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La Doctrina de la Elección

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Efesios 1:4 establece una de las afirmaciones más claras de lo que se conoce como la doctrina de la elección. Esta doctrina toma su nombre de la palabra griega eklektos, cuya forma verbal se traduce aquí como “él elige”. Cuando elegimos a un candidato, le escogemos a él o a ella para un oficio público. De igual manera, Dios elige un pueblo para sí mismo que sea salvo para la gloria a través de la sangre de Jesucristo.

Este versículo y su doctrina enseñan que todas las bendiciones que gozamos como cristianos están basadas en la elección soberana de Dios que tuvo lugar en la eternidad pasada, mucho antes que hubiéramos nacido, e incluso antes de la Creación misma. He aquí el fundamento sobre el cual descansa la salvación de cada creyente: la elección de nosotros libremente y por gracia por parte de Dios mismo. Este es el fundamento más fuerte y firme posible –el propósito eterno de Dios mismo– y es sobre este fundamento que Pablo habría basado nuestra esperanza de salvación. Juan Calvino, quien es conocido por haber enseñado esta doctrina, escribe:

“Habiéndonos Dios escogido antes que el mundo tuviera su curso, debemos atribuir la causa de nuestra salvación a su bondad libre; debemos confesar que no nos tomó para que seamos Sus hijos, por causa de ningún mérito por nuestra parte; porque no tenemos nada para recomendarnos a nosotros mismos para recibir Su favor. Por consiguiente, debemos poner la causa y fuente de nuestra salvación en Él sólo, y basarnos nosotros mismos en esto”.1

¿Cuándo tuvo lugar nuestra elección? Pablo dice que fuimos elegidos por Dios “antes de la fundación del mundo”. ¿Cómo fuimos elegidos? Pablo responde que fuimos elegidos “en Él”, es decir, en Cristo. Tal vez la mejor manera de entender esta verdad es meditar en el pacto eterno del que se habla en la Biblia. Juntamente con Dios el Padre y Dios el Espíritu Santo, Dios el Hijo existía en la eternidad pasada, mucho antes que asumiera nuestra carne y estuviera acostado en el pesebre de Belén. La Biblia da amplio testimonio de que hubo un pacto, o acuerdo, en la eternidad entre Dios Padre y Dios Hijo, establecido en el consejo anterior a la Creación. Hebreos 13:20 habla del “pacto eterno”. Jesús menciona en su oración en la noche de su arresto: “Padre… te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese” (Juan 17:4). De igual manera, Pedro habla de Cristo como el “cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo” (1 Pedro 1:19-20). Apocalipsis 13:8 llama a Cristo el “Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo”.

Estas descripciones nos muestran que aun en la eternidad Dios estaba tratando con el problema del pecado y de los pecadores. Su gracia para salvación se extiende atrás hasta las profundidades infinitas antes del tiempo. La elección es en la sangre de Cristo, puesto que Dios conoció de antemano y ordenó no sólo que nosotros existiéramos sino que necesitaríamos redención de nuestro pecado; al escogernos como pueblo para sí, Él también ordenó los medios necesarios, a saber, el derramamiento de la sangre inocente de Cristo.

Los teólogos hablan de este consejo eterno como el pacto de redención. Dios Padre puso una obligación a Dios Hijo a favor de su pueblo elegido de antemano. El Hijo aceptó voluntariamente esta obligación, a saber, que tomaría su causa y moriría por ellos en la cruz. En pago de ello, el Padre le prometió la salvación de todos los elegidos, aquellos que fueron escogidos en la eternidad para vida eterna como su pueblo, su desposada.2

La doctrina de la elección cita este conjunto de propósitos de Dios en Cristo como la causa de nuestra salvación individual. “¿Por qué uno es cristiano?”, preguntamos. Se podría contestar: “Porque creyó al evangelio”. Esta es una verdad esencial. Pero continuamos preguntando: “¿Por qué él creyó mientras que otros no lo hicieron? ¿Es porque algos cristianos sean más espirituales, que sean en alguna manera mejores, que haya algo en ellos que los capacita para creer, mientras que otros oyen el mismo mensaje y no lo hacen?” La Biblia responde: “¡No! No es por nada en ellos, sino por causa de algo en Dios, a saber, Su elección eterna y soberana de aquellos individuos para que sean Suyos a través de la fe en Jesucristo.”

Estas son buenas noticias para todos los que creen, porque aquí se halla el fundamento de su salvación: no algo que estuviera en usted, pues tan débil y cambiante, tan contradictorio en sus afectos, tan inconstante en su fe, sino en la elección soberana e inmutable de Dios mismo desde la eternidad pasada. Él “nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo”.

Elección y predestinación, ¿qué significan?

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