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CAPÍTULO UNO
Los diez mandamientos y el cristiano
ОглавлениеDr. Richard C. Barcellos1
Introducción
El tema de este capítulo es muy relevante en nuestros días. Es relevante debido a la confusión cultural en cuanto a los asuntos morales. Es bastante obvio, para la mente entrenada bíblicamente, que estamos en medio de una crisis moral. Muchos están llamando buenas a cosas que no hace mucho tiempo la mayoría concordaba en que eran muy malas y vergonzosas. Ya sea el así llamado derecho de la mujer para matar a un ser vivo en el vientre, o la supuesta libertad para la actividad sexual fuera del matrimonio, o la agenda homosexual, o la falta de respeto y el rechazo hacia las autoridades impuestas por Dios (comenzando con los padres en el hogar), existe una obvia confusión en nuestros días respecto a lo que es bueno y lo que es malo.
Una de las razones para esto es que al parecer no podemos ponernos de acuerdo en cuanto a la base para determinar lo que es correcto e incorrecto. Algunos piensan que lo que es bueno hoy puede ser malo mañana, dependiendo de la opinión pública. No existe un estándar moral fijo que no cambie y se aplique a todos en todas las circunstancias posibles. Esto se basa en una teoría del relativismo ético. Cada uno se adaptan al contexto ético en el que vive. El poder otorga el derecho. Otros piensan que lo que es bueno para mí puede ser malo para ti. De nuevo, no hay un estándar moral fijo que aplique para todos en todas las circunstancias posibles. Esto se basa en una teoría de la autonomía ética. Cada uno hace lo que le parece correcto.
Pero también existe confusión eclesiástica sobre este tema. Antes de castigar y condenar al mundo por su relativismo ético y autonomía ética (algo que no debería sorprendernos en absoluto, si estamos leyendo nuestras Biblias), debemos reconocer que existe también confusión sobre este asunto en muchos círculos de la iglesia cristiana. Incluso la iglesia no puede ponerse de acuerdo en cuanto al fundamento para determinar lo bueno y lo malo. Aquí hay algunas cosas que probablemente has escuchado con anterioridad. “Queremos hacer lo que Jesús hizo y dijo, no lo que Moisés ordenó”, como si Moisés no hubiera ordenado lo que Dios ordena. “No estamos bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). ¿Significa eso que no existen mandamientos para la vida cristiana o que estos solo se encuentran en el Nuevo Testamento? “No necesito un código externo que me diga qué hacer. No necesito mandamientos. Tengo al Espíritu Santo”. ¿Entonces por qué necesitamos una Biblia? Incluso algunos podrían decir, “No estoy bajo la ley de Moisés, sino bajo la ley de Cristo. Las dos no son iguales”.
Hay muchos desafíos para los predicadores y maestros de la Palabra de Dios cuando abordan el tema de la validez de la ley moral de Dios para el creyente en Cristo. Algunos dicen que no existe una ley moral de Dios o una ley de Dios que permanezca sin cambios después de la venida de Cristo. Y tenemos además ese molesto asunto del cuarto mandamiento, el del día de reposo. Como Alistair Begg dijo: “… nada ilustra más el desafío al tratar con la permanencia de la ley de Dios que el triste estado del día del Señor en el evangelicismo contemporáneo”.2
Este es un tema importante y muy relevante. ¿Debe el creyente en Cristo obedecer leyes reveladas en la Biblia antes de que se conformara el Nuevo Testamento (especialmente los Diez Mandamientos) y, si debe hacerlo, sobre qué base? ¿Cuál es la relación del creyente con los Diez Mandamientos? ¿Deben los creyentes obedecerlos–todos los diez?
Antes de iniciar nuestro estudio, me gustaría ofrecer algunas aclaraciones. Quiero establecer claramente que la ley no tiene poder para justificar. Puede señalar nuestro deber, pero no puede impulsarnos a obedecer perfecta y perpetuamente, y tampoco puede lidiar con nuestra culpa. Esa es la tarea del evangelio. Así mismo, quiero decir muy claramente que la ley no tiene poder para santificar. Puede señalar nuestro deber, pero no puede impulsarnos a obedecer. Esa es la tarea del Espíritu Santo. La ley puede decirnos cómo se ve la santidad, pero no puede hacernos santos. Finalmente, este estudio no pretende resolver todos los asuntos relacionados con este tema. Nos enfocaremos solo en esta pregunta:
¿Debería el cristiano obedecer todos los Diez Mandamientos? Como podrás inferir, mi respuesta a esa pregunta es sí. Antes de abordar este tema, algo de perspectiva histórica puede ser de ayuda.
Una perspectiva histórica
La reforma del siglo XVI fue testigo del lugar vital que los Diez Mandamientos tienen en la ética cristiana. Juan Calvino dijo: “Ahora esa ley interna, que arriba hemos descrito como escrita, incluso grabada, en los corazones de todos, en cierto sentido afirma las mismas cosas que debemos aprender de las dos Tablas”.3 Calvino “consideraba la ley revelada en los Diez Mandamientos como una adaptación especial de la ley natural de los judíos”.4 Él sostenía claramente que, por naturaleza, los gentiles sin revelación especial poseían un conocimiento general del Decálogo,5 aunque oscurecido por el pecado.6 La postura de Calvino solía ser común entre predicadores y teólogos prominentes. Tristemente, ya no es así hoy en día.
A mediados del siglo XX, un movimiento entre los círculos académicos buscó reemplazar la ley en la vida cristiana por el amor. La ley bíblica fue desechada de la ética cristiana y reemplazada por un concepto nebuloso de amor definido por uno mismo. De acuerdo con esta perspectiva, el corazón se convierte en ley para sí mismo. Juan Murray, gran teólogo reformado del siglo XX, declaró:
En su insistencia sobre el amor, ellos han puesto el amor en oposición a la ley. Tenemos que recordarles con un énfasis equilibrado que el amor es el cumplimiento de la ley. No es el amor en oposición a la ley, sino el amor cumpliendo la ley. Lo que nuestros apóstoles modernos del amor realmente quieren decir es todo lo opuesto a esto: ellos se refieren a que el amor cumple sus propios edictos, que el amor no solo cumple, sino que también es la ley cumplida, que el amor es un ente autónomo, que se instruye y dirige a sí mismo, que no solo impulsa a hacer lo correcto, sino que también nos dice qué es lo correcto.7
Murray tiene razón. En la Biblia, el amor cumple la ley, no la evita. Romanos 13:10 dice: “…el cumplimiento de la ley es el amor”.8 De forma similar, 2 Juan 1:6 dice: “Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos”. No hay una dicotomía entre la ley y el amor en la Biblia. No son enemigos, sino amigos. El problema entre nosotros y la ley no es que la ley no sea amor. El problema reside en nosotros. Nosotros no amamos como debemos.
Este capítulo está dedicado al lugar de los Diez Mandamientos en la vida cristiana. Mientras consideramos este tema, analizaremos la posición de la Segunda Confesión de Fe de Londres (2ª CFL) para proveer un contexto histórico y teológico para la discusión. Después, y más importante aún, observaremos la Biblia, la Palabra escrita de Dios, nuestra única fuente de autoridad infalible. Finalmente, lidiaremos con algunas objeciones y estableceremos algunas conclusiones prácticas. Espero que nuestro estudio contribuya a una comprensión adecuada del lugar de los Diez Mandamientos en la vida del creyente.
Posturas de las confesiones9
La teología de la Confesión concerniente a los Diez Mandamientos comienza en la creación (2ª CFL 4). Sin embargo, la primera mención explícita de los Diez Mandamientos no se encuentra en el capítulo de la creación, sino en el capítulo de la ley de Dios (2ª CFL 19:2). Por tanto, utilizaremos el capítulo 19, De la ley de Dios, como guía para examinar la teología de la Confesión concerniente a los Diez Mandamientos. Surgirán cuatro temas que funcionarán como esquema para nuestro estudio de la Confesión: 1. Los Diez Mandamientos y la creación; 2. Los Diez Mandamientos y el Sinaí; 3. Los Diez Mandamientos y los cristianos; y 4. Los Diez Mandamientos y los no cristianos.
1. Los Diez Mandamientos y la creación
En el capítulo 19 de la Confesión encontramos lenguaje que afirma que la función de los Diez Mandamientos antecede al Monte Sinaí y al otorgamiento de la ley al Israel del Antiguo Pacto. El lenguaje utilizado en la Confesión es el siguiente:
Dios dio a Adán una ley de obediencia universal escrita en su corazón (2ª CFL 19:1).
La misma ley que primeramente fue escrita en el corazón del hombre continuó siendo una regla perfecta de justicia después de la caída; y fue dada por Dios en el monte Sinaí, en Diez Mandamientos, y escrita en dos tablas; los cuatro primeros mandamientos contienen nuestros deberes para con Dios, y los otros seis, nuestros deberes para con los hombres (2ª CFL 19:2). Además de esta ley, comúnmente llamada ley moral… (2ª CFL 19:3).
La ley moral obliga para siempre a todos, tanto a los justificados como a los demás, a que se la obedezca; y esto no solo en consideración a su contenido, sino también con respecto a la autoridad de Dios, el Creador, quien la dio. Tampoco Cristo, en el evangelio, en ninguna manera cancela esta obligación, sino que la refuerza considerablemente (2ª CFL 19:5).
Algunas observaciones son necesarias aquí para nuestro propósito. Primero, notemos que la Confesión afirma que a Adán se le dio una “ley de obediencia universal escrita en su corazón” (2ª CFL 19:1). El capítulo 4 de la Confesión, De la creación, afirma que Adán y Eva tenían “la ley de Dios escrita en sus corazones” (2ª CFL 4:2; comparar también con 4:3 “la ley escrita en sus corazones” y 6:1 “la ley bajo la cual habían sido creados”).
Segundo, esta ley, escrita en el corazón de Adán, permaneció en el hombre después del pecado de Adán y funcionaba “una regla perfecta de justicia después de la caída” (2ª CFL 19:2).
Tercero, “la misma ley que primeramente fue escrita en el corazón del hombre… fue dada por Dios en el monte Sinaí, en Diez Mandamientos…” (2ª CFL 19:2).
Cuarto, esta ley es llamada ley moral10 y es aplicable a todos los hombres —salvos y perdidos— porque todos los hombres tienen al menos una cosa en común—fueron creados a la imagen de Dios. La Confesión afirma: “La ley moral obliga para siempre a todos… respecto a la autoridad de Dios, el Creador” (2ª CFL 19:5).
2. Los Diez Mandamientos y el Sinaí
Las afirmaciones de la Confesión respecto a los Diez Mandamientos y el Sinaí son muy claras.
La misma ley que primeramente fue escrita en el corazón del hombre continuó siendo una regla perfecta de justicia después de la caída; y fue dada por Dios en el monte Sinaí, en Diez Mandamientos, y escrita en dos tablas; los cuatro primeros mandamientos contienen nuestros deberes para con Dios, y los otros seis, nuestros deberes para con los hombres (2ª CFL 19:2).
Además de esta ley, comúnmente llamada ley moral, agradó a Dios dar al pueblo de Israel leyes ceremoniales… (2ª CFL 19:3).
Dios también les dio a los israelitas diversas leyes civiles… (2ª CFL 19:4).
Cuatro observaciones nos ayudarán en este punto. Primero, “la misma ley que primeramente fue escrita en el corazón del hombre” (2ª CFL 19:2) por el dedo creador de Dios fue entregada por el dedo redentor, histórico y revelador de Dios en el Monte Sinaí.11 Es importante notar que es la misma ley revelada de formas diferentes.
Segundo, esta ley “fue dada por Dios en el monte Sinaí, en Diez Mandamientos…” (2ª CFL 19:2; énfasis mío). La forma en que Dios eligió revelar esta ley fue “en Diez Mandamientos” (2ª CFL 19:2). Esto es importante. La esencia de la ley es la misma, aunque la forma pueda diferir.
Tercero, esta ley, “dada por Dios en el monte Sinaí, en Diez Mandamientos…” (2ª CFL 19:2) es “comúnmente llamada ley moral” (2ª CFL 19:3).
Cuarto, los Diez Mandamientos jugaron un papel único y central en la vida de Israel en el Antiguo Pacto. “Además de esta ley, comúnmente llamada ley moral, agradó a Dios dar al pueblo de Israel leyes ceremoniales…” (2ª CFL 19:3). “Dios también les dio a los israelitas diversas leyes civiles…” (2ª CFL 19:4). Las “leyes ceremoniales”12 y las “leyes civiles”13 son consideradas como suplementarias a los Diez Mandamientos. Por tanto, la Confesión considera que los Diez Mandamientos funcionan como una ley especialmente revelada para el Israel del Antiguo Pacto y, al mismo tiempo, como una forma especialmente revelada de la ley natural,14 que está escrita en el corazón de todos los hombres (2ª CFL 4:2-3; 6:1; 19:1, 2, 3, 5, 6).
3. Los Diez Mandamientos y los cristianos
La postura de la Confesión con respecto a los Diez Mandamientos y los cristianos también es muy clara.
La ley moral obliga para siempre a todos, tanto a los justificados como a los demás, a que se la obedezca; y esto no solo en consideración a su contenido, sino también con respecto a la autoridad de Dios, el Creador, quien la dio. Tampoco Cristo, en el evangelio, en ninguna manera cancela esta obligación, sino que la refuerza considerablemente (2ª CFL 19:5).15
Considera estas observaciones. Primero, la Confesión contempla los Diez Mandamientos como aplicables a los cristianos debido a su contenido. “La ley moral16 obliga para siempre a todos, tanto a los justificados como a los demás… no solo en consideración a su contenido…” (2ª CFL 19:5).
Segundo, la Confesión contempla los Diez Mandamientos como aplicables a los cristianos debido a que son criaturas. “La ley moral obliga para siempre a todos, tanto a los justificados como a los demás, a que se la obedezca; y esto no solo en consideración a su contenido, sino también con respecto a la autoridad de Dios, el Creador” (2ª CFL 19:5).
Tercero, la Confesión contempla los Diez Mandamientos como aplicables a los cristianos debido a que pertenecen a Cristo. “Tampoco Cristo, en el evangelio, en ninguna manera cancela esta obligación, sino que la refuerza considerablemente” (2ª CFL 19:5). Claramente, los Diez Mandamientos, de acuerdo con la Confesión, tienen un lugar único en la vida cristiana.
4. Los Diez Mandamientos y los no cristianos
Finalmente, la postura de la Confesión respecto a los Diez Mandamientos y los no cristianos también es muy clara.
La ley moral obliga para siempre a todos, tanto a los justificados como a los demás, a que se la obedezca; y esto no solo en consideración a su contenido, sino también con respecto a la autoridad de Dios, el Creador, quien la dio. Tampoco Cristo, en el evangelio, en ninguna manera cancela esta obligación, sino que la refuerza considerablemente (2ª CFL 19:5).
Considera estas observaciones. Primero, la Confesión contempla los Diez Mandamientos como aplicables a los no cristianos debido a su contenido. “La ley moral obliga para siempre a todos, tanto a los justificados como a los demás… no solo en consideración a su contenido…” (2ª CFL 19:5).
Segundo, la Confesión contempla los Diez Mandamientos como aplicables a los no cristianos debido a que son criaturas. “La ley moral obliga para siempre a todos, tanto a los justificados como a los demás, a que se la obedezca; y esto no solo en consideración a su contenido, sino también con respecto a la autoridad de Dios, el Creador” (2ª CFL 19:5). Debido a que la Confesión contempla los Diez Mandamientos como una forma especialmente revelada de la ley escrita en el corazón, la ley natural, es tan obligatoria para los cristianos como para los no cristianos. Esto es debido al contenido de los Diez Mandamientos y al hecho de que todos los hombres son criaturas y, por tanto, están bajo esta ley.
Esta sección ha sido dedicada al lugar que los Diez Mandamientos tienen en la teología de la 2ª CFL. De acuerdo con la confesión, los Diez Mandamientos funcionan de la siguiente manera: como la ley escrita en el corazón del hombre en la creación, como el corazón y el alma de la ley del Antiguo Pacto y como la ley básica y fundamental para todos los hombres—la ley moral. Los Diez Mandamientos comenzaron a operar en la vida del hombre en el jardín del Edén. Fueron escritos por Dios en las tablas de los Diez Mandamientos y sirvieron como el corazón de su ley para el Israel del Antiguo Pacto y como la forma especialmente revelada de la ley escrita en el corazón de los hombres. Desde la venida de Cristo, continúan siendo aplicables tanto a los cristianos como a los no cristianos. Por tanto, los Diez Mandamientos trascienden el pacto debido a que son básicos y fundamentales.
La Confesión intenta sintetizar lo que Dios ya ha dicho claramente en Su Palabra. En la siguiente sección de esta discusión examinaremos los fundamentos bíblicos en los que la Confesión se basa.
Fundamentos bíblicos
La Confesión es uno de los intentos del hombre por presentar la enseñanza bíblica en forma de propuestas teológicas.17 Por tanto, la pregunta principal no es qué propone la Confesión, sino qué enseña la Biblia.18 Mientras consideramos el asunto del lugar que tienen los Diez Mandamientos en la enseñanza de las Sagradas Escrituras, examinaremos la Biblia en tres frentes: 1. Los Diez Mandamientos y el Antiguo Pacto; 2. Los Diez Mandamientos y el Nuevo Pacto; y 3. Los Diez Mandamientos y la ley moral.
1. Los Diez Mandamientos y el Antiguo Pacto
El lugar particular que los diez Mandamientos tienen bajo el Antiguo Pacto es un hecho que no puede ser discutido. Algunas breves observaciones ilustrarán este punto. Primero, los Diez Mandamientos son presentados como una unidad en dos textos del Antiguo Testamento (Éxodo 20:2-17 y Deuteronomio 5:6-21).19 El Antiguo Testamento asume claramente que los Diez Mandamientos funcionan como una unidad en otros lugares también (Éxodo 25:16; 31:18; 34:27, 28; Deuteronomio 5:22; 9:9-11; 9:15; 10:1-5; etc.). Queda claro que el Antiguo Testamento contempla los Diez Mandamientos como una unidad de ley dada por Dios. Es interesante notar que la forma de los Diez Mandamientos es modificada un poco en Deuteronomio, aunque la sustancia y la función es básicamente la misma. ¿Pero qué hay del cambio de palabras? Esto requiere un poco de exploración.
Al comparar estos dos pasajes que contienen los Diez Mandamientos como una unidad, es obvio que no son formalmente idénticos. Si a esto añadimos la declaración de Deuteronomio 5:22, parece que tenemos una dificultad insuperable. En Deuteronomio 5:22 leemos:
Estas Palabras habló Jehová a toda vuestra congregación en el monte, de en medio del fuego, de la nube y de la oscuridad, a gran voz; y no añadió más. Y las escribió en dos tablas de piedra, las cuales me dio a mí.
Si esto es así, ¿cómo pueden diferir las dos narraciones de Moisés? La mejor respuesta para quienes sostienen la inspiración verbal y plenaria de la Biblia, es que Dios debió haber escrito los Diez Mandamientos en una forma simple en las tablas de piedra. En otras palabras, las tablas de piedra debieron contener una forma sintetizada de los dos relatos del Decálogo dados a nosotros por medio de Moisés. Moisés debió haber añadido detalles de la redención histórica necesarios para coincidir con las condiciones pactuales en que el Israel del Antiguo Pacto existía. Él adaptó lo que Dios escribió en las tablas de piedra a la vida del Israel del Antiguo Pacto, bajo la inspiración del Espíritu Santo. Hace más de cien años, F.W. Farrar dijo: “Parece claro… que los Diez Mandamientos fueron escritos en su forma más simple y corta en las dos tablas”.20
Esta perspectiva es apoyada por diversas consideraciones. Primero, en otras partes de la Escritura los mandamientos del Decálogo son resumidos en una sola palabra (1 Timoteo 1:9-10). Segundo, tanto Jesús en Mateo 19:18 como Pablo en Romanos 13:9 citaron el noveno mandamiento, sin usar la frase “contra tu prójimo”. Tercero, Pablo hace referencia al décimo mandamiento en Romanos 7:7 y 13:9, mencionando solamente sus elementos esenciales, “No codiciarás”. Esto nos muestra que un mandamiento puede ser reducido a sus elementos esenciales. Finalmente, hay otras partes en donde el Antiguo Testamento es sintetizado en dos mandamientos:
Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas (Mateo 22:36-40 y también Marcos 12:30-31).
Lo que queda claro ahora es que los Diez Mandamientos contienen lo que puede reducirse o ampliarse sin que el mandato esencial cambie. Es la esencia del Decálogo lo que es moralmente obligatorio.
Segundo, los Diez Mandamientos fueron pronunciados por Dios (Éxodo 20:1-17; Deuteronomio 9:10) y escritos por el dedo de Dios en las tablas de piedra (Éxodo 24:12; 31:18; 34:28; y Deuteronomio 9:10). Deuteronomio 9:10 ilustra ambos puntos: “y me dio Jehová las dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios; y en ellas estaba escrito según todas las palabras que os habló Jehová en el monte, de en medio del fuego, el día de la asamblea”. Dios se encargó de pronunciar y escribir el componente central del Antiguo Pacto. Moisés después copió los Diez Mandamientos en los libros de Éxodo y Deuteronomio (Éxodo 20:1-17 y Deuteronomio 5:6-21), adaptándolos a la vida del Israel del Antiguo Pacto.
Tercero , los Diez Mandamientos (es decir, las tablas de piedra) fueron puestos en el Arca del Pacto (Deuteronomio 10:1-5 y 31:24-26). En 2 Crónicas 5:10 leemos: “En el arca no había más que las dos tablas que Moisés había puesto…”. El libro de la ley, que Moisés escribió, fue puesto a un lado del arco del pacto. Los Diez Mandamientos, escritos por Dios en las dos tablas de piedra, fueron puestos dentro del arca. De una forma muy particular, los Diez Mandamientos abarcaron la ley de Dios. Todas las demás leyes del Antiguo Pacto fueron tanto mediadas por Moisés como escritas por él. Los Diez Mandamientos fueron primeramente escritos por Dios y después por Moisés. William J. Dumbrell dice:
Que los Diez Mandamientos no hayan sido mediados y que el resto de la ley (Éxodo 21-23) haya sido transmitido mediante Moisés indica el carácter primario del Decálogo y el carácter secundario del código del pacto.21
El libro de la ley es suplementario al Decálogo, como la Confesión discutida anteriormente. En otra parte, Dumbrell dice:
Los Diez Mandamientos junto a la legislación social que les sigue fueron dados en los capítulos 20-23 [Éxodo]. El texto ciertamente hace distinción entre ambos códigos; a Éxodo 20 se le denomina “palabras” y son entregadas a Israel [por Dios mismo] y los capítulos 21-23 son llamados “ordenanzas” y son deliberadamente transmitidas a través de Moisés.22
Cuarto, los Diez Mandamientos funcionaron como la ley básica y fundamental del Antiguo Pacto y fueron aplicados de esta manera a las condiciones particulares en que Israel existía (ver Éxodo 21-23). Klaus Bockmuehl dice: “Los Diez Mandamientos estaban en el centro de la ética del Antiguo Testamento y eran el estándar para juzgar todos los actos. Eran la base para toda acusación moral y legal”.23 El erudito del Antiguo Testamento, Walter C. Kaiser Jr., concuerda cuando dice:
Es difícil exagerar la importancia y el significado de los Diez Mandamientos para la ética del Antiguo Testamento. Su profundidad puede ser fácilmente percibida en su alcance y la sencillez con la que se expresa. Es el núcleo de un complejo sistema legislativo que le sigue y presenta detalles sobre lo mismo.24
Comentando sobre Deuteronomio 6:4-9, Bockmuehl añade:
Los israelitas cumplieron estos mandatos literalmente: filacterias, o piezas de piel que se usaban en la frente o en el brazo izquierdo, han sido encontradas en Qumran [un famoso descubrimiento arqueológico del siglo XX], conteniendo la Shema y, en ocasiones, todos los Diez Mandamientos escritos en ellas. El Decálogo era el centro del Pacto y ellos continuamente lo leían en los servicios de la sinagoga. En el Israel primitivo, estos eran omnipresentes.25
Tremper Longman, III, señala la centralidad básica de los Diez Mandamientos bajo el Antiguo Pacto:
Los Diez Mandamientos son altamente inusuales en su contexto del antiguo cercano oriente, ya que expresan principios ético-teológicos generales. Un término técnico utilizado a menudo para esto es ley apodíctica.26 La mayoría de las leyes antiguas del cercano oriente (así como la mayoría de las leyes bíblicas) son de jurisprudencia, es decir, leyes que aplican a situaciones específicas.27
De las anteriores observaciones podemos concluir que el Decálogo es considerado una misma unidad o cuerpo de ética, que es una forma particular de la ley de Dios y, finalmente, que es la ley fundamental y básica del Antiguo Pacto.
2. Los Diez Mandamientos y el Nuevo Pacto
Vamos a ver el asunto de los Diez Mandamientos y el Nuevo Pacto bajo dos consideraciones principales: Los Diez Mandamientos y el Nuevo Pacto en la profecía del Antiguo Testamento y Los Diez Mandamientos y el Nuevo Pacto en el cumplimiento del Nuevo Testamento.
I. Los Diez Mandamientos y el Nuevo Pactoen la profecía del Antiguo Testamento
Mientras consideramos los Diez Mandamientos en la profecía del Antiguo Testamento, nos enfocaremos en el texto clave del Antiguo Testamento concerniente a la ley del Nuevo Pacto—Jeremías 31:33.
Jeremías 31:33 es el texto clave del Antiguo Testamento que muestra claramente que los Diez Mandamientos funcionan bajo el Nuevo Pacto y son, por tanto, aplicables a los cristianos. El texto dice:
Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.
Algunas observaciones serán de ayuda para nuestro propósito. Primero, notemos que la ley bajo el Nuevo Pacto es la ley de Dios, algo que Él mismo establece y posee. Leemos: “Daré Mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón” (énfasis mío). La frase “Mi ley” aparece seis veces en el libro de Jeremías (Jeremías 6:19; 9:13; 16:11; 26:4; 31:33 y 44:10). En estos contextos es descrita como algo que puede ser oído, algo que fue establecido ante el pueblo del Antiguo Pacto de Dios, algo que es equiparable a la voz de Dios, algo que puede quebrantarse, algo que al quebrantarse es considerado como abandonar el compromiso con Dios y entregarse a la idolatría, algo que puede ser escuchado, algo que puede ser transgredido, algo que será escrito en el corazón y algo que fue presentado ante los padres. Es muy claro que Jeremías se refiere a un estándar objetivo de conducta conocida y esperada cuando utiliza la frase “Mi ley”. Cualquiera que sea esta ley, sabemos que es de Dios y que ya había sido revelada al pueblo del Antiguo Pacto de Dios en los tiempos en que se escribió el libro de Jeremías. Sin duda, los antiguos lectores de Jeremías estarían de acuerdo con esto.
Segundo, notemos que la ley de Dios bajo el Nuevo Pacto será puesta en la mente y escrita en el corazón de todos los beneficiarios del Nuevo Pacto. Esta bendición prometida, el Nuevo Pacto, debe ser disfrutada por toda la comunidad del Nuevo Pacto, así como el conocimiento salvador de Dios y el perdón de pecados:
Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado (Jeremías 31:34).
Aunque Jeremías está hablando de una obra de Dios en los corazones de los individuos, cada uno de esos individuos se convierte en ciudadano de la comunidad del Nuevo Pacto y en beneficiario de todas las bendiciones prometidas.
Tercero, notemos que Dios es a la vez el autor de la ley y Aquel que la escribe en el corazón. En efecto, Dios dice: “Pondré y escribiré Mi ley en las mentes y los corazones de Mi pueblo del Nuevo Pacto—en cada uno de ellos”.
Estas observaciones proveen la base exegética necesaria para identificar la ley básica y fundamental de Dios en el Nuevo Pacto. El texto de Jeremías claramente asume que la ley de Dios bajo el Nuevo Pacto se refiere a la ley que ya estaba escrita en el momento en que se escribió Jeremías. La frase “Mi ley”, cuando se refiere a Dios, siempre hace referencia a algo revelado por Él a Israel, no solo en el libro de Jeremías, sino también en todo el Antiguo Testamento.28 La imagen de Dios mismo escribiendo una ley es un lenguaje familiar del Antiguo Testamento. Éxodo 31:18 dice: “Y dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios” (énfasis mío). Jeremías enseña claramente que la ley de Dios bajo el Nuevo Pacto es una ley que ha sido y será escrita por Dios mismo. Con estas cosas en mente, la única respuesta posible a la pregunta concerniente a la identidad de esta ley es que tiene que ser la misma ley que Dios mismo escribió previamente. Jeremías está enseñando que la ley de Dios bajo el Nuevo Pacto es una ley que fue escrita en la piedra por Dios y que será escrita en los corazones por Dios. Éxodo 24:12 identifica las “tablas de piedra” como “la ley y mandamientos que he escrito para enseñarles”. Este es un versículo muy importante porque utiliza la palabra hebrea torah (ley) como sinónimo para lo que Dios escribió en las piedras. Esto nos provee mayor justificación bíblica para llamar a lo que Dios escribió en las piedras Su ley o la ley de Dios.
Una comparación de Éxodo 31:18, Jeremías 31:33 y 2 Corintios 3:3 es muy esclarecedora. Aquí están los textos en orden cronológico.
Y dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios (Éxodo 31:18).
Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo (Jeremías 31:33).
Siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón (2 Corintios 3:3).
Tanto la revelación antecedente (Éxodo 31:18) como la subsecuente (2 Corintios 3:3) nos obligan a reconocer el hecho de que la ley de Dios, escrita por Dios mismo, es lo que escribió en la piedra. De una manera muy particular, los Diez Mandamientos constituyen la ley de Dios.
Concluimos que las bendiciones del Nuevo Pacto incluyen que los Diez Mandamientos sean escritos en los corazones de todo el pueblo de Dios bajo el mismo pacto. Jeremías 31:33 enseña que el Decálogo funcionaría bajo el Nuevo Pacto como la ley básica y fundamental para los cristianos.
II. Los Diez Mandamientos y el Nuevo Pacto en el cumplimiento del Nuevo Testamento
Aunque existen muchos textos que podríamos examinar para demostrar que la profecía de Jeremías de la permanente utilidad de los Diez Mandamientos se cumple bajo el Nuevo Pacto, nos concentraremos solamente en dos: 2 Corintios 3:3 y Romanos 13:8-10.
2 Corintios 3:329 dice: “Siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón”. La sección comienza en 2 Corintios 2:17, como un largo argumento para la validez del ministerio de Pablo. En 2 Corintios 3:1, Pablo ofrece preguntas regulatorias: “¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros?”. En 2 Corintios 3:2, Pablo utiliza una metáfora, describiendo a los corintios como una carta escrita en su corazón. En 2 Corintios 3:3, utiliza una metáfora similar para un propósito diferente, declarando que los creyentes de Corinto son una “carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón”.
Considera las siguientes observaciones. Primero, en el contexto, Pablo obviamente está hablando del Nuevo Pacto profetizado por Jeremías. Esta aseveración es probada por el lenguaje utilizado por Pablo en el versículo 6, “nuevo pacto”, y en el versículo 3, en donde los paralelismos con Jeremías 31:33 son sorprendentes. Juan Calvino dijo: “Él hace referencia a la promesa que es registrada en Jeremías 31:31 y Ezequiel 37:26 [sic], concerniente a la gracia del Nuevo Testamento… Pablo dice que esta bendición fue cumplida mediante su predicación”.30
Segundo, Cristo es el autor de esta epístola escrita en el corazón. La frase “de Cristo” es mejor comprendida como Cristo siendo el autor de la epístola escrita en el corazón. Cristo autentifica el ministerio de Pablo al hacer la obra que solo Dios puede hacer al escribir en las almas de los hombres.
Tercero, Cristo no utiliza tinta sino al Espíritu Santo para escribir en los corazones de los hombres.
Cuarto, las tablas de piedra se refieren a los Diez Mandamientos como fueron originalmente escritos por Dios (2 Corintios 3:7 y Éxodo 31:18).
Quinto, las tablas de carne (del corazón) se refieren a los corintios.
Sexto, a diferencia de lo escrito en las tablas de piedra bajo el Antiguo Pacto, que tenía como una de sus funciones el ministerio de la muerte, lo escrito en las tablas del corazón bajo el Nuevo Pacto es un ministerio del Espíritu, que da vida (ver versículos 6-7).
Séptimo, lo que Cristo escribe en el corazón es la ley de Dios prometida en Jeremías 31:33. Colin Kruse comenta:
Al final del versículo [versículo 3], mientras avanzaba en su argumento, Pablo varía la metáfora al decir que estas cartas no se escribían en tablas de piedra, sino en tablas de los corazones humanos. Aquí, Pablo deja atrás el contraste entre la obra del escriba utilizando una pluma y tinta y la obra del apóstol ministrando en el poder del Espíritu, e introduce otro contraste, el de escribir en tablas de piedra y en corazones humanos. Este último contraste es claramente una alusión a la descripción profética del Nuevo Pacto (comparar Jeremías 31:31-34; Ezequiel 36:24-32) bajo el que Dios escribiría su ley en corazones humanos.31
Es importante notar que Pablo cambia la metáfora al final del versículo 3. Pasa de lo que los Corintios son para él en el versículo 2, “nuestras cartas… escritas en nuestros corazones”, a lo que Cristo hizo en los corintios para hacerlos las cartas de Pablo.
El ministerio de Pablo cumple la profecía del Antiguo Testamento. En el pensamiento de Pablo no hay un paso de una ley a la falta de ley o a una ley completamente nueva, sino que la misma ley pasa de la piedra al corazón. Philip Hughes da estos valiosos comentarios sobre 2 Corintios:
Es evidente que Pablo tiene en mente el contraste entre el otorgamiento de la ley de Moisés en el Monte Sinaí y el establecimiento del nuevo pacto profetizado por Jeremías. En el Sinaí, la ley había sido escrita por el dedo de Dios en tablas de piedra (Éxodo 31:18)… Sin embargo, Jeremías 31:33 promete una ley que es interna, es decir, Dios escribiendo Su ley en el corazón. Es muy importante percatarse de que es la misma ley que fue grabada en las tablas de piedra en el Sinaí la que, en esta era del nuevo pacto, es grabada en las tablas del corazón humano por el Espíritu Santo. El evangelio no anula la ley, sino que la cumple… El cristiano aún está bajo la solemne obligación de guardar la ley de Dios, pero con esta vital diferencia: que él ahora tiene el poder, el poder de Cristo mediante el Espíritu Santo que mora en él, de cumplirla. La ley, por tanto, no es mala ni está obsoleta, sino como dice Pablo en otro pasaje: “la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (Romanos 7:12). Tampoco la ley se opone al amor; por el contrario, el amor a Dios y el amor al prójimo son el resumen de la ley, como nuestro Señor lo enseñó (Marcos 12:28-31): el amor, afirma el apóstol, es precisamente “el cumplimiento de la ley” (Romanos 13:8-10).32
Geoffrey Wilson dice:
La superioridad del Nuevo Pacto sobre la antigua dispensación no es que haga a un lado el Decálogo (la ley moral), sino que transfiere esa ley de las tablas de piedra a ‘tablas que son corazones de carne’ [comparar Ezequiel 11:19; 36:26]. Este es el cumplimiento de la profecía de Jeremías, ‘Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón’ [Jeremías 31:33].33
El entendimiento de Pablo sobre la ley de Dios escrita en el corazón bajo el Nuevo Pacto en 2 Corintios 3:3 se vuelve claro. La ley es los Diez Mandamientos, la ley básica y fundamental del Antiguo Pacto y aquella que Dios escribió en las tablas de piedra. La función de los Diez Mandamientos bajo el Nuevo Pacto es similar a su función bajo el Antiguo Pacto. Aún funcionan como el patrón fundamental para una vida justa. 2 Corintios 3:3 es un texto del Nuevo Testamento que claramente enseña la permanente validez de los Diez Mandamientos para los cristianos en cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento.
En Romanos 13:8-10 leemos:
No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.
Aquí es obvio que el amor y la ley no son enemigos, sino amigos benditos en el proceso de santificación del creyente. En la enseñanza de Pablo y el resto de la Biblia, el amor y la ley van juntos para el creyente e incluso son inseparables. Observa lo que dice Murray sobre este punto:
Una buena conducta no puede coexistir con la impureza de corazón. Conformarse externa y servilmente a los preceptos de la ley no constituye obediencia… Sin la condición interna de pureza y el impulso interno del amor, la obediencia es imposible.34
Tanto el amor como la ley son necesarios para el cristiano. La obediencia a la ley es inútil sin el amor. Expresar nuestro amor es imposible sin la ley.
Hay tres observaciones sobre es texto que son de interés para nuestro estudio. Primero, Pablo no duda en ilustrar su referencia a la ley en el versículo 8 con una cita de parte del Decálogo en el versículo 9. Este fenómeno del Nuevo Testamento citando el Decálogo en el contexto de la santificación cristiana sugiere al menos dos cosas: la primera es que el Nuevo Testamento contempla el Decálogo como el centro de la ley del Antiguo Testamento, tal como el mismo Antiguo Testamento lo hace; la segunda es que el Nuevo Testamento encuentra en el Decálogo una adecuada síntesis de la ley moral (ver Mateo 19:18-19; Romanos 13:8-10; 1 Corintios 6:9-10; Efesios 6:2-3; 1 Timoteo 1:8-11; y Santiago 2:8-11 en donde se hace referencia al Decálogo en contextos evangelísticos y didácticos [es decir, de enseñanza]). Comentando sobre Romanos 13:8-10, Murray dice: “Pero lo que deseo resaltar de manera especial es, primero, que estos cuatro35 que enumera son cuatro de los mandamientos más conocidos. Es en el Decálogo que Pablo encuentra la epítome de la ley moral”.36
Segundo, Pablo nos enseña que todos los mandamientos legítimos para los cristianos pueden ser “resumidos”. La palabra griega para “resumido” no es común en el Nuevo Testamento. En Romanos 13:9, el amor es un mandamiento integral que contiene de forma implícita otros mandamientos. En otras palabras, aquello que resume algo necesariamente contiene aquello que es resumido. “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” necesariamente contiene los mandamientos del Decálogo mencionados previamente por Pablo. El amor al prójimo es lo que resume aquello que es resumido. Los mandamientos individuales hacia nuestros prójimos son resumidos y, por tanto, están implícitamente contenidos en el mandamiento de amar al prójimo. Aquí, Pablo hace referencia a cinco de los Diez Mandamientos como ilustración de la ley que el amor cumple. Amar al prójimo resume los cinco mandamientos del Decálogo mencionados antes y sugiere que toda la ley moral puede ser reducida a su forma esencial (anteriormente hemos visto que esto sucede). Los comentarios de Murray sobre 1 Corintios 6:9-11 también aplican a Romanos 13:8-10, cuando dice:
Él [Pablo] no dio por terminada la lista de los pecados; en otros textos menciona más pecados que no fueron mencionados específicamente aquí. Pero ha mencionado suficientes para evidenciar que el trasfondo de su pensamiento es que, en resumen, por lo menos, el Decálogo es la norma por la que el pecado es conocido, así como también es la norma de esa justicia que caracteriza al reino de Dios y aquellos que pertenecen a él. Realmente está diciendo lo que dice el apóstol Juan, que “el pecado es infracción de la ley”.37
Tercero, Pablo nos enseña que el amor es el cumplimiento de la ley. El amor se expresa a sí mismo al guardar la ley de Dios. El amor obedece la ley de Dios.
Estas observaciones confirman algunas de las cosas que ya habían sido establecidas. El Antiguo Testamento contempla los Diez Mandamientos como el centro de su ley y también lo hace el Nuevo Testamento, considerándolos también como reducibles a su forma más esencial. El Antiguo Testamento profetiza el día en que el Decálogo funcionará bajo el Nuevo Pacto como la ley básica y fundamental de Dios para los creyentes del Nuevo Pacto. El Nuevo Testamento confirma esta expectativa en 2 Corintios 3:3, Romanos 13:8-10 y muchos otros textos (Efesios 6:2-3; 1 Timoteo 1:8-11; Santiago 2:8-11, etc.). Los Diez Mandamientos funcionan como una ley apodíctica (básica y fundamental) en ambos testamentos y bajo ambos pactos.
3. Los Diez Mandamientos y la ley moral
Hemos aprendido que la Biblia enseña que los Diez Mandamientos funcionan como la ley básica y fundamental (apodíctica) tanto del Antiguo como del Nuevo Pacto. Ahora consideraremos qué lugar tienen los Diez Mandamientos en el esquema de la ética básica y fundamental de toda la Biblia. Hay diferentes términos que se usan frecuentemente para definir la ley básica de Dios que aplica a todos los hombres. Algunos usan la frase ley natural.38 Otros usan la frase ley moral. Nosotros usaremos el término ley moral porque es más usado que ley natural y es el usado por la Confesión.
Richard A. Muller define la ley moral como:
…específicamente y predominantemente, el Decalogus, o los Diez Mandamientos; también llamada la lex Mosaica… para diferenciarla de la lex ceremonialis... y la lex civilis, o ley civil. La lex moralis, cuyo principal objetivo es regular la moral, es conocida al [hábito innato de comprender los principios básicos de la ley moral] y es la base de los actos de [conciencia—la aplicación de los hábitos innatos arriba mencionados]. En esencia, la lex moralis es idéntica a la lex naturalis… pero, a diferencia de la ley natural, esta es dada mediante revelación en una forma que es más clara y plena que la conocida por la razón.39
La pregunta que planteamos es si la Biblia nos revela o no lo que es la ley básica y fundamental (es decir, la ley moral) que es aplicable a todos los hombres, judíos y gentiles, cristianos e incrédulos, poseedores de revelación especial o no. Examinaremos tres textos (Romanos 1:18-32; 2:14-15;40 y 3:19-20) que nos proporcionarán la respuesta a nuestra pregunta.
Romanos 1:18-3241 es un texto crucial para nuestra comprensión de las implicaciones éticas de la creación del hombre. La doctrina de la creación no es una doctrina abstracta, aislada y desconectada de cualquier implicación práctica. La creación a la imagen de Dios (Génesis 1:26-27) exige una conformidad moral a esa imagen (Eclesiastés 7:29). Romanos 1:18-32 es la acusación de Dios sobre el hombre como criatura en pecado. Tanto ser creados por Dios como ser pecadores son realidades universales desde la caída de Adán. En otras palabras, todos son criaturas y todos son pecadores. Pablo describe la actitud de Dios hacia Sus criaturas que se encuentran en pecado y alejadas de Cristo. El hecho mismo de su creación hace que todos los hombres sean éticamente responsables ante Dios (Romanos 1:18-23). La creación por la mano de Dios exige conformidad moral a la ley de Dios. El hombre es responsable ante Dios por su conducta y se le impone un estándar de conducta y es acusado y juzgado por no cumplir ese estándar, incluso si nunca ha leído o escuchado la Biblia. De acuerdo con Pablo, debido a que es creado por Dios, el hombre tiene un conocimiento innato de algunos de los atributos de Dios (Romanos 1:20), un conocimiento innato de la persona de Dios (Romanos 1:21), un conocimiento innato de la ley de Dios (Romanos 1:32 y 2:14-15) y un conocimiento innato del juicio de Dios (Romanos 1:32).
El hecho de que el hombre en pecado y alejado de Cristo es culpable de su pecado es confirmado en diferentes partes de este pasaje. Primero, notemos que en el versículo 21 se mencionan al menos tres pecados: el pecado de no glorificar a Dios como a Dios, el pecado de no estar agradecido con Dios y el pecado de pensar neciamente. Segundo, notemos en el versículo 25 que se menciona el pecado de no adorar a Dios. Tercero, notemos que en el versículo 26 y 27 se mencionan pecados sexuales. Y cuarto, notemos la lista de vicios mencionada en los versículos 29-32, de la cual toda la humanidad participa.
Todo esto asume que el hombre creado es responsable ante Dios de mantener un código ético que proviene de Dios y es conocido por toda la humanidad. Muchos de los pecados mencionados en esta sección de Romanos 1 son violaciones directas de aspectos del Decálogo. Los hombres son culpables por no adorar al Dios verdadero y odiarlo, culpables de inmoralidad sexual, codicia, asesinato, homicidio, mentiras y desobediencia a los padres. Esto al menos sugiere que los Diez Mandamientos pueden ser consultados fácilmente cuando se señalan los pecados de los hombres, sin necesidad de revelación especial. Esto significa que la esencia de los mandamientos contenidos en el Decálogo antecede a su promulgación especial en el Monte Sinaí. Esto también sugiere que los Diez Mandamientos son básicos (apodícticos) para la ética bíblica. Esto será cada vez más evidente cuando examinemos Romanos 2:14-15.
Romanos 2:14-15 es otro texto crucial para comprender las implicaciones éticas de la creación del hombre. Dice:
Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos.
Estos versículos son encontrados en la sección que inicia en el versículo 12 y termina en el versículo 16. En el versículo 12, el interés de Pablo es defender la justicia de Dios en la condenación de los gentiles que no tienen ley escrita o las Sagradas Escrituras. En los versículos 14 y 15 presenta su defensa. Al enfocarnos en estos versículos somos confrontados por tres preguntas. ¿Cuál es la ley que poseen los judíos en este contexto? ¿Los gentiles que no tienen revelación especial tienen ley? ¿Cuál ley poseen los gentiles que no tienen revelación especial?
Primero, ¿cuál es la ley que los judíos poseen en este contexto? La primera referencia a la ley en el versículo 14 obviamente hace referencia a la ley que tenían los judíos. Esta es claramente la ley que los judíos poseían mediante revelación especial—Las Sagradas Escrituras. Esta ley es mencionada al final del versículo 12, en los versículos 13 y 14 y en diferentes partes de los versículos 17-27. En los versículos 21 y 22 se hace referencia a mandamientos contenidos en el Decálogo. Por tanto, da la impresión de que Pablo se refiere a la ley básica y fundamental del Antiguo Pacto, el Decálogo. En otra parte de Romanos, Pablo hace referencia a la ley del Antiguo Pacto e inmediatamente cita partes del Decálogo (ver Romanos 13:8-10).
Algunos podrían decir que la ley de los judíos a la que Pablo hace referencia es todo el Antiguo Testamento o toda la ley de Moisés (torah), que incluye la ley moral, ceremonial y civil del Antiguo Pacto. Esto significaría que, mediante la revelación general a través de la creación, Dios escribe las leyes ceremoniales y civiles del Antiguo Pacto en los corazones de todos los hombres, una proposición insostenible. La ley ceremonial fue revelada después de la caída de Adán como parte de revelación especial. No es revelación general. Presupone la entrada del pecado y tiene como objetivo señalar hacia la reparación del daño infligido por el pecado. No, la ley referida por Pablo es más básica y fundamental (apodíctica) que la ley ceremonial. La ley de los gentiles a la que se hace referencia en este contexto es una ley basada en la revelación general, no en el pecado ni en la redención. Por tanto, la ley que los gentiles poseen mediante la revelación general no puede referirse a todo el Antiguo Testamento o a toda la ley de Moisés. Debe referirse a la ley que es básica y fundamental para el estatus del hombre como criatura y como portador de la imagen de Dios. Es una ley que todos los hombres poseen por naturaleza, porque todos los hombres son creados, y una ley contenida en algún lugar de todo el conjunto de revelación especial dada a los judíos. H. C. G. Moule concuerda cuando dice:
Manifiestamente, “ la Ley” en este pasaje no se refiere a la ley ceremonial de Israel, sino a la ley moral revelada a Israel, sobre todo en el Decálogo. Esto es evidente en el lenguaje del versículo 15, que no tendría sentido si la referencia fuera a ordenanzas especiales de la adoración. Los gentiles no podían “mostrar la obra de” ese tipo de “ley escrita en sus corazones”; lo que mostraban era, como ya hemos explicado, la “obra” relacionada con las exigencias reveladas de Dios… sobre la voluntad y la vida.42
Segundo, ¿los gentiles sin revelación especial poseen ley? Es claro que los gentiles no poseían la ley externamente escrita de los judíos como una ley escrita externamente; no poseían el Antiguo Testamento. ¿Significa esto que los gentiles no tenían ley? La Escritura es muy clara en que si no hay ley, no puede haber pecado (ver Romanos 4:15; 5:12-14 y 1 Juan 3:4). Seguramente Pablo no podía estar diciendo que los gentiles no poseían ninguna ley en absoluto. Por el contrario, los gentiles sí poseían ley, pero no la cumplían y no podían hacerlo y por eso son inculpados en Romanos 1.
La ley que los gentiles no poseían era la ley externamente revelada del Antiguo Testamento, como una ley escrita externamente. Sin embargo, esto de ninguna forma implica que no poseían ley. Pablo deja muy en claro que sí la poseían. Él afirma en los versículos 14 y 15 que “… cuando los gentiles que no tienen ley [la ley en este contexto se refiere a la ley externamente revelada a los judíos contenida en el Antiguo Testamento], hacen por naturaleza lo que es de la ley [la ley externamente revelada a los judíos contenida en el Antiguo Testamento], éstos, aunque no tengan ley [la ley externamente revelada a los judíos contenida en el Antiguo Testamento], son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley [la ley externamente revelada a los judíos contenida en el Antiguo Testamento] escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos”. Comentando sobre este pasaje, Robert Haldane dice: “Esto evidentemente muestra que ellos tienen una ley, cuya obra está escrita en sus corazones y mediante la cual disciernen la diferencia entre lo bueno y lo malo—lo que es justo y lo injusto”.43 John Murray concuerda cuando dice: “… aunque los gentiles ‘son sin ley’ y ‘no tienen ley’ en el sentido de la ley especialmente revelada, no significa que no tienen ninguna ley en absoluto; la ley les es dada a conocer y es entendida por ellos de otra forma”.44 Comentando sobre Romanos 2:14, Murray añade:
La omisión del artículo definitivo antes de [“ley”] en tres ocasiones en el versículo 14 es un ejemplo interesante de la omisión cuando el sujeto es específico y definitivo. En las primeras dos ocasiones la ley en mente es la ley especialmente revelada, como se ejemplifica en la Escritura. Que es definitivo es mostrado por la expresión [lo que es de la ley]. Por esta razón, en la última oración debemos considerar “ley” como algo definitivo—los gentiles no solo son una ley para sí mismos, sino la ley a la que se hace referencia en las otras oraciones del versículo. Esto es confirmado en el versículo 15, en donde tenemos la expresión [la obra de la ley]. El punto es que no se trata de una ley completamente diferente con la que los gentiles son confrontados; las cosas de la ley que hacen no son de una ley totalmente diferente—es esencialmente la misma ley. La diferencia reside en los diferentes métodos [énfasis mío] de ser confrontados con ella y, por implicación, en el conocimiento menos claro y detallado de su contenido.45
Los gentiles sin revelación especial no estaban, ni están, sin ley en lo absoluto.
Tercero, ¿qué ley poseen los gentiles sin revelación especial? Debe ser obvio ahora que lo que los gentiles poseen son los Diez Mandamientos, aunque no necesariamente de forma idéntica a como aparecen en el Decálogo de nuestros Antiguos Testamentos. Murray dice: “Por tanto, no es una ley diferente la que confronta a los gentiles que están sin ley, sino la misma ley impuesta a ellos mediante un método diferente de revelación”.46 Por esta razón, algunos han intentado mostrar que la esencia del Decálogo se encuentra diseminada a lo largo del libro de Génesis. Esto probaría que la esencia de los mandamientos individuales de todo el Decálogo eran las normas éticas que se esperaban del hombre antes de la promulgación, a través de Moisés, de la ley moral en la forma del Decálogo.47 En otras palabras, lo que los judíos reciben mediante revelación especial (y revelación general porque fueron creados a la imagen de Dios), los gentiles lo reciben solamente por medio de la revelación general. Reciben la misma ley pero mediante diferentes métodos de revelación y en una forma diferente. La sustancia es la misma aunque la forma difiere. Francis Turretin, gran teólogo reformado, concuerda:
Si se nos pregunta cómo esta ley natural concuerda con, o difiere de, la ley moral [la ley moral en el contexto de la declaración de Turretin se refiere al Decálogo], la respuesta es sencilla. Concuerda en cuanto a la sustancia y en lo que respecta a los principios, pero difiere en cuanto a accidentes y con respecto a las conclusiones. Las mismas obligaciones (hacia Dios y hacia nuestro prójimo) prescritas por la ley moral también están contenidas en la ley natural. La diferencia reside en el modo en que son proporcionadas.48
Una cuidadosa exegesis de Romanos 2:14-15 demuestra que la ley moral es encontrada de manera resumida en todo el Decálogo y es al mismo tiempo común para todos los hombres mediante la revelación general.
En Romanos 3:19-20 leemos:
Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.
En el contexto de estos versículos cruciales, Pablo está estableciendo el hecho de que todos los hombres, judíos (personas con las Sagradas Escrituras) y griegos (personas sin las Sagradas Escrituras), están bajo pecado (Romanos 3:9). Para hacer esto, cita del Antiguo Testamento (Romanos 3:10-18). En Romanos 3:19, Pablo basa la culpabilidad universal en la responsabilidad universal por violaciones a la ley del Antiguo Testamento. Tanto judíos como gentiles están bajo pecado porque son culpables de quebrantar la ley del Antiguo Testamento. Es interesante observar que ninguno de estos pecados mencionados en Romanos 3:10-18 es un pecado ceremonial. Estos pecados reflejan violaciones a la ley moral que es común para todos los hombres y que es contenida tanto en el Antiguo Testamento como en los corazones de todos los hombres (ver la exposición de Romanos 2:14-15 presentada arriba). Se ha mostrado a partir de Romanos 1 y 2 que los gentiles no están sin ley. No tenían el Antiguo Testamento, pero no estaban sin la ley básica y fundamental del Antiguo Testamento, los Diez Mandamientos. Los judíos están bajo pecado porque han quebrantado la ley de Dios; los griegos están bajo pecado porque han quebrantado la ley de Dios, y el Antiguo Testamento los acusa a ambos. Tanto judíos como griegos están “bajo la ley”49 y “bajo pecado” y, por tanto, son culpables ante Dios. La única forma en que esto puede ser posible es si la ley bajo la cual están los judíos y la ley bajo la que están los griegos corresponden al menos en cierto grado. Ya que los judíos tenían todo el Antiguo Testamento y los griegos solo tenían la ley escrita en sus corazones, entonces la ley a la que Pablo hace referencia podría significar una cosa para los judíos y otra cosa para los griegos. W. G. T. Shedd dice:
[“la ley”] la ley escrita, principalmente, porque San Pablo ha estado hablando, al final, de los judíos; sin embargo, no solo la ley escrita exclusivamente, porque los gentiles son incluidos en “toda boca” y “todo el mundo”. La ley escrita contiene implícitamente lo no escrito y, por tanto, puede ser puesta por toda la ley o la ley en general… Este pasaje esclarece la verdadera interpretación de Romanos 2:14-15; 2:26-27.50
La ley con referencia a los judíos significa toda la ley de Moisés. La ley con referencia a los griegos significa la ley escrita en el corazón, los Diez Mandamientos en su forma natural, la ley natural. Esta interpretación se fortalece cuando consideramos el lenguaje utilizado al final del versículo 19 en el capítulo 3: “para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios”. Este es un argumento a favor de que la ley a la que se hace referencia es una ley conocida por toda la humanidad. La única ley conocida por toda la humanidad y, por tanto, la ley por la que todos pueden ser culpados, es el Decálogo. Sin embargo, esto no niega el hecho de que los judíos eran más culpables porque poseían más ley. Esta comprensión de estos versículos corresponde con lo que Pablo enseñó en Romanos 2:14-15 y 26-27.
Estos tres textos (Romanos 1:18-32; 2:14-15; 3:19-20) confirman un hecho ya mostrado. Los Diez Mandamientos funcionan en la Biblia como ley apodíctica. Los Diez Mandamientos funcionan como la ley básica y fundamental del Antiguo Pacto, del Nuevo Pacto y como una forma especialmente revelada de la ley natural, que fue primeramente escrita en el corazón de Adán. Los Diez Mandamientos no anulan la ley moral, sino que la contienen de forma resumida. El Catecismo mayor de Westminster dice en la pregunta 98: “¿En dónde se halla contenida la ley moral de forma resumida? La ley moral se halla resumida en los Diez Mandamientos”.
4. Conclusión
Los Diez Mandamientos funcionan en al menos tres formas en la Biblia: como la ley básica y fundamental del Antiguo Pacto, como la ley básica y fundamental del Nuevo Pacto y como la ley básica y fundamental de todos los hombres— la ley moral. Lo que las Escrituras enseñan, la Confesión lo sintetiza. Los Diez Mandamientos comenzaron a funcionar en la vida del hombre en el jardín del Edén.51 Luego fueron escritos por Dios en tablas de piedra y funcionaron como el centro de la ley de Dios para el Israel del Antiguo Pacto y como la forma especialmente revelada de la ley escrita en los corazones de los hombres. Finalmente, los Diez Mandamientos están escritos en los corazones de todos los cristianos del Nuevo Pacto como una de las bendiciones de ese pacto. Los Diez Mandamientos trascienden los pactos porque son básicos y fundamentales. Trascienden todos los pactos y todas las culturas. John Murray dijo:
Sin duda se admite que los Diez Mandamientos son el centro de la ética bíblica. Cuando aplicamos el método bíblico-teológico al estudio de la Escritura observamos que los Diez Mandamientos, como se promulgaron en el Sinaí, eran la forma concreta y práctica de principios que no comenzaron a tener relevancia entonces, sino que ya eran relevantes desde el inicio. Y también observaremos que, así como no comenzaron a ser relevantes en el Sinaí, tampoco cesaron de tener relevancia cuando la economía del Sinaí caducó. El estudio bíblico-teológico es el que demuestra que estos mandamientos contienen principios que pertenecen al orden que Dios estableció para el hombre en el principio, así como también al orden de redención. En otras palabras, descubrimos que pertenecen al organismo de revelación divina respecto a la voluntad de Dios para el hombre.52
I. Objeciones típicas
He intentado demostrar, entre otras cosas, que Jeremías profetizó que los cristianos tienen la ley que Dios escribió en las tablas de piedra, los Diez Mandamientos, escrita en sus corazones por el Espíritu Santo enviado por el Hijo de Dios (Jeremías 31:33; 2 Corintios 3:3). El Espíritu de Dios también provoca que nos deleitemos en la ley de Dios y la obedezcamos (Ezequiel 36:27: “Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”). El Nuevo Testamento nos provee la forma en que los Diez Mandamientos deben ser aplicados a los cristianos. Aunque esto parece claro y es, por mucho, la perspectiva más común en la iglesia cristiana a través de la historia, algunos no están de acuerdo. Para ser justos con aquellos que no están de acuerdo, debemos admitir que algunas declaraciones del Nuevo Testamento hacen que este asunto sea difícil de comprender (por ejemplo, Romanos 6:14). A la luz de esto, vamos a considerar algunas objeciones típicas e interactuar con ellas.
a. La ley mosaica en el Antiguo y el Nuevo Testamento
siempre se refiere a la ley completa, a toda la ley
del Antiguo Pacto, la ley del antiguo Israel.
“Debido a que los cristianos no están bajo la ley mosaica completa, entonces no pueden estar bajo ella en ninguna de sus partes”. Es lo que dice esta objeción. “Así que la ley en la profecía de Jeremías no puede tener ninguna relación con el Antiguo Pacto y su ley”. A primera vista, este parece ser un fuerte argumento, pero vamos a interactuar con él.
No estamos argumentando que la ley en la profecía de Jeremías tenga que ver con los cristianos en su relación presente con el Antiguo Pacto o que estén bajo cualquier ley para obtener ya sea las bendiciones temporales prometidas al antiguo pueblo de Dios en la Tierra Prometida, o peor aún, la salvación y vida eterna. Esta es una profecía del Nuevo Pacto, de un nuevo día para el pueblo de Dios. Lo que hemos argumentado es que la profecía de Jeremías se refiere a la ley básica y fundamental del Nuevo Pacto, que es la misma del Antiguo Pacto o Pacto Mosaico. No estamos bajo la ley de Moisés como los antiguos judíos lo estaban, sino que somos criaturas creadas a la imagen de Dios, así como lo eran ellos, con la ley reescrita en nuestros corazones. Tenemos deberes como cristianos que son muy similares a los del Israel del Antiguo Pacto. Debemos amar a Dios y a nuestro prójimo, como Jesús lo dejó en claro cuando citó de Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18 en Mateo 22:37 y 39. Una cosa que aprendemos de esto es que algunas leyes del Antiguo Pacto trascienden ese pacto y pueden funcionar fuera de él.
Por ejemplo, debemos adorar al único y verdadero Dios de la Biblia. Esto siempre ha sido así. Debemos adorar al único y verdadero Dios de la Biblia de la forma que Él ordena. Esto siempre ha sido así. No debemos utilizar el nombre de Dios en vano. Esto siempre ha sido así. Debemos descansar con el propósito de adorar públicamente y debemos trabajar. Esto siempre ha sido así. Debemos respetar y obedecer a nuestros padres y a todas las figuras de autoridad en nuestras vidas. Esto siempre ha sido así. Debemos respetar la vida y no matar a otros, ya sea al quitarles la vida ilegalmente o incluso al odiarles. Esto siempre ha sido así. Debemos mantenernos sexualmente puros, sin cometer adulterio en nuestros actos, palabras o pensamientos. Esto siempre ha sido así. Debemos respetar la propiedad de otros y no robar. Esto siempre ha sido así. Debemos decir la verdad y no mentir. Esto siempre ha sido así. Y debemos estar contentos con lo que tenemos y no cometer idolatría al codiciar cosas y personas. Esto siempre ha sido así.
Estos son los Diez Mandamientos. De hecho, los Diez Mandamientos no se convirtieron en algo sagrado y bueno en el Sinaí. Estas cosas siempre son buenas o malas a la luz de lo que somos como criaturas hechas a la imagen de Dios. Estos simplemente reflejan los absolutos éticos entretejidos en nuestro ser.
Quizá sea de ayuda si lo consideramos de la siguiente forma. Así como Dios incorporó al Antiguo Pacto la ley que había sido escrita en el corazón del hombre en la creación, ahora hace lo mismo en el Nuevo Pacto. Esta ley natural no llegó a ser lo que era en el Sinaí; fue formalmente publicada por Dios mismo en las tablas de piedra. Esa misma ley fue incorporada al Nuevo Pacto. Esta ley, entonces, no solo trasciende culturas, sino también trasciende pactos. Debido a que coexiste con nuestro estatus de portadores de la imagen de Dios, esto no debería sorprendernos en lo absoluto.
b. Si la ley en Jeremías se refiere a los Diez
Mandamientos, ¿por qué Dios no los repitió palabra
por palabra en el Nuevo Testamento exactamente
como aparecen en el Antiguo Testamento?
“Si se repiten, son obligatorios; si no se repiten, no son obligatorios”. Ese es el argumento. Nuevamente, esta parece ser una buena objeción, ¿pero realmente lo es? Dios ya había revelado los Diez Mandamientos en dos ocasiones en el Antiguo Testamento (Éxodo 20 y Deuteronomio 5). Él profetizó su presencia en el Nuevo Testamento en Jeremías 31:33. Él confirmó su presencia bajo el Nuevo Pacto en 2 Corintios 3:3 (y en otros textos). Los Diez Mandamientos son citados o se asumen como buenos y justos por los escritores del Nuevo Testamento en muchos textos (Romanos 7:12). Recordemos que es la esencia de los Diez Mandamientos lo que es obligatorio, no una forma particular en la que han sido revelados en la Escritura.
Por ejemplo, Pablo hace referencia al quinto mandamiento como algo que es bueno que los hijos obedezcan (Efesios 6:1-3). ¿Necesitas realmente que Dios repita, por ejemplo, el sexto mandamiento —“no matarás”— para creer que matar es pecado? Por cierto, es interesante notar que el asesinato era considerado malo y pecaminoso desde antes del Sinaí—Caín mató a su hermano Abel, hecho registrado en Génesis 4, y Juan nos dice en 1 Juan 3:11-12 que Caín era del maligno y un ejemplo de alguien sin amor. No existe un mandamiento para amar o una prohibición de matar registrada en la Escritura antes de Génesis 4. ¿Quieres argumentar que el amor no era algo esperado y que el asesinato no estaba prohibido sino hasta que leemos un mandamiento explícito que nos obligue a amar y nos prohíba matar? Espero que no.
¿Qué hay del décimo mandamiento—“No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”? Este mandamiento, como aparece aquí, no se repite en el Nuevo Testamento (palabra por palabra). Sin embargo, se reduce a esta frase: “No codiciarás” (Romanos 7:7; 13:9). Dios no tiene que repetir los Diez Mandamientos palabra por palabra para que estos sean relevantes para los cristianos.
¿Sabías que los primeros cuatro mandamientos no se repiten en el Nuevo Testamento palabra por palabra ni tampoco el noveno ni el décimo? A la luz de esto, nadie en su sano juicio argumenta que solo el quinto, el sexto, el séptimo y el octavo mandamiento, aparecen en el Nuevo Testamento y, por tanto, son los únicos aplicables a los cristianos. La esencia de todos los Diez Mandamientos aparece en el Nuevo Testamento. Esto es lo que esperamos de la profecía de Jeremías (y de otros textos).
c. El Nuevo Testamento dice que no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. No tenemos que obedecer la ley de Dios; solo necesitamos bañar nuestras almas en la gracia de Dios.
Esta objeción se basa frecuentemente en Romanos 6:14, que dice: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”. A primera vista, este versículo parece anular gran parte de lo que hemos dicho anteriormente. ¿Cómo debemos responder? Notemos, primero, que Pablo establece un hecho que es verdad para todos los creyentes en Cristo: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros…”. Este no es un mandamiento. La palabra “porque” indica que este versículo está conectado a los versículos 12 y 13. El versículo 14 funciona como un incentivo para cumplir los mandatos de los versículos 12 y 13. El versículo 14 es una declaración de un hecho. Los cristianos no están bajo el dominio del pecado. Entonces Pablo da dos razones por las que el creyente no está bajo el dominio del pecado—una negativa y otra positiva. La negativa es: “… pues no estáis bajo la ley”. La razón positiva es: “…sino [estáis] bajo la gracia”. Estar “bajo la ley” en este texto significa estar perdido y estar “bajo la gracia” significa ser salvo. Los perdidos están bajo el dominio del pecado. Una de las funciones de la ley es condenarlos en su estado de perdición. Estar “bajo la gracia” en este texto significa ser salvo debido al plan de Dios para la salvación en Cristo (es decir, justificación, adopción, santificación y glorificación). Los salvos pueden obedecer los mandatos de los versículos 12 y 13; los perdidos no. Este versículo no nos enseña que los cristianos no tienen ninguna relación con la ley de Dios en el camino de la santificación.
Una cosa es estar bajo la ley como pecador para obtener vida (lo cual es imposible desde la caída), o como un medio en que uno obedece para obtener salvación y vida eterna (nuevamente, imposible para los pecadores), o como medio para estar en paz con Dios (imposible para los pecadores), o para ganar una herencia (temporal o eterna); pero es otra cosa muy distinta obedecer porque hemos recibido la vida eterna, porque alguien más nos reconcilió con Dios, o porque alguien más ha obtenido una herencia para nosotros. Estamos obligados a obedecer la ley de Dios, como hemos visto anteriormente, no para obtener vida, salvación o heredar la vida eterna, no para estar en paz con Dios o ganar Su favor, sino porque vivimos, porque hemos recibido la vida eterna y porque somos herederos de la vida. No obedecemos para vivir; obedecemos porque vivimos. Ser cristiano no significa que hacemos las cosas correctas para ir al cielo. Significa que creemos el evangelio. Los cristianos creen que Cristo ha hecho todo lo necesario para otorgarles el cielo y el estado de gloria eterna. Nuestra obediencia no nos lleva a la gloria; Cristo sí. La única base de nuestra justificación y derecho a la gloria es que lo Cristo hizo por nosotros. Lo que nosotros hacemos por Cristo es resultado de Su obra.
La causa efectiva de lo que hacemos por Él es aquello que Él hace por o en nosotros mediante Su Espíritu, una bendición prometida a todos los del Nuevo Pacto. Lo que hacemos es un reflejo de nuestro amor por Cristo a la luz de lo que Él ha hecho por nosotros, y es impulsado por el Espíritu Santo en nosotros, transformándonos a la imagen de Cristo en conjunto con la Palabra de Dios. Obedecer a Dios como creyente es el resultado de la gracia en nuestras vidas; es un efecto de la gracia de Dios en nosotros (Efesios 2:8-10). Pero, también es una respuesta a la gracia de Dios en nosotros (1 Corintios 15:10). Obedecemos la ley de Dios por gracia. Debido a que nuestras almas están empapadas de la gracia de Dios, deseamos obedecer la ley de Dios.
d. Esto significaría que el cuarto mandamiento
también aplica en el Nuevo Pacto.
Bueno, mi respuesta corta es, “Sí, eso ciertamente es verdad”. Los principios esenciales de todos los Diez Mandamientos se mantienen en el Nuevo Pacto. Tanto el tiempo de trabajar como el tiempo de dejar de trabajar para adorar de forma especial son necesarios si deseamos agradar a Dios. Pero alguien diría, “el cuarto mandamiento no se repite en el Nuevo Testamento”. Tampoco se menciona el primer mandamiento (al menos no palabra por palabra) pero no significa que tener otros dioses aparte del Dios verdadero sea una virtud o que se tratara de algo exclusivo para el Israel del Antiguo Pacto. Y el segundo mandamiento tampoco se repite (al menos no palabra por palabra) pero eso no significa que podamos hacer ídolos y esperar que eso (o cualquier otra forma de adoración concebida por hombres) sea adoración aceptable a Dios. Y tampoco el tercer mandamiento se repite (al menos no palabra por palabra) pero eso no significa que puedas utilizar el nombre de Dios en vano.
Pero alguien podría decir nuevamente, “para que el cuarto mandamiento se mantenga, esperaríamos ver a los cristianos del Nuevo Testamento reunirse para adorar en el séptimo día de la semana. Sin embargo, no lo hacían; ellos se reunían el primer día de la semana, el día del Señor”. Sí, así era. Pero se reunían el primer día de la semana debido a la resurrección de Cristo, en celebración de la redención obtenida y la inauguración de una nueva creación. Pensemos un poco en esto.
Esta objeción asume que la aplicación de los Diez Mandamientos debe verse igual a como se veía en la época del Antiguo Testamento si estos han de ser obedecidos en la época del Nuevo Testamento. ¿Es esto así realmente? ¿La aplicación de uno de los Diez Mandamientos debe ser igual a como era en el Antiguo Pacto para que sea aplicable en el Nuevo Pacto? Yo creo que no. Por ejemplo, el segundo mandamiento sigue vigente pero las leyes de lo que constituye una adoración aceptable han cambiado (Hebreos 9:1-10). Este cambio se debe a la venida de Cristo y Su obra que es el cumplimiento de lo que señalaban los antiguos elementos de la adoración. Adoramos de la manera en que lo hacemos a la luz de la venida y la resurrección de Cristo y la revelación que explica las implicaciones de esos eventos registrada en el Nuevo Testamento. Sin embargo, la idolatría continúa siendo pecado (1 Corintios 10:14; Colosenses 3:5; 1 Juan 5:21). No ofrecemos sacrificios animales en un templo físico a través de un sacerdote levita, aunque todos los creyentes son sacerdotes que ofrecen sacrificios espirituales aceptables a Dios mediante Cristo (1 Pedro 2:5) en la nueva casa de Dios, el nuevo templo, la iglesia (1 Corintios 3:16-17; Efesios 2:21-22; 1 Timoteo 3:15). Las cosas han cambiado debido al cumplimiento en Cristo, pero el cumplimiento no cancela el principio moral de la ley, aunque sí puede cambiar su aplicación. En otras palabras, la aplicación del segundo mandamiento es diferente a la luz de la venida del Hijo del Hombre y Su entrada en la gloria. Adoramos de la forma en que lo hacemos a la luz de la venida y la resurrección de Cristo.
Es lo mismo para aplicación del cuarto mandamiento. Adoramos cuando lo hacemos a la luz de la venida y la resurrección de Cristo (Hebreos 4:9-10; Apocalipsis 1:1053), pero el guardar el día de reposo continúa siendo nuestro privilegio (Hebreos 4:9). Sin embargo, no nos reunimos el séptimo día de la semana, recordando la creación original y la redención en Egipto. Estos simbolizaban una mayor creación y una mayor redención que estaban por venir. Tampoco esperamos la primera venida de Cristo debido a que esta ya sucedió. Así como la base histórica para la aplicación del cuarto mandamientos bajo el Antiguo Pacto era bipartita, la creación (Éxodo 20:8-11) y la redención (Deuteronomio 5:12-15), también la base histórica para la aplicación del cuarto mandamiento bajo el Nuevo Pacto es bipartita, la resurrección es a la vez la inauguración oficial de una nueva creación y la garantía de nuestra redención.
Un caso similar puede establecerse con el quinto mandamiento en dos niveles. Debemos obedecer el quinto mandamiento independientemente de nuestra edad. Sin embargo, honrar a los padres cuando tienes dos años se ve muy diferente a hacerlo cuando tienes 50 años. Además, en Efesios 6:2-3, Pablo hace referencia al quinto mandamiento, aplicándolo a los hijos en Asia Menor en el siglo I. Sin embargo, en la primera revelación que tenemos en la Biblia, obedecer el quinto mandamiento prometía una vida más larga en la Tierra Prometida (Éxodo 20:12, “para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu dios te da”). La aplicación puede cambiar debido a varios factores, como la inauguración del Nuevo Pacto mediante el sufrimiento y la gloria de Cristo, sin cancelar la esencia del mandamiento.
Así como la aplicación del segundo mandamiento se ve diferente bajo el Nuevo Pacto debido a los sufrimientos y a la gloria de Cristo (es decir, los elementos de la adoración pública han cambiado), así también la aplicación del cuarto mandamiento (es decir, el día para adorar públicamente ha cambiado). La aplicación del cuarto mandamiento toma forma con base en las realidades históricas y redentoras relacionadas con la muerte y resurrección de Cristo. El día de reposo cristiano no recuerda la creación original o la redención de la esclavitud en Egipto, y tampoco espera la primera venida de Cristo. Recuerda la inauguración del Nuevo Pacto (es decir, la nueva creación y una redención mucho mejor) y es una anticipación de Su segunda venida y el descanso eterno (que había sido simbolizado primero mediante el descanso de Dios después de la creación)54 que tendrá cumplimiento escatológico en ese momento y por la eternidad. El día del Señor, o el día de reposo cristiano, es un símbolo de una mejor creación y una mejor redención que gozamos en parte ahora, pero que gozaremos plenamente en su consumación.
II. Conclusiones prácticas
Este capítulo ha sido dedicado al lugar que los Diez Mandamientos tienen en la vida de los cristianos. Examinamos las declaraciones de la Confesión y después examinamos la Escritura misma para el veredicto final. Mostramos que las declaraciones de la Confesión están, sin duda, basadas en la Escritura y reflejan su enseñanza general. Debemos estar de acuerdo con la Confesión porque sintetiza lo que Dios ya ha dicho claramente en Su Palabra. Los Diez Mandamientos funcionan en al menos tres maneras en la Biblia; como la ley básica y fundamental del Antiguo Pacto, como la ley básica y fundamental del Nuevo Pacto, y como la ley básica y fundamental para todos los hombres—la ley moral. Lo que enseña la Escritura, la Confesión lo sintetiza. Los Diez Mandamientos comenzaron a ser válidos en la vida del hombre desde el jardín del Edén. Después fueron escritos por Dios en tablas de piedra y funcionaron como el centro de la ley de Dios para el Israel del Antiguo Pacto y como la forma especialmente revelada de la ley escrita en el corazón de los hombres. Finalmente, los Diez Mandamientos son escritos en los corazones de todos los cristianos del Nuevo Pacto. Los Diez Mandamientos trascienden pactos porque son básicos y fundamentales. Vale la pena leer las palabras de Dumbrell:
Los eruditos bíblicos generalmente admiten el carácter distintivo de los Diez Mandamientos… Obligatorios por naturaleza y prácticamente sin penas definidas, el Decálogo trasciende todos los marcos sociales. Aunque fue especificado primero a Israel mediante el pacto, el Decálogo es la exigencia universal de Dios a toda la sociedad humana.55
Parece que las diez palabras establecidas en el Sinaí simplemente plasmaron la voluntad divina para la humanidad. La mayor parte de su contenido se encuentra directamente o por implicación en el material precedente de Génesis y Éxodo.56
Finalmente, meditemos en tres consideraciones prácticas.
a. La ley básica del Antiguo y el Nuevo Pacto es la misma y tiene su origen en Dios, que la escribió primero en los corazones de nuestros primeros padres (Romanos 2:14-15).
La Confesión dice:
Después que Dios hubo creado todas las demás criaturas, creó al hombre, varón y hembra, con almas racionales e inmortales, haciéndolos aptos para la vida con Dios para la cual fueron creados; siendo hechos a imagen de Dios, en conocimiento, justicia y santidad de la verdad; teniendo la ley de Dios escrita en sus corazones, y el poder para cumplirla y, sin embargo, con la posibilidad de transgredirla, por haber sido dejados a la libertad de su propia voluntad, que era mutable (2ª CFL 4:2).
Tristemente, su voluntad cambió. Ellos pecaron. Sin embargo, Dios envió a Su Hijo a salvar a pecadores. Uno de los efectos de la gracia de Dios trabajando en el alma es el renovar Su imagen en nosotros, siendo re-creados en justicia y santidad de la verdad (Efesios 4:24; Colosenses 3:10) y teniendo la ley re-escrita en nuestros corazones (Jeremías 31:33; 2 Corintios 3:3). Así como en la primera creación Dios escribió Su ley en el corazón de los primeros seres portadores de Su imagen, también en la obra de re-creación hace lo mismo. La ley interna que Adán violó es la que Cristo obedeció perfectamente por nosotros y es la misma ley que escribe en el corazón de todos los que vino a salvar.
b. La ley en la vida del creyente es una guía, no una fuerza.
La fuerza, el poder para obedecer a Dios por amor, no proviene de la ley, sino del Espíritu Santo. La ley no tiene capacidad para empoderar o impulsar. Es una guía sin alas. En la promesa del Nuevo Pacto, en Ezequiel, Dios dijo: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros Mi Espíritu, y haré que andéis en Mis estatutos, y guardéis Mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36:26-27). La ley es como las vías del tren. Pueden guiar, pero no pueden impulsar. El poder no proviene de las vías, sino del motor del tren. El poder para obedecer la ley de Dios es un regalo, una de las provisiones de gracia del Nuevo Pacto para todos los que participan en él.
c. La ley es un medio para expresar nuestro
amor (Mateo 22:36-40; Romanos 13:8-10).
Los creyentes en Cristo pasan de la culpabilidad a la gloria, de la condenación a la consumación, de pecadores perdidos a hijos e hijas amados —y todo esto debido a lo que Cristo ha hecho por ellos. El Catecismo de Heidelberg, en la pregunta 1, cuestiona: ¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte? Esta es la respuesta:
Que yo, con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte (a), no me pertenezco a mí mismo (b), sino a mi fiel Salvador Jesucristo (c), que me libró del poder del diablo (d), satisfaciendo enteramente con preciosa sangre por todos mis pecados (e), y me guarda de tal manera (f) que sin la voluntad de mi Padre celestial ni un solo cabello de mi cabeza puede caer (g); antes es necesario que todas las cosas sirvan para mi salvación (h). Por eso también me asegura, por su Espíritu Santo, la vida eterna (i) y me hace pronto y aparejado para vivir en adelante según su santa voluntad.
Que este estudio pueda ayudarnos a apreciar adecuadamente los Diez Mandamientos en la vida del creyente.