Es tu forma de reaccionar ante ellas lo que debe cambiar, es tu forma de recibirlas o rechazarlas, de elegirlas o ignorarlas, es la forma en la que te identificas con cada suceso que te pasa, lo que hace que tu vida sea complicada o no.

La meditación es lo que a mí me ayudó a salir adelante, a conocerme, a seleccionar mis pensamientos, a limpiar mi mente de la basura imaginaria, a vivir en el presente y dejar a un lado los pensamientos fantasiosos que me causaban sufrimiento innecesario.

Hoy, siento la necesidad de compartir con ustedes esta experiencia que me devolvió las ganas de vivir y a través de estas páginas podrán conocer qué es la meditación, distintas técnicas, ejercicios, anécdotas y espero que al final se encuentren a ustedes mismos, encuentren la paz en medio del caos y encuentren su propósito.

La meditación me dio un propósito: hacer del mundo un lugar más meditativo y que cada uno de nosotros encuentre la felicidad en su interior.

REFLEXIÓN

Ya les he compartido cuál es y cómo encontré mi propósito. Es difícil encontrar un propósito en la vida y si aún no lo tienes no pasa nada. No tiene que ser algo muy exagerado como salvar a los niños en África o acabar con la guerra, eso es algo que una sola persona no podrá hacer nunca y no vale la pena que cargues con eso. Ser un buen padre, hermano, estudiante es más que suficiente, además de que el propósito puede ir cambiando según vayas evolucionando en tu vida.

¿Te has puesto a pensar cuál es el tuyo hoy? ¿Crees que ya lo encontraste? ¿Crees que estás haciendo todo lo que está a tu alcance para lograr tu propósito actual? ¿Qué podrías mejorar para lograr tu propósito?

Como mencioné tu propósito puede ir cambiando con el tiempo, adaptándose y evolucionado contigo, lo importante es que siempre encuentres una razón para despertarte cada mañana y te motive cada día a ser mejor. La meditación te puede ayudar a encontrar tu propósito, descansa tu mente, cierra los ojos y descubre por qué estás en este planeta.

CAPÍTULO II

¿QUÉ ES LA MEDITACIÓN?

Cuando comencé a interesarme por este tema los conceptos de meditación variaban según los libros, las opiniones y los maestros. Hoy puedo decir que la meditación no tiene una sola definición ni es algo que pueda resumirse en pocas palabras ya que es algo que naturalmente tenemos dentro de nosotros.

Desde que nacemos nuestro cuerpo está diseñado para meditar, para estar en un estado contemplativo y para tener tiempo para escuchar nuestra voz interior. Cuando somos niños podemos pasar horas mirando un animal o bicho y simplemente contemplarlo sin juzgarlo. A esa edad solo vivimos intensamente el momento presente, nada es más importante que un juego, un programa de televisión, un chapuzón refrescante en una alberca o una siesta tranquila a medio día. Los niños no tienen aún esa preocupación por un futuro o ese rencor por un pasado, por lo que viven felices siempre y están en paz.

A medida que vamos creciendo, nuestros padres, la escuela, la televisión, las redes sociales, la sociedad en general nos van condicionando con reglas, prohibiciones, limitaciones y represiones. Si no estamos bien equilibrados podemos perder esa conexión con nuestro interior y solo basar nuestra vida en esos estímulos externos, lo que nos va creando traumas, miedos e incertidumbre.

Es aquí cuando entendí por primera vez la principal meta de la meditación: regresar a ese estado natural como cuando éramos niños. Desintoxicar, poco a poco, nuestra mente de aquellos patrones de conducta que fueron insertados en nosotros a lo largo de nuestra vida, hacerlos conscientes, desfragmentarlos, dejar de identificarnos con ellos y finalmente eliminarlos. La meditación nos llevará a ese estado natural donde solo importa el presente y nos ayuda a vivir cada momento con intensidad.

Durante mis clases de meditación surgieron varias definiciones con las cuales no podía identificarme. Mi Gurú (Maestro) de meditación se llama Sanjiv, es una persona muy serena, siempre vestido de blanco, un hombre hindú de más o menos 65 años y con un inglés difícil de entender. Él tenía el concepto de meditación clásico, el más puro y avanzado concepto, el cual yo diría es el fin último y solo se alcanza cuando eres ya un maestro y experto en el tema. Él nos decía que la meditación es tener la mente en blanco, simplemente estar, y así lograremos conectarnos con el Universo y el Ser Supremo. Después de varios intentos frustrados no lograba conseguir poner mi mente en blanco, ni conectarme con nada más allá del ruido del ventilador o de la voz de mi gurú. Comencé a desesperarme y preguntaba impaciente a mis compañeros qué sentían ellos o qué se supone que yo debía sentir, y comenzaron a surgir los distintos conceptos e interpretaciones, las cuales me hicieron ver que la meditación es lo que tú necesites que sea, siempre y cuando te lleve al desapego, a una felicidad duradera, a mantenerte presente en el hoy y conseguir estar en paz contigo mismo.

No quiero definir con un solo concepto la meditación, enseguida voy a enlistar distintos conceptos que he escuchado, recopilado y leído a lo largo de los años. Lo cierto es que todos son válidos, todos llevan una verdad y todos nos ayudan a lograr el fin último. Creo que no es cuestión de escoger uno, sino de combinarlos y hacer tu propia definición de meditación según tu experiencia y necesidad.

Estas son algunas definiciones y conceptos de meditación:

-Meditar es hacer un alto total de la mente.

-Es un estado de concentración sobre la realidad del momento presente, es decir, concentrarse solamente en el aquí y ahora.

-Es un estado experimentado de la mente cuando se disuelve y es libre de sus propios pensamientos.

-Es una concentración mental en la cual la atención es liberada de su actividad común y es focalizada en el ser superior.

-Es la concentración de la mente en un único objeto de percepción como: la respiración, una vela, un mantra, música, etc.

-La meditación es una disciplina con la cual se intenta ir más allá del pensamiento condicionado para alcanzar un estado puro de consciencia, es decir, liberarnos de los apegos y de las conductas aprendidas que nos limitan para poder alcanzar un estado de paz interior.

-Meditar es controlar tus pensamientos y liberarte del poder que ejercen sobre ti.

-Meditar es hacer espacio en la mente, eliminar la basura mental para aclarar nuestros pensamientos y, con ello, enfocar nuestra atención en acciones y soluciones.

Mucha gente ha confundido el concepto de meditación como algo religioso, aburrido y para gente santurrona o fanática pero no es así. La meditación la hacemos todos, la hemos hecho siempre, solo que hemos perdido esa capacidad a lo largo de los años y nos justificamos diciendo que «no tenemos tiempo» o simplemente nuestra mente evita estar a solas con nosotros mismos porque no queremos aceptar ciertas verdades, pero lo que no sabemos es que solo estamos alejándonos de la felicidad y perdiendo la conexión con nuestro ser interno y que es ahí, en nuestro interior, donde encontraremos las respuestas.

REFLEXIÓN

Antes de leer esto, ¿qué pensabas que era la meditación?, ¿tu idea era parecida a lo que acabas de leer?, ¿cuál es la definición que más te gusta o con la que mejor te identificas?

Como verás, no solo hay una definición, expuse ideas de distintas fuentes, tanto religiosas, científicas como coloquiales. No importa cuál es la correcta o cuál es mejor mientras tú entiendas qué es lo que buscas y quieres lograr con la meditación. Generalmente, todos buscamos estar en paz, no preocuparnos por todo, aprender a reaccionar de mejor forma ante las inclemencias del mundo y sobre todo ser felices. Así que da igual la definición lingüística mientras tengamos claro a dónde queremos llegar.

¿Cuál es tu objetivo al aprender a meditar?, ¿qué fue lo que te movió a buscar la meditación? Seguro que al contestar estas preguntas encontrarás tu definición.

CAPÍTULO III

LA MENTE Y LOS PENSAMIENTOS

Cuando leemos u oímos el concepto de meditación siempre viene acompañado de las frases: «Libera tu mente de los pensamientos», «mente en blanco», «control de tus pensamientos», pero ¿cómo funciona nuestra mente?, ¿cómo controlo mis pensamientos?, ¿cómo se generan?, ¿cómo puedo vaciar mi mente de mis pensamientos y quedarme simplemente sin pensar? Son preguntas que nos hacemos todos y temo decirte que no hay una respuesta certera a estas cuestiones, pero si entendemos cómo funciona nuestra mente y aprendemos a escucharnos, a entender por qué generamos esos pensamientos, qué es lo que los causa y cómo reaccionamos a ellos, las respuestas llegarán solas. Eso es lo que la meditación hace por nosotros: nos ayuda a conocernos y aprender a reaccionar y a ver la vida de otra forma.

Existen tal cantidad de aspectos relacionados al pensamiento que llegar a una definición resulta difícil. De las muchas definiciones que he leído algunas me resultan interesantes ya que lo consideran como: una actividad mental no rutinaria que requiere esfuerzo; eso me lleva a la conclusión de que dejar de pensar podría no requerir esfuerzo alguno, aunque siempre lo vemos al revés. Creemos que los pensamientos vienen a nosotros sin querer y dejar de pensar nos requiere esfuerzo, pero con práctica y tiempo será muy fácil. ¿No les ha pasado que de tanto pensar acaban muy cansados? Eso demuestra que generar pensamientos requiere de un gran esfuerzo por parte de nuestra mente, así que «dejar de pensar» nos ayudará a descansar la mente y, por lo tanto, a todo nuestro sistema.

Con este punto a nuestro favor hemos comprobado que podemos voluntariamente «dejar de pensar» o más bien que podemos controlar nuestra mente, es posible y somos capaces de lograrlo, así que lo primero que debemos hacer es ser conscientes de que podemos hacerlo, aunque nadie ha dicho que sea fácil.

En el siguiente capítulo hablaré de cómo «dejar de pensar», donde mas bien hablaremos de cómo controlar los pensamientos y de cómo sustituirlos por vacíos.

Otra definición que me gustaría compartir y analizar es la siguiente: el pensamiento es la experiencia de un organismo cuando se enfrenta a un problema, lo conoce y trata de resolverlo. Esto genera un proceso mental. Cualquier cosa que hacemos en el día nos genera un pensamiento ante un reto o «problema», desde ordenar al cuerpo a que se despierte ante una agresiva alarma por las mañanas, lavarse los dientes, ir a la cocina a buscar alimento, elegir qué ropa ponernos, todo esto en un horario establecido para llegar a tiempo a una cita o trabajo, enfrentar los retos que el tráfico, nuestro empleo y las exigencias que un jefe nos imponga, al mismo tiempo que estar pendiente de los seres que amamos y de nuestros propias emociones generadas por todo ello. Muchas de estas actividades son rutinarias y las hacemos ya sin involucrar sentimientos, pero nos damos cuenta de que a veces nos molestan más que otros días, lo que nos lleva a tratar de entender qué pasa dentro de nosotros, emocional y físicamente, para tratar de resolverlos de la mejor manera posible.

Pero lo más curioso de esto es que las situaciones son siempre las mismas, es nuestra forma de reaccionar a ellas lo que cambia y eso depende de nuestro humor, de nuestro ánimo, de nuestra motivación, de nuestra compañía, incluso del clima, lo que hace que la solución del problema sea más fácil de lo que pensamos. La solución está dentro de nosotros y depende de la perspectiva con la que vemos el mundo en ese momento, lo que nos lleva a concluir que tenemos la capacidad de controlar esos pensamientos e identificar cuándo estamos tristes y negativos, y en ese momento intentar cambiar nuestra perspectiva o simplemente evitar tomar decisiones. Este es un gran paso para conocernos, conocer nuestra mente y nuestra forma de generar pensamientos, la mejor forma de tener un diálogo interno.

Podríamos, también, definirlo como la capacidad de anticipar las consecuencias de la conducta sin realizarla. Esta definición es la más acertada en términos del fin último al que queremos llegar. Es una de las principales razones por las que el ser humano es infeliz, insatisfecho o vive instalado en un drama continuo. La mente es tan poderosa que podemos, a través de los pensamientos, generar una realidad falsa dentro de nuestra mente. Anticiparnos a las consecuencias no es malo, siempre y cuando no te identifiques con ese pensamiento y no lo tomes más allá de una mera posibilidad, porque siempre tendemos a buscar las consecuencias negativas. Si vas a realizar esta actividad mental de buscar las consecuencias de cada acción siempre ponlo en la balanza y busca las consecuencias positivas. Esto sucede ante situaciones que no hemos vivido aún, cuando ya hemos experimentado ciertas vivencias como tomar una taza caliente y quemarnos, hemos aprendido y tendremos el conocimiento previo al enfrentarnos ante la misma situación y ya no analizaremos las consecuencias, simplemente ya lo sabemos. Lo que debemos evitar es estacionarnos en situaciones que ni siquiera van a pasar y vivir angustiados ante sucesos que solo están en nuestra mente, por lo que razonar es bueno, siempre y cuando entre dentro de la lógica y la realidad. Es otro aspecto de nuestra mente que debemos conocer, saber identificar cuándo estamos exagerando, cuándo nos estamos saliendo de la realidad y filtrar esos pensamientos y solo quedarnos con los que nos conduzcan a una situación lógica y real.

El pensamiento es una actividad del sistema cognitivo que implica la intervención de varios mecanismos como: memoria, atención, procesos de comprensión, aprendizaje, experiencia, etc... por lo que nuestros pensamientos son generados solo y únicamente desde nuestra perspectiva de ver las cosas. Por lo que no siempre lo que pensamos es lo real, lo correcto o lo lógico. Muchas veces es bueno platicar con más personas, escribir lo que pensamos hoy y leerlo en unos días, para ver si estábamos influenciados por algún sentimiento o estímulo externo, y ya no lo pensamos más, cambiar nuestra perspectiva y enfrentar día a día cada problema o pensamiento ya que siempre estamos cambiando.

El pensamiento es el único proceso que no necesita que las cosas estén físicamente para que existan, así que debemos tener mucho cuidado con esta gran capacidad de nuestro cerebro. Podemos imaginar cosas increíbles que nos lleven a viajar al espacio, canciones emotivas que conmuevan a la humanidad y cualquier maravilla que nuestra mente creó y vio antes de que existiera, pero también esa capacidad puede ser destructiva y podemos ver cosas que realmente no están ahí, y no hablo de fantasmas o amigos imaginarios, hablo de problemas y situaciones que nos puedan causar un estrés innecesario ya que en realidad no existen. Hay personas que viven su vida con miedo a la muerte o a tener una enfermedad que no existe o a no enfrentar una situación por orgullo o que no cumplen sus sueños por miedo al fracaso o porque piensan que no son suficientemente buenos o simplemente se pierden de conocer lugares por miedo a volar o ser asaltados o cualquier tipo de situaciones que solo existen en su mente. Desgraciadamente, eso es lo que han pensado durante años y es solo una fantasía, así que poder ser consciente de esto y poder identificar qué es real y qué no, es otro gran avance para poder conocer y controlar nuestros pensamientos, y poder dejar, así, de pensar cuando así lo queramos.

Una buena noticia es que la mente también tiene la capacidad de razonar y resolver problemas, y esa es su función más importante. Nosotros tenemos que desintoxicar poco a poco nuestra mente de aquellos patrones de conducta que fueron insertados en nosotros a lo largo de nuestra vida, hacerlos conscientes, desfragmentarlos, dejar de identificarnos con ellos y, finalmente, eliminarlos. Es por eso que resulta muy importante conocer cómo funciona nuestra mente, nuestros pensamientos y así podremos controlarlos ya que es un paso muy importante para aprender a meditar.

RESUMEN

1 La meditación nos ayuda a conocernos y a aprender a reaccionar y a ver la vida de otra forma.

2 No siempre lo que pensamos es lo real, lo correcto o lo lógico, así que cuéntaselo a alguien o escríbelo para ver tu problema desde otra perspectiva.

3 Tenemos la capacidad de controlar nuestros pensamientos e identificar cuando estamos tristes y negativos, y en ese momento intentar cambiar nuestra perspectiva o simplemente evitar tomar decisiones.

4 Si vas a realizar la actividad mental de buscar las consecuencias de cada acción siempre ponlo en la balanza y busca las consecuencias positivas, además de las negativas.

5 Conocer nuestra mente y nuestra forma de generar pensamientos nos ayuda a controlarlos y poder dejar de pensar cuando así lo queramos.

REFLEXIÓN

La mente está influenciada por muchas cosas que pasan en nuestro día y eso genera pensamientos buenos o malos. Cuando tengas pensamientos negativos hacia alguien o algo, intenta detenerte y ver por qué sientes eso. Y jamás tomes decisiones o escribas mensajes o hagas llamadas cuando estés molesto, tu mente generalmente está ofuscada y confundida por la molestia, y seguramente tus sentimientos están alterados, así que lo mejor es detenerte, guardar silencio por unos momentos, respirar e intentar realizar una actividad que te guste: oír música, ver un programa de televisión, leer un libro o dormir. Aislarse cuando uno está enojado o molesto o cuando se tiene un gran problema que nubla la mente es algo muy válido y muchas veces es lo mejor que podemos hacer.

CAPÍTULO IV

¿MENTE EN BLANCO O CONTROL MENTAL?

En el capítulo anterior hablé de cómo generamos pensamientos en nuestra mente, de dónde vienen y qué podríamos hacer con ellos para que no nos afecten. También mencioné que es posible «dejar de pensar», lo cual no significa que la mente se quede sin pensamientos, pero sí puedes decidir cuáles. La parte más importante de este proceso es tener control sobre los pensamientos y no que ellos nos dominen a nosotros. Al poder controlar lo que pensamos podremos lograr lo que llaman una «mente en blanco».

La mente en blanco es una mente controlada, una mente con pensamientos controlados, que es muy diferente a una mente sin pensamientos. Es prácticamente imposible dejar de pensar; si decidimos y nos esforzamos en dejar de pensar jamás lo lograremos y nos vamos a frustrar. Es más fácil si nos concentramos y controlamos nuestro pensamiento y decidimos pensar en NADA.

Voy a ser reiterativo en este punto: es más fácil para la mente pensar en nada que dejar de pensar, ya que eso es un proceso natural de la mente y no podemos detenerlo. Sería como tratar de detener los latidos de nuestro corazón a voluntad o si intentamos detener nuestra respiración, solo podremos hacerlo por unos minutos cuando mucho. Si controlamos nuestros pensamientos y decidimos pensar en un vacío, o en un espacio de cierto color, o en un desierto, o en lo que prefieras y decides solo contemplar lo que hay o no hay a tu alrededor sin juzgar, estarás logrando controlar lo que piensas, tener tu mente en blanco, es decir, libre de pensamientos tóxicos.

Es muy importante que entiendas cómo trabaja tu mente y tus pensamientos, y qué es lo que queremos lograr antes de sentarnos con las piernas cruzadas, los ojos cerrados y las manos en las piernas a «intentar» meditar como en las películas; será inútil si no sabes qué es lo que tienes que hacer, pensar o dejar de pensar.

La «mente en blanco» es el fin último para una persona en un proceso avanzado de meditación y cuanto más lo practiques, más fácil será entrar directamente a este control mental cuando tú lo requieras y donde sea. Al principio, necesitarás un lugar silencioso, tal vez música para relajarte, y algunos momentos de frustración antes de lograr siquiera treinta segundos de paz mental, pero con el tiempo y la práctica serás más rápido y los resultados serán más evidentes.

En tus primeras sesiones de meditación será complicado alcanzar la mente en blanco; muchos piensan que deben sentarse a meditar sus problemas para encontrar soluciones, es cierto y real, sí encontraremos las soluciones meditando, solo que, no pensando en ellos, simplemente es aquietar la mente de todo el ruido y el estrés, y en la calma y el silencio internos encontraremos las respuestas.

Voy a explicar, según algunos textos, cómo funciona la mente a la hora de resolver los problemas. Podemos decir que un problema es un obstáculo que se interpone de una u otra forma ante nosotros, es decir, se interpone entre nuestra mente y nuestra realidad causando estrés y, muchas veces, paralizando nuestro cuerpo a reaccionar, impidiéndonos ver lo que hay detrás. Lo cierto es que no hay un consenso sobre lo que es exactamente un problema, ya que visto desde otra perspectiva o desde otro ser humano el problema no sería tal, por lo tanto, la solución no puede venir jamás del exterior, debe ser simplemente un trabajo interno para calmar la mente y dejar de verlo como un problema.

Se considera, habitualmente, que cualquier persona pasa por tres fases a la hora de solucionar un problema: preparación, producción y enjuiciamiento.

En la fase de preparación es cuando se hace un análisis e interpretación de los datos que tenemos. Muchas veces si el problema es muy complejo se subdivide en problemas más elementales o fáciles de resolver para facilitar la tarea.

En la fase de producción intervienen distintos aspectos como la memoria que se utiliza para rescatar los recursos que estén a nuestro alcance para llegar a una solución eventual.

En la última fase de enjuiciamiento, la mente evalúa la solución generada anteriormente comparándola con nuestra experiencia para, finalmente, darla como buena o no.

Comprender esto como una regla o como algo que siempre funciona es complejo, ya que cada uno de nosotros es diferente y también es necesario conocernos, en esto también intervienen cambios bioquímicos y físicos de cada uno, así como psicológicos entre los que se encuentran los pensamientos, emociones y experiencias personales, así que la solución en cada uno puede ser distinta ante el mismo tipo de problema.

A este proceso se pueden unir otros aspectos externos como hablar con personas que pasaron por algo similar para entender cómo ellos solucionaron su problema, leer libros con historias similares que nos inspiren a realizar un cambio, que, aunque nunca serán la solución, pueden ayudar a remover pensamientos estancados o a recordar que siempre hemos salido triunfantes, que nada es permanente y que todo tiene solución menos la muerte.

Habiendo analizado de una manera más científica todo lo que hace nuestra mente al solucionar un problema, parece prácticamente imposible de lograr si, además, vivimos en un ambiente hostil, lleno de ruido y estímulos agresivos, lo que nos causa estrés y bloqueos mentales, y nos hace buscar actividades evasivas y hábitos destructivos, y nos aleja cada día más de encontrar una solución verdadera a nuestro problema.

Es por eso que la meditación te da un espacio en silencio dentro de ti para lograr calmar tu mente. Una vez en calma, tu mente te guiará hasta ese momento, experiencia que te ayudará a cambiar tu forma de ver el problema y a encontrar la solución. Es por eso que controlar tus pensamientos es de vital importancia, ya que puedes sustituirlos por otros más constructivos y eliminar los que no te permitan avanzar.

Controlar tu mente, tus pensamientos te hará dueño de tu vida, te hará dueño de cualquier situación, de cualquier problema, podrás ver todo con más claridad y podrás vivir en paz ya que tú decides qué es lo que piensas.

REFLEXIÓN Y PRÁCTICA

La mente en blanco es una mente controlada, una mente con pensamientos controlados, es decir, una mente libre de pensamientos tóxicos, dañinos o inservibles. Antes de practicar la meditación o si ya comenzaste a dedicar algunos minutos a ella puedes hacer algún ejercicio de control mental durante el día o durante tu práctica para concentrar tu atención al momento presente y no a tus pendientes, preocupaciones o problemas.

Dedica veinte segundos al día a practicar el siguiente ejercicio, si lo haces en este momento mejor. Vamos a contar del 1 al 20 junto a nuestra respiración. Inhalo profundo y al exhalar cuento 1, inhalo profundo y al exhalar cuento 2, inhalo profundo y al exhalar cuento 3, y así hasta el 20. El reto es llegar al 20 sin haber tenido algún pensamiento rebelde que nos distrajo y nos sacó de la cuenta. Si de pronto te descubres pensando en la ropa que hay que lavar, en tus deudas o en cualquier otra cosa, detén el pensamiento y vuelve a empezar. Si ves que algún pensamiento quiere entrar déjalo pasar y sigue tu cuenta.

Tú decides lo que pasa por tu mente y este ejercicio es como ir al gimnasio de la mente y entrenar. ¡Las primeras veces no llegaba ni al 10! ¡Vamos, hazlo ahora, es muy divertido!

En mi página puedes encontrar audios para meditar y entrenar a tu mente.

CAPÍTULO V

DESPROGRAMACIÓN MENTAL

Había una vez dos niños que patinaban sobre una laguna helada. Era una tarde nublada y fría, pero los niños jugaban sin preocupación. De pronto, el hielo se reventó y uno de los niños cayó al agua quedando atrapado. El otro niño, viendo que su amigo se ahogaba bajo el hielo, tomó una piedra y empezó a golpear con todas sus fuerzas hasta que logró romper la helada capa, agarró a su amigo y lo salvó.

Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaban cómo lo hizo, pues el hielo era muy grueso.

—Es imposible que lo haya podido romper con esa piedra y sus manos tan pequeñas —afirmaron.

En ese instante apareció un anciano y dijo:

—Yo sé cómo lo hizo.

—¿Cómo? —preguntó alguien.

—No había nadie a su alrededor para decirle que era imposible.

Detrás de esta historia hay una gran verdad. ¿Cuántas veces hemos dejado de hacer algo solo porque nos han dicho que es imposible? ¿Quién dicta la barrera entre lo imposible y lo posible? Solo porque alguien lo intentó y no pudo lograrlo no quiere decir que no es posible.

A lo largo de los años la sociedad, nuestros padres, nuestras frustraciones nos llevan a ponernos límites mentales que nos van programando a una vida insatisfecha, reprimida y llena de arrepentimientos porque no hicimos tal o cual cosa. Lo peor de todo es que es una costumbre o pensamiento que se va pasando de generación en generación convirtiéndose, así, en una tradición familiar. ¿Cuántas veces no han escuchado: «En esta familia no se hace eso o tal cosa, nadie lo ha logrado, ¿por qué tu sí?», «Esa carrera o meta es prácticamente imposible, no pierdas tu tiempo», «El amor verdadero solo pasa en las películas y la más terrible de todas: la felicidad total no existe o solo es para la gente con dinero». ¿Les suena familiar? Desgraciadamente, hemos escuchado por lo menos un par de estos comentarios salir de la gente que nos educa o nos rodea y crecemos programados a limitar nuestros sueños y nuestra mente.

Esto no solo se aplica para las grandes proezas y no solo viene del exterior, hay gente que se autoprograma al fracaso, que se mete la idea de que no puede conducir un auto porque hay muchos accidentes y muertes, y nunca lo intenta o escuchó que a cierta edad ya no se puede aprender un idioma o instrumento y entonces se resigna a nunca intentarlo ya que se programa a no lograrlo. Los límites te los pones tú mismo, aunque alguien te diga que no se puede, depende de ti demostrarte que sí se puede o experimentar por ti mismo cuán difícil es o no tu meta.

Este es otro proceso de tu mente que debes conocer, aceptar y cambiar. Muchas veces «meditamos» y nos desesperamos ya que no logramos esa «felicidad» o «paz mental» que nos promete la meditación. Podría ser que desde antes de empezar a meditar estés programado a no lograrlo. La meditación te aquieta la mente y te ayuda a escucharte, pero requiere de un gran trabajo personal saber para qué la utilizo y qué aspectos de mi vida me puede ayudar a cambiar.

La meditación no es magia, es un intercambio de energía y sabiduría contigo mismo y con el universo. Para recibir los beneficios debes dar algo a cambio, debes ceder ante tu ego. Si estás leyendo este libro es un gran paso, ya que estás aceptando que quieres hacer un cambio en ti, que quieres conectarte con tu ser interior, y que estás dispuesto a ceder y a aceptar que debes realizar algunos ajustes en tu vida y en tu mente para poder encontrar tu lugar en este mundo y la anhelada paz interior.

Este es otro aspecto que debes tener en cuenta y que debes analizar antes de sentarte a meditar: ¿qué es lo que estoy dispuesto a ceder?, ¿qué es lo que me molesta?, ¿qué cosas quiero hacer que no he hecho porque me han programado a ello? Es necesario tener claras estas respuestas para que la mente se enfoque en encontrar las soluciones y los medios para lograr quitarte el velo y alcanzar lo imposible, para esto hay que desprogramar a la mente.

Este proceso no es tan fácil, pero claramente NO ES IMPOSIBLE.

Cuando hablo de este proceso comienzo diciendo que la mente está intoxicada, como cuando uno toma alcohol o alguien adicto a las drogas no puede controlar su cuerpo, se dice que está bajo los efectos de esto o aquello, es decir, no existe el autocontrol. Pierdes la consciencia de tus acciones y movimientos, y estás a la deriva, sin rumbo y sujeto a lo que pase a tu alrededor. Eso es lo que le pasa a la mente, se nos dice algo tan repetidamente que comenzamos a creerlo hasta convertirlo en realidad, lo volvemos parte de nuestra vida diaria y llega un punto que ya ni siquiera lo pensamos, está ahí dentro de nosotros y se ha arraigado en nuestros más profundos pensamientos. Lo más terrible es que ya ni lo cuestionamos, está aceptado y caemos en la resignación y de pronto estamos controlados por un agente externo, ya que no es un pensamiento propio, es un pensamiento insertado.

Esto pasó a lo largo de cierto tiempo durante nuestra vida y exactamente de la misma forma podemos revertirlo e insertar un nuevo pensamiento que lo sustituya y nos saque esa idea errónea.

Aquí empieza el proceso del cambio. El primer paso para cambiar un pensamiento, para desprogramarnos de una conducta aprendida sin darnos cuenta es hacerlo consciente.

La consciencia es darnos cuenta, aceptar y abrazar nuestra existencia en este planeta. Estar conscientes es estar atentos y abiertos, sentir la conexión con todo lo que nos rodea. Hacer un pensamiento consiente es darnos cuenta que lo estamos pensando y analizar qué sentimientos o emociones nos produce y aceptar qué es bueno o qué nos hace daño. Después de un análisis interno podemos encontrar esas cosas que nos hacen daño o que nos impiden ser felices. Muchas veces no es necesario indagar mucho en nuestro interior, ya que seguramente sabemos qué está mal y solo lo estamos evadiendo, aquí comienza la etapa de desfragmentación de un pensamiento.

Nos llega un pensamiento a la cabeza y nos pone inquietos, intranquilos y no nos deja concentrar ni estar en paz. De cierta forma lo ignoramos durante el día, buscando distracciones y ocupaciones que solo hacen que nuestra atención se disperse y lo único que estamos haciendo es evadirnos, pero el pensamiento sigue ahí. En la noche, en silencio llega a nosotros, nos atormenta y lo que acaba pasando es que lo metemos al subconsciente durante el sueño y pasamos una mala noche. Si no le damos un momento de «meditación» y no nos detenemos por lo menos unos minutos a analizar qué está pasando en nuestra mente y en nuestro cuerpo gracias a estos pensamientos nos atacarán como fantasmas por la noche o cuando estemos solos.

Cuando un pensamiento de esta naturaleza llega a nuestra mente y sentimos que nos produce una sensación negativa, el primer paso es detenernos un momento, detener el pensamiento, agarrarlo como si fuera un objeto y preguntarnos: ¿por qué lo estoy pensando?, ¿por qué estoy sintiendo esto?, identificarlo y hacerlo consciente.

Ya que lo tenemos agarrado y controlado lo comenzamos a desfragmentar, es decir, a separarlo en distintos pensamientos más pequeños, comenzar a ver cuáles son las partes buenas de la situación y cuáles las malas, y sobre todo sustituirlo por un pensamiento opuesto y positivo. Al hacer esto comenzamos a reducir el estrés y nos quitamos una venda de la mente que nubla nuestro pensamiento y lo obliga a generar este pensamiento. Una vez en calma, comenzamos a notar que el problema ya no es tan grave como antes y que comienza a tener una salida.

Desfragmentar, básicamente, significa quitarle al pensamiento toda la basura, el drama y la actitud de víctima que solemos añadirle gracias a nuestra naturaleza humana, ya que buscamos empatía o lástima de las demás personas para ver si encontramos una solución fácil y rápida al problema, y eso nos hace ver como una persona débil. Al notar que la solución no nos la dará nadie y comenzamos a quitarle toda esa basura al pensamiento, el problema queda solo e indefenso ante nuestra mente y nos damos cuenta de que podemos solucionarlo o, por lo menos, comenzar a buscar una solución en el momento que lo decidamos. Esto significa que estamos dejando de identificarnos con el problema.

En el diccionario hay una definición de la palabra «identificación» que me parece relevante rescatar: «Mecanismo por el que el individuo tiende a adoptar características que pertenecen a otra persona o grupo». Cuando una persona nos inspira un comportamiento o pensamiento y comenzamos a imitarlo decimos que nos estamos identificando con ella.

En palabras de Sigmund Freud la identificación es: «el proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma, total o parcialmente». Este proceso lo vivimos a lo largo de todo nuestro crecimiento y educación, y comenzamos a formar nuestro carácter a base de identificarnos con ciertos patrones que nos van insertando, ya que así lo aprendieron nuestros padres, maestros y la sociedad en general, pero los tiempos van evolucionando y nosotros vamos creciendo y tomando consciencia de nuestro entorno y ciertos patrones empiezan a no encajar en nuestra vida.

Así como nos identificamos con las costumbres de nuestros padres, de nuestra sociedad y con ciertas personas que nos hacen sentir bien, también nos identificamos con nuestros pensamientos, aún si estos no son favorables ni positivos.

Tal vez estamos viviendo una situación desfavorable y generamos un pensamiento negativo o destructivo, pero lo justificamos diciendo que nos pasa eso porque «nos lo merecemos» o porque «estamos pagando una mala acción», o tal vez porque «no tenemos suerte», o frases como «a la gente como nosotros no nos pasan esas cosas». Eso quiere decir que te estás identificado con tus pensamientos generados por tus costumbres y tu educación.

Muchas veces, nuestro problema no es tan grande pero los pensamientos periféricos generados alrededor de este problema son más graves que el problema mismo. Así que para poder encontrar una solución y cambiar nuestra perspectiva hacia el problema debemos primero eliminar estos pensamientos periféricos que solo se consideran como basura mental.

Dejar de identificarse con un pensamiento es agarrarlo y ponerlo en perspectiva, es decir, intentar verlo desde afuera, sin involucrar sentimientos, emociones ni nada que afecte su verdadera naturaleza. Para eso sirve, en ocasiones, hablarlo con alguien y pedirle su opinión, esto nos ayudará a ver que hay otras formas de ver el mismo problema, y la mejor de todas, repito, es escribir estos pensamientos en un cuaderno, sacarlos del sistema y leerlos en otra ocasión cuando no estemos tan afectados y así nos daremos cuenta de que no son tan graves o de que definitivamente no nos pertenecen y podremos, al fin, eliminarlos.

Una vez que los reconocemos, los detenemos, los sustituimos, los desfragmentamos y nos dejamos de identificar con ellos podemos comenzar el proceso de eliminación.

Este proceso requiere de voluntad y de esfuerzo, pero se puede lograr en menos de lo que piensas. Si haces esto con cualquier pensamiento negativo por mínimo que sea y lo practicas a diario, te convertirás en un experto y será más difícil que estos pensamientos ensucien tu mente, y tus «problemas» irán desapareciendo poco a poco.

Este proceso de desprogramación mental es muy efectivo y te ayudará a tomar las cosas con más calma y a enfrentar la vida con más valentía y sin miedos. Estos procesos se irán dando naturalmente con la práctica y muchas veces sin pensar mucho, solo tienes que sentarte por unos minutos a meditarlos.

RESUMEN

1. Al crecer vamos adoptando pensamientos, costumbres y limitaciones mentales que «aprendimos» del exterior, pero que al llegar a cierta edad no concuerdan con nuestro pensamiento: esto es programación mental, pensamientos insertados del exterior, no generados por mí.

2. El primer paso para cambiar un pensamiento, para desprogramarnos de una conducta aprendida sin darnos cuenta es hacerlo consciente. Hacer un pensamiento consiente es darnos cuenta de que lo estamos pensando y analizar qué sentimientos o emociones nos produce y aceptar qué es bueno o qué nos hace daño.

3. Identificación: mecanismo por el que el individuo tiende a adoptar características que pertenecen a otra persona o grupo.

4. Dejar de identificarse con un pensamiento es agarrarlo y ponerlo en perspectiva, es decir, intentar verlo desde afuera, sin involucrar sentimientos, emociones ni nada que afecte su verdadera naturaleza.

5. Una vez que los reconocemos los pensamientos negativos o que no nos pertenecen, los detenemos, los sustituimos, los desfragmentamos y nos dejamos de identificar con ellos podemos comenzar el proceso de eliminación.

REFLEXIÓN

Este proceso mental parece complicado y suena muy tardado, aquí está explicado con mucho detalle y parece que lleva semanas o años, pero no es así. El proceso en sí es muy rápido, el cambio puede llevar semanas o años si no practicas. Es como poner un guardia de seguridad en tu mente, viene un pensamiento que nos molesta y lo detenemos: ¿Ey, a dónde vas?, le pedimos su identificación, si no lo conocemos lo metemos al banquillo de los acusados y le hacemos preguntas: ¿por qué me molestas?, ¿quién te puso ahí en mi mente? Esto suena a broma, pero es real.

¿No les ha pasado que quieren hacer algo, pero piensan que sus papás, pareja, maestro o quien sea se van a molestar, decepcionar, etc.? Eso quiere decir que ahí tu conducta está condicionada por un pensamiento insertado. Ahora, ¿quiero hacerlo por rebelde? ¿O porque es mi sueño? O que alguien te pregunta: «¿Y por qué no lo haces?», y tú respondes: «Es muy difícil» o «es que somos pobres» o «es que en mi familia no es bien visto». Todas esas respuestas fueron insertadas en tu crecimiento y no son tuyas en realidad, así que eso no significa que no se puede, ¡sí se puede si tú lo deseas y crees en ello. Inténtalo, no importa lo que nadie más piense!

Cuando sientas que algo no tiene sentido o algo no concuerda con tu forma de ver la vida o con tus sentimientos… ¡cuestiónalo! No te quedes viendo, ten la fuerza de levantar tu voz y exponer tu forma de ver las cosas y hacer lo que sientas que es correcto, claro sin declarar la guerra, ni agredir a nadie. No hablo de violencia, hablo de buscar nuestro camino y darnos cuenta de si lo que pensamos es generado por nosotros o por alguien más.

¿Has dejado de hacer algo porque le va a molestar a alguien?, ¿lo hablaste con esa persona antes de decidir no hacerlo?, ¿te identificas con todas las enseñanzas de tus padres y maestros?, ¿no? Háblalo con ellos, pregunta por qué te enseñaron algo que no concuerda contigo hoy. Seguramente fue algo que pasó hace muchos años y que en esa época era lo correcto, pero hasta ellos muchas veces cambian su pensamiento. Te sorprenderían las respuestas y verás que muchas veces esos aprendizajes solo son fantasmas que rondan por tu mente y que es hora de decirles adiós.

CAPÍTULO VI

PRESENTE, PASADO Y FUTURO

Hay una antigua historia. En los días de los Upanishads había un gran rey, Yayati. Le llegó la hora de la muerte. Tenía cien años. Cuando la muerte llegó, empezó a sollozar y a llorar y a gemir. La muerte le dijo: «Esto no encaja contigo. Un gran emperador, un hombre valeroso, ¿qué estás haciendo? ¿Por qué lloras y gimes como un niño? ¿Por qué tiemblas como una hoja al viento? ¿Qué te ha sucedido?». Yayati dijo: «Tú has llegado y yo aún no he sido capaz de vivir. Por favor, dame un poco más de tiempo para que pueda vivir. He hecho muchas cosas, he luchado en muchas guerras, he acumulado mucha riqueza, he construido un gran imperio, he incrementado en mucho la fortuna de mi padre, pero no he vivido. En realidad, no me quedó tiempo para vivir... y tú has llegado.

No, es injusto. ¡Dame un poco más de tiempo!». La muerte le dijo: «Pero me he de llevar a alguien. De acuerdo, hagamos un pacto: si uno de tus hijos está dispuesto a morir por ti, me lo llevaré».

Yayati tenía cien hijos, miles de esposas. Llamó a sus hijos y les preguntó. Los más viejos no le quisieron escuchar. Se habían vuelto astutos y se encontraban en la misma trampa. Uno, el mayor, tenía setenta años. Le dijo: «Pero yo tampoco he vivido. ¿Y qué hay de mí? Al menos tú ya has vivido cien años; yo he vivido solo setenta; debería tener otra oportunidad».

El más joven, que solamente tenía dieciséis o diecisiete, se acercó, tocó los pies de su padre y le dijo: «Yo estoy dispuesto». Incluso la muerte sintió compasión por el chico. La muerte sabía que él era inocente, que no estaba versado en los caminos del mundo, que no sabía lo que estaba haciendo. La muerte susurró al oído del niño: «¿Qué haces? ¡Estúpido! Mira a tu padre. Tiene cien años y no está dispuesto a morir. ¡Y tú tienes solo diecisiete! ¡No sabes lo que es la vida!». El chico insistió: «¡Se acabó la vida! Mi padre ha llegado a los cien y todavía cree que no ha sido capaz de vivir, de modo que ¿para qué? Incluso aunque viviera cien años, sería lo mismo: es mejor dejarle vivir mi vida. Si él no ha sabido vivir en cien años, entonces todo este asunto es una tontería».

El hijo murió y el padre vivió cien años más. De nuevo, la muerte llamó a su puerta y de nuevo él empezó a llorar y a gemir. Dijo: «Me olvidé por completo. De nuevo empecé a acumular más riqueza, a expandir mi reino; y los cien años han pasado como en un sueño. Tú estás aquí de nuevo y aún no he vivido».

Pasaron mil años y llegó la muerte. Yayati estaba temblando, llorando y gimiendo. La muerte le dijo: «Ya es demasiado. Has vivido mil años y todavía dices que no has sido capaz de vivir». Yayati le dijo: «¿Cómo puede uno vivir en el aquí y ahora? Siempre estoy posponiendo: mañana y mañana. ¿Y mañana? Y de repente tú estás aquí».

El posponer la vida es el único pecado al que yo llamo pecado. No la pospongas. Si quieres vivir, vive aquí y ahora. Olvídate del pasado, olvídate del futuro: este es el único instante, este es el único momento existencial. Vívelo. Una vez que pase, no podrás recuperarlo, no podrás reclamarlo.

Si empiezas a vivir en el presente, dejarás de pensar en el futuro y no te aferrarás a la vida. Cuando vives, cuando conoces lo que es la vida, te encuentras satisfecho, saciado; tu ser, al completo, se siente dichoso. No hay necesidad de ninguna compensación. No hay necesidad de que la muerte venga al cabo de cien años y te vea temblando y llorando y gimiendo. Si la muerte llega ahora mismo, estarás dispuesto; habrás vivido, disfrutado, celebrado. Un solo instante de estar realmente vivo es suficiente; mil años de una vida irreal no son suficientes. Mil años o un millón de años de una vida que no haya sido vivida no son nada; y yo te digo que un solo instante de una experiencia vivida es una eternidad en sí misma. Estás más allá del tiempo; tocas el alma misma de la vida. Y entonces no hay muerte, ni preocupación, ni apego. Puedes abandonar la vida en cualquier instante y sabes que no dejas nada. La has disfrutado plenamente, al límite. Estás rebosante de ella; estás dispuesto.

Un hombre que está dispuesto a morir sintiéndose alegre es un hombre que realmente ha vivido. El aferrarse a la vida revela que no has sido capaz de vivir. Abrazar la muerte como parte de la vida revela que has vivido como debías. Te sientes satisfecho.

Fragmento tomado de Osho, Yoga: La Ciencia del Alma, Vol. IV

Esta historia contada por Osho en alguno de sus libros nos relata claramente lo que hacemos todos los seres humanos a los que se nos ha regalado la oportunidad de vivir, vivimos anclados al pasado o en un mundo ilusorio y falso que es el futuro, mientras el presente pasa, el tiempo pasa y cuando nos damos cuenta la vida se nos pasó de largo.

Cuando no vivimos el presente con consciencia e intensidad siempre tendremos un pasado lleno de remordimientos y sueños inconclusos y siempre estaremos esperando algo que llegará en el «futuro», ya que estamos insatisfechos con lo que somos ahora.

El hecho de vivir el presente de estar presentes en cada momento de nuestra vida nos irá creando recuerdos o un «pasado» armonioso al cual solo regresaremos para recordar una experiencia previa que nos dio un aprendizaje feliz o doloroso, para repetir lo que nos funcionó y evitar lo que nos falló y vivir nuestro presente más asertivamente. Pero volver al pasado solo será cuando nosotros lo decidamos, como un archivo al que consultaremos cuando necesitemos tomar una decisión. El pasado no es un lugar en el que debamos estar anclados viviendo ausentes nuestro presente.

Si hacemos una recopilación de nuestras vidas podremos tener la sensación de que hemos vivido varias vidas dentro de una sola, que lo que fuimos en nuestra niñez ya no lo somos cuando adultos. Las personas que se casaron hace 20, 30, 50 años no son las que están casadas el día de hoy, los que iniciaron su carrera en una universidad no son las mismas personas que se graduaron. Cada día nos hizo crecer, madurar, cambiar y día a día construimos un matrimonio, una carrera o una vida entera. No podemos tener los mismos ideales o planes que hace veinte años ya que el mundo no es igual, la gente que nos rodea no es la misma y claramente nosotros tampoco. Esto nos hace conscientes de que todo cambia, se mueve, avanza y esa es la única constante de la vida: el cambio, y es nuestra capacidad de adaptarse al cambio lo que nos ayudará a crear una vida llena de logros, sonrisas y felicidad.

Si no has aceptado los cambios en tu vida y no has evolucionado con ellos, estarás atrapado en una época que ya no existe y esto evitará que lo que vives hoy pase frente a ti sin haberlo vivido.

El perdón es una de las curas más milagrosas de esta «enfermedad» de no poder disfrutar el hoy, el dejar ir, el perdonar nos liberará de este verdugo que es el pasado y nos permitirá vivir el presente con más intensidad. Tal vez alguien nos lastimó hace unos años y hemos vivido llenos de rencor y basura mental y no nos permite avanzar. Tal vez esa persona siguió con su vida y claramente no le da importancia o tal vez sí, no lo sabemos y no importa. Lo importante aquí eres tú, lo que tú piensas, a lo que tú le das importancia. Si algo te lastima, solo te lastima a ti, a nadie más. Así que elimina ese pensamiento, perdona a los que te hicieron daño y libérate. Esto no lo haces por nadie, solo lo haces por ti, para poder seguir adelante.

Otra cosa que nos ancla al pasado es la añoranza de alguna época cuando nos sentimos felices. Esto pasa porque nuestro presente no nos satisface como está y decidimos evadirlo y nos la pasamos pensando en «la época cuando fuimos felices» o «cuando teníamos dinero» o «cuando vivía tu abuela». Esto es parte de no aceptar el cambio, de no aceptar la pérdida y de no dejar ir lo que ya no está. Todo esto nos impide ver lo que sí está, nos impide valorar lo que sí tenemos y apreciar a la gente que sí está, es decir, a aceptar nuestro presente tal cual es y realmente vivir.

Lo mismo pasa cuando vives proyectando tu vida en un futuro que no existe hoy. Me queda claro que para sentirnos vivos hay que tener una ilusión, una meta, un proyecto de vida y hacer planes; esto es útil siempre y cuando tu comportamiento y tus acciones diarias sean congruentes con tus planes. Si solo sueñas y no haces nada por lograrlo te puedes ver atrapado, de repente, en las garras del futuro ilusorio y comienzas a estar ausente de nuevo en tu vida presente.

Como en la historia de Osho, el protagonista posponía para mañana el vivir su vida mientras se concentraba en otras cosas que no le permitían vivirla a plenitud, así pasaron 100 años o 1000 años. No importa cuántos años vivas, lo que importa es cuántos años realmente los vives. Podemos vivir 85 años cronológicamente, pero solo recordamos cinco o seis momentos importantes o, tal vez, ninguno. No querrás tener esa sensación al final de tu vida, ¿o sí? Imagina pensar que no hiciste nada en 85 años, que no te sientas satisfecho de nada, que no exista algo que puedas rememorar al final de tu vida. Muchas veces esto sucede porque siempre estuvimos esperando a que algo pasara o eso creímos, y todo lo que pasó en 85 años, que seguro fue bastante, no estuvimos ahí o no le dimos importancia porque estábamos pensando o esperando algo que nunca llegó.

¿Tienes un sueño, una meta? Pues entonces dedícate a hacerlo realidad, que el sueño sea tu motor, pero no te quedes atrapado en él. ¿No funcionó? Vuélvelo a intentar de otra forma, en otro lado, con otras personas, después de un tiempo, pero no te quedes lamentándote de que no lo hiciste. Si después de un tiempo ya no te mueve igual y te sientes desanimado, busca otro sueño, otra motivación, otro motor. Como bien dicen: «La vida es el viaje, el trayecto, no el destino». Es más memorable toda la anécdota de cómo lograste un sueño, de cuánto trabajaste, de todo lo que hiciste para lograrlo, que el logro mismo.

Una de las maravillosas ventajas y beneficios de la meditación es que nos ayuda a disfrutar del momento presente con más intensidad. Cuando hacemos consciente lo que somos hoy, lo que tenemos hoy, y lo aceptamos y lo abrazamos, podemos vivir más intensamente nuestra vida.

Si vivimos conscientes y presentes el hoy, tendremos un pasado armonioso que solo nos hará sonreír y un futuro paciente y bien planeado al que no tendremos prisa por llegar.

Hay otra famosa frase que usaré para cerrar este capítulo: «Vive cada día como si fuera el último día de tu vida» y así cada día. Como se menciona en la historia de Osho, cuando vives plenamente cada segundo y aceptas y agradeces tu realidad, estarás tranquilo y no tendrás miedo de dejar este mundo, ya que lo que has vivido hasta ahora fue vivido plenamente y no te arrepientes de nada y no tendrás pendientes que resolver que te hagan aferrarte a la vida sin razón. Así que vivamos nuestra vida conscientes, plenos y entregados para que el día que nos toque abandonar este mundo lo hagamos tranquilos, satisfechos y con una sonrisa en el rostro.

No podemos saber cuándo vamos a morir, puede ser dentro de cincuenta años, puede ser mañana, ¿por qué esperar más tiempo para reconciliarme con esa persona o conmigo mismo?, ¿por qué esperar a cierta fecha para ir a ese lugar especial?, ¿por qué esperar más días para decirle a esa persona que la amas?, ¿por qué seguir dejando tu vida pasar?, ¿por qué esperar más para empezar a vivir?

CAPÍTULO VII

APEGO Y EXPECTATIVA

Decidí hablar de estos dos conceptos juntos, apego y expectativa, ya que las considero dos de las principales razones de la infelicidad del ser humano y son dos de las más grandes «enfermedades» de nuestro tiempo y si entendemos qué son y cómo trabajan en nosotros, tal vez podremos llegar a dominarlas en lugar de que ellas nos dominen a nosotros.

Estos dos conceptos también son parte de la gran basura mental que debemos desechar o que podemos trabajar con la meditación.

Primero vamos a definirlos. El apego hacia una persona se define como una vinculación afectiva intensa, duradera, de carácter singular, que se desarrolla y consolida entre dos personas por medio de su interacción recíproca y cuyo objetivo más inmediato es la búsqueda y mantenimiento de proximidad en momentos de amenaza, ya que esto proporciona seguridad, consuelo y protección.

Esta definición tomada de Wikipedia es simple pero muy completa a la vez. La primera parte habla de una vinculación afectiva intensa, ya sea que nos enamoramos de alguien o simplemente hablamos del amor de una madre o un familiar. Después habla de una interacción recíproca, generalmente es una interacción igualitaria de las dos partes, se acostumbran una a la otra, se necesitan y se procuran. En la segunda parte se habla de un objetivo inmediato en esta relación que es buscar seguridad, consuelo y protección.

El apego como tal es un fenómeno de comportamiento natural, no tiene por qué ser siempre negativo, simplemente es sentir una afinidad por algo o por alguien, y esto nos hace agruparnos y querer voluntariamente estar cerca de alguien porque nos aporta y nos hace sentir bien, igualmente con alguna actividad o algún lugar. Si no se cumplen estas condiciones entonces no es un apego positivo, si confundimos el amor con posesión o el querer estar juntos al deber estar juntos, a obligaciones más que voluntades entonces el apego se convierte en algo negativo.

Como vemos, en ningún momento en la pasada definición se habla de amor, ya que el apego y el amor generalmente no se incluyen ni se comparan; muchas veces el apego nos lleva a una necesidad enfermiza y a sentimientos negativos como los celos o la posesión, y eso destruye la relación. Al final siempre se habla de que el amor debe ser libre.

El apego no solo se produce hacia las personas, también podemos crear apego a los objetos, lugares, rutinas o circunstancias. Aquí la definición de apego puede cambiar un poco ya que la interacción entre las partes no es igualitaria, solo tú interactúas con el objeto o situación, los cuales simplemente existen inconscientes e inertes. Teóricamente, es más fácil deshacerse de este tipo de apegos ya que solo depende de ti. En cambio, con una persona se da un intercambio de opiniones y un diálogo que generalmente dificulta o retrasa el proceso.

El apego normalmente se crea en base a la frecuencia con la que se interactúa con esta persona, objeto o situación. A muchos padres e hijos les es difícil separarse al momento de casarse o de irse a la universidad, ya que desde que nació el hijo no se han separado realmente, o cuando debes dejar una casa donde creciste o donde llevas años viviendo, el cuerpo siente cierta tristeza o nostalgia producida por el apego, el cual no es más que costumbre y miedo o incertidumbre de lo nuevo.

El apego es algo natural en el ser humano, al nacer en una familia estamos apegados a ella naturalmente, pero es la convivencia y la interacción la que fortalece los lazos del apego o los debilita. El apego siendo algo natural no tiene que ser algo negativo si se entiende, sentimos afinidad y ganas de estar con ciertas personas que queremos o que procuramos y eso es bueno, ningún ser humano por naturaleza debe estar solo, ya que somos seres naturalmente sociables y tendemos a agruparnos. Pero cuando el apego se convierte en posesión es cuando comienza a producir sentimientos negativos en ambas partes.

Algunos padres o parejas tienden a confundir el sentimiento afectivo con pertenencia física, la pertenencia existe ya que claramente descendemos de nuestros padres, fuimos creados por ellos y claramente tenemos un lazo afectivo y energético, pero no físico. Asimismo, con la pareja: la hemos elegido libremente y tal vez decidimos casarnos y firmar un papel, pero aún así, no nos pertenece. Los hijos, la pareja, la mascota o cualquier persona con la que elegimos estar, y tal vez procuramos o mantenemos, no nos pertenece por el simple hecho de haberla ayudado a crecer o por pagarle las cuentas o por firmar un papel ante notario. Así que si comenzamos a restringir su libertad sin razón y les prohibimos hacer cosas o simplemente no los dejamos ser como quieren ser porque nos creemos sus dueños, entonces el apego se ha convertido en algo negativo y para resolverlo hay que trabajar en ello antes de que sea tarde y las personas se alejen de nosotros.

Existen casos donde sucede lo que acabo de decir y las personas nos dejan. Nuestra pareja se va, nos engaña, nos divorciamos, los hijos deciden alejarse de los padres, muchas veces son cuestiones ajenas al apego, pero otras el apego enfermizo tiende a ser el culpable y lo que necesita una relación enferma es distancia. La distancia física es la manera más efectiva para ponerle fin definitivamente a una situación así, pero el apego es un sentimiento interno, así que, aunque la persona no está ya, el «dolor» que sentimos es el apego aferrado a nuestra mente. Nada más. Frases como «me falta el aire si no estás», «sin ti no puedo vivir», «no sé qué haré sola» y miles más como estas solo están generadas por una mente cegada, por un apego negativo «avanzado». Estamos acostumbrados a esa persona, muchas veces hemos perdido nuestra propia identidad y nuestros propios anhelos por estar con alguien o nuestros padres no nos permiten hacer nada así que no sabemos cómo reaccionar cuando rompemos con eso. Nuestra mente entra en pánico y genera frases como estas. Pero… ¿saben algo? Es lo mejor que les puede pasar.

Personalmente, sufrí unos cuantos momentos como este, la primera ruptura es dolorosa, la segunda es un poco menor y de pronto entiendes que todo «puede» terminar en algún momento; eso no quiere decir que no debo entregarme al máximo a cada relación o momento. Al contrario, pero vas aprendiendo a lidiar con esas emociones de pérdida y puedes controlar mejor tu mente y no generar frases autocompasivas y deprimentes que lo único que hacen es hundirte en un hoyo que ni siquiera existía.

El apego es parecido a una adicción, al tabaquismo, a las drogas, al alcoholismo, es comparable ya que nos cuesta trabajo acabar con ellos cuando nos damos cuenta de que nos causan daño, ¡solo que en este caso es más fácil! En los casos de adicciones con sustancias tu cuerpo está intoxicado y te pide la sustancia, ya que así lo has acostumbrado y al intentar dejarlo tu cuerpo sufre modificaciones y tu mente te condiciona a recaer. Al final es todo un juego de la mente. En el caso del apego a las personas es como si nos volviéramos adictas a ellos, dependemos de ellos en muchas cosas y sentimos que si nos alejamos estaremos perdidos. Solo es un juego de la mente también, estamos acostumbrados a ellos: a una rutina, a ciertas frases, olores, reacciones y si se acaba nos sentimos perdidos.

Y, bueno, ¿qué tiene que ver todo esto con la meditación? Si te encuentras en un cuadro de apego negativo, la meditación puede servirte para entender qué pasa dentro de ti, a analizar qué es lo que genera estos sentimientos y tal vez también nos ayudará a romper con él. Muchas veces el miedo a «perder» a una persona hace que nos aferremos más a ella, no queremos que nos deje y entonces la encerramos en una jaula de oro. Como les dije anteriormente, si no quieres que alguien se aleje de ti, hazle saber que es libre, bajo ese efecto de «libertad» la persona siempre estará cerca de ti porque sabe que puede contar contigo y no se siente amenazada. Solo es cuestión de respetar y dejar libre a la persona que quieres, ese es el mejor regalo y apoyo que puedes darle a alguien. Cuanto más lo dejes libre y lo dejes ser, más cerca estará de ti.

Medita, en silencio, escucha qué sientes por esa persona. ¿Es realmente amor o simplemente no quieres estar solo? La meditación también te ayuda a aclarar la mente respecto a tus sentimientos y muchas veces puedes salvar una relación o simplemente evitar muchos años de infelicidad.

Viaje al centro de tu ser

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