Читать книгу Carretera de plata - Stina Jackson - Страница 6

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La luz. Esa luz que lo punzaba, lo abrasaba, lo desgarraba. Esa luz que se arrojaba sobre los bosques y los lagos como una exhortación a continuar respirando, como la promesa de una nueva vida en ciernes. Esa luz que le llenaba las venas de desasosiego y le robaba el sueño. Apenas despuntaba el mes de mayo, él yacía despierto en su cama a la hora en que el amanecer se abría paso por entre urdimbres y rendijas. Percibía el rumor de la tierra rezumando allá donde el invierno se desangraba en el deshielo. El murmullo de los arroyos y los ríos que rompían a fluir cuando las montañas se despojaban de sus túnicas invernales. Pronto, la luz inundaría las noches, se extendería, cegadora, por el mundo, reviviendo todo aquello que dormía bajo las hojas podridas. Insuflaría calor en todos los brotes hasta hacerlos eclosionar, y el bosque bulliría con los gritos hambrientos procedentes de las vidas recién salidas del cascarón. El sol de medianoche sacaría a la gente de sus madrigueras, llenaría de anhelo a los seres humanos, los haría reír, amarse, agredirse los unos a los otros. Había personas que, aturdidas por el resplandor, se extraviaban y desaparecían en aquel día perpetuo. Él, no obstante, se resistía a creer que llegaran a morir.

Carretera de plata

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