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ОглавлениеCapítulo 2
Georgius Agricola
En un día de intenso conflicto para Israel, Dios se acercó al profeta Jeremías y le dijo: “Te encargo que pongas a prueba a mi pueblo. Examínalo, para ver cuál es su conducta” (Jeremías 6:27, DHH). Este mensaje, desde luego, era una metáfora para describir la función espiritual del profeta, que era verificar la dimensión de la falta de pureza que había en medio del pueblo de Dios de ese tiempo.
Sin embargo, no es con Jeremías que se inicia la historia de la metalurgia y de la mineralogía modernas. Debieron transcurrir más de 19 siglos hasta que un joven, de aproximadamente veinte años, sintiera el llamado de Dios para hacer algo por la humanidad. Él estaba leyendo el mencionado pasaje de la Biblia cuando tuvo una idea que hizo clic en su pensamiento, y que cambiaría su vida y la vida de muchas personas. Él habría de trabajar con metales para curar a la humanidad.
Mientras tanto, carecía de recursos para costear sus estudios y su apellido nada tenía que ver con las familias ricas de Alemania. Se llamaba Georgius Bauer, que en alemán quiere decir, “Jorge el hacendado”. De ahí el sobrenombre latino “Georgius Agricola”. Su mente, mientras tanto, estaba lejos de recluirse a un arado de hacienda. Quería mejorar el mundo con los dones que consideraba que Dios le había dado como regalo.
Cursando la Universidad
En 1514, Georgius partió de la ciudad alemana de Glauchau (donde había nacido) hacia Leipzig, donde inició sus estudios universitarios. Al poco tiempo, ya había aprendido griego, a punto tal que publicó un libro de gramática griega en solo cinco años de estudio. Todas las noches se retiraba temprano y, antes de descansar, oraba y leía la Biblia. Eso permitió que tuviera un mejor rendimiento en comparación con muchos de sus compañeros que preferían trasnochar y beber cerveza en compañía de las prostitutas.
Como resultado de sus excelentes logros escolares, lo que restaba de sus estudios fue financiado por un grupo de religiosos locales. Georgius quedó muy agradecido. Con ese apoyo, pudo estudiar, además del griego clásico, Filosofía y Ciencias Naturales en Alemania y también en Italia.
Después de cursar esas materias, Agricola comenzó a estudiar medicina y terminó actuando como un excelente médico en Joanhimsthal, Bohemia. Su corazón, sin embargo, no olvidó el amor por el estudio de los metales, ni el llamado divino que había sentido cuando leía el texto de Jeremías. Por una providencia divina, en 1530, el elector Mauricio de Sajonia lo invitó a trabajar como médico y farmacéutico en la pequeña ciudad de Chemnitz. Allí había un permanente trabajo de extracción de minerales, lo cual le posibilitaría continuar el estudio de los metales y minerales que tanto lo entusiasmaban.
Médico e investigador
Como médico, Georgius visitaba incansablemente las minas y las casas de los trabajadores, haciendo anotaciones médicas y creando remedios que ayudaron a salvar a muchos que vivían de ese trabajo en las cerradas y polvorientas cavernas de minerales. En su monumental obra de doce tomos De re metallica �Sobre la naturaleza de los metales�,* desarrolló el estudio de enfermedades como la silicosis, que es típica del trabajo en las minas. Además, presentó técnicas de ventilación, con proyectos para la construcción de tres tipos de máquinas para ventilar que, movidas a tracción animal, llevarían aire puro hacia los puntos más subterráneos de una explotación mineral.
Al mismo tiempo que se preocupaba por la salud de los trabajadores, Agricola produjo una esmerada clasificación de cristales, desarrolló recursos preventivos de erosión e investigó el uso del magnetismo como medio de encontrar yacimientos de oro. Algunos historiadores creen que fue él quien creó la palabra “petróleo”, hoy conocida y usada en todos los países.
Desde el inicio del mundo hasta los días de Agricola (siglo XVI), el interés por los metales y los minerales era básicamente económico. Por eso, es posible decir que fue gracias a él que surgió la ciencia de la mineralogía, que hoy es objeto de estudio en muchas universidades. Georgius creía en la Creación de acuerdo al relato escrito en el libro de Génesis. Por eso entendió, antes que ningún otro, que los minerales formaban parte del mundo natural hecho por Dios y que deberían ser objeto de investigaciones científicas, a fin de poder utilizarlos para algo más que la mera manufactura de objetos o el intercambio en el ambiente comercial.
Su trabajo se basó, principalmente, en el campo de observación directa y el estudio exhaustivo. Por eso, sus publicaciones llegaron a ser libros de estudio de muchas universidades europeas, aun después de su muerte. Todavía hoy, buena parte de sus anotaciones se consideran vigentes y no han sido modificadas por los especialistas de esa área.
¿Sabías tú que uno de sus libros, titulado De natura fossilium �Sobre la naturaleza de los fósiles�, fue la primera publicación académico-científica sobre la metalurgia en el mundo? Y lo más interesante es que, abogando por la historicidad del diluvio descrito en la Biblia, Georgius demostró en forma empírica que los fósiles orgánicos surgieron por la acumulación solidificada del agua durante una inundación que cubrió todo el planeta. ¡Para él no era nada difícil conciliar el texto bíblico con sus observaciones del mundo natural!
Caridad y fin de los trabajos
Agricola también se involucró en cuestiones políticas y simpatizó bastante con las enseñanzas de Martín Lutero. Sin embargo, se olvidó de ambos debido a la violencia y a las revoluciones que causaban en toda Alemania. Su opinión era que la política y las luchas religiosas estaban tomando un rumbo más personal y económico, que civil o espiritual.
De ese modo, después de algún tiempo sirviendo como intendente de Chemnitz, como consejero de la corte sajona y también embajador de Carlos V, Agricola resolvió regresar a la pequeña villa de minerales y continuar su trabajo de médico e investigador. Fue allí que escribió los tomos finales de la De re metallica, obra que terminó siendo publicada apenas un año después de su muerte, en septiembre de 1555.
Si tú investigas en los libros de historia, vas a ver que las epidemias eran comunes en una Europa con pocos sistemas de higiene. Tres años antes de su muerte, Georgius tuvo que trabajar, casi incesantemente, para ayudar a la curación de las personas afectadas por la llamada “Peste Negra” que devastó el continente entre 1552 y 1553. Visitaba la casa de los enfermos, oraba con ellos y les administraba los medicamentos. Como última contribución médica, también dejó escrito un exhaustivo estudio sobre las causas y sobre cómo combatir esa calamidad.
Cuando murió, su cuerpo fue sepultado en la catedral de Zeitz. Sobre su lápida están escritas las palabras que marcaron el carácter de su cristianismo: Él vivió por la paz, la verdad y la justicia. ¡Qué bueno sería si esa fuera la frase que resumiera las obras de nuestra vida!