Читать книгу Vientos de libertad - Rosa María De Pablo - Страница 6
ОглавлениеCarpe diem es una expresión latina que se atribuye al poeta latino Horacio (65 a.C. – 8 a.C.) En su primer libro de las Odas, podemos leer la frase completa: “Carpe diem, quam minimim crédula postero”, cuya traducción es: “Aprovecha el día de hoy; no confíes en el mañana”. En resumidas cuentas: “Atrapa el momento”.
Carpe diem es una invitación a vivir el hoy sin preocuparse del mañana, es decir, disfrutar el momento sin pensar qué depara el futuro, ya que el futuro es incierto, y lo único que es verdaderamente real es el presente. Esta frase saltó a la fama el 22 de noviembre de 1989 con el largometraje “El club de los poetas muertos” que fue premiado en 1990 con un Premio Oscar y acabaría marcando a toda una generación.
La acción transcurre en el año 1959 en una escuela de Vermont cuyo método de enseñanza consiste en la obediencia, el rigor y la sumisión.Un profesor de literatura irrumpe en la vida de los chicos para cambiar sus esquemas, hacerles pensar por sí mismos, y a través de la poesía, romper los rígidos valores que impulsa la academia donde estudian.
A esta película le siguen otras más como “Billy Elliot” (2000), “Los chicos del coro” (2004), Aceptados (2006), Cracks (2009), “El profesor” (2011) y muchas más; todas abordan la misma problemática, el choque entre un sistema tradicional de normas y disciplina que constriñe a la persona con un espíritu de libertad que lucha por ser fiel a sí mismo; en este conflicto se llega a un altercado que suele tener similares consecuencias.
En un emotivo e idealista relato, la película habla de la necesidad de ser libres, de encontrar nuestro propio camino y aprovechar el momento: “Somos alimento para los gusanos. Lo creáis o no un día todos vamos a dejar de respirar, enfriarnos y morir”, explica el profesor a sus atónitos alumnos. Por eso insta a sus alumnos a vivir, no de forma alocada, excesiva e inconsciente, sino más bien al contrario: que tomen las riendas de sus vidas, que se atrevan a pensar por sí mismos pasando por alto la tradición, el honor, la disciplina y la excelencia que son los cuatro pilares sobre los que se edifica su escuela. “Hagan que sus vidas sean extraordinarias” afirma el profesor apremiante, y con su extraordinaria interpretación marca la vida de millones de espectadores.
Los alumnos descubren que su profesor ha formado parte del “Club de los poetas muertos”, un grupo que reuniéndose en una cueva que llamaban “India”, escriben poesía, piensan libremente y expresan sus emociones a través de «una verborrea que fluía como la savia de un árbol herido». Los chicos deciden crear un nuevo Club de los poetas muertos y, encabezados por Neil, una noche se escapan a la cueva y comienzan un ritual: por este conjuro la cueva está libre de los prejuicios de la sociedad y no hay nadie que pueda oprimirlos. Declaran la guerra a los cuatro pilares del colegio y los reemplazan por: travesura, horror, decadencia y pereza.
“Fui al bosque porque quería vivir deliberadamente.
Quería vivir profundamente,
succionar la esencia de la vida.
Y demoler todo lo que no era vida”.1
En la cueva “India” estas palabras resuenan y encienden a más de uno de los espectadores. No nos dejó indiferentes esta lucha porque estos dos instintos, tan opuestos, marchan uno al lado de otro, casi siempre en abierta discordia entre sí. En cada ser humano existe el anhelo por la belleza, la perfección de las formas, lo noble y elevado, el equilibrio y la cordura, por la luz de la verdad, del “deber ser”, pero cuando este “deber ser armonioso” se lleva al extremo, mata la espontaneidad y la originalidad, pierde su conexión con la verdad y en vez de elevar, destruye la vida.
Y por otro lado está el “dejarse llevar” por la belleza de la imperfección y de la irregularidad, el éxtasis de los sentidos, la exaltación de la ensoñación y la extravagancia, el juego y el estímulo de los sentidos, porque lo vital no es razonable, sino imprevisible, imperfecto, surge y necesita un espacio creador que puede derivar en desenfreno. El problema es que esa fuerza vital puede ser tan avasalladora y devastadora, que por querer poseer todo y estar en todo, no ve el conjunto y es capaz de destruirlo todo.
El profesor Keating logra contagiar a sus alumnos un estado de exaltación, que les hace sentirse poseedores de algo vibrante y hermoso: tener la capacidad de transformarse, de hablar por sí mismos, luchar por sus anhelos, ser, en definitiva, quienes son, y no lo que los adultos quieren que sean. Y esa disrupción en lo armónico y apacible provoca una lucha y un sufrimiento encarnado en la tensión que se establece entre Neil, que quiere ser actor, y su padre que quiere un futuro sólido para su hijo.
El padre encarna la autoridad aplastante y el orden establecido que no escucha a su hijo, imponiéndole el camino que ha pensado para él porque considera que es el mejor. Todo lo contrario de Keating, que, personificando la autoridad paternal deseada, se esfuerza afanosamente por transmitir la importancia de la autonomía personal. Esto nos conducirá al clímax de la tragedia, la separación de la figura del padre en sus dos modalidades: uno dictatorial, el otro imposible de seguir por el sacrificio y la lucha que implica, y la frustración que conlleva acaba en el suicidio de Neil.
Es interesante la escena. Más que un suicidio es una inmolación en la que rinde honor a todos los esfuerzos que ha realizado por cambiar su forma de ser. Utiliza un objeto que simboliza libertad: la corona de laurel que fue utilizada en la obra de teatro, que le había hecho sentirse libre y feliz con su triunfo. La película termina con la rebelión de sus compañeros, pero sin su padre espiritual, que debe irse. Lo que empezó como un juego se topa con la dura realidad, de esta manera entran en la “adultez”, tienen que seguir luchando solitarios, “huérfanos”, por sus ideales, desde sus carencias, fragilidades y posibilidades, quizás limitadas.
En el profesor Keating anida la convicción de la “diosa razón” con la que todo “se puede”. Prototipo del modernista al que le mueve la búsqueda del bien común (“El todos antes que el Yo”) muy comprometido con la humanidad, es un enamorado de la vida, cree en ésta y en su avance.
En 1942, Camus2 sugirió que el símbolo más representativo de la modernidad era Sísifo, que fue condenando por los dioses a hacer rodar sin cesar una roca hasta la cumbre de una montaña, desde donde volvía a caer siempre por su propio peso. Keating no es un revolucionario, trata de ser coherente, de enseñar a sus alumnos a dejarse llevar por su imaginación. Todo esto es estupendo, pero ¿entrega caminos transitables en esta vida llena de límites personales y comunitarios? Les abre a un mundo para el que no están preparados y los deja enfrentarse a unas consecuencias que humanamente les sobrepasa.
¿Cómo reciben ahora los jóvenes y los no tan jóvenes de hoy las frases del profesor Keating que en aquel momento marcaron época? “No dejes de soñar, sé inconformista, encuentra tu pasión, elige tu camino, cambia tu punto de vista, nada es imposible, sé un librepensador, extrae el meollo a la vida con moderación, libérate, cambia el mundo…” Creo que nos dejan el regusto amargo de algo que anhelamos pero que vemos complejo de realizar.
…Y sus estudiantes rompieron el corsé de las normas que les aprisionara ¿y?
Ahora, los posmodernos dicen: Hace falta ser tontos para empeñarse una y otra vez en subir la roca hasta lo alto de la montaña. ¡Dejémosla abajo y disfrutemos de la vida! “¡Sácate la mochila!”
“¡Con qué frecuencia se busca hoy la causa del fracaso en la vida práctica de las niñas que se han educado en internados de religiosas! ¡Con qué frecuencia también los jóvenes que han sido educados en internados católicos entran más adelante a la logia masónica! ¿Y las muchachas? ¿Se han mantenido católicas en la vida familiar, en la vida pública, frente al marido y a los hijos? Por eso con qué frecuencia escuchamos la queja: ¡la educación de los internados católicos no ha fracasado sólo aquí o allá, sino que en todo el mundo!
¿Qué entendemos por hombre masa católico? Es un hombre que hace aquello que otros hacen porque los otros lo hacen y cuando estos los dejan de lado, deja también esos medios de lado. Su actuar no es expresión de una actitud interior personal; en el internado no se aprendió a decidirse interiormente por el bien. Por eso no se formó el carácter. Por eso es que desde tiempos inmemoriales la tarea de la educación de los internados es sobreponerse al hombre masa. La educación debe despertar la seria aspiración para hacer el bien y evitar el mal de forma autónoma y por propia actividad.” 3
Si no hemos aprendido a conocer las fuerzas irracionales que habitan en nuestro interior, si no hemos descubierto cómo hacerlas nuestras aliadas en la consecución de las metas que queremos desde dentro, nunca podremos decidirnos por nosotros mismos, desde nuestro eje personal. Nunca podremos mantener una meta en el tiempo, pues esas fuerzas, parecen ser muchas veces caprichosas, como un niño pequeño, que hoy quiere una cosa, y mañana la contraria, sin ningún tipo de lógica. Si esta tarea no se ha realizado, cuando se acaban las normas que de alguna manera ponían freno a la parte instintiva de nuestro ser, entonces se desboca, y toma las riendas de nuestra vida, llevándonos a cualquier lugar insospechado, al que quizás nunca quisimos llegar. Los vientos de libertad se han convertido en vientos de libertinaje.
Vive y deja vivir
La post-modernidad es el tiempo del yo (“el yo” antes que “el todos”) y del intimismo. Tras la pérdida de confianza en los proyectos de transformación de la sociedad, sólo cabe concentrar todas las fuerzas en la realización personal, en ser fiel a uno mismo. Hoy es posible vivir sin ideales, lo importante es tener éxito, conservarse joven y saludable, y lograr el dinero que le permita seguir los dictados de su interior, que pueden ir hoy en una dirección y mañana por la contraria, esto es ser auténtico. El culto de la verdad sin pudor, el exceso y la ruptura de los anti héroes, anti poetas, anti políticos, todo lo que rompa lo establecido, tiene espacio y aplausos.
Todo son perspectivas, nada es absoluto, las grandes cosmovisiones son potencialmente totalitarias porque todo aquel que cree tener una gran idea, trata de ganar para ella a los demás y seguro que, cuando estos se resistan, recurrirá fácilmente a la fuerza. Teme todo lo que pueda determinarlo de algún modo, por eso no se aferra a nada, no quiere certezas absolutas, nada le sorprende, y sus opiniones pueden ser modificadas de un instante a otro. Le atrae lo religioso como encuentro con lo sobrenatural ( astrología, cábalas, videncia, cartas astrales, quiromancia, etc.). No tiene ningún prejuicio en aceptar explicaciones por más irracionales que sean. Pero el Dios posmoderno no puede ser demasiado exigente, es casi a medida de su personalidad: un banco de energía, un ángel, un manantial, da igual.
Los post-modernos renuncian a discutir sus opiniones: “vive y deja vivir”. La suya es una postura confortable, alérgica a las exigencias radicales, todo es cambiable. Se habla de sociedad líquida. Un mundo en el que las realidades sólidas de nuestros abuelos, como el trabajo y el matrimonio para toda la vida, se han desvanecido. Y han dado paso a la precariedad, lo provisional, un ansia ilimitada de novedades, con frecuencia, agotadora y estresante, porque, en definitiva, uno nunca sabe dónde está el final:
“Hoy hay una enorme cantidad de gente que quiere el cambio, que tiene ideas de cómo hacer el mundo mejor no sólo para ellos sino también para los demás, más hospitalario. Pero en la sociedad contemporánea, en la que somos más libres que nunca antes, a la vez somos también más impotentes que en ningún otro momento de la historia. Todos sentimos la desagradable experiencia de ser incapaces de cambiar nada. Somos un conjunto de individuos con buenas intenciones, pero que entre sus intenciones y diseños y la realidad hay mucha distancia. Todos sufrimos ahora más que en cualquier otro momento la falta absoluta de agentes, de instituciones colectivas capaces de actuar efectivamente”.4
Si cada uno tiene su propia forma de ver las cosas y sus caminos de realización, también tiene derecho a seguir su camino. Entonces ¿Cuál de todas las cosmovisiones puede aglutinar a las demás? ¿Quién puede arrogarse el derecho de decir a otros que vayan por el camino que él considera el mejor? Al no haber un consenso, no puede existir ni autoridad ni comunidad. Esto no es algo menor, si se acepta que el ser humano es social, que su fuerza de supervivencia radica en la comunidad y en la inteligencia. Pero una vez roto el “deber ser”, ese corsé normativo, todo se diluye, se disuelve… ¿tiene este camino un futuro para la humanidad?
1. Un cambio de época
“La expresión alude al hecho de que los trastornos de la época no vuelven al mismo cauce, sino que conducen a una nueva situación hasta ahora desconocida. Por eso es comprensible la intranquilidad del hombre actual también ahí donde no hay guerra. Todos los pueblos sienten en forma instintiva que se avecina una nueva época, que hasta ahora no se ha experimentado. (…) dejamos las antiguas playas y todo en la época actual nos impulsa a las nuevas playas. Se buscan nuevas playas pero nadie sabe como son. (…)
Además hablamos de un cambio de época total. Si escuchamos a los historiadores acerca del cambio de época de la Edad Media a la Edad Moderna, nos daríamos cuenta de que ése fue sólo un cambio parcial. El cambio de época depende del cambio de la concepción del hombre”.5
Esto lo dijo José Kentenich en el año 1951. Alude a un cambio que él ya percibió en 1912 cuando se hizo cargo de un grupo de alumnos del Seminario menor que los Padres Palotinos tenían en el lugar de Schoenstatt, y que, a medida que pasaba el tiempo, se hacía cada vez más real.
En la película de los poetas muertos los alumnos aparecen tranquilos, como aceptando el orden existente, quizás interiormente están rebelados, pero no lo exteriorizan. En cambio, en el internado de la vida real de 1912, los estallidos que acompañan esta nueva época y que acaban en la primera Guerra Mundial, dejan claro que el cambio de convicciones en ciudadanos y agricultores no tiene marcha atrás. Una combinación entre los notables avances científicos como la electricidad, el tren, el automóvil y el avión y los medios de comunicación como el telégrafo y la radio, por nombrar los más importantes, dan la sensación de que ningún secreto de la naturaleza pueden encubrirse al hombre, pero esta sensación de “superhombre” contrasta con una brecha social cada vez más abrumadora. En 1912 el Partido Socialista Democrático llega al poder, mientras el voto femenino gana terreno en su lucha por la igualdad.
Nuestros jóvenes llegan a ese internado después de gozar de cierta libertad en el colegio anterior. Aquí se encuentran con unos Reglamentos fruto de una pedagogía prusiana, considerada de calidad, cuyos valores estrella eran: disciplina severa, orden riguroso y obediencia incondicional. Control, vigilancia, castigos incluso físicos, estaban a la orden del día. Su objetivo: formar súbditos y soldados obedientes al servicio del Kaiser y de la patria. El pensamiento y la acción autónomos se percibían como peligrosos y la libertad, una locura. Al grito: “¡Queremos ser libres como lo fueron nuestros padres!” 6 Los alumnos se rebelan y llegan a amenazar con dejar el Centro si las cosas siguen en la misma situación.
Los profesores deciden crear el cargo de director espiritual para tratar de dar un cauce a la rebelión. Es designado para el cargo el P. José Kentenich, un joven profesor que no ha cumplido los 27 años. Su tarea consistía en “explicar y hacer penetrar el reglamento”7. Tarea nada fácil, dadas las circunstancias. Además tiene la fama del profesor Keating: aplica métodos no convencionales que ya le han acarreado más de alguna crítica.
Más tarde le cuenta a la Hna. M. Annette8 que después de recibir el nombramiento se va a rezar al Coro de la Capilla del Colegio, donde los alumnos “rezan” el Rosario. Viendo el desorden y los golpes que se dan entre ellos, se dice: “las cosas no pueden empeorar demasiado con mi método, así que haremos la prueba”.9
El 27 de octubre de 1912 es su debut como Director espiritual. Hagamos un paralelo entre los dos profesores para descubrir como enfrenta cada uno esta situación tan semejante:
El profesor Keating lleva a sus alumnos a la sala de los trofeos para darles su frase programática: “Carpe diem”, mientras que la divisa que el nuevo Espiritual les da es su programa: “Bajo la protección de María queremos aprender a educarnos a nosotros mismos como personalidades libres, recias y llenas de Dios”
El objetivo que pone ante sus ojos no es el de pasar por encima de la estructura del colegio sino la conquista de su personalidad porque sólo así podrán poner los medios que los avances científicos colocan a su disposición para el bien de la humanidad y no para el propio beneficio:
“El dominio que tenemos de los poderes y fuerzas de la naturaleza no ha marchado a la par con el dominio de lo instintivo y animal que hay en el corazón del hombre. Esta tremenda discrepancia, esta inmensa grieta, se hace cada vez más grande y profunda. Y así tenemos ante nosotros el fantasma de la cuestión social y de la ruina social, si es que no aplicamos enérgicamente todas las fuerzas para producir muy pronto un cambio”.10
Y para ello alude a una palabra absolutamente inconcebible en aquel entorno y momento histórico: La autoeducación.
“Que jamás nos acontezca saber varias lenguas extranjeras, como lo exige el programa escolar, y que seamos absolutamente ignorantes en el conocimiento y comprensión del lenguaje de nuestro propio corazón. El grado de nuestro avance en la ciencia debe corresponder al grado de nuestra profundización interior, de nuestro crecimiento espiritual. De no ser así, se originaría en nuestro interior un inmenso vacío, un abismo profundo, que nos haría desdichados sobremanera. ¡Por eso: autoeducación!”.11
Para el P. Kentenich la autoeducación juega un rol importante, porque nos hace dueños de nuestra vida y nos ayuda a enfrentar las dificultades desde nuestras posibilidades reales, como personalidades libres y recias.
¿Cómo concibe cada uno el papel que debe desempeñar en la educación de los jóvenes? Mientras que el profesor Keating alude al poema dedicado a Abraham Lincoln y les dice que le pueden llamar: “Oh capitán, mi capitán”, el joven sacerdote se pone a su nivel, él no les va a enseñar, sino que van a aprender juntos, unos de otros. Ese concepto es también algo absolutamente nuevo en la Alemania prusiana de principios de siglo y menos en ese internado:
“Queremos aprender. Por tanto, no sólo ustedes, sino también yo. Queremos aprender unos de otros, porque nunca terminaremos de aprender, mucho menos tratándose del arte de la autoeducación, que representa la obra y tarea de toda nuestra vida”.12
Por último, el profesor Keating se denomina a sí mismo: “Un gigante mental que tienen ahora ante Uds.” y un segundo después cuando requiere que un alumno lea un poema dice: “Señor Pitts, un apellido muy poco agraciado ¿Dónde está Ud. Señor Pitts?” De esta manera remarca una cierta distancia entre los alumnos y él, mientras que el joven sacerdote se coloca ante ellos con la conciencia de su limitación:
“Me pongo, por lo tanto, enteramente a su disposición, con todo lo que soy y tengo; con mi saber y mi ignorancia, con mi poder y mi impotencia, pero, por sobre todo, les pertenece mi corazón”.
Y por último, sabe que la persona crece en comunidad por eso anuncia la creación de comunidades libres, con el anhelo de crear un espacio para la iniciativa de los estudiantes, motivados por la confianza y la búsqueda de su propio ideal personal. Y lo hacen juntos, no separados, de esta manera les regala una base segura y confiable:
“Queremos crear esta organización, nosotros, no yo. Porque en este sentido no haré nada, absolutamente nada, sin el pleno consentimiento de ustedes. No se trata aquí de un trabajo pasajero, sino que de una estructura que sirva para todas las generaciones futuras. Los sucesores de ustedes han de alimentarse del celo que ustedes muestren, del conocimiento de sus almas y de su prudencia. Estoy convencido de que si todos cooperan, haremos algo que valga la pena”.13
Así les da un futuro, una continuidad, les arropa en su anhelo de construir un mundo nuevo. En este contexto tales frases como “no dejes de soñar, sé inconformista, encuentra tu pasión, elige tu camino, cambia tu punto de vista, nada es imposible, sé un librepensador, extrae el meollo a la vida con moderación”, tienen un ancla, un sentido que puede llegar a ser creador, por lo menos esa estructura que juntos puedan llegar a crear, está llamada a servir a las generaciones futuras, sus sucesores se alimentarán del esfuerzo que ellos hagan en conquistar su mundo interior. Eso parece ser un camino a seguir.
¿Quién es este profesor que además parece dominar la vida? ¿De dónde saca estas ideas? ¿Cómo se atreve a realizarlas en medio de un entorno tan adverso? Y parece que este modesto comienzo sí que fue factor de cambio porque ahora nos encontramos con un movimiento internacional, que agrupa a un número de personas imposible de precisar, que se alimentan de su espiritualidad y que demuestran ser capaces de enfrentar grandes desafíos sin quebrarse. Esto es lo que él dice de sí mismo:
“Surgió de mi propia estructura psicológica: el hombre animado por el espíritu, ligado a ideales, vinculado íntimamente a una comunidad y dedicado al apostolado universal. Les confieso que desde mi infancia fue ésta mi orientación personal fundamental. Comprenderán entonces que desde el momento que fuera designado oficialmente como educador, no haya podido hacer otra cosa que impulsar la consigna de acabar con todo formalismo. Lo que hay que formar es el hombre ligado a ideales y dedicado al apostolado universal. Desde el principio existió en mi el deseo de formar hombres que fuesen autónomos e independientes”.14
¿De dónde saca el P. Kentenich esas ideas, esa convicción? Sólo se puede entender por la acción del Espíritu Santo por el que se hacen nuevas todas las cosas. Ahora estamos ante la confusión y el caos creciente, ¿qué resuena en nosotros cuando traemos a la conciencia estas palabras del Génesis?
2. “La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas.”15
El viento de Dios, el Hálito del Altísimo, Ruha Elohim16, que aletea sobre las aguas, sobre la superficie del Abismo envuelto en tinieblas, es la fuerza creadora de Dios que se dispone a actuar amorosamente sobre el universo caótico.
¿Quién es ese viento de Dios? Es el Aliento de Dios por el que hace nuevas todas las cosas, es como un viento que está alrededor de todo y de todos. Puede ser un viento impetuoso, como el que envolvió a los apóstoles reunidos con María en Pentecostés y también una brisa suave como la que envuelve al profeta Elías17. Es el Espíritu que impulsa la Iglesia que nace de doce hombres ignorantes y llenos de humanidad tambaleante a enfrentar a los ricos y poderosos de su patria y a todo un imperio con sus manos vacías. El libro de los Hechos de los Apóstoles está traspasado de esta realidad, por ejemplo, cuando son apresados porque han realizado un milagro se dice que Pedro contesta lleno del Espíritu Santo, y el Sanedrín “Viendo la valentía de Pedro y Juan, y sabiendo que eran hombres sin instrucción ni cultura, estaban maravillados”18 y cuando se les amenaza con castigos ellos oran y cuando acaban su plegaria “retembló el lugar donde estaban reunidos, y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y predicaban la Palabra de Dios con valentía”.19
Por lo que vemos el P. Kentenich tenía algo de este Espíritu por el que Dios hace nuevas todas las cosas. Este libro quiere ayudarnos a descubrir este misterio que anima su pensar, vivir y actuar. Como él, todos nosotros hemos recibido una tendencia única y original, es la huella de Dios en nosotros, es ese mismo Espíritu que quiere ordenar nuestro interior y hacernos personalidades libres, plenas de sentido, recias y llenas de Dios. Él nos invita a su escuela de vida, no sólo a descubrir su persona y admirarla como alguien que está por encima de nosotros, sino como alguien que es compañero de camino, que da pautas, indicaciones, nos escucha, nos alienta, espera respetuosamente a que nos decidamos desde dentro a dar un paso hacia adelante, así como lo hizo con los jóvenes del internado y de todas las miles de personas que Dios ha colocado y sigue colocando en su camino.
Por la fe, sabemos que su espíritu está vivo y permanece en medio de los que quieran acercarse a él. Entonces su persona es accesible a todos los que incursionen por su camino, que quieran elevarse por encima de sus límites y dejarse llevar por el Ruaj Elohim, Aquel que puede elevarnos a las cumbres de nuestro yo más noble para así conquistar “la libertad de los hijos de Dios”.
1| Thoreau extraído de su Walden.
2| Albert Camus fue un novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés nacido en Argelia. Las concepciones de Camus se formaron bajo el influjo de Schopenhauer, de Nietzsche y del existencialismo alemán.
3| J. Kentenich, Tiempos Apocalípticos, p. 13-14
4| Zygmunt Bauman, sociólogo que ha acuñado los conceptos de modernidad líquida, sociedad líquida o amor líquido.
5| vJ. Kentenich, Tiempos apocalípticos,9.3.1951 p.22
6| Rebelión de la huerta. Anécdota contada por J. Kentenich en el Terciado de Brasil dado en los meses de Febrero y marzo de 1952, Kentenich Reader, Tomo 1, p. 41
7| De las “Normas de las Administración del Seminario Menor”, en Schoenstatt, 1912, citado en Schlickmann, p. 44f
8| Maestra de novicias durante muchos años del Instituto Secular de Schoenstatt, Hermanas de María que el P. Kentenich fundaría posteriormente en 1926
9| Recuerdos de la Hna. M. Annette Nailis, 1955, Ver Schlickmann, p. 44f
10| J. Kentenich, Acta de Prefundación n°12
11| J. Kentenich, Acta de Prefundación n°15
12| J. Kentenich, Acta de Prefundación n° 6
13| J. Kentenich, Acta de Prefundación n° 21
14| J. Kentenich, Terciado de Brasil dado en los meses de Febrero y marzo de 1952, Kentenich Reader, Tomo 1, p. 38
15| Gn1,2
16| Hálito de Dios en hebreo
17| 1Re 19, 3-15
18| Hch 4, 13
19| Hch 4, 31