Читать книгу Por un matrimonio sin máscaras - Silvana Núñez del Pino - Страница 4
Introducción
ОглавлениеFueron cuarenta años en el desierto. Creí haber estado despierta, cuando en realidad anduve caminando durante décadas completamente dormida e inconsciente ya que lo que estuve buscando afuera finalmente lo encontré dentro mío, en mi Ser.
Pese a todas las adversidades por las cuales he pasado, hubo una en la cual recuerdo claramente se produjo en mí un dolor tan profundo en donde verdaderamente toqué fondo, despertando así mi conciencia.
¿Qué es el despertar de la conciencia? Es un proceso de transformación interior en el que empiezas a tomar conciencia de ti mismo, consiste en abrir los ojos a la realidad que siempre ha estado ahí, pero que no lográbamos ver debido a las distorsiones y el ruido que provoca la mente. Es un estado que implica mantenerse mentalmente activo y no pasivo, que nos permitirá determinar lo que es relevante para nuestro beneficio, valores, actos y propósito, es el deseo intenso de descubrir nuestros errores y rectificar para pulirnos a nosotros mismos. Despertar es un viaje infinito hacia el interior de uno mismo.
En la vida existen dos direcciones, la vertical y la horizontal. En la vertical se halla la revolución de la conciencia, está el Ser, la esencia, en este camino puedes conquistar extraordinarios poderes, atributos, valores, dones y talentos.
Por otra parte, la línea horizontal se inicia con el nacimiento y culmina con la muerte, atravesando el proceso de nacer, crecer, reproducirse, envejecer y morir. Aquí están todos los vanos placeres de la vida, está la lucha por el pan de cada día y todos esos sufrimientos íntimos de la vida práctica, dicho de otro modo, la dirección vertical representa la divinidad y la horizontal la humanidad.
Con las fuerzas de la porción vertical podemos influir decididamente sobre los aspectos horizontales de la vida cotidiana, podemos cambiar total y completamente nuestro destino.
Para tener una vida equilibrada aún en los momentos de crisis, no debemos olvidar regresar constantemente hacia la línea vertical, para encontrarnos con nosotros mismos, con la fuente, con Dios, y de esta manera Ser y estar.
Para ello, no debemos dejar nuestra vida diaria y todo lo que esta conlleva, ya que al conocimiento superior podemos encontrarlo cada día. El camino de la divinidad es posible transitarlo en nuestro diario vivir. Jesús dijo: “Conoce la verdad y esta os hará libres” (Juan 8:32). Esa verdad nos libera de este mundo relativo, de un mundo de apariencias e ilusiones.
¿Trabajar para vivir y luego morir es algo maravilloso? Es necesario comprender el sentido de nuestra existencia. Trabajemos sobre nosotros mismos, saliendo del fango en el que nos encontramos, debido a que la raíz de todos los problemas se halla en nuestro interior. Un ser humano es lo que es su vida, todo lo que somos lo proyectamos, necesitamos convertirnos en verdaderos hijos de Dios, ¡esto nos conducirá hacia la liberación final!
Se inicia con el proceso de autoevaluación, observarse para conocerse es transcendental, definitivo. Hay mucho en nosotros que debemos eliminar, diversos errores, vicios, defectos y también hay mucho por conquistar, muchas facultades y virtudes.
Si logramos conquistar nuestro mundo interior, luego podremos conquistar el mundo exterior, llevando una vida de adentro hacia fuera. Luego de un arduo trabajo y de haber trascendido establecí mi misión personal, la cual está escrita en las tablas de mi corazón, y en esta ocasión me permito compartirla contigo, querido lector o lectora.
Me gusta conectar con la gente, y sé que evolucionando y mejorando mi vida continuamente podré ayudar y contribuir en el desarrollo de mis semejantes. Como madre irradiar amor, asimismo dejar en mis hijos y en las futuras generaciones un legado donde ellos puedan reflejarse. Como esposa, ser la ayuda idónea para mi compañero de vida, y como ser humano ser fuente de inspiración para propios y extraños viviendo desde mi espiritualidad, integridad y libertad.
Además, me considero una mujer con la mente y el alma libres, con una gran devoción por la vida y abierta a los cambios, a fuentes de conocimiento y aprendizaje. He logrado alcanzar el éxito integral, no he triunfado en una o varias áreas de mi vida, sino que he sabido equilibrar mis logros en cada una de ellas, llegando a tener así una vida plena, digna y equilibrada.
Sé que la ignorancia es el peor de los pecados, mientras que la sabiduría es la mayor de las virtudes; también sé que soy uno con Dios (arquitecto del Universo, divinidad, energía o como quieras llamarlo, lo respeto). Yo le llamo Dios.
De esta manera me despojé de todos los lastres del pasado, es decir recuerdos, sufrimiento, resentimiento, odio hacia personas y situaciones que me lastimaron el alma.
Me liberé de dos enemigos letales de los seres humanos, la culpa y la vergüenza, supe perdonar y me perdoné a mí misma por las veces en que fallé y por el tiempo y la energía que invertí en dichos acontecimientos, y ahora viajo más liviana.
Esto me condujo a encontrarme conmigo misma, con mi Ser, con mi verdadero valor y con el corazón de esa niña que soñaba, que se entusiasmaba con todo, que no guardaba resentimientos ni venganza —menos aún hipocresía—, la que sabía olvidar rápido, fácil; esa niña a la que nada le resultaba imposible, la que no veía dificultades ni se preocupaba de qué habría de comer, beber o vestir ya que confiaba completamente en sus padres; nunca pensaba en el futuro puesto que gracias a su inocencia era libre para disfrutar, reír sin parar y vivir sin tiempo.
Recupera al niño que llevas dentro tuyo. Tratémonos con cuidado ya que somos un baúl lleno de sueños y estos tienen que ser más grandes que tus miedos, confiemos en Dios nuestro padre y dejémosle las preocupaciones a Él.
Hagámosle una limpieza a nuestro corazón, a nuestro alma (mente y emociones) ya que ¿de qué sirve que seamos humanos, si no hay en nosotros humanidad? No permitas que tu sonrisa se apague, déjala brillar, enciende esa luz que está dentro tuyo y así todos juntos podremos iluminar.
Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos... (Mateo 19:14).
Ya no te reproches más por los errores que son o fueron tuyos, o quizás alguien más te lastimó, no eres una víctima sino un/a guerrero/a, redimido/a, amado/a; cada herida, cada cicatriz son tu testimonio, tu historia. Muéstralas sin culpa, sin vergüenza, sin máscaras.
Nada debe atarte, rompe las cadenas para alcanzar tu máximo potencial y lograr continuar hacia delante. Nada esencial ha cambiado, nuestra identidad está ahí, nuestro valor es inamovible.
Reconcíliate con tu pasado, acepta y agradece por tu presente y de esta manera construirás tu futuro. Posees la fortaleza, el talento y los recursos, utiliza el control y el dominio sobre ti mismo, el mismo que se te ha otorgado aun antes que estuvieses en el vientre de tu madre, ya que somos seres espirituales que estamos teniendo una experiencia humana y esto va mucho más allá de nuestro cuerpo, mente y emociones.
Tienes todo lo que necesitas para hoy. Sé feliz con la vida que tienes hoy, mientras esperas o trabajas por lo que quieres ser el día de mañana, o por llegar al lugar en el que quieres estar creyendo y confiando que la libertad, la plenitud y la victoria te pertenecen, lo que era para lastimarte no se trata sino de ingredientes que Dios utiliza para preparar un banquete para ti.
No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor (Romanos 12:19).
Él está a tu favor, no pierdas ni un segundo más de tu vida, huye de la amargura antes que apeste todo tu aire y todo tu entorno. Siéntate, relájate, come y disfruta con gratitud de los manjares que Dios ha servido a tu mesa. Solo Él es la fuente de agua viva que calmará tu sed.
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí (Mateo 25:35-36).
Dios nos hace ensanchar en el tiempo de angustia, la boca de quienes nos juzgan jamás va a ser más grande que la gloria de Dios que nos respalda. Él nos quitó la vergüenza, esta no es sino un recurso de la mente, si bien es cierto que esta es muy prodigiosa y una herramienta necesaria, sin embargo alberga nuestros miedos, es muy sensata y no suele arriesgar. Si nuestra vida es dirigida por ella es probable que nos cueste salir de la zona de confort, ella te recuerda cada error y así te convence para que sigas cargando con él, también te recuerda en detalle quién y qué cosas te lastimaron, por ende nos resulta difícil volver a confiar y creer en nosotros mismos y en los demás.
Dios nos quita la afrenta, Él nos ha perdonado a mí, a ti y a quienes nos lastimaron, el amor de Él permanece intacto. Él determina mi valor y el tuyo, sé que somos una joya para Él porque somos sus hijos. Si Dios ya me perdonó y también ya te perdonó a ti, ahora la pregunta es ¿cuándo te vas a perdonar a ti mismo? ¿Y cuándo vas a perdonar a los demás?
¿Qué es el perdón? Es recibir gracia y dar gracia, el amor nunca falla, imita a Dios. Ama y perdona como tú has sido perdonado. Si no lo haces una raíz de amargura crecerá, envenenará tu vida y contaminará la vida de las personas que te rodean. El amor se expresa a través del perdón. Puedes perdonar si lo decides, hasta que no lo hagas serás un prisionero y te amarrarás a lo que te lastimó, o a quien te lastimó.
El perdón es una elección, cuando optas por perdonar a alguien sueltas la cuerda de la campana que has venido tirando, causando así ruido en tu alma con los recuerdos, la ira, la angustia y el dolor.
Cuando dejas de tirar la cuerda y la sueltas, lo que te hicieron hará ruido en tu alma durante un periodo de tiempo, pero al final permanecerá en silencio. No te tomes las cosas tan en serio, y con esto no quiero decir que lo que te hicieron o lo que estás atravesando sea irrelevante, sé y entiendo que es causa de malestar, ira y dolor.
Lo que quiero decir es que vivas, que no desperdicies ni un solo segundo más de tu existencia en situaciones dolorosas, en recuerdos que no hacen otra cosa que amargarte, en cosas que no suman nada a tu vida, sino más bien todo lo contrario —te drenan, te restan, te roban energía—, energía que podrías estar usando en ti, en cuidar tu físico, tu salud, en estudiar, trabajar, crear y emprender.
Piensa, medita, ¿vale la pena invertir mi tiempo y energía en quien o en las situaciones que me lastimaron? Quítales el poder que les has otorgado, ya que aun con el paso del tiempo y aunque ya no están presentes en tu vida —o tal vez sí lo estén— permites que te sigan lastimando. Toma responsabilidad sobre ti mismo, no eres responsable de los demás.
La situación por la que “pasaste”, y si ya la atravesaste es parte del pasado, ¿eso tiene más peso que tu presente, tu aquí y tu ahora? No permitas que la vida se te escurra como el agua entre los dedos, actúa ya. Toma la decisión ahora mismo, encuéntrate a ti mismo, genera tu propio cambio. ¡El día de mañana te lo vas a agradecer, porque tú lo vales, tú te lo mereces, esto no es otra cosa que tener amor hacia uno mismo!
El que mucho fue perdonado, mucho debe perdonar, “Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama” (San Lucas 7:47).