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Оглавление1. DATOS DE INTERÉS Y PERFILES FEMENINOS MÁS HABITUALES
«Aquel que es prudente y
espera a un enemigo que no lo es
saldrá victorioso».
El arte de la guerra, Sun Tzu5
He constado, a través de las distintas fuentes de información que he utilizado para escribir este libro, que la mayoría de mujeres al inscribirse en las páginas de citas obtiene dos grandes beneficios de manera inmediata.
El primero es una increíble subida de autoestima debido a la gran cantidad de hombres que desean «conocerlas» (tiempo habrá para saber si esta inyección de moral es real o un regalo envenenado). Avalanchas de mensajes en forma de gigantescas bolas de nieve colapsan sus bandejas de correo con propuestas de lo más variadas, las que van desde el hombre sofisticado que les sugiere un encuentro casual en una bonita vinoteca, hasta el cachas de gimnasio que las invita a cenar en su loft a los treinta segundos. Correos de amor, insinuaciones sexuales, piropos sobre lo profundos que son sus ojos o lo bonita que es su sonrisa, adornado todo ello con poemas de algún escritor noruego al que nadie conoce, pueden completar el extenso abanico de posibilidades.
El segundo beneficio es la posibilidad real de tener una cita, y de manera rápida, con una gran cantidad de hombres que cumplen sus cambiantes requisitos en función de la edad, momento personal que atraviesen o estado anímico de ese día, y todo ello por supuesto con muy poco esfuerzo. Es decir, ¡un auténtico chollo!
A nivel emocional y psicológico descubren en estas páginas un mundo de alabanzas, peticiones originales para cenar en un restaurante de moda o caminar el domingo por una ruta preciosa en la montaña de tal o cual localidad; y lo que debería ser un duelo emocional se convierte automáticamente en una transfusión en vena de ilusión y fantasía, producto de la amplia y variada oferta de personas de todas las edades que dicen querer conocerlas (es decir, y resumido por si alguien no lo había pillado, tener sexo, aunque este aspecto el varón suele omitirlo deliberadamente).
La típica chica que ha estado toda su vida con alguien (da igual la edad que tengas, ahora somos todos chicos y chicas) y que se introduce por primera vez en este mundo (lo más habitual es escuchar que ella «no quería» pero que su mejor amiga la «ha empujado» a hacerlo) tiene, en muy pocas horas, propuestas de gente de diferentes edades y nacionalidades de lo más exóticas, que exaltan sus cinco sentidos hasta rallar lo absurdo y paranormal.
Estos «profesionales» que ya llevan tiempo en el mundillo y que saben cómo funciona todo esto le venden un presente apasionante y un futuro esperanzador, ya que han visto lo maravillosa y especial que es desde la coartada que otorga el anonimato, pues ella tiene unas fotos muy sensuales o una descripción en su perfil que automáticamente la convierte en única (aunque, en realidad, ella tenga como foto principal la imagen de una playa paradisíaca y en su descripción personal solo haya incluido dos líneas de texto que no aportan ningún dato relevante).
Ellos no dudan en insistir y dar su número de WhatsApp a la primera de cambio, y esto provoca que fácilmente ella pueda entrar en un estado de embriaguez emocional. Son tantos y tan variados en sus países de origen, razas, condiciones económicas, laborales y sociales, así como en edades y niveles de estudios, que resulta difícil no caer en un estado de borrachera afectiva y sexual.
Pronto se imagina que puede degustar una cerveza en compañía de un niñato de 23 años («fibrado» y simpático) o quedar con un madurito de 52 (interesante y montado en el dólar), que le ofrece un paraíso de sensaciones nuevas contemplando juntos el atardecer desde su imponente velero. Un conocido que acudió a un speed dating entabló conversación con los presentes después del evento y cinco varones de un total de doce decían disponer de velero propio. ¡Menuda estadística!
Entonces ella piensa —y sobre todo siente— que el estúpido de su ex no valoraba lo suficiente sus cualidades como mujer, pero que toda esta gente que le escribe sí sabe hacerlo (sobre todo aquellos que más insisten). «¿Por qué otro motivo, si no, van a querer conocerme?», se pregunta mientras se pinta las uñas de un nuevo color...
De las personas con las que he podido documentarme, extraigo que lo que acabo de narrar sucede independientemente del atractivo físico o la edad. Es decir, es suficiente el simple hecho de ser mujer para acceder a este mundo de propuestas irrenunciables y sin ningún tipo de limitaciones. Evidentemente, si las fotos del perfil sugieren una mujer atractiva y de fácil acceso, las ofertas tentadoras se multiplicarán por mucho.
Así mismo, perfiles sin ninguna foto y con muy pocos datos personales también obtienen «recompensa». Hace poco he leído que a la dama que aparece en un cuadro de finales del siglo XIX en Facebook le han llovido las peticiones de cita6, pues hay quien no diferencia a una mujer pintada al óleo de una fémina real de carne y hueso. Pues sí, señores, ¡a esto se ha llegado también!
A algunos nos llama poderosamente la atención el modo en el que los demás se expresan y se comunican (personalmente me fijo bastante en este aspecto de manera casi innata, pues suele revelar datos interesantes sobre cómo actuamos inducidos por nuestro subconsciente). Por ejemplo, cuando escucho cosas como «me escriben muchos hombres», me pregunto si habrá una interpretación de rebaño detrás de la afirmación o si es un eximente de responsabilidad el hecho de que alguien se haya apuntado a una app solo porque otra persona la ha empujado a hacerlo.
Como ya he de dicho le doy una importancia especial a la manera en la que hablamos, y casos como los que acabo de comentar (aunque podría hacer una larga lista al respecto) hacen que me chirríen los oídos habitualmente. El lenguaje, tanto verbal como corporal, es en sí un acceso instantáneo a lo más profundo de la persona si se sabe interpretar.7
Después de terminar con su matrimonio o relación de convivencia (interesante ver las estadísticas de solicitudes de divorcio en España —en comparación con otros países—, diferenciadas por sexos y por quién rehace antes su vida y por qué)8, los miembros de una pareja suelen decir que saben «lo que no quieren», pero no tienen claro «lo que quieren». Desean recuperar los años perdidos y se entregan como si no hubiera un mañana a la sensación de vivir todo aquello que antes se les había sido negado, dejando constancia de que la responsabilidad de este aspecto es de la expareja de turno.
Algunas frases que suelen escuchar sistemáticamente los hombres, como si de un mantra con el que ellas pueden alcanzar la inmortalidad (en el reino de los cielos color rosa chicle) se tratara, son:
«¡No busco sexo!».
«¡Le pego una patada a una piedra y me salen veinte!».
«Busco alguien que me haga reír, ji, ji, ji».
«Haz espacio en tu vida para alguien que te quiera, porque en su cama te lo hace cualquiera».
«¡Pero si podría ser su madre!». (Entre cierta sonrisilla y cara de porque yo lo valgo, cuando alguien veinte años más joven le «entra»). Me parece que el fanfarroneo ha cambiado de sexo; como apuntaba aquella canción de Scorpions, Winds of change...
«¡Los hombres mienten!» o, lo que es lo mismo, «se quieren acostar contigo tras una gran inversión en forma de mensajes de amor —y cenas— y, una vez tienen lo «que querían», cambian su actitud y desaparecen sin decir adiós».
«No me gustan los cachas de gimnasio, no tienen conversación, ji, ji, ji».
«No soy de irme a la cama el primer día, ni con el primero que pasa». Esto lo dicen con cierta rotundidad antes de quedar por primera vez para, horas después (y tras varios mojitos), mostrarse sorprendidas al despertarse por la mañana desnudas en la cama de su nuevo «amigo»; situación que corrigen con un: «No te lo vas a creer, es la primera vez que me pasa, ji, ji, ji». Parece de chiste, ¿eh?
«No soy de las que buscan, prefiero que me encuentren».
«¡Yo no voy detrás de nadie!».
«¡Los hombres van a lo que van!».
«Solo busco amistad, entré por curiosidad ji, ji, ji». (Por eso en la mitad de sus fotos pueden aparecer en bikini y en la otra mistad postureando o poniendo morritos...).
«¡El mercado está muy mal!».
«Por cierto, ¿cuánto mides? ji, ji, ji». Y esto lo preguntan en el minuto uno, como si toda la posible relación dependiera de ese factor tan importante (eso sí, ellas, en su perfil, dejan bien claro que no quieren conocer a hombres superficiales que solo miran el físico).
Las redes sociales (además del uso para el que fueron desarrolladas) se usan para que muchos de los que encuentran en ellas la excusa perfecta para probar suerte (como si de una máquina tragaperras se tratase) liguen, con la remota esperanza de que los tres jockers se alineen, y obtener el premio gordo. Si a esto le sumamos las páginas de contacto, cada vez más y más variadas (las hay dedicadas en exclusividad a personas casadas que buscan una infidelidad puntual, por ejemplo), podría decirse que la vanidad y soberbia femeninas pueden verse agrandadas hasta el punto de crear una adicción difícil de superar.9
Johny PT, uno de mis entrevistados, me explicó que una vez quedó con una chica muy normal físicamente y que, a los pocos minutos de la cita, ella sacó el móvil para enseñarle las más de cien solicitudes de amistad que tenía pendientes de aceptar en Facebook. La «muchacha» —de 55 años— decía no entenderlo, pero cuando Johny «rascó» un poco resultó que ella estaba en un grupo de amistad de dicha red social y que le gustaba dar las buenas noches a sus nuevos amigos virtuales con una foto de una pin-up y un mensaje de lo más hot. Decía no entender nada, y menos tanta desesperación masculina por querer conocerla, pues se consideraba a sí misma muy normalita (por no decir fea). Pues sí, amigos(as), esto también ocurre.
Citas originales en algún spa, sexualidad a tope en hoteles por horas con «empotradores» (que luego resultaron ser un bluf), encantadores de serpientes las veinticuatro horas, romanticismo más falso que una moneda de cuatro euros y la pedantería del snob de turno son solo algunos de los ejemplos con las que la mujer se va encontrando, pero elevados a una función exponencial interminable.
Quizá si estás leyendo todo esto puedas no creerme, aunque lo mejor de todo es que no hace falta que sea una mujer físicamente espectacular. Tan solo es necesaria una foto de perfil con cierta gracia y a veces ni eso. Te animo a dar de alta diferentes perfiles femeninos con fotos de hadas sensuales o imágenes sacadas de algún cómic erótico (con una descripción en la que dejes entrever que no deseas un compromiso serio), y así lo compruebas por ti misma.
Evidentemente, reciben muchísimas más propuestas, a las que ni siquiera dedican un segundo, pues no tienen tiempo material de contestar a todos los interesados; hacen un filtro en base a lo bien que le hayas regalado los oídos en tu mensaje (en un foro femenino leí que para ellas en su mayoría el punto G estaba en la oreja), a lo buenorro que te muestres en tus fotos, a lo insistente que seas o lo simpático y original que les resultes. Es muy curioso ver en tantos perfiles la frase «busco alguien que me haga reír». Un conocido, harto de este aspecto, le preguntó a una que por qué no buscaba payasos de circo, momento a partir del cual le perdió el rastro para siempre. Cosas que pasan...
Si como hombre no estás en uno de esos grupos, al que hay que añadir el de machos con poder y dinero, entonces no existes para ellas por más esfuerzo que dediques al tema. Hay quienes se anuncian subidos a su pedazo de moto, delante de la piscina de su chalet o encorbatados en la silla del despacho. Hay un grupo numeroso de mujeres que siente fascinación por hombres así, aunque cuando se ha consumado el sexo (y la magia eterna prometida se ha esfumado como por arte de magia), les resulten pedantes, egocéntricos, narcisistas, malos amantes y una larga lista de etiquetas.
Para la mayoría de hombres la mujer cuando menos es muy curiosa, no tiene un baremo, por lo que, si eres atractivo, la estás cortejando; pero, si eres feo, se puede sentir acosada. Si tienes dinero eres un seductor, pero si estás en el paro y vives con tus padres la estás agobiando.
Una vez me contaron el caso de alguien que en su descripción de perfil decía: «No llevar chupete en el escote ni viagra en el bolso», en referencia a que estaba agotada por el hecho de que solo le escribieran jovencitos con ganas de sexo o abuelos con curiosidad por ganarse sus atenciones (ofreciéndole para ello prebendas de todo tipo). Cuando a esta persona le sugirieron que tomara la iniciativa en la búsqueda activa de hombres que cumplieran sus requisitos, entró en un estado de indignación total: «Yo no soy de buscar, eso es aún más agotador, ¡prefiero que me encuentren!».
Después de varias citas con subidas de adrenalina por las escenas vividas y sacadas de las Cincuenta sombras de Grey (muchos no entienden a tanta mujer que dice haberse aburrido sexualmente con su marido durante veinte años y que en seis meses, tras la separación, ha tenido más y mejor sexo de lo que había soñado nunca), pueden entrar en una fase difícil, pues explican haberse cansado de experimentar y que ahora buscan «algo más que solo sexo», algo más que un «comeorejas» profesional. Aquí hay una drástica disminución de sensaciones placenteras, pues el filtro se vuelve más exigente y el amor verdadero parece que no va a llegar nunca.
Emocionalmente, es como tener que desengancharse de una droga y no tener otra con la que substituirla. Aun así permanecen en las páginas a ver si un día suena la flauta. El interés se va perdiendo y cada vez dedican menos tiempo y entusiasmo a revisar su correo. Llegados a este punto, han tenido tiempo de conocer a muchos; alguno de los cuales se ha quedado en sus vidas como amigo, amigo «con derechos» o vete tú a saber.
En este momento acude rauda y veloz a su perfil, dejando bien claro que se abstengan de escribirle todos los estereotipos masculinos que hasta ahora lo han hecho y que solo lo hagan —faltaría más— aquellos que cumplan todos y cada uno de los requerimientos de una lista interminable. Esta advertencia es insuficiente para muchos varones que, ávidos de amistad, sexo o curiosidad, se lanzan igualmente a probar suerte.
Muchos se sorprenden por el hecho de que tantas féminas digan haberse sentido utilizadas por quienes con palabras bonitas se las han llevado a la cama, para luego experimentar una sensación de abandono profundo una vez se ha consumado el sexo y la fiesta ha terminado. En algunos de los foros de debate a los que he asistido he escuchado como explicación frases del tipo: «Siempre he sido muy ingenua», «Me dejé llevar» o «Parecía tan sincero...».
Hay varones que se preguntan cómo una mujer en edad adulta se puede creer los piropos de una foto anónima, enamorarse de unas palabras automatizadas e intercambiar fluidos corporales en tiempo récord, para luego darse cuenta de que todo era un truco y que la responsabilidad de todo es del contrario...
A grandes rasgos, podría decirse que se ha «infantilizado»10 la figura de la mujer —al tiempo que la del hombre se ha vuelto más castrada en sus fundamentos masculinos—.11 Basta con observar los comportamientos de unos y otros con cierta curiosidad (haciendo una comparativa con nuestros abuelos, por ejemplo) para llegar a conclusiones sorprendentes.
Por otra parte, también existe un cierto sector de la población femenina que ya tiene una relación consolidada (casadas, emparejadas) y que, pese a sentirse queridas y con una vida social de cara al mundo perfecta, notan que les falta «algo». En este caso, suelen entrar a las páginas motivadas por los consejos de alguna amiga de confianza; por lo general, no tienen foto en su perfil y, si la tienen, evidentemente no es de ellas (acostumbran a poner una imagen a todo color de unos labios carnosos, una luna en el horizonte con un mensaje erótico e incluso la foto de su actriz favorita).
Básicamente buscan alguien para verse de forma esporádica y que su nuevo posible amante las haga experimentar todo aquello que con sus maridos nunca han sentido, pero que saben que existe; además, tienen a una «mami» —recién separada— del grupo de WhatsApp del cole que les envía todos los días las fotos de los buenorros a los que se está tirando. De este modo, ella quiere tener el pack completo y llevar una vida sin altibajos; el hombre «beta» en casa (que la provea de cariño, estabilidad emocional y recursos), y el «alfa» o «malote», escondido en sus teléfonos bajo algún nombre femenino para no levantar sospechas (que le aporte la chispa que hace tiempo ha perdido con su marido). Decir que, en caso de una infidelidad (y según el saber popular), son mucho más hábiles para disimularlo.12
En cualquier caso, como hombre, te preguntarás, después de pasar todos los filtros y habértelo currado, si ella será lo atractiva que sus fotos dicen ser, si tendrá una gran capacidad para hacer que te diviertas a su lado o si disfrutarás en la cama como nunca lo habías hecho antes. Pues no es así, siento ser yo el que te lo diga. Seguramente, salvo que estés en ese pequeño porcentaje de hombres muy atractivo o en su defecto tengas ese «algo» que ellas no saben qué es pero que las vuelve locas, te tocará bajar muy mucho el listón, quedar con alguna que tenga bastantes más años que tú, escuchar una conversación deprimente que girará en torno a las problemas de ella —o la cantidad de propuestas sexuales que recibe—, etc.; y todo ello con buena cara si quieres volver a verla otro día. ¿Te has preguntado dónde está tu dignidad?...
Hay una diferencia abismal en cuanto a sus opciones de elección y tus posibilidades (de hecho, hay una enorme burbuja sexual y afectiva).13 Ellas saben que puedes darte por contento si se dignan a contestarte a alguno de tus múltiples mensajes —y aunque sea tres días tarde—, con un escueto monosílabo (después de tu parrafada en la que le dices lo maravillosa que es y que seguramente sea un copy and paste de otro mensaje que habías reenviado con anterioridad a muchas otras). También saben que muchos de vosotros, pese a que os traten con indiferencia y no os contesten, seguiréis insistiendo cual robot automatizado.
Por todo esto, existe un desequilibrio tan inmenso que hay dos realidades que nada tienen que ver la una con la otra. A igualdad de físico (no nos engañemos, pues en una página de contactos la presentación es la foto), ella siempre tendrá muchísimo más para elegir. Su misión es aprender a filtrar con quién queda y con quién no, pues el poco tiempo que tiene disponible lo ha de dedicar a escoger entre los interesados de una larga lista. La tarea del varón, en su mayoría, obviamente, es escribir y escribir esperando llamar la atención de alguna, y de esta manera tener una posibilidad real de cita, combinando para ello diferentes estrategias de seducción.
Si en esta fase ellas pueden disfrutar de un subidón brutal, tú puedes sentir una gran desesperación si no te lo tomas con filosofía. Puede ser aterrador escribir a cincuenta mujeres y que te respondan tres como mucho, con unos escuetos: «No me interesas», «No eres mi tipo» o «Eres bajito, ji, ji, ji». Así de exigentes se muestran, evidentemente, porque tienen muchas más opciones disponibles de manera inmediata.
Según mis encuestados, la culpa de todo esto la tienen los propios hombres. Elevan la percepción de mujeres que no «valen» lo que ellos les dicen y las vuelven de este modo engreídas, superficiales, déspotas y aburridas. Todo esto el varón es capaz de hacerlo por tener una posibilidad real de sexo o un poco de cariño.
El papel del personal masculino en España en las páginas de contacto es bastante lamentable según mis fuentes, yendo del «pagafantas» u «hombre omega» (que invita a todo a quién aún no conoce de nada) hasta el «comeorejas» (que se dedica a regalar los oídos y dar atenciones de todo tipo a cualquier mujer para ver si así cae algo). También están los que se ofrecen de forma «altruista» para hacer de psicólogos y escuchar, con cara de falso interés, las historias que ellas cuentan sobre otros hombres y el sexo que han practicado con ellos (pensando que de esta manera —talante comprensivo y amigable en mano—, acabarán algún lejano día y cuando haya una conjunción astral triple, teniendo un lío amoroso). Son seres que se han perdido el respeto a sí mismos y que creen —erróneamente— que así van a conquistarlas o a tener algún tipo de relación, más allá de una amistad blanca.
Puede parecer preocupante que tantos hombres se hayan traicionado a cambio de tan poco. En algunos foros se les llama babosos, arrastrados y cosas peores. Si algo le gusta a la mujer es un varón con todas las letras, aunque a modo de terapia, entretenimiento o interés, puede llegar a utilizar a un beta u omega para su beneficio personal, pero difícilmente llegará a amarlo.
Quizá sería interesante abrir el debate sobre los datos de la cantidad de suicidios y alcoholismo en varones derivados del hecho de haber perdido la dignidad por estos motivos.14 Según un estudio de la BBC15, en Europa se suicidan veinte hombres por cada cien mil habitantes y cinco mujeres con respecto al mismo total; mientras que, en España, el suicidio masculino supone el setenta y cinco por ciento del total, siendo además la primera causa de muerte en varones de entre quince y veintinueve años.
La definición que más me ha gustado y que mejor define la dignidad es: «Cualidad del que se hace valer como persona, que se comporta con responsabilidad, seriedad y respeto hacia sí mismo y hacia los demás, y no deja que lo humillen ni degraden». Creo que sería bueno preguntarse cómo sería la sociedad si este concepto fuese inculcado desde la cuna y se considerara algo para lo que no hubiese renuncia posible...
Una de las grandes cuestiones de debate entre las mujeres es: «¿Por qué los hombres nos mienten para llevarnos a la cama?». La mujer que valora una relación tradicional de cortejo y seducción no entiende que el varón (que únicamente quiere sexo ocasional) recurra a ellas, pues hay otras muchas mujeres en el mercado que se han liberado y que también quieren sexo sin compromiso. Después de sentirse engañadas con las maniobras del mentiroso seductor, afirman rotundamente con gran indignación: «¡¡¡Quiero a alguien sincero de verdad!!!».
Que más le gustaría a un hombre común y corriente que poder ser cien por cien sincero ante cualquier mujer y decirle algo del tipo: «Oye, me gustas, ¿vienes esta noche a mi casa y practicamos técnicas del Kama-sutra?» Lamentablemente, esto no le funciona prácticamente nunca, por lo que se ve «obligado» a recurrir a la vieja treta de vender amor (a base de palabras bonitas, que no se cree ni él mismo, por cierto), convertirse en el payaso que la haga reír o el ya comentado pagafantas; y ver si, de este modo, la balanza se inclina a su favor.
Evidentemente, una vez obtenida la «recompensa», puede salir a relucir toda la verdad a la superficie y esta no es otra que el hecho de que las palabras zalameras que adornaban las acciones se vuelven falsas. En el momento de toparse con la realidad, el ego femenino se resiente enormemente —muchísimo más si el engaño proviene de un macho alfa—, pudiendo incluso entrar en un episodio de crisis punzante, pues constata lo absurdo e ingenuo que ha sido creerse tanta palabrería barata. Además, esto se puede repetir a lo largo de los años sin que ella sepa salir del bucle y sin saber siquiera cómo va entrando en él nuevamente.
A veces, las grandes cuestiones pueden explicarse de un modo sencillo. Estudios recientes16 demuestran que el ochenta por ciento de las mujeres solo siente atracción hacia el veinte por ciento de los varones. Si tomamos estos datos como ciertos, podría deducirse fácilmente que hay un ochenta por cierto de hombres que es invisible sexualmente (los cuales se saben sin ningún tipo de atractivo debido a su físico, su personalidad o su estatus socioeconómico) y que debe desarrollar actitudes complementarias de «supervivencia» si quieren tener «acceso» a una fémina.
Perfiles Base de mujeres en las redes:
La víctima. Dice haber sido maltratada en sus relaciones anteriores y por ello ahora afirma cosas del tipo: «¡Ya no me fío de ningún hombre!». Se me hace difícil entender que los sentimientos más profundos de uno(a) se puedan contar a quién te acaba de conocer. Además, es muy poco inteligente, pues la persona que tienes delante no estaba en tu pasado y es llevar la cita a un terreno pantanoso. Lo que no han podido decirle a su ex —por miedo o impotencia— lo proyectan en su nueva cita, por lo que pueden pagar justos por pecadores. Ser hombre significa: «Eres culpable hasta que me demuestres lo contrario».
Si se piensa con frialdad, este perfil es para salir corriendo (también hay multitud de varones así), pues nadie tiene que pagar por lo que otros hayan hecho. Es curioso ver la relación entre quien ejerce el papel de víctima y el de salvador17. Son roles que se ejercen involuntariamente y, pese a que ambos se necesiten, suelen acabar desencadenando relaciones tóxicas.
Observo que en los últimos años los medios de comunicación están presentando de forma continua la imagen de la mujer como víctima, creando así una sociedad femenina infantilizada, como ya se ha comentado, (a lo que hay que añadir las maniobras de hipersexualización en los medios)18, que persigue una inmunidad en la responsabilidad individual por decreto, con todos los problemas que esto conlleva en un adulto.19
Cada cual debería extraer las conclusiones necesarias y hacer un profundo ejercicio de reflexión. La maquinaria de la ingeniería social provoca por definición que, si hay una persona damnificada, entonces hay que buscar un culpable y, claro, ya se sabe quién lo es en el 99,99 % de los casos...
Para la sabiduría popular, el amor significa compartir. Se comparte la salud y la enfermedad, las alegrías y las penas. Si partimos de este principio, la responsabilidad de lo que ocurre en una relación, sea cual sea, también es repartida (aplicable tanto a historias de amor, como para idilios de una noche). Cuando he participado en algún foro, la mujer que escapa del hecho de asumir su parte de responsabilidad suele dar respuestas del tipo: «Al principio él no era así, cambió con los años» o «Me acosté el segundo día porque dijo que me quería...». (Y aquí acaban sus competencias, pues como ella estaba muy enamorada y el que cambió —evidentemente a mucho peor— fue él, la culpa total y absoluta es de él también).
Llegados a este punto, siente su postura reforzada por los «amigos» de siempre (y también por los recién conocidos que han aparecido milagrosamente en su vida), que le van a decir lo mucho que vale, que ese hombre con el que ha estado no la merecía y que evidentemente puede aspirar a alguien mejor. Ellos están ahí para consolarla cuando le haga falta, reforzando de este modo —todavía más— su exención de responsabilidad (es obvio que existen carroñeros masculinos que no desaprovechan un momento de tristeza profunda, para si la ocasión se presenta beneficiarse de la coyuntura).
La casada. No tiene foto en su perfil o, si la tiene, es una foto de Betty Boo —o bien unas piernas de infarto en blanco y negro—, con unas medias de rejilla imponentes y tacones de un palmo. Suele tener las ideas claras y lo que busca es diversión y buen sexo, pues con los años ha perdido esa pasión y se considera lo suficientemente joven para vivir a tope. Suele ser ella la que inicia el contacto y, si le gustas, quedar es muy rápido y fácil. Existe la ventaja de saber de antemano la reglas del juego, que evidentemente pone ella. Para un hombre tener una relación sencilla, sin compromiso, divertida y con buen sexo es más que suficiente durante muchas etapas de su vida, aunque también se debería valorar el hecho de estar metiéndose en camisa de once varas. Podría decirse que hay circunstancias y necesidades diferentes, según el momento existencial de la persona.
Siempre me han preguntado amigos y conocidos lo difícil que es tener una aventura de este tipo con una mujer soltera, es decir una relación duradera, sin ataduras y buen sexo, pero por lo que se ve, esto es más difícil que aterrizar con éxito en Venus teniendo solo cien euros para invertir en tecnología espacial.
Dicen que los hombres somos «simples», como si esto fuera lo más negativo del mundo. Satish Kumar20 dijo que «para ser feliz hay que ser simple». Muchas veces he escuchado la frase: «La vida no es complicada, nos la complicamos nosotros». Ante este tipo de afirmaciones siempre lanzo la pregunta: «¿Por qué no lo haces todo más fácil entonces?». Aquí se entra en una especie de cortocircuito mental (y la conversación gira radicalmente a cualquier otro tema), como si fuese algo para lo que no hay respuesta.
Las casadas en las redes sociales —no así las de las páginas de citas— suelen ser de un perfil diferente. Buscan más el hecho de sentirse deseadas y tener conversaciones prohibidas que no un encuentro físico en sí. Es una manera de demostrarse a sí mismas que, aunque están comprometidas en el presente, tendrían muchos pretendientes disponibles si decidieran regresar al mercado en el futuro.
La novata. Una amiga la ha empujado a darse de alta en la app y aún no está contaminada por citas y decepciones anteriores. Conocer a una chica de este grupo es tener mucha suerte, pues es lo más parecido a empezar de cero. Según mis entrevistados se nota muchísimo cuando una mujer no está envenenada por los desengaños de todo tipo que se esconden tras las páginas de citas. Conservan cierta frescura y un encanto diferente, las conversaciones son más abiertas y el modo de relacionarse con ellas es más espontáneo y distendido también.
Pese a que suelen ser un poco recelosas de entrada, tienen un gran mundo para enseñar pasada esta fase inicial. Puede valer la pena tener paciencia y ser generoso en el esfuerzo, pues la recompensa también puede ser grande en forma de amor, aventura o amistad. Todo les parece nuevo, divertido y apasionante, desde tomar algo en un sitio bonito a su primera experiencia practicando sexo telefónico. Es como volver a tener veinte años y sentir la posibilidad de que enamorarse de nuevo es posible.
Muchas de las novatas, tras haber puesto punto y final a la relación con su antigua pareja, experimentan la necesidad de vivir e ilusionarse con nuevas historias (cual niño pequeño que sueña con sus regalos la víspera de Reyes). Piensan que sus ya exmaridos viven todavía en el paleolítico sexual y afectivo y que ellas lo que anhelan son novedades —al más puro estilo modernista de Andy Warhol—, para lo cual no dudan en apuntarse a clases de salsa y, por supuesto, renovar toda la colección de ropa interior de sus armarios. Se preguntan a sí mismas si serán capaces de comerse a un yogurín o hacer un trío, pues para ellas constituye un gran reto el hecho de desafiar algunos dogmas sociales referentes al amor, los cuales, a su juicio, son retrógrados y denigrantes, producto del modelo educativo con el que otros han moldeado sus vidas desde bien pequeñas.
La diva. O, lo que es lo mismo: «Estoy aquí para que me digan lo buena que estoy, aunque yo ya lo sé. Le gusta agrandar aún más su vanidad a base de ver ciento cincuenta nuevos mensajes diarios en su buzón de correo cuando llega a casa por la noche del trabajo.
Para conseguirlo, no duda en tener varias fotos de lo más sexis en su perfil, en el que, por supuesto, afirma no buscar solo sexo y que no responderá a aquellos que no tengan foto, que escriban con faltas de ortografía o tengan una estatura por debajo de lo que considere suficiente. Para rematarlo, termina con una frase del estilo: «Sé que no existes pero por si acaso». (Seguro que compite con sus amigas por ver cuál de ellas tiene más mensajes, la propuesta más obscena o la invitación más glamourosa).
Respecto a este punto, Johny PT me comenta que mujeres muy atractivas suelen darse aires de grandeza diciendo entre otras cosas que han compartido momentos íntimos con tal o cual jugador famoso de fútbol, como si esto les otorgase un estatus o categoría especial. Así mismo, le resulta de lo más gracioso el hecho de que, cuando ha quedado con una de ellas, esta emplea la mitad del tiempo en quejarse de lo «salidos que están todos» y la otra mitad pregonando que no puede vivir sin su dosis diaria de cortejo y seducción.
Una dama le explicaba que «el día que pasase por una obra repleta de albañiles y no le dijesen guarradas, entraría en crisis existencial». Le reconoció que en días de bajón se ponía una minifalda y unos tacones solo para que los «currantes» de algún edificio en construcción, y desde el andamio le subieran la moral, pues decía estar pasándolo fatal debido a que, de entre sus novecientos noventa y nueve pretendientes no estaba el que a ella le gustaba. Podría haber acabado aquí la cosa, pero no: ella siguió diciendo que a ver si esos «garrulos» aprendían a decir piropos bonitos y que era lamentable el nivel de educación en este país tan machista.
La resabiáá. Lleva tanto tiempo en las páginas de contactos y ha tenido tantas experiencias que se las sabe todas. Le es suficiente con echar un vistazo a la ficha del interesado para saber hasta la marca de los calzoncillos que usa. Por lo general, ha sufrido muchos desengaños con anterioridad, lo cual la hace estar en posición de defensa y, para llegar a su parte más humana y profunda, tienes que pasar múltiples pruebas, como si de una carrera de tres mil metros de obstáculos se tratase.
Hay muchos más perfiles, pero para incluirlos a todos tendría que hacer una enciclopedia y no un libro.
5. Las citas al inicio de cada capítulo han sido extraídas de la web frasesdelavida.com, ciento diez frases de El arte de la guerra, obra maestra de Sun Tzu.
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20 Satish Kumar (Durgargarh, ٩ de agosto de ١٩٣٦) fue un monje yaina, defensor del desarme nuclear, actual editor de la revista The Ecologist.