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II

Más de cien años de historia transgénero

Imaginen que son una joven en la década de 1850 incapaz de hacer frente a la vida conyugal y al cuidado de los hijos e hijas, que carece de capacitación laboral práctica fuera del entorno doméstico, y que sueña con vivir aventuras en el ejército, en alta mar o en las ciudades mineras del escarpado y desértico Oeste. Ataviadas con la ropa de su hermano, se escabullen en la oscuridad y se dirigen al encuentro de su destino. Su vida puede depender de ser percibidas por exactamente la persona como la que se presentan. Imaginen, si no, que son un muchacho que siente debilidad por la compañía social de las mujeres pero no interés romántico por ellas, cuya mayor felicidad es la de cuidar de los niños y niñas. Se estremecen con solo pensar en ser tratadas como una mujer. Se pierden entre las calles de una gran ciudad, buscando una manera de vivir que les haga sentir bien, pero terminan siendo el objeto de todas las humillaciones con las que la sociedad puede pagar a un individuo afeminado, soltero y con pocas posibilidades de lograr un empleo o un hogar.

La regulación de la sexualidad y el género

Desde los inicios del asentamiento colonial de lo que ahora conocemos como EE.UU. ha habido quienes contradecían las expectativas sociales de lo que se consideraba «típico» de los hombres o de las mujeres. Thomas o Thomasine Hall fue una sirviente en la Virginia de la década de 1620, posiblemente con una anatomía intersexo, que en ocasiones vivía como hombre y otras como mujer. La colonia de Massachusetts aprobó por primera vez leyes contra el travestismo en la década de 1690. En el siglo xviii, muchas mujeres y personas transmasculinas –entre las más conocidas, Deborah Sampson– se alistaron en el Ejército Revolucionario como hombres. Joseph Lobdell, anteriormente conocido como Lucy Ann, autor de The Female Hunter of Delaware and Sullivan Counties, se hizo localmente famoso en el norte del estado de Nueva York durante los inicios de la República no solo por su excelente puntería con el rifle sino como defensor feminista de la reforma del matrimonio, antes de que pasaran a considerarlo un enfermo psiquiátrico y lo internaran por el resto de su vida. Una popular revista literaria, The Knickerbocker, llegó a publicar un relato de ficción en 1875 titulado «The Man Who Thought Himself a Woman», que presentaba un retrato empático de una persona con sentimientos transgénero. Durante todo el periodo anterior a la Guerra Civil, la institución de la esclavitud solía privar a los esclavos y esclavas de sus significantes de género no únicamente alejándolos de los roles sociales tradicionales para hombres y mujeres propios de sus culturas africanas de origen sino también tratando de reducirlos a cuerpos de trabajo intercambiables, ya fueran hombres o mujeres.

Hasta mediados del siglo xix, sin embargo, no se dieron las condiciones sociales necesarias para atizar el movimiento transgénero de masas para el cambio social que surgiría en el siglo sucesivo. A comienzos de la década de 1850, ciertas ciudades de los EE.UU. comenzaron a aprobar ordenanzas municipales que ilegalizaban la presentación en público «con una vestimenta que no perteneciese al propio sexo». Existe incluso una historia más antigua de regulación pública de la vestimenta que se remonta al periodo colonial, con normas que prohibían disfrazarse en público o llevar ropas asociadas a un rango social o profesión particular distinta a la propia, y que criminalizaban a las personas blancas que se vestían como indios (como era habitual, por ejemplo, durante las protestas populistas del Boston Tea Party) o a las personas negras que representaban a personas blancas, pero la ola de legislación local de los años en torno a 1850 supuso un nuevo acontecimiento específico de la presentación de género. Aunque las personas con sentimientos transgénero vivían tanto en entornos rurales como en urbanos de un extremo a otro del país –de hecho, el libro del historiado Peter Boag Re-Dressing America’s Frontier Past señala que la prensa del siglo xix y principios del xx (que puede consultarse hoy en día fácilmente online en formatos digitales de búsqueda) recoge historias sobre travestismo «ubicuas»– esta nueva legislación puede interpretarse, al menos en parte, como respuesta a la creciente urbanización de la cultura estadounidense.

LA ILEGALIZACIÓN DE LA PRÁCTICA DEL CROSS-DRESSING

Entre las muchas leyes contra el travestismo aprobadas a mediados del siglo xix, la siguiente ordenanza de la ciudad de San Francisco adoptada en 1863 dictaba:

Aquellos que aparezcan en un lugar público desnudos, endosando ropas no pertenecientes al propio sexo o vestidos de forma indecente o lasciva, o bien que se expongan en público de forma indecente, sean responsables de cualquier acto o comportamiento lascivo o indecente o lleven a escena una obra teatral –u otra representación– indecente, inmoral o lasciva incurrirán en delito menor y, de ser hallados culpables, estarán obligados al pago de una multa que en ningún caso superará los quinientos dólares.

Leyes municipales que prohibían vestir con ropa del sexo opuesto

Siglo xix
LugarAñoLugarAño
Columbus, Ohio1848Dallas, Texas 1880
Chicago, Illinois1851Nashville, Tennesee 1881
Wilmington, Delaware1856San Jose, California 1882
Springfield, Illinois1856Tucson, Arizona 1883
Newark, New Jersey1858Columbia, Missouri 1883
Charleston, South Carolina1858Peoria, Illinois 1884
Kansas City, Missouri18601889Butte, Montana 1885
Houston, Texas1861Denver, Colorado1886
Toledo, Ohio 1862Lincoln, Nebraska1889
Memphis, Tennessee 1863Santa Barbara, California189?
San Francisco, California 1863Omaha, Nebraska1890
St. Louis, Missouri 1864Cheyenne, Wyoming1892
Minneapolis, Minnesota1877Cicero, Illinois1897
Oakland, California1879Cedar Falls, Iowa1899
Siglo xx
LugarAño
Cedar Rapids, Iowa 1905
Orlando, Florida 1907
Wilmington, North Carolina 1913
Charleston, West Virginia 1913
Columbus, Georgia 1914
Sarasota, Florida 1919
Pensacola, Florida 1920
Cleveland, Ohio 1924
West Palm Beach, Florida 1926
Detroit, Michigan 195?
Miami, Florida 19521956
Cincinnati, Ohio1974

Compilado por Clare Sears en su tesis doctoral A Dress Not Belonging to His or Her Sex: Cross-Dressing Law in San Francisco, 1860–1900 (PhD diss., Sociology Department, University of California, Santa Cruz, 2005), basado en los datos del libro de William Eskridge, Gaylaw: Challenging the Apartheid of the Closet (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1997).

No hay mucha investigación histórica que nos ayude a explicar por qué el travestismo se convirtió en una cuestión social aparentemente tan falta de regulación en la década de 1850, pero un viejo argumento sobre el capitalismo y la identidad gay nos regala algunos paralelismos sugerentes. Según el historiador John D’Emilio, la aparición de comunidades gais y lesbianas modernas tuvo que esperar a mediados del siglo xix, con el auge de las ciudades industriales modernas y sus grandes poblaciones de clase trabajadora. No fue hasta abandonar las cerradas comunidades rurales, caracterizadas por formas íntimas e interconectadas de vigilancia familiar y religiosa, cuando los hombres tuvieron la oportunidad de formar otros tipos distintos de lazos emocionales y eróticos con otros hombres. Las ciudades –donde la economía industrial generó muchos puestos de trabajo remunerados que permitían a los hombres solteros independizarse de sus familias de origen y vivir en relativo anonimato entre miles de otras personas– proporcionaron las circunstancias sociales idóneas para la configuración de las comunidades gais.

Dado que las mujeres tenían menos posibilidades que los hombres de liberarse de las garras del matrimonio, el cuidado de los hijos, hijas, y padres y madres ancianos, no hubo una subcultura lesbiana similar en las ciudades hasta el siglo xx, cuando las mujeres pudieron mantenerse por sí solas como trabajadoras remuneradas independientes. Los años veinte fueron una década crucial para este cambio. Por primera vez, la población urbana de los EE.UU. superaba a la rural, las mujeres ostentaban un poder político sin precedentes en la historia gracias a su recién adquirido derecho al voto y las sensibilidades de la Era del Jazz acogían de buen grado ideas más dilatadas sobre la sexualidad femenina considerada socialmente aceptable. El amplio abanico de posibilidades para la mujer independiente llegó a verse como un aspecto importante de la nueva «era moderna». Caracterizaron este periodo una serie de factores confluentes tras las turbulencias de la Primera Guerra Mundial, como las nuevas tecnologías de entretenimiento (por ejemplo, imágenes en movimiento y grabaciones de sonido), los estilos modernos de arte y literatura o la iluminación eléctrica en hogares y calles que incrementaba las oportunidades para la socialización nocturna.


No debemos negar que todavía sabemos muy poco de la historia social del cross-dressing o de la expresión de los sentimientos transgénero en público en épocas anteriores. Pero aun así, las mismas circunstancias que contribuyeron al desarrollo de los entornos sociales homosexuales se habrían reproducido igualmente para aquellas personas que buscaban formas distintas de expresar su percepción de género. Las personas a las que se clasificaba como «mujeres» al nacer que lograban presentarse como hombres tenían mayores oportunidades para viajar y encontrar trabajo. Las personas a las que se clasificaba como «hombres» al nacer que se presentaban como mujeres tenían más oportunidades de vivir como mujeres en las ciudades, que eran diametralmente distintas a las comunidades en las que habían crecido. En la práctica, las distinciones entre lo que ahora llamamos «transgénero», «gay» o «lesbiana» carecían del significado que comenzaron a desarrollar en aquel momento. A lo largo de la segunda mitad del siglo xix y la primera del xx, el deseo homosexual y la variación de género solían asociarse de forma estrecha. Una forma habitual de pensar en la homosexualidad por aquella época era verla como una «inversión» de género, en la que a un hombre al que le gustaban los hombres se le suponía una actitud femenina y a una mujer que se sintiera atraída por otra se le atribuía una conducta masculina.

Historia de lo trans

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