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Capítulo 8

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Alex

—Estaba aquí mismo —responde Zealy, y se aparta de Paul para echar un vistazo alrededor del jardín—. La vimos hace unos minutos.

—¿Viste a dónde fue?

—No, lo siento. Pero no puede estar muy lejos —añade.

Paul pasa el brazo por los hombros de Zealy.

—Iba hacia el puesto de helados con otros niños —precisa—. Fue hace tres o cuatro minutos, no más.

Les doy las gracias y me dirijo a las mesas del bufé. Como dijo Zealy, Lottie no puede haber ido muy lejos en un par de minutos. Si hubiera estado del lado del jardín que da al océano, la habría visto cuando entré.

El camarero que lo atiende se encoge de hombros cuando pregunto por Lottie y un rápido reconocimiento de las mesas me dice que tampoco se está sirviendo profiteroles.

Me vuelvo hacia el jardín, preguntándome dónde se habrá metido, y vislumbro unas faldas rosas que desaparecen por la esquina. Hay un pequeño apartado en la parte trasera del jardín dedicada a los juegos para niños: hockey de mesa, un billar, un pinball y una mesa de juego de golpea al topo. Lottie se pasó una hora aquí ayer, antes de que se me acabaran las monedas de veinticinco centavos y tuviera que sacarla a rastras. Sin duda, ha mendigado o pedido prestado dinero a Marc o a otro invitado, lo cual es bastante vergonzoso. Está claro que tengo que poner límites más firmes.

Pero cuando doblo la esquina, no hay señales de Lottie. Una de las damas de honor preadolescente está colocando las bolas en la mesa de billar; debe de haber sido su falda la que he visto.

—¿Has visto a Lottie? —le pregunto.

Me mira sin comprender.

—La dama de honor. La del pelo rubio.

—Ah, ¿la gorda?

“La inteligente, pedazo de almorrana con dientes de rata”. —Sí —contesto.

—No. Hace siglos que no la veo.

Una leve punzada de ansiedad me retuerce el estómago. Es probable que nos estemos cruzando entre la multitud y no nos hayamos visto, eso es todo. Pero hay mucha menos gente que antes; muchos ya han abandonado la fiesta y los camareros están empezando a quitar los platos.

Escudriño el jardín en busca de un atisbo de cabello rubio. Lottie tiene que estar por aquí. No puede haberse ido a la playa; hay un guardia en la salida que verifica las pulseras de seguridad, y la habría visto cuando entré por ahí.

Bordeo la piscina, negándome a reconocer la profundidad de mi alivio cuando compruebo que sus aguas turquesas están inalteradas y, luego, entro en el hotel. Hay tres recepcionistas detrás del mostrador y un portero en la entrada principal; alguno de ellos se habría dado cuenta si una niña de tres años hubiera salido sola del hotel. Pero cuando pregunto si alguien la ha visto, todos niegan con la cabeza. Uno de los recepcionistas se ofrece a ayudarme a buscarla, pero lo rechazo. Intensificar la búsqueda sería admitir que algo va mal. Y todo va bien.

No encuentro a mi hija, eso es todo.

Robada (versión española)

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