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CARTAS


INTRODUCCIÓN

1.Breve recorrido por la epistolografía cristiana griega hasta Sinesio

En estas líneas nos limitaremos a repasar exclusivamente la producción cristiana griega en este género hasta enlazar con la figura de Sinesio, cuyo epistolario se convierte en un claro espejo donde vemos reflejadas sus inquietudes, privadas y oficiales (como en la correspondencia, sin ir más lejos, del emperador Juliano), la geografía y la historia de su entorno, las creencias filosóficas del neoplatónico y las religiosas del obispo, y muchas cosas más.

Debemos comenzar, en este campo que hemos deslindado, a partir de las cartas neotestamentarias: las trece paulinas (con inclusión de la dirigida a Tito y de las dos a Timoteo), la Epístola a los Hebreos y las siete llamadas «católicas» o «canónicas» (una de Santiago, dos de Pedro, tres de Juan y una de Judas). Contamos, luego, con las obras de este género (auténticas o atribuidas) de los Padres Apostólicos (Clemente, Ignacio, Bernabé y Policarpo) y, ya en el siglo IV, con las de Serapión, las de los grandes capadocios (Basilio y los dos Gregorios), Eusebio de Cesarea y Juan Crisóstomo1. Es la retórica aticista la que prima en toda esta producción y seguirá prevaleciendo posteriormente.

Así, y pasando por alto aquellos otros de cuyas cartas no conservamos nada o casi nada, llegamos a la ingente recopilación (de más de dos mil) de Isidoro de Pelusio y a los corpora, muy similares en número, de Sinesio y Teodoreto de Cirro (o Ciro), este último discípulo del pagano Libanio2, como también lo eran Teodoro de Mopsuestia y los ya mencionados Basilio el Grande, Juan Crisóstomo y Gregorio de Nacianzo, quien fue, por cierto, según parece, «el primer autor griego que publicó una colección de sus propias cartas»3.

2.El corpus sinesiano

«L’epistolario è certamente l’opera più suggestiva di Sinesio: per la varietà, l’immediatezza, l’eleganza»4. Estas palabras de A. Garzya, extraordinario conocedor y editor de la obra sinesiana, revelan bien a las claras la importancia de las ciento cincuenta y seis piezas5 de esta colección que nos ocupa.

No hace falta insistir en que el epistolario encierra un tesoro inapreciable de datos sobre la propia personalidad del obispo, sobre sus concepciones en materia de filosofía y religión, sobre las circunstancias históricas del Bajo Imperio y, en particular, de la Pentápolis líbica; en una palabra, sobre su vida.

Más de cuarenta son los destinatarios6; el más frecuente, su hermano y, diríamos, amigo íntimo, Evoptio. Casi las dos terceras partes del corpus tocan temas privados (la 56 y la 136, por ejemplo, son un reflejo de la decepción que le causó Atenas), aunque sus líneas de carácter particular se transforman a veces en una verdadera «carta abierta», como en el caso del riquísimo testimonio contenido en la 105, donde Sinesio expone con absoluta sinceridad su postura ante la elevación al episcopado (y cf. C. 11). Un número considerable de epístolas (41, 78, 122, 130, etc.) se reserva o alude a la transcendente cuestión de la lucha contra los bárbaros y otras a los asuntos eclesiásticos, incluidas entre ellos la primera excomunión formal de la historia de la iglesia (la del praeses Andronico en las Cartas 41 y 42) o sus palabras contra la herejía eunomiana o arriana (en la 4, 66 y 128). A todas éstas se añaden las que contienen variados y curiosos cuadros de la realidad cotidiana.

Su correspondencia se extiende desde la última década del siglo IV hasta el año presumible de su muerte, el 413. Es evidente que no fue nuestro autor el encargado de publicar sus cartas. Sólo la intervención de un editor póstumo7 explica ciertas incoherencias8 y la falta de un orden cronológico o de otro tipo9. Este editor sólo se habría preocupado de «respecter la version authentique»10, seleccionando de entre una colección más amplia11, recogida quizá dentro de ese diario privado que menciona el propio Sinesio12.

3.Su influencia

De la admiración que la posteridad sintió por «el encanto de sus cartas»13 hemos hablado en otro lugar. Por su estilo ático característico, por sus cualidades intelectuales y espirituales Sinesio se convirtió en una verdadera autoridad y, así, en época bizantina y postbizantina su obra y, en especial, su epistolario constituye todo un «best seller»14. Pruebas irrefutables de ello son el gran número de manuscritos15 conservados (doscientos sesenta y uno) y las abundantísimas citas de las Cartas que pueden leerse en más de cincuenta autores desde el siglo V al XVI. Nos limitaremos a nombrar a Juan Filópono, Hierocles, Páladas, Pablo Silenciario (estos dos últimos en la Antología Palatina), Proclo, Esteban de Bizancio, Nicetas Magistro, Teofilacto, Miguel Pselo (quien escribió, por cierto, más de quinientas cartas), Eustacio de Tesalónica, Miguel Itálico, Eustacio Macrembolites, Teodoro Pródromo, Juan Tzetzes, Nicéforo Grégoras, Jorge Lacapeno, Teodoro Metoquites y Tomás Magistro, entre otros muchos16. También es importante su presencia en la lexicografía (Hesiquio, Suidas, Etymologicum magnum, Zonaras, etc.) y, luego, en los humanistas, como Poliziano, Erasmo y Rabelais17.

Podríamos detenernos aún en los numerosos escolios existentes, históricos, geográficos, gramaticales, etc. (publicados por A. Garzya18), las glosas, las paráfrasis o los comentarios, testimonios seguros todos ellos de su influencia.

4.El texto de nuestra versión

Hemos seguido la edición (y la numeración de líneas) de A. GARZYA, Opere di Sinesio di Cirene. Epistole, Operette, Inni (Turín, 1989)19, que para las Cartas reproduce el texto de A. GARZYA, Synesii Cyrenensis Epistolae (Roma, 1979), cuyo aparato crítico manejamos. Traducimos también las indicaciones de lugar y fecha que, por lo general, encabezan las cartas.


BIBLIOGRAFÍA *

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1 Habría que añadir las apócrifas que conservamos: la Carta de los Apóstoles (s. II d. C.), la III a los Corintios (anterior al s. III), la Carta a los Laodicenses (anterior al s. IV) y la llamada Carta de Tito. No poseemos los originales griegos (aunque tampoco pueden asegurarse en todos los casos). La correspondencia entre Pablo y Séneca incluye ocho cartas de este último y seis del apóstol en respuesta, que fueron escritas en latín en el s. III o antes.

2 De quien conservamos, por cierto, más de mil seiscientas cartas.

3 Cf. QUASTEN, Patrología II, pág. 273. Incluso propone, en sus Cartas 51 y 54, cuatro características exigibles: brevedad, claridad, gracia y simplicidad.

4 Ed. GARZYA, 1989, pág. 13.

5 El mismo número para Migne, pero ciento cincuenta y nueve en la edición de Hercher, por incluir éste al final tres cartas apócrifas (aunque TERZAGHI defendía la autenticidad de la 159 en «L’Epistola 159 di Sinesio», Rendiconti Acc. Lincei 26 [1917], 624-633).

6 Cf. Índice I de destinatarios de las Cartas. Las cartas remitidas a Hipatia nos muestran a un Sinesio muy nostálgico de su etapa de estudios alejandrina y de las enseñanzas y compañía de su veneradísima maestra. Hipatia prácticamente aparece ya con esa aura legendaria, casi divina (cf., por ejemplo, C. 10, 11: «… tu alma divinísima…»), que la nimbará a partir del epigrama atribuido a Páladas [Antología Palatina IX 400; cf. RIST, «Hypatia», Phoenix 19 (1965), 214-225; y ed. GARZYA, 1989, pág. 9, n. 2] y, ya en los siglos XIX y XX, en Ch. KINGSLEY (Hypatia or New Foes with an Old Face), W. A. MEYER (Hypatia von Alexandria) y M. Luzzi (Libro di Ipazia). Contamos, además, con el reciente y original estudio de G. BERETTA, Ipazia d’Alessandria, Milán, 1993. No nos resistimos a incluir aquí unos brevísimos fragmentos del poema titulado La muerte de Hipatia de E. FERRARI (tomados de La ilustración española y americana, año XXXIII, núm. 1, Madrid, 8 de enero de 1889, págs. 11 y 14):

Entre aquel bullicioso clamoreo

De franca admiración que por doquiera

Resonando de Hipatia en la carrera

Síguela hasta las puertas del Museo…

Ven con ira y terror cómo á la magia

De aquella voz divina,

Eco de un mundo cuyo fin presagia,

La veleidosa turba alejandrina…

En tanto, grave, como nunca bella,

Ya en el lugar acostumbrado ocupa

Puesto eminente la gentil doncella,

Mientras en torno de ella

El haz de sus discípulos se agrupa…

También Castelar elogió a Hipatia en sus grandiosos discursos en el Ateneo.

7 «L’exécuter testamentaire de l’évèque», escribe LACOMBRADE (ed. Himnos, pág. XLIV). Cf. SEECK, «Studien zu Synesios», Philologus 52 (1893), 442-483.

8 Cf. Cartas 41, 63, 64, 82, 84-86, 119.

9 Sólo en las Cartas 137-146, dirigidas a Herculiano, observamos un cierto orden.

10 Cf. LACOMBRADE, loe. cit.

11 Cf. QUASTEN, Patrología II, pág. 120.

12 Las ephemerídes de la Carta 5, 259 y del tratado Sobre los sueños 153 a. Para la existencia de variantes de autor, cf. ed. GARZYA, 1989, pág. 60, n. 2.

13 Cf. nuestra Introducción general (II. SINESIO Y LA POSTERIDAD) en el tomo SINESIO DE CIRENE, Himnos. Tratados, Madrid, BCG, 1993.

14 Como se lo califica en ed. GARZYA, 1989, pág. 60.

15 Un completísimo estudio sobre el texto, códices y ediciones puede encontrarse en A. GARZYA, Synesii Cyrenensis, Epistolae, Roma, 1979. Hemos hecho un resumen en nuestra Introducción general (III.1.c) Cartas) en el tomo citado de la BCG.

16 Para un registro detallado de obras y autores, cf. A. GARZYA, ibid., págs. 319-330 (Index auctorum, qui Synesii Epistolas laudaverunt).

17 POLIZIANO, Cartas VI 50; ERASMO, Adagios 1599; RABELAIS, Pantagruel IV 32 (en SINESIO, Cartas 1, 15 s.; 3, 22).

18 Cf. ed. GARZYA, 1989, pág. 63, nn. 2-4.

19 Incluimos en la bibliografía la reciente edición (con traducción y comentario) de los Himnos (1991) de GRUBER y STROHM (Reseñas: J. G. MONTES CALA, Emerita 62 (1994), 359-361; F. A. GARCÍA ROMERO, Habis 26 (1995), 331-333).


* Ampliación de la que se incluye en el tomo SINESIO DE CIRENE, Himnos. Tratados, Madrid, BCG, 1993.

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