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Introducción

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Venezuela es la primera nación petrolera en aplicar un modelo económico que la destruye. Eso constituye un vergonzoso y lamentable récord histórico. La data ‘cruda’ con la que contamos al promediar este mayo de 2019 muestra un Producto Interno Bruto (PIB) ubicado en -51% y una hiperinflación disparada a superar el guarismo de 1.400.000%. A esto debe agregarse la destrucción del aparato productivo, el colapso de todos los servicios públicos (fundamentalmente los de salud, educación y energía eléctrica), y una diáspora cercana a los cuatro millones de venezolanos; esto, en un país que -antes de la llegada del ‘chavismo’ al poder- se caracterizó por ser un polo de atracción para ciudadanos de otras latitudes que soñaban una vida mejor de la que tenían en sus respectivos países.

Pero, cualquiera sea su tipo de economía, Venezuela no es el primer país en ser destruido como consecuencia de haber aplicado un modelo económico socialista, es decir, un modelo basado en el estatismo, el dirigismo y el atropello a la libertad y a los derechos de propiedad; vale decir a la libertad individual, a la autonomía personal, al libre mercado, al libre comercio y a la libre empresa. Y como consecuencia de la aplicación de esta política, Venezuela también entró en la lista de países que, para enfrentar la resistencia de la sociedad ante el fracaso y la frustración de sus expectativas, los gobiernos evolucionaron hacia el atropello de la democracia, el Estado de derecho, las libertades políticas y los Derechos Humanos.

Gracias al socialismo ‘chavista’, nos convertimos, por tanto, en una nueva demostración palpable de los efectos destructivamente perversos que produce en una nación la deriva personalista del poder, el estatismo, la demagogia irresponsable y el populismo, en su tránsito indefectible hacia el autoritarismo, el nepotismo y el totalitarismo.

Pero sucede que nuestra tragedia ha permitido la construcción de algunos lugares comunes en el imaginario de la conciencia venezolana, en particular, y latinoamericana, en general. Algunos de esos lugares comunes aseguran que el oscuro teniente coronel Hugo Chávez, y su ignorantísimo sucesor, Nicolás Maduro, son los responsables de la catástrofe venezolana y de la ruina de las instituciones democráticas; que el ‘chavismo’ es un producto originario del golpe de Estado fallido del 4 de febrero de 1992 y que la prosperidad de la economía venezolana volverá si losvenezolanos desalojamos del poder a los ‘chavistas’ y restauramos el sistema anterior a la tiranía.

Escrito a tres manos con criterio de visión amalgamada, “Venezuela: De la peste socialista a la prosperidad liberal” aguza la mirada y descubre que esos lugares comunes son, si no incorrectos, cuando menos inexactos; que las características fundamentales del régimen autoritario y despótico implantado por el militar golpista ya estaban incubadas en las ideas y el pensamiento económico de la ‘Generación del 28’, la misma que durante más de tres décadas había luchado por la implantación de la democracia política; que el ‘chavismo’ es una derivación más descompuesta y feroz de lo que en Venezuela se conoce como ‘puntofijismo’, una conducta política que encarna el deterioro agudo del funcionamiento de la democracia que habíamos alcanzado con la victoriosa insurrección popular de 1958; que la insurgencia cívica contra el despotismo del socialismo ‘chavista’, apoyada y alentada por una confluencia democrática internacional sin precedentes en la historia, no será suficiente para reconstruir a Venezuela y enrumbarla hacia la prosperidad, si sólo se limita a restaurar las estructuras políticas y las ideas decadentes y retrógradas defendidas y practicadas por los socialdemócratas y los demócratas cristianos venezolanos durante los últimos 90 años; y que la rebelión ciudadana y su trágico aprendizaje podrá promover un cambio verdadero hacia una sociedad abierta y obediente a los valores de la libertad sólo a condición de que la generación de 2007, que hoy dirige la rebelión, entienda y asuma el tema de su tiempo y abandone radicalmente su filiación a las ideas socialistas, sean cuales sean su forma o apariencia.

Los autores -Santiago Rodríguez Castillo, Marco Antonio Alcántara y Javier Nieves Brizuela- invocamos la cooperación internacional entre libertarios de todo el mundo, como una manera de plantarnos frente a la reorganización del desprestigiado modelo socialista y las variadas formas que sus defensores vienen adoptando para tratar de sobrevivir a pesar de su constante fracaso.

En el mismo sentido, presentamos a consideración del lector de manera general un conjunto de ideas que pudieran contribuir de marco teórico para la implantación de la libertad en Venezuela basada en un modelo de economía liberal que sustituya la devastada economía socialista.

Unas ideas que contienen como objetivos centrales reformar y reducir el tamaño del Estado, crear las instituciones adecuadas que soporten las reformas económicas, políticas y sociales posteriores a la tiranía, privatizar las Empresas quebradas por el Estado para devolverle a la sociedad las funciones en producción de riqueza que le fueron confiscadas, impulsar la participación accionaria y democratización de la propiedad privada entre amplias capas de la sociedad, para que reciban facilidades en la adquisición de acciones en las empresas y aprendan a defender al capitalismo como parte activa y beneficiaria, confiscar los derechos de propiedad del Estado sobre los suelos y subsuelos, poniéndole fin a la propiedad dominial, ésta que reserva para el Estado el dominio directo y exclusivo sobre los recursos mineros e impide a los ciudadanos ejercer derechos de propiedad directa sobre los mismos o invertir capitales y ahorros privados en su explotación; privatizar PDVSA y permitir la Participación Accionaria de todos los venezolanos, por medio de la inversión de sus corporaciones productivas tales como las Cajas de Ahorro, Fondos de Protección y Fondos de pensión y vejez.

Por último, este libro eleva a consideración tanto de sus lectores como de los factores políticos del subcontinente, una propuesta concreta y una invitación a reflexionar, respecto al concepto de soberanía nacional, deslastrada de las taras y los complejos que han caracterizado el accionar político del liderazgo latinoamericano en los más recientes 60 años.

Es nuestro convencimiento absoluto de que pertenecemos a la civilización occidental y que los principios y valores que adherimos son los principios y valores sobre los que se funda occidente. Al declarar y reconocer nuestra pertenencia, reconocemos la natural evolución que han experimentado conceptos como la libertad o la soberanía nacional, sobre todo en momentos en los que el anquilosamiento de tales conceptos y sus principios (libertad individual, no intervención, autodeterminación de los pueblos), pudieran ser transformados en la excusa perfecta que le permita a ciertos Estados tradicionales operar políticamente para cercar, capturar y secuestrar aquellos Estados débiles y fracasados de nuestra región, colocándolos al servicio de principios y valores contrarios a los valores de libertad, democracia e imperio de la propiedad que nos son propios.

LOS AUTORES

Venezuela: de la peste socialista a la prosperidad liberal

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