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INTRODUCCIÓN

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San Benito, la Regla y su mensaje1

San Benito vivió entre los años 480 y 547, período fundamental de la historia de la Iglesia y de su relación con el imperio romano. El mismo papa san Gregorio Magno, que escribió su vida (594), pone de manifiesto el rechazo del joven Benito por la vida y las costumbres de la Roma de su época, como también los estragos causados por las invasiones de los godos, que profundizaron la crisis y exigieron un renovado esfuerzo de evangelización por parte de la Iglesia2.

En medio de la gran desorientación que significaba la caída de un imperio milenario, la vida y la obra de San Benito se presentan como una guía para esa nueva civilización que comienza a nacer, fruto del encuentro de pueblos y mentalidades muy distintas.

La fundación de Montecasino hacia el 529, y la redacción de la Regla, son los dos pasos decisivos en la presentación del monasterio como una “escuela del servicio del Señor” (dominici schola servitii), donde Cristo es la única roca firme sobre la que el hombre puede edificar cualquier proyecto, tanto interior como exterior. Es con esa imagen que san Benito comienza su Regla (Prólogo) y Cristo pasa a ser verdaderamente la “piedra angular” que sostiene toda la edificación del monasterio y la clave para la comprensión de su escrito.

“Es Cristo quien ha llamado al cristiano a entrar en el monasterio. Es por amor de Cristo que el monje vive en él y persevera hasta la muerte. Es a Cristo a quien se entrega entera y totalmente. Es Cristo quien lo conduce, unido a sus hermanos, todos juntos, a la vida eterna”.

“La existencia del monje no se explica sino por esa relación personal con Cristo. No hay nada más preciado que Él. No prefiere nada absolutamente a su amor. Vive en comunión con Él a lo largo de sus días. Lo encuentra en el Oficio divino, en su oración privada, en sus lecturas. Lo encuentra en su abad, que tiene el lugar de Cristo en medio de la comunidad, en la que es el padre. Lo sirve en sus hermanos enfermos. Lo recibe en los huéspedes, que no dejan de venir al monasterio. Cristo es encontrado en los diversos sucesos de su existencia. Cristo está, en todas partes, presente en su vida, tanto privada como comunitaria. Es el alma de la vida del monje”3.

Ésta es la verdadera clave de lectura de la Regla, pero también para el conocimiento de quién fue san Benito. Por eso dice san Gregorio: “Si alguien quiere conocer más profundamente su vida y sus costumbres, podrá encontrar en la misma enseñanza de la Regla todas las acciones de su magisterio, porque el santo varón en modo alguno pudo enseñar otra cosa que lo que él mismo vivió” (II Libro de los Diálogos, 36).

En el año 1964, Pablo VI proclamó a san Benito patrono de Europa. Con ello estaba señalando el papel central que tuvo la Regla y la vida monástica en la configuración del mundo de Occidente, no sólo en su dimensión espiritual, sino en sus mismas actividades e instituciones sociales, desde la familia hasta la organización civil4.

Esta vitalidad que encierra la Regla es fruto de su doble enraizamiento en las Sagradas Escrituras y en la tradición de la Iglesia y por eso sigue ejerciendo su influjo vivificante en las sucesivas generaciones y en las diversas realidades en las que va penetrando. En efecto, la “escuela del servicio del Señor” que funda san Benito, tiene por modelo a la Iglesia, y su objetivo no es otro que el de llevar a su plena maduración la vida recibida en la fuente bautismal, gracias a la cual el hombre renació a la condición de hijo de Dios y quedó incorporado a la nueva sociedad que es la comunidad eclesial.

Por ello el monasterio pasa a ser un punto de referencia directo y concreto del Misterio y de la acción transformante de la Iglesia. Y en él, tanto el monje como los cristianos y el mundo, encuentran un sacramento de la presencia de Cristo y de su obra redentora.

En el monasterio se oye la voz del Señor que sigue hablando “a las Iglesias” por las Escrituras y por el Abad, que hace las veces de Cristo en la casa de Dios (Prólogo y caps. 2-7). En el monasterio se hace sentir la respuesta de la Iglesia alabando y rezando a su Creador (caps. 8-20). En la comunidad monástica se hace presente el Buen Pastor cuidando por la integridad de su rebaño y alentándolo con el perdón y la corrección fraterna (caps. 21-30). En el monasterio se continúa la primitiva Iglesia de los Hechos de los Apóstoles, donde todos ponen sus bienes en común y reciben según sus necesidades, en el servicio mutuo y en la Comunión fraterna (caps. 31-38). A continuación, la Regla revela lo que es la jornada concreta de un hombre bajo la mirada de Dios, donde hasta el más pequeño e insignificante elemento de la vida humana se une con lo divino “para que en todo sea Dios glorificado” (caps. 39-57).

Por último, san Benito contempla la vida y la formación de esa pequeña Iglesia doméstica –la familia monástica– escrutando las disposiciones íntimas que deben animar a cada uno de sus miembros y consolidándola con vínculos de fe y caridad que estrechan y hermanan a sus miembros con lazos más fuertes que los mismos vínculos de la sangre (caps. 58-72).

Y toda la Regla termina en un Epílogo (cap. 73) que apunta con toda su fuerza a la verdadera patria del monje, haciendo del monasterio una casa ubicada entre dos ciudades: la de la tierra y la del Cielo, y que por eso señala a cada generación la orientación última y definitiva de todas las cosas.

Esa es la sabiduría que se esconde en la Regla de san Benito: un conocimiento del hombre que tiene su origen en la misma mirada de Dios y que por eso es capaz de entrar en su corazón y a partir de allí invadir con su presencia todas las dimensiones de la vida humana.

Estructura de la Regla5

Los estudiosos concuerdan en señalar que la Regla de san Benito fue escrita gradualmente, recibiendo sucesivos retoques, fruto de su experiencia y maduración. Esto hace que no posea una estructura rigurosa, y que en capítulos distantes vuelva a tratar materias que parecían ya acabadas. Sin embargo, existe una estructura de base que es provechoso conocer pues da una mejor orientación para comprender el contenido mismo del texto.

PRÓLOGO DE LA REGLA

I. CONSTITUCIÓN ORGÁNICA DEL MONASTERIOCaps.
a) Personal: los cenobitas1
b) La autoridad del Abad2
c) Los hermanos. Su consejo3
II. EL ARTE ESPIRITUAL (ascesis)
Los instrumentos del arte espiritual4
Disposiciones fundamentales:
a) Obediencia5
b) Silencio6
c) Humildad7
III. LA ORACIÓN
1. El Oficio Divino: su ordenamiento8-20
El Oficio Divino en las noches8-11
El Oficio Divino en las mañanas12-13
El Oficio Divino en las fiestas14
El Alleluia15
El Oficio Divino durante el día16-18
2. Disposiciones interiores en la oración19-20
IV. LA ORGANIZACIÓN INTERNA DEL MONASTERIO21-52
RÉGIMEN INTERIOR21-30
1. Agrupación por decanias21
2. Los dormitorios22
LA DISCIPLINA REGULAR23-30
La medida de la excomunión23-26
Cuidado de los excomulgados27-28
Readmisión de los que salieron29
Disciplina con los menores30
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES31-34
El Mayordomo31
Las herramientas del monasterio32
La desapropiación del monje33
La distribución de los bienes34
LA MESA CONVENTUAL35-42
Los servidores de cocina y de la mesa35
El régimen y trato de los enfermos36
Los ancianos y los niños37
El lector de la mesa38
La medida de la comida39
La medida de la bebida40
El horario de las comidas41
La conclusión del día42
EL ORDEN PENITENCIAL DEL MONASTERIO43-46
Penitencia para los que llegan tarde43
Penitencia para los excomulgados44
Penitencia para los que yerran en el Coro45
Penitencias para otro tipo de faltas46
La señal para los oficios divinos47
EL TRABAJO, LA LECTURA, LA ORACIÓN48-52
El ritmo de trabajo-lectura48
El régimen de la vida cuaresmal49
Oración en el trabajo o de viaje50
La separación del mundo51
El Oratorio52
V. EL MONASTERIO Y EL MUNDO53-57
Los huéspedes53
Cartas o regalos54
Distribución de lo necesario55
La mesa del Abad con los huéspedes56
Actividades comerciales57
VI. LA RENOVACIÓN DE LA COMUNIDAD MONÁSTICA58-65
Ingreso en la comunidad monástica58-59
Candidatos clérigos60
Candidatos monjes61
Los monjes sacerdotes62
El orden de la Comunidad monástica63
El nuevo Abad, elección, institución64
El prior, su relación con el Abad65
VII. PRIMERA CONCLUSIÓN DE LA REGLA
La clausura del monasterio, la Regla66
VIII. COMPLEMENTOS A LA REGLA67-72
Los monjes enviados de viaje67
La obediencia en cosas imposibles68
Presunción de los hermanos69-70
La obediencia mutua entre los hermanos71
El celo bueno y la caridad fraterna72
IX. EPÍLOGO DE LA REGLA73

1. Abad Fernando Rivas, osb. Abadía de San Benito de Luján, Argentina.

2. Cf. R. MOLINA PIÑEDO, San Benito. Fundador de Europa, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1980 (BAC popular, 23).

3. A. BORIAS, Règle de Saint Benoît, Turnhout, Brepols, 1987, pp. xxxii-xxxiii

4. Cf. El mensaje de Juan Pablo II en Montecasino de 1979:

http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/1979/may/documents/hf_jp-ii_spe_19790517_montecassino-abbazia_sp.html.

5. Para completar este apartado, cf. García M. Colombás – Iñaki Aranguren, La Regla de San Benito, Madrid, La Editorial Católica, 1979, pp. 17 ss. (BAC 406).

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