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IV. Verdad y milagros

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Los milagros son un servicio a la humanidad. En efecto, este es el servicio que debes dar al mundo, porque el mundo necesita sanación. Sabes cómo hacerlo. Sabes que cada vez que te unes en oración con tu ser (lo cual puedes hacer a cada instante de tu vida) el poder milagroso del amor de Dios fluye naturalmente.

Puedes pedir milagros específicos o no. Incluso puedes no pedirlos en absoluto. Nada de eso importa. El poder de hacer milagros, cuya fuente es siempre el amor, no dejará de manifestarse por ello.

Hermano, lo que se te está pidiendo es que dejes de ponerle límites a lo que eres. Se te pide que ames todas las cosas. Se te pide que abras las compuertas de tu ser ahora mismo, para que el océano de amor infinito de Dios, el cual reside en tu corazón y se expresa de múltiples maneras, incluyendo los milagros, comience a derramarse en toda la creación con más fuerza que nunca.

Se te está pidiendo que inundes la tierra con los milagros del amor. Se te pide que sanes al universo entero por medio de la oración que es unión con el Cristo viviente que vive en ti, es decir, por medio de la oración de la verdad. Se te exhorta a que abandones la limitación. Se te pide que vivas como Cristo te enseñó a ti y al mundo entero.

Demuestra la incondicionalidad del amor para que seas más consciente del que eres en verdad. Así es como el amor que desde ti se desprenderá, llamará a otros a unirse a este.

Cuando se te pide que aceptes que tienes el poder de hacer milagros y de traer el cielo a la tierra, lo que se te está pidiendo es que aceptes incondicionalmente que puedes vivir en la verdad, que puedes vivir sin miedo. Esto es lo mismo que decir que aceptes que puedes ser aquí, ahora y siempre el Cristo viviente que vive en ti.

Aceptar el poder de Dios en ti es parte del hacerte cargo del nuevo ser que eres. Este tipo de aceptación es también una forma de confianza ilimitada en el amor que eres. Es algo en lo que te debes ejercitar. No en el sentido de esforzarte, sino en el sentido de aceptar activamente.

Hasta la llegada de esta obra habías visto a la aceptación en relación con algo que no te gustaba, es decir, que no aceptabas previamente y que debías pasar a aceptar. Esa etapa formó parte del camino hacia la trascendencia de la aceptación.

Si bien puedes argumentar que no necesariamente aquello que no aceptabas tenía que ser algo que no te gustaba, lo cierto es que a estas alturas del camino sabes que todo lo que se niega tiene que hacerlo por alguna razón.

La negación no es un acto involuntario, es un mecanismo de protección surgido del miedo. Sabes que la razón por la que algo que es verdad se niega nunca puede ser el amor. Esto se debe a que, y conoces que, nadie niega aquello que ama y sabe que es amoroso para consigo mismo, propiciándole todo tipo de benevolencias. La negación de algo que es verdad procede de una falta de amor a la verdad.

Dado que ahora no estamos viviendo en los tiempos del engaño, en que la vida se movía al compás de su danza insensata, sino que hemos retornado a la verdad y, por ende, nos movemos al ritmo del deseo de amar y ser amados, no es necesario seguir usando ningún tipo de mecanismo de negación.

No hay peligros a la vista. El camino está despejado. El cielo se presenta diáfano, limpio y sin nubarrones. Todo ha retornado a la luz. Las tinieblas se han disipado y la niebla evaporado.

Lo que se te está diciendo, es que en el pasado creaste un mecanismo en tu mente para protegerte de aquello que creías que era verdad, poderoso, y que además te haría daño. ¿Cómo no ibas a protegerte de ello, si fuera real? Aquí tienes otra amorosa oportunidad para ser compasivo contigo mismo y con tus hermanas y hermanos.

Deja de juzgarte y echarte la culpa por lo que un día negaste, por miedo de enfrentarlo cara a cara. Nada de eso existe ya. Se ha ido para nunca más volver. Ese ídolo de barro que un día tanto te atemorizó, fue desintegrado por la lluvia de gracias que desde el cielo cae constantemente sobre tu ser, regándolo con las aguas de las santidad.

Ahora vivimos en aquello que está más allá de la aceptación. El proceso de aceptar lo que no te gustaba, para poder trascenderlo, ya ha finalizado. Hoy comienza, literalmente, aquello que la aceptación activa te ha traído como bendición, junto a los santos regalos del perdón que ha sido dado y recibido. Hemos avanzado mucho. Hemos trascendido las limitaciones.

Aceptamos la santidad que somos. Integramos a nuestra mente y corazón el poder del amor que vive en nosotros. Reconocemos que somos poderosos, porque vivimos en la verdad. Aceptamos incondicionalmente nuestro poder divino. Retornamos al amor a nosotros mismos. Recuperamos la confianza plena. Somos libres. Somos Cristo, viviendo la vida en Dios.

Elige solo el amor: Sabiduría

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