Читать книгу Parche, la gata pirata y el mapa del tesoro - Sue Mongredien - Страница 8

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Grandullón dio un pequeño quejido y dejó caer los hombros, pero hizo lo que se le pidió. El capitán se retiró plumclonqueando mientras Mandarina y Bala de Cañón recogían las patatas.

—¿Tesoro maldito? —Parche miró a Sable—. Esto me da mala espina… —dijo preocupada. Entonces una sonrisa ensoñadora se extendió por sus bigotes—. Mmm… pescado… —suspiró.

—Arrr, espera, ¡hay algo más en la botella! —exclamó Sable, observándola detenidamente. La botella había rodado hasta parar cerca de los barriles de pólvora, y Parche se acercó a mirarla. Sable tenía razón, había un segundo trozo de papel dentro.

Parche intentó meter una pata en la botella, pero no cabía. Por suerte, Mandarina había dejado cerca una caña de pescar que tenía un anzuelo afilado, y así Parche y Sable pudieron sacar el papel. Cuando lo desdobló y vio lo que había garabateado, Parche sintió escalofríos por todo su pelaje.

En letra roja («¿Será sangre?», se preguntó Parche) estaba el siguiente mensaje:

—¿Qué pone, capi? ¿Qué pone? —preguntó Sable, dando saltitos.


Parche leyó la advertencia en voz alta y ambos se estremecieron.

—¿Muerte asegurada? —maulló Parche. Sus bigotes temblaban—. No me apetece dar una de mis siete vidas todavía. Tenemos que enseñarle esto a Fletán, ¡rápido!

Pero justo antes de que pudieran llevar la advertencia a ningún lado, Botín se balanceó desde el cordaje y agarró el papel.

—¡No podéis alcanzarme! —se burló. Trepó hacia arriba de nuevo a toda velocidad y se lanzó a una vela.

—¡Escurridizo canalla! —exclamó Parche, mientras lo perseguía con Sable.

Con una risita, Botín agitó el papel en el aire… pero un momento después la sonrisa se le esfumó de la cara. El viento se lo quitó de un tirón y lo envió volando al mar.


—Ups —dijo Botín, tragando saliva.

—¡No! —maulló Parche angustiada mientras el papel se mecía en el agua hasta sumergirse—. Ahora los piratas no recibirán el mensaje, ¡lo que significa que no se enterarán de la advertencia de una MUERTE ASEGURADA!

—¡ARRK! ¿Qué hacemos? —graznó Sable, volando en círculos.

—Lo siento, Parche. —A Botín le temblaban los labios—. ¡Lo siento de verdad!

El capitán Fletán, que observaba el mapa del tesoro, los miró con el ceño fruncido. Aunque los animales podían entenderse entre ellos a la perfección cuando hablaban, a los piratas les sonaba como si estuvieran maullando, graznando o dando grititos de mono.

—Parad ese jaleo, por las barbas de Neptuno —bramó, sacudiendo sus rizos negros con una mirada fulminante—, ¡o vais al cañón más cercano!

El mal genio del capitán era suficiente para parar hasta a la más valiente gata pirata, por lo que Parche se escabulló a la parte de estribor del barco, seguida por Sable.

—Esto es un lío pirata, desde luego —murmuró Parche, moviendo su cola—, no podemos dejar que la tripulación ponga sus manos en el tesoro maldito, Sable. ¡No podemos!

—Bueno, ya sabes lo que le gusta un tesoro al capitán… —dijo preocupado Sable.

Parche lo sabía. Hasta en sueños el capitán Fletán murmuraba a veces sobre oro, plata y joyas.


—Pues de una manera u otra vamos a tener que ponerle muy difícil a los piratas encontrar el tesoro —dijo—. Si tuviéramos un plan supersecreto…

—Un plan supersecreto… —repitió Sable. Movió su cabeza a un lado y pensó—. Quizás si hacemos un mapa de ideas, podríamos…

—El mapa… —Parche dio una palmada con sus patas—. ¡Eso es! Eres un genio, Sable.


—Ah, ¿sí? —preguntó Sable sorprendido.

—Lo único que tenemos que hacer es esconder ese mapa del tesoro de los piratas —explicó Parche—, así no podrán encontrar la isla, y menos todavía…

—¡Tierra a la vista! —gritó Grandullón en ese momento, mirando por el catalejo—. La isla del tesoro justo enfrente, capi, ¡la encontré!

—Oh… pardiez —maldijo Parche—, ¡pardiez y parveinte!

—Espléndido —respondió el capitán Fletán, yendo hacia Grandullón a zancadas. Plum, clonc, plum, clonc. Entonces frunció el ceño y entornó los ojos—. ¡Que me parta un rayo! —gritó—. ¿Será cierto? ¡Pásame ese catalejo!

—¡Barco a la vista! —avisó Mandarina justo en ese momento desde el puesto de vigía.

—Oh, oh —dijo Grandullón, observando el horizonte—. ¿Es lo que creo que es?

—Es el Corazón Negro y su terrible tripulación —respondió sombrío el capitán Fletán, con un destello frío en el ojo—. Lo que me gustaría saber es ¿qué hacen ellos en estas aguas?

Parche y Sable se volvieron para mirar. Lejos, a la distancia, podían distinguir una isla cubierta de palmeras y arena dorada, con un monte con forma de calavera que se asomaba más atrás. Y allí, dirigiéndose justo a una de sus calas, había un segundo barco pirata. Velas negras ondeaban desde los mástiles del barco, y una bandera harapienta de una calavera y huesos cruzados batía la brisa en lo más alto.


—Han oído hablar de este tesoro, seguro —A Grandullón le temblaba el labio inferior y arrastraba los pies, nervioso—. Estos canallas del Corazón Negro son terroríficos. ¡Terroríficos y malvados!

—A mí todos estos piratas me parecen iguales, capi —confesó Sable a Parche—. ¿Quién dices que son estos piratas del Corazón Negro?

—Los lidera el malvado y peligroso capitán Rompehuesos —susurró Parche—. Es el mayor rival del capitán Fletán. ¡De ninguna manera Fletán permitirá que ponga su garfio sobre el botín!

El capitán Fletán se había puesto rojo al ver el barco enemigo.

—¡A toda marcha, camaradas! —rugió, tembloroso—. ¡A toda vela, he dicho! Tenemos que conseguir el tesoro antes que Rompehuesos, ¡y es una orden!

Parche sintió que el pelo se le erizaba. ¡Tenía un mal presentimiento!

—Diga lo que diga el capitán Fletán, no podemos dejar que nuestra tripulación consiga el tesoro maldito —le dijo a Sable—. Así que tenemos que hacer lo que sea para pararlos, ¡y rápido!

Parche, la gata pirata y el mapa del tesoro

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