Читать книгу Colección de Hechos memorables o El erudito - Solino - Страница 6

INTRODUCCIÓN

Оглавление

I. PRÓLOGO

La Colección de hechos memorables de Solino no ha conocido en los últimos tiempos mucha fortuna, tal vez por compensar el aprecio y favor de que gozó durante el final de la Antigüedad y en toda la Edad Media. A comienzos del siglo XVII el insigne humanista Salmasio 1 publicó sus monumentales Plinianae exercitationes in C. Julii Solini Polyhistorem (1629), después de haber colacionado una serie de códices de Heidelberg y de París, así como las excerptas de varios manuscritos; el texto iba acompañado de valiosos comentarios, que no eran desfavorables para nuestro autor. Reconociendo la inmensa deuda de esta colección hacia Plinio, Salmasio se preocupó esencialmente de matizar la forma en que dependía y de examinar aquellas otras partes que no proceden de la Historia Natural . Encontró que algunas noticias fueron tomadas de Pomponio Mela y que varias son de origen desconocido, que Solino cita a menudo con más precisión que sus modelos o bien indica fuentes que aquéllos no quieren mencionar o no llegaron a leer. Defendió, por último, la existencia de una segunda edición de la obra, pues la primera, que habría sido puesta en circulación sin el consentimiento de su autor, sería luego revisada y corregida por el propio Solino. El texto de Salmasio, reimpreso en 1689, sirvió de base para las ulteriores ediciones.

El impulso dado a las ciencias de la Antigüedad en la Europa del XIX , que se manifiesta profundamente en la Filología Clásica germana, condujo a K. L. Roth a plantearse la conveniencia de reeditar a Solino, cuya importancia se cifraba en su condición de complemento necesario para la crítica de Plinio y en el hecho de que contribuía a mejorar nuestra información sobre las nociones geográficas de los romanos. Muerto Roth en 1860, el material reunido pasó a manos de G. Parthey (Berlín), el editor de los itinerarios antiguos y del Ravenate, que concluyó la tarea. Y es aquí cuando emerge la gigantesca figura de Teodoro Mommsen. A instancias de Parthey, Mommsen mejoró el aparato crítico incorporando numerosas lecturas de nuevos manuscritos, de modo que la primitiva colaboración acabó trocándose en amistoso acuerdo por el que Mommsen realizaría en solitario la edición.

Así arribó el polifacético sabio alemán a las puertas de Solino y sus análisis pesaron como una losa en la consideración futura del compendio. Mommsen había descubierto en la Collectanea la oportunidad de cumplir un anhelado objetivo, a saber, el de ejemplificar en un texto concreto la técnica de Lachmann sobre la edición crítica, reconstruyendo todas las vicisitudes de la historia del mismo desde su origen hasta el último nudo de la tradición. Publicando a Solino, Mommsen dio a luz, no hay duda, una magnífica obra que todavía puede facilitar aquellas ediciones cuya transmisión manuscrita posee un árbol disperso e intrincado 2 . Pero esta dedicación tan paciente no trajo buenas consecuencias para la valoración final del autor. Mommsen dejó escrito que durante la recensión del material cayó en la cuenta de que su esfuerzo había sido mucho mayor que el fruto y añadió que la Collectanea era un compendio casi carente de interés porque, desde el momento en que conservamos a Plinio, cabría desdeñarlo por completo. No ahorró duros epítetos cuando tuvo que calificar la aportación de Solino a la literatura latina: se trataba de un librito de escasa entidad, creado por un mediocre escritor, que incluso logra hacer hablar a Plinio como si fuera un simple, usando expresiones vacías, absurdas e insípidas. Los errores que comete, apostilló, son los ridículos fallos de un pobre dómine.

El dictamen mommseniano fue en líneas generales aplaudido y, según sucede con frecuencia, exagerado por cuantos lo admitieron como válido. Hubo quien lamentó que un investigador de su talla hubiese dedicado el tiempo a una especie de copista que chocheaba (‘schwachköpfiger Kompilator’) , dando una prueba de abnegación que le honraba 3 ; para otros, la Collectanea quedó marcada con la etiqueta de obra de ínfimo valor, apenas digna de pasar a la posteridad 4 . Y a la postre, la valoración despectiva no sólo se ha introducido en las historias de la literatura latina, que suelen hablar de la nula originalidad de Solino y de los desleídos trazos de su prosa, sino que ha llegado a ejercer influencias dañinas 5 . Sin duda no es fortuito que, desde 1896, Solino no haya merecido siquiera una traducción, pese a las revisiones que se han producido en los últimos cien años 6 . Positivamente, ya es hora de devolver una cierta confianza a la Collectanea , con todas sus imperfecciones, para situar en la medida exacta la contribución de Solino a la cultura latina de época tardía, cultura que es el reflejo de una sociedad para la que aprender significó entretener y de unos lectores a quienes agradaban los catálogos y las digresiones trufados de todo linaje de materiales. Lejos de las inquietudes científicas de los siglos I y II , los resúmenes y compendios cumplieron una misión literaria y social digna de estudio y todavía podrán suministrar, si logramos desentrañar sus claves y problemas, jugosos datos sobre el acervo de los conocimientos del hombre antiguo.

II. APUNTES BIOGRÁFICOS

1. Vida

Muy poco es cuanto sabemos sobre la persona y la época de Solino, y aun todos esos retazos descansan antes en frágiles deducciones que en noticias directas. Tan sólo algunos códices de la segunda familia conservan los tria nomina de nuestro autor, C. Julio Solino, mientras que los manuscritos de la primera familia lo denominan Julio Solino, y es así como fue conocido en tiempos medievales. El dato más unánime, sin embargo, lo proporciona el consenso de la tradición manuscrita: los códices importantes, a excepción de H, en el encabezamiento de la epístola dedicatoria a Advento presentan solamente el cognomen Solino, y con éste fue designado por parte de aquellos escritores latinos tardíos que lo mencionaron (el Liber Genealogus del año 455, Prisciano e Isidoro de Sevilla). Lamentablemente, ni siquiera estas verificaciones son de gran ayuda a la hora de ilustrar los posibles orígenes de nuestro autor: si el nomen de Julio fue en todas partes frecuente y en las provincias occidentales constituye el gentilicio más habitual, el cognomen de Solino aparece veteado con tintes de hermetismo, puesto que no se halla atestiguado entre las clases distinguidas y sólo es común entre los plebeyos 7 .

La alta proporción de Solinos registrada en las Galias y el parentesco de la raíz con otros nombres célticos (Soliboduus, Solicurus, Solimarus, Solirix, Solitumarus , etc.) hicieron pensar a Mócsy que nuestro autor tuviera ascendencia galo-germana 8 , lo que no significa necesariamente ni que naciese en territorio provincial ni que escribiese allí la Collectanea . El hecho de que a la hora de enumerar todas las provincias ninguna sobresalga, así como la preferencia que se concede a la Urbe, afianzaron a Mommsen en la sospecha de que Solino había escrito, si no en la propia Roma, al menos en Italia; no obstante, Walter precisó esta hipótesis con otros argumentos, concluyendo que la inseguridad de Solino al relatar algunos pormenores topográficos de la ciudad de Roma y el desconocimiento que muestra de la geografía itálica hacen presumir que, de haber vivido en Italia, su curiosidad era esencialmente libresca 9 . Del praenomen que nos ha legado una parte de la tradición, Gayo, si es que fue verdaderamente el de nuestro autor, sólo cabe apuntar que empezó a ser infrecuente en el siglo IV , aunque hay suficientes ejemplos de su uso, al igual que de la costumbre de los tria nomina; pero del mismo tampoco cabe extraer mejores conclusiones. En la subscripción de los códices de las familias II y III se llama a nuestro autor grammaticus , y de esta atribución es difícil inferir consecuencias cronológicas: es probable que el título no proceda del mismo autor, sino de algún escriba coetáneo o posterior que quiso significar a Solino como un erudito consagrado al estudio de los modelos clásicos 10 , a quienes ya en la introducción proclama inimitables.

2. Destinatario y fecha de composicion de la obra

La identificación del Advento loado en el preámbulo resulta asimismo muy problemática, pues este personaje a quien Solino dedica su obra nos es desconocido. Desde finales del siglo II d. C. encontramos dicho cognomen entre los miembros del orden senatorial y lo llevan tanto los Antistios como los Oclatinios, aunque únicamente guardamos dos ejemplos. Quinto Antistio Advento Postumio Aquilino, protagonista de una brillante carrera, fue cónsul en el 168, durante el reinado de Marco Aurelio; culminó sus servicios con los gobiernos de las provincias de Germania Inferior y de Britania y perteneció al colegio de los feciales 11 . Pero la figura de Antistio Advento queda de inmediato invalidada porque, como se verá, los restantes indicios sobre Solino y la Collectanea nos desplazan un siglo, al menos, por detrás de Antistio, y ni la lengua ni el estilo del compendio encajan en la latinidad del siglo II .

El segundo candidato sería M. Oclatinio Advento, cónsul ordinario en el año 218 d. C. Este personaje fue un miembro del orden ecuestre encumbrado desde las filas militares, en donde comenzó desempeñando empleos nada dignos dentro de la guardia personal y de la policía secreta (encargada de ejecutar a los enemigos del Emperador). En edad ya avanzada, probablemente con más de sesenta años, fue promovido a la prefectura de las cohortes pretorianas (212 d. C.), y a la muerte de Caracalla alcanzó el puesto de praefectus urbi y obtuvo el consulado 12 . Ya en el siglo XVIII fue señalado este Advento como destinatario del libro soliniano, y aquella atribución recibió más tarde el soporte de Usener basándose en un testimonio altomedieval 13 . En efecto, el códice Monacensis lat . 14429, que estuvo en Regensburg 14 y procede seguramente del Bodensee, datado hacia finales del s. IX o comienzos del X , contiene un glosario latino de carácter cronográfico, ordenado alfabéticamente, en el que se anotó la siguiente indicación:

fol. 223u : Iulius solinus sub octiviano fuit .

Usener propuso ver en Octiviano una corrupción de Oclatinio y pretendió dejar así zanjada la identidad del receptor de la epístola introductoria, que no sería otro sino el cónsul del 218.

Contra esa solución se pronunció Gundermann, que demostró la inconsistencia de la conjetura y subsanó correctamente la falta cometida por el autor del catálogo. En principio, es difícil aceptar que no se hubiese preferido la redacción sub Oclatinio consule , e incluso resulta muy extraño el uso de fuit como remisión no a un reinado completo, sino al único año de un consulado. El caso es que el glosador, que tomó sus datos de la crónica de Jerónimo, leyó en su fuente C. Iulius Hyginus cognomento Polyhistor grammaticus y sufrió una confusión entre el famoso erudito del siglo I, liberto de Augusto, y nuestro hombre, error perfectamente comprensible si reparamos en el título alternativo de Polyhistor con que se conoció a la Collectanea (vid . más abajo) y en el atributo de grammaticus , igualmente ligado por la tradición al nombre de Solino. La forma correcta de esta glosa, por tanto, debió haber sido Iulius hyginus sub octaviano fuit 15 , lo cual deja reducido nuevamente el problema a la mera existencia del nombre Advento en la carta dedicatoria.

Por lo demás, Mommsen puso de manifiesto otras razones que dificultan un dictamen a favor de la identidad entre el Advento destinatario de la epístola y M. Oclatinio, cuales son que Solino no alude en absoluto a su dignidad consular ni califica a la persona con el título de clarissimus vir , un tratamiento que raramente se habría omitido en aquella época 16 . No holgará recordar, además, que las fuentes trazan el carácter de Oclatinio como el de un militar rudo e inculto que vacaba de cualquier atisbo de instrucción y exquisitez, hasta el extremo de que, según afirma Dión Casio (LXXVIII 14, 1), ni siquiera había aprendido a leer. Su perfil no es, desde luego, demasiado idóneo para encajar en los rasgos de erudición con que Solino nos lo dibuja en la introducción, pese a todos los ingredientes formales y retóricos que la carta contenga 17 . Por último, haría falta suponer que el anciano cónsul conservó todavía muchos años la vida después del 218, hasta llegar a recibir una obra que parece redactada, como mínimo, a finales del siglo. Sólo un punto cabría retener, en mi opinión, dentro de este problema: con la llegada de Heliogábalo al poder, M. Oclatinio mostró la habilidad de conquistarse el favor de las influyentes princesas sirias, que manejaron entre bastidores los resortes del gobierno 18 . Es presumible que su buena suerte sirviera entonces para elevar considerablemente el rango y las alianzas de su familia, transmitiendo a sus descendientes una posición privilegiada, y nada obsta para imaginar que alguno de ellos, portador también del cognomen de Advento, fuese el ignoto destinatario del libro. En ausencia de mejores datos, la sombra que encubre la personalidad del Advento soliniano pica en misterio y no permite obtener ninguna luz acerca de la época en que vivió ni del ambiente que rodeaba a nuestro autor.

En relación con la figura de Advento debe situarse la última hipótesis emitida sobre el destinatario de nuestra obra. Apoyándose en la consideración de ambas cartas dedicatorias como auténticas y en su reconstrucción de los avatares que sufrió la 1.a edición, desautorizada y corregida luego por Solino (infra , págs. 82 ss.), Schmidt ha observado que ciertos manuscritos presentan un nombre concurrente con el de Advento, que no es otro sino Constancio; y tomándolo por la lectio difficilior , propone que se trata de Constancio II (337-361), hijo de Constantino 19 . Si Julio Valerio (Alejandro Polemio) dedicó a este emperador su traducción de las hazañas de Alejandro, y Asmonio (Aftonio) su arte gramática, también Solino habría dedicado originalmente su obra a Constacio II con motivo de la visita que él y la emperatriz Eusebia cursaron a Roma el 28 de abril del 357 (Amiano, XVI 10; Monumenta Germaniae Historica, Auct. Ant . IX, Chron. Min . I, 239), cosa lógica para una composición escrita que se inicia con la historia de la Urbe, de sus antigüedades y genealogías. Como Constancio abandonó muy pronto Roma, eso explicaría lo que sucedió después: al no estar ya presente el potencial mecenas, Solino decidiría dedicar la revisión del libro a un personaje de rango inferior, Advento, que en atención a la majestad del primer destinatario no debería sentirse postergado. La ausencia del Emperador sería al mismo tiempo aprovechada para poner en circulación la obra ya corregida. Solino, en suma, habría trabajado como gramático en Roma en época de Constancio II; estaríamos, por tanto, ante un colega de Mario Victorino y de Donato, quien ciertamente mencionó algún pasaje de la Collectanea 20 . Esta brillante teoría de Schmidt posee mucho atractivo, pues brinda la posibilidad de resolver armoniosamente todas las incógnitas sobre el destinatario y la fecha del compendio, pero más adelante se verá por qué razones parece oportuno, mientras no surjan nuevos datos, mantenerla en cuarentena.

Así pues, al objeto de deducir otros criterios de datación debemos dirigir nuestra atención hacia el contenido de la propia obra. Pero tampoco aquí, conviene anticiparlo, surcaremos un terreno franco. De forma un tanto imprecisa, cabe proponer dos límites: a juzgar por las fuentes verdaderamente consultadas, Solino habría escrito después de Suetonio (cuyo estudio De anno Romanorum 21 debió de utilizar para la redacción de los apartados 1, 34-37) y habría publicado su obra antes de Amiano Marcelino, porque parece probable que Amiano leyó directamente la Colección soliniana y que ambos autores no dependen de una fuente común. En cualquier caso, el término ante quem quedaría establecido en torno al 400 d. C., puesto que Solino pudo contarse entre los modelos de Servio 22 y, sin ningún género de dudas, fue conocido por Agustín y aprovechado en el texto de la Ciudad de Dios (obra compuesta entre los años 413-426). Sabemos también que la primera familia de códices solinianos desciende de un ejemplar del siglo v, copiado por intervención personal de Teodosio II (408-450) 23 .

La fecha de composición de la Collectanea se circunscribe, en definitiva, a los siglos III y IV , ya que el s. II se excluye unánimemente tanto por razones lingüísticas como de contenido. Mommsen enumeró los indicios que le inclinaban a conceder prioridad al III sobre el IV : el hecho de que se hable únicamente de Bizancio y no de Constantinopla (1, 79; 10, 17), de que no aparezca rastro de la división provincial de Diocleciano y de Constantino, junto a la falta de referencias al cristianismo 24 , parecen favorecer esa opinión. Finalmente, el que Solino sea citado por Prisciano, contemporáneo del emperador Justiniano, como testimonio de la prosa clásica y autor entre los más antiguos y prestigiados, hizo concluir al ilustre romanista alemán que si estos datos, vistos de forma aislada, resultan endebles, valorados en conjunto difícilmente permiten trasladar a Solino al siglo IV 25 . Escasa entidad poseen otros vestigios apuntados en el debate cronológico: Solino, cuando extracta las noticias plinianas sobre los vestidos de seda de las matronas, advierte que ahora también los hombres hacen uso de ellos (50, 3). Se dijo que el primer romano que empleó trajes completamente de seda (holosericae vestes) fue Heliogábalo 26 , pero el valor de semejante noticia es muy relativo porque ya mucho antes se utilizaron esos vestidos (subsericae, bombycina); mas, sobre todo, porque la costumbre de que los varones luciesen prendas séricas se hallaba extendida ya en tiempos de Tiberio desde el momento en que fue prohibida mediante un senadoconsulto del año 16 d. C. 27 . Y la asociación de las melodías de los flautistas con los espectáculos ecuestres ofrecidos en el circo (Solino, 45, 11-12), que estuvo en boga durante el siglo III , adquiriría más congruencia si el autor escribiese en fechas coetáneas.

Contra este planteamiento mommseniano, que gozó en lo sucesivo de confianza, ha dirigido Walter varias objeciones. La principal es, a buen seguro, que ni la mención de Bizancio en lugar de Constantinopla, ni la ignorancia de la división provincial de Diocleciano, ni el silencio que se mantiene respecto al cristianismo constituyen bazas suficientes, aun sumándolas, para inclinar el fiel de la balanza en abono del siglo III , puesto que todas ellas podrían perfectamente aplicarse a otros escritores más tardíos, en concreto a Marciano Capela (¡siglo v!). La remisión de Prisciano a Solino como una autoridad de la lengua latina tampoco exige la conclusión formulada por Mommsen, puesto que el autor de las Instituciones Gramáticas concede el mismo rango de clásicos a escritores del siglo IV , como Vegecio y Amiano Marcelino. Ahora bien, junto a todo esto Walter creyó que había encontrado un argumento muy convincente. Dentro del marco de la teoría sobre la segunda edición de la Collectanea , que luego analizaremos, llamó la atención sobre aquel pasaje en donde figura el retrato de los legendarios blemias acéfalos (31, 5), subrayando el hecho de que el propio Solino —según Walter; pero el interpolador, según Mommsen— advierte al lector que no se trata de la histórica tribu nómada de los blemias que habita en las cercanías del Mar Rojo. Para Mommsen, este inciso de la tercera familia de manuscritos (SAP) sólo probaba que el autor de la interpolación poseía conocimiento de las constantes luchas que Roma sostuvo con los blemias durante el siglo IV y que quiso de esta manera evitar posibles equívocos entre los lectores. La idea de Walter es bastante distinta, pues sucede que los enfrentamientos de las tropas imperiales romanas con los blemias se iniciaron mucho antes, ya en el reinado de Decio, y continuaron veinte años después con Aureliano a fin de desalojarlos de las rutas del Alto Egipto que enlazaban el Nilo con el Mar Rojo; posteriormente, la guerra se mantuvo abierta durante el siglo IV , desde Diocleciano a Justiniano. Luego si fuese el mismo Solino quien precisó el detalle de los blemias para la edición definitiva de su obra, habríamos encontrado cómodamente dos firmes hitos para situar la redacción de la Collectanea , el año 250 d. C. como límite inferior y el 390-91 como límite superior, y este último coincidiría incluso con el término ante quem que deberíamos establecer si resultara probado que Amiano leyó a Solino. Junto a la segunda mitad del siglo III , todo el siglo IV entraría nuevamente en liza porque, en opinión de Walter, no es lícito retirarle su derecho de haber asistido a la creación del compendio soliniano 28 .

Recientemente Schmidt ha vuelto a reclamar una redacción tardía para la composición de Solino sumando varios argumentos. La obra no está subdividida en libros, luego pudo desde un principio haber sido redactada para un codex , y constituye un compendio que encaja en la época de los epitomadores de Livio y de Valerio Máximo; sus más cercanos paralelos serían Ampelio, Carisio, Diomedes, y Macrobio. El estilo, ampuloso y balbuceante, es típico del Bajo Imperio y apunta, al igual que la lengua, más bien al siglo IV que al III . Pero la baza principal consiste en su idea, antes esbozada, de que el destinatario del compendio habría sido Constancio II: esta hipótesis le permite concluir que Solino debe ser datado, dentro de la historia de la literatura latina, en la mitad del siglo IV (fecha de finalización del borrador de la Collectanea: abril del 357) 29 . A reserva del análisis que consagraremos luego al problema de la supuesta segunda elaboración del libro (infra , págs. 82 ss.), es preciso advertir aquí que esa solución, aun siendo cautivadora, tiene puntos flacos: exige dar por cierto que hubo dos cartas dedicatorias y que ambas fueron fruto de un revesado proceso, y no explica por qué hay otro nombre concurrente con el de Advento y Constancio, que es el de Herenio. Omite una alternativa válida, a saber, que vistas las coincidencias léxicas y estilísticas con textos de finales del III y comienzos del IV (Vulgata, Arnobio, probablemente Ampelio), el destinatario hubiese sido realmente el césar Constancio I (293-306), que desde su destino en varios territorios podría haber visitado Roma alguna vez y cuya permanente ausencia invitaba asimismo a desviar la dedicatoria final en beneficio de Advento. Por último, ¿es normal que en las ilustraciones miniadas de la Collectanea , que podrían datar del mismo siglo IV , la sagrada figura del Emperador fuera reemplazada por un personaje poco notorio como Advento, que tan sólo desempeñaba el papel de destinatario accidental? 30 .

De inmediato se echa de ver que las dos últimas propuestas cronológicas pasan por restaurar la vieja idea de Salmasio sobre la autenticidad de la segunda carta 31 y sobre la historicidad de la revisión y modificación por parte de Solino de la primera copia de la Collectanea , un enfoque que, como tendremos ocasión de ver, dista de ser tan concluyente como defiende Schmidt. Ahora bien, no cabe duda de que las debilidades inherentes a las deducciones cronológicas de Mommsen mantienen su vigencia, habida cuenta de que si desconociésemos la época en que vivió Marciano Capela, valiéndonos de los mismos razonamientos postularíamos su pertenencia al siglo III .

Después de un examen minucioso de todo el libro y de la valoración crítica de cada una de las noticias recopiladas, únicamente he logrado localizar dos nuevos pasajes que añadir al debate sobre la fecha de composición. El primero afecta al límite inferior o término post quem: cuando repite la información de Pomponio Mela relativa al templo de Némesis en Oropo (7, 26), Solino modifica el nombre de la diosa y la denomina Diana, obedeciendo sin duda a una tendencia que culminó entre finales del siglo II d. C. y comienzos del III en las provincias danubianas y que condujo al «sincretismo» entre ambas divinidades 32 . El segundo importa algo más. Después del parágrafo sobre los esenios, nuestro autor declara que la ciudad palestina de Engada se hallaba destruida (35, 12: Engada oppidum infra Essenos fuit, sed excisum est) . Es verdad que aquella plaza fuerte fue invadida y arrasada por los sicarios y que permaneció en ruinas a partir del 73 d. C. 33 ; pero, aproximadamente hacia el año 300, Engada fue reconstruida y disponemos de la palabra de Eusebio de Cesarea para testimoniar que en el siglo IV recuperó su antigua vida 34 . Constituiría un grave descuido, de haber escrito ya muy avanzado el IV , el que Solino omitiese esa realidad y perseverase en una noticia obsoleta, máxime porque en el pasaje paralelo de Plinio (V, 73) sobre Engada nada se dice de la destrucción del lugar, lo que induce a pensar que nuestro autor añadió ese dato tomándolo de una fuente corogràfica bien informada sobre Palestina. Hay finalmente más extremos que podrían evaluarse. Así, el sofista Sópatro de Apamea, discípulo de Jámblico, para redactar el cuarto libro de sus Extractos varios obtuvo informaciones de una obra, cuyo autor no menciona, que llevaba por título Thaumátōn synagōgḗ , es decir, Colección de hechos admirables 35 . Sópatro murió en tiempos de Constantino (306-337). El hecho es tal vez significativo en cuanto que ilustra una afición literaria hacia los motivos de mirabilibus en las últimas décadas del siglo III y a comienzos del IV y proporciona un título (¿modelo?) que pudo guiar a Solino. Otro dato a considerar es la coincidencia de léxico y de criterios entre las descalificaciones que Solino (30, 2-3; 31, 4) dirige hacia las uniones deshonestas de aquellos bárbaros que usan las mujeres en común y las fórmulas con que se condenan los matrimonios no conformes a los usos tradicionales en una constitución de Diocleciano y Maximino de mayo del 295, pues parece como si ambos redactores compartiesen un mismo estado de opinión 36 .

¿Qué sentenciar, a la postre, sobre la datación de la Collectanea? Mommsen avanzó su impresión de que la senil admiración de Solino por el pasado y sus reproches a los tiempos que le tocaron en suerte son muestra de un período decadente, que se compadece mejor con la edad de Valeriano y de Galieno que con el siglo de los Antoninos. Y pese a todo, termina, apenas cabe allegar datos mucho más seguros a causa de la desesperante escasez de información que caracteriza al autor. Mas esta pura reflexión, en la que los nombres de Valeriano y Galieno (253 d. C.-268 d. C.) sirven exclusivamente de recurso para ejemplificar una etapa, la del s. III , distinta a la anterior (el siglo de los Antoninos), fue tomada como veredicto absoluto y ha adquirido carta de naturaleza en las historias de la literatura latina y en las biografías de Solino, que fijan los días de nuestro autor bien hacia la mitad del s. III , bien durante aquellos dos reinados en concreto 37 . Con razón se han lamentado Walter y Schmidt de este abuso y no hay duda de que, ante la serie de elementos con que contamos, la prudencia recomienda matizar los juicios y evitar los pronunciamientos rotundos. Echada la sonda al mar de la Collectanea , y guiándome por todos los indicios anteriormente reseñados, por la lengua y por el espíritu que rezuma la obra, sospecho que Solino pudo escribir entre el final del siglo III y la primera mitad del siglo IV (290-350), sin que esté a nuestro alcance precisar más.

III. LA «COLECCIÓN DE HECHOS MEMORABLES»

1. Título, contenido y prefacio

Bajo el nombre de Colección de hechos memorables hemos recibido un libro-compendio que reúne los aspectos más llamativos del origen de Roma, de los varios territorios que configuraron el Imperio Romano y de las restantes partes del mundo habitado que sólo eran conocidas por relatos de viajeros y de comerciantes o por las leyendas. Pero es muy probable que nuestro autor no diese a su opúsculo ni éste ni los demás títulos conservados, sino que en la práctica debemos reconstruirlo 38 . Adhelmo de Malmesbury, muerto en el 709, es el primer testimonio que llama a la obra de Solino Collectanea rerum memorabilium . Prisciano, el único autor de época romana que menciona el título, tanto dice in collectaneis 39 como, las más de las veces, in memorabilibus , y en una sola ocasión in admirabilibus . El monje Dicuil (s. IX ), que manejó un manuscrito de la primera familia, reitera la secuencia in collectaneis , mientras que el códice N y sus afines de la tercera familia (SA) lo llaman Liber de situ orbis terrarum et de singulis mirabilibus quae mundi ambitu continentur (quae in mundo habentur SA). Los códices de la segunda familia presentan la subscripción Collectarium rerum memorabilium , y de ahí la anotación del Parisinus 6831 Collectio rerum memorabilium . Por último, la segunda carta dedicatoria declara que el nuevo título será el de Polyhistor (El erudito) en lugar del primitivo de Collectanea rerum memorabilium , modificación adoptada por la familia de códices interpolados para encabezar dicha epístola. De todo ello se deduce que la praescriptio más antigua en la tradición manuscrita debió de ser la de Collectanea rerum memorabilium , abreviada a menudo como Collectanea o Memorabilia , y que ése constituyó el título más probable de la obra 40 .

Porque lo que Solino escribió fue, realmente, una chorographia comparada, una descripción de los lugares, de las tierras y de los pueblos del orbe salpicada de datos sobre fenómenos curiosos y extraordinarios de los reinos vegetal, mineral y animal, veteada con los prodigios y paradojas que más habían sorprendido la credulidad de los antiguos. Solino organiza el libro de la siguiente forma. Arranca en la ciudad de Roma, como cúspide del mundo (1, 1-52), y se ocupa del nombre, de la historia primitiva, de la fundación, de la época real, del origen y fijación del calendario y de la persona de Augusto. Desde 1, 53 hasta el final del apartado (1, 127) agrega una exposición sobre la raza humana, refiriendo no sólo particularidades anatómicas y nosológicas, sino también teratológicas, y pasa revista a las capacidades o virtudes más notables, que ejemplifica a menudo en personajes famosos de la historia. A esta larga digresión suceden los capítulos presididos por el criterio geográfico, que principian en la península itálica (2, 1-54) y las islas anejas, Córcega, Cerdeña y Sicilia (3, 1-6, 3). Fiel al esquema divulgado por Plinio, Solino procede a recorrer el mundo en forma de periégesis o periplo: Grecia y el Mediterráneo oriental, el Helesponto y todas las márgenes del Mar Negro (7, 1-19, 1), el océano septentrional y el Mar Caspio, Escitia, Germania y el norte de Europa, Galia, Britania e Hispania (19, 2-23, 12). Y en este punto no deja pasar la oportunidad de describir el estrecho de Cádiz y de evocar la doctrina sobre las propiedades del Mediterráneo y el fenómeno de las mareas (23, 13-22). Reemprende el camino ya desde África, que examina en dirección a oriente partiendo de Mauritania y cruzando Numidia, África Proconsular y Cirenaica, hasta llegar a Egipto y Etiopía (24, 1-32, 44). El tramo final está dedicado a las regiones del Asia: Arabia y Siria (33, 1-36, 3), Mesopotamia, Armenia, Persia y Asia Menor (37, 1-45, 18), Asiria, Media, el Mar Caspio, Asia central, India, Ceilán, Partia y Babilonia (46, 1-56, 3). El libro se cierra mediante un simple esbozo de la ruta etiópica, cruzando el océano sur, hacia el Atlántico, en donde ilustra la tradición sobre las islas Górgades, las Hespérides y las Afortunadas (56, 4-19).

Aunque la disposición podría hacer pensar que Solino construye un mero tratado geográfico, el contenido de la obra nos revela que ese juicio sería incorrecto. No es, desde luego, una obra histórica, pues nuestro autor renuncia voluntariamente a referir cualquier acontecimiento que sobrepase la época de Plinio; de los emperadorees romanos posteriores a Claudio sólo cita a Vespasiano, y todos los ejemplos de hombres famosos pertenecen a la República, con la excepción de Suetonio Paulino 41 . Pero en su dimensión geográfica, la Collectanea ofrece mucho más que una descripción de territorios, mares, ciudades y accidentes, y así lo advierte el autor en la carta dedicatoria a Advento, significando su intención de buscar las noticias más extrañas y orillar las más sabidas, por lo que se detendrá en aquellas que afectan a la naturaleza y cualidades de hombres y animales, a las plantas exóticas, a la apariencia de las gentes más remotas y a las curiosas costumbres de los pueblos recónditos. El libro aspira a ser, ciertamente, un ‘inventario del mundo’, pero no está concebido para suministrar en sus distintos capítulos notas útiles y necesarias que auxilien los viajes, sino sólo aquellas particularidades que satisfagan el ansia de saber y sean dignas de guardarse en el recuerdo. Y este objeto se halla claramente expuesto en la introducción, cuya forma y estructura merecen cierto examen

Una característica general de los prólogos latinos en las obras técnicas de edad imperial es que obligan al autor a eludir los recursos de la ficción o los tópicos convencionales, al contrario de lo que sucede en las composiciones literarias, y este condicionamiento restringe los elementos internos de la pieza introductoria, que no sólo cumple la función de comunicar al receptor de la dedicatoria y al lector la génesis y propósitos del tratado, así como sus modelos y fuentes, sino que renuncia sinceramente al protagonismo de autor, concediendo mayor mérito a la materia o contenido que a la forma y privilegiando la investigación y los propósitos de servicio y utilidad 42 . Solino nunca oculta, en efecto, su despreocupación por el estilo ni considera un fallo su pretendida falta de elegancia. Por la forma en que contrapone esa carencia de perfección discursiva a la riqueza del contenido material, podríamos suponer que siente indiferencia frente a cualquier tipo de presentación retórica llevado por el convencimiento de que la forma estilística no reviste importancia comparada con la transmisión de conocimientos (fermentum cognitionis) , persuadido de que cuanto nos relata es tan interesante por sí mismo que no necesita infundirle atractivo alguno. Pero se trata simplemente de una apariencia. La estructura y secuencias de la carta-prefacio ponen de manifiesto una gran pulidez literaria, dentro de su género: saltan a la vista, por ejemplo, la existencia de un orden de palabras bien compuesto, el empleo consciente de cláusulas finales rítmicas y la aplicación de significados metafóricos a palabras infrecuentes. El preámbulo representa el mostrador desde el que nuestro autor define su programa y despliega su potencial literario, que está dispuesto a doblegar en aras de los principios allí mismo enunciados 43 . El primero de ellos es la sumisión a los autores más antiguos y al tratamiento que dieron a los temas, un criterio que le conduce a renunciar paladinamente a la originalidad. El segundo es la brevedad. Janson ha llamado la atención sobre este rasgo, que califica muy bien a los diferentes linajes de compiladores. Puesto que sus obras no son sino resúmenes, deben cargar el énfasis en el provechoso papel de los tratados cortos, justificando por vía indirecta su propio trabajo. Aulo Gelio y Justino confiesan haber entresacado con gran esfuerzo los datos importantes de los modelos que habían refundido, e indican así al lector que su compilación es de hecho más preciosa que el original. Pero Solino avanza todavía otro paso: además de postular la brevedad como una virtud en sí misma, se declara íntimamente satisfecho de haber logrado para su compendio la longitud adecuada 44 . Y en tercer lugar adopta, según vimos, el principio de cuidar el contenido por encima de la forma: con ello persigue orientar el juicio de los críticos, que deberán valorar sobre todo los problemas y condicionamientos impuestos por la naturaleza técnica del asunto y cómo, dentro de su complejidad, han sido superados. Buena parte de estos recursos sirvieron luego para configurar, entre los escritores medievales, las fórmulas de «falsa modestia» que fijan la urdimbre de las distintas introducciones 45 .

2. Sus fuentes

Pero pasemos al aspecto más problemático del compendio. ¿De dónde extrajo Solino los materiales y cuál fue su aportación original? La contestación a esta pregunta constituye el reto fundamental a la hora de enjuiciar imparcialmente la personalidad literaria de Solino. Ya Salmasio presentó nuestra obra como un extenso epítome de Plinio que aglutinaba unos pocos parágrafos de Mela y contaba asimismo, como al principio hicimos constar, con algunas adiciones y rectificaciones propias. Mommsen anotó al margen del texto todos los pasajes tomados de Plinio y cuantificó su número, sentenciando que constituyen casi tres cuartas partes del opúsculo; sobre el resto propuso varias soluciones, que ahora examinaremos al tratar de su segunda edición.

Después de la aparición, en 1864, de la primera Collectanea mommseniana, llamó poderosamente la atención de los especialistas la frecuencia con que Solino había utilizado a Varrón, al que citaba en trece ocasiones 46 , y se estimó que los tratados varronianos puestos a prueba fueron las Antiquitates y el De ora maritima . Más tarde, Mirsch precisó la idea e introdujo un nuevo parámetro en los modelos del libro: siendo cuestionable que un compilador tardío y superficial leyese directamente a Varrón, propuso que los pasajes solinianos incluidos a nombre del enciclopedista romano habrían sido transmitidos y reelaborados por una fuente intermedia y apuntó en concreto a los Prata de Suetonio, obra monumental de la que Solino conoció, al menos, un libro 47 . La Collectanea establecería, pues, una combinación entre Plinio, Mela y Suetonio, cuyos «Prados » serían el origen de las demás noticias que no figuran en los dos primeros.

Sin embargo, la publicación por Mommsen de la segunda edición de la Collectanea , que confirmaba muchos de sus puntos de vista anteriores, alteró en buena medida este panorama. Según la tesis tradicional, que Mommsen sigue compartiendo, Solino copia sobre todo a Plinio y entresaca algunas cosas de Mela. Pero el sabio alemán nos revela que existen otras dos fuentes, cuyas huellas cree haber rastreado en profundidad: todas las indicaciones solinianas de carácter cronológico parecen provenir de primera mano de una fuente de excelente época 48 , que Mommsen identifica con un tratado cronogràfico de Boco , redactado en tiempos de Claudio y publicado el año 49 d. C., por medio del cual nuestro autor accedería a algunos de los pasajes de Varrón, a Verrio Flaco y a otra serie de escritores latinos (M. Antonio, el propio Boco, Catón, Cincio, Celio, Cosconio, Casio Hemina, Lutacio, Cornelio Nepote, Fabio Píctor, Pomponio Ático, Sextio, Tarrucio, Cicerón, y tal vez los Libros Prenestinos) , así como a los autores griegos que aparecen citados en contextos de cronología (Agatocles, Apolodoro, Eratóstenes, Heraclides, Sileno, Zenódoto) 49 . A su vez, los datos de carácter corográfico procederían de una fuente desconocida, una especie de amplísima chorographia que pasaba revista al orbe entero y a todas sus maravillas, incluidas las noticias mitológicas. Aquí es en donde Solino descubriría el resto de los pasajes de Varrón, en particular los referidos a las costas, y al escritor Granio Liciniano. La comparación de Plinio y Solino con algunos lugares de Apuleyo y de Amiano demostraría, según Mommsen, que las coincidencias entre Apuleyo, nuestro autor y Amiano no dependen directamente de Plinio ni de ellos entre sí, sino de un modelo común, de una obra intermedia que efectuó una refundición o epítome de Plinio (libros II a XII y XXXVII) y lo completó con otros datos (extractos de los restantes libros de Plinio y de varias obras geográficas y cronográficas, entre ellas una corografía ignota que también usó Mela). A este modelo lo denominó Mommsen chorographia Pliniana: debía estar ya extendida en época de los Antoninos y, tal como se deduciría de su uso por Apuleyo y de la mención de Granio Liciniano, no pudo redactarse antes del período adrianeo; lo más probable es que fuese escrita durante el reinado de Adriano o de Antonino Pío. De su autor cabría decir que, pese a ciertos desaliños 50 , era hombre de vastas lecturas: en caso de que Solino se hubiera molestado en citarlo, no podría ser otro más que el propio Granio Liciniano, pero Mommsen albergó dudas de que en la Collectanea figurase su nombre, pues con el mismo derecho, dice, cabría conjeturar que Granio fue el autor de aquella otra corografía perdida que el autor de la chorographia Pliniana usó, junto con Mela, para aumentar las noticias de Plinio. De todas formas, el papel de este epítome pliniano dentro de nuestra Colección no sería demasiado notable: Solino se habría limitado a realizar un resumen de tal chorographia 51 y no habría perfeccionado en absoluto el trabajo de aquel compilador. ¿Hizo algo más Solino? Mommsen no olvida, es cierto, que existen algunos lugares del libro en los que el autor discurrió por sí mismo, es decir, en que su aportación fue original. Estos puntos fueron señalados al margen de la edición con la nota SOL (INVS ), aunque el gran romanista acoge con agrado que esta circunstancia suceda pocas veces, porque está persuadido de que tales contribuciones no traen ningún provecho.

El edificio mommseniano sobre los modelos de Solino, que todavía sobrevive en bastantes manuales —en particular, su «hallazgo» de la corografía pliniana—, fue inmediatamente impugnado por Columba. En un trabajo coetáneo de la segunda edición de la Collectanea , que Columba revisó años más tarde 52 , el filólogo italiano negará la dependencia global de Solino respecto a Plinio y tratará de establecer una fuente previa a la Historia Natural , común a ambos autores. A tal objeto, empieza por desmontar la chorographia Pliniana . En su opinión, Plinio fue repartiendo las noticias de carácter general que encontró en sus fuentes corográficas entre los distintos apartados en los que dividió su obra, y, por ejemplo, las noticias sobre la flora de India, que proceden de historiadores helenísticos (Megástenes, Onesícrito, Aristóbulo) y se encuentras reunidas en Estrabón (XV 1 [C 694]), están distribuidas en tres libros (VII, 21; XII, 23; XXXII, 16 y 162). Por tanto, Solino o el autor de la corografía tendrían que haber deshecho nuevamente el trabajo de disgregación que efectuó Plinio, puesto que en la Collectanea aquellos datos de la flora india sí aparecen juntos (52, 46-48). Y como por añadidura Solino ofrece aquí algunos complementos que faltan en Plinio, pero se hallan en Estrabón y Diodoro (II 36, 5), cae por su base que nuestro autor no los tomó de la Historia Natural , sino de las fuentes de Plinio. Si cotejamos otras noticias que figuran en ambos escritores y analizamos cómo fueron transmitidas por el resto de la literatura antigua griega y latina, resulta que el texto de Solino respeta la tradición bastante más fielmente que el de Plinio, cuya tendencia suele ser alejarse de ella. Por último, también las coincidencia literales encontrarían fácil justificación. La repetición de términos en las descripciones geográficas ha de producirse, dada la naturaleza del tema, con gran frecuencia, y cuando hay variaciones éstas sólo obedecen a efectos literarios o a la disposición didáctica del material; además, es notorio que Plinio reproduce a sus modelos con las mismas palabras, por lo que no deben sorprender las concordancias con Solino u otros autores que también los hubiesen leído 53 . La tesis viene a ser, en suma, que los préstamos directos de la Historia Natural hacia la Collectanea habría que reducirlos a un mínimo y se limitarían, esencialmente, a algunas noticias de los últimos años en que Plinio escribió.

Ahora bien, si Solino no depende de Plinio, es que ambos tuvieron un mismo modelo. ¿Cuál pudo ser esa fuente común, anterior a Plinio? El método seguido por Columba es idéntico al que Mommsen aplicó en su introducción. Por una parte, comprueba que en Solino existen rastros de Varrón y algunas reminiscencias de Salustio. Por otra, la comparación entre Mela y Plinio le lleva a la identificación de dos fuentes geográficas perdidas. Una de ellas (A), en la que Mela se inspiró y que no hizo sino resumir, es más antigua: Columba llega a imaginar cuáles fueron los modelos de esa fuente y pone de manifiesto ciertos caracteres fundamentales de la misma, como pueden ser sus tendencias racionalistas y evemerísticas en la interpretación de los mitos. La segunda corografía (B), más reciente, sería la utilizada por el naturalista romano y constituiría una simple reelaboración de aquella otra (A), aunque asumiría a veces nuevos planteamientos críticos 54 . Según Columba, podríamos incluso suponer cómo se formó la más antigua (A), de la que sólo Mela depende directamente: en ella se sobrepusieron dos concepciones geográficas diferentes; la más primitiva, recogida por Varrón, que establecía la división entre Europa y Asia en el istmo del Ponto y en el Caspio, y otra posterior que, conforme a una idea más general, compartida por Salustio, la situaba en el Tanais (Don) y en el Nilo.

Ahora asoman las razones por las que Columba denominó a este sorprendente hallazgo (A) la chorographia varro-sallustiana: era una inmensa periégesis que no sólo encerraba las pertinentes descripciones geográficas, sino también innumerables informaciones acerca de mitos y fábulas locales, sucesos históricos y personajes egregios, costumbres y ritos de pueblos foráneos, etimologías, invenciones, prodigios y paradojas de toda condición, fenómenos celestes y terrestres, así como de obras de arte y monumentos famosos. No era posible datarla, pero sí calcular que ofrecía más de cuanto hoy encontramos sobre esos temas en Mela, Lucano, Plinio y Solino juntos, aun cuando sólo el primero la habría consultado y resumido directamente. A su vez, esta monumental obra habría generado un extenso epítome (B), que Columba llama chorographia ignota y que, sustancialmente, contendría los mismos materiales que su modelo varro-salustiano, excepto los incisos más fabulosos y «paradoxográficos». Plinio habría tomado este compendio como fuente de su Historia Natural , aunque a menudo modificara o ampliase sus datos, y los registros allí anotados iría distribuyéndolos entre los distintos libros, según el diseño de su obra 55 . Cabría fechar el epítome en los primeros años del reinado de Nerón.

El último paso es el que afecta ya a nuestro autor: esta chorographia ignota , fuente de Plinio (B), habría sido extractada por otro escritor desconocido, denominado por Columba el «compilador soliniano», el cual, aun conservando la materia y el estilo, reordenó el modelo corográfico de Plinio y construyó con él una nueva obra (C), puesto que sólo perseguía los detalles de mayor interés. No obstante, tendría también ante sus ojos la chorographia Varro-Sallustiana (A), llegando a demostrar un sentimiento patriótico romano tanto en la parte reservada a la historia de la Urbe como al disgregar los apartados antropológicos y colocarlos a continuación del capítulo de Roma, con la idea de que la capital del Imperio significase el hogar de la humanidad. Esta tercera y definitiva corografía breve (C), cuya época ignoramos, sería el modelo de la Collectanea . Solino habría reducido a compendio el escrito de ese compilador, interpolando acá y allá algunos pasajes sacados de Plinio; pero de Mela no tomó ninguno, sino que las coincidencias entre ambos estarían justificadas por la descendencia lineal de los modelos.

Mediante este complicado artificio teórico Columba exteriorizó su impresión de haber eliminado los principales problemas en la determinación de las fuentes solinianas. ¿Queremos explicar las correspondencias entre Apuleyo, Solino y Amiano? Bastará con suponer que los tres tuvieron acceso al compilador de la corografía más breve (C). ¿Por qué Amiano, en las noticias que comparte con Plinio y Solino, se detiene en época de Claudio? Pues porque esto mismo sucedía en el libro del llamado «compilador soliniano» (C) 56 . Sin embargo, esa impresión subjetiva no logra que olvidemos la debilidad del armazón, comenzando por la necesidad de postular hasta tres grandes obras desconocidas por delante de la Collectanea , la más inverosímil de las cuales es la chorographia ignota (B), ya que no se adivina el motivo por el que Plinio no querría emplear directamente la antología varro-salustiana (A), que era mucho más completa, y adaptarla a los puntos que trataba en cada libro 57 . ¿Y por qué no puede aceptarse que la fuente de Solino (o de Mela, o de Plinio) hayan sido el mismo Varrón o el propio Salustio? 58 . Por si fuera poco, mediante el valor que concede al «compilador soliniano» (C) Columba recupera inconscientemente la chorographia Pliniana de Mommsen y rebaja el papel de la Historia Natural al de una insignificante fuente auxiliar desde el momento en que Solino ya no necesitaría manejar a Plinio, sino que aforaría todo el caudal pliniano de esta corografía breve (C). Parece casi increíble que un oscuro compilador pudiera ejercer sobre Solino mayor atracción que el conocimiento del propio Plinio, cuya lectura y frutos seguían vivos en el siglo IV , como sabemos por Ausonio y Símaco, y esta probabilidad obsta por igual la tesis mommseniana del corògrafo pliniano. Súmese la afirmación de que Mela jamás estuvo en las manos de Solino, propuesta difícilmente admisible si sometemos a crítica lingüística e histórica los textos coincidentes. En verdad, no cabe sino suscribir el voto formulado por Sallmann para que estos «quásares» literarios e historiográficos desaparezcan definitivamente del ámbito filológico 59 .

Afortunadamente, después de tantas conmociones se ha abierto paso la antigua idea de Salmasio sobre la influencia inmediata de Plinio y Mela en la elaboración de la Collectanea 60 . No cabe duda de que Solino tuvo en sus manos a Plinio, a Mela, tal vez los Prata de Suetonio, a Lucano y algunas fuentes adicionales que, pese a todas las dificultades, intentaremos precisar. Dos tercios del texto se basan, como ya dijimos, en Plinio, y Rabenald demostró convincentemente que nuestro autor compendió en directo la Historia Natural . Extrajo información de doce libros en particular: de los tratados geográficos (Historia Natural III-VI), de la antropología y fisiología humana (VII), de la zoología (VIII-XI), así como de la primera parte de la botánica, destinada a los árboles y arbustos foráneos (XII-XIII), y del libro sobre las piedras preciosas (XXXVII). De algunos otros se limitó a recoger noticias que interesaban a un propósito concreto (II, XVI, XXI, XXVIII, XXX, XXXI, XXXIII, XXXV, XXXVI). Los tratados geográficos (III-VI) inspiraron también la secuencia periegética, en forma de periplo, que presenta la Collectanea , pues resulta evidente que Solino incluye las mismas divisiones por capítulos establecidas por Plinio y que sólo modifica el orden, insertando como punto de partida los parágrafos sobre Roma 61 . En cambio, la corografía de Mela fue aprovechada en todos sus apartados, aunque no en la misma proporción que Plinio: su papel se reduce casi siempre al de un complemento breve que permite ya corregir o precisar un dato pliniano, ya ilustrar con curiosidades etnográficas una descripción concreta.

Más problemática resulta la demostración de la influencia de las restantes fuentes, en particular de aquellas que no conservamos. Los datos solinianos sobre la cronología catoniana, la lista de los reyes primitivos, las noticias sobre el nombre de Roma, sobre Hércules y sus compañeros, así como las relativas al Palatino, desprenden sin duda efluvios de erudición varroniana, pero ya señalamos que ha existido una ilógica renuencia a admitir que en los siglos III/IV d. C. se produjese la explotación directa de Varrón. Fue seguramente dicha tendencia la que condujo a Rabenald a considerar que el conjunto de informaciones habría llegado hasta Solino a través de los Prata de Suetonio, una hipótesis que encierra cierto atractivo y que gozó muy pronto de adhesiones, sobre todo porque parece muy probable que Solino conociese la parte de aquel libro que estudiaba el año entre los romanos 62 . El hallazgo de Suetonio como modelo de todo cuanto en el compendio soliniano no puede ser atribuido ni a Plinio ni a Mela supuso, en palabras de Diehl, una gran simplificación del problema de las fuentes, aun cuando con ello la incógnita de quiénes fueron esos «escritores más aceptados», autores de «unos cuantos libros muy selectos», a los cuales alude Solino en el prefacio, no se había despejado correctamente. Veamos por qué.

Conviene principiar con el caso de Lucano. Todo el relato de la Collectanea sobre las serpientes africanas coincide con Farsalia IX 700-788. Sin embargo, se preferió asociarlo a las demás noticias ofrecidas sobre las serpientes de Italia y de India, sobre el basilisco y los dragones etiópicos, así como al parágrafo relativo al papagayo, para extraer la conclusión de que este bloque deriva del libro suetoniano De natura animantium , incluido en los Prata 63 . Ahora bien, al examinar con detalle el inciso sobre las sierpes africanas, Salemne ha demostrado brillantemente su dependencia directa de la Farsalia y la eficiencia de Solino para corregir algunos detalles lucaneos mediante una fuente naturalista indeterminable 64 . Añadamos que de otros pasajes del compendio se desprende también un conocimiento directo de Lucano (a saber: en 27, 38-39, descripción de las Sirtes; en 27, 45, noticia sobre la fuente de Amón; en 27, 54, sobre el río Leteo del Hades; en 33, 17 sobre los árabes y las sombras), lo cual garantiza que Solino, consciente de las aportaciones originales que contenía aquel poema, manejó libremente la Farsalia (libros III y IX) para mejorar y completar su descripción de las curiosidades africanas.

Una segunda conclusión no menos decisiva redunda de los parágrafos sobre la antigua Macedonia y la historia de la casa real (Solino, 9, 3-14). La teoría más extendida supone nuevamente que podrían proceder de Suetonio, y en concreto del libro De regibus , que integraba la serie de los Prata . Por fortuna, el resumen hecho por Justino en el siglo III d. C. de las Historias Filípicas de Pompeyo Trogo me ha permitido descubrir que Solino sigue fielmente la secuencia y acciones monárquicas allí establecidas (libro VII) para cada reinado, y esto induce a pensar que, con gran probabilidad, toda aquella parte de la Collectanea , que Mommsen declaró copiada de fuente ignota, constituye un extracto de la valiosa obra histórica de Trogo, sobre cuya firme reputación durante los siglos del Imperio y sobre la autoridad que ejerció en otros autores existen suficientes pruebas 65 . Si Solino, como presumo, sacó partido de las Historias Filípicas , no debería extrañarnos que también hubiese cotejado otro texto de Trogo, el tratado De animalibus , que constaba al menos de diez libros; fue la primera obra romana sobre el particular que tuvo en cuenta a Aristóteles, y Plinio reconoce que estuvo entre sus fuentes. Esto explicaría bien el origen de bastantes detalles zoológicos en donde la Collectanea se separa de su modelo pliniano: Solino se habría valido directamente de Trogo para rectificar o aumentar las informaciones ya extractadas por Plinio el Viejo sobre determinadas especies animales —porque nuestro autor se propuso destacar nuevos aspectos o enmendar la plana al naturalista— y para enriquecer los datos sobre las serpientes que leyó en Lucano.

A este propósito, sumamente juiciosas se revelan las reflexiones de Poucet cuando evalúa las fuentes que nos informan de la Roma primitiva: «los estudiosos deben desplegar una extrema prudencia, ya trabajen sobre autores tardíos como Macrobio o Isidoro de Sevilla, ya sobre autores más antiguos como Tito Livio o Dionisio de Halicarnaso. Y esa prudencia es todavía más recomendable cuando las fuentes que intentamos descubrir han desaparecido por completo o sólo perduran en forma de míseros fragmentos. La idea de un Varrón como fuente principal de los primeros libros de Dionisio procede, evidentemente, de una época en la que no se dudaba a la hora de presentar los Prata de Suetonio como la «fuente» de las Origines de Isidoro de Sevilla. Eran los buenos tiempos de la «fuente única» (Einzelquelle) , tan apreciada por una determinada forma de Quellenforschung . Cabría considerar que es una época completamente superada. Y sin embargo, estas concepciones atrasadas aún continúan influyendo —y, dicho sea de paso, con frecuencia lo hacen de modo inconsciente— en nuestra investigación, a veces obstinada, de las fuentes» 66 .

Debemos suscribir sin rebozo tales ideas. Es evidente que Solino construyó la estructura de su obra con materiales, sobre todo, plinianos, y que fue realzándola con la corografía de Mela, proceso que no admite discusión porque conservamos los libros de los tres escritores. Pero el deseo de reducir todo el resto del compendio, un tercio aproximadamente, a una composición perdida de Suetonio, zanjando así el problema de los modelos con el sufrido expediente de la Einzelquelle , hace agua por ambos costados 67 . En lugar de Suetonio, Lucano debe ser admitido como el inspirador de ciertas noticias relativas al África, y Pompeyo Trogo el de la sección concerniente a la historia y los reyes de Macedonia, con la fundada sospecha de que numerosos datos sobre animales, y algunos sobre otras curiosidades, salieron del mismo filón 68 .

Y no termina aquí la historia de los modelos solinianos. La probabilidad de que nuestro autor tuviese en sus manos a Varrón es muy alta, y no sólo podría haber consultado las monumentales Antiquitates y otros escritos relativos a los orígenes del pueblo romano para documentar las noticias sobre la Roma primitiva que aparecen al inicio de su Colección (cronología catoniana, lista de los reyes primitivos, nombre de Roma, Hércules y sus compañeros, monte Palatino), sino incluso haber visto los tratados de geografía y los libros logistorici varronianos (en concreto, el denominado Gallus Fundanius de admirandis) a propósito de las propiedades especiales de algunas aguas griegas 69 . Por otra parte, antes de que Columba edificase su fastuosa corografía varro-salustiana ya Dressel advirtió huellas de Salustio en la Collectanea , y esa influencia salustiana parece confirmarse en los pasajes geográficos descriptivos de Córcega y Cerdeña 70 . Además, es frecuente tropezar con lugares concretos en los que se hace perceptible la impronta de otros escritores, poniendo de manifiesto que Solino consultó realmente varios libros, como anuncia en el prefacio, a fin de intercalar datos o expresiones que ampliasen la perspectiva del lector: parece haberlos de Lucrecio 71 , Cicerón 72 , Cornelio Nepote 73 , Valerio Máximo 74 , Tácito 75 y Veleyo Patérculo 76 ; más discutible es si nuestro autor emuló a Silio Itálico y a Floro 77 o si leyó a Sextio 78 . Fluyen por toda la obra coincidencias literales, en forma de iuncturae , con textos poéticos, aunque constituyen tan sólo reminiscencias literarias que delatan una instrucción memorística y una buena cultura.

Menos problemática se presenta la justificación de aquellas líneas en donde Solino transmite informaciones que fueron también recogidas por fuentes mucho más antiguas, tanto griegas como romanas: si en un pasaje descubrimos huellas de Teágenes y de Valerio Ancíate, no es porque nuestro autor manejase sus obras, sino más bien porque actuaron como modelos de Trogo, a quien copió Solino 79 . Si en otras páginas comprobamos que la misma historia figura en Solino y en Heródoto, o en Ctesias, o en Jenofonte, o en Teofrasto, o en el Pseudo Aristóteles, o en Megástenes, o en Apolonio de Rodas, o en Agatárquides, o en Apolodoro, o en Nicandro, o en Celio Antípatro, o en Estrabón, o en Diodoro Sículo, o en Dionisio de Halicarnaso, o en Juba, parece incuestionable que nuestro autor nunca aspiró a tan exquisita erudición, conformándose con resumir no sólo a Trogo, sino a otro buen modelo que sí supo hacer suyas todas esas fuentes 80 . A ese supuesto modelo, que me resulta imposible identificar, es al que he llamado a lo largo de las notas del comentario el «escrito paradoxográfico» seguido por Solino, porque su influencia siempre emerge en contextos narrativos de fenómenos asombrosos 81 .

3. Estilo y composición

El juicio que sobre la calidad literaria de la Collectanea impuso Mommsen fue, según vimos, profundamente crítico, pero el análisis de la lengua empleada por Solino que realizaron Landgraf y Hyskell permite matizar la impresión negativa que predomina en buena parte de la bibliografía. Si bien es cierto que nuestro autor suele recoger de forma muy literal numerosos pasajes de Plinio y Mela, es injusto erigir en principio que lo hizo tan servilmente que no fuese capaz de corregir a su modelo o no añadiese algo de su propia inspiración, aunque sólo se trate de dos o tres palabras 82 . Queda, por otro lado, ese tercio de la obra en donde Solino aglutinó nuevas fuentes y se permitió alumbrar observaciones personales. Los rasgos más apreciables de nuestro autor son:

—El uso de bastantes arcaísmos (por ejemplo, nequeo por non possum, extimus por extremus) , a los que parece recurrir de modo consciente 83 , y la libertad con que usa palabras nuevas, que hicieron pensar a Hyskell que fue un buen creador de lenguaje.

—Realiza sin embargo concesiones al latín tardío, cuando escribe proximare por appropinquare, ad instar por vice/modo; multiplica los sustantivos verbales con sufijo -tio , lo que significa que ha amoldado las fuentes utilizadas al uso lingüístico propio 84 , y muestra que muchos de los aspectos lingüísticos que se tenían por peculiares del latín africano son patrimonio común de la latinidad tardía 85 .

—Tiene coincidencias léxicas con la Vulgata, Arnobio, Jerónimo, Agustín, Casiodoro, Celio Aureliano y Prudencio, pero a menudo también aparecen giros que se encuentran en autores de gran calidad, tales como la combinación de adjetivos en distintos grados (plurimus et celeber, optimus et ferax , etc.).

—Es obvia la constante influencia, como modelos literarios, de los poetas latinos más clásicos. Escribe mucho en recuerdo de Virgilio, sin duda porque las interpretaciones de la Eneida y el aprender de memoria a Virgilio constituían el fundamento de la enseñanza escolar. No sólo utiliza términos de inequívoco sabor virgiliano (abusque, accomodus, terrificus) , sino que cabe apreciar cómo breves secuencias de algunos versos del Mantuano, e incluso tecnicismos usados en las Geórgicas , afloran constantemente en las descripciones solinianas de territorios y pueblos 86 .

—Efectúa una correcta transcripción latina, superior a la de Plinio, de los nombres recogidos en los antiguos lapidarios griegos 87 .

La forma de trabajo de Solino es típica del compilador. Jamás cita a Plinio ni a Mela, ocultando las dos fuentes sobre las que apoya su obra; en cambio, buena parte de los autores mencionados por su nombre (Agatocles, Eratóstenes, Apolodoro, Sileno, Heraclides, Zenódoto, Cincio, Catón, Cosconio, Gneo Gelio, Casio Hemina, Fabio Píctor, Lutacio, Antonio Gnifo, Tarrucio, Boco, Estacio Seboso) no fueron consultados personalmente, sino que provienen de los modelos que extractó. Casi nunca toma grandes apartados de Plinio o de Mela y suele limitarse a reproducir breves frases o series de palabras; a menudo las complementa con nuevos datos adquiridos en el mismo autor, pero en diferente libro, o leídos en otra parte 88 ; raramente adjunta sus deducciones u opiniones. Ya dijimos que se ha acusado a Solino de carecer por completo de aportaciones propias y tan sólo se ha hecho aprecio, si es que no debería conceptuarse antes como habilidad que como mérito, de su eficiencia a la hora de establecer soldaduras entre los diferentes textos que fue compilando.

Un análisis más detenido acaba mostrando que esta visión es imperfecta. Solino incurre, ciertamente, en impericia y defectos: sufre confusiones en unos casos y delata en otros débiles conocimientos, aunque se halla inducido tal cual vez por los manuscritos que manejó 89 y por todas las contradicciones yacentes en sus modelos, que se vio precisado a armonizar. Pero presenta también un balance positivo, que no parece lícito soslayar. Parte de sus virtudes emergen del mismo fondo material de la Collectanea: proporciona numerosas etimologías, bastante atinadas, que testimonian la preocupación por reforzar sus explicaciones con las raíces de los nombres 90 ; introduce pinceladas de ironía y declaraciones de escepticismo frente a algunas observaciones de Plinio o de otra procedencia, cuando no corrige abiertamente los datos 91 ; consigue aportaciones personales, la más feliz de las cuales le ha valido a Solino pasar a la posteridad como el creador de la expresión «mar Mediterráneo» 92 ; sabe adoptar, por último, razonamientos lógicos y morales 93 .

Su otra virtud afecta al carácter genérico de la obra, que atesora sanos principios de composición. Dentro de la literatura griega se habían desarrollado, al menos, dos tradiciones geográficas: una está representada por los relatos de viajeros, curiosos y aventureros (comerciantes), de la que forman parte tanto Heródoto como los periplos y los itinerarios; la otra se halla constituida por las descripciones de la tierra habitada, y en ella se inscriben Hecateo de Mileto y los tratados «periegéticos» y corográficos. Si la primera tiene como objeto reconstruir determinados recorridos o reseñar los espacios «odológicos» susceptibles de ser explorados por ulteriores visitantes, la segunda se centró pronto en la descripción de territorios, en las listas de lugares y de etnias, en los rendimientos de la naturaleza, en los fenómenos paradójicos y en las diferencias culturales (religiosas, mitológicas, históricas). Solino enraíza bien en este último plantel, que contó con grandes especialistas en el mundo griego, pero que no tuvo, exceptuando a Mela y Plinio, demasiados vástagos entre los romanos.

La Collectanea cumple con creces los requisitos de aquella tradición. Es enciclopédica , lo que significa que comprende todo el mundo conocido, y establece un orden riguroso , como anuncia el prefacio, en la sucesión de lugares: dos cualidades que convierten a esta obra en un temprano exponente de lo que se ha llamado el «Modelo» del arte literario medieval, que no es otro sino aquel que persigue la unidad valiéndose de una multiplidad grande y perfectamente ordenada 94 . A su vez, cada lugar se concibe como un compartimiento o ficha en donde consignar todo un conjunto de informaciones que más tarde puedan ser fácilmente localizadas mediante un enlace memorístico asociativo. Los países y sus topónimos van ligándose uno tras otro a algún prodigio de la naturaleza, a la descripción y a los hábitos de un animal, a un ritual religioso, a una costumbre extraña, a una piedra preciosa, al cultivo de una planta exótica, a un episodio de la historia o de la mitología, a un personaje famoso. Son esta proyección didáctica de la geografía y las concesiones hechas al relato «paradoxográfíco» lo que explica, a buen seguro, la inmensa y temprana acogida que tuvo Solino y su condición de autor imprescindible, durante la Antigüedad tardía y la Edad Media, en los anaqueles de las buenas bibliotecas.

Tal vez sin proponérselo, nuestro autor puso remate a un largo proceso creativo nacido en época helenística. Calímaco, Antígono, Ninfodoro, Apolonio, Isígono y otros recogieron en numerosas fuentes noticias extraordinarias sobre la fauna y la flora de países exóticos, aunque sin someterlas nunca a crítica. Más tarde, sus escritos fertilizaron la imaginación de algunos naturalistas y poetas, cuyas obras fueron acumulando elementos fabulosos y leyendas inverosímiles junto a observaciones muy atinadas procedentes de Aristóteles y de sus discípulos. Esta literatura constituyó una mezcla tanto de ciencia como de ficción novelesca, lo que no impide que se encuentre bien representada entre los modelos de Plinio, que se inspiró mucho en ella con achaque de procurarle un método 95 . Y Solino, como hemos visto, quiso también hacerla suya.

4. Influencia en la posteridad

Que la obra de Solino alcanzó muy pronto notoriedad se descubre no sólo mediante los ejemplos que conservamos de tempranas influencias de la Collectanea en autores latinos tardíos, sino también por la historia de la tradición manuscrita y de los varios epítomes y excerptas que de ella se hicieron. Alguna de estas antologías breves de nuestro autor, como la de Paulo Diácono, arrancan de los tiempos de transición de la Antigüedad a la Edad Media 96 .

Cabe sospechar que alguna página de Ambrosio estuvo inspirada por las historias maravillosas de la Collectanea 97 . No hay un criterio unánime a la hora de valorar si ya Amiano Marcelino introdujo a Solino entre sus fuentes. Mommsen lo negó porque creía, como dijimos, que ambos escritores manejaron un modelo común, la llamada chorographia pliniana , y otros han preferido imaginar que Amiano dispuso de alguna de las versiones de Solino, la corta (transmitida por las familias I y II) o la larga (que figura sólo en la familia III), e incluso cabe la posibilidad de que la versión larga de Solino derive de Amiano, porque de este último la tomara el interpolador 98 . En el estado actual de nuestros conocimientos, no hay forma de zanjar tajantemente en favor de una de las tres hipótesis, aunque el análisis de los veintiséis pasajes en donde se detectan coincidencias entre ambos autores me ha mostrado que sólo once podría Amiano haberlos leído directamente en Plinio, mientras que los restantes versan sobre noticias y curiosidades que Solino insertó con cierta autonomía. La probabilidad, por tanto, de que Amiano utilizase la Collectanea es bastante alta. Pero en pleno siglo v ya no hay duda de que influyó en Marciano Capela, en Agustín, que túvolo en cuenta para componer la Ciudad de Dios 99 , en el poema cristiano De Sodoma 100 y en el Liber Genealogus del año 455, que contiene pasajes de Solino indicando su nombre. Es probable, según vimos, que fuese manejado por Servio en sus comentarios a Virgilio, y pudo haber contribuido a engrosar el índice de nombres de animales registrado en el Latérculo de Polemio Silvio, suministrando la denominación de una serpiente 101 . Ya hemos señalado que Prisciano, un siglo más tarde, lo cita como autoridad en sus Instituciones gramáticas , y llegó incluso a tomar algunos datos de la Collectanea para añadir a su traducción de la «periégesis» de Dionisio. También Jordanes (Getica V 46; VII 55) parece haber incluido noticias que leyó o directamente en nuestro autor, o en Casiodoro. Casi toda la anécdota sobre el buey Apis que hallamos en Solino y algunos datos sobre el monte Olimpo los repite el Primer Mitógrafo Vaticano; los compositores de los grandes glosarios latinos, en particular el gramático Plácido (ss. V/VI ), bebieron también del compendio soliniano para ilustrar ciertas voces 102 , y los más antiguos escolios de Lucano , es decir, los Bernenses, usaron en dos lugares al menos a Solino (historia de Macedón, prodigios de la fuente de Debris entre los garamantes). Hacia mediados del s. VI , Verecundo de Junca (Commentarii super cantica ecclesiastica, Jon . 6) califica ya a nuestro autor como un versado historiador 103 . Isidoro de Sevilla es el último eslabón de la cultura antigua que tuvo ante sí el texto mismo de la Collectanea . En su tratado De natura rerum menciona a Solino por su nombre, y en las Etimologías , aunque no suministra los datos de los autores que manejó a causa de la estructura de la obra, vemos que depende del compendio soliniano en muchos pasajes —que copia íntegramente o reelabora— e incluso que cometió errores en la lectura del manuscrito 104 .

La forma concisa y sistemática de que se sirvió nuestro autor para exponer todas las anécdotas y portentos de la naturaleza, junto al hecho de que su escrito presentaba muy ordenadamente la síntesis geográfica de las distintas partes del orbe, desde el occidente hasta la India, reseñaba las islas y los mares y ofrecía noticias sobre los pueblos situados más allá de los límites explorados, hicieron del compendio soliniano una suerte de resumen enciclopédico sobre las regiones y las curiosidades del mundo sumamente apto para colmar la sed de informaciones sobre tierras, ciudades y poblaciones que existieron en otras épocas y que todavía se perpetuaban en los lejanos confines de Europa. Ésta es la razón de que su libro alcanzase gran popularidad, hasta constituir una de las piezas casi imprescindibles para prestar erudición a cualquier tratado, ya fuese de historia, de mitología, de geografía, de hagiografía, de cosmografía o de filosofía natural. Sin embargo, la repercusión de Solino en la Edad Media atraviesa dos fases: antes del año mil, tal como se infiere de la penuria de códices y de la rareza de citas de nuestro autor, el compendio no sería conocido por muchos autores. A partir del s. XI , en su condición de escritor que por haber renunciado a la elocuencia podría agradar a todos y porque a nadie debía resultarle gravosa la lectura de temas tan curiosos, fue muy apetecido y consultado, en especial en Francia, Inglaterra, Alemania e Italia. Es ahora cuando se copian los mejores manuscritos de que disponemos 105 y cuando muchos intelectuales, lo más granado de la literatura medieval en los géneros de la historia, de la ciencia y de la filosofía, consagran a Solino como un modelo venerable.

Reseñaré por siglos las huellas de Solino dentro de la literatura europea medieval. La Collectanea fue aprovechada, en el s. VII , por Aldhelmo de Malmesbury en la carta a Acircio, y por Odón (Audoenus) en la vida de San Eloy 106 ; los comentarios a Virgilio del Servio de Daniel (o Servius auctus) , probablemente redactados por Adamnan, contienen el dato soliniano sobre los umbros (2, 11). En el s. VIII fue manejada por Beda el Venerable (Historia ecclesiatica , editada en el año 731) y por el cosmógrafo Ético Istro 107 ; en el s. IX por el monje irlandés Dicuil en el libro De mensura orbis terrae , escrito en el 825, en donde no se oculta el nombre de nuestro autor, al que Dicuil siguió en muchas descripciones de forma literal 108 ; por el anónimo de Leiden De situ orbis , atribuido a Carlos el Calvo (840-887), que contiene varias excerptas citadas como Solinus polistoriarum; por Heirico de Auxerre, que insertó algunos resúmenes de Solino dentro de sus compilaciones, y por Remigio de Auxerre, que manejó a nuestro autor para su Commentum in Martianum Capellam; por Juan Escoto Erígena (Annotationes in Marcianum); por Adrevaldo Floriacense en los milagros de San Benito y por Walafrido Estrabón en la vida de San Galo 109 . En el s. X por el arcipreste León de Nápoles (Historia de preliis) , por Raterio de Verona (Praeloquia) y por el autor de la Vida de Cadroe 110 . En el XI por Marbodo de Rennes (Liber lapidum); por Adán de Bremen en la Descriptio insularum aquilonis; por el autor de la Satyra de amicicia et de conubio Saxoniçe et Franci , poema conservado en un manuscrito de St. Emmeran; por Pedro Damián, por Sigeberto de Gembloux; por Guiberto de Nogent (Dei gesta per Francos) , así como en los Gesta Treverorum y en el poema pseudo-ovidiano De mirabilibus mundi , compuesto probablemente por Teodorico de Saint Troud 111 . Lo utiliza el autor de las hazañas del rey Canuto (Gesta Canutonis) y se halla entre las Glosas de Ekkardo IV de St. Gallen; tal vez influye, por último, en el poema sapiencial Mater materne rationis, adeste superne 112 . En el s. XII lo encontramos en Fulquerio de Chartres (Historia Hierosolymitana) , que copia pasajes enteros y califica a Solino de exquisitor sagacissimus et dictator expertissimus; en Tomás de Kent (Roman de Toute Chevalerie); en un poema octosílabo de Alberico de Besançon; en Bernardo Silvestre (Commentarium in Martianum; Commentum sex libros Eneidos Virgilii); en Guillermo de Conches (Philosophia mundi IV, 24 [= PL 172, 95]; In consolationem I pr . 1, 54-54); en Juan de Altavilla o de Hauvilla (Architenius); en Guido de Basoches, dentro de su epistolario; en el carmen 134 de Baudri, abad de Bourgueil; en Giraldo Cambrense (Topographia Hiberniae , Distinction I, Cap. III, V y XVI; II, Cap. XVII), y en los bestiarios de este siglo 113 . Fue utilizado también por Guillermo de Malmesbury (Polihistor) , Honorio de Autun (De Philosophia mundi) , por el autor del poema didáctico De monstris Indie , por Gualterio Mapes (De nugis curialium) , por Godofredo de Viterbo (Memoria saeculorum) , por Guillermo de Tiro (Historia rerum in partibus transmarinis gestarum) , por Enrique de Huntingdon (Historiae anglorum) , por Juan de Salisbury, por la crónica de Monte Casino, por Osbern de Gloucester en su glosario, por Fulco en su poema sobre la Primera Cruzada, por Rainiero de San Lorenzo, por Radulfo de Diceto, tal vez por Gervasio de Tilburg, por Alano de Lille y por Enrique de Maguncia en el mapa del mundo 114 . Algunos pasajes de la obra geográfica de Guido de Pisa, escrita en 1119, siguen a Solino al pie de la letra, y en el libro De bestiis et aliis rebus , atribuido sin fundamento a Hugo de San Víctor, se completan los extractos del Physiologus latino con pasajes solinianos 115 .

Durante el s. XIII la Collectanea mantiene su pervivencia en Bartolomeo Anglico (De proprietatibus rerum [XV 62; 80; XVIII 38; 61]); en Jacobo de Vorágine (Legenda aurea, vulgo Historia Lombardica dicta); en Alejandro Neckam, abad de Cirencester (De naturis rerum et super Ecclesiasten); en Helinando de Froidmont (Chronicon); en Brunetto Latino (Livres du Tresor); en Alberto Magno (De proprietatibus rerum naturalium); en Conrado de Mure (Repertorium vocabularium exquisitorum) ; en Jacobo Aurie (Annales Ianuenses); en la obra de Roger Bacon (Opus maius, pars III; epistula de secretis operibus); en el poema anónimo inglés De rebus obscuris , compuesto hacia el año 1200; en Tomás de Cantimpré (Liber de natura rerum); en Vicente de Beauvais (Speculum naturale) , que maneja infinidad de citas solinianas, en los Gesta Romanorum y en un mapa sajón de este siglo 116 . Fue conocido asimismo por Guido de Grana en sus comentarios (2, 668; 3, 321) a los Gesta militum de Hugo de Mâcon. En el siglo XIV deja nuevos vestigios en la obra de Coluccio Salutati, en la de Bocacio (Genealogia deorum) , en Juan de Fordun (Scotichronicon) y en el dominico Martín Oppaviense (Chronicon Pontificum et Imperatorum) 117 . Además, resulta significativo que en un estudio rimado de cosmografía titulado el Dittamondo , escrito hacia 1360, Fazio degli Uberti componga una serie de viajes fingidos y se haga acompañar, tal como Virgilio guió al Dante, de nuestro geógrafo Solino 118 . Finalmente, durante el xv es posible hallar el reflejo de Solino en Annio de Viterbo (Antiquitates Naviae) , en Sicco Polenton (Scriptorum illustrium linguae latinae libri) , en Bartolomeo della Fonte (Fonzio), dentro de su comentario a Horacio, en la Imago Mundi de Pierre d’Ailly y en Ángel Ambroginis, llamado el Poliziano 119 .

Dentro de la cultura española, nuestro autor era conocido desde el siglo xv, al menos. Hay noticia de que Vasco de Lucena tradujo al francés un Quinto Curcio interpolado con pasajes de Solino, y de que fue leído por Antonio de Nebrija, que recomienda a nuestro autor en los versos introductorios del Isagogicon cosmographiae P. Melae 120 , y albergo ciertas sospechas de que pudo estar en la mente de Juan de Mena para la redacción del Laberinto de Fortuna . La presencia plena de la Collectanea se manifiesta con la llegada de los ejemplares que desde Nápoles trajo el Duque de Calabria hasta Valencia 121 , a comienzos del siglo XVI , y del códice que fue propiedad de D. Diego Hurtado de Mendoza, adquirido seguramente en Venecia y donado a Felipe II para la biblioteca de El Escorial (es la copia del G. III. 5); desde entonces la obra empezó a ser citada con frecuencia y es objeto de aprecio entre escritores cultivados, como ahora veremos. Otro acontecimiento reseñable es que en 1573 Solino fue traducido por primera vez a la lengua castellana. Respecto a su influencia posterior, valgan algunos ejemplos que he podido atisbar en mis lecturas y que sólo representan, con seguridad, una pequeña muestra de los réditos que nuestros humanistas obtuvieron de la obra.

Durante el siglo XVI Solino se benefició de la moda de las misceláneas, a las que brindaba ameno pasto en donde alimentar las fantasías por lo insólito y maravilloso 122 . Túvolo en cuenta Pedro Mexía cuando compuso la interesantísima Silva de varia lección (1540) 123 , pero fue sobre todo Antonio de Torquemada quien, en las diferentes secciones del Jardín de flores curiosas (1570), dejó patente cuán grande autoridad y crédito se concedía a Solino 124 . Pero también el doctor Andrés Laguna había visitado a nuestro autor para glosar, en su comentario a Dioscórides, la capacidad de eliminar el hambre que se adjudicaba al álimo, orzaga o armuelle (Solino, 11, 12) 125 , pues justo en la Europa de su tiempo un cosmógrafo francés, André Thevet, había calificado a Solino como «autoridad suprema» 126 . En la Philosophía secreta , publicada en 1585, el bachiller Juan Pérez de Moya remite varias veces a las afirmaciones de Solino, aunque siempre cabrá sospechar que no lo consultara directamente 127 . Diez años más tarde, en 1595, lo encontramos citado en un tratado de carácter histórico 128 . Pese a las intervenciones inquisitoriales y censorias que sufrieron bastantes obras de género fantástico, como el Jardín de Torquemada, la realidad es que el atractivo soliniano continuó ejerciéndose, y no sólo en España 129 , durante la primera mitad del XVII : hemos comprobado que la Collectanea fue aprovechada por Francisco Fernández de Córdoba (Didascalia multiplex , Lyon, 1615) 130 y por Francisco Cascales, que copia la descripción soliniana sobre los «seres» y el origen de la seda y celebra las alabanzas que nuestro autor dedica a la feracidad de Hispania 131 . Hacia las mismas fechas, entre 1615 y 1632, en el Diálogo I de los Días geniales o lúdicros Rodrigo Caro hace uso de la Collectanea para referir la historia del pastorcillo Poliméstor (Solino, 1, 97) 132 . Poco después, en 1653, Juan de Zabaleta (Errores celebrados) glosó una singularidad de Solino a propósito de las virtudes del basilisco 133 . Y ya en el siglo XVIII sigue siendo todavía citado por el P. Feijoo en su Teatro crítico universal a propósito de la ausencia de serpientes en Irlanda (tom. VII, disc. 6, § 7 = Solino, 22, 3) y de la llegada de Ulises a Caledonia (tom. VII, disc. 6, § 9 = Solino, 22, 1). Mas conviene advertir que, por lo general, cuando no se le cita nominalmente es difícil detectar en un texto la presencia de pasajes de abolengo soliniano, puesto que la misma información podía ser también leída en Plinio o llegar a la minuta del autor mediante cita indirecta 134 . Lo cierto es que las literaturas románicas modernas parece que ya no le dedicaron demasiada atención, pues a medida que creció el interés por los grandes creadores latinos, las obras menores acabaron reducidas a caso de poco momento. Tal vez fuese Gustavo Flaubert el último escritor importante que, al nutrir sus relatos con la fantasía de los prodigios antiguos, todavía halló en Solino retazos de la documentación idónea para inspirar el episodio final de la Tentación de San Antonio 135 .

IV. TRANSMISION DEL TEXTO

1. La tradicion manuscrita

Se conocen al menos unos trescientos manuscritos de la Collectanea 136 , de los que ciento setenta y cinco (incluyendo fragmentos, excerptas y epítomes) figuran en la edición mommseniana, en la que fueron sometidos a una metódica y ejemplar recensio . Mommsen los ordenó en tres familias.

1. La familia I de manuscritos la forman los llamados códices mutili , porque poseen una importante laguna hacia el final del texto (a su arquetipo le faltaba la última hoja). Todos los componentes de este grupo son algo más recientes que los códices de las otras dos clases. Su arquetipo, sin embargo, pertenece como mínimo al siglo VIII : es evidente que para la redacción de su tratado De mensura orbis terrae , escrito en el 825, dispuso Dicuil de un manuscrito de esta familia, puesto que la obra contiene la misma laguna. Los representantes de esta clase se dividen en dos ramas, una nórdica y otra meridional. Son miembros de la primera el Heidelbergensis Palatinus lat . 1568 (H) 137 , de finales del siglo X o comienzos del XI , y el Havniensis 444 (N), del s. IX , que fue corregido con un manuscrito de la familia III. Los dos testimonios de la rama meridional son el Vaticanus lat . 3342 (R), del s. X , escrito probablemente en Montecasino, y el Casinensis 391 (C), del s. XI . Es probable que ambos deriven de un único manuscrito, llevado a Montecasino desde el norte de Europa. Todos los ejemplares comparten una serie de interpolaciones propias de la familia, algunas de las cuales proceden de Isidoro (Origines) 138 ; por lo demás, nos proporcionan una fiel transmisión del texto.

2. La familia II cuenta con ejemplares más antiguos que la I, pero ambas se hallan estrechamente emparentadas pues coinciden en numerosos errores, frente a la III, que adopta la lección correcta. En cambio, el arquetipo de la familia II poseía la última hoja, y todos los códices carecen de las interpolaciones propias de la I. Sus principales representantes son: el Leidensis Vossianus 87 (L), del s. IX , escrito hacia el 850, el más antiguo de toda la tradición; el Parisinus lat . 7230 (M), del siglo x, muy cercano al anterior; el manuscrito Gudianus lat . 163 (G) de Wolfenbüttel, del s. x, y el Parisinus lat . 7230 A (Q), del s. X . Esta familia arroja asimismo un excelente texto, pues hay bastantes pasajes de la obra en los que únicamente sus códices, frente a las familias I y III, mantienen la solución satisfactoria.

3. La familia III consta de los llamados por Mommsen códices interpolati et contaminati 139 . Los ejemplares de esta familia pertenecen en principio a las otras dos, con la destacada particularidad de que ofrecen veintiséis incrementos del texto de mayor o menor amplitud 140 y numerosas variantes estilísticas, amén de la segunda epístola o carta justificatoria de la refundición de la obra por el autor y del cambio de título (de Collectanea r. m . pasaría a llamarse Polyhistor) . Son los siguientes: Sangallensis 187 (S) y Angelomontanus I, 4, 15 (Engelberg 67) (A), ambos del s. X , que derivan de la familia I, mientras que el Parisinus lat . 6810 (P), del s. X , forma parte de la familia II. Estos códices comparten un cierto número de faltas e interpolaciones con los miembros de las familias I y II, y por eso se les denomina contaminados. Hubo dentro de la tradición, en efecto, una desaparecida recensio que amplió el texto de la Collectanea al margen o entre líneas; pero mientras que los hiparquetipos de las familias II y III tomaron sólo una pequeña parte de estas adiciones, los contaminati (SAP), en cambio, las incluyen por entero. Mommsen consideró estas amplificaciones, incluida la segunda carta, como obra de un interpolador de los siglos VI-VII , y a la praescriptio de los códices de la tercera familia (Iuli Solini sive grammatici Polyhistor ab ipso editus et recognitus) como un error o mixtificación de la tradición. Podría pensarse que tales códices no merecen, por cuanto llevamos dicho, demasiada atención, mas lo cierto es que encierran innegables ventajas y no deben ser excluidos a la hora de construir el texto. En algunos pasajes, las familias III y II nos facilitan la lección correcta, frente a la I; en otros, la solución viene dada por la tercera y la primera, frente a la II, y a menudo esta sola clase III es la que abre la vía exacta. Una ventaja del Parisinus 6810 consiste en ser el único códice que a menudo contiene la lección acertada, cuyo origen podría estar en la comparación efectuada con otros manuscritos hoy perdidos, mejores que los actuales, o también en las acertadas conjeturas de un lector culto. Esa circunstancia, así como la convicción de que el propio Solino había escrito la segunda carta y aumentado la obra con las adiciones largas, fueron determinantes para que Salmasio hiciese de este códice la base de su edición.

Así pues, tres recensiones sobrevivieron desde la Antigüedad hasta alcanzar la época carolingia. Dos de ellas, los progenitores de las familias I y II, parecen haber viajado a las abadías del Loira, mientras que el antepasado de la III, que fue manejado por Walafrido Estrabón para escribir en la primera mitad del s. IX la vida de San Galo, estuvo en Fulda. Afortunadamente, las tres reúnen una confortante paridad, de suerte que dejan pocos resquicios a la crítica conjetural. Casi no hay lugares que estén corruptos en la totalidad de la tradición, por lo cual la tarea primordial del editor debe enderezarse a elegir la lección adecuada entre dos variantes, a veces entre tres. ¿Significa esto que podemos postular un arquetipo común para los (hip)arquetipos de las tres familias, o bien los miembros de las clases I y II dispusieron de un arquetipo distinto al de la III? Mommsen contestó afirmativamente al primer enunciado de la pregunta, apoyándose en el hecho de que un cierto número de corrupciones se encuentra en todas las familias de manucritos. En tres lugares, por ejemplo, hay cifras dañadas: las correctas, que figuran en Plinio, las transmite asimismo Marciano Capela, que en estos pasajes seguía a Solino; por lo tanto, los códices conservados no derivan de dos arquetipos, sino de uno, que era más reciente que el ejemplar que leyó Capela, el cual ya contenía todos los fallos. Hacia el mismo resultado apuntarían otras falsas lecciones y algunos glosemas heredados por toda la tradición manuscrita; incluso la división en rúbricas, que probablemente partió de Solino, se halla en todos los códices y es probable que remonte más allá del arquetipo. Kirner pretendió, en cambio, que hubo dos arquetipos, alegando que, de las corruptelas comunes, una parte no son tales, otra podría incluirse en la cuenta de Solino y el resto se explicaría porque las lecturas de la tercera familia sólo las conocemos por manuscritos contaminados, es decir, no las conocemos por completo 141 . V. von Büren (Une édition critique , 59; 72; 87) acaba de postular la existencia de dos arquetipos tardoantiguos de los siglos V-VI , copiados en Italia del Norte (Ravena/Verona); de Γ (Collectanea) y de Δ (Polyhistor) derivaría la tradición de Solino que se funde en una serie importante de manuscritos de las tres familias (Mi, N, V, L, Q, M, P). El mejor argumento en refuerzo de la tesis mommseniana favorable al arquetipo único lo ha dado Walter merced a su magnífica hipótesis sobre la trasposición del pasaje relativo a Eubea 142 . Sucedió con frecuencia que al pasar el material escrito desde las hojas al rollo, una hoja del texto cambiaba de lugar: como esta equivocación sobre Eubea se encuentra en todos los códices, cabría pensar que las tres familias provienen de un mismo prototipo (el ejemplar original, del que saldrían tanto la Collectanea como el Polyhistor) .

Sobre los manuscritos de la Collectanea que no conoció Mommsen, nos limitaremos a reseñar algunos de los más importantes: Cava, Archivio della Badia della Santissima Trinità, 3-II, del siglo XI ; Frankfurt del Meno, Stadt- und Universitätsbibliothek, qu. 71, del s. IX ; Monte Cassino, Biblioteca del Monumento Nazionale, 391 T-1, siglos IX/X ; Oxford, Bodleian Libr., Auct. T. 2. 28, del s. IX-X ; París, Bibliothèque Nationale, latin. 8818, del s. XI ; Roma, Biblioteca Nazionale Centrale, Sess. 17/1352-II, del s. XI ; Siena, Biblioteca Comunale, F V 8, del s. IX/X ; Vaticano, Barb. lat. 160-IV, del s. XI ; Viena, Österreichische Nationalbibliothek, 891, del s. x 143 ; Londres, British Library, Egerton 818, del s. XI 144 ; Trier, Seminar-Bibl. R. III. 61, del s. XI 145 ; así como varios fragmentos en Augsburg 146 y en un manuscrito inglés del s. XI 147 . En España, podemos mencionar los siguientes ejemplares: El Escorial, Real Biblioteca, cinco códices: Q. I. 11, de comienzos del s. XII ; G. III. 5 (dos copias), del s. XIV, y los registrados como C. IV. 18 y M. III. 23, del s. xv; en Madrid, Biblioteca Nacional, otros cuatro: 19 y 512-FDG (d), ambos del s. XII ; 8696, del s. XIII/XIV , y 8816, del s. xv; Valencia, Biblioteca Universitaria 2216, del s. xv, que es probablemente el ejemplar de la colección del Duque de Calabria citado con el núm. 577 por Menéndez Pelayo 148 ; hay además una copia del s. XVI en la Universidad de La Laguna 149 .

Recordemos, finalmente, que la inclusión de dibujos y miniaturas en cuatro códices de Solino ha permitido detectar la existencia de un interesantísimo y antiguo ciclo de ilustraciones de la Collectanea que arranca de la Antigüedad tardía, pues se generó entre los siglos IV y VI . Este ciclo contaba, al parecer, con 260 secuencias dibujadas, mapas incluidos. En el manuscrito londinense del Museo Británico, Egerton 818, folio 2°, están representados el mismo Solino, que lleva el libro en su mano izquierda, y a su derecha Advento, que tiene la carta de dedicación; ambos visten ropas talares antiguas, pero Solino lleva un gorro puntiagudo similar a una tiara 150 .

2. El problema de la segunda elaboracion

Ya hemos anticipado en varias ocasiones que los códices de la familia III adjuntan una segunda epístola justificatoria inmediatamente después de la dedicatio 151 y que contienen una serie de adiciones, no reconocidas como interpolaciones hasta Mommsen, que faltan en el resto de los manuscritos. Estos datos despertaron en Salmasio el convencimiento de que la Collectanea había experimentado una doble recensión, la primera cuando todavía no se hallaba lista para la edición, la segunda después de corregida y reelaborada por el propio Solino. Nuestro autor habría visto cómo ciertas personas, movidas por la impaciencia, consiguieron el compendio cuando aún estaba incompleto y sin pulir y lo publicaron, pero luego él mismo daría una versión corregida, que privaba de valor a la primera. Pese a todo, debieron de circular copias de ambas ediciones, lo cual provocaría que los copistas confundiesen ambas versiones y crearan multitud de variantes, de combinaciones entre las distintas lecturas y de dobletes 152 .

Mommsen rechazó enérgicamente esta genealogía en la historia de la Collectanea; defendió que los aumentos del texto añadidos en los códices de la tercera clase eran, por su contenido, obra de un monje escocés que hacia finales del VI o comienzos del VII llegó a Bregenz siguiendo a San Columbano e introdujo en el libro varias noticias extensas sobre el norte de Europa y las islas de Britania, completando de paso algunos datos exóticos, como el relativo a la pimienta. También la segunda carta saldría de la cabeza de este falsario para hacer verosímiles los cambios sufridos por la recensio habitual del compendio 153 . Frente a la afirmación contenida en la epístola de haber engrosado el libro con más extensas composturas a fin de fomentar los saberes, Mommsen arguye que esa promesa se ha incumplido: las adiciones materiales largas son casi irrelevantes en proporción a la suma de la obra, y los restantes casos se limitan a simples cambios de expresión. Además, al final de la misma se halla escrito: «advertirás que te tengo el mismo respeto que mostré hacia aquella persona a quien dediqué la suma de nuestro esfuerzo». Se infiere entonces que esta carta fue dirigida a una persona distinta a aquella a la que dedicó la primera recensio; y sin embargo, tanto al frente del primero como del segundo prefacio reza la salutación «Solino a Advento». Mommsen dedujo de ello que el propio falsario se había traicionado y que esto debieron barruntarlo algunos copistas, hasta el punto de que existen manuscritos en donde el nombre de Advento ha sido reemplazado en el encabezamiento por el de Constancio, y en otros por el de Herenio (serían nombres ficticios de un imaginario amigo de Solino).

Pero en desacuerdo con la explicación mommseniana se oyó pronto la voz de Kirner, que insistía en la posibilidad de la segunda recensión. La carta dirigida al desconocido era, a su parecer, auténtica, ya que ni las adiciones materiales tenían tan poco valor como les atribuyó Mommsen ni los cambios debían calificarse de formales, sino de modificaciones esenciales de cada pasaje. Tampoco el falsario habría cometido la torpeza de repetir la misma salutación en ambas cartas, sino que la espuria dedicación a Advento constituiría sin más el error de un copista (de hecho, falta en S) 154 . Años más tarde Walter reavivó la polémica y consagró toda una monografía a respaldar la tesis de una segunda edición de la Collectanea . Según Walter, para llegar a la génesis de las dos recensiones se habrían cumplido los siguientes pasos: compilando sus noticias a partir de diversos modelos, Solino compuso una minuta en un borrador (un libro) o en hojas sueltas. Luego permitiría que estos materiales se pasaran en texto continuo a un rollo, que sólo representa la primera redacción en limpio o copia preliminar, pero a la que nuestro autor podía considerar ya el original de su obra. De la transcripción al rollo se ocuparía un amanuense, puesto que el rollo contenía ciertas faltas (incluido el salto de lugar del pasaje relativo a Eubea) que pasaron a toda la tradición manuscrita. Solino escribió entonces la dedicatoria a Advento y las rúbricas o títulos de los capítulos; acto seguido, algún allegado obtuvo la copia de dicho original y, sin haber solicitado permiso, la dio a la publicidad: sería el arquetipo de todos nuestros manuscritos.

Solino, que aún no habría dado la última mano a la obra, decidiría luego efectuar una reelaboración material y estilística de la misma. Cuando acabó la tarea, envió su primitivo ejemplar ya revisado (¡aunque no tuvo la precaución de eliminar las partes del texto corregidas o reemplazadas!) a un amigo desconocido por nosotros para que le diese su aprobación. Esto se deduce de su nueva carta, y en ella confirma la epístola-prefacio de dedicación a Advento. Se supone que este segundo y definitivo original, editado con el visto bueno de su autor, vio finalmente la luz y llegó a las manos de Advento, pero ha desaparecido sin dejar rastro; en cambio, el ejemplar revisado remitido al amigo que debía leerlo se convertiría, junto a la carta de acompañamiento, en el punto de arranque de la tradición que figura en los manuscritos contaminados de la tercera familia.

Es difícil aceptar semejante reconstrucción de los hados de la Collectanea , que violenta a menudo cuanto sabemos sobre la edición de las obras antiguas y necesita retrotraer a la pluma de Solino una serie de fenómenos que antes parecen propios de copistas tardíos o medievales. Sallmann ha destacado las paradojas y contradicciones más evidentes 155 , que resumimos: no es pertinente la propuesta de autenticidad de las rúbricas, las cuales ya contienen la trasposición del pasaje sobre Eubea. Esta falta podría haber escapado a Solino mientras reelaboraba la obra, pero no al componer los títulos que se insertan al final del original, cuando leía con ojos de compositor, no de crítico de estilo, pues advertiría que en 11, 15 debía ya colocar el título de Eubea, y no aplazarlo hasta 11, 24. En cambio, un rubricista tardío se limita a seguir el orden que halla en el texto y no introduce cambios. Esperaríamos ver trabajar a Solino sobre un códice y no sobre un libro (rollo), que es como se conservó la obra; de todas formas, si el primer original estaba ya dedicado y con rúbricas, eso más bien significa que se hallaba destinado a la publicación. De no existir la carta de acompañamiento al amigo, las adiciones que presenta la familia III jamás cabría referirlas al autor: si ya es arduo probar en una variante que su origen es antiguo, demostrar que ha surgido de la propia mano del autor constituye un imposible. Examinados los incrementos de texto, resulta que Mommsen se aproximaba mucho a lo justo: seis de ellos son amplificaciones retóricas, y en quince ocasiones se trata de noticias cuya extensión se completa con pasajes plinianos o de fuentes ignotas, un procedimiento habitual entre los escoliastas 156 . Lo que hace verdaderamente sospechosa la carta es su minuciosa exactitud, que induce a pensar que al autor le importaba dejar bien clara su oportunidad y autenticidad; como ejemplo literario, se trata de un caso insólito y sin paralelos. ¿O cabría imaginar que la carta privada al amigo es tan sólo una ficción para justificar una segunda edición que retocaba otra anterior, menos a gusto del autor? Hay incluso otros motivos para la reflexión. No se vislumbra por qué el ejemplar ya refundido dedicado a Advento, que era la copia definitivamente destinada a la publicación, se ha perdido irremisiblemente. ¿No lo recibió acaso el destinatario, o se excusó del honor editorial, de manera que sólo se transmitieron las copias privadas sacadas del ejemplar hecho para el amigo? La verdad es que todos los casos documentados de edición ilegítima sucedieron porque el autor tenía impedimentos para rematar su obra, o porque renunció a la proyectada edición completa o porque el libro no estaba destinado a la publicación 157 . Pero las circunstancias de la Collectanea excederían toda lógica, pues parece inexplicable la preponderancia de que disfrutó la tradición espuria sobre la auténtica, máxime cuando esta última tendría que haber estado avalada no sólo por el encabezamiento («El Erudito de Julio Solino, también llamado gramático, editado y corregido por el propio autor») , si es que lo consideramos auténtico, sino también por la carta al amigo.

Anteriormente dijimos, al ocuparnos del destinatario y de la fecha de composición, cómo Schmidt aboga nuevamente por la autenticidad de la segunda carta y de la refundición de la obra, aunque parte de un proceso distinto 158 . Su planteamiento critica primero la tesis mommseniana como merecedora de poco crédito, porque: 1. Los pasajes atribuidos al interpolador se mimetizan muy bien con el texto, lo que significa que esa tradición no es secundaria, sino principal. 2. El valor informativo de las adiciones no es nada despreciable, y en ellas se traslucen las mismas fuentes que en el original. 3. Es verdad que hay discrepancia entre lo que la segunda carta anuncia y lo que finalmente se ha realizado, pero eso no basta para decir que los incrementos son puro ejercicio escolástico. A continuación, se rebate la explicación de Walter: no debe postularse la existencia de una copia en limpio, sino de un trabajo ya acabado. Además, la carta dedicatoria original sería transmitida junto con la primera redacción del texto, y es falso que la segunda carta tuviese carácter privado, pues no es normal que un amigo cualquiera del autor pusiera también en circulación el ejemplar recibido y colocase al comienzo del texto la carta en que le ruega que sea cancelada la primera redacción.

La teoría de Schmidt sigue otro camino. La primera carta es auténtica y su receptor sería una persona encumbrada, un mecenas abierto a todos los escritos y conocido personalmente por el autor; estaba ya dispuesta para la publicación junto con una copia terminada del texto, que sirvió también de base a la segunda redacción. A su vez, la segunda carta es poco tópica; advierte del nuevo título y se dirige a un nuevo destinatario, que no tendría el mismo rango social que el anterior. Lo de la publicación precipitada del primer texto fue, probablemente, una afirmación exagerada, porque Solino debió de activar y ayudar en cierta medida a esa interceptación del ejemplar. En la segunda redacción (texto revisado y corregido) la primera carta se mantuvo en la introducción, que sería ordenada así: nuevo título (Polyhistor) -segunda carta-rúbricas-primera carta. Así pues, la carta dedicatoria original llegaría a circular en ambas versiones (con la interceptada, con la revisada y corregida). Sin embargo, era preciso impedir que un ejemplar de esta nueva y última edición llegara a manos del destinatario original, lo cual significa que Solino sólo podía confiar en ello si aquél estaba ausente y, presumiblemente, no regresaría demasiado pronto. Por lo tanto, Solino sustituiría al primer mecenas por otro personaje influyente, y para que éste no se sintiese sólo como un convidado suplente, decidió dar al texto una nueva redacción que mereciese la pena difundir. Nuestro autor se tomó un tiempo para revisar el texto: desechó la primera versión y la refundió en la segunda de forma superficial (!), aunque reconocible, por no quedar como embustero (pues calculaba que la versión interceptada acabaría siendo conocida por el nuevo destinatario).

El resto lo conoce ya el lector. Ese primer destinatario que abandonó en seguida Roma para no volver demasiado pronto era Constancio II, aunque por desgracia su nombre fue reemplazado por el de Advento, que saltó de la segunda a la primera carta. El segundo destinatario fue el desconocido Advento, a quien no molestaría actuar como suplente del Emperador, y el autor sólo pretende que difunda la nueva redacción 159 . En virtud de su hipótesis, Schmidt recomienda que en el futuro el libro de Solino sea denominado Polyhistor , porque así lo dejó escrito el autor, y que las redacciones e incrementos de la segunda redacción constituyan la base de cualquier texto crítico (códices de las familias I y II con la dedicación a Constancio).

Para aliviar en lo posible este apartado, nos centraremos exclusivamente en dos obervaciones. Si Solino se tomó un tiempo para refundir la Collectanea y alumbrar el Polyhistor , parece que el resultado fue decepcionante (por superficial, claro); un análisis detenido de las variantes y pasajes atribuidos a la segunda versión me confirma que antes son incisos explicativos o búsqueda sinonímica de términos sencillos que verdaderas mejoras de contenido, y que el número de datos erróneos es grande. Por otra parte, no se alcanza a comprender por qué Solino tenía que sustituir al destinatario: si la Collectanea fue interceptada antes de que Constancio llegase a Roma, cabe suponer que nuestro autor no le haría entrega de su imperfecta obra porque ya estaba resuelto a realizar la nueva versión. Lo lógico es que al Emperador, conociendo lo sucedido, le pareciese bien que no desearan ofrecerle un libro en ciernes; en cambio, es fácil que se enojase en el caso de que la versión definitiva fuera dedicada a un nuevo personaje 160 . ¿O acaso Solino creyó que Constancio nunca se enteraría, porque le cambió el título? Lo normal sería haber refundido el libro y retocado la carta, remitiéndoselo luego al príncipe 161 . No es excusa que Constancio abandonase pronto Roma, pues si Julio Valerio y Asmonio le dedicaron sus composiciones cuando vivía fuera de Italia, lo mismo podía haber hecho Julio Solino.

Sopesados, en definitiva, todos los componentes del problema, siempre quedará un poso de duda sobre cuál fue el origen de esta otra carta y de las adiciones incluidas en los códices de la tercera familia. Mommsen se esforzó en probar la naturaleza postsoliniana de todo ello y existe al menos consenso en considerar que, si hubo una segunda y sola edición aprobada por el autor, su rastro desapareció y no han sobrevivido manuscritos directos que la perpetuasen, lo que equivale a decir que la clase III también desciende, en última instancia, de los arquetipos de las familias I y II. Francamente debemos reconocer, con Kübler, que la primera recensio parece haber salido triunfante, ya en la propia Antigüedad, frente a la segunda 162 . Con tales datos necesita contar la crítica prudente: Mommsen nos ha legado el texto que leyeron Agustín, Marciano Capela, y, seguramente, Prisciano e Isidoro, y gracias al avance de la investigación disponemos de algunas nuevas orientaciones sobre esa pretendida reelaboración que sufrió la obra. En las notas a los correspondientes pasajes podrá valorar el lector si los incrementos de los códices S, A y P traslucen un marchamo que autoriza a asociarlos directamente a la pluma de Solino o más bien abonan la tesis mommseniana de que fueron elaborados por otra mano, tal vez muy cercana a la época del autor. Como ha escrito V. von Büren (Une édition critique , 87), el texto establecido por Mommsen no debe «mejorarse», aunque sí su aparato crítico.

3. Variantes respecto al texto de Mommsen

En la presente traducción hemos seguido el texto de la edición crítica de Th. Mommsen, CRM 2 , de la que únicamente nos hemos desviado en los pasajes que a continuación se indican. La numeración de capítulos y párrafos es la misma que en la edición citada.

1, 47:adopto la lección reprehensum transmitida por la mayor parte de la tradición manuscrita frente a deprehensum , preferida por MOMMSEN 163 .
1, 80:prefiero la variante Laodice , de una parte de la tradición manuscrita, frente a Laudice , elegida por MOMMSEN .
1, 96:introduzco la conjetura de LAURENS harenispedibuspendentibus 164 .
1, 98:modifico Vipsanoque en Vipstanoque 165 .
1, 102:establezco la corrección Siccium en lugar de Sicinium , y Aternio en lugar de Aterio .
1, 113:no considero que sea sospechosa la indicación [semper absolutus ], como hizo MOMMSEN .
2, 8:elimino Siciliae por considerar que no es sino una glosa marginal 166 .
2, 9:adopto la variante Digitiorum , que figura en un grupo importante de códices, en vez de Digidiorum .
2, 11:frente a la lección Metapontum , estimo preferible la conjetura de SALMASIUS Hipponium , basada en la forma Hypontum , transmitida por uno de los códices (P2 ) 167 . Me inclino además por la variante Ombrios , que se halla en tres manuscritos (NHS), en lugar de Umbrios .
2, 13:MOMMSEN reconstruye el pasaje del siguiente modo: a gubernatore Aeneae appellatum Palinurum, a tubicine Misenum, a consobrina *Leucosiam insulam inter omnes perspicue convenit; a nutrice *Caietam, ab uxore Lavinium, quod… Sigo, sin embargo, la propuesta de MACÉ , basada en excelentes razones comparativas dentro de la tradición manuscrita de Solino 168 : Par sententia est inter auctores a gubernatore Aeneae Palinurum, a tubicine Misenum, a consobrina Leucosiam insulam, a nutrice Caietam, ab uxore Lavinium esse nuncupata, quod…
2, 28:corrijo Coelius y escribo Gellius .
3, 4:por considerar que es una glosa, elimino del texto la frase quod in eo agro unicum est , que ya despertó recelos en MOMMSEN 169 .
4, 2:el pasaje figura así en la tradición y en la edición mommseniana: Sed ut haec et Iolaum… praeterea et Ilienses et Locrenses transeamus . He introducido la conjetura propuesta por Macé 170 : Sed ut et haec et Iolaum…
7, 9:en su texto, MOMMSEN separó así las frases: Anthia et Cardamyle. Ubi quondam fuere Thyrae, nunc locus dicitur . Sin embargo, la puntuación debe establecerse de otro modo: Anthia et Cardamyle ubi quondam fuere, Thyrae nunc locus dicitur 171 .
7, 18:escribo Aegialeus por Aegialus y Crunescon en lugar de Cruneson , atendiendo a la sugerencia de CURTIUS 172 .
10, 8:he optado por restituir el nombre correcto Serrhio promunturio sustituyendo el término corrupto Sperchivo promunturio 173 .
10, 10del texto urbs Abdera… Hanc Abderam olympiade prima et tricesima senio… elimino Abderam por estimar que es una glosa 174 .
11, 4:enmiendo el Cylisson del texto mommseniano en Tylisson .
11, 5:en virtud de PLINIO (IV 58), estimo que debe leerse mox Curetim y no mox Curetum . Corrijo Crete rege por Creteo rege .
11, 9:comparto con SALMASIUS la idea de que el nombre Lenaeus , recogido en numerosos códices y en la edición mommseniana, debe ceder paso a Lethaeus .
11, 17:suscribo nuevamente la propuesta de SALMASIUS a favor de incluir el nombre de la isla de Ios en detrimento de la lección general Chios .
11, 24-25:ambos parágrafos de la edición mommseniana cambian de lugar y son trasladados inmediatamente antes de 11, 15 175 .
11, 26:frente a la lección general y absurda de la tradición manuscrita, marmore Paros nobilis, Abdelo oppido frequentissima , introduzco la excelente conjetura de BECKER , marmore Paros nobilis, ab DeloXXXVIII mil .〉: oppido frequentissima 176 .
13, 1:Psilonstoma rectifica al Spilonstoma del texto.
15, 10:el término Sicinio que figura en la tradición manuscrita debe ser reemplazado por Silio .
19, 4:corrijo la lectura dañada Alierum flumen en Bactrum flumen .
22, 4:no traduzco [votum ]. Considero, con MOMMSEN , que debe ser eliminado por constituir una glosa.
24, 10-11:MOMMSEN puntuó del siguiente modo: audiuntur et cantus tibiarum et tinnitus cymbalorum per oram maritimam . 11 A Lixo abest quinque et ducentis milibus passuum . Pero debe establecerse de esta otra forma: ….tinnitus cymbalorum . 11 Per oram maritimam a Lixo abest… 177 .
24, 14:altero el orden de palabras (quae torrente perpetuo et sole nimio plus quam ignito) , que queda así: …perpetuo sole et nimio plus… 178 .
27, 44:corrijo la grafía del nombre Battius y escribo Battus 179 .
27, 49:introduzco la lección del manuscrito N, inpressiones .
27, 53:modifico el nombre Apellis y, basándome en la lección Apollinis de la mayoría de los códices, restituyo Apollodori .
28, 1-2:la tradición manuscrita trasmite este nombre de un antiguo pueblo africano: …Amantum… Amantes… Amantas . MOMMSEN mantiene dicha grafía en su edición. Sigo, sin embargo, la conjetura de JACOBY , restituyendo …Garamantum… Garamantes… Garamantas 180 .
32, 6:no considero sospechosa la lección [diffusae et ], como hizo MOMMSEN 181 .
32, 25:por conceder crédito al texto de PLINIO (VIII 90), cabe eliminar el término strophilos por constituir una deformación manuscrita del original trochilos .
38, 3:suprimo hunc , que ya había despertado recelos en MOMMSEN .
42, 3:la edición mommseniana subsanó así este breve pasaje deteriorado: *pugnatam malam pugnam . Me adscribo, sin embargo, a la solución dada por LANDGRAF: *pugnatam male pugnam 182 .
45, 16:rectifico la transmisión ad annos LXX vixisse en ad annos LXXV vixisse 183 .
46, 2:leo L. Iulii Caesaris en lugar de C. Iulii Caesaris .
46, 4:elimino la conjetura de MOMMSEN hispida turgescat y mantengo la lección de los manuscritos, hispidatur. Gestat 184 .
51, 1:recibimos de la tradición y edita MOMMSEN: inter hos et Indiam gnarissimi Ciconas locaverunt . Favorezco la conjetura de WALTER , ignarissimi 185 .
52, 1:introduzco la propuesta de SALMASIUS Ab Emodis , reemplazando la lectura A Medis .
52, 9:corrijo quietum genus en quintum genus 186 .
52, 38:no debe eliminarse la indicación [et tricornes ], como propone el editor.
52, 55:escríbase Cypri 187 .
52, 56:escríbase Cypro .
54, 14:no considero que sea sospechosa la lección [Carbyle sive ], tal como señaló MOMMSEN 188 .
56, 5:efectúo la corrección de Massylicum en Mossylicum .
56, 15:admito la variante Ombrion frente a la lección Embrion .

En otra serie de pasajes que contienen errores en los nombres o en las cifras he preferido respetar la lectura de los códices por considerar, como señalo en las correspondientes notas, que son equivocaciones propias del autor —algunas de las cuales ya figuraban en sus modelos— que no estamos autorizados a enmendar 189 .

V. EDICIONES Y TRADUCCIONES

1. Ediciones

La Collectanea entró por vez primera en la imprenta en pleno siglo xv. La edición príncipe de Solino es presumiblemente la de J. Schurener de Bopardia, realizada en Roma hacia 1473, a la que seguirían la veneciana de Nicolás Jenson en 1473 y la milanense de Boninio Mombrizio, estampada entre los años 1474 y 1478 190 . Después, a lo largo de este mismo siglo y del siguiente, fue dado a la estampa casi treinta veces: conocemos la ediciones de París (1475), Parma (1480), Venecia (1491, 1493 y 1499), y Brescia (1498) 191 . Entre las del s. XVI , son dignas de mención la boloñesa de 1500 192 ; la Aldina de 1518, impresa en Venecia no por el propio Aldo Manuzio, sino por su cuñado Andrés Torresano d’Asola 193 ; la vienesa de Juan Camers de 1520, enriquecida con notas, más la de Basilea de 1557, que incluyó tanto los comentarios de Camers como los de Oporin; la aquitana de Elias Vinetus (Poitiers 1554) y la del jesuita español Martín Antonio del Río (Amberes, 1572, reimpr. 1577), que contiene censuras críticas al texto 194 . En el s. XVII , además de la decisiva aportación de Salmasius tantas veces mencionada (1629, reed. 1689), se cuentan otras siete ediciones solinianas. Las tres que ven la luz en el s. XVIII dependen de las anteriores: la de Leipzig de 1708 deriva de Reyher (1665); la de Goez (1777) y la Bipontina de 1794, de Salmasius. Entre éstas y la mommseniana cabe registrar aún la de G. F. Muratori (Turín, 1858), que recoge los textos de Mela y Solino. Ya hemos anticipado que las dos ediciones de Mommsen (1864, 1895) son sumamente ejemplares en su investigación de la tradición manuscrita y en la fábrica del aparato crítico 195 . A la última de ellas, como excepcional y casi definitiva fijación del texto soliniano, nos atenemos.

Solino se benefició también de algunos comentarios que perseguían ilustrar, para los lectores de la época, las curiosidades más notables descritas por nuestro autor. Ya hemos mencionado los escritos por Juan Camers para su edición de Viena de 1520. Durante las siguientes décadas asistimos a la publicación de las Diatribas de M. Accorso a Ausonio, Solino y Ovidio, en donde combina elementos de crítica textual y comentarios de carácter general (Roma, 1524); aparecen también los comentarios y mapas del cosmógrafo y hebraísta Sebastián Münster, incluidos en las ediciones de Solino impresas por Isingrin en Basilea en 1538 y 1543, así como el comentario atribuido a Juan Oporin, redactado hacia 1542, aunque comprende tan sólo los apartados 1-12 del libro primero. Antes de las monumentales Exercitationes de Salmasius, tantas veces mencionadas, todavía surgieron el comentario de G. Draut a su estampa de Solino en tres volúmenes (Francfort, 1603) y las anotaciones de J. J. Grasser a una nueva edición del Polyhistor (Ginebra, 1605; reimpr. Lyon, 1608; París, 1621, 1632) 196 .

2. Traducciones

Extranjeras . La más antigua traducción de la Collectanea es la que en el s. XII hizo al francés Simón de Bolonia para Balduino, conde de Flandes 197 . Ya en el XVI , un autor anónimo tradujo algunos extractos que insertó en el libro titulado Les merveilles du monde (Lyon, 1529; reimpr. 1534). Siguen en orden de antigüedad las traducciones al italiano: nunca se editó la de Nicodemo Tagli de Siena (Della diversa historia e parti del mondo) , que se conserva en un manuscrito de Florencia (Riccard. 1617) del siglo XVI , quizá la más antigua. Sí vio la luz, en cambio, la de G. V. Belprato: «Solino delle cose maravigliose del mondo , trad, da G. Vinc. Belprato, conte d’Anversa. Venet., Giolito, 1557»; aunque figura que el libro fue estampado en Venecia en el año 1557, lo cierto es que su salida se retrasó hasta 1558. La obra obtuvo bastante éxito, si reparamos en su inmediata reedición (1559). Y un traductor anónimo puso en circulación otra versión toscana, Delle cose maravigliose (Venecia 1570, reimpr. 1584), que sacó buen provecho de Belprato. Fue traducido al inglés poco después: «The excellent and pleasant worke of Iulius Solinus Polyhistor. Contayning the noble actions of humaine creatures, the secretes & prouidence of nature, the description of Countries, the maners of the people: with many meruailous things and strange antiquities, seruing for the benefitt and recreation of all sorts of persons . Translated out of Latin into English by Arthur Golding, Gent. At London, Printed by I. Charlewoode for Thomas Hacket, 1587» 198 . El volumen tiene una curiosa introducción a la vida de Solino, que ocupa cinco páginas, escrita por Juan Camers. Golding (1536?-1605?), que estudió en el Queens College de Cambridge, logró granjearse una buena reputación como traductor asimismo de César, de Ovidio y de Pomponio Mela. Algo más tarde publicó nuevamente la traducción de Solino, junto con la de Mela: «The learned worke of Julius Solinus Polyhistor with a necessarie Table for thys Booke , trsl. by Arthur Golding, London, Th. Hacket, 1590». La única versión alemana se imprimió en el tránsito al s. XVII : J. van der Heyden, «Solinus Zusammenlesung namhafter und gedenkwürdiger Sachen der Welt , verdeutscht durch Joh. Heyden, Francfort 1600». La Collectanea íntegra fue vertida al francés ya tardíamente por A. Agnant, «Caius Julius Solinus. Polyhistor », París, 1847 (Bibliothèque latine-française, 2e sér., XXVII).

Españolas . Existe una sola e interesante traducción de Solino al castellano, la tercera en antigüedad de todas las impresas conocidas; fue alumbrada en Sevilla, en 1573: «Julio Solino de las cosas maravillosas del mundo . Traduzido por Cristóbal de las Casas. Con privilegio y licencia de su Magestad. En Sevilla en casa de Alonso Escribano impressor en la calle de la Sierpe. 1573. A costa de Andrea Pescioni» 199 . Hay bastantes datos acerca de este noble sevillano, culto poeta y filólogo, autor asimismo de un vocabulario de las lenguas española y toscana (Venecia, 1576) 200 . La traducción de Cristóbal de las Casas no siempre acierta, pero es pulcra y de buen estilo castellano y sigue con bastante fidelidad el original, aunque está condicionada por las imperfecciones de las ediciones latinas coetáneas; tradujo asimismo las rúbricas y proporciona un útil índice de materias. Como buen conocedor del italiano que era, es muy probable que Cristóbal de las Casas se guiase por la versión de Belprato o por la veneciana anónima de 1570 201 .

VI. EPÍLOGO

Los cien años trascurridos desde la edición de Mommsen nos han permitido profundizar en el conocimiento de la Collectanea dentro de la historia literaria latina y valorar con más exactitud sus rasgos propios, pese a las discrepancias y controversias. Solino no construye, por supuesto, una obra maestra, ni siquiera brillante; pero basándose en la aportación enciclopédica de Plinio y en otras varias lecturas —geográficas, etnográficas, «paradoxográficas»— amalgama un curioso compendio de carácter recreativo. El libro sólo pretende ser un prontuario, un instrumento adecuado para clasificar en la mente del lector una imagen ordenada, coherente y asequible del orbe conquistado por Roma y de las tierras incógnitas. De esta forma, su ‘inventario del mundo’ se convierte en un texto que rebasa con creces los límites corográficos, puesto que engloba también la historia, la mitología, la descripción de la naturaleza, la etnografía y la astrología. Seleccionando los datos obtenidos en los libros, ofrece al ciudadano del Bajo Imperio, al aspirante a político, al futuro militar, al hombre de letras destinado a valerse de su cultura, al aventurero y al sedentario, algo más que esos ‘bocetos de viaje’ que fueron las periégesis , pues suministra una visión global de la tierra y de sus gentes, de sus riquezas, de sus leyendas y de sus costumbres, para que cada país y cada región permitiesen ensamblar con su nomenclatura insólita las distintas piezas de un mapa mental 202 ; proporciona además al público la ilusión de conocer los confines del mundo y de familiarizarse, mientras lee, con las antiguas razas de los héroes y con las recónditas poblaciones del África, de Etiopía, de la India, de Escitia y de la Europa atlántica, cuyas irregulares costumbres servirán de contraste para enaltecer la imagen de la civilidad de los romanos. El lector de Solino podía, en suma, abrirse a la fantasía de haber seguido los pasos del errabundo Ulises, «que vio las ciudades de muchos hombres y conoció su forma de conducirse» 203 . Quod rarum, carum .

La sencillez, incluso la credulidad, la renuncia a las grandes pretensiones que Solino anunció ya en el prefacio, otorgan a estas páginas una categoría narrativa digna. Podrán muchos pasajes imitar literalmente a Plinio. Cabrá señalar defectos y censurar a menudo incoherencias. Pero la rica espontaneidad, la sobriedad en la expresión elegida, la precisión de numerosos tecnicismos, la disposición del hilo conductor y la oportunidad de las asociaciones mnemotécnicas, que anteriormente destacamos, prestan a la Collectanea una ligereza y encanto suficientes para colmar tanto el deseo de adquirir una capa de instrucción como la necesidad de nutrir la imaginación y el universo fantástico del hombre tardoantiguo y medieval. Valiéndose de la amenidad, el compendio soliniano adquiere la condición de un manual que encerraba cuantas noticias extraordinarias merecía la pena conocer en los países visitados por la raza humana, y no debe extrañar que a finales del siglo XII Alejandro Neckam lo incluyese en la lista de obras cuya lectura recomendaba a los escolares 204 y que Guillermo de Malmesbury aconsejase a su amigo Guthlac las obras de Valerio Máximo y de Solino 205 . Porque tampoco Plinio, como recientemente se ha precisado, aspiró a algo más que a ser un buen divulgador de conocimientos, y casi nunca llegó a molestarse en refutar de modo explícito muchas de las informaciones que incluyó en su Historia , aunque no creyese en ellas 206 .

En todas las épocas hubo críticos que sinceramente tacharon de despreciables las misceláneas. Diego Hurtado de Mendoza (1503-1575), si es él quien compuso las Cartas de El Bachiller de Arcadia al capitán Salazar , reprobó en su día la obra de Pedro Mexía por estimar que no era «otra cosa sino un paramento viejo de remiendos y una ensalada de diversas yerbas, dulces y amargas… Mexía no puso en toda su Silva de su cosecha un árbol siquiera» 207 . Sin embargo, bien distinta y mesurada se nos antoja la vindicación de Menéndez Pelayo sobre aquella amena colectánea de Mexía escrita en el s. XVI : «con todas sus faltas y sobras, la Silva de varia lección , que hoy nos parece llena de vulgaridades y errores científicos, representaba de tal modo el nivel medio de la cultura de la época y ofrecía lectura tan sabrosa a toda casta de gentes, que apenas hubo libro más afortunado que él en sus días y hasta medio siglo después. Veintiséis ediciones castellanas (y acaso hubo más), estampadas, no sólo en la Península, sino en Venecia, Amberes y Lyon, apenas bastaron a satisfacer la demanda de este libro candoroso y patriarcal» 208 .

En puridad, los juicios emitidos por Mommsen tampoco fueron justos con nuestro autor, porque resulta patente que Solino llevó a cabo el provechoso ejercicio de compilación que había anunciado en su prefacio y así debieron entenderlo los miles de lectores que durante siglos lo tuvieron por oráculo experto. Si se mostró, en general, crédulo y nada crítico, su actitud obedece a la fe y admiración que la Antigüedad tardía profesaba a los auctores receptissimi ya consagrados 209 . Si cometió, en efecto, ciertos errores —aunque parejo caudal al que se detecta en otros autores 210 —, éstos no deben medirse cual si Solino hubiese sido un historiador reciente ayuno de método, sino como signo e índice de la cultura coetánea, cuyos criterios de valoración quedaron justificados en el prefacio de la Collectanea , y seguramente basta con que nosotros procedamos a «escardar y limpiar el libro de algunas bajezas que entre sus páginas tiene», como sugería Cervantes para el caso del Tesoro de varias poesías de Pedro de Padilla (Don Quijote , 1.a parte, cap. VI). Contemplado desde nuestra perspectiva actual, su principal defecto podría definirse como una saludable virtud: el haberse atenido a aquella regla formulada por Terrones del Caño de «repartir la doctrina cernida conforme a la capacidad del auditorio». Ya vimos que, a partir de una fecha, Solino fue designado con el nombre de gramático, y tal vez con acierto, por cuanto su labor es acreedora a la comprensión que, pensando en sí mismo, reclamaba Cascales para los eruditos: «Pues, si el poeta abraza tantas noticias de cosas, el gramático, que ha de explicar lo que él apuntó concisamente, o sean tantas cosas tocantes al astrólogo, o al médico, o al jurisconsulto, o al teólogo, o al marinero, o al labrador, o al ciudadano, o al rey, o al pícaro, o al vivo, o al muerto, o a la tierra, o al cielo, o a los peces, o a las aves, o a los truenos, o a los relámpagos, o a los rayos, o a los gentiles, o a los cristianos, o a los sacrificios, o a los agüeros, o al diablo, o al ángel, el tal gramático, ¿qué cornucopia, qué cosecha de cosas habrá menester para cumplir con su oficio?» 211 . Todas las materias tocó, en efecto, la Collectanea , y el simple hecho de que el libro haya llegado hasta nosotros, superando la selección natural de los siglos, debe bastarnos como confirmación de que Solino cumplió decorosamente con su oficio.

________

1 Claude de Saumaise, nacido en Semur en 1588, comentarista de la Historia Augusta y editor de Aquiles Tacio. Vivió en Heidelberg y Leiden.

2 No satisfecho con la primera edición, que apareció en 1864, Mommsen siguió revisando la recensión soliniana y publicó en 1895 un segundo y definitivo texto (vid . la bibliografía). Sobre las vicisitudes del proyecto y la labor previa de Roth y Parthey, MOMMSEN , CRM 2 , págs. LVII-LVIII. Su edición, sin embargo, no estuvo exenta de omisiones e inconsecuencias en el estudio de los manuscritos, de los que no estableció ningún stemma: V. VON BÜREN , «Vom Nutzen…», 95-98.

3 C. WEYMAN , Berliner Philologische Wochenschrift 16 (1896), 911.

4 F. RABENALD , Quaestionum Solinianarum capita tria , Dissert. Halle, 1909, pág. 1.

5 Mencionaré un ejemplo. Hasta tal punto la autoridad mommseniana debió actuar sobre A. SCHULTEN , que cometió la insensatez de omitir a Solino entre los autores que componen los Fontes Hispaniae Antiquae , I-IX (Barcelona, 1922-1987). ¿Para qué incluir la Collectanea , cap. 23, 1-14 y demás noticias sueltas sobre la Península Ibérica, si Mommsen había sentenciado que eran copia servil de Plinio carentes de valor? De seguir ese mismo criterio, ni Panessa (vid . nota 156 de nuestra traducción) ni Stern (vid . nota 1082) habrían incluido en sus colecciones los pasajes de Solino sobre la historia del ambiente y del clima y sobre los judíos respectivamente. Igual de lamentable es que los continuadores de la tarea schulteniana en la Universidad de Barcelona, L. Pericot y J. Maluquer, no subsanaran tal incongruencia y que la edición de los Fontes se cerrase definitivamente con los textos de Plinio y Mela, pero sin el de Solino (tomo VI, 1987, el último de la serie que vio la luz). La ventaja, al menos, es que la Collectanea aún no ha sido saqueada.

6 E incluso algunas fueron anteriores a la segunda edición de 1895, pero Mommsen las desdeñó. Así, la aguda corrección de Becker a 11, 26 (vid . nota 527 del comentario), que exonera a Solino de un grave desliz, innecesariamente vituperado por MOMMSEN (CRM 2 , págs. VIII-IX) y por SCHANZ (véase SCHANZ -HOSIUS , GRL III3 , pág. 225), o las lecciones sacadas por Macé del códice Vaticano 3343 (infra , nota 168 y siguientes).

7 Los escasos ejemplos fueron reunidos en primer lugar por MOMMSEN (CRM 2 , pág. V): un «C. Julio Solino» en una inscripción hispana (CIL II 2650), y «Solino» aisladamente en un epígrafe britano (CIL VII 31); figura también en varias improntas de alfarero halladas en Britania y en Italia (CIL VII 1331, 27 y 109; 1336, 1081 y 1082; XII 5686, 847). La nómina fue completada por A. HOLDER , Alt-Celtischer Sprachschatz , II, Leipzig, 1904, 1606 s., s. v. Solinus , con otro caso de Britania, seis de las Galias (entre ellos algunas improntas) y uno del Ilírico; recientemente A. MÓCSY , «Zu einigen Galliern in der Literatur der Kaiserzeit», Acta Antiqua Academiae Scientiarum Hungaricae 30 (1982-1984), 384-385, añadió seis ejemplos más (Solino/Solina) procedentes de Galia-Germania y otro dudoso de Roma (inscripción que recoge la biografia militar de un C. Julius Solenus , tal vez error por Solinus: CIL VI 32709).

8 MÓCSY , «Zu einigen…», pág. 385, hace notar que Solino pertenece a la serie de nombres célticos que han recibido un sufijo latino, como Bellinus, Nertinus, Loucinus , etc. Pero el origen celta de esta denominación personal, ya determinado por Holder, podría por las mismas razones estar directamente vinculado a la Britania romana e incluso derivar de una primitiva forma Sulinos , construida sobre la raíz del nombre de la diosa Sul (HOLDER , Alt-Celtischer… , II, 1665, s. v. Sulinos) .

9 MOMMSEN , CRM 2 , pág. VI; H. WALTER , «C. Julius Solinus und seine Vorlagen», Classica et Mediaevalia 24 (1963), 149-154. Por mi parte, sólo encuentro en la Collectanea dos pasajes que podría delatar que Solino era (o bien se consideraba) un provincial y no un itálico: cuando describe las islas eolias (archipiélago de las Lípari), conocidas como Hesfestias por los griegos, señala que «los ítalos» las denominan Vulcanias. Puesto que PLINIO (III 92) dice que el calificativo de Vulcanias le fue dado a nostris , Solino puede estar dando a entender que se trataba de un nombre poco familiar para los romanos que, como él, no eran itálicos, sino de la zona occidental del Imperio (SOLINO , 6, 1). Y en otro lugar (23, 14) escribe que el mar Toscano era llamado mar Jónico o Tirreno por los griegos, pero mar Inferior por los ítalos (cuando podría haber dicho «por los romanos»).

10 En efecto, ya desde el s. III a. C. se impusieron las denominaciones de kritikós (criticus) o grammatikós (grammaticus) como calificativos habituales para cualquier letrado que trabajaba sobre libros o textos, y la tradición se mantuvo hasta época bizantina; vid . A. DIHLE , «Eraclide e la periegesi ellenistica», en F. PRONTERA (ed.), Geografia storica della Grecia antica , Bari, 1991, págs. 67-68.

11 Vid . A. R. BIRLEY , «The Roman Governors of Britain», en Epigraphische Studien 4, Colonia-Graz, 1967, pág. 74, n° 30.

12 A. STEIN , Der römische Ritterstand. Ein Beitrag zur Sozial- und Personengeschichte des römischen Reiches , Múnich, 1927, págs. 166-167; H.-G. PFLAUM , Les carrières procuratoriennes équestres sous le Haut-Empire Romain , II, París, 1960, págs. 662-667, n° 247; III, París, 1961, pág. 992.

13 H. USENER , «Zur lateinischen Literaturgeschichte», Rhein. Museum 22 (1867), 446 (= USENER , Kleine Schriften , II, Leipzig, 1913, pág. 158).

14 En la abadía de St. Emmeram, por lo que fue primero conocido como cod. S. Emmerami 429.

15 G. GUNDERMANN , «Lucretius und Solinus», Rhein. Museum 46 (1891), 492-493.

16 MOMMSEN , CRM 2 , pág. VI. El argumento podría ampliarse con el hecho de que, desde el acceso a la prefectura del pretorio, Oclatinio tenía el tratamiento de eminentissimus vir , pero no de clarissimus (contra lo que afirma el Código de Justiniano IX 51, 1), y sólo al ejercer el cargo de cónsul ordinario tuvo derecho al «clarisimado». Vid . PFLAUM , Les carrières… , II, pág. 666.

17 Y es que podría tomarse por una afrenta, y no por un elogio, asegurar que la gran agudeza del analfabeto Oclatinio le capacitaba para reconocer cuáles habían sido los autorizados modelos de la Collectanea . De los aspectos literarios de la epístola a Advento nos ocupamos más abajo.

18 Cf. PFLAUM , Les carrières… , II, pág. 667. A la muerte de Caracalla en abril del 217, el ejército pensó en Advento para sucederle como emperador, dado que poseía experiencia militar y era un buen prefecto del pretorio, pero él se negó pretextando vejez; sólo entonces eligieron a Macrino, que compartía la prefectura con Advento y que fue el primero de los emperadores ecuestres (HERODIANO , IV 14, 2). Así pues, el peso político de nuestro personaje era ya grande antes de ejercer el consulado.

19 P. L. SCHMIDT , «Solins Polyhistor in Wissenschaftsgeschichte und Geschichte», Philologus 139 (1995), 23-35.

20 MOMMSEN , CRM 2 , pág. XXVI.

21 Que constituía el libro octavo de los Prata; sobre esta obra y su hipotética influencia en Solino, vid. infra .

22 Solino y Nicandro aparecen nominalmente citados en SERVIO , Coment. a Virgilio, Geórgicas II 215, como autores que se habían ocupado de los reptiles. G. KNAACK , «Analecta», Hermes 18 (1883), 33, arguyó que se trataba de una corrupción y propuso sustituirlo por Filino, de quien consta su dedicación a asuntos teriacales. La conjetura fue admitida por MOMMSEN (CRM 2 , pág. XXVI), pero otros estudiosos se han mostrado favorables a admitir la bondad de la cita serviana (véase W. S. TEUFFEL , W. KROLL , F. SKUTSCH , Geschichte der römischen Literatur , III: Die Literatur von 96 nach Chr. bis zum Ausgang des Altertums 6 , Leipzig, 1913, 178; SCHANZ -HOSIUS , GRL, III3 , pág. 226; SCHMIDT , «Solins Polyhistor…», pág. 34); de hecho, Thilo mantuvo en su edición de Servio la lectura «Solino». Además, no existe impedimento para que Solino fuera reputado un buen conocedor de la ofiología, según ha puesto de manifiesto C. SALEMNE , «Varia iologica», Vichiana (N. S.) 1 (1972), 338-343, y a los lugares comunes entre Solino y Servio ya detectados por Mommsen cabría sumar algunos otros (SOLINO , 7, 8, a propósito del silencio amicleo, y 27, 33, sobre los «quersidros»).

23 Teodosio II organizó en el 425 una escuela del estado dotada con cátedras de gramática y retórica. El ejemplar de Solino fue una copia hecha por el calígrafo de Teodosio y destinada, bien a la Escuela, bien a la biblioteca de la corte: O. PECERE , «Antichità tarda e trasmissione dei testi. Qualche riflessione», en O. PECERE (ed.), Itinerari dei testi antichi , Roma, 1991, pág. 76. La subscriptio de este códice puede verse más adelante, nota 137; V. VON BÜREN , «Vom Nutzen literarischer Handschriften», pág. 88.

24 Sin embargo, hay escritores del siglo IV que tampoco suministran noticias del cristianismo, y no vislumbro por qué un autor pagano tendría necesariamente que mencionarlo. Calificar los sacrificios humanos en la Galia de «abominable ceremonia» (suponiendo que esta indicación sea de Solino: mss. SA de la familia III) no puede alegarse como reflejo de convicciones cristianas, según piensa SCHMIDT («Solins Polyhistor…», 31), puesto que toda la Antigüedad clásica rechazaba tales actos, teniéndolos por signo de barbarie y ofensa a los dioses. ¿Y por qué Solino no hizo aflorar esa supuesta convicción cristiana al escribir sobre las víctimas humanas entre neuros y escitotauros (15, 3; 14)?

25 MOMMSEN , CRM 2 , págs. VI-VII.

26 Historia Augusta. Vida de Heliogábalo 26, 1; Vida de Alejandro Severo 40, 1; Vida de Aureliano 45, 4; Vida de Tácito , 10, 4; DIÓN CASIO , XLIII 24.

27 TÁCITO , Anales II 33; DIÓN CASIO , LVII 15. También Caligula usó vestidos de seda: DIÓN CASIO , LIX 26; SUETONIO , Gayo , 52.

28 H. WALTER , «C. Julius Solinus…», págs. 154-157; id., Die «Collectanea rerum memorabilium» des C. Iulius Solinus. Ihre Entstehung und die Echtheit ihrer Zweitfassung (Hermes Einzelschriften, Heft 22), Wiesbaden, 1969, págs. 73-74.

29 SCHMIDT , «Solins Polyhistor», 30-35.

30 Sobre estas ilustraciones, vid. infra , nota 150.

31 Es la carta incluida junto a la de Advento por los códices de la familia III, sobre cuya génesis y credibilidad hablaremos en el apartado consagrado a la transmisión del texto. Proporciono ahora una traducción de la misma, para que el lector disponga ya de este documento:

El Erudito de Julio Solino, también llamado gramático, editado y corregido por el propio autor .

Puesto que ciertas personas, antes movidas por la impaciencia que por la inclinación al saber, se han apresurado a hacerse con el original del opúsculo que yo estaba escribiendo y, aun hallándose entonces inacabado, lo entregaron a censo público sin aguardar a que la obra emprendida recibiese el último toque, y ahora corre de mano en mano en copias falseadas, que son censurables, como si hubiesen merecido mi aprobación, despreciando todo cuanto se le añadió en más detenidas composturas para desarrollar los conocimientos: en previsión de que depositen en tus manos unos materiales toscos e incompletos, como si fuese un libro examinado por mí, te he enviado para que la conozcas esta pequeña colección ordenada según mis criterios. Ante todo, porque la secuencia dada a la obra debía situarse a la altura de tu ingenio; luego, para que la revelación de la todavía áspera ausencia de forma quedase sofocada mediante una legítima edición. Esta obra, por lo demás, llevará el título de ‘El Erudito’: pues aquel otro con el que la designé en la introducción, a saber, ‘Colección de hechos memorables’, he resuelto borrarlo junto con todo lo que hemos condenado. Así pues, al comparar esta carta con aquella que señala el comienzo de nuestro escrito advertirás que te tengo el mismo respeto que mostré hacia aquella persona, a quien dediqué la suma de nuestro esfuerzo .

32 Sobre este proceso puede verse A. v. PREMERSTEIN , «Nemesis und ihre Bedeutung für die Agone», Philologus 53 (1894), 407 s.; M. B. HORNUM , Nemesis, the Roman State and the Games (ÉPRO 117), Leiden, 1993, pág. 7 y núms. 8, 64 y 114 del catálogo. Una inscripción de Roma (CIL VI 130) de época de Gordiano III (238-243) invoca a Diana asimilada ya completamente a Némesis: vid . L. FOUCHER , «Némésis, le griffon et les jeux d’amphithéâtre», en Mélanges d’Histoire ancienne offerts à William Seston , París, 1974, pág. 189.

33 Cf. JOSEFO , Guerra de los judíos IV, 7, 2 (402-405).

34 EUSEBIO , Onomástico , págs. 86, 16-19 (KOSTERMANN ), y la traducción latina de JERÓNIMO , págs. 87, 16-20 (KOSTERMANN ); vid . asimismo ESTEBAN DE BIZANCIO , s. v. Éngada .

35 FOCIO , Biblioteca , cod. 161, 103 b.

36 El texto legal figura en la Collatio legum Mosaicarum et Romanarum 6, 4 (un breve resumen en el Código de Justiniano V, 4, 17).

37 Estimo prolijo ofrecer la relación de los grandes manuales de literatura latina que certifican esa datación; para las biografías, cf. E. DIEHL , RE X 1, col. 825, s.v. Iulius (492).

38 MOMMSEN , CRM 2 , págs. VIII, XCVII.

39 En uno de los pasajes de PRISCIANO (1, 28) leemos in collectaneis vel polyhistore , pero se trata de un pasaje interpolado (MOMMSEN , CRM 2 , pág. LXXXIX). En opinión de F. RAMORINO , Rivista di Filologia 24 [N.S. 2] (1896), 428-429, el título de Polyhistor lo crearían los gramáticos bizantinos y sería posteriormente introducido en el texto; a su vez, DIEHL , RE X 1, col. 826, estima que en el origen del título quizá influyó la evocación del gramático griego Alejandro Polihístor, que aparece frecuentemente citado en Plinio.

40 Mas si pudiese establecerse con certeza la autenticidad de la segunda carta dedicatoria y de la segunda recensión, deberíamos modificar este título por el de Polyhistor .

41 Vid . H. PETER , Die geschichtliche Literatur über die römische Kaiserzeit bis Theodosius I und ihre Quellen , I, Leipzig, 1897, pág. 134.

42 C. SANTINI , N. SCIVOLETTO (edits.), Prefazioni, prologhi, proemi di opere tecnico-scientifiche latine , I, Roma, 1990, págs. VI-VII.

43 Sobre los muchos casos en que Solino recurre a expresiones, con dos o más términos, que en el lector culto debían evocar pasajes de los grandes autores romanos de época tardorrepublicana e imperial, vid. infra , notas 70-78 y 86.

44 T. JANSON , Latin prose prefaces. Studies in literary conventions (Acta Universitatis Stockholmiensis. Studia Latina Stockholmiensia, XIII), Estocolmo, Göteborg, Uppsala, 1964, págs. 154-155.

45 Véase E. R. CURTIUS , Literatura europea y Edad Media latina , Méjico, 1955, págs. 127-131 y 682-691 (brevedad como ideal estilístico).

46 Y a Varrón también pertenecería parte del capítulo 1 (1-30), que contiene lo relativo a los orígenes y prehistoria de Roma, según pretendió E. SAMTER , Quaestiones Varronianae , Diss. Berlín, págs. 21 ss. Pero en nuestros comentarios a tales parágrafos podrá comprobarse que, si bien es cierto que alguna noticia podría remontar a Varrón (fuese conocido directamente por Solino o le llegase a través de uno de sus modelos), la hipótesis global no resulta admisible. Por otra parte, merece reseñarse que de los trece pasajes varronianos, sólo seis se hallan también en la Historia Natural , pero en uno de ellos Plinio no citaba el nombre de su fuente, lo que ilustra la forma de trabajar de Solino.

47 El tratado titulado De anno , consultado para la redacción de 1, 34-37. Vid . P. MIRSCH , De M. Varronis antiquitatum rerum humanarum libris XXV (Leipziger Studien, 5), Leipzig, 1882, págs. 68-73.

48 A esta conclusión llegaba MOMMSEN (CRM 2 , págs. XII-XIII), principalmente, por dos razones. Primera: SOLINO (1, 31) calcula la duración de la monarquía romana en 241 años, aunque sumando los años que atribuye a cada rey se obtiene la cifra de 240; pero ambos datos pueden conciliarse mediante el interregno de un año que separa a Rómulo y Numa. Pese a las diferencias que existen con otras listas, aquí subyace una antiquísima datación del período real. Segunda: todas las reducciones anuales que da Solino para la fundación de la Urbe son fechas auténticas de Catón.

49 De esta cronografía de Boco podría incluso derivar, aventuró MOMMSEN (CRM 2 , pág. XIV), la mayoría de las noticias de la prehistoria de Roma contenidas en 1, 7-26, que Samter atribuyó a Varrón (vid. supra , nota 46). Y ello sería así porque, en tales parágrafos, cada vez que se hace referencia a un edificio antiguo Boco (?) suele añadir cuál es la construcción que en su época ha reemplazado en el mismo lugar a aquella otra. Este Boco se ha querido identificar con el mismo Cornelio Boco que Plinio menciona, entre los autores latinos, en los índices de los tomos XVI, XXXIII, XXXIV y XXXVII, y que parece haberse ocupado de temas hispanos. Mommsen ya señaló que probablemente era el mismo L. Cornelio Boco honrado como flamen provincial en dos inscripciones de Lusitania (CIL II 35 y Suppl. 5184; pero vid . asimismo CIL II 2479 = Suppl. 5617, y Ephemeris Epigraphica VIII 356, 4), aunque Plinio no haría uso de su tratado cronográfico, sino de un libro diferente que versaba, quizá, sobre las maravillas hispánicas (De admirandis Hispaniae) . En realidad, toda la construcción reposa sobre suelo poco estable y no escapa a ciertas objeciones, que permiten poner en duda que el Boco soliniano, sea el de Plinio o no, escribiese una crónica universal; pero el principal reparo es que no se comprende bien por qué Plinio consultaría una obra menor de Boco sobre Hispania y en cambio prescindiría de la importantísima crónica: cf. RABENALD , Quaestionum… , págs. 99-100; SCHANZ -HOSIUS , GRL II4 , pág. 646; DIEHL , RE X 1, col. 832, e infra , nota 51.

50 No habría puesto la misma diligencia a lo largo de todo el epítome, puesto que para tratar de Roma, Italia y Grecia extractaría cuidadosamente una obra cronográfica, pero luego, para las restantes regiones del orbe, abandonaría este sistema.

51 Son los pasajes que Mommsen destaca en los márgenes de la Collectanea como IGN (OTVS ) y PL (INIVS ) auct(us) , lo que significa que todo lo relativo a la prehistoria de Roma (SOLINO , 1, 1-47) provendría de la chorographia Pliniana , y que Boco no podría ser fuente directa de 1, 1-26. La verdad es que en la argumentación mommseniana no queda nada claro si ese epítome ya contenía los fragmentos cronológicos de Boco, o bien Solino leyó sin intermediarios la supuesta crónica del 49 d. C. Mommsen sí explicita, en cambio, que los pasajes relativos al calendario romano (1, 34-37) los leería, al igual que Censorino y Macrobio, en la propia chorographia (y no, por consiguiente, en Suetonio).

52 G. M. COLUMBA , «Le fonti di Giulio Solino», Rassegna di Antichità Classica 1 (1896), 7-32; 105-115; id., «La questione soliniana e la letteratura geografica dei Romani», Atti della Reale Accademia di Scienze, Lettere e Belle Arti di Palermo , XI, 3, 1917-1919 [1920].

53 La simple correspondencia verbal no es suficiente, en opinión de Columba, para garantizar que Solino derive de Plinio, máxime cuando no hay argumentos que prohíban recurrir a la tradición común.

54 Como, por ejemplo, en el enfoque dado a los hiperbóreos (PLINIO , IV 89-91; SOLINO , 16, 1-6).

55 Y así, Plinio desplazaría al fabuloso «catoblepas» de su contexto etiópico para incluirlo en el libro VIII (77), mientras que POMPONIO MELA (III 96) y SOLINO (30, 22) respetarían el lugar que le corresponde (dentro de la descripción de África).

56 Ya que eso, por el contrario, no habría ocurrido si Amiano se hubiese servido directamente de Plinio o, como pretendió Mommsen, de una chorographia Pliniana que resumía la Historia Natural .

57 Véase K. G. SALLMANN , Die Geographie des Älteren Plinius in ihrem Verhältnis zu Varro (Untersuchungen zur antiken Literatur und Geschichte, Bd. 11), Berlín-Nueva York, 1971,132-133, que formuló una parte de estas objeciones. Con razón Sallmann se pregunta si es que los autores cuyas obras conservamos (Mela, Plinio, Solino) son torpes por naturaleza y sólo los imaginarios corógrafos perdidos poseían el don personal de dosificar sabiamente sus fuentes y aderezarlas con rasgos de originalidad.

58 Ya MOMMSEN , CRM 2 , pág. XXIV, se percató de la posibilidad de que Censorino, Solino y Macrobio hubiesen leído a Varrón, pero alejó la idea por estimar que los densos volúmenes del erudito romano estaban muy por encima de los módulos de la época: he aquí una sorprendente descalificación del nivel intelectual de todos los protagonistas de la cultura literaria de aquellos siglos.

59 K. G. SALLMANN , Gnomon 43 (1971), 162.

60 Salmasio cumplió, en efecto, con aquella vieja regla que quizá fue Occam el primero en formular, según la cual en ciencia debe primar la teoría que salve los fenómenos o apariencias con el menor número posible de suposiciones, de forma que si podemos explicar el origen de pasajes complejos sin suponer la existencia de un adaptador, debemos hacerlo: vid . C. S. LEWIS , La imagen del mundo (Introducción a la literatura medieval y renacentista) , Barcelona, 1980, págs. 12-13.

61 Sobre la distribución del contenido de los libros geográficos en capítulos y su reflejo en Solino, D. DETLEFSEN , Die geographischen Bücher (II 242-VI Schluss) der Naturalis Historia , Berlín, 1904, págs. XI-XV. La primacía concedida a Roma sería influencia de Varrón, según R. REITZENSTEIN , «Die geographischen Bücher Varros», Hermes 20 (1885), 549, o del Suetonio que dependía de Varrón: A. KLOTZ , Berliner Philologischer Wochenschrift 30 (1910), 363.

62 RABENALD , Quaestionum… , págs. 98-137; KLOTZ , Berliner Philologische Wochenschrift 30 (1910), 359-363; TEUFFEL , KROLL , SKUTSCH , Geschichte… , III6 , pág. 179; DIEHL , RE X 1, 834-835.

63 RABENALD , Quaestionum… , 135-136; DIEHL , RE X 1, cols. 834-835.

64 Que podría ser alguno de los autores que manejó Lucano; vid .SALEMNE , «Varia iologica», 134-139.

65 Su influencia es perceptible en Valerio Máximo, Veleyo Patérculo, Curcio Rufo, Frontino, los escritores de la Historia Augusta , Macrobio: obsérvese que algunos de ellos esencialmente fueron, como Solino, compiladores. Sobre el planteamiento original de Trogo acerca del reino macedónico de los Argéadas puede verse B. R. VAN WICKEVOORT CROMMELIN , Die Universalgeschichte des Pompeius Trogo. Herculea Audacia Orbem Terrarum Adgressus (Beiträge zur Geschichtskultur, Bd. 7), Hagen, 1993, págs. 56 s.

66 J. POUCET , «Varron, Denys d’Halicarnasse, Macrobe et Lactance. L’oracle rendu à Dodone aux Pélasges», Pallas 39 (1993), 62.

67 Una simple variante de esta concepción es la hipótesis de M. RABENHORST , desarrollada en varios trabajos (Quellenstudien zur Naturalis historia des Plinius, 1. Teil: Die Zeitangaben varronischer und capitolinischer Aera in der Naturalis historia , Dissert. Berlín, 1905; id., «Quellenstudien zur Naturalis historia des Plinius, 2. Teil: Die Indices auctorum und die wirklichen Quellen der Naturalis historia des Plinius», Philologus 65 [1906], 567-603; id., Der ältere Plinius als Epitomator des Verrius Flaccus. Eine Quellenanalyse des 7. Buches der Naturgeschichte , Berlín, 1907), para quien los perdidos rerum memoria dignarum libri de Verrio Flaco, datados entre el 22 y el 31 d. C., habrían sido la fuente común más inmediata tanto de Plinio como de Solino, incluso para las partes geográficas de ambos autores. La inverosimilitud de semejante planteamiento, manifestada ya en las primeras recensiones, ha sido perfectamente analizada por SALLMANN , Die Geographie… , págs. 134-139.

68 En una ocasión, SOLINO (1, 51) cita directamente a Trogo a propósito de un embarazo de siete fetos; este dato y su atribución a Trogo, aun cuando pudiera haberlo leído en PLINIO (VII 33), demuestra que nuestro autor tuvo conocimiento de la existencia del importante tratado De animalibus . Hay siete pasajes más que tal vez provienen de las Historias de Trogo: el del origen arcadio del poblado Palanteo (SOLINO , 1, 14), el de las fechas de la fundación de Roma (1, 27), el de los Pelópidas y la Pisa de Italia (2, 7), una serie de noticias sobre Sicilia y las Lípari (5, 5-8; 6, 1), el relativo a la herida que Filipo de Macedonia sufrió en un ojo (8, 7) y el dato sobre la huída directa de Aníbal desde el reino de Antíoco al de Prusias (42, 3). Además, Solino toca dos puntos a los que Trogo prestó asimismo atención en sendos excursos sobre curiosa et mirabilia (obtención del betún del Mar Negro y descripción del bálsamo); vid . van WICKEVOORT CROMMELIN , Die Universalgeschichte… , págs. 103 s. Más dudoso resulta si leyó en Trogo la referencia a Nepote y Lutacio como seguidores de la cronografía de Apolodoro y Eratóstenes (SOLINO , 1, 27).

69 Detalles que figuran en SOLINO , 7, 12; 27-28; véase U. CAPITANI , «La tradizione indiretta: limiti della sua utilizzazione nella costituzione dei testi di medicina latina», en I. MAZZINI , F. Fusco (eds.), I testi di medicina latina antichi. Problemi filologici e storici . Atti del I Convegno Internazionale. Macerata-S. Severino M., 26-28 aprile 1984 (Università di Macerata. Pubblicazioni della Facoltà di Lettere e Filosofia, 28), Roma, 1985, pág. 40. También la noticia sobre Diomedes como fundador de Arpos y Benevento (SOLINO , 2, 10) procedería no directamente de Catón (como sugirió D. MUSTI , «Il processo di formazione e diffusione delle tradizioni greche sui Daunii e su Diomede», en La civiltà dei Daunii nel quadro del mondo italico [Atti del XIII Convegno di Studi Etruschi e Italici], Florencia, 1984, 95 s.), sino de Varrón. Los detalles sobre las viviendas reales (SOLINO , 1, 21-26) pueden remontar asimismo a Varrón: CH . J. SMITH , Early Rom and Latium. Economy and Society c. 1000 to 500 B.C ., Oxford, 1996, 173.

70 Sobre Dressel, vid. infra , nota 104; cf. además G. LILLIU , La civiltà dei Sardi dal neolitico all’età dei Nuraghi , Turín, 1963, pág. 304; A. LA PENNA , «Sallustio e Seneca sulla Corsica», La Parola del Passato 31 (1976), 143-147. En Salustio podría asimismo haber leído los datos sobre la hierba sardonia (SOLINO , 4, 4), así como sobre el mar de las Sirtes y sobre Hadrumeto (27, 3 y 9).

71 En SOLINO , 29, 3-4.

72 Lo cita como M. Tulio (1, 27) a la vez que a Pomponio Atico, cuyo Liber annalis tal vez conociese; véase asimismo SOLINO , 5, 14-15 (Discursos contra Verres) y 33, 13 (Hortensio , aunque el dato pudo tomarlo en Tácito).

73 En SOLINO , 10, 15 (Ejemplos); 40, 16-17 (Crónica); 42, 3 (Vidas) .

74 En SOLINO , 1, 83 y en 52, 32.

75 En SOLINO , 20, 9 (Germania); 22, 9 (Germania y Agricola); 27, 3 (Anales , I 70); 33, 13 (Diálogo sobre los oradores , aunque el dato pudo tomarlo en CICERÓN ) y 35, 8 (Historias) .

76 En SOLINO , 7, 9 y 22, 1, como señaló E. KLEBS , «Entlehnungen aus Velleius», Philologus 49 (1890), 298-299. MOMMSEN advirtió que en otro pasaje SOLINO (27, 10), si no siguió a Veleyo, tuvo su misma fuente (CRM 2 , pág. XIII). Hay también una coincidencia léxica entre SOLINO , 11, 25 y VELEYO , II 30, 5.

77 En SOLINO , 27, 38 (Silio) y 38, 3 (Floro).

78 Como piensa W. LAPINI , «Solino e la fondazione di Tivoli», Bulletino di Studi Latini 28 (1998), 469, añadiendo que de Sextio tomaría nuestro autor la referencia a Catón que figura en 2, 7.

79 Las huellas de estos dos autores se perciben en SOLINO , 9, 3-7, dentro del apartado sobre Macedonia cuya filiación hemos atribuido a Prompeyo Trogo.

80 Unas pudo tomarlas indirectamente, otras consultarlas personalmente.

81 Atendiendo a una serie de similitudes, considero posible que dicha fuente «paradoxográfica», que manejó a Heródoto (vid . SOLINO , 15, 16), fuese ya utilizada por Pomponio Mela. Solino se daría cuenta de ello y empezaría a explotarla tanto para ampliar la redacción de Mela como para añadir nuevos datos. Desde luego, esta misma fuente pudo ser aprovechada por otros escritores de época imperial (por ejemplo, por Séneca, por Máximo de Tiro y por Claudio Eliano, lo que explicaría las coincidencias con Solino). No obstante, debemos ser conscientes de que en asuntos «paradoxográficos» suelen configurarse tradiciones polivalentes cuya reiteración, aun manifestándose casi literalmente en diferentes autores, se produce a veces de forma independiente.

82 Esta protesta, frente a quienes negaban a Solino cualquier renovación de sus modelos, fue ya formulada por A. MACÉ , «Observations critiques sur le texte de Solin», Mélanges d’Archéologie et d’Histoire de l’École Française de Rome 19(1899), 196.

83 La voz plautina opiparus es utilizada en dos ocasiones, y en una de ellas sirve para modificar la expresión de Mela apparatis epulis en opiparis epulis .

84 SCHMIDT , «Solins Polyhistor…», 33.

85 Así, el empleo de tunc por tum o el de constitutus como participio de esse .

86 Hemos detectado los siguientes pasajes en probable relación con Virgilio: SOLINO , 5, 22; 7, 24 y 26; 9, 2 y 17; 11, 21 y 30; 12, 5, 15 y 18; 15, 25; 17, 1; 23, 19; 27, 38; 29, 3; 30, 11; 40, 10; 50, 2; 52, 36; 56, 18. En un lugar está citado expresamente como el Mantuano (SOLINO , 46, 4); y posibles reminiscencias de otros poetas (Ovidio, Horacio, Estacio) en SOLINO , 5, 20 y 24; 15, 25; 25, 4; 30, 11; 40, 21. Con todo, también traza alguna pincelada irónica respecto a la ingenuidad de los poetas en materia mitológica: véase SOLINO , 7, 21 y 23; 8, 3.

87 Frente a las formas en -tis , que Plinio extiende sin motivo a una serie de nombres de gemas, Solino ofrece siempre la desinencia habitual (catochites, echites, galactites, haematites, myrrhites, nassamonites, phlogites, selenites) .

88 Un ejemplo bien curioso de la forma de trabajo se descubre en 27, 3, en donde inserta algunos datos de TÁCITO (Anales I 70, 1) relativos al Atlántico —expedición de Germánico en el año 15— para describir el mar de las Sirtes.

89 Hay algunos fallos que pueden explicarse si el manuscrito de Plinio que tuvo Solino contenía glosas y errores de transmisión; también el de Mela presentaba defectos: vid . al respecto WALTER , «C. Julius Solinus…», 98-142; id., Die «Collectanea rerum memorabilium»… , págs. 6-8. Sobre un curioso error introducido en el manuscrito de Valerio Máximo que manejó nuestro autor, véase SOLINO , 1, 83.

90 Así, en SOLINO , 11, 8; 23, 16; 27, 49; 38, 5. La función de la etimología como forma de pensamiento en los autores tardíos y medievales fue tratada por CURTIUS , Literatura europea… , págs. 692-699.

91 Véase SOLINO , 7, 21 y 23; 8, 3, y 38, 3 (aquí establece un juego de palabras a propósito de Tarso: si PLINIO [V 92] la denomina libera urbs , él la llama mater urbium) . Alteraciones o ampliaciones conscientes de los datos de Plinio las hay, por ejemplo, en 1, 67; 77; 84 y 98; 11, 12; 25, 2; 26, 10; 27, 57; 37, 19; 45, 13. Cf. asimismo 4, 1 (donde tal vez reprocha a Plinio haber guardado silencio respecto a una noticia leída en Salustio), y 20, 9-10 (sobre la historia del ámbar del Po).

92 En SOLINO , 11, 5; 13, 1; 23, 12; 25, 16; 27, 33; 35, 9-11. La invención de «Mediterráneo» aparece en 18, 1.

93 En SOLINO , 15, 29 y 31; 37, 22; 52, 16.

94 Vid . LEWIS , La imagen del mundo , pág. 8.

95 Sobre aquella tradición literaria, cf. F. SUSEMIHL , Geschichte der griechischen Literatur in der Alexandrinerzeit , I, Leipzig, 1891, págs. 463-486; G. LAFAVE , Les métamorphoses d’Ovide et leurs modèles grecs , París, 1904, pág. 15.

96 Sobre tales epítomes, vid . MOMMSEN , CRM 2 , págs. XXVII, LIII-LV. Resulta discutible si ya Capela, Agustín e Isidoro emplearon excerptas solinianas, puesto que es más probable que manejaran, junto con Solino completo, a Plinio, y a menudo mezclaban en su cabeza los datos suministrados por cada autor. La utilización conjunta de Plinio y Solino duró hasta los últimos días de las letras latinas e incluso parece que tuvo aceptación entre los gramáticos de comienzos de la época medieval.

97 Véase J. FONTAINE , «Unité et diversité du mélange des genres et des tons chez quelques écrivains latins de la fin du IVe siècle», en Christianisme et formes littéraires de l’Antiquité tardive en Occident (Entretiens sur l’Antiquité Classique. Fondation Hardt, t. XXIII), Vandoeuvres-Ginebra, 1977, pág. 462.

98 La teoría mommseniana del corógrafo fue aceptada por H. FINKE , Ammianus Marcellinus und seine Quellen zur Geschichte der römischen Republik , Dissert. Heidelberg, 1904, pág. 5, y en parte por SCHANZ , GRL , IV, 12 , pág. 99, aunque este último autor no muestra reparo alguno en admitir que Amiano usó también en directo a Solino. RABENALD , Quaestionum… , págs. 17-55, defendió que la versión canónica (corta) de Solino fue la fuente inmediata de Amiano y este punto de vista es el que hoy tiende a imponerse (vid . I. GUALANDRI , «Fonti geografiche di Ammiano Marcellino XXII, 8», La Parola del Passato 23 [1968], 119-211; SALLMANN , Die Geographie… , pág. 133); en cambio WALTER , Die «Collectanea rerum memorabilium»… , págs. 44-53, mantiene la hipótesis de que Amiano empleó la edición reelaborada por el propio Solino (versión larga). La última opción (Amiano > interpolador > versión larga) es idea de J. ROUGÉ , Latomus 30 (1971), 190.

99 H. I. MARROU , St. Augustin et la fin de la culture antique , París, 1937, págs. 137-138; H. HAGENDAHL , Augustine and the Latin Classics , Göteborg, 1967,1, págs. 219-22; II, págs. 670-673.

100 Esta composición, atribuida a CIPRIANO POETA , debió de escribirse hacia el siglo V : cf. SCHANZ , GRL , IV, 12 , págs. 207-209; A. DI BE-RARDINO , «La poesía cristiana», en la obra colectiva Patrología , III. La edad de oro de la literatura patrística (Biblioteca de Autores Cristianos), Madrid, 1986, págs. 370-371, 374-375.

101 Véase nota a SOLINO , 27, 33, a propósito del término «elefancia»; sobre la calidad de estos registros, cf. A. THOMAS , «Le Laterculus de Polemius Silvius et le vocabulaire zoologique roman», Romania 35 (1906), 161-197.

102 Así, la descripción del «tragopán» que figura en SOLINO , 30, 29 pasará al Corpus Glossariorum Latinorum V, 527; VIII, 360; véase SCHANZ , GRL , IV, 12 , 249, 258-259.

103 A. RONCORONI , «Plinio tardoantico», en Plinio il Vecchio sotto il profilo storico e letterario , Actas del Congreso de Como editadas por L. ALFONSI y N. ALFIERI , Como, 1982, pág. 157.

104 Sobre el reflejo parcial de la obra soliniana, desde Capela hasta Isidoro, MOMMSEN , CRM 2 , págs. XXVI-XXVII; SCHANZ -HOSIUS , GRL , IV, 2, págs. 168, 226, 236-237, 245, 249, 258, 418. Sobre Solino e Isidoro H. DRESSEL , De Isidori Originum fontibus , Diss. Gotinga, 1874 (= Rivista di Filologia 3 [1875], 247-248); H. PHILIPP , Die historisch-geographische Quellen in den Etymologiae des Isidorus von Sevilla , I (Quellen und Forschungen zur alten Geschichte und Geographie, 25), Berlín, 1912, págs. 74-76; J. FONTAINE , Isidore de Séville et la culture classique dans l’Espagne wisigothique 2 , París, 1983, pág. 663, n. 1; 749; N. MESSINA , «Le citazioni classiche nelle Etymologiae di Isidoro di Siviglia», Archivos Leoneses 34 (1980), 211; F. GASTI , «I Collectanea di Solino come fonte del libro XI delle Etymologiae di Isidoro», Athenaeum 66 (1988), 121-129.

105 Vid . más adelante los datos relativos a la tradición manuscrita. Renunciamos a trazar el catálogo completo de las bibliotecas institucionales y privadas que poseyeron en estos siglos algún ejemplar de la Collectanea , pero baste señalar que estuvo en los monasterios o abadías de St. Gallen, Reichenau, St. Emmeran, Montecassino, Salem, Clairvaux, Wessobrun, Michelsberg, Lorsch, Toul, Pompuse, Corbie, St. Peter de Salzburgo, en Durham, Rochester, Canterbury, Dover y Leicester, en las Universidades de Erfurt, París e Ingolstadt, en la biblioteca capitular de la catedral de Bamberg, en la diócesis de Lieja, en el convento de San Marco de Milán, en la biblioteca de Bartolomé Capra, arzobispo de Milán, en la biblioteca pontificia de Roma, en Nápoles, de donde lo trajo a España el Duque de Calabria, etc. Los papas españoles Benedicto XIII y Calixto III poseyeron códices solinianos. Se sobreentiende que los autores de los siglos X al XV que a continuación citamos tuvieron copias de Solino o las consultaron en las bibliotecas de su entorno. Véase P. LEHMANN , Mittelalterliche Bibliothekskataloge Deutschlands und der Schweiz , I, Múnich, 1918, pág. 82. 13; 86. 3; 111. 33; 144. 18; 265. 29; 284. 16-17; id., Mittelalterliche… , II, Múnich, 1928, págs. 1; 25. 3; 77. 4-28; P. RUF , Mittelalterliche… , III, 1, Múnich, 1932, págs. 186. 22; 188. 41; 189. 7; III, 2, Múnich, 1933, pág. 253, 3-4; III, 3, Múnich, 1939, págs. 341, 1; 343, 20; 376, 26; M. MANITIUS , «Beiträge zur Geschichte römischer Prosaiker im Mittelalter», Philologus 47 (1889), 562; id., GLLM , III, 550; 709; id., Handschriften antiker Autoren in Mittelalterlichen Bibliothekskatalogen , Leipzig, 1935, págs. 158-161; M. FERRARI , «Fra i ‘latini scriptores’ di Pier Candido Decembrio e biblioteche umanistiche milanesi: codici di Vitruvio e Quintiliano», en R. AVESANI y otros (eds.), Vestigia. Studi in onore di Giuseppe Billanovich , Roma, 1984, págs. 276-281; M. SPERONI , «Il testamento di Bartolomeo Capra e la sua biblioteca», Italia medioevale e umanistica 19 (1976), 215-217; E. MÜNTZ , P. FABRE , Les bibliothèques du Vatican au XVe siècle , París, 1887, págs. 87 y 221; M. MENÉNDEZ PELAYO , Bibliografía hispano-latina clásica , VIII (Obras completas, t. LI), Madrid, 1952, pág. 87. Sobre la biblioteca de D. Fernando de Aragón, Duque de Calabria, véase más abajo, nota 121.

106 MOMMSEN , CRM 2 , pág. XXVII; MANITIUS , «Beiträge…», 563.

107 W. CLAUSEN , «Bede and the British Pearl», Classical Journal 42 (1947), 275; P. MEYVAERT , «Bede the Scholar», en G. BONNER (ed.), Famulus Christi. Essays in Commemoration of the Thirteenth Centenary of the Birth of the Venerable Bede , Londres, 1976, pág. 55; MANITIUS , GLLM , I, pág. 233; K. HILLKOWITZ , Zur Kosmographie des Aethicus, Teil II , Frankfurt, 1973, pág. 137; O. PRINZ , Die Kosmographie des Aethicus , Múnich, 1993, pág. 26.

108 M. ESPOSITO , «Dicuil: An Irish Monk in the Ninth Century», The Dublin Review 137 (1905), 330-331, y «An Irish Teacher at the Carolingian Court: Dicuil», Studies 3 (1914), 664-674 (= M. ESPOSITO , Irish Books and Learning in Mediaeval Europe , edit. por M. LAPIDGE , Hampshire, 1990, núms. V y VI)

109 MOMMSEN , CRM 2 , págs. XXVIII-XXIX; L. TRAUBE , «Das Gastmahl des Cicero», Rhein. Museum 47 (1892), 561; F. BRUNHÖLZL , Geschichte der lateinischen Literatur des Mittelalters, von Cassiodor bis zum Ausgang der karolingischen Literatur , I, Múnich, 1975, pág. 483; C. E. LUTZ , Remigi Autissiodorensis Commentum in Martianum Capellam , I, Leiden, 1962, pág. 23; id., Iohannis Scotti, Annotationes in Marcianum , Cambridge (Mass.), 1939, pág. XXV.

110 G. CARY , The medieval Alexander , Cambridge, 1956, págs. 38-41; F. PFISTER , «Nachrichten des Solinus über Alexander in der Historia de Preliis», Rhein. Museum 115 (1972), 73-77; MANITIUS , GLLM , II, págs. 50 y 237.

111 V. PALADINI , M. DE MARCO , Lingua e letteratura mediolatina 2 , Bolonia, 1980, pág. 232; MANITIUS , «Beiträge…», 563; F. RÄDEL , «Satyra de amicicia et de conubio Saxoniçe et Franci (Clm 29111). Das Freundschaft eines Freigelassenen», en W. BERSCHIN , R. DÜCHTING (eds.), Lateinische Dichtungen des X. und XI. Jahrhundert. Festgabe für Walther Bulst zum 80. Geburtstag , Heidelberg, 1981, pág. 178; MANITIUS , GLLM , III, págs. 70-72, 337-340, 418-419, 517, 708-712, 724, 735-736; L. LATAPIE , «Mémoire sur l’abrégé poétique du Polyhistor de C. J. Solin par Thierry, attribué jusqu’ici à Pierre Diacre», Bulletin de l’Académie royale de Belgique 16, II (1849), 79-101; CURTIUS , Literatura europea… , págs. 720-721; M. E. MILHAM , «C. Julius Solinus», en F. E. CRANZ , V. BROWN , P. O. KRISTELLER (eds.), Catalogus translationum et commentariorum. Medieval and Renaissance latin translations and commentaires , VI, Washington, 1986, pág. 74; J. G. PRÉAUX , «Thierry de Saint-Troud, auteur du poème pseudo-ovidien De mirabilibus Mundi», Latomus 6 (1947), 353-366.

112 MANITIUS , GLLM , II, págs. 331 y 565; P. DRONKE , Medieval Latin and the Rise of European Love-Lyric , II2 , Oxford, 1968, págs. 513-515.

113 H. HAGENMEYER , Historia Hierosolymitana (1095-1127) , Heidelberg, 1913, pág. 69; PALADINI , DE MARCO , Lingua e letteratura… , pág. 206; CARY , The medieval… , págs. 27, 36-37, 62, 336-337; H. JAN WESTRA , The Commentary on Martianus Capella’s «De Nuptiis Philologiae et Mercuri» attributed to Bernardus Silvestris , Toronto, 1986, com. a 4, págs. 106-108; MANITIUS , GLLM , III, págs. 219, 429-430, 625-632, 919-920; P. G. SCHMIDT , Johannes de Hauvilla, Architenius , Múnich, 1974, págs. 67-68; F. LAMMERT , «De C. Iulii Solini Collectaneis a Guidone de Bazochiis adhibitis», Philologus 72 (1913), 403-413; C. RATKOWITSCH , Descriptio Picturae. Die literarische Funktion der Beschreibung von Kunstwerken in der lateinischen Großdichtung des 12. Jahrhunderts (Wiener Studien, Beiheft 15. Arbeiten zur mittel- und neulateinischen Philologie 1), Viena, 1991, págs. 98-101; X. MURATOVA , «Problèmes de l’origine et des sources des cycles d’illustrations des manuscrits des bestiaires», en G. BIANCIOTTO , M. SALVAT (eds.), Épopée animale, fable, fabliau (Actes du IVe Colloque de la Société Internationale Renardienne. Évreux, 7-11 septembre 1981), París, 1984, pág. 397.

114 B. MUNK OLSEN , «La diffusion et l’étude des historiens antiques au XIIe siècle», en A. WELKENHUYSEN , H. BRAET , W. VERBEKE (eds.), Mediaeval Antiquity (Mediaevalia Lovaniensia, Ser. I, Stud. XXIV), Lovaina, 1995, págs. 37-38; M. MANITIUS , «Nachträge zu Solin», Philologus 51 (1892), 191; id., GLLM , III, págs. 162, 189, 372, 394-397, 433-437, 483, 638, 667, 803; C. HÜNEMÖRDER , «Das Lehrgedicht «De monstris Indie» (12. Jh.). Ein Beitrag zur Wirkungsgeschichte des Solinus und Honorius Augustodunensis», Rheinisches Museum 119 (1976), 267-284; MANITIUS , «Beiträge…», págs. 563-565; MILHAM , «C. Julius Solinus», pág. 75.

115 H. BERGER , RE VII 2, col. 1931, s. v. Guido (sobre el códice soliniano que manejó Guido, véase B. L ULLMAN , The Humanism of Coluccio Salutati , Padua, 1963, 198-199; G. C. ALESSIO , C. VILLA , «Per Inferno I, 67-68», en R. AVESANI y otros [eds.], Vestigia. Studi in onore di Giuseppe Billanovich , I, Roma, 1984, pág. 14); MANITIUS , GLLM , III, págs. 618-619; F. J. CARMODY , «De bestiis et aliis rebus and the Latin Physiologus», Speculum 13 (1938), 153-159; B. E. PERRY , RE XX 1, col. 1122, s.v. Physiologus .

116 R. G. WITT , Hercules at the Crossroads. The Life, Works, and Thought of Coluccio Salutati , Durham 1983, pág. 245 (Jacobo de Vorágine); R. R. BOLGAR , The Classical Heritage and its Beneficiaries , Cambridge, 1954, págs. 197 y 423; S. VIARRE , «Le commentaire ordonné du monde dans quelques sommes scientifiques des XIIe et XIIIe siècles», en R. R. BOLGAR (ed.), Classical Influences on European Culture A. D. 500-1500 , Cambridge, 1971, pág. 204; R. W. HUNT , The Schools and the Cloister. The Life and Writings of Alexander Nequam (1157-1217) , Oxford, 1984, págs. 50 y 74; E. R. SMITS , «Aspects of Mediaeval Literary History», en A. WELKENHUYSEN , H. BRAET , W. VERBEKE (eds.), Mediaeval Antiquity (Mediaevalia Lovaniensia, Ser. I, Stud. XXIV), Lovaina, 1995, pág. 14; P. TOYNBEE , «Brunetto Latino’s obligations to Solinus», Romania 23 (1894), 62-77; LEHMANN , Mittelalterliche… , II, 40. 31-32 (Alberto Magno); MANITIUS , «Beiträge…», págs. 564-565; id., «Nachträge…», págs. 191-192 (Vicente de Beauvais y Jacobo de Vorágine); id., GLLM , III, pág. 786; P. G. SCHMIDT , «De rebus obscuris - eine allegorische Dichtung um 1200», Mittellateinisches Jahrbuch 5 (1968), 181-198; F. J. TALAVERA ESTESO , «Metodología científica en el siglo XIII . La práctica de los excerpta en el «Liber de natura rerum» de Tomás de Cantimpré», Cuadernos de Estudios Medievales 4-5 (1979), 174-176; N. BROC , La géographie de la Renaissance (1420-1620) , París, 1980, 17; J. DESANGES , «L’Afrique sur la carte de Ebstorf», en R. CHEVALLIER (ed.), Colloque International sur la cartographie archéologique et historique, à la memoire de F. Oudot de Dainville (París, 24-26 janvier 1970), Tours, 1972, págs. 33-35. Anotemos aquí que los datos procedentes de Solino incluidos en la Crónica del mundo de Rodolfo de Ems fueron sacados de Honorio de Autun: O. DOBERENTZ , «Die Erd- und Völkerkunde in der Weltchronik des Rudolf von Hohen-Ems», Zeitschrift für deutsche Philologie 13 (1882), 41 ss.

117 ULLMAN , The Humanism… , págs. 153-154; 251; WITT , Hercules at the Crossroads… , págs. 243-245; M. PASTORE STOCCHI , «Da Crisippo al Boccaccio», en R. CARDINI y otros (eds.), Tradizione classica e letteratura umanistica. Per Alessandro Perosa , I, Roma, 1985, pág. 158; K. MÜLLENHOFF , Deutsche Altertumskunde , I, Berlín, 1890, págs. 388-389, 408-409; MANITIUS , «Beiträge…», pág. 565.

118 J. BURCKHARDT , La cultura del renacimiento en Italia. Un ensayo , Madrid, 1992, 264 y 283 (trad, española del tomo V de las obras completas de Burckhardt, Berna, Hallwag, 1944).

119 E. FUMAGALLI , «Un falso tardo-quattrocentesco: lo pseudo-Catone di Annio di Viterbo», en R. AVESANI y otros (eds.), Vestigia. Studi in onore di Giuseppe Billanovich , Roma, 1984, pág. 356; P. PASCAL , «The «Scriptorum illustrium linguae latinae libri» of Sicco Polenton», Acta Conventus Neo-Latini Amstelodamensis (Proceedings of the Second International Congress of Neo-Latin Studies, Amsterdam, 1973), Múnich, 1979, pág. 854; F. DI BENEDETTO , «Fonzio e Landino su Orazio», en R. CARDINI y otros (eds.), Tradizione classica e letteratura umanistica. Per Alessandro Perosa , II, Roma, 1985, pág. 446; B. GUENÉE , Histoire et culture historique dans l’Occident médiéval , París, 1980, pág. 169; A. MARANINI , «Una nota del Poliziano a Solino (2, 22) nel ms. Mcl. 754», Giornale Italiano di Filologia 42 (1990), 117-128.

120 CARY , The medieval… , pág. 62; F. RICO , «Il nuovo mondo di Nebrija e Colombo. Note sulla geografia umanistica in Spagna e sul contesto intellettuale della scoperta dell’America», en R. AVESANI y otros (eds.), Vestigia. Studi in onore di Giuseppe Billanovich , Roma, 1984, págs. 592-593. Se cita también a Solino en el Rams de flores o Libro de actoridades , cuya compilación protegió el Gran Maestre de la Orden del Hospital Juan Fernández de Heredia.

121 Para conocer la importancia de la biblioteca napolitana que perteneció a Alfonso V el Magnánimo, una de cuyas partes trajo a España el Duque de Calabria, vid . G. MAZZATINTI , La biblioteca dei re d’Aragona in Napoli , Rocca San Casciano, 1897; T. DE MARINIS , La biblioteca napoletana dei re d’Aragona , I-IV, Milán, 1947-1952, y el Supplemento , I-II, Verona, 1969.

122 Parece evidente que la fama de nuestro autor circulaba también por Europa gracias al reconocimiento de los cosmógrafos suizos y alemanes del siglo, como Vadianus (In Geographiam Catechis , 1527), Sebastián Münster (Cosmographia , 1544) y J. Simler (Description du Valais , 1574); vid . N. BROC , La géographie de la Renaissance (1420-1620) , París, 1980, págs. 64, 82 y 102. Es muy probable, por tanto, que en la Península Ibérica el conocimiento de Solino derivase sobre todo de las aulas universitarias, pues la cosmografía se estudiaba entre las disciplinas humanísticas en las Facultades de Artes.

123 Aun cuando Mexía citó como autoridad a Solino para algunas anécdotas en las ediciones de 1540 y de 1543, pero lo reemplazó por Valerio Máximo en la de 1550 (por ejemplo, Silva I, cap. 41).

124 Torquemada cita con frecuencia a Solino, a veces traduciéndolo directamente, en los dos primeros tratados del Jardín (noticias sobre nacimientos con dientes, pueblos monstruosos, pigmeos, estatura de Hércules, isla de Lemnos, etíopes macrobios, lago de aceite, Cerdeña, hiperbóreos y origen del Nilo), y lo incluye asimismo en los tratados tercero (datos sobre las «bitias»), cuarto (perros regalados a Alejandro), quinto (diligencia de los antiguos escudriñando todos los saberes, montes rifeos y noticias sobre los hiperbóreos, transformación de los neuros en lobos) y sexto (hábitos de los onagros, neuros convertidos en lobos).

125 Pedacio Dioscórides Anazarbeo, Acerca de la Materia Medicinal y de los venenos mortíferos. Traducido de lengua Griega en la vulgar Castellana, ilustrado con claras y substanciales Annotationes, y con las figuras de innúmeras plantas exquisitas y raras, por el Doctor Andres de Laguna, médico de Julio III. Pont. Max ., Amberes, 1555, pág. 49 (la cita de Solino afecta al pasaje de DIOSCÓRIDES , I 91); véase T. HERNANDO , Dos estudios históricos (vieja y nueva medicina) , Madrid, 1982, pág. 94.

126 En la introducción a su obra Cosmographie de Levant , Lyon, 1554 (véase Voyages en Egypte, 1549-1552. Jean Chesneau. André Thevet , París, 1984, pág. 64, comentario de F. Lestrigant). Thevet, que pecaba de ingenuo, llegó incluso a creer la noticia de que las pirámides no arrojaban sombra (SOLINO 32, 44): vid . su Cosmographie Universelle , t. I, París, 1575, f. 40 r° .

127 Las citas que importan son las siguientes: SOLINO , 9, 6, sobre Flegra y los gigantes (libro II, capítulo VI, artículo VI, declaración moral); 5, 14, sobre Ceres y Sicilia (lib. II, cap. XIV, art. IV); 7, 22, la fuente Aretusa de Tebas (lib. II, cap. XIV, art. VII, declaración); 5, 9, Vulcano y el Etna (lib. II, cap. XV, declaración); 6, 1, las islas eolias (lib. II, cap. XV, sentido histórico); 34, 1-2, Joppe y la roca de Andrómeda (lib. II, cap. XIX, art. XIII, declaración). Como numerosas partes y citas de este tratado son copia fiel de BOCACCIO (Genealogia deorum) y de NATALI CONTI (Mythologiae) , es posible que Pérez de Moya sólo conociese a Solino por referencia de sus modelos.

128 J. BINIMELIS , Nueva historia de la Isla de Mallorca y de otras islas a ella adyacentes. Dirigida a los jurados del mismo Reino el año 1595 . Traducida de su original mallorquín por D. GUILLERMO TORRASA , Palma, 1927, I, cap. XX, pág. 108.

129 En Francia, la obra de Solino fue constantemente consultada y recomendada por los tratadistas renacentistas de geografía, como Possevin (Bibliotheca Selecta , 1593) y Bonvalot (Totius Orbis Descriptio , 1611), que junto a las distintas noticias sobre la tierra y el mar también incluyeron datos sobre animales, minerales y plantas; vid . F. DE DAINVILLE , La géographie des humanistes , París, 1940, págs. 52 s., 72, 77 y 174.

130 Menciona a SOLINO , 27, 54, a propósito del río Leto; vid . C. GUZMÁN ARIAS , «¿Existió un río “Lete” en la Bética? Aportaciones de F. Fernández de Córdoba a una cuestión geográfica», en Los humanistas españoles y el humanismo europeo (IV Simposio de Filología Clásica), Murcia, 1990, pág. 166.

131 Los pasajes en cuestión son SOLINO , 50, 2-3, y 23, 1-3; véase F. CASCALES , Cartas Filológicas , Ep. 8.a de la II Década (ed. de J. GARCÍA SORIANO , t. II, Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos, núm. 117), Madrid, 1952, 117; Ep. 2.a de la III Década (t. III, Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos, núm. 118, Madrid), 1954, pág. 31.

132 R. CARO , Días geniales o lúdicros (ed. de J.-P. ETIENVRE , t. I, Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos, núm. 212), Madrid, 1978, pág. 79. Según consta en la «Memoria de los libros que quedaron por fin y muerte del señor Doctor Rodrigo Caro», que publicó S. MONTOTO (en su edición de R. CARO , Varones insignes en letras naturales de la ilustrísima ciudad de Sevilla. Epistolario , Sevilla, 1915, LXXI, núm. 289), Caro tenía en su biblioteca la estampación de Isingrin (Basilea, 1543), que contenía el Polyhistor rerum toto orbe memorabilium thesaurus locupletissimus de SOLINO y el tratado De situ orbis de POMPONIO MELA; sobre esta edición véase SCHWEIGER (infra , nota 190), pág. 960.

133 Véase F. J. FERNÁNDEZ NIETO , «Una noticia de Solino en Juan de Zabaleta», Quaderns de Filologia. Estudis literaris , I (Homenatge a Amelia García-Valdecasas), Valencia, 1995, 341-345. Añadiré ahora que la misma noticia sobre el basilisco transmitida por la Collectanea , sin modificar una sola palabra, fue incluida por Fulquerio de Chartres (s. XII ) dentro de la Historia Hierosolymitana (lib. III, cap. LX, 3), aunque la probabilidad de que Zabaleta conociese a Fulquerio es mínima y todo aboga, valoradas las pruebas y las numerosas ediciones solinianas del s. XVI , en favor de Solino.

134 Sólo aduciré dos ejemplos. El DR . JUAN SORAPÁN DE RIEROS (Medicina española contenida en proverbios vulgares de nuestra lengua , págs. 86, 132 a) conmemora la historia de los atarantes, que no experimentan sueños, anécdota referida, entre otros, por SOLINO (31, 2); sin embargo, allí mismo indica Sorapán que aquélla procede de MELA (I 43) y PLINIO (V 45). En las ya mencionadas Cartas Filológicas (ep. 7.a de la III década; t. III, 168) Francisco Cascales relata la paradoja de la sal de Agrigento, que «aplicada al fuego se deshace, y al agua rechina, como la común en el fuego». La información podría proceder de SOLINO (5, 18), pero lo más verosímil es que derive de PLINIO (XXXI 85), bien directamente, bien a través del erudito veneciano Ermolao Bárbaro (1454-1493), comentarista de Plinio, cuya obra consultó Cascales.

135 Aunque consultó, sobre todo, a ELIANO y a PLINIO EL VIEJO; vid . J. SEZNEC , «Saint Antoine et les monstres. Essai sur les sources et la signification du fantastique de Flaubert», Publications of the Modern Language Association of America 58 (1943), 195-222.

136 Para una actualización de los manuscritos solinianos vid . M. E. MILHAM , «A Handlist of the Manuscripts of C. Julius Solinus», Scriptorium 37 (1983), 126-129; B. MUNK OLSEN , L’étude des auteurs classiques latins aux XIe et XIIe siècles , II, París, 1985, págs. 488-520; III, 2e partie, París, 1989, pág. 128. En opinión de MILHAM , «C. Julius Solinus», pág. 73, una investigación más paciente podría elevar su número hasta los 350. Sobre los florilegios y otros manuscritos que contienen algunos extractos de Solino puede consultarse B. MUNK OLSEN , La réception de la littérature classique au Moyen Age (IXe -XIIe siècle) , Copenhague, 1995, págs. 201-203, 211, 217, 229, 251-253, 261-262.

137 Es el códice en donde figura la siguiente subscriptio , que nos permite establecer el único límite superior seguro para la composición de la obra: Iulius Solinus explicit feliciter studio et diligentia d(omini) n(ostri) Theodosii invictissimi principis . Véase supra , nota 23.

138 Estas interpolaciones figuran en MOMMSEN , CRM 2 , pág. 222, reseñadas como codicum Heidelbergensis similiumque additamenta . Son, en total, seis; tres de ellas derivan del libro XIV de las Etimologías .

139 El calificativo de «interpolados» lo es por antonomasia, para contraponerlos a los códices de las familias I y II, bien que estos últimos tampoco se libraron, como ya hemos indicado, de sus propias interpolaciones.

140 Que fueron editados por MOMMSEN (CRM 2 , págs. 217-221) como codicum classium secundae et tertiae additamenta potiora; por nuestra parte, en las correspondientes notas del comentario hemos señalado su existencia y procedido a su traducción.

141 G. KIRNER , «Contributo alla critica del testo di Solino», Rassegna di Antichità Classica 1 (1896), 75-87, pero véanse los reparos que hizo B. KÜBLER , Wochenschrift für Klassische Philologie 14 (1897), 629-631.

142 Son los parágrafos 11, 24-25, que deberían estar inmediatamente antes de 11, 15; vid . las correspondientes notas en nuestra traducción.

143 La descripción de todos ellos se halla en MUNK OLSEN , L’étude… , págs. 488-520. Sólo de los siglos IX a XII conocemos ahora más de treinta códices que no llegó a ver Mommsen.

144 Sobre el mismo, H. I. BELL , «A Solinus manuscript from the library of Coluccio Salutati», Speculum 4 (1929), 451-461.

145 Contiene, junto a Solino, el Carmen Paschale de Sedulio: W. JUNGANDREAS , «Die Runen des Codex Seminarii Trevirensis R. III. 61», Trierer Zeitschrift für Geschichte und Kunst des Trierer Landes und seine Nachbargebiete 30 (1967), 161.

146 K. HARTMANN , «Zwei Fragmente antiker Schriftsteller aus der Augsburger Stadtbibliothek», Berliner Philologischer Wochenschrift 27 (1907), 733 (afecta a SOLINO , 47, 2).

147 Véase J. A. GUY , «A lost Ms. of Solinus. Five fragments from Bury St Edmunds in the Library of Clare College, Cambridge», Transactions of the Cambridge Bibliographical Society 6 (1972), 65-67.

148 MENÉNDEZ PELAYO , Bibliografía… , pág. 87.

149 J. ÁLVAREZ DELGADO , «Un ignorado de Viris illustribus de Varrón en nuestra Biblioteca Universitaria», Revista de Historia Canaria 30 (1965), 3-18

150 BELL , «A Solinus manuscript…», págs. 451-461; A. y M. LEVI , «The medieval map of Rome in the Ambrosian library’s manuscript of Solinus (C 246 inf.)», Proceedings of the American Philosophical Society 118 (1974), 567-594; L. COGLIATI ARANO , «Il manoscritto C. 246 inf. della Biblioteca Ambrosiana, Solino», en G. VAILATI SCHOENBURG WALDENBURG (ed.), La Miniatura Italiana in età romanica e gotica. Atti del I Congresso di Storia della Miniatura Italiana, Cortina 26-28 maggio 1978 , Florencia, 1979, págs. 239-258; D. J. A. Ross, Alexander Historiatus. A Guide to medieval illustrated Alexander Literature (Athenäums Monograph. Altertumswiss. CLXXXVI), Francfort, 1988, págs. 78-79.

151 La carta, traducida, puede verse más arriba, en nota 31.

152 Salmasio consideró, desde esa óptica, que un códice de calidad que contuviese la segunda carta y la revisión de Solino sería el más apropiado para editar la Collectanea . Ya dijimos que eligió el Parisinus 6810 (P), miembro de la tercera familia.

153 MOMMSEN , CRM 2 , págs. XC-XCIII.

154 KIRNER , «Contributo…», págs. 90-96.

155 K. G. SALLMANN , Gnomon 43 (1971), 163-167.

156 Este es precisamente el caso de las interpolaciones que contienen los códices de la primera familia (supra , nota 138).

157 H. EMONDS , Die zweite Auflage im Altertum. Kulturgeschichtliche Studien zur Überlieferung der antiken Literatur (Klassisch-Philologische Studien, 14), Leipzig, 1941, pág. 17.

158 SCHMIDT , «Solins Polyhistor», 23-35.

159 Puestos a conjeturar, podría darse un nuevo paso y suponer que Advento es un simple error de la tradición creado a partir de una mala interpretación de la expresión adventu ad Romam (obra dedicada a Constancio «con ocasión de su llegada a Roma»). En tal caso, el nombre del verdadero receptor de la versión final del libro habría desaparecido y todas las especulaciones sobre los Adventos serían humo de pajas.

160 En efecto, si la primera versión estaba dedicada a Constancio y es claro que habría cumplido su destino si hubiesen dejado a Solino pulirla y redondearla, una vez terminada a gusto del autor y remitida a un personaje de rango inferior Solino estaría significando que ya no era digna del Emperador (¡luego tampoco lo hubiese sido la primera versión!). Y si ambas cartas quedaron juntas en la introducción, Constancio sufría además la descortesía de compartir la dedicación con un inferior y ver cómo se hacía público el patético incidente de la interceptación, que le había privado de ejercer a solas la honra del mecenazgo.

161 Eso es precisamente lo que hizo en 1529 Fray Antonio de Guevara con su Reloj de Príncipes , destinado a Carlos V. Teniendo en 1524 casi acabado, aunque sin corregir, un primer proyecto (Libro áureo) , «Su Magestad malo de la quartana, me lo pidió para passar tiempo y aliviar su calentura…El libro fue hurtado, y por manos de muy diversas personas traydo y trasladado». Guevara refundió entonces la obra, añadiendo nuevos materiales, hasta triplicar el texto, y desechando la mitad del primitivo libro, y se la dedicó nuevamente al Cesáreo Emperador. Debo advertir que la historia del robo y difusión no autorizada del manuscrito se considera, a raíz de las indicaciones contenidas en el epistolario del propio autor, dudosa y contradictoria, cuando no un artificio retórico; véase la introducción de E. BLANCO a la edición de FR . A. DE GUEVARA , Relox de Príncipes , Madrid, 1994, págs. XVII-XXVIII.

162 B. KÜBLER , Wochenschrift für Klassische Philologie 14 (1897), 632. Pero V. VON BÜREN («Une édition critique…», 87) estima que los manuscritos L, Mi, N2, LΔ y QΔ permitirían la reconstrucción y edición del antiguo arquetipo Δ, que podría ser la versión aumentada del texto y obra del propio Solino.

163 Sigo aquí el parecer de Å. FRIDH , Contributions à la critique et interprétation des Variae de Cassiodore (Acta Regiae Societatis Scientiarum et Litterarum Gothoburgensis, Humaniora 4), Göteborg, 1968, págs. 70-71.

164 P. LAURENS , «Une épigramme élogieuse et deux parodies (A. Pl. 53, A.P. XI, 86 et 119)», Revue de Philologie 47 (1973), 91-95.

165 PLINIO , VII, 84, fuente de Solino, indica correctamente el nombre.

166 W. LAPINI , «Solino e la fondazione di Tivoli», Bulletino di Studi Latini 28 (1998), 474-477, mejorando la antigua propuesta de Salmasio.

167 Es de la misma opinión V. BÉRARD , La colonisation grecque de l’Italie et de la Sicile dans l’Antiquité: histoire et légende 2 (BEFAR, Fasc. 150), París, 1957, 180.

168 A. MACÉ , «Un important manuscrit de Solin (VAT. 3343)», Mélanges d’Archéologie et d’Histoire de l’École Française de Rome 8 (1888), 517; id., «Observations critiques…», pág. 186.

169 Que comentó en el aparato: fortasse delendum .

170 Cf. MACÉ , «Un important manuscrit…», pág. 515; id., «Observations critiques…», págs. 186 y 195.

171 Así lo advirtió C. L. URLICHS , Vindiciae Plinianae , Erlangen, 1866, págs. 47-48; vid . WALTER , «C. Julius Solinus…», págs. 134-135.

172 E. CURTIUS , «Die Quellen der Akropolis», Hermes 21 (1886), 199-200.

173 En POMPONIO MELA , II 28, figura el término Seriphion , asimismo incorrecto, que fue rectificado en Serrhion por Bursian.

174 Vid . MACÉ , «Un important manuscrit…», pág. 516; id., «Observations critiques…», págs. 186 y 195.

175 Véase la oportuna justificación en las notas al pasaje.

176 G. BECKER , «Kleinigkeiten», Rhein. Museum 29 (1874), 497.

177 WALTER , «C. Julius Solinus…», págs. 136-137.

178 Sugerencia hecha a WALTER , «C. Julius Solinus…», pág. 137, por el Prof. W. RICHTER .

179 Vid . MACÉ , «Un important manuscrit…», pág. 516; idem, «Observations critiques…», págs. 187 y 195.

180 Véase FGrHist 673 F 137b, conjetura apoyada también por J. DESANGES , Pline l’Ancien, Histoire Naturelle, Livre V, 1-46, Ière Partie (L’Afrique du Nord (Collection Budé), París, 1980, comentario al pasaje V 34 y págs. 376-377.

181 En defensa de la pureza original de la expresión diffusae et vastae magnitudinis , véase MACÉ , «Un important manuscrit…», pág. 519; WALTER , «C. Julius Solinus…», pág. 138.

182 Fundamentada en el precedente de SALUSTIO (Guerra de Yugurta 54, 7), proelium male pugnatum; véase G. LANDGRAF , «Zur Sprache und Kritik des Solinus», Blätter für das Gymnasial-Schulwesen 32 (1896), 404; cf. CICERÓN , Sobre los deberes , III, 30, 109 (cum male pugnatum apud Caudium esset) .

183 WALTER , C. Julius Solinus…», pág. 139, en donde señala el origen haplográfico del error.

184 Como defendió W. SCHMID , «Beiträge aus der Thesaurus Arbeit. Hispido», Philologus 81 (1937), 463.

185 WALTER , «C. Julius Solinus…», pág. 139.

186 Tal como figura en PLINIO , VI 66; véase E. CHATELAIN , «Un manuscrit de Solin révélé par les notes tironiennes», Revue de Philologie, de Littérature et d’Histoire anciennes 26 (1902), 43.

187 Carece de fundamento la decisión de atribuir en este pasaje a Solino la invención de un término cyprum , que significaría «cobre».

188 Cf. WALTER , «C. Julius Solinus…», págs. 140-141.

189 Así, en SOLINO , 20, 15; 30, 25 y 34; 32, 7; 40, 10; 46, 2; 48, 1; 49, 1 y 7; 53, 29

190 F. L. A. SCHWEIGER , Bibliographisches Lexicon der gesamten Literatur der Römer , en el Handbuch der klassischen Bibliographie, Bd . II. Lateinische Schriftsteller , Leipzig, 1834, págs. 957-958; MOMMSEN , CRM 2 , págs. LVI-LVII; T. ROGLEDI MANNI , La tipografia a Milano nel XV secolo (Biblioteca di Bibliografia Italiana, XC), Florencia, 1980, pág. 196, núm. 936; FERRARI , «Tra i ‘latini scriptores’…», págs. 259-260; MILHAM , «C. Julius Solinus», pág. 75, tiene en cambio por editio princeps a la veneciana de Jenson.

191 En opinión de MOMMSEN , CRM 2 , págs. LVI-LVII, todas las impresiones solinianas del xv, a excepción de la veneciana de 1473, serían deudoras de la edición príncipe.

192 I. MARIOTTI , «Lezioni di Beroaldo il Vecchio sulla Tebaide», en R. CARDINI y otros (eds.), Tradizione classica e letteratura umanistica. Per Alessandro Perosa , II, Roma, 1985, 592.

193 M. E. MILHAM , «An Introduction to the Renaissance Tradition of Pomponius Mela», en Acta Conventus Neo-Latini Amstelodamensis (Proceedings of the Second International Congress of Neo-Latin Studies, Amsterdam, 1973), Múnich, 1979, 788.

194 El P. Martín A. del Río, S.J., fue editor asimismo de los trágicos latinos (Amberes, 1593; reed. París, 1620).

195 Que tuvo asimismo en cuenta las anotaciones marginales escritas en ciertos códices por Bongarsio, Lindenbrog y Oudendorp, así como las correcciones de Casaubon a Solino que conserva la biblioteca de Cambridge (MOMMSEN , CRM 2 , pág. LVI, n. 1).

196 Una completa descripción de todos estos comentarios en MILHAM , «C. Julius Solinus», págs. 78-84.

197 MANITIUS , GLLM , III, pág. 713; MILHAM , «C. Julius Solinus», págs. 74 y 76.

198 Existe una edición facsimilar de la traducción de Golding a cargo de G. KISH (Scholars’ facsimiles & reprints, Gainesville [Florida], 1955). Sobre las versiones de Belprato y Golding puede consultarse también BOLGAR , The Classical Heritage… , 536-537.

199 Véase MENÉNDEZ PELAYO , Bibliografía hispano-latina… , pág. 88; id., Biblioteca de traductores españoles , I (Obras completas, t. LIV), Santander, 1952, págs. 310-312. SCHWEIGER , Bibliographisches Lexicon… , pág. 961, registra entre las traducciones españolas este libro: Julio Solino de las cosas maravillosas del mundo por Alvaro Gutierrez de Torres. 4. Toledo 1524 . Pero la obra de ALVAR GUTIÉRREZ DE TORRES , El sumario de las maravillosas y espantables cosas que en el mundo han acontescido , Toledo, 1524 (hay edición facsimilar de la Real Academia Española, Madrid, 1952) no es una traducción de la Collectanea rerum memorabilium , sino un compendio de historia universal salpicado con noticias de carácter extraordinario entresacadas de los autores clásicos y de la Biblia.

200 A. LASSO DE LA VEGA , Historia y juicio crítico de la escuela poética sevillana , Sevilla, 1871, págs. 207-208; M. MÉNDEZ BEJARANO , Diccionario de Escritores, Maestros y Oradores naturales de Sevilla y su actual provincia , I, Sevilla, 1922, pág. 117, núm. 489. Acerca de la espléndida época de divulgación de los clásicos a la que pertenece C. de las Casas, cf. M. RODRÍGUEZ -PANTOJA , «Traductores y traducciones», en Los humanistas españoles y el humanismo europeo (IV Simposio de Filología Clásica), Murcia, 1990, págs. 98-103.

201 La Biblioteca Colombina de Sevilla cuenta actualmente con tres ediciones de Solino anteriores a la traducción de Cristóbal de las Casas, a saber, la milanense de Bonino Mombrizio [signatura 1-3-21], la de Parma de 1480 [signatura 4-1-32(1)], y la vienense de Juan Camers de 1520 [signatura 2-4-9]. A su vez, la Biblioteca Universitaria hispalense dispone de la veneciana de 1491, de la lugdunense de 1539 y de la de Isingrin (Basilea) de 1543 (quizá la que fue propiedad de Rodrigo Caro: supra , nota 132). Estos datos son sin duda reflejo de la difusión que alcanzó el texto latino soliniano en la próspera y culta metrópolis bética del Siglo XVI .

202 En esta línea, compartimos las reflexiones de CH . JACOB , La description de la terre habitée de Denys d’Alexandrie ou la leçon de géographie , París, 1990, pág. 12.

203 HOMERO , Odisea I 3 (cf. HORACIO , Epístolas I 2, 19-20; Arte Poética 142). En dos composiciones funerarias griegas de los siglos II-III d. C. (W. PEEK , Griechische Vers-Inschriften , I. Grabepigramme , Berlín, 1955, núms. 627 y 1183) hay una alusión expresa a este verso homérico, reflejo, sin duda, del interés colectivo por la geografía del orbe y por las personas «que ocupan el inmenso mundo» (núm. 1183, lín. 3)

204 CURTIUS , Literatura europea… , pág. 81.

205 B. MUNK OLSEN , «La diffusion et l’étude des historiens antiques au XIIe siècle», en A. WELKENHUYSEN , H. BRAET , W. VERBEKE (eds.), Mediaeval Antiquity (Mediaevalia Lovaniensia, Ser. I, Stud. 24), Lovaina, 1955, págs. 37 s.

206 G. SERBAT , «La référence comme indice de distance dans l’énoncé de Pline l’Ancien», Revue de Philologie 47 (1973), 38-49.

207 La cita, que tomo de Menéndez Pelayo (véase la siguiente nota), figura en la Segunda carta de El Bachiller de Arcadia (Respuesta del capitán Salazar al Bachiller de Arcadia) .

208 M. MENÉNDEZ PELAYO , Orígenes de la novela , III (Obras completas, t. XV), Madrid, 1961, pág. 54 y nota 2.

209 En este aspecto, Solino descubre nuevamente su calidad de precursor de los patrones culturales de siglos venideros. Certeramente ha escrito LEWIS , La imagen del mundo , págs. 4 y 8: «La cultura medieval tiene ya un carácter absolutamente libresco o erudito… Los medievales eran librescos. En verdad, creían los libros a pies juntillas. Les costaba enorme trabajo creer que algo que un antiguo auctour hubiese dicho fuera pura y simplemente falso».

210 Ciertos errores de nuestro autor han sido censurados a menudo como prueba de su poca fiabilidad, en concreto la invención de topónimos inexistentes (SOLINO , 2, 5: Polycle; 7, 5: Scioessa ; 24, 15: Addiris) . Pero en este tipo de falta también incurrió PLINIO (VI, 96), inventando el nombre de Xylinepolis a partir de una descripción griega sobre cierta ciudad con casas de madera (xylínē pólis) , y debemos estimarla como simple anécdota que no invalida su obra. Hay otro fallos similares cometidos por ambos autores (vid . nota 580, comentario a 15, 11).

211 F. CASCALES , Cartas filológicas , ep. 3.a de la III década (ed. de J. GARCÍA SORIANO , t. III, Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos, núm. 118), Madrid, 1954, pág. 47.

Colección de Hechos memorables o El erudito

Подняться наверх