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UN MOMENTO
DE CAMBIO

Aunque el amor puede ser el sentimiento más emocionante y enriquecedor, hay veces en las que nuestras inseguridades nos sabotean. Eso le pasó a una vecina durante su primera relación de pareja, la primera formal que tuvo en su vida.

Al principio, todo era perfecto: lo veía como el hombre más maravilloso y sentía mariposas en el estómago. Sin embargo, un año después de haber comenzado a salir, ella tuvo que mudarse a Canadá y él a Estados Unidos. A pesar de la distancia, los dos lograron mantener la relación, pero al regresar a México las cosas cambiaron porque ella sentía a su pareja más distante. Y fue en ese momento cuando aparecieron las inseguridades. Ella empezó a hacer todo en torno a él. Por ejemplo, si sus amigas la invitaban a salir, les decía que no esperando que su novio le hablara y le propusiera un plan.

Además de la presión que sentía en su vida de pareja, los estudios también la preocupaban. En ese entonces iniciaba la universidad, pero le costaba concentrarse porque le aterraba la idea de no cumplir en sus clases. Lo mismo le pasaba con su familia y sus amigos, sentía que los descuidaba por esperar siempre la respuesta de su pareja.

¿Qué crees que sucedió? Él la sentía distinta. Los celos, la inseguridad y la falta de autenticidad que ella proyectaba le hacían pensar que no era la misma chica de la que se había enamorado. Como él estaba en un momento de transición y era muy joven, cuando observó que mi amiga proyectaba tal inseguridad, necesidad de afecto y vacíos decidió terminar la relación porque sintió mucho desencanto.

Después de eso, ella colapsó. Sumado a las preocupaciones por su familia, sus amigos y la escuela, se sentía destruida porque toda su motivación había girado en torno a su relación. Había creado un gran apego emocional hacia su pareja y, así de fácil, se había terminado. Como ya no tenía novio, dejó de hacer ejercicio y llenaba su vacío con cosas banales que la distraían pero que no la ayudaban a creer en ella.

El tiempo pasó y se acostumbró a una vida gris. Hasta que un día su mayor miedo se hizo realidad: su expareja estaba saliendo con otra chica. En ese momento tocó fondo: se encerró en su cuarto un fin de semana entero y lloró como no lo había hecho desde el primer día. Ese fin de semana comprendió que para caminar más ligera por la vida tenía que soltar todas las preocupaciones que la hacían sentir insegura y volteó a verse a sí misma. No entendía cómo había ganado tanto peso si siempre había disfrutado mucho salir a correr.

Los duelos de pareja nunca son fáciles, pero más que amor, lo que ella había creado era un gran apego emocional. Cuando lo entendió, supo que el siguiente paso era enamorarse de ella misma. Empezó por consentirse realizando actividades que la hacían sentir mejor persona. Con ejercicio y una buena alimentación, recuperó el cuerpo que le gustaba tener. Volvió a salir con amigos y descubrió que podía pasar momentos agradables y divertidos sin la necesidad de una pareja. Desde entonces, cada cosa que comenzaba lo hacía por y para ella.

Muchos años después se encontró de nuevo con su expareja, la que le había roto el corazón. Tuvieron un encuentro muy especial, hablaron por horas. Al final de la noche, él la miró y le dijo que se parecía mucho a esa mujer auténtica de la que se había enamorado años atrás. Claro, ella sabía muy bien cuál había sido su gran aprendizaje: todo lo interno lo proyectamos y transmitimos, por eso hay que trabajar en amarnos primero a nosotros para así poder amar a los demás.

Detente, ¿cómo va tu vida?

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