Читать книгу Arraigados solo en Él - Silvia Relinque Feijóo - Страница 4

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Presentación

Querido lector, pongo a tu disposición esta pequeña obra con el deseo de compartir contigo una grata experiencia de encuentro en la que puedas hallar cierto alivio, apoyo o consuelo en momentos de prueba, de dificultad, dolor, angustia o verdadera fragilidad.

Tengo la experiencia de que en todos los grandes oleajes de mi vida, el Señor no me ha fallado nunca. Su mano siempre ha estado, y sigue estando, abierta y disponible a que me agarrara a Él, y era yo la que, creo que sin saber, me sustentaba en Jesús desde muy niña y encontraba la paz que solo su presencia y su infinita bondad es capaz de darnos.

Desde pequeña siempre ha habido en mí un deseo profundo, casi innato, de complacerle en todo, y no porque me lo inculcaran intencionadamente en casa, aun perteneciendo a una familia cristiana, sino como algo que surgía en mí espontáneamente, como algo más grande que yo misma. Y cuál fue mi sorpresa cuando hace unos años escuché esta frase: «Los deseos del corazón son presagios de Dios al alma; Dios te hará desear lo que Él te quiera regalar».

Empecé a entender que los anhelos de Dios, que siempre he tenido en mi vida, y los tempranos deseos de tener siempre presente a Jesús y a Nuestra Madre, se han ido convirtiendo a lo largo de la vida en verdaderos regalos inesperados. He llegado a experimentar que al desearlos tanto y con tanta intensidad, ellos mismos se ofrecen desinteresadamente. Si realmente los deseamos y les damos espacio en nuestra vida, en nuestros pensamientos, diálogos, añoranzas o preocupaciones, Jesús y María se dan a ti y a mí. Quizá no nos dan cosas materiales, como a veces quisiéramos, sino que se dan a sí mismos, dan Su persona y Su Presencia, su corazón, sus actitudes, un saber ser y un saber hacer, un saber estar en medio de la vida cotidiana con todo lo que estar en ella conlleva, desde la sencillez y su misericordia.

Mi experiencia ha sido como si el mismo Jesús, por su infinita bondad, se hubiera acercado delicadamente a mí, y como a la samaritana, me hubiera dado de beber de esa agua fresca de vida nueva y eterna, que sacia toda nuestra sed y llena todos nuestros vacíos.

Estos regalos o perlas preciosas que el Señor pone en mí, como en toda mujer y hombre anhelantes de amor, no me los puedo quedar sino que he de ponerlos a tu disposición. Me hace muy feliz ofrecértelos. Dios sabe que deseo ser un pequeño frasco de perfume que se rompa, desde el amor, para que otros exhalen su olor, para que a otros les pueda llegar algo del aroma a felicidad que nace del encuentro con nuestro buen amigo Jesús y con nuestra Madre. Por experiencia tan solo permaneciendo en ellos, en su gracia, nos basta.

Como verás, el título de esta obra alude a una invitación respetuosa y amable a transitar y navegar por los caminos de esa auténtica felicidad que reside cuando nos sustentamos en el Señor, aunque no entendamos nada. Como dice san Pablo en la carta a los Colosenses 2, 6-7: Arraigados en Él, dejaos construir y afianzar en la fe que os enseñaron, y rebosad agradecimiento.

En mi caso puedo decir que con la gracia del Señor me he agarrado siempre y en todo a Él y que, en sus manos, me he sentido sostenida. Como habrás experimentado, la vida, en sí, es un viaje por alta mar que pretende llegar a algún destino y, a veces, las olas que nos llegan son tan grandes que desmoronan de arriba a abajo nuestra barca, nuestro proyecto, lo que creíamos nos daba sentido a la existencia. De ahí surgió esta obra, con el ánimo de que en aquello que parece desmoronar nuestra vida, nos mantengamos firmes en la fe, arraigados solo en Él, con su fortaleza y con su gracia.

Cada capítulo de esta obra se presenta en forma de virtudes a ir cultivando, en forma de dones, de actitudes, a modo disposiciones internas necesarias para transitar y atravesar oleajes, tinieblas, tempestades, desiertos, pruebas y gozos. Es tan solo reconocer, vivencialmente, que sin Él todo combate es absurdo, y muy al contrario, con Él todo desafío merece la pena ser afrontado y tiene sus frutos espirituales, si nos orientamos adecuadamente en la vida eligiendo siempre lo que Dios nos dice. Recordemos las palabras del Señor: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5).

Quizá, dejándonos acariciar por lo que de aquí se desprenda, o lo que a ti te llegue, es ya un giro en nuestra forma de estar en el mundo —desde otro lugar— aunque sigamos haciendo las mismas cosas de siempre. Quizá surjan pequeños gestos que podamos dejar de herencia a nuestros pequeños como semillas que ir esparciendo e ir sembrando en nuestros entornos comunitarios, sociales y profesionales.

Nos encontraremos en el inicio de esta obra con una pequeña oración Con ayuda de tu Gracia, como una disposición primera de petición y reconocimiento de que sin ella nada es posible. Nos damos cuenta de que nosotros solos, no podemos. Es su Gracia la que nos impulsa, estimula, inspira, nos salva, nos sana, acaricia, abraza, late en cada uno de los poros de nuestra piel; y lo hace en todos, no en unos pocos privilegiados, pero necesitamos estar abiertos a ella.

Como podrás observar, para la estructura del contenido del libro me he inspirado en la oración atribuida a san Francisco de Asís:

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz;

que allí donde haya odio, ponga yo amor;

donde haya ofensa, ponga yo perdón;

donde haya discordia, ponga yo unión;

donde haya error, ponga yo verdad;

donde haya duda, ponga yo fe;

donde haya desesperación, ponga yo esperanza;

donde haya tinieblas, ponga yo luz;

donde haya tristeza, ponga yo alegría.

¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto

ser consolado, como consolar;

ser comprendido, como comprender;

ser amado como amar.

Porque dando es como se recibe;

olvidando, como se encuentra;

perdonando, como se es perdonado;

muriendo, como se resucita a la vida eterna.

Antes de escribir esta obra, tenía un anhelo profundo de que mi experiencia sirviera a otras personas que estuvieran pasando por momentos de prueba o dificultad. Quería ofrecer palabras de esperanza para que las dificultades de la vida, los sentimientos de dolor, de desánimo, de ansiedad, no tuviesen la última palabra. Este deseo se lo ofrecía al Señor con frecuencia e, inspirado por Él, lo convertí un día en pequeña oración, cuyos versos se transformaron en los diecisiete capítulos que configuran la obra que tienes en tus manos. Al final de cada capítulo te encontrarás con cuatro apartados:

A. FRASES PARA CULTIVAR: una forma de verbalizar lo que le expresamos al Señor, y que se impregne en nuestro alma, vida, mente, cuerpo y corazón.

B. PALABRAS PARA MEDITAR: una manera de interiorizar las palabras del evangelio acorde con la virtud que corresponda.

C. MÚSICA PARA ESCUCHAR: como medio para anclar dicha virtud y hacerla danza, oración y vida a través de la música.

D. POESÍAS PARA ORAR: como formas de oración vocal.

Deseo de corazón que conociendo y sintiendo cerca al Señor, su mansedumbre y su humildad, puedas permanecer junto a Él siempre y en todo, y a no moverte de ahí nunca, ni en tiempos de dulce brisa, ni en tiempos de fuerte oleaje o en tiempos de tibieza o desesperanza.

Espero que esta obra sea de tu agrado y la recibas con el mismo cariño con el que ha sido escrita, como forma amable de testimoniar el amor de Dios en nuestra vida. Deseo que sea una obra que te inspire a seguir perseverando en el camino de encuentro con nuestro Señor, aunque no veas ni sientas nada especial. Él es quien nos conforta y en quien, permaneciendo fieles, junto con nuestra Madre, todo lo podemos.

Recuerda que lo importante no es tanto lo que conseguimos u obtenemos —pobreza, riqueza, honores o deshonores, éxitos o fracasos, enfermedad o salud—. Lo que verdaderamente importa es lo que Él va haciendo en nosotros por su misericordia y nuestra fidelidad. Permanezcamos arraigados siempre y en todo en Él, a través de la oración, a través del recuerdo y rezo de algún misterio del Rosario en algún momento del día, y a través de los sacramentos vividos desde el amor, y no desde la rutina. Todo lo demás se nos irá dando por añadidura, si Dios así lo desea. Al fin y al cabo todo son medios para conducirnos a Jesús, nuestro principio, nuestro fundamento y nuestro fin.

CON AYUDA DE TU GRACIA

Señor, que acoja con humildad, y ayudado de tu gracia,

lo que Tú hoy me quieras revelar.

¡Gracias, Señor!

Arraigados solo en Él

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