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PREFACIO

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En 2016, Katharine Viner, redactora jefa de The Guardian, describió el referéndum en favor del Brexit como «la primera votación en la era de la política de la posverdad».1 El prefijo «pos-», según se explica, no haría referencia tanto a una dimensión temporal (aquello que pasa después), sino más bien a una escisión cualitativa con aquello que venía antes. Tras el posmodernismo viene la posverdad. El posmodernismo de alguna manera apuntaba a «el fin de las grandes historias». ¿Y la posverdad? Al fin de la verdad. De este modo, se dice que vivimos una era de mentiras, manipulación y engaño, como se preguntó finalmente K. Viner: «¿Acaso la verdad importa ya?».

Para ser sincero, cuando leo algunos de los documentos sobre el caso Dreyfus al final del siglo xix o los informes falsificados que se publicaron en algunos periódicos durante la Segunda Guerra Mundial, me pregunto por qué ahora nos preocupa tanto esto.2 ¿Nueva era? ¿No nos estaremos dando demasiada importancia? Desde luego los medios de comunicación no son los mismos; el impacto de los mensajes falsos es más volátil porque todo es más rápido. Y sí, todo el mundo sabe que los presidentes están mintiendo, también sabemos que es políticamente rentable ignorar datos validados científicamente o luchar contra ellos usando «datos alternativos». Hoy, además, todos se sienten engañados por algo o alguien (vendedores de coches, políticos, médicos, banmentira, impostura, estupidez cos, etcétera). Y, como se suele decir, «la víctima es cómplice de su propio engaño». ¿Pero hay algo nuevo en todo esto? ¿Es esta una verdad escandalosa e inquietante? Sinceramente, no. Hace ya mucho tiempo que sabemos lo que pasa.

En un libro reciente, la filósofa política francesa Myriam Revault d’Allones habla sobre «la faiblesse du vrai». Faiblesse puede traducirse como «debilidad». La debilidad de la verdad implicaría que la verdad es incapaz de resistir la violencia de la mentira. Esta definición todavía sigue siendo demasiado positiva; la verdad sobre determinados acontecimientos y la propia importancia de estos mismos hechos se ve amenazada tanto por los que mienten como por aquellos que representan a la verdad. Lo que es nuevo en nuestra «era» es quizá el hecho de que la verdad ha dejado de tener autoridad alguna. Hoy día, la verdad no es simple y llanamente débil, sino «tenue, inútil, insípida, insustancial». Las verdades que se proclaman son superficiales y tan repletas de clichés que se ven desarmadas ante la exuberante y falsa profundidad de nuestros mentirosos contemporáneos. El peligro de la posverdad reside no ya en la mentira, sino en la debilitada, inútil y destartalada esencia de la verdad. Y es cierto, aquellos que proclaman verdades insustanciales son cómplices y, por lo tanto, responsables de la proliferación de las no verdades. Los mentirosos disimulan la verdad, en ese aspecto, todavía muestran cierto respeto hacia ella. Los impostores crean confusión, disfrutan jugando con la línea que separa lo verdadero de lo falso, pero ¿y si es que lo que de verdad desaparece es la propia idea de que hay una línea que separa lo verdadero y lo falso? De esto es de lo que realmente trata la era de la posverdad.

En este libro me gustaría centrarme en diferentes aspectos de esta denominada «debilidad» de la verdad. La posverdad (capítulo 1) es solo uno de los síntomas de esta debilidad, si bien el más radical, ya que en este caso cualquier referencia a la verdad se convierte en algo opcional. En los demás capítulos analizaré los fenómenos que de alguna manera todavía respetan la verdad, aunque sea solo para debilitar o empañar el valor que conlleva o representa, ya que, como se verá claramente a lo largo del libro, la verdad no «tiene valor» en sí misma. Algunas verdades son estúpidas o irrelevantes, mientras que algunas falsedades son muy potentes y reveladoras. Cada verdad se evalúa dependiendo de su relevancia, su interés o su fuerza; no hay ningún valor intrínseco, autónomo de una «Verdad» con uve mayúscula. Si la filosofía ama la verdad, necesita probarla. Y uno no prueba su amor refiriéndose a una «realidad objetiva», sino usando la imaginación para expresar aquello que se conoce pero resulta difícil de explicar, eso que se desea manifestar porque se tiene la creencia de que es algo urgente y lleno de sentido.3

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1. Katharine Viner, «How Technology Disrupted the Truth», The Guardian, 2016. Disponible en: https://www.theguardian.com/media/2016/jul/12/how-technology-disrupted-the-truth.

2. En este contexto, revisar el excelente estudio de Michaël Foessel, Recidive 1938, París, PUF, 2019.

3. Gracias a Kyle Barrowman por la reveladora y estimulante revisión editorial del manuscrito. Gracias también a Tomas Sinkunas por invitarme a esta nueva y prometedora colección.

Mentira, impostura y estupidez

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