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Capítulo 02
EL VIAJERO DE LA
PIERNA ROTA

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El segundo día de marcha comenzó sin dificultades. Las carretas estaban todas en perfecto estado, no había bandidos a la vista y la maga, para ser mujer y además maga, no estaba dando problemas. La única queja que tenía Jorad es que iban muy despacio, demasiado a decir verdad. A ese ritmo tardarían más de una semana en alcanzar Eren Joo, y otros tres días más para llegar a la capital.

Debían acelerar el paso. Necesitaban ayuda y él había ido a buscarla, pero cuanto antes se zanjara ese desagradable asunto de trabajar con hechiceros y confiar en profecías tanto mejor.

De vez en cuando volvía la vista atrás y comprobaba que Manyou lo estuviese siguiendo. Aún no confiaba en ella, jamás lo haría tratándose de una maga, pero ya le había pagado y para desgracia del orgulloso guerrero la necesitaba.

Su deber era obedecer órdenes y había sido entrenado para ello. Pero lo que estaba haciendo no era para cumplir con un mandato, y si era descubierto no solo le costaría su rango y estatus sino también su vida. Conocía sus límites: ya se había enfrentado a la muerte en otras ocasiones y sabía que sería capaz de recibirla sin miedo, pero lo cierto era que la situación actual no le

gustaba nada. Para empezar su compañía la había elegido una piedra encantada y no él. No siendo bastante esto, la primera persona era una mujer, y maga. ¡Cómo se había podido dejar enredar en semejante locura! Al menos esperaba que el segundo de los personajes escogidos por su destino fuese una mejor.

—¡Oiga! —Se volvió a ver quién le estaba hablando—. He oído podaí que usted está haciendo pdeguntas dadas a mi gente.

Era el cabecilla de las caravanas. Le costó entenderle pues el hombre tenía un acento extraño y no pronunciaba bien la “r”. En cuestión de segundos decidió que la mejor manera de confrontar aquella situación sería por medio de la cordialidad. Tal vez así el hombre se cansaría pronto y lo dejaría en seguir su viaje en paz.

—Así es, buen hombre.

Bajó del caballo y caminó al lado del desconocido como muestra de cortesía.

—No sé qué asunto se tdae Eren Joo pod estos lades. Aquí somos gente muy sencilla y no quedemos pdoblemas.

Jorad asintió, comprendiendo perfectamente por qué se le había acercado a hablar.

—Estoy seguro de ello.

—Si me dice qué es lo que quiede, le ayudadé con mucho gusto.

Tal vez debió acudir a él desde el principio. Pero al igual que era más que probable que aquel personaje pudiese ayudarle, también era el candidato idóneo para ocultarle información pues, como líder de las caravanas, su principal cometido era proteger a su gente.

—Eso sería de gran ayuda, ¿conoce usted, entre los miembros de su respetable comercio ambulante, a alguien que lo sepa todo?

—¿Un sabio? Aquí no hay nadie así, señod. Tal vez en las gdandes ciudades, no aquí. —Eso ya lo suponía Jorad—. Aunque ahoda que lo dice, desde hace poco viaja con nosotdos una chica nueva, una mocita no me malintedpdete. Es muy lista, y sabe muchas cosas, más que yo. —Rió—. Puede que ella sepa de algún sabio como el que está buscando.

Acudieron a su mente las palabras de la maga sobre una muchacha más joven que ellos y que según Manyou no podía ser la persona que estaban buscando. Pero Jorad tenía ganas de zanjar aquel asunto de una vez por todas, así que decidió que sería él y no la mujer quien juzgaría a la desconocida.

—¿Y dónde dice usted que puedo encontrarla?

—Justo ahí delante, señod. Está hablando con su amiga la bduja. No se asuste, que la niña tiene una pata dota y no podrá huid de sus encantos, señod. —Se burló, porque allí eran así y una vez pasada la preocupación consecuente al aspecto del guerrero nada había que temer.

Montó de nuevo, tratando de no pensar demasiado en la burla final del cabecilla de las caravanas.

Así que una muchacha, y más joven que ellos por lo que había dicho su popular compañera. ¿Cómo era posible que aquellas gentes no la temieran ni repudiaran? En cualquier caso era evidente que los conocimientos de una jovencita no podían ser lo que se dicen absolutos. Él necesitaba a un viejo sabio, no a una niña: otra fémina. Ya no estaba seguro de qué era más ridículo, si la idea de que aquella chica pudiese ser la otra persona que necesitaban o que realmente estuviese siguiendo las instrucciones de una piedra mágica.

Espoleó al caballo y alcanzó a la maga en cuestión de segundos.

—¡Maldición, Jorad, qué susto me has dado! —exclamó ella, que había atado las riendas de su montura a la caravana y caminaba alegremente, al menos hasta que él apareció—. ¿Qué ocurre? ¿Lo has encontrado? —Se refería al supuesto sabio.

No esperaba que ella se preocupara realmente por la causa y quedó sorprendido. Sin lugar a dudas entregarle aquella roca antes de decir lo que necesitaba de ella fue todo un acierto.

—No.

Le miró algo contrariada, aunque era normal. Después de todo no conocía las verdaderas intenciones que le habían llevado a acercarse a ella.

—¿Dónde está la chica? —preguntó sin rodeos.

La mujer arqueó una ceja y luego sonrió como la que se ríe de su propio chiste.

—No conmigo, como puedes ver.

No la entendía, y jamás lo haría. Era una maga al fin y al cabo.

—Acaban de decirme que estaba hablando contigo.

De repente Manyou dejó escapar un suspiro.

—¿Es que no puedes verla? Está ahí, justo delante de ti.

Fue señalarla la mujer y entonces la vio: una muchacha recostada en la parte trasera de la carreta. Lo primero que le deslumbró fueron sus ojos, grandes y de un tono azul similar al de un zafiro, pero fríos e inexpresivos. El cabello era negro y lo llevaba cortado a la altura de los hombros, algo inusual en una joven como aquella: a juzgar por su clara piel debía de ser de buena cuna. ¿Qué hacía allí entre mercaderes? En Eren Joo se la consideraría toda una belleza, y es que era realmente bonita. Tanto que Jorad tardó en fijarse en su vendada pierna y el libro que estaba leyendo.

Se sintió observado y volvió de esa especie de trance en el que había entrado mientras contemplaba a la muchacha. Era la maga quien lo miraba con una indescifrable expresión que lo irritó.

—Señorita. —Por supuesto el trato que se merecía una joven así no era el mismo que le daba a su inusual compañera—. Me dicen que se ha unido al grupo de caravanas hace poco y que tiene un alto nivel de conocimiento.

Su intención era que abandonara la lectura y le prestara algo de atención, pero lo único que logró fue que respondiera sin apartar la mirada del libro.

—Solo estoy con ellos por mi herida. Me iré tan pronto como pueda caminar. Y en cuanto a los conocimientos que me atribuís son los mismos que tendría cualquier persona de mi edad que haya tenido acceso a los libros que yo he leído.

No podía ser ella, era demasiado joven.

—Una respuesta de lo más elocuente —habló la maga.

Aunque en realidad no buscaban a alguien que lo supiese todo, sino que creyese saberlo todo.

—¿Puedo hacerle una pregunta? —habló la desconocida.

—Claro —asintió antes de darse cuenta.

—¿Por qué un guerrero de las Hojas Doradas necesita a una maga? —Dicho lo cual retiró la vista del libro, y sus ojos parecieron aún más azules.

—¿Qué sabe de esa organización, señorita?

—Casi todo —contestó inmediatamente.

—Eso lo dudo. —No pretendía ser descortés, pero su boca no pudo contener sus palabras.

Aquello debió de herir el amor propio de la muchacha porque cerró el libro con fuerza y empezó a demostrar todo lo que sabía.

—Sé que al menos la mitad de sus miembros son magos consagrados, aunque esta sea una información secreta para el pueblo. —Por su tono debía estar realmente ofendida—. Así que dígame: ¿por qué quiere la ayuda de un mago externo a su organización?

Nadie debía saber eso. Nadie. ¿Cómo era posible que…? Aquella conversación no debía continuar.

—Lamento haberla ofendido, señorita. Adiós.

Dio un tirón de las riendas y se alejó de allí. Esta vez no se sorprendió al ver a la maga materializarse justo a su vera; era casi previsible que quisiese preguntar algo después de haber escuchado las pocas frases que pronunció la joven de ojos azules.

—¿Es cierto lo que ha dicho? —Jorad se negó a afirmar o negar aquello—. Yo sé poco de tu ciudad, pero ese parecía ser un dato bastante restringido al público. —Cierto, era un secreto para la mayor parte de Eren Joo—. Podría ser ella de la que hablaba la visión de la gema —observó.

—Esa mujer me pone de los nervios.

Manyou dejó escapar una carcajada.

—Oh, sí, he notado cuanto te disgustaba. —Volvió a reírse—. Si no vas a renunciar a llevarla contigo, date prisa y ve a convencerla antes de que se le cure la pierna.

Manyou tenía un buen carácter y Jorad tuvo que admitir que hasta era graciosa. Habría sido un muy buen partido para muchos, si no fuese maga claro.

—Tendré que ir —gruñó.

Ella dejó escapar un suspiro y luego volvió a sonreír.

—Ya te llevo yo.

Mujer, y además maga, no había peor unión. Mucho antes de tener la oportunidad de negarse a que lo transportaran se vio de nuevo tras la caravana donde descansaba la joven de la que habían estado hablando. Esta había retomado su lectura y ni se inmutó cuando llegaron, lo que le dio tiempo suficiente a Jorad para reponerse de aquella magia.

—¿Vendría con nosotros a Eren Joo, señorita?

Lo preguntó directamente y sin rodeos, pues no había tiempo que perder. Aunque tardó en recibir respuesta, al parecer el libro de la joven era más importante que la aparición mágica de ellos dos.

—¿Con qué propósito?

Era muy agradable a la vista, preciosa a decir verdad, pero su tono le irritaba.

—Tuve una visión —habló Manyou—. En ella se me advirtió de que la única oportunidad de escapar de un futuro mal sería con la ayuda de una persona que viaja en este grupo de caravanas y que además cree saberlo todo. Pensamos que mi visión se refería a ti.

Dio gracias en silencio porque la maga hiciese suya aquella visión, ya que él jamás habría sido capaz de confesarlo así, abiertamente y sin temor de quien pudiese escucharles.

—¿Un futuro mal? Una singular elección de palabras.

¿Es que no los creía? ¿Cómo era posible que sospechara de ellos, que se hubiese dado cuenta?

—Mi visión es real —aseguró la maga—. Esto me lo mostró —Extrajo de uno de sus bolsillos la joya que Jorad le había entregado como adelanto por sus servicios—, se llama Ojo de Dragón.

La joven abrió los ojos de manera exagerada durante una milésima de segundo, el tiempo que tardó en disimular su sorpresa.

—Siento haber dudado de tu palabra —Parecía que conociese la gema y, en consecuencia, lo que podía hacer—, pero no puedo acompañaros.

—Si es por la pierna… —empezó a decir Jorad, dispuesto a ofrecer su montura para llevarla.

—No es por mi herida —lo interrumpió.

—Me da igual cual sea el motivo. —Saltó el guerrero, ya cansado de tantas tonterías y deseoso de cumplir de una vez por todas con aquella misión—. Creemos que eres tú de quien hablaba la visión y vendrás con nosotros a Eren Joo; por las buenas o por las malas si es preciso.

No era propio de él comportarse así, pero es que aquella muchacha lo enervaba.

—No puedes hacer eso, Jorad —susurró la maga.

Manyou se había inquietado por la amenaza del guerrero, pero no la joven. Por un momento aquellos inexpresivos ojos zafiro parecieron retarle, como si no le creyera capaz de llevarla por la fuerza hasta Eren Joo. Definitivamente le gustaba mucho más así, expresiva.

—¿Quieres ver que sí? —Estaba respondiendo a la maga, pero aquel mensaje iba dirigido a la muchacha.

Sin esperar un minuto más se bajó del caballo e hizo ademán de cogerla en brazos, y aquella vez hubo más que una sutil expresión en los ojos de la joven: toda ella reaccionó.

—¡Espera! —Se encogió y puso los brazos a modo de escudo—. Solo tengo que ir con vosotros hasta Eren Joo, ¿no es así?

Jorad reprimió una sonrisa.

—Y nos ayudarás a salir de allí.

Sintió las miradas de las dos féminas fijas en él, pero la única que le interesaba era la muchacha de ojos azules y su respuesta.

—Está bien, tienes mi palabra —asintió en voz baja.

—Me basta. Mañana mismo abandonaremos las caravanas —anunció.

Se alejó de allí con ánimo triunfal. Si apretaban el paso llegarían a su destino antes de lo que había previsto aquella misma mañana y eso eran muy buenas noticias.

—¡Jorad! —La maga lo estaba siguiendo—. No pensabas cumplir esa amenaza cuando la hiciste, ¿verdad?

La miró de soslayo.

—Si hubiese sido necesario sí —Esperó a que ella replicara algo, pero la mujer no dijo nada—. ¿Por qué lo preguntas?

—Para saber a qué atenerme —respondió sin cambiar el tono.

—Tu caso es diferente —aseguró.

—Porque soy una maga —recitó—. ¿No crees que te has precipitado al decir que nos marcharíamos mañana? No

sabemos con certeza si tu visión se refería a ella o no. ¿Y si estamos equivocados?

—No hay tiempo que perder —confesó, y luego añadió con tono cortante—. Procura ponerte una túnica que no tenga esos símbolos —Se refería a los de Taj Mahal— cuando estemos cerca de la ciudad. En Eren Joo no se permite la entrada a los magos.

Ella volvió a suspirar. Una acción que hacía casi más a menudo que respirar.

—Me mentiste con lo de la visión al no decirme que ella nos ayudaría a salir de la ciudad.

Le había cambiado de tema a propósito, tal vez porque no tenía ropa sin esos malditos símbolos. O puede que quisiera sonsacarle información de alguna clase. En cualquier caso, si el problema era la vestimenta, estaban rodeados de comerciantes, así que si era necesario él mismo se encargaría de comprarle un traje como era debido.

—Te dije lo que vi. El resto fue deducción mía.

Se hizo el silencio entre ellos, aunque duró poco.

—¿Cómo lograste controlar la joya?

Ese nuevo giro en la conversación lo cogió por sorpresa.

—¿Cómo?

—Ya te dije antes que el Ojo de Dragón solo muestra aquello que más deseas. Para ver lo que tú me has descrito se necesita mucho autocontrol, y tú acabas de demostrarme que pierdes los nervios en seguida.

—Te aseguro que el autocontrol es algo que no me falta —aseguró, muy seguro de sí mismo.

—Puede que esa sea tu opinión, pero con aquella chica lo perdiste al igual que cuando yo utilizo mi magia. ¿De verdad la visión que me has descrito es tuya?

—¿Qué insinúas?

Ella abrió y cerró la boca un par de veces, como a punto de decir algo pero sin llegar a hacerlo. Al final suspiró, negó sus propios pensamientos y respondió con tono calmado.

—Que si fueras mago, serías un perfecto Controlador.

Había cambiado su respuesta, pero él no le preguntó por la original, prefería no saberlo.

Continuaron su marcha en silencio hasta el anochecer, cuando los mercaderes los invitaron a cenar con ellos. La mayoría de los carromatos eran puestos independientes que tras muchos años de viaje juntos habían acabado formando una comunidad. Había un ambiente casi festivo en todo lo que hacían y era casi imposible no sentirse contagiado por la alegría de aquella gente. Tal vez por eso se sorprendió de que la maga estuviese tan seria, sin embargo no podía preguntarle pues habría sido un fallo garrafal. Era mujer, y además maga, ella tendría sus motivos y si le preguntaba seguramente se vería arrastrado a todo un bucle de confusas explicaciones que nada le interesaban.

—Oiga, señod. —Se acercó a él el jefe de las caravanas—. ¿Se ha peleado con su mujercita? —preguntó, pues la maga se había retirado temprano.

Se había formado un coro alrededor de él, sobre todo de niños que les gustaba tocar su armadura y curioseaban todo lo que podían cuando creían que nadie les miraba.

—¡No es mi mujer! —Fue una respuesta reflejo, pero asustó a su coro personal y al buen hombre, que no tenía culpa de que Manyou fuese maga—. Es mi hermana —mintió—, la llevo de vuelta a casa a ver si así se olvida de esa locura de estudiar magia.

Aquella no era la respuesta que su coro de cotillas esperaba y poco a poco empezaron a perder el interés en él.

—Es una buena mujer, señod, muy cariñosa con los niños. Búsquele un buen marido y verá cómo la felicidad la aleja de esas ideas —aseguró, aunque no parecía muy convencido.

—Sí, seguro —dijo tras consumir la bebida que restaba en su vaso de un solo trago.

La conversación derivó entonces al tema de cómo escoger un buen partido para su supuesta hermana, y Jorad dio gracias por ser hijo único y no tener que preocuparse de esos asuntos. Trató de escaparse en varias ocasiones, pero una vez las mujeres veteranas se unieron a ellos aquella tortura se prolongó hasta lo inimaginable. Por fortuna él no era el único que necesitaba dormir y cuando el jefe de las caravanas decidió que era hora de acostarse todos hicieron lo mismo.

Sus últimos pensamientos del día antes de que el sueño lo abatiera fueron para la muchacha de grandes ojos azules. Aún no sabía su nombre, algo imperdonable dado que viajarían juntos a la mañana si guiente y se prometió que lo primero que haría al despertar sería preguntarle cómo se llamaba.

No bebió mucho la pasada noche, sin embargo sufría de una tremenda resaca como pocas veces antes había sentido. Su tercer día de viaje iba a ser una verdadera tortura si aquel dolor no menguaba.

—Buenos días, Jorad. —Lo saludó Manyou en cuanto lo vio.

—Calla por favor. No sabes cuánto me duele la cabeza.

—¿La cabeza dices? —Puso sus manos en la frente de él, para lo cual tuvo que ponerse de puntillas.

Sus dedos estaban fríos pero no fue por eso por lo que él permaneció estoico, tampoco porque temiese la clase de sortilegio que ella podría usar, simplemente lo cogió por sorpresa. Por fortuna el dolor comenzó a desaparecer poco a poco.

—Gracias —murmuró muy a su pesar cuando ella terminó.

—A veces es bueno tener un mago cerca, ¿no crees? —Él prefirió no responder a aquella provocación—. ¿Vamos a por la muchacha?

—¿Qué muchacha? —No tenía ni la menor idea de lo que estaba hablando la maga.

Ella a su vez lo miró confusa, como si tampoco entendiese muy bien lo que él acababa de preguntarle.

—La de ayer. La que vendrá con nosotros a Eren Joo y nos ayudará a salir de allí.

¿Cuándo le había contado eso a Manyou? No estaba seguro.

—No sé de qué estás hablando —confesó—. Aún no hemos encontrado a la persona a la que se refería mi visión.

—Pero Jorad… Ayer… La chica de la pierna rota… la amenazaste con… ¿De verdad no te acuerdas?

No parecía estar mintiendo; la maga estaba segura de que aquello de verdad había ocurrido. Tal vez bebió más de la cuenta y por eso él no lo recordaba.

—¿Cómo dices que era? —preguntó, confiando en que una descripción le ayudase a recordar.

—Morena, ojos azules, piel blanca, nariz pequeña… Tenía la pierna rota y un libro en la mano: esa chica se pasa el día leyendo —añadió.

Jorad seguía sin recordarla.

—Estoy seguro de que no me habría olvidado de alguien así.

—Pero… —Ella seguía empeñada en que habían conocido a esa joven.

Se fijó entonces en las prendas de la maga: marrones y lisas, sin ningún símbolo que recordase a su oficio. Aquel tono marrón mataba el sutil rojo de su cabello y ocultaba el brillo de sus ojos negros, así que no podía decirse que luciese bonita, pero no era una chica bonita lo que él necesitaba… De repente vinieron a su mente retazos de una conversación sin sentido, ¿por qué había decidido de repente que se marcharían aquella misma mañana si todavía no habían dado con la segunda persona?

—Es posible que la recuerde si la veo. —Cedió finalmente.

Sin embargo por mucho que la buscaron no consiguieron dar con ella, es más, nadie salvo Manyou la recordaba.

—Bduja, le asegudo que no hay nadie en esta compañía que desponda a esa descdipción.

—¿A usted también le duele la cabeza? —preguntó de pronto la mujer.

—Vaya que sí, bduja. Judo que no sabía de la potencia de ese vino, estamos todos molidos.

—¿Todos? —enfatizó ella.

—Ni uno solo se ha libdado —aseguró el hombre.

Jorad creyó entender lo que pensaba Manyou, que alguien ajeno a esa cultura se emborrachara con su vino podía ser normal, ¿pero ellos también, y todos? Aun así esperó a que el jefe de las caravanas los dejara antes de preguntarle a la mujer.

—¿Qué crees que ha pasado?

Ella empezó a reflexionar en voz alta.

—Si no fuera porque tenía la pierna rota diría que fue la joven de la que te estaba hablando: no parecía estar dispuesta a acompañarnos —añadió—. No quiero acusar a nadie sin pruebas pero creo que os drogó a todos para ocultar su huida. Yo no bebí anoche, por eso no la he olvidado.

Era lógico.

—¿Existe una droga así, capaz de hacerte olvidar un detalle específico?

Ella dudó por un momento.

—Soy maga, y he visto cosas mucho más extrañas que esto. No quiero con ello asegurar que sea lo que ha pasado pero no consigo imaginar otra explicación.

La creyó. Por algún motivo ni siquiera se le ocurrió la posibilidad de que Manyou pudiese estar tratando de engañarle, incluso siendo maga.

—Debe estar por aquí cerca.

Ella dejó escapar una carcajada seca.

—Si ha encontrado el modo de drogaros a todos estando inmovilizada, a estas alturas podría estar en cualquier lugar del mundo. Y no, no era maga —añadió antes de que él le preguntara.

Jorad solo pudo pensar en lo útil que les habría sido una persona capaz de hacer todo aquello, ¡y sin magia! Por desgracia, si ya no se encontraba allí estaban perdiendo el tiempo buscándola.

—Vámonos —dijo, refiriéndose a Eren Joo.

—¿No vas a seguir buscando a la persona de tu visión?

—Según tú esa persona era la muchacha que ha desaparecido, y podría estar en cualquier parte del mundo. No permaneceremos aquí buscando a alguien que ya no está cuando podríamos estar de camino a nuestro destino. —Ella puso cara de sorpresa—. ¿Qué pasa?

—Pues la verdad, pensaba que iba a tener que salvarte la vida para que confiaras en mí —aseguró.

No le había dado motivos para dudar de ella. Si cubría con un tupido velo el hecho de que era maga, hasta resultaba ser una buena mujer. Podía permitirse ser amable con ella.

—Me has salvado de un dolor de cabeza terrible, una distracción que podría ser fatal durante el combate. Te he pagado por adelantado pensando que te irías a la menor oportunidad pero sigues aquí. ¿Por qué no iba a confiar en ti?

—Porque soy maga —respondió—, y detestas la magia.

Y era cierto.

El secreto del bosque de los sueños

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