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Las cartas de amor juveniles

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Si se quiere pensar la escritura de las cartas de amor, es necesario contemplar dos aspectos: conocer lo “escribible” desde la tecnología del sistema de signos utilizado, desde lo que el código escrito permite y exige, así como desde las pautas culturales específicas en cada grupo social, es decir, los “escribibles” desde los sujetos escritores. Este doble abordaje tiene que ver con la comprensión de los lenguajes de la comunicación desde las “lenguas” codificadas y las distintas “hablas” de los sujetos que las ponen en acción.

Reflexionar sobre la tensión existente entre la oferta o las formas de uso que propone la escritura epistolar amorosa y las tendencias renovadoras de los distintos grupos sociales, arroja algunas preguntas: ¿qué escriben los grupos sociales que han pasado de la oralidad a los lenguajes audiovisuales de los medios masivos de comunicación, sin haber tenido una historia social de lecto-escritura? ¿Y los que se revelan directamente de las prácticas orales sin pasar por los medios masivos de comunicación? ¿Y aquellos que han tenido una capacitación temprana en la escritura, además de un amplio entrenamiento en formas audiovisuales y nuevas tecnologías de comunicación? En otras palabras, ¿cuáles son los resultados de la negociación entre la diversidad cultural de los grupos sociales y la tendencia homogeneizadora del código de la escritura?

En este libro se muestran los resultados de una investigación realizada con jóvenes pertenecientes a tres grupos sociales: indígenas sin contacto con los medios de comunicación masiva, que saben escribir en castellano y que conviven con prácticas orales de comunicación; individuos de bajos ingresos que están inmersos en los medios masivos de comunicación, que tienen poca relación y que recurren a la oralidad como su forma más común de comunicación; y los privilegiados económicamente, que tienen acceso a todos los medios masivos de comunicación, así como a las modernas tecnologías de información y a la Internet. Estos últimos utilizan la escritura como una herramienta importante de comunicación y poder.


Las cartas de amor de los grupos de jóvenes descritos presentan ciertas reglas constantes o fragmentos propios de la escritura epistolar, y otros elementos recurrentes según el grupo social.

Con ayuda de herramientas etnográficas se busca determinar lo que estos individuos valoran, dicen y hacen respecto a la escritura. Además, el análisis del discurso de los textos escritos por los jóvenes permite conocer los códigos que definen la escritura epistolar y la codificación propia de cada grupo social. Existen tres factores fundamentales en las distintas ejecuciones de la escritura epistolar: el factor tecnológico en interrelación con la oralidad, la audiovisualidad y la Internet; el factor escolar y el acceso a la letra impresa; y la valoración de esta forma comunicativa.

En las cartas de amor, que parecieran intercambios puramente subjetivos, hay una doble codificación: la que implica el género epistolar y la que se construye por grupo social. Las cartas seleccionadas por su especificidad amorosa no contienen un propósito informativo o referencial, como le llama Jakobson al mensaje que tiende a la univocidad. Más allá de lo que “dicen” los jóvenes en la puesta en acción de las reglas genéricas, se asoman a algunas particularidades culturales que determinan la práctica de la escritura y el sentimiento amoroso.

Lo “escribible”, desde las reglas de la escritura, posibilita el acceso al conocimiento de las “instrucciones de uso” que tienen los jóvenes autores de misivas amorosas y las apropiaciones que de ellas hacen por grupo social. También al observar la codificación amorosa desde la escritura particular de cada grupo. Se obtienen pistas para comprender el “habla amorosa” o lo “escribible” propio a los tres universos de jóvenes.

El trabajo etnográfico en los diversos contextos sociales facilitó el conocimiento del entorno comunicativo de los jóvenes y sus referentes culturales de la escritura y el amor. La aproximación discursiva deja examinar en las cartas como eslabones del fluir comunicativo las huellas del contexto, sus referencias, sus saberes y sus sentires.

Las misivas como enunciados acercan a la presencia del destinador y del destinatario, es decir, el “yo” que escribe frente al “tú” que recibe y cómo se construyen ambos en esa relación: un yo amoroso y un tú amado. De esta manera se puede partir de los sujetos que se comunican y de sus discursos cotidianos en el cruce con los discursos institucionales.

La propuesta metodológica del presente estudio nada tiene que ver con descubrir ideologías implícitas o rastrear grados de desarrollo cultural relacionados con la escritura. Ambas iniciativas son restringidas, pues parten de una dirección que apunta al texto aislado de su contexto, a la pasividad del sujeto discursivo y a la escritura como parámetro cultural. Al abordar el discurso y su complicidad en la construcción de subjetividades, se pretende responder a las siguientes preguntas: ¿cómo se escribe el amor en los diferentes conjuntos de cartas? ¿Qué miran, dónde se detienen, qué subrayan, qué omiten los jóvenes en las misivas? ¿Cómo se construyen como seres deseantes y deseables los tres grupos de escritores?

La pasión, referente para el amor en Occidente, es la desmesura, la pérdida de la razón, el sufrimiento total. Sin embargo, los jóvenes de esta investigación parecen habitar el amor de formas distintas. Los huicholes expresan serenidad y cordura. Su apego pausado, con menos incertidumbre, de proyecto a largo plazo, parece estar asentado en un lugar y fecha estables, un entorno reglamentado y un futuro continuo y predecible.

Los muchachos semiurbanos expresan el amor de forma más cercana a la música comercial y los estereotipos televisivos. El afecto es reclamo, desdicha, sufrimiento, un estire y afloje sentimental. Con poco hábito de lectura y escritura, estos jóvenes acompañan sus mensajes con expresiones gráficas, en las que los corazones bañados de sangre, con las iniciales de los enamorados entremezclados, lo dicen todo. También para este grupo el amor es declaración, búsqueda y espera.

Los asiduos a la Internet se suelen expresar en forma desmesurada, histérica, superlativa. La experiencia resulta altamente individual, a pesar de que la fuente de inspiración es el ser amado, pues el joven sólo disfruta de su amor.

¿Amor sereno, amor mediático, amor a sí mismo? ¿Tres tendencias expresivas, tres necesidades sociales? La compacta comunidad huichola, sus tradiciones y controles sociales deciden las formas de hacer pareja. La inclusión, la participación familiar, la formalización pronta de la pareja, garantizan la continuidad de la agrupación.

Las cartas de amor de los mestizos permiten mirar la puesta en acción de nuestra cultura: en las misivas del grupo de altos ingresos se observa el individualismo y la desterritorialización, mientras que en el grupo semiurbano de bajos ingresos se nota la pérdida de un lenguaje popular propio a favor del mediático.

Ahora bien, es necesario añadir que el dicho popular “sobre amores no hay reglas” es aplicable aquí, y afortunadamente la criptografía propia de cada pareja guarda secretos que sólo los enamorados pueden descifrar.

Por otro lado, el análisis de las cartas ilustra sobre las características de la escritura y cómo se vinculan con la vida cotidiana. También muestra que no es un proceso de reproducción íntegra de las reglas de la lengua escrita sino una recomposición de diferentes aspectos determinados por las necesidades comunicativas de cada grupo social.

Prevalecen en los textos las huellas del contexto mediático, del escrito y de la oralidad. En las misivas huicholas hay un conocimiento riguroso de las reglas del código epistolar. Además se presentan características de la oralidad: la participación del espíritu comunitario que determina las formas de relación amorosa, el uso de las fórmulas rítmicas y la contextualización.

Las cartas de los jóvenes semiurbanos delatan que están apartados de la expresión escrita. La pobre ortografía, la reducida cantidad de palabras promedio por texto y el desconocimiento de los márgenes del género hacen pensar que la alfabetización en este grupo ha sido formal, pero poco interiorizada como forma de comunicación propia. Si bien estos jóvenes están inmersos en un contexto escrito: señalizaciones, espectaculares, volantes, etiquetas de productos envasados, transporte público, oficios escolares, libros de texto, propaganda política, etcétera, no son usuarios de la escritura como forma legítima de comunicación con el otro. Las huellas de la oralidad en sus escritos se aprecian en el uso fonético del lenguaje, ya que la ortografía, la puntuación y la correcta separación de las palabras son omitidas, y sobre todo se encuentran rastros de las formas audiovisuales de comunicación: brevedad de los mensajes, temas y formas melodramáticos, uso de imágenes decorativas y expresiones a manera de eslóganes publicitarios.

Las misivas de la Internet muestran una relación entre el dominio de la escritura y una forma tecnológica que facilita la conversación. Se conocen los márgenes de la carta y las reglas gramaticales del castellano escrito, así como se experimenta con abreviaciones, onomatopeyas y signos de puntuación que parecen devolver a la escritura el ritmo y gestualidad de la oralidad.

Los tres grupos de jóvenes asisten a la escuela secundaria y sus programas académicos formales son similares, pero los huicholes y sus maestros no hablan castellano como lengua materna, y el acceso a la cultura escrita es mínimo en la sierra donde habitan. Sin embargo, este grupo no es el más lejano al dominio de la escritura. Por eso la escuela y el acceso al material escrito tienen un lugar importante en la enseñanza del descifrado y la alfabetización formal, aunque no son determinantes en la diseminación de la escritura y su distribución equitativa.

Finalmente, la valoración social que se hace de la letra escrita en cada grupo tiene un papel fundamental en sus prácticas. El reconocimiento y peso que le dan los huicholes a la escritura define la extensión y el cuidado de sus cartas. La certeza que tienen estos jóvenes del poder de la escritura marca el compromiso que allí expresan.

El mundo sumamente audiovisual con el que conviven los jóvenes semiurbanos parece mantenerlos lejos de la escritura. La música y la televisión comerciales invaden su mundo y dejan poco espacio a una expresión propia. Como Jesús Martín Barbero señaló hace tiempo, la cultura popular de estos grupos migró a lo masivo y sus formas de hablar han sido secuestradas por la radio y la televisión, dejando vacía su comunicación escrita.

Los usuarios de la Internet reflejan un dominio de la lengua escrita y de la tecnología de este medio. Para estos jóvenes la escritura es una práctica cotidiana con la cual se preparan también para entrar en el mundo de los que escriben.

Las cartas reflejan también el erotismo propio de cada grupo social. Las miradas amorosas delatan formas de disciplinar los cuerpos y controlar los excesos de acuerdo con las necesidades de cada grupo.

A medida que se profundice en el conocimiento detallado de los usos sociales de la escritura, su valoración y las condiciones de acceso a la cultura escrita, entonces se tendrá más claridad acerca de los mecanismos sociales de su distribución y de cómo incidir en ellos.



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