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Poemas del alma

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Aunque este relato pueda emparentarlo con alguna experiencia propia, le diré que en principio son recuerdos que a posterior incluyen unas cuantas poesías…

Tal vez algún nieto diga “este era mi abuelo”, sí, y no trascien­da. Tal vez opine del sentido de lo escrito; tan solo me confor­maría con que mis palabras sean un bálsamo a su pensamiento y al saber que en esta vida y en cada casa se vive diferente, se vive apegado a una cultura diferente.

Hallará alguna simple historia; recordará alguna vivencia propia, evaluará principios, cualidades inherentes o no al subsis­tir. Tan solo si lograran mis palabras llegar al corazón, suficiente; son 75 años, desde los brazos de mis padres hasta este momen­to. Ya un poco adolorido recorro calles y algunos polvorientos caminos que se han erigido como soles de un pensar profundo. Nací en Belgrano, poco tiempo después residí en provincia.

Los años de la adolescencia transcurren, no así como los de la infancia. Siempre al ver un niño vuelven a mí los recuerdos, pasados de años y alegría.

Si algo no olvido son las higueras, las ciruelas a campo abier­to. La aventura de una siesta comiendo brevas; y una pileta her­mosa o revolcándose en los tréboles del campo donde el color incitaba ya el deleite.

Mis padres pasaron las penurias de los años 30 viviendo en Entre Ríos, quien de chico ayudaba en un frigorífico y el pago eran monedas más alguna cabeza de ganado que la madre sabiamente faenaba; mi padre hombre de poco hablar.

A mi abuelo le gustaba el juego de naipes y a veces perdía sus ganancias, tanto que no alcanzaba para los propios hijos que lo ayudaban a comprar un par de alpargatas.

Al seguir la rutina, recibí un regalo de un tío, una valijita de viaje justo a la medida. ¿Qué resolví? ¡Vender!

Iba a Once, allí compraba aritos, hilos, moños, medias y algo que me encargaban, así siempre 2 pesos tenía para gastar y si no cuando no tenía era manguear al viejo que rezongón te los daba.

A los 15 años trabaje en un almacén por unos 2 años, 1 año en la feria, a su vez estudiaba y jugaba al fútbol, mi deporte favorito, sin trascendencia, pero corría rápido.

Con mucho esfuerzo terminé el secundario y después de una grave enfermedad (meningitis) a los 21 trabajaba como soporte técnico en INTA, de allí pasé por varias empresas a la vez que llevaba otro emprendimiento.

Me casé a los 25 años y era conocedor por algunos años de principios que marcarían a fuego mi vivir.

La religión cobró vida en mi existencia y la vida adulta con­llevó nuevas responsabilidades.

Terminé mis estudios terciarios y paralelamente compartía mis ideas religiosas con un representante de los testigos de Jehová, la decisión más acertada de mi vida.

Todos no recorremos un mismo camino, es cierto, pero estamos sujetos a decisiones que pueden afectar nuestro futuro.

Como todo joven de 25 años surge la ansiedad de formar una familia, me casé a esa edad y con cuatro hijas a mi cargo surge una separación inesperada.

Todos estos desaciertos lo registran las páginas de algún pa­pel que como hojas de otoño se las llevó el viento, otros escritos taladraron la frescura de mi piel.

Así nacieron mis versos y ellos van a tu encuentro.

Algunas heridas sangran todavía, pero nunca olvidemos que estamos ante un inminente naufragio y la desesperación y atur­dimiento toman dimensiones inusitadas y no creo ser la excepción, pues a veces el tesón y el esfuerzo por hacer lo bueno es terminar con los brazos cansados, sin que por esto señale que no está bien hacer lo bueno.

Hay algo maravilloso que podés dar sin costo, contales, inventales, recordales historias y cuentos a tus hijos… no los olvidarán jamás, especialmente los que les dejen una enseñanza.

Nada ha cambiado, más bien se han acentuado los hechos calamitosos, por lo que hago el intento en estos recordatorios de acariciar un poco el sueño de los muchos sufrimientos del hombre y la desigualdad.

Verás que mis versos te unirán a Dios, él observa profundo tu corazón, entiende y te da valor; falta que te acerques y él te concederá tus pedidos

Leamos algunos relatos…

Poemas de Sixto

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