Читать книгу Fundamentos teóricos e históricos de la dirección y la actuación escénicas - Rolando Hernández Jaime - Страница 10
Оглавление1. La dirección escénica
1.1 Principios fundamentales del teatro
1.1.1 El teatro, un arte colectivo
Uno de los elementos esenciales del teatro dramático, y del teatro en general, es su carácter colectivo, pues en él intervienen muchos creadores que, a su vez, representan diferentes artes, técnicas y maneras de hacer. De la unión del multifacético conjunto de elementos artísticos y no artísticos que intervienen en su producción y de la alianza integradora y colectiva de la actividad de los diferentes especialistas artífices de esos elementos, surge el auténtico arte teatral.
La individualidad creadora y la esencia de su arte se conserva íntegra en cada uno de los artistas y especialistas que participan en el proceso de puesta en escena de la obra dramática, pero el resultado final debe ser una profunda integración de sus individualidades al colectivo, que debe funcionar como un sistema. La única forma posible para que esa multiplicidad de recursos y personalidades que producen el teatro logre la imprescindible unidad que a toda obra de arte le es inherente, es la conformación de un colectivo humano que funcione como un organismo o sistema integral, en el que los objetivos funcionales coincidan en todos sus integrantes.
Por tanto, el teatro es el arte en que no solo se reflejan de manera más directa los problemas sociales y humanos, sino también aquel para cuyo feliz funcionamiento es imprescindible —como en la sociedad— la colectivización de su vida interna.
1.1.2 El teatro, arte de síntesis
El principio de la síntesis está íntimamente relacionado con el anterior (la colectividad), pues también tiene que ver con ese amplio conjunto de elementos que integran el arte teatral. En primer lugar, tenemos que en el teatro se funden todas las demás manifestaciones artísticas:
La literatura, mediante el texto dramatúrgico.
La música, en su forma pura y directa o mediante la inserción, en el desarrollo de la acción dramática, de muchos de sus elementos técnicos y de sus múltiples formas de realización.
La danza, también en su forma pura y directa o con el empleo de muchos de los recursos expresivos del cuerpo que ella utiliza y de sus recursos coreográficos.
Las artes plásticas, en la escenografía, la utilería, el mobiliario, el diseño de vestuario y de iluminación, y en otros muchos momentos del espectáculo.
El cine, hijo mayor del teatro, también de múltiples maneras se inserta en el espectáculo teatral, cuando sus imágenes en movimiento apoyan la acción dramática.
Todas las artes, con su infinidad de variantes y formas de concretarse, se integran y sintetizan en el teatro, pues cada una pasa a constituirse en parte integrante del fenómeno teatral.
En segundo lugar, otro conjunto de componentes que se sintetizan en el teatro son los propios y exclusivos de su original naturaleza como arte:
El empleo de la acción y sus múltiples formas de manifestarse en el obrar humano.
La naturaleza del actor en su doble condición: como sujeto, instrumento o recurso para la creación teatral (de la cual constituye la esencia misma) y como objeto de la creación artística (que surge de él y se concreta en su propio cuerpo).
El reflejo de la condición dramática del ser humano a través de los recursos de la dramaturgia y de la puesta en escena.
Uno de los rasgos esenciales del teatro lo constituye esta síntesis de los diferentes componentes que en él se integran, por cuanto, además del trabajo del actor, del reflejo de la acción y de los recursos del drama, que son distintivos y propios de la actividad teatral, todos los demás elementos, artísticos y no artísticos, de los que se vale el teatro no solo tienen vida propia e independiente, sino que son expresiones muy fuertes de las formas en que se manifiesta la creatividad humana. Pero todos los matices que caracterizan esas otras formas que se funden en el teatro, pierden su individualidad e independencia para pasar a ser elementos integrantes de esta expresión artística.
A la síntesis teatral, en el sentido de unión indisoluble de las disímiles técnicas y aspectos de la vida y el arte que en ella confluyen, se une otro factor de esa condensación: todos los elementos que aparecen en el teatro deben reflejarse solo en sus características esenciales, libres de todos los detalles superfluos que en sus expresiones originales puedan tener en la vida cotidiana; o sea que se integran a este nuevo arte de forma sintetizada.
Una de las razones que obligan a esta síntesis en el teatro es el manejo del tiempo, ya que, independientemente de la extensión de las historias, los fenómenos y las acciones que en él se exponen, estos deben ser resumidos en un corto plazo, lo que obliga a condensar lo tratado, a sintetizarlo, a reflejar en escena únicamente sus expresiones principales y básicas. Esta condensación del tiempo y la acción, obliga a la condensación de todos los recursos técnicos y formales que deben emplearse en la materialización y concreción del hecho teatral.
La síntesis del arte teatral solo es posible a partir de la acción integradora de los diferentes artistas y técnicos que en su realización intervienen. En ello radica, esencialmente, la obligada necesidad de que el teatro sea un arte de creación eminentemente colectiva, como expliqué en el principio anterior. Solo en la cohesión y colectividad del equipo que lo produce, está la garantía del éxito de esta manifestación artística.
La síntesis artística y funcional en el teatro se produce, por tanto, en todos sus planos: visual, auditivo, espacial, literario y sígnico. En la comunión de todos ellos está una de las características esenciales de esta manifestación del arte.
A partir de la síntesis, en la obra resultante se produce la unión armónica de los principios y conceptos creadores de los realizadores de la puesta en escena. De esta unión dialéctica de síntesis entre creadores y creación surge la poesía de la escena.
1.1.3 El actor, portador de lo específicamente teatral
En el colectivo que se integra para producir un espectáculo teatral se destaca el actor, y esto es así por múltiples razones. Principalmente, porque el actor es quien realiza en la escena, como el ser humano en la vida real, las acciones que son parte de ella; así que el actor es importante no por sí mismo, sino porque es el vehículo a través del cual se concreta la acción dramática.
En el trabajo del actor se resumen todos los aspectos esenciales que caracterizan el teatro, pues el actor es el único creador que puede asumir en sí la mayor parte de las funciones de esta expresión artística. Él puede escribir la obra que va a representar, puede autodirigirse —si es capaz de hacerlo—, puede diseñar y realizar su escenografía, su vestuario y demás dispositivos que utilizará en su actuación; por la importante razón de que todos estos componentes se realizan para complementar su actividad.
Lo anterior no contradice ninguno de los dos principios ya enunciados, pero es muy poco frecuente encontrar un talento suficiente como para abarcar esas múltiples y complejas funciones con la efectividad que ellas exigen; además, ya para la presentación del espectáculo completo, el actor va a necesitar del trabajo de otros técnicos y colaboradores.
Pero el actor es portador de lo específicamente teatral, no solo por estas condiciones, sino también y, sobre todo, por algo más importante y definitorio —que mencioné al inicio de este apartado y ahora reitero y amplío—, por ser él quien ejecuta lo más trascendental en el arte dramático: la acción escénica, factor básico del teatro. Si el actor es significativo en este arte, es precisamente porque corresponde exclusivamente a él la realización directa de la acción, a la que se subordina su propio trabajo y el de todo el aparataje teatral que se pone en función de su actividad.
En conclusión, es el actor, con toda justeza, quien concreta en sí mismo lo esencial del teatro. Ello no implica, en ningún momento, que los demás creadores teatrales carezcan de importancia ni que su creación pueda ser relegada a un segundo plano. La labor de todos, como ya quedó dicho en los principios anteriores, es igualmente significativa, lo que ocurre es que en la estructura teatral históricamente determinada, de las siete partes del iceberg, al actor le ha correspondido jugar el papel de su punta visible, y a los demás artistas creadores del espectáculo, les ha tocado representar sus seis partes restantes, que, aunque bajo el agua, solo visibles a través de sus creaciones, son sustento y complemento esencial del trabajo de aquel.
1.1.4 La acción, material fundamental del arte teatral
Como ya dije, la acción es el elemento esencial del teatro: lo que caracteriza y define su existencia. Así como en la realidad, lo que distingue la existencia del ser humano y de los fenómenos que en la vida tienen lugar, es la actividad y el movimiento, o sea el accionar activo de los diferentes entes y formas en que esta se manifiesta; así también sucede en el teatro, como el arte que más directamente refleja la vida: la acción es el elemento primario que integra su cuerpo funcional.
De la misma forma que entre el colectivo humano que realiza el teatro se destaca uno de sus miembros, en la estructura funcional dramática se destaca también la acción, entre el amplio conjunto de recursos que se integran en el arte teatral. Ya desde la Poética de Aristóteles se define al teatro como la imitación de una acción, pues a través de ella se expresa, principalmente, el trabajo del actor y, a partir de ella —y por supuesto considerando también la palabra como acción— conocemos todos los acontecimientos, las peripecias, los hechos y los sucesos que integran la historia representada.
Es la acción, como conjunto de actos ejecutados por los personajes en el desarrollo de la obra dramática, el material fundamental en el trabajo de y con el actor; por tanto, también en el arte teatral en general. En este punto, recordemos que la palabra “drama” viene del latín y tiene sus antecedentes en los términos dórico “drán” que significa “actuar” y en el griego “δράμα” que significa “hacer” o “actuar”. O sea que, desde sus orígenes, la acción está en la base de las definiciones teóricas y prácticas de la representación escénica.
La acción, tanto en su sentido más general (esto es, como base de la trayectoria y el accionar escénico), como, sobre todo, en los pequeños actos sicofísicos por los que este accionar está integrado, es la célula fundamental de la estructura dramática.
La organización creativa de esa estructura celular, o sea la plasmación de la acción dramática a través del actor y los demás recursos escénicos, son la clave central para la realización eficaz de una puesta en escena.
A las especificidades de la naturaleza de la acción me referiré ampliamente en el desarrollo del libro.
1.1.5 La dramaturgia, componente rector del teatro
Entre los múltiples componentes del arte teatral hay uno que los guía y rige: la dramaturgia, que asumimos en su doble condición: como conjunto de leyes y reglas que permiten la construcción de un texto o estructura dramática literaria y, a su vez, como acumulado de códigos dramatúrgicos que sirven de guía para el proceso de puesta en escena de dicho texto o estructura.
Las leyes de la dramaturgia, en cualquiera de sus variantes funcionales, rigen todo el proceso de estructuración teatral, tanto en lo literario (cuando aún no es teatro propiamente dicho, sino solo un texto escrito con la finalidad de ser representado) como en lo escénico (cuando se produce todo el proceso de montaje del espectáculo teatral).
El montaje se desarrolla a partir de los contenidos y la estructura dramática de la obra, pero la manera en que esos contenidos y esa estructuración rigen el proceso no es una receta, algo inflexible o rígido, pues se trata de elementos que, una vez interpretados, sirven de base y orientación al curso de la creación. Se es más fiel a la obra no cuando se interpreta estrictamente lo expresado en su letra, sino cuando se reflejan sus contenidos esenciales.
Así como en todas las demás artes, el material que utiliza el teatro es el que le propicia la vida real, pero, para que ese material adquiera un sentido teatral en su carácter esencial, tiene que ser reelaborado y estructurado según las leyes del drama; de lo contrario, estaremos ante otro género literario o ante otra de las múltiples formas del arte escénico.
Igualmente, todo espectáculo, para que tenga un carácter dramático, debe mostrar un conflicto. Este es el elemento que le aporta la intensidad dramática, a partir del cual los sucesos que tienen lugar en la historia no son una simple narración de hechos pasivos e inactivos, sino un dinámico desarrollo de las acciones que se originan en tales sucesos, que interactúan en los hechos representados.
Además, la dramaturgia en el arte teatral no está dada solamente en la obra escrita. El material dramático para producir un espectáculo puede no estar escrito (como ocurre con la Comedia del arte y otras variantes del teatro) y puede ser suficiente la existencia de un simple guion en el que aparezcan los elementos esenciales de una estructuración dramático-teatral, para que el actor desarrolle en la escena todo el accionar correspondiente al espectáculo planificado.
Incluso, como en algunas variantes del Teatro de Creación Colectiva o del Teatro de Creación Sicofísica y Participativa, el espectáculo teatral puede anteceder la existencia de la obra escrita. En este último, partiendo de los sucesos contenidos en las diferentes fuentes literarias o de la definición ordenada de una cadena de sucesos obtenida de la vida cotidiana, de la mitología popular o de otros orígenes, es posible estructurar dramáticamente los contenidos teatrales para que el actor y el colectivo de creadores produzcan en la escena un espectáculo, y que después, con base en el mismo, sea escrita su versión literaria. Dicho sea de paso, muchas obras del teatro universal, incluyendo varias de Shakespeare, tal como hoy las conocemos, son el producto final de sus puestas en escena.
En resumen, el componente rector y guía en la definición de la teatralidad de un espectáculo es su estructuración dramática, o sea el cumplimiento de las leyes de la dramaturgia, escritas o no, realistas o no, pero presentes en el hecho escénico.
1.1.6 El trabajo del actor, material fundamental del arte de la dirección escénica
Las funciones del director de teatro son múltiples y variadas, derivadas todas del amplio colectivo de artistas, técnicos y colaboradores en general que debe tutelar, así como de la heterogénea mezcla de expresiones artísticas y técnicas a las que debe enfrentarse en el cumplimiento de su compleja actividad. Pero, su función fundamental en el proceso de estructuración de la acción dramática es guiar el, a su vez, complejo proceso creativo del actor.
Y si el actor es el portador de lo específicamente teatral, corresponde al director conducir su labor, pero sin perder de vista que su actividad es importante precisamente porque en ella se resume la de los demás miembros del colectivo creador.
Repito, entonces, que uno de los rasgos esenciales del nivel profesional de un director de escena es su capacidad de trabajar con el actor y de armonizar en su creación los resultados técnico-artísticos de los demás participantes en el proceso de puesta en escena.
En el trabajo del actor se reúnen los dos componentes o recursos fundamentales del teatro:
la acción y la ejecución de dicha acción.
La acción se hace en un hecho concreto solo cuando el actor la ejecuta. Por lo tanto, en la conducción del trabajo del actor y la acción dramática que él materializa se centra la función fundamental del arte de la dirección escénica.
1.1.7 El público, componente creador del teatro
En el teatro, el público no es un simple espectador de la obra de arte, sino un ente dinámico en el proceso de interacción que con él se produce en el momento en que el espectáculo se está desarrollando. En esta manifestación artística, el papel del público tiene una magnitud que no se llega a apreciar en ninguna de las demás artes, pues el público no es solo aquel para quien se realiza la obra artística, no es un simple consumidor del producto artístico, sino un elemento activo en la concreción final de la obra.
El espectador de un cuadro, una obra literaria o una película puede aceptarlas con agrado o con disgusto, y la obra artística no sufrirá ninguna alteración por ello; en el teatro no sucede lo mismo, pues en él el hecho artístico se desarrollará mejor o peor según como el público se comporte. Me referiré a dos casos extremos en que esto se puede producir: si el público ríe en un momento en que lo reflejado en la escena se trabajó de forma muy seria y dramática, o si, por el contrario, calla cuando todo fue trabajado con la intención expresa de producir risa, el actor no se comportará de la manera prevista en lo sucesivo.
Entre estas dos situaciones opuestas hay una multitud de variantes en que el comportamiento del público influye de manera directa en el resultado de lo que ocurre en la escena, por lo que la participación del mismo es, de hecho, parte del fenómeno activo que constituye la representación de un espectáculo teatral. El teatro es un hecho vivo que adquiere su dimensión final ante la vista del espectador, pues es el único arte en que el público y el artista se miran mutuamente a la cara y se comunican de manera directa sus sentimientos durante la realización de la obra artística.
Sea cual sea el estilo o formato de la representación teatral, cada una de sus funciones es una obra artística en sí misma, pues, como acto ejecutado por seres vivos que representan situaciones, hechos y sentimientos tomados de la vida real y que por tanto se intercomunican con los espectadores, en cada ocasión la ejecución de la obra artística es diferente, precisamente por la interrelación con los disímiles públicos a los que se presenta.
Como todo amante del teatro conoce y como se aprecia en los principios expuestos hasta aquí, el teatro es un arte complejo, con múltiples ramificaciones conceptuales, estéticas y técnicas, a partir de las cuales se crea una forma de ver, interpretar, recrear y enriquecer la vida.
Como dijera el destacado teatrista francés Louis Jouvet (1887-1951), en su artículo “La profesión del director”, el teatro significa “Realizar lo corporal por medio de lo espiritual. Es una manera de actuar con una obra, con los lugares y los ornamentos de que se dispone para montarla, con los intérpretes que la representarán y con el poeta que la ha concebido y finalmente, con el público al que se encuentra destinada” (en Ceballos, 1992: 58).
Solo de la combinación perfectamente equilibrada de los elementos aquí enunciados, puede lograrse un verdadero espectáculo teatral. En la articulación de todos los componentes que se relacionan con cada uno de estos principios generales está la única fórmula posible para la producción exitosa del milagro que tiene lugar en cada representación escénica. Por ello afirmo que la actividad del director de teatro dramático debe basarse en el dominio absoluto, tanto en la teoría como en la práctica, de las leyes que rigen estos principios.
1.2 Principios básicos de la dirección escénica
1.2.1 La dirección escénica y el director: conceptos y definiciones
¿Cómo definir el arte de la dirección escénica? Existen muchos intentos por precisar en qué consiste esta heterogénea profesión, la más joven del universo teatral. Algunas definiciones son más precisas que otras, pero en la mayoría de los casos resultan muy generales o insuficientes para abarcar todas las dimensiones de este oficio. Incluso, muchas veces se identifica esta noción con la de “director artístico”, pero esta última es una profesión más amplia, que se refiere a los directores de espectáculos que incluyen varias artes, en los que cada unidad artística ya está hecha, entonces la función del director artístico es integrarlas técnicamente al espectáculo general. La definición de director artístico también se emplea de manera genérica para referirse a todos los directores de las diferentes manifestaciones artísticas.
En esta discusión sobre funciones y definiciones en el campo de actividad del director, interviene un elemento de primordial importancia: el concepto de “puesta en escena” (mise en scène), que define la función más general del director. La dirección escénica consiste precisamente en realizar la puesta en escena; con esta definición se enuncia la actividad que se lleva a cabo durante el acto de dirigir. Encontramos, entonces, que al hablar de la función del director, en unas ocasiones se emplea el término “puesta en escena” y, en otras, “dirección escénica”. Ambas definiciones son relativamente modernas, pues surgen en la segunda mitad del siglo xix, cuando el trabajo del director adquirió la categoría de un arte con vida propia.
El término “dirección escénica” define la función, y “puesta en escena” define la actividad que se ejecuta durante el cumplimiento de esa función; por tanto, ambas nociones son complementarias, pues una se refiere a lo general y la otra a lo particular del mismo fenómeno: la conducción y la realización de un espectáculo teatral. Por eso, cuando en una exposición teórica o en el programa de mano de un espectáculo encontramos la expresión “dirección y puesta en escena”, estamos ante una formulación redundante, pues ambas definiciones significan lo mismo.
Existen, igualmente, dos términos que se utilizan como sinónimos de los anteriores: “montaje” y “escenificación”, que son más recientes, sobre todo el segundo. Por último, hay otro vocablo para referirse al director de teatro, también surgido en Europa a finales del siglo xix, utilizado todavía por varios países y que sería muy saludable generalizar, pues con una sola palabra ya se define al director de teatro, diferenciándolo nominalmente de los demás directores artísticos: regisseur, en francés, y regiser, en español, que viene del antiguo organizador del espectáculo teatral nombrado “regidor”. En Cuba, algunos usan la expresión para señalar al director o maestro de ballet.
Como muestra de definiciones conceptuales de “puesta en escena”, cito:
En una acepción restringida, el término puesta en escena designa la actividad que consiste en la disposición, en cierto tiempo y en cierto espacio de actuación, de los diferentes elementos de interpretación escénica de una obra dramática. (Veinstein, 1992: 617).
La puesta en relieve (puesta en escena) sería algo como aspirar una realidad para espirar otra después de haberse realizado el intercambio gaseoso. (Martínez, 2002: 6).
En una interpretación sobre la actividad del regisseur, como se le llamó desde aquella época, Jouvet, en sus Reflexiones de un comediante (2002: 57), describe así su función: “Jardinero de los espíritus, doctor de los sentimientos, cronometrista de las palabras, partero de lo inarticulado, ingeniero de la imaginación, cocinero de los discursos, director de las almas, rey del teatro y sirviente del escenario, malabarista, mago y piedra de toque del público”.
Finalmente, una de las definiciones más acertadas que he encontrado sobre la dirección escénica es de B. E. Zajava, en su libro La profesión del actor y el director (1978: 123): “El arte de la dirección escénica consiste en la organización creativa de todos los elementos de un espectáculo teatral, con el objetivo de lograr una obra artística única, acabada y armónica”.
Como se aprecia, la dirección escénica debe lograr, a partir del texto dramático, escrito o solamente estructurado, la realización de un espectáculo, en el que corresponde a ella la concepción general, el ordenamiento y la armonización de todos sus componentes. El director es, ante todo, el guía artístico de la creación teatral, pero es también el pedagogo responsable de la formación específica del colectivo que dirige, para poner la labor creativa de ese colectivo en función de los principios artísticos de la creación teatral que él está dirigiendo.
Aquí se debe recordar que el autor del texto dramático, o sea de la obra literaria, es el dramaturgo, pero el autor del espectáculo, o sea de la obra escénica, es el director; aunque se debe decir que los demás miembros del colectivo teatral también forman parte de la autoría de lo logrado en la puesta en escena. Esta afirmación se refiere a la exigencia que impone la naturaleza del teatro actual: para lograr la unidad artística acabada y armónica del espectáculo que señala Zajava, es necesario que en la labor del director se integre, resuma y condense toda la fuerza creativa del colectivo que dirige. Este es uno de los principios esenciales del arte teatral moderno.
Ahora bien, una de las polémicas más antiguas en el teatro tiene que ver con la autoridad del director. Unos prefieren a un director suave, condescendiente en toda la labor de dirección; otros, a un director exigente e inflexible (en algunos casos, este último tipo de director llega a un grado tal de imposición, que se convierte casi en un dictador). Salvando las posibles excepciones, considero que tanto un extremo como el otro son contraproducentes, pues lo que, por sus características, exige el teatro, es un director que guíe artística, técnica y educativamente, pero también y, no menos importante, que guíe los procesos creativos de forma espiritual y anímicamente positivas.
Todo actor que decide ponerse en manos de un director para que este guíe su trabajo lo hace porque confía en él, y si este goza de autoridad reconocida, pues confía mucho más. Si un director obliga al actor a hacer algo con lo cual él no está de acuerdo o que no entiende bien, lo hará en aras de la autoridad que se lo exige, quizá mecánica o, incluso, técnicamente bien, pero nunca con la efectividad que logra cuando su trabajo surge de la maduración práctica e intelectual que se debe producir en su aparato corporal y en todo su ser sicofísico (el actor es el que, en definitiva, ejecuta la acción no solo propuesta, sino necesaria, para lo que se requiere expresar). El verdadero director es quien sabe regir este proceso.
Una diferencia muy especial del trabajo del director en relación con el del actor es la siguiente: como ya he mencionado, en el trabajo del actor se resume el de muchos creadores del espectáculo teatral, principalmente el del propio director, pero también el de diseñadores, realizadores, etc., que realizan su actividad para ponerla en función de quien encarna y materializa la acción escénica. En el trabajo del director, en cambio, ocurre todo lo contrario: su actividad se materializa, se concreta, toma cuerpo a través de la realización de los demás creadores. Su labor es medible y visible solamente mediante la calidad y efectividad técnico-artística del trabajo de todos los ejecutores de la puesta en escena. Mientras más se enraícen, se diluyan y se integren los principios y los conceptos estéticos del director a la actividad de cada uno de los miembros del colectivo teatral, será más rica y efectiva la calidad estética del espectáculo creado.
Otra vieja polémica se refiere a quién es el creador principal en un espectáculo teatral: ¿el dramaturgo, el actor o el director? Si nos enfocamos en la naturaleza de los elementos o recursos expresivos que integran el hecho escénico, sin duda el elemento principal es el actor; pero si aludimos al proceso por el cual todos los elementos o recursos expresivos se integran a una puesta en escena, sin duda, el principal es el director. Por lo tanto, ambos son fundamentales, cada uno en el área funcional que le corresponde en la compleja estructuración de un espectáculo teatral.
En los casos en que un actor decide dirigir la puesta en escena en que actúa, o viceversa, cuando un director decide trabajar como actor en la puesta en escena que dirige, el principio que acabo de enunciar también se cumple, pues una misma persona está asumiendo las dos funciones principales que rigen el hecho escénico: la función de actuación y la función de dirección.
Ahora, si no hablamos únicamente del hecho escénico —o sea de la puesta en escena— y nos referimos en general al teatro, entonces aparece en el análisis una tercera persona, el dramaturgo, quien a su vez es el elemento principal de la estructuración dramatúrgica, escrita o no, que antecede al espectáculo. Estamos entonces ante la tercera función más importante del teatro: la función dramatúrgica. Aunque, por la compleja interrelación de funciones que se produce en el hecho teatral, también puede suceder que la función dramatúrgica la asuma el director o el actor.
Recordemos que estos tres elementos: la dramaturgia, la actuación y la dirección son imprescindibles al teatro, por tanto, independientemente de la cantidad de personas que se ocupen de ellos, como manifestación artística integral, en el teatro siempre se cumplen sus tres funciones básicas: la dramatúrgica, la de actuación y la de dirección.
1.2.2 Funciones del director escénico
Las tareas del director son sumamente complejas, pues exigen el dominio de un amplio conjunto de conocimientos, capacidades y habilidades. Algunas de sus funciones principales son:
Regir y organizar creativamente el proceso integral de la puesta en escena.
Reflejar con precisión, y lograr que lleguen al público, la idea central y el superobjetivo de su puesta en escena, así como todos los contenidos básicos y los mensajes implícitos en la obra representada, a través del trabajo del actor y de los demás componentes de la puesta en escena.
Lograr la unión armónica y creativa del colectivo de realizadores, técnicos, especialistas, ejecutores y trabajadores que intervienen en el espectáculo teatral.
Guiar y formar al colectivo que dirige no solo técnica y artísticamente, sino también cultural y espiritualmente, logrando el desarrollo permanente de sus capacidades y habilidades (en especial, de su fantasía creativa).
Mantener el entrenamiento y el desarrollo de las capacidades de sus actores.
Garantizar la productividad y la eficacia de los ensayos.
Lograr el desarrollo personal y colectivo del pensamiento, la capacidad analítica y el enriquecimiento de los valores humanos y sociales de su equipo de trabajo.
Aplicar a su actividad los conocimientos que le brinda la vida, captados a través de su participación activa en los procesos vivenciales y sociales.
Emplear en el proceso de la puesta en escena, además de sus capacidades artísticas, todas sus potencialidades técnicas y organizativas, así como los recursos de sus valores éticos y morales.
Concentrar en sí mismo la fuerza creativa del colectivo, a partir del conocimiento de las potencialidades de cada uno de sus miembros.
Los principios generales que rigen la actividad teatral se relacionan íntimamente con los que rigen la dirección escénica, pues, como es lógico, estos se derivan de aquellos. En el conjunto de cualidades, ideas, conceptos, interpretaciones, conexiones, asociaciones mentales y prácticas de los principios hasta aquí enunciados, se expresa un profundo caudal de conocimientos y prácticas, elaborados y trasmitidos por diferentes generaciones de teatristas.
1.3 Principios básicos en la formación del director
Como he afirmado desde el inicio de este libro, Dirección-actuación escénicas, como una sola asignatura, es la especialidad rectora en la formación de un director; las demás se integran a ella en sus trabajos prácticos. Todas las asignaturas deben estar en función de la formación de directores. En consecuencia, se recuerda que ese es el objetivo de este texto, no el de orientar la formación de un actor, aunque pueda estar implícita esa posibilidad, si es que el lector o alumno que lo estudie tiene las condiciones y posibilidades para ello.
Los conocimientos y el rigor teórico tienen mucha importancia en la formación y la profesión de un director de teatro, pero lo decisivo en él es la práctica; por eso se debe estimular en el director la capacidad de amar el ensayo, el estudio y la práctica teatral en las formas más ampliamente posibles. Es imprescindible que, más allá del cúmulo de actividades con que los directores-alumnos estén comprometidos, se propicien los espacios y se planifiquen los horarios en que ellos apliquen por sí mismos, colectiva e individualmente, los conocimientos recibidos en clase, que posteriormente deben someter al criterio del profesor y a la consideración del público.
Los profesores de los estudiantes de dirección no deben dirigir sus ejercicios prácticos como si se tratara de estudiantes de actuación, sino que deben guiarlos y entrenarlos para el trabajo independiente, estimulando de manera permanente sus capacidades para la conducción de los disímiles procesos teatrales.
Es importante propiciar el contacto permanente de los estudiantes con el medio escénico y con los hacedores del teatro e intentar que ese contacto no se limite a los encuentros con los profesionales más reconocidos de su entorno y a presenciar tantas puestas en escena como les sea posible, sino que los alumnos también puedan conocer de primera mano cómo son los procesos de trabajo y la realización en ensayos, presentaciones y otras actividades de esos profesionales.
Durante las etapas de estudio se deben planificar presentaciones periódicas de ejercicios y trabajos de clase ante el público, según el programa de estudio de cada institución. Las presentaciones, no solo como hechos artísticos, sino —y sobre todo— como procesos docentes, son muy importantes en la vida del estudiante; pero, para que estas cumplan su función, siempre deben responder a las normas que rigen las diferentes etapas de madurez intelectual y cognoscitiva por las que transita el alumno en los ciclos de su vida como estudiante.
En los programas de estudio deben estar contemplados los conocimientos y las habilidades por los que se debe regir la formación del director, sin posibilidad a la banal improvisación de elementos que no contribuyan a su preparación y sin violentar procesos y etapas que puedan ser significativas en su desarrollo. La garantía del estricto cumplimiento de los programas de estudio debe estar firmemente vinculada con la sólida preparación de los profesores que los impartan.
En los primeros ciclos de preparación, al estudiante se le debe enseñar la técnica básica de su carrera, que está integrada por el teatro dramático aristotélico, fundamento del arte teatral (arte dramático), así como por las premisas formativo-metodológicas de las Leyes teatrales de Stanislavski: único procedimiento universal para la formación de actores y directores. En las “Leyes” están incluidas no solo las enseñanzas de Stanislavski, sino también las de sus alumnos directos y las de sus continuadores. Ya en las etapas finales de la formación de los directores —que trataré en libros posteriores—, se debe completar su formación, entre otros temas, con el estudio de los principales aportes de las técnicas que complementan y enriquecen el arte teatral, desde la Comedia del arte hasta las técnicas más modernas de nuestros días.
1.3.1 Cualidades y capacidades profesionales del director
En este apartado me referiré a las principales cualidades y capacidades que deben tenerse en cuenta como principios generales para la formación de un director de teatro. En el uso cotidiano, los conceptos de “cualidad” y “capacidad” suelen usarse de manera un tanto indiscriminada y ambigua. Cualidades y capacidades son múltiples, pero las últimas se distinguen por tener un sentido más específico y ser, a su vez, cualidades. Se refieren concretamente a la posibilidad o predisposición de las personas para dedicarse al ejercicio efectivo de alguna actividad; mientras que las cualidades aluden a los signos más generales de esas personas en su manera de ser y comportarse. Como he venido diciendo, múltiples son las cualidades y capacidades que un arte tan multifacético como la dirección escénica exige de la persona que se dedique a su cultivo. A continuación, expondré las que considero más importantes.
Amplia cultura
Ninguno de los conocimientos del saber humano le es ajeno al teatro, ya que la realización escénica exige, a quien guía su proceso, amplios conocimientos culturales en varias esferas del saber. En primer lugar, porque el director debe estar capacitado para orientar al amplio equipo de técnicos y especialistas que participan en una puesta en escena; en segundo lugar, porque en las obras se tratan diversos aspectos de la vida de cualquier país y época.
Para que el futuro director pueda cumplir las complejas tareas que le esperan, el profesor debe tratar de depositar en él un rico y variado cúmulo de información y conocimientos; pero, sobre todo, con ayuda del profesor, el estudiante debe desarrollar hábitos y habilidades que le permitan continuar enriqueciendo su cultura de forma independiente.
Amplia experiencia de la vida, desarrollada a partir de sus capacidades de atención y observación
Las capacidades de atención y observación, como base del conocimiento sobre el mundo que nos rodea, son fundamentales en todo artista, pero, en este caso, por la multiplicidad de campos del saber y del arte que abarca el teatro, son capacidades imprescindibles del director.
El director de teatro debe ser, ante todo, un profundo conocedor de la vida; a ello está obligado, pues la tarea principal de este arte es el reflejo de las problemáticas de la vida y los seres humanos, por lo cual, sin duda, el teatro es la manifestación artística que de forma más directa realiza esta función (que, de diferentes maneras, cumple también toda obra de arte), y recordemos que el director es el principal responsable de que esto se cumpla. Quizás alguien podría rebatir y aducir que ese papel le pertenece al dramaturgo —y es cierto que a este le corresponde una parte importante en la ejecución de la misma—, pero esto solo es así en el plano literario: en lo material y concreto, el reflejo de la vida en la escena, sin duda, el rol protagónico le corresponde al director.
Patrice Pavis (1988) dice: “La puesta en escena consiste en trasponer la escritura dramática del texto (texto escrito y/o indicaciones escénicas) en escritura escénica”. Y Adolphe Appia (citado en Tolmácheva, 1946: 194): “El arte de la puesta en escena es el arte de proyectar en el espacio lo que el dramaturgo ha podido proyectar solo en el tiempo”. Por lo tanto, al dramaturgo literario o teórico-práctico le corresponde la autoría de la estructura y los contenidos del texto por el que se guía la puesta en escena, pero el dramaturgo práctico de los infinitos matices técnico-artísticos de lo que aparece en la representación escénica del texto es el director, pues es él quien descubre y emplea el amplio conjunto de elementos que exige una escenificación, que, aunque pueden estar sugeridos, no aparecen explícitamente en el texto.
El director debe basar su conocimiento de la vida en el desarrollo de su capacidad de atención y observación, y en la realización de una labor social muy activa, que le permita sentir el latido de los acontecimientos de la vida que le rodea y conocer las características y las exigencias de los seres humanos del tiempo que le tocó vivir, pues el teatro tiene una profunda dosis de significación vivencial y, por ende, social.
Fantasía, imaginación y capacidad creativa, basadas en su capacidad de pensar en imágenes
El director debe ser capaz de pensar en imágenes, de ser un fantaseador o imaginador, términos no comunes en lengua hispana, pero muy ilustrativos de lo que ocurre en la mente de todo artista, pues esta es una cualidad básica y consustancial a su profesión. La capacidad de pensar en imágenes es la que le permite fantasear, imaginar y crear.
El desarrollo de estas capacidades hace posible que el director alcance los niveles de creatividad exigidos por el complejo sistema de funciones cognoscitivas, técnicas y artísticas que debe cumplir para el cultivo del arte teatral. Estos valores que potencian sus posibilidades como artista demandan un permanente enriquecimiento de sus capacidades mentales; a ellos se debe prestar una atención muy especial y permanente en el proceso de formación de un director.
Gusto estético definido
Esta cualidad, como casi todas las del ser humano, puede ser congénita, pero también se puede cultivar y educar. El buen gusto, aunque es algo intangible, solo apreciable por los sentidos, es sustrato de todo lo que se vincula con la estética y, por lo tanto, caracteriza toda obra de arte. El gusto estético es un elemento no palpable de forma externa, pero de absoluta fuerza, sobre todo en el campo del arte; por ello, es un aspecto de suma importancia en la formación de todo artista.
Cuando de un director de teatro se trata, el cuidado en el desarrollo de este sentido adquiere mayor importancia, porque la obra que él crea no se concreta en él mismo, sino que se materializa a través de otros —fundamentalmente, del actor—; en consecuencia, el sentido del gusto del director debe estar tan definido y tener tanta fuerza como para que logre inculcarlo en aquellos con quienes construye la obra de arte que es la representación escénica.
Dominio del arte de la organización y la composición
En buena medida, el trabajo del director en la escena se vincula con la tarea casi permanente de ordenar y componer todos los elementos que allí aparecen, para lograr que expresen lo correspondiente a cada una de las situaciones dramáticas, incluyendo la expresión del cuerpo del actor y su disposición en el espacio. El dominio del arte de la composición se deriva del sentido de la organización que debe poseer el director, quien, en esencia, es un organizador, pues su función, en gran medida, es distribuir y organizar todos los elementos que intervienen en la escena, tanto los externos como los internos que se vinculan con cada creador del espectáculo, particularmente con el actor. Esta labor de ordenamiento lo abarca todo, incluso, y de forma muy importante, los componentes internos, es decir, los procesos mentales, los sentimientos, las acciones y reacciones que debe expresar el actor en escena, los cuales tienen que ser ordenados en el tiempo y en sus intensidades, pues deben corresponder con los momentos en que la acción dramática los requiera.
En suma, el dominio del arte de la organización y la composición es un rasgo esencial en la profesión del director de escena. La predisposición hacia él puede, en cierta medida, estar implícita en sus otras cualidades, pero esta requiere atención y entrenamientos específicos en los periodos de formación, entrenamiento y desarrollo.
Cualidades y habilidades sicológicas
El teatro, como el arte más directa y ampliamente apegado a la naturaleza humana, exige de su director el conocimiento de la misma. De allí que este deba conocer el comportamiento del ser humano y los parámetros que rigen su conducta. Es tal la importancia de esta ciencia para el cumplimiento de las funciones de un director de teatro, que no es descabellado afirmar que, de cierta forma, él es una especie de sicólogo. Esta afirmación tiene una razón esencial, pues en la escena aparecen complejos seres humanos que deben ser representados, independientemente del estilo que se emplee en la puesta, con su complicado mundo interior y reflejando las diferentes aristas que caracterizan sus personalidades.
Si se tiene en cuenta que el instrumento con el que se integra y modela cada personaje que aparece en la escena es también un ser humano, se comprenderá que no solo son necesarios profundos conocimientos de sicología, sino que además el director debe poseer habilidades que le permitan aplicar con efectividad esos conocimientos.
Otro elemento por el cual es imprescindible la profundidad de conocimientos sicológicos del director es que, generalmente, en un espectáculo hay varios personajes. Estos no son arquetipos que se repiten en cada obra —como en la Comedia del arte italiana—, sino que exigen una diferenciación sicológica. En la figura 1.1 expongo las diferentes etapas o facetas de este importante aspecto del trabajo del director.
Figura 1.1 Destrezas del director para su trabajo con el actor
Cualidades y destrezas pedagógicas
Una vez que el director conozca cómo es el comportamiento del ser humano —y, en correspondencia, el del actor— y los parámetros que rigen sus conductas y comportamientos, debe conocer entonces también cuáles son las formas y los recursos que debe emplear para lograr el desarrollo más eficaz de esos comportamientos y esas potencialidades.
En coincidencia con ello, en lo pedagógico, el director de teatro debe dominar los métodos más apropiados para orientar y conducir la actividad de ese ser humano tan específico que es el actor. En esta esfera, su trabajo cumple con una doble condición: por un lado, tiene a un ser humano con una formación y una experiencia muy concreta en el terreno del teatro, formación y experiencia que no debe violentar en los procesos de trabajo con él; por otro lado, cuenta también con las características propias del teatro, que determinan en él, como director, una forma también concreta y específica de hacerlo. Esto lo obliga, independientemente de la formación que ya posee el actor, a formarlo en esa manera específica en que él materializa el hecho teatral.
Los conocimientos y el dominio de las leyes de la pedagogía son medulares en la práctica teatral, pues gran parte de la actividad y los recursos que emplea el director en su trabajo, sobre todo con el actor, son principios y normas pedagógicas.
Una de las áreas más importantes del trabajo de dirección escénica es la formación y el desarrollo de capacidades, conocimientos, formas, maneras de hacer y de conducirse que le permitan al actor y al colectivo teatral enfrentar las características de los personajes y los diferentes fenómenos de la vida que se reflejan en los múltiples aspectos del desarrollo humano que se tratan en las obras dramáticas.
Permanentemente, el director debe educar y entrenar a los actores para que, con su mente y su cuerpo, puedan interpretar este complejo mundo, con el sentido y la veracidad que exigen el arte escénico y en la forma particular como él y su colectivo lo desean realizar.
Capacidad de subordinar diferentes elementos a una idea
Esta, más que una cualidad, es una capacidad que debe tener el director. Él debe ser capaz no solo de seleccionar los elementos necesarios para la expresión de una idea, un concepto o una situación dramática, sino que también debe lograr que esos elementos se integren de manera orgánica a aquellos factores de comunicación artística que se correspondan con la concepción del espectáculo que está conformando. También debe saber unir todos los elementos diferentes de la puesta en escena y ponerlos en función de las ideas y los postulados que la sustentan, para lograr la necesaria unidad de su obra de arte.
Capacidad de trabajar en equipo
La producción de un espectáculo teatral requiere un amplio grupo no solo de artistas, sino también de técnicos, personal administrativo y de servicios (la mayor parte de ellos, también creadores, en ocasiones con amplia experiencia y conocimientos en cada una de sus especialidades). El director debe tener la capacidad de trabajar con todos, de manera personalizada, pero no independiente, sino de forma unida y cohesionada. Recordemos que el director es el líder de ese colectivo, de cuyo liderazgo depende, en muy buena medida, la efectividad técnico-artística del espectáculo.
Capacidad de sentir el ritmo de su época, ser un miembro activo de la sociedad y la comunidad donde vive
Dada la cercanía del arte teatral con la vida, al director de teatro le es imprescindible el contacto permanente con la realidad que lo circunda, y la única forma realmente efectiva para conocer esa realidad es viviéndola.
Todo arte se hace para que sea apreciado por el público, pero el teatro tiene, además, la condición de reflejar la vida en una interacción directa con los receptores de su creación artística. Toda representación teatral es un hecho que se produce hoy, en este momento, en este lugar y con este público específico; en la representación de mañana o en las sucesivas, otras serán las interacciones de esos componentes, que harán de cada una de ellas una representación única e irrepetible.
¿Qué hace única e irrepetible a cada representación? Precisamente el grado de comunicación que se logre entre lo que comunica el espectáculo y lo que recibe el espectador. Y ese grado de comunicación depende, en buena medida, de que los códigos emitidos estén en correspondencia con los códigos del receptor. Para que esos códigos coincidan es imprescindible que el director conozca, al menos a grandes rasgos, los parámetros de vida que condicionan la capacidad y las formas de recepción del público al cual destina su espectáculo.
Para conocer los intereses y las necesidades del público al cual se dedica la actividad teatral, para poder sentir el ritmo de su época, para ser capaz de tomarle el pulso al tiempo en que vive y poder reflejarlo artísticamente en sus creaciones, el director debe ser un miembro activo de la sociedad y la comunidad histórica en que le tocó vivir o decidió desarrollar su actividad. Este conjunto de factores sociales, vinculados a su actividad teatral, se relacionan con otras capacidades que el director debe tener en cuenta en su formación:
Ser un activo trabajador y comunicador social.
Tener capacidad de autosuperación, manifestada en un permanente interés por la ampliación y actualización de sus conocimientos.
Poseer un intelecto y un pensamiento lógico-conceptual desarrollados.
Valores humanos, éticos, morales y espirituales
El teatro tiene su mística. Son tantos los ríos, riachuelos y mares de sensaciones, pensamientos, ideas, colores, sonidos, signos, imágenes y otros elementos que confluyen en este arte, que lo convierten en algo, por momentos, inefable. ¿Es un arte o una concepción filosófica ideada para interpretar y mejorar la vida y la condición humana de nuestra existencia? El teatro es todo eso a la vez y mucho más: es el ser humano mismo palpitando en la escena, con su carga de sentimientos, pasiones, conflictos e ilusiones.
El cultivo y el desarrollo de los valores humanos, éticos, morales y espirituales en el futuro director son un principio esencial para su formación, pues esta es la única forma de prepararlo para que sea capaz de interpretar y comunicar esos valores mediante su obra.
El teatro es un receptáculo
donde su funden y purifican los principales
valores que identifican
al ser humano y a la sociedad.
Los principios para la formación del director, así como las cualidades y capacidades que debe cultivar, pueden ser resumidos de cierta forma en lo que el director Nemirovich Danchenko denominó “Teoría de las tres realidades”: capacidad de trabajar con el material que nos brinda la realidad de la vida, la realidad social y la realidad teatral.
1.3.2 Conocimientos y habilidades que debe desarrollar el estudiante de dirección escénica en su primer ciclo de estudio
Cierro este capítulo con sendos listados de los conocimientos y las habilidades correspondientes al primer ciclo en la formación de un director.
Entre diferentes temáticas que dominará el director en formación al final de su primer ciclo de estudio, destaco las siguientes:
Los principios teóricos fundamentales del teatro, la dirección y la actuación.
La historia de la dirección escénica y los creadores del teatro moderno.
Los principios técnico-artísticos de las leyes teatrales de Stanislavski.
Los secretos de la acción como base del arte escénico.
Cómo entrenar para lograr el desarrollo de las capacidades del director y del actor.
Los recursos expresivos del teatro.
Cómo escenificar un cuento.
Finalmente, en cuanto a las habilidades, el estudiante de Dirección-actuación escénicas, deberá:
Estar entrenado y saber cómo entrenar las capacidades básicas del director y el actor: atención, observación, fantasía, imaginación, composición, organización espacial e improvisación.
Saber aplicar los conocimientos básicos recibidos durante el ciclo a una unidad dramática (unidad dramática, no escena) de una obra no compleja, en calidad de asistente del profesor.
Dominar los recursos esenciales para la escenificación de textos narrativos.