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Hijos pródigos: esperanza y ayuda para los padres

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terrada. Traicionada. Avergonzada. Enojada. Deshonrada. Inútil. Triste. Sin esperanza”. Esas fueron las palabras que mi amiga Diana usó cuando se enteró de que su amada hija de veinte años estaba en una relación lesbiana.

Creo que esas descripciones no solo capturan la experiencia de esta mamá cristiana, sino también las distintas experiencias de muchos padres y madres cristianos cuyos hijos o hijas han escogido un estilo de vida homosexual o han comenzado a tomar medidas para cambiar de género. Si tu hijo ha escogido este camino, imagino que las palabras de Diana capturan tu experiencia y la de los miembros de tu familia.

Pero hay otras formas en las que un hijo o una hija adultos pueden apartarse de la formación cristiana que han recibido. Tal vez tu hijo ha seguido un camino insensato de autonomía que ha resultado en adicción al alcohol o a las drogas. Se ha ido de casa persiguiendo sus propios deseos, y ha terminado envuelto en comportamientos autodestructivos. Las deudas, el desempleo y la violencia ahora lo persiguen, mientras que la posibilidad de que termine viviendo en la calle o con cargos criminales y en prisión es latente.

O tal vez tienes una hija cuyo estilo de vida exterior parece mucho más sano y estable. Parece emocionalmente equilibrada. Ella se la lleva bien con sus amigas, tiene una relación con un hombre respetable y funciona de manera productiva en su carrera legal. Pero hace todo esto, y muchas cosas más, sin el Jesús del cual le enseñaste consistentemente. Ella está perdida, “sin Cristo, …sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Efesios 2:12).

O tal vez tu hijo o hija ha cometido un crimen, se ha unido a una secta, o ha dejado embarazada a alguien o quedado embarazada sin casarse, y no tiene ningún remordimiento.

Podemos multiplicar los escenarios de hijos adultos que se apartan del Señor. Exteriormente son diferentes, pero interiormente contienen la misma dinámica de raíz. El asunto en esencia es simple, aunque desgarrador: dos personas a quienes amamos profundamente —nuestro hijo y nuestro Salvador— están separadas la una de la otra. Nosotros anhelamos que estas dos personas que tanto apreciamos caminen juntas en una relación de unidad salvífica. Nuestra angustia surge cuando nuestro amado hijo o hija se aparta de la fe cristiana, la fe que nosotros mismos abrazamos y que le enseñamos y mostramos. Nosotros ansiamos lo mejor de Dios para nuestros hijos, y anhelamos que ellos sigan a Cristo, pero nosotros y los demás miembros de nuestra familia nos sentimos afligidos por las decisiones de estos hijos.

La buena noticia para ti es que Dios promete acercarse para ayudarte a afrontar estas dificultades y navegar estas aguas turbulentas. Él entiende los desafíos que enfrentas, y Su Palabra te da esperanza. Comencemos identificando las luchas -esas luchas que Dios comprende totalmente y nos ayuda a enfrentar.

Hijos pródigos

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