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Introducción

El Feng Shui y la Armonía

El Feng (viento) Shui (agua), o 风水 en chino mandarín, es una ciencia tradicional china que se basa en la armonía y que se ha convertido en arte, y escribo “ciencia” porque en la China Milenaria así fue considerada, debido a su capacidad de previsión y repetición, por lo menos hasta el siglo IV antes de nuestra era, cuando pasó a ser más un arte de los magos y santones que una ciencia de los sabios, que observaba en estas dos palabras, viento y agua, el principio vital de la existencia y su desarrollo en este mundo.

Con la entrada del budismo estos principios se fueron desvaneciendo de la academia, y con la llegada del confucianismo prácticamente desaparecieron de las aulas formales, más interesadas en aprender las reglas sociales y políticas de Confucio que la observación de los astros y su relación con nuestro mundo y con nuestra vida.

El Feng Shui es todo un sistema astronómico que se basa en la observación del movimiento estelar y sus correspondencias y analogías con lo que sucede en la Tierra, con las plantas, con la salud, con las relaciones sociales, con los deportes (artes marciales), con el comercio, con la política, con la cultura: es decir, con todo, huyendo del caos y acercándose a la armonía.

Eso de la “armonía” puede sonar a algo vacuo y cursi, o a una utopía imposible de conseguir, un camelo para ingenuos y bien pensantes que se niegan a ver la crueldad y crudeza de la realidad.

En un mundo lleno de guerras, asesinatos, violaciones, abusos, despojos, abusos, explotación de los más débiles por parte de los más fuertes y desprecio por la naturaleza, aspectos tristes de la humanidad desde el inicio de los tiempos más o menos civilizados, el pensar que el Espíritu (Feng) y el Alma (Shui) tengan capacidad de superar nuestro lado oscuro suena poco realista.

Sin embargo, y a pesar de nuestra presencia destructora en este planeta, el Universo entero es armonía pura y está ahí, a la vista de todos, funcionando cada segundo y todos los días desde hace miles de millones de años.

Una sola diferencia, caos o error en el Universo sería suficiente para que nosotros, los vanidosos y egocéntricos seres humanos, simplemente no existiéramos.

Que nuestro planeta sea capaz de crear, soportar y mantener el fenómeno milagroso de la vida es pura armonía, la cual, si se viera realmente afectada, acabaría con nosotros en un instante.

Por tanto, algo de armonía hay en todos y cada uno de nosotros, y desde esa armonía, comparada con la armonía celestial, el Feng Shui construye todo un sistema metodológico para que dicha armonía sea mayor y más estable en todos y cada uno de los planos de la vida.

Cuando escribí la primera versión de este libro, en el mercado occidental no había mucha información sobre la ciencia del Feng Shui a pesar del interés de los franceses por los temas orientales, mientras que en gran parte de Oriente se practicaba casi en secreto, si bien es cierto que los coreanos siempre la han mantenido viva hasta en su bandera.


Bandera coreana con los cuatro baguas fundamentales del Feng Shui.

En Corea se desarrollaron varias escuelas de Feng Shui, que prestaban atención desde la disposición y decoración de casas y negocios hasta a la salud, el matrimonio y las artes marciales, como sucede con el Tae Kuan Do que enarbola la misma bandera que el país donde nació.

El Feng Shui, nacido en el Sur de China y preservado en Corea, que alguna vez fue China y está en el Norte rodeada por el Mar Amarillo, empezó a conocerse en Occidente al final de los años ochenta del siglo XX, y en los años noventa (cuando aparece la primera versión de este libro) empezó a difundirse por todo el mundo, primero como arte decorativo y luego como función de todas y cada una de las cosas que nos rodean, y el consumo, el comercio y los negocios no podían ser la excepción.

Wang Ray, nacido en Hangzhou, fue mi alumno de español en Barcelona, España, y a la vez fungió como mi maestro de Feng Shui, facilitándome varias claves de esta ciencia milenaria de la que él, como funcionario de aduanas chino, no podía hablar abiertamente en su propio país, aunque lo practicaba todos los días.

Wang vivía en el puerto de Shanghái, “una ciudad inviable”, decía, porque estaba tan contaminada que el cielo se veía amarillo, y no por chino sino por sucio, utilizando el Feng Shui solo para acumular riquezas pero olvidándose de la naturaleza, atentando con ello contra la armonía esencial, confundiendo la acumulación enloquecida con la verdadera abundancia, aspecto que tendrían que corregir algún día si no quieren que todo se vinga abajo, como siempre ha sucedido con la imponente China, que ha pasado durante milenios de tener más de lo necesario a no tener absolutamente nada.

De haber atendido las leyes del Feng Shui, decía Wang, China jamás hubiera sufrido millones de muertes por simple y pura hambre, y ahora tiene la oportunidad de rectificar, de la misma manera que el resto del mundo tiene que volver a pensar en la armonía.

Eran los años noventa del siglo XX, el uso de las redes sociales era incipiente, las organizaciones no gubernamentales, como Green Peace, eran más sectas algo alocadas y de difícil acceso que verdaderos impulsores de conciencia social respecto al sostenimiento racional del planeta. Hoy en día parece haber un poco más de conciencia, convirtiendo la preocupación en ocupación, y los utópicos automóviles eléctricos de aquellas épocas ya son una realidad hoy en día, circulando por las calles y las autopistas europeas sin contaminar a la antigua usanza.

Lo más racional sería que los coches no existieran, pero algo es algo.

Los plásticos, uno de los grandes inventos del siglo XX, están llamados a desaparecer en muchas de sus modalidades gracias a grandes campañas mediáticas en su contra, como si la basura plástica hubiera aparecido de pronto convirtiéndose en mares de suciedad sin que nadie ni nada pudiera controlarlo, y la humanidad se hubiera vuelto más sucia y descuidada en los últimos tres años del presente siglo XXI. El plástico dejará de ser negocio en muchas de sus versiones, afectando la economía de sus productores (y en menor medida de sus usuarios), que tendrán que buscar otros negocios para no caer en la bancarrota y subsecuente miseria.

La abundancia y el triunfo en los negocios no están reñidos con la armonía si se realizan en orden, con conciencia y con responsabilidad ambiental.

Una de las máximas de la economía es que “para que exista un millonario hacen falta un millón de pobres”, pero la abundancia puede ser perfectamente global y para todos, sobre todo ahora que contamos con todos los medios tecnológicos para que todos y cada uno de los seres humanos que habitan el planeta vivan en plenitud y sin necesidades. Solo la locura, la necedad y la vanidad evitan que todos y cada uno de nosotros no tengamos que preocuparnos por comer, y tengamos acceso a todos los bienes que nos proporcionan nuestro esfuerzo y la naturaleza.

No hablo de ideologías políticas ni de formas de gobierno, que también contaminan y en muchos casos son completamente innecesarios, hablo de responsabilidad y de conciencia, de armonía y orden, algo que tarde o temprano tendremos que poner en marcha si no queremos desaparecer como especie, y para ello la ciencia milenaria del Feng Shui puede ayudarnos cabalmente.

Feng Shui para los negocios

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