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Historias sobre el gobierno honesto: «la corrupción de los mandos debilita al gobierno»
EL RECHAZO DEL ORO POR LOS CUATRO TESTIGOS
Una de las historias famosas en China es la de Yang Zhen, un oficial de la dinastía Han del Este al que ordenaron transferir desde la prefectura de Jingzhou hasta la de Donglai. A su paso por Changyi, de camino para asumir el cargo, el gobernador del condado Wang Mi, que había accedido al puesto gracias a la ayuda y recomendación de Yang Zhen, fue a visitarlo en el día con las manos vacías, pero por la noche, quiso pagarle sus favores regalándole diez taeles de oro, diciéndole: «Ya es tarde y está oscuro, nadie lo sabrá», a lo que Yang replicó: «El cielo lo sabe, la tierra lo sabe, yo lo sé, tú lo sabes: son cuatro testigos, ¿cómo te atreves a decir que nadie lo sabrá?». Al oírlo, Wang Mi se sintió avergonzado.
Yang Zhen siempre fue un oficial recto y honesto, cuando sus mayores y amigos le recomendaban adquirir propiedades para sus descendientes, replicaba: «A ellos les dejaré en herencia el título de Descendientes de un Oficial Incorruptible, y ¿acaso no es este el mejor de los legados?». Verdaderamente, esta es la conciencia de la honestidad.
[Discurso en la Séptima Sesión Plenaria de la XVIII Comisión Central del PCCh para la Inspección Disciplinaria (6 de enero de 2017).] |
Comentario
China cuenta en su tradición con numerosas historias sobre oficiales insobornables. Por ejemplo, Yang Xu ahogó al pez que sus subordinados le regalaron como rechazo a todo tipo de soborno, Zihan valoraba por encima de todo la rectitud, Kong Fen rechazó lucrar cuando fue destinado a una zona con una rica economía, y Bao Zheng no se llevó siquiera la piedra de la tinta cuando abandonó su cargo. De igual forma, la historia de Yang Zhen, conocida como «El rechazo del oro por los cuatro testigos» y su irreprochable conducta para con sus descendientes, perdura en nuestra memoria.
Yang Zhen, cuyo nombre de cortesía era Boqi, nació en Huayin, provincia de Shaanxi, y fue un renombrado letrado de la dinastía Han del Este. Se integró en el ámbito político a los cincuenta años, alcanzando finalmente una posición entre los tres más altos oficiales del estado. Durante toda su carrera se mantuvo recto e insobornable. La anécdota aquí referida aparece originalmente en El libro de los Han tardíos. Biografía de Yang Zhen, donde se atestigua: «Yang Zhen era tan justo e imparcial que siempre rechazaba favores personales. Sus hijos y nietos comían verduras a menudo y salían descalzos. Venerables ancianos le recomendaban adquirir propiedades, lo que reclinaba diciendo “A mis sucesores dejaré en herencia el título de Descendientes de un Oficial Incorruptible, ¿y acaso no es este el mejor de los legados?”».
Debido a esta anécdota, en generaciones venideras se le conoció como «Don Yang de los Cuatro Testigos» o «Prefecto Jefe de los Cuatro Testigos» o bien «Míster Cuatro Testigos»; asimismo, la sala ancestral en cuyo honor se llamó Sala de los Cuatro Testigos se conservó en el palacio gubernamental de Laizhou hasta la dinastía Ming. El poeta de la dinastía Tang Hu Ceng alabó su conducta en su poema histórico La tierra al oeste de Hanguguan: «El espíritu de Yang Zhen yace en las umbrías colinas de Mang, en las desoladas tierras al oeste de Hanguguan, pero la reputación que ganó con sus cuatro testigos perdurará en el mundo, eterna será junto al cielo y la tierra».
Yang Zhen no solo llevó una vida de rectitud y honestidad, sino que incluso criticó públicamente los malos hábitos que veía entre los círculos oficiales. No tuvo reparos siquiera para denunciar a la misma familia imperial. Muchos parientes imperiales, como Geng Bao, un tío por parte materna del emperador An de Han, o Yan Xian, hermano de la emperatriz, quisieron recomendar a sus familiares para desempeñar puestos oficiales. Pero Yang Zhen, sabiendo de su falta de moralidad y capacidad, siempre los rechazó lisa y llanamente.
Su extraordinaria conciencia moral y la forma de dirigir a su propia familia fue la noble herencia que legó a sus descendientes. Según recogen los registros históricos, su familia hizo gala de un comportamiento intachable durante cuatro generaciones. Su hijo, Yang Bing, vivió recluido en una aldea donde trabajó como maestro hasta que cumplió los cuarenta años, momento en el que comenzó su carrera oficial, con la misma determinación que su padre. En cierta ocasión, unos subordinados quisieron sobornarlo con una cantidad cuantiosa de dinero, y él «cerró la puerta sin aceptarlo, por pura rectitud». Tanto Yang Ci, que ejerció de gran comandante imperial, como todos los nietos de Yang Zhen, continuaron la tradición familiar manteniéndose incorruptibles y por ello su gran legado ha sido narrado una y otra vez durante siglos.
En la Séptima Sesión Plenaria de la XVIII Comisión Central para la Inspección Disciplinaria del PCCh, Xi Jinping quiso enfatizar esta idea: «Los líderes y cuadros del Partido deben enseñar esta conciencia incorruptible y ser por tanto insobornables. Solo siendo altamente conscientes es posible encontrar el lado correcto de la propia conducta». Y precisamente recurrió a la historia «El rechazo del oro por los cuatro testigos» y a la enseñanza que esta implica sobre el valor de un legado de rectitud, para ilustrar el profundo sentido de la conciencia en la vida social, profesional, cultural y moral del individuo. La conciencia nos permite distinguir el bien del mal, comprender la diferencia entre lo privado y lo público, y es también la herramienta de un partido para crear una atmósfera saludable evitando la perversidad. La conciencia es la «piedra angular» que pone a prueba la cualidad ideológica del individuo. Al encarar las contradicciones entre lo público y lo privado, lo justo y lo interesado, lo verdadero y lo falso, el mal y el bien, o la alegría y la amargura, solo de ella depende escoger el lado correcto.
LA LUCHA ANTICORRUPCIÓN NO ES HOUSE OF CARDS
Mientras seguimos profundizando en la lucha contra la corrupción, en nuestra sociedad han surgido un buen número de teorías que influyen o caldean la opinión pública. Algunas incluso se han hecho con un considerable mercado. Por ejemplo, hay quien defiende que la lucha anticorrupción no tiene nada que ver con el interés de los ciudadanos, que conduce a la pasividad de los funcionarios del Partido, que afecta al desarrollo económico, que es una mera lucha de poder, que debiera en todo caso implementarse gradualmente y demás ideas de esta índole. Contra estos discursos erróneos o confusos, hemos de aportar análisis claros que los denuncien y corrijan, disolver el ánimo negativo y deshacer malentendidos tendenciosos. Hemos de decir claramente que nuestra lucha contra la corrupción no es una élite de esnobs despreciando al pueblo ni tampoco una lucha de poder al estilo de House of Cards, y mucho menos, por supuesto, una suerte de «edificio inacabado» dejado a medias. Todo ello es crucial para profundizar en la construcción de una atmósfera favorable en la opinión pública respecto a la mejora de la conducta del Partido, la construcción de un gobierno limpio y la lucha anticorrupción.
[Discurso en la Sexta Sesión Plenaria de la XVIII Comisión Central del PCCh para la Inspección Disciplinaria (12 de enero de 2016).] |
Comentario
House of Cards es una serie política que narra las peripecias de un congresista sin escrúpulos y de su mujer, tan ambiciosa como él, en su lucha cruenta por el poder y el dinero en la arena política estadounidense.
El protagonista de la serie, Francis Underwood, es un frío y calculador político sin apenas otras referencias: con la intención de hacer caer al que va a ser secretario de Estado, envía a un subordinado a beber y drogarse junto con un testigo con la intención de chantajearle luego; engaña al viejo y venerable ministro pretendiendo ser su leal colega para confabularse con el nuevo ministro de educación; coacciona a su subordinado exigiéndole una lealtad que poco después castiga según le conviene. En definitiva, un realismo muy crítico que ha reportado a la serie una inmensa audiencia y el aplauso general de la crítica.
Estrenada en febrero de 2013, la primera temporada de House of Cards captó la atención tanto del público como de los círculos políticos internacionales por su vívida descripción de los peligrosos juegos de poder y dinero en la política estadounidense. Tanto el expresidente Obama como el ex primer ministro británico Cameron confesaron abiertamente seguir la serie. En las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 hubo algunos episodios indecorosos que podían ser vistos como una encarnación real de lo que la serie describe. House of Cards continuó seis temporadas explorando las intrigas y el lado oscuro de las grandes corruptelas de la política occidental.
Por otro lado, Michael Dobbs, autor de la novela homónima en la que se basa la serie, es un gran conocedor de los círculos políticos occidentales, ya que él mismo hizo carrera en la política británica desde 1975. Fue jefe de personal y consultor del gobierno de Margaret Thatcher, y se retiró de la política siendo vicepresidente del partido conservador. En su novela hace uso de su propia experiencia «desde dentro», razón por la cual es tan vívida y realista. La prensa internacional es unánime al calificarla como «una historia incomparablemente provocativa, de un franco realismo, fascinante, que con fina ironía ridiculiza nuestro mundo actual, al tiempo que permite a la gente vivenciarlo en primera persona».
En la Sexta Sesión Plenaria de la XVIII Comisión Central del PCCh para la Inspección Disciplinaria, Xi Jinping recurrió a House of Cards para enfatizar que la lucha anticorrupción que lleva a cabo el PCCh no es el producto de una élite hambrienta de riqueza y poder, con sus intrigas y juegos de poder internos, ni tampoco constituye un «edificio inacabado» imposible de apuntalar. Hizo así un uso ingenioso de la popularidad de la serie para rebatir ciertas ideas erróneas que circulan entre la opinión pública, reafirmando con ello la firme disposición del partido que encabeza en la lucha contra la corrupción.
Esta no es la primera vez que Xi Jinping recurre a House of Cards como una metáfora válida de lo que no es ni debe ser la política del Partido. En visita oficial a Estados Unidos en 2015, un periodista le preguntó si acaso la lucha anticorrupción en China enmascaraba una lucha entre facciones (una lucha de poder), a lo que él repuso: «El gobierno investiga los casos de corrupción con extrema seriedad, insistiendo en perseguir tanto tigres como moscas, tal y como exige la gente. La lucha anticorrupción no es ningún House of Cards, y por supuesto no tiene nada que ver con juegos de poder». El presidente Xi, con su talento narrativo, utilizaba así ingeniosamente un símbolo de la cultura americana como respuesta a un tema sensible, ganándose el aplauso tanto del público presente como de los medios estadounidenses. Y su frase «La lucha anticorrupción no es ningún House of Cards» se ha convertido en una buena metáfora para expresar la firme determinación del Partido a la hora de rectificar sus acciones y luchar contra la corrupción.
LOS FRUTOS DEL TRABAJO DEL PUEBLO
La historia de Lankao nos ofrece el ejemplo de Boxing, un oficial famoso por su intachable conducta. Sirvió sucesivamente como gobernador provincial en las prefecturas de Fujian y Jiangsu y llegó a ser ministro de Ritos del imperio. Con el objeto de declinar de una vez por todas los obsequios que le llegaban de todas las instancias, escribió un pequeño alegato titulado Edicto contra los obsequios, donde decía: «Aunque un grano de arroz o un hilo de seda son diminutos, no dejan de afectar a mi reputación e integridad. Aunque un céntimo o un penique no valen nada, son no obstante fruto del trabajo del pueblo. Tratar con magnanimidad al pueblo lo hará generoso; obtener el mínimo provecho de la gente me hará indigno. ¿Quién puede decir que esta es la forma ordinaria de relacionarse, si el sentido del honor se ve gravemente perjudicado? Si esto no es aprovecharse, ¿qué es?». Considero que esto puede servirnos de espejo donde mirarnos.
[Discurso en la Reunión Plenaria del Comité Permanente del Partido del condado de Lankao, provincia de Henan (18 de marzo de 2014).] |
Comentario
Si hablamos de oficiales virtuosos de la dinastía Qing, hemos de recordar, aparte del famoso Cheng Long, a Zhang Boxing (1652-1725), originario de Lankao en Henan. Asumió sucesivamente los cargos de gobernador provincial en Fujian y Jiangsu hasta convertirse en ministro de Ritos. El mismo emperador Kangxi alabó su conducta, diciendo de él que «su servicio público es intachable, no hay nadie bajo el cielo tan honesto e íntegro como Boxing».
Cuando era gobernador de Fujian, ante la avalancha de obsequios que se le presentaban, colgó su Edicto contra los obsequios tanto sobre las puertas de su residencia como en las de la oficina gubernamental, para que fuera por todos conocida su rechazo a tal práctica, y donde de forma concisa defendía: «Aunque un grano de arroz o un hilo de seda son diminutos, no dejan de afectar a mi reputación e integridad. Aunque un céntimo o un penique no valen nada, son no obstante fruto del trabajo del pueblo. Tratar con magnanimidad al pueblo lo hará generoso; obtener el mínimo provecho de la gente me hará indigno. ¿Quién puede decir que esta es la forma ordinaria de relacionarse, si el sentido del honor se ve gravemente perjudicado? Si esto no es aprovecharse, ¿qué es?». Al ver tal incisiva y oficial denuncia, los que venían con intención de obsequiar al gobernador se contenían y se marchaban avergonzados. La denuncia de Boxing se extendió como la pólvora por todo el imperio, convirtiéndose en la «ley de oro» de la integridad política.
A pesar de su extraordinaria rectitud, su actuación durante una grave hambruna recibió críticas por parte de algunos sectores. Ante tal desastre, Zhang Boxing decretó el transporte de alimento y la manufactura de abrigo para asegurar la supervivencia de la gente, para lo cual incluso hizo construir un granero de abastecimiento provincial que, al ser criticado, defendió diciendo: «¿Qué es más importante, un granero o la vida humana?», con tal determinación y bondad que se ganó el favor y afecto del pueblo. Al abandonar su cargo como gobernador provincial en Jiangsu, las gentes de Yangzhou quisieron obsequiarle con frutas y verduras. Él volvió a declinar educadamente, a lo que la gente repuso: «Cuando eras gobernador tan solo aceptabas el agua de nuestro río, y ahora que te marchas ¡ni siquiera quieres recibir un aperitivo de nuestra parte!». Ante tales palabras, Zhang Boxing no tuvo más remedio que aceptar el detalle, pero solo tomó una col china y dos piezas de tofu, lo que significaba honestidad y transparencia.
Lankao fue el enclave elegido por Xi Jinping para la segunda ronda del programa Educación y práctica de la línea de masas del Partido. En la reunión del Comité permanente del Partido del condado de Lankao, hizo referencia a la historia de Zhang Boxing para ilustrar que la escrupulosa observancia de la rectitud en asuntos aparentemente triviales es la primera línea de defensa contra la corrupción, y que un buen estilo de trabajo se establece precisamente a partir de pequeños hechos. Xi Jinping citó completo el Edicto contra los obsequios para exhortar a todos los dirigentes del Partido a recordar la profunda filosofía que encierra el cambio de lo cuantitativo a lo cualitativo, ya que «la mayoría de los elementos corruptos comienzan con la negligencia ante hechos menores o triviales que derivan progresivamente en un ambiente de vileza y degeneración».
Esta es la razón por la cual enfatizó aquello de que el ejemplo de Zhang Boxing «podía servir de espejo donde mirarnos». Su texto refleja la importancia del uso correcto del poder y la severidad de la autodisciplina en el ejercicio de la función pública. También ilustra que las pérdidas y ganancias de la cultura clásica del buen gobierno, así como la tradición histórica contra la corrupción y por la honestidad, son una fuente valiosa de aprendizaje político para la actualidad. Xi Jinping acostumbra a contar historias de nuestra tradición política para diversas audiencias, citando anécdotas o ejemplos que tienen a la buena gobernanza como leitmotiv. Desde que asumió el cargo en 2013, el Politburó del Comité Central del PCCh ha abordado el estudio colectivo de aquellos modelos históricos que aporta nuestra tradición en cuanto a prácticas anticorrupción y de un gobierno limpio.
ADIÓS A MI CONCUBINA
Nuestro Partido goza del más amplio apoyo por parte del pueblo chino, ya que no hay otra fuerza política en la actualidad capaz de sustituir al PCCh. Las bases de nuestro gobierno son firmes, pero si la cuestión del estilo de trabajo no se soluciona bien y a tiempo, puede que nos topemos con la tragedia que acaeció en Adiós a mi concubina. Debemos por tanto ser conscientes del peligro.
[Discurso en la inspección e instrucción del Programa de Educación y Práctica en la Línea de Masas del Partido en la provincia de Hebei (11 y 12 de julio de 2013).] |
Comentario
A finales de la dinastía Qin (221-206 a.C), Xiang Yu y su tío, Xiang Liang, levantaron un formidable ejército que consiguió derrotar al gobierno Qin en la batalla de Julu, poniendo fin a esta dinastía. Tras su victoria, Xiang Yu aprovechó su poder para dividir el territorio en 18 señoríos, lo que a ojos del pueblo le hizo parecer un héroe cuya fortaleza y dominio del arte marcial eran extraordinarios, conocido por su temeridad y por sembrar el pavor en grandes contiendas. Tras vencer en la batalla de Julu, se declaró «Tirano de Chu Occidental».
Entonces, Xiang Yu quiso acabar con su principal rival y amenaza, el líder del ejército de los Han, Liu Bang. Aconsejado por Fan Zeng, lo invitaron a un banquete en Hongmen donde planeaban asesinarlo a la señal acordada, pero una vez allí, fue preso de una excesiva arrogancia y, envanecido por su poder, se dejó engatusar por los halagos y obsequios de Liu Bang, quien consiguió huir con vida. Al ver que lo dejaba escapar, Fan Zeng lleno de furia exclamó: «¡Este niñato no sirve ni para conspirar conmigo!», pero el tirano siguió mostrándose indiferente a sus consejos. Sucedió por fin que perdió todas las batallas frente a Liu Bang y, abatido, terminó cortándose la garganta a la edad de 31 años.
En la Biografía de Xiang Yu de los Anales históricos de Sima Qian, se cuenta que cuando su tropas fueron derrotadas en las tierras de Gaixia, el tirano quiso despedirse de su querida concubina Yu, dedicándole la triste y famosa Canción del tirano: «Mi fuerza ¡ah! derribó montañas / Y mi voluntad ¡ah! dominó el mundo / Pero los tiempos estuvieron en contra / Y mi corcel no corría / No corría mi corcel, ¿dime, qué podía hacer / ¿Cómo podía soportarlo? / ¡Ah mi Yu! ¡Yu mía! / ¿Y qué será ahora de ti?». Dicen que quienes presenciaron la escena no pudieron contener sus lágrimas ante el trágico final de los amantes.
Sima Qian comenta sobre Xiang Yu que «se vanagloriaba de sus éxitos militares, los cuales achacaba a su propia inteligencia y no a las enseñanzas de los antiguos», «no reconocía [sus errores] ni responsabilidad alguna [en su derrota]», y cuando la situación fue ya insalvable, clamó que «fue el Cielo quien me derrotó, y no ningún ejército de hombres», exonerándose a sí mismo como si la derrota perteneciese al reino de lo inevitable.
Mao Zedong refirió esta historia en su poema El ejército popular de liberación toma Nanjing, donde alertaba a sus tropas contra la autocomplacencia y la arrogancia, instándolas a mantenerse siempre alerta: «los valientes han de perseguir sin descanso al enemigo, ¡no quieran la vanidad de los honores de Xiang Yu!». En la Asamblea de los Siete mil de 1962, aludió nuevamente a esta historia para urgir a los altos cuadros a ser humildes y generosos, prestos a escuchar antes de aconsejar, pues si acaso llegaban a parecerse a Xiang Yu, a quien no le gustaba escuchar a nadie discrepar, difícilmente podrían evitar que llegase el día en que tuviesen que «despedir a su concubina».
Xi Jinping considera el estilo de trabajo como una cuestión que atañe tanto a la gobernabilidad como a la supervivencia del Partido, razón por la cual enfatizó que el apoyo de la gente es crucial para el éxito de su causa. En esta ocasión, recurrió a Adiós a mi concubina para alertar a los cuadros y miembros del PCCh sobre esta cuestión, pues si el estilo de trabajo no se resuelve con determinación y prontitud, podría perderse el apoyo de la gente, propiciando un final igualmente trágico que el del tirano que acabaría con el Partido y el país. Añadió que «si dejamos que se imponga un estilo de trabajo pobre, sin corregirlo de forma perentoria, crecerá hasta convertirse en un invisible muro que nos separará de la gente, privándonos con ello de nuestras raíces, nuestras venas y nuestra fortaleza». Estas sonoras palabras no solo contienen un profundo compendio de lecciones históricas, sino que expresan al mismo tiempo la esperanza de que todos los miembros y cuadros del Partido mejoren su estilo de trabajo y se mantengan al lado de la gente.
UN FINAL ABRUPTO
Qin Shihuang fue el primer emperador que unificó China. Su ascenso fue fruto de ciertas necesidades históricas, pero su ambición desmedida por obras faraónicas y los impuestos exorbitados que por ello implantó, hicieron mella en la población exacerbando su descontento, con lo que la dinastía Qin se precipitó a su fin en apenas dos generaciones. En su Canción del palacio Ah Fang, Mu Du escribió: «Los Qin estaban muy ocupados como para lamentarse de sí mismos, así que sus sucesores se lamentaron por ellos; los que vinieron se lamentaron, pero no aprendieron, dejando que los que siguieron tuviesen que lamentarse nuevamente».
Una vez establecida la dinastía Tang, el emperador Taizong se propuso hacer prosperar su imperio, aceptando para ello el consejo de los hombres más capaces e íntegros. Sin embargo, los últimos dirigentes Tang fueron relajándose, cayendo en placeres sensuales, tanto que cuentan que el emperador Xuanzong «dormía hasta que el sol estaba en su apogeo, pues las noches primaverales se le hacían cortas, y no acudió más a la audiencia matutina de la corte imperial». El resultado fue que la corrupción y el soborno se dio sin restricciones en todos los niveles administrativos transformándose en moneda común, lo que dio lugar a la Rebelión de An Lushan y Shi Siming, durante la cual «los rebeldes golpeaban sus tambores de guerra, haciendo temblar la tierra, aplastando con fiereza la canción de la falda de arcoíris y el abrigo de plumas». La rebelión de An y Shi condujo a la dinastía a la decadencia, tras lo cual Wang Xianzhi y Huang Chao encabezaron un levantamiento que tomó la capital Chang’an, precipitando el fin de la dinastía.
[Discurso en la Segunda Sesión Plenaria de la XVIII Comisión Central del PCCh para la Inspección Disciplinaria (22 de enero de 2013).] |
Comentario
«Aunque podría ser achacada a la voluntad divina, ¿acaso en las leyes que rigen el ascenso y la caída de una dinastía no influyen factores humanos?», se preguntaba Ouyang Xiu en el prefacio de su Nueva historia de las Cinco Dinastías. Allí analizaba el tránsito de la prosperidad a la decadencia que tuvo lugar con los últimos emperadores Tang, que de su apogeo llegaron a la extinción en muy poco tiempo, a raíz de lo cual concluía que «la diligencia mejora una nación mientras que la indulgencia la destruye», y que «los pequeños errores se acumulan hasta ocasionar desastres, pues la indulgencia ciega la inteligencia». Tanto la ruina de los Qin como la de los Tang nos enseñan esta lección histórica: la indulgencia destruye las naciones.
Qin Shihuang fue la primera gran dinastía histórica. Su primer emperador, Ying Zheng, logró unificar China mediante sus famosas regulaciones: «todos los carruajes tendrán ruedas de la misma medida; toda escritura, los mismos caracteres; medidas y monedas serán las mismas, y en cuanto a la conducta, rigen las mismas normas». A pesar de ello, como recogen los Anales históricos de Sima Qian, «la gente sufrió mucho tiempo por el yugo opresor del gobierno Qin». Ying Zheng comenzó la construcción de su mausoleo poco después de ascender al trono, un mausoleo que no se terminó hasta el 208 a.C., prolongándose su construcción durante 39 años y empleando a 720,000 personas (según algunas estimaciones, ocho veces más que la gran pirámide de Keops en Egipto). Según el Libro de los Han, «la caída de la dinastía Qin, apenas cuando su segundo emperador llevaba solo 16 años al mando, se produjo fundamentalmente porque los miembros de la familia real eran sumamente extravagantes en lo que a su salud concernía, y hacían enterrar a ciudades enteras junto con sus restos cuando morían». En Sobre el pasado de los Qin, Jia Yi escribió: «Un solo hombre puso a prueba todo un imperio, y los rebeldes derrocaron al gobierno y mataron al emperador, convirtiéndolo en el hazmerreír del Cielo, ¿y por qué? Porque el gobernante carecía de benevolencia, revirtió el poder del ataque y la defensa». Du Mu también exclamó que «fueron los Qin y no el Cielo quienes acabaron con su clan». En otras palabras, lo que acabó con su dinastía fue su propia extravagancia, así como su falta de humanidad y rectitud.
Por su parte, la principal causa de la caída de los Tang, de su viraje de la prosperidad a la decadencia, también fue la corrupción, la degeneración que ocasionó la búsqueda del lujo y los placeres a los que se entregó toda su clase dirigente. «Vista desde la lejanía, la capital Chang’An parecía una colina bordada, en cuya cima mil puertas se abrían. Yeguas traían lichis para deleite de las concubinas, sin que nadie supiera cuántas perecían por el camino por ello», escribía Du Mu en A la vera del palacio Huaqing, donde narraba la historia del capricho de los lichis de Yang Guifei, la favorita del emperador, una imagen con la que ponía al descubierto la búsqueda incesante de los placeres de la corte de los Tang, por los cuales no dudaban en emplear miles de personas, malgastando el esfuerzo y riqueza de la gente. El viejo libro de los Tang recoge que «en el palacio del emperador Xuanzong, fueron empleados unos 700 artesanos para bordar las ropas de la primera concubina, y otros cientos para tallar sus joyas», tal era su despilfarro y extravagancia. Cuando Xuanzong se entregó a la vida disoluta, permitió que oficiales desleales liderados por Yang Guozhong se entrometiesen en asuntos de Estado, lo que provocó disturbios que desembocaron en la rebelión de An y Shi, poniendo fin a una dinastía que había sido tremendamente próspera hasta entonces.
Constituye pues una férrea ley histórica que un gobierno honesto hace prosperar un imperio, mientras que uno corrupto acaba con él. Al rememorar el abrupto final tanto de los Qin como de los Tang, Xi Jinping enfatizaba que la corrupción es el cáncer de toda sociedad, urgiendo a todos los cuadros del Partido a tomar nota de las lecciones históricas como un espejo válido donde mirarse, con el objetivo de luchar con toda determinación contra la corrupción. Como él mismo declaró: «La revisión profunda de la historia, tanto propia como universal, sirve para concienciarnos de que mejorar la conducta de los cuadros y miembros del PCCh, mantenerse íntegro y combatir la corrupción, son vitales tanto para nuestra supervivencia como para la del país. Nuestra historia está repleta de ejemplos de gobiernos cuya corrupción los llevaron a la ruina. En lo que al mundo actual respecta, la lista de gobiernos que pierden su poder a causa de la corrupción y el desapego con sus gentes ¡es también demasiado larga para enumerarla!».
Xi Jinping posee una honda conciencia sobre la gravedad que entraña la corrupción. Ha puesto de manifiesto en numerosas ocasiones que constituye ciertamente «la más grave amenaza que encara el gobierno del PCCh», y que, si llegara a intensificarse, «acabaría finalmente con el Partido y el país». Igualmente, ha expresado que la gente detesta toda forma de corrupción y privilegio, comportamientos que además destruyen su vínculo con el Partido. Hace ya tiempo, cuando encabezaba la administración de Ningde en Fujian, dijo: «Aquí está el problema de quién ofende a quién: si una persona se salta y viola la ley persiguiendo su propio interés, minando con ello la autoridad y la imagen del Partido, es tal persona quien ofende al Partido, a la gente y a la ley, y no por cierto quien investiga y persigue tal crimen en nombre del interés común de la gente y del Partido».
PEI JU TUVO QUE ADULAR A LOS SUI, PERO PUDO CRITICAR A LOS TANG
En Retazos de la prosa antigua se recoge la historia de Pei Ju, un famoso ministro de la corte de los primeros Tang (618-907) que se atrevió a ser franco y crítico con sus superiores. Cuentan que incluso se atrevía a discutir cara a cara con el emperador Taizong, movido por su lealtad y rectitud. Sin embargo, anteriormente, cuando fue consejero en la corte de los Sui (581-618), se limitaba a adular y complacer al último emperador de la dinastía, Yang Di, viéndose obligado por cualquier medio a atender sus demandas. Al respecto comenta Sima Guang: «Pei Ju aduló a los Sui y criticó a los Tang, pero este cambio de actitud no fue debido a su naturaleza. Un monarca que detestaba oír opiniones contrarias transformó la franqueza en adulación, y, al contrario, aquel que gustaba oírlas, convirtió la adulación en franqueza». Lo que esto nos enseña es que solo deseando oír la verdad logramos la franqueza necesaria para conocerla. Nuestros cuadros deben seguir el principio que dice que «si el que habla no es castigado, el que escucha será alertado», dando la bienvenida así a la honestidad.
[Adhesión a la línea ideológica de buscar la verdad a partir de los hechos. Discurso en la ceremonia de apertura de la Escuela Central del Partido en el semestre de primavera de 2012 (16 de mayo de 2012).] |
Comentario
Ya decían los antiguos que las palabras bonitas no eran creíbles. La crítica incisiva, las palabras incómodas, cuanto más valor tienen más difícil resulta oírlas, pues se necesita coraje para escucharlas. Pero tanto la historia como la actualidad nos enseñan que poder decir la verdad depende enteramente de aquellos que quieran oírla.
Pei Ju, un conocido ministro de los primeros emperadores Tang, fue previamente consejero de los últimos Sui. Era buen conocedor de la forma de pensar del emperador Yang de los Sui y por eso satisfacía sus deseos; una vez, el emperador Yang lo alabó diciendo: «Pei Ju me conoce bien, todas sus propuestas me complacen y se adelanta a mis deseos sin tener yo que pedirlos. Sirve al imperio con toda lealtad, pues ¿cómo si no podría anticiparse?». Como al emperador le gustaba presumir, Pei Ju le sugirió celebrar el más grandioso Festival de las Linternas jamás visto en la capital oriental Luoyang; puesto que soñaba con una época dorada en la que «todas las naciones admirasen a los Sui rindiéndoles pleitesía con sus tributos», Pei Ju le animó a comenzar una guerra para conseguirlo. Cuando cayó la dinastía, Pei Ju lideró sus tropas para rendirse ante los Tang. El nuevo emperador Taizong, sin embargo, estaba dispuesto a aceptar el franco consejo de su corte, y Pei Ju se trasformó entonces en otro hombre, criticando abiertamente los errores del emperador con el fin de que fuesen enmendados. Taizong lo alabó entonces: «En su calidad de consejero, Pei Ju expone sus argumentos con vigor, frente a frente, sin intrigar a espaldas de sus superiores. Si todos fueran como él, no necesitaríamos preocuparnos por el gobierno del imperio».
En su obra Espejo completo para ilustrar al gobierno, Sima Guang escribió: «Los antiguos decían: si el monarca es sagaz, sus oficiales serán francos. Pei Ju aduló a los Sui y criticó a los Tang, pero este cambio de actitud no fue debido a su naturaleza. Un monarca que detestaba oír opiniones contrarias transformó la franqueza en adulación y, al contrario, aquel que gustaba oírlas, convirtió la adulación en franqueza». En otras palabras: el cambio en el comportamiento de Pei Ju se debió a la distinta disposición de los emperadores Sui y Tang a oír la verdad, y no a su propio carácter. Es tal disposición de los superiores a aceptar la verdad sobre sus fallos lo que troca la adulación en franqueza y viceversa. El monarca es como el cuerpo y sus consejeros como las sombras que lo siguen.
Xi Jinping recurrió al ejemplo de Pei Ju para enfatizar que es el líder quien lleva la batuta y conduce a su orquesta a decir la verdad. Solo si los gobernantes están dispuestos a oír la verdad, así como alentar el coraje de sus subordinados para decirla, si son magnánimos al recibir críticas y muestran una actitud amigable «para corregir los errores ya cometidos y estar alerta ante los venideros», la verdad y la franqueza serán su práctica común.
En este discurso, Xi Jinping declaró que los líderes del Partido debían persistir en la búsqueda de la verdad a través de los hechos, desarrollando todo trabajo bajo el auspicio de lo real y siendo pragmáticos a la hora de tratar asuntos concretos, para así lograr que los problemas existentes puedan explicarse, reconocerse y, en su caso, ser resueltos de forma realista. Explicar la realidad es explicar la naturaleza de las cosas, contar su verdad. Y esto es precisamente lo que encarna el sentido de verdad, justicia, rectitud y vocación de servicio público de un líder del Partido. Pues para contar la verdad, es necesario haber querido oírla previamente.
Además de la historia de Pei Ju, Xi citó también unas palabras al respecto del filósofo inglés Francis Bacon, para quien la capacidad de oír la verdad era un tipo de inteligencia: «Tener la capacidad de saber escuchar la verdad sobre uno mismo en boca de otros, nos permite caminar sin retroceder tanto, errar poco o al menos no cometer grandes errores, lo cual es ciertamente una feliz fortuna».
LOS DE ABAJO IMITAN A LOS DE ARRIBA
El estilo o forma de hacer las cosas proviene de los que tienen el liderazgo, las costumbres las forma el pueblo. El estilo y la actitud vital de los cuadros dirigentes no solo son una cuestión de apariencia y calidad personal, sino que atañen más aún al prestigio e imagen pública del PCCh. Su ejemplo es clave en la formación de la conducta social, así como en el cultivo de los intereses vitales de la gente. Nuestra tradición atesora numerosas anécdotas y episodios que ilustran esta idea, dos de los cuales son tremendamente inspiradores hoy día. El primero proviene de la Colección de anécdotas de la dinastía Song. Cierto día, Qian Chu ofreció como obsequio al emperador Taizu un precioso cinturón ornamentado con cuernos de rinoceronte, a lo que este repuso: «Ya poseo tres cinturones, y son muy superiores a este», y al pedirle Qian Chu que se los mostrase, el emperador replicó riendo: «El río Bian, el río Huiming y el río Wuzhang», avergonzándolo con esto. La otra anécdota aparece en el libro Notas literarias de Nancun. El vendaje de pies. Cuentan allí que Yao Niang, concubina del último emperador de la dinastía Tang del Sur, era grácil y bella y bailaba como ninguna otra. El emperador le ordenó vendarse los pies con seda para que, al bailar, semejasen la danza de las nubes. A raíz de esto, las mujeres comenzaron a imitarla avergonzándose al poco tiempo si sus pies no estaban vendados. Tanto de forma positiva como negativa, estas dos historias ilustran que ni el más ínfimo detalle de la forma de vida de los mandatarios es trivial.
[«La actitud vital no es ninguna trivialidad», del libro Nuevas ideas desde Zhejiang, Zhejiang People’s Publishing House, 2007.] |
Comentario
El ejemplo de los dirigentes ha sido una valiosa medida para mejorar las costumbres populares y gobernar el país durante siglos. Tal y como decían los antiguos: «Si no reverencia ni se afecta, carecerá de la confianza del pueblo». Las Analectas de Confucio también recogen esta idea: «Si el gobierno es justo y dirige al pueblo con rectitud, ¿quién osará ser injusto?». En El libro de Mencio se afirma que: «Los de abajo gustarán de aquello que a los de arriba guste. La virtud de los altos rangos es como el viento, y la del pueblo como la hierba, que cuando el viento sopla, la hierba se doblega». Y también lo expresa aquel dicho popular que dice: «Si la viga maestra no es recta, las demás se torcerán». Las dos historias que recoge Xi en su discurso son asimismo dos ejemplos, tanto negativo como positivo, que nos confirman la suma importancia de la actitud vital de los dirigentes.
Qian Chu era el nieto de Qian Liu y el último monarca del reino de Wuyue durante el periodo de las Cinco Dinastías y los Diez Reinos. Cuando el emperador Taizu de los Song pacificaba las regiones del sur del Yangzi, Qian le proporcionó tropas para ayudarle a destronar a la dinastía Tang del Sur, encabezada por el emperador Li Yu, y una vez vencida, se puso bajo sus órdenes, ofreciendo al primer emperador de los Song preciosos obsequios como tributo. Sin embargo, el emperador los rechazó todos exclamando: «Todo esto no son más que reservas de las arcas del imperio, ¿qué utilidad tendrían como tributo?». La anécdota del cinturón que refiere Xi Jinping ilustra la rectitud del monarca, al observar celosamente el principio de velar antes que nada por el bienestar del imperio. Por su parte, las gentes de Wuyue agradecieron que Qian Chu se rindiera ante los Song, evitando así una guerra que habría minado su supervivencia. Aún hoy existen algunos monumentos en su memoria en el Lago del Oeste, tales como el Templo y la Pagoda que llevan su nombre.
En cuanto a la abominable costumbre del vendaje de pies, su origen es aún objeto de debate. Según Notas literarias de Nancun. El vendaje de pies, provenía de los tiempos de las Cinco Dinastías, surgiendo como una práctica ligada a los cánones de belleza y la estética de la danza propia de los Tang. Cuentan que al emperador Li Yu se le ocurrió la extravagante idea de vestir los pies de sus bailarinas con calzos blancos y largas telas de seda que, bien apretados, resaltaban la fina punta de sus dedos. Poco después, todos comenzaron a seguir su ejemplo, evidenciando de nuevo, esta vez de forma negativa, la suma importancia que conlleva el ejemplo de los dirigentes.
En sus tiempos como gobernador de Zhejiang, Xi Jinping quiso ilustrar la relevancia de una actitud ejemplar recurriendo a estas dos historias, una de consecuencias valiosas y otra desastrosas. Sin embargo, es una idea en la que ha insistido en múltiples ocasiones, recalcando la necesidad de que los cuadros y miembros del PCCh lideren la corrección constante de su estilo de trabajo. En la primera sesión plenaria de la XVIII Comisión Central de Control Disciplinario, con la intención de enfatizar que la actitud de los miembros del Partido, especialmente la de los altos cargos, tiene una influencia vital tanto en la imagen pública del gobierno como en la conducta social, citó el viejo dicho «para rectificar tu sombra, debes andar recto; para pedir honestidad a tus subordinados, debes predicar con el ejemplo», y en la segunda sesión plenaria, volvió a insistir diciendo que «aquellos que hacen respetar la ley deben acatarla primero».
Una persona debe cumplir sus exigencias antes de exigírselas a otros, y no debe hacer lo que prohíbe a los demás. Xi Jinping ha sido un gran defensor de esta idea desde su juventud. La razón principal por la que desde el XVIII Congreso Nacional el PCCh goza del favor general de la opinión pública, es precisamente el trabajo constante por llevar a la práctica esta convicción, a saber, que las autoridades practican lo que predican y toman la iniciativa. El Politburó del Comité Central del PCCh lleva desde entonces insistiendo repetidamente en la necesidad de tener un comportamiento ejemplar, principalmente mediante la formulación de sus «Ocho Reglas» para evitar las «Cuatro Formas» de decadencia política, lanzando campañas de crítica y autocrítica, y dando ejemplo mediante la implementación de las «Tres Pautas para el Comportamiento Ético y las Tres Reglas Básicas de Conducta». Todo ello ha contribuido sin duda a mejorar la credibilidad del Partido, influyendo asimismo en el tipo de comportamiento tanto de sus miembros como del conjunto del país.
APOYO POPULAR
En el libro La gran revolución china, el profesor Fairbank de la Universidad de Harvard planteaba la siguiente cuestión: «A partir de 1928, el futuro de China parecía estar del lado del Kuomintang, ¿cómo pues se revirtió la situación veinte años después?», a lo que respondía que «el liderazgo del Kuomintang era decadente y viejo... por lo que perdió el apoyo del pueblo». Por el contrario, prosigue, los líderes del PCCh «estaban entregados con pasión a su causa, y se situaron a la vanguardia de la gran agitación popular que se preparaba para la batalla». El autor reconocía de esta manera la cuestión del apoyo popular —lo cual es raro en un intelectual burgués—, apuntando con ello a la razón fundamental de la victoria de la revolución china, a saber, la estrecha relación del PCCh con la población.
[«La competencia básica de los cuadros del PCCh: mantener estrechos lazos con la gente» (enero de 1989), del libro Sacudirse la pobreza, Foreign Languages Press y Fujian People ‘s Publishing House, 2016.] |
Comentario
John King Fairbank, profesor titular de la Universidad de Harvard, fue uno de los más prestigiosos observadores estadounidenses de China, conocido como el sinólogo número uno. En su autobiografía constató que había pasado más de cincuenta años intentando comprender este país. A su llegada en la década de 1930, dio clases en la Universidad de Qinghua, donde conoció a los intelectuales Liang Sicheng y su esposa Lin Huiyin, artífices de su nombre chino. La gran revolución china sigue siendo su obra principal, donde narra los cambios políticos y sociales que acontecieron en el país entre 1800 y 1985.
Las razones históricas que explican el colapso del Kuomintang (KMT, Partido Nacionalista Chino) y la victoria del PCCh son aún objeto de controversia entre los círculos académicos, tanto nacionales como internacionales, así como una cuestión importantísima para entender el desarrollo de la China moderna. Ya en 1946, Theodore Harold White y Annalee Jacoby, corresponsales de la revista Time en China, analizaron en su libro Thunder out of China la corrupción del KMT de forma objetiva, razón por la cual Fairbank lo tildó de «verdaderamente revelador». Se trataba de un estudio atrevido sobre la guerra civil entre el KMT y el PCCh, que concluía que la victoria de este último se debió a su capacidad de movilizar a las masas e introducirse en las áreas rurales.
A diferencia de los círculos políticos estadounidenses, acostumbrados a tratar la «cuestión china» desde una perspectiva ideológica, Fairbank, familiarizado con la historia de ese país, concluyó tras la profunda investigación de La gran revolución china, que la única clave para la supervivencia de un régimen es el apoyo del pueblo. Asimismo, el también estadounidense Lloyd Eastman señalaba en Semillas de destrucción: guerra y revolución en la China del Kuomintang 1937-1949 que la derrota del KMT no se debió a la falta de «ayuda estadounidense», sino a su propia mala praxis y división interna, corrupción, incompetencia y falta de disciplina, todo lo cual terminó por provocar una falta de apoyo popular y en consecuencia el fin de su régimen.
El libro Sacudirse la pobreza recoge los discursos y artículos escritos por Xi Jinping durante su gobierno en Ningde, entre los años 1988 y 1990. Aunque es un texto breve, en él podemos encontrar sus reflexiones acerca de muchos temas vitales, tales como la construcción de un gobierno limpio, la importancia de la línea de masas y la prosperidad común, así como una profunda comprensión del poder de la gente. Allí escribe: «En nuestro camino encontraremos inevitablemente numerosos problemas, ¿y dónde exactamente deberíamos comenzar y en qué apoyarnos para resolverlos y superarlos? Si bien podemos aplicar diversas teorías y métodos, la cuestión fundamental sigue siendo movilizar y apoyarse en la gente». Y este importante juicio de Xi Jinping continúa vigente hoy día.
La falta de apoyo popular siempre ha sido un tema de reflexión para Xi Jinping, y así lo ha expresado en muy variadas ocasiones, en frases tales como «nunca hemos de olvidar que somos el gobierno del pueblo», «hemos de mantener un mismo corazón con la gente, compartir sus penas y alegrías, luchar unidos», «amar a la gente como a nuestros padres» y muchas otras que muestran su hondo aprecio por el pueblo y por las relaciones entre este y el PCCh. Su mención a las conclusiones de Fairbank se añade a todas ellas, como una evidencia más de que el éxito de la revolución china, tal y como muestra la historia, solo es posible si goza del apoyo popular, lo cual sirve también como recordatorio a los miembros y cuadros del Partido de su intención original, que no es otra que mantenerse al lado del pueblo y servirle.
LA OBSERVACIÓN DE HUANG YANPEI
En cierta ocasión, Huang Yanpei hizo una observación al camarada Mao Zedong; decía que pocas familias, grupos, regiones o incluso naciones enteras habían poseído la fuerza requerida para escapar del patrón histórico. Casi todos los periodos habían comenzado con gobernantes muy concienzudos, que no desatendían ningún detalle, poniendo todo su empeño en los momentos de mayor dificultad, luchando duramente por su supervivencia. A medida que las cosas mejoraban, su espíritu se relajaba también. Surgía entonces la desidia, que se extendía hasta convertirse en norma, y aunque a esas alturas ya suponía un enorme esfuerzo, las cosas seguían como hasta entonces. Huang Yanpei tenía la esperanza de que los «caballeros del PCCh» hubiesen encontrado un nuevo camino, una forma de escapar de aquel patrón que se había repetido históricamente, de pasar de un duro e innovador trabajo a la inane desafección por el conjunto de la gente. Ante esta observación, Mao Zedong replicó de inmediato: «Huang Yanpei, nosotros ya lo hemos encontrado: se llama democracia, caminar allí donde las masas indiquen. Solo cuando se permite al pueblo controlar al gobierno, este no se atreve a relajarse. Solo si todos y cada uno asumen su responsabilidad en el sistema elegido, este no perecerá en caso de que un gobernante muera». Con estas palabras, Mao Zedong resumía la teoría y la práctica del PCCh al tiempo que hacía un solemne llamamiento a «servir al pueblo de todo corazón», un llamamiento que fue escrito en la Constitución del PCCh como su único propósito. Es evidente pues que mantener lazos estrechos con la gente está determinado por la misma naturaleza y la misión de nuestro Partido, constituyendo una sólida tradición y un estilo forjado a lo largo de su lucha revolucionaria.
[«La competencia básica de los cuadros del PCCh: mantener estrechos lazos con la gente» (enero de 1989), del libro Sacudirse la pobreza.] |
Comentario
En vísperas de la victoria de la Guerra de Resistencia contra Japón, Mao Zedong tuvo una conversación con Huang Yanpei de tal trascendencia que es popularmente conocida como el «Diálogo de Yan’An», una historia sobre la comunicación entre el PCCh y los partidos democráticos que se ha contado en muchas ocasiones. Huang Yanpei fue un famoso pedagogo y activista social, que dedicó su vida a la defensa de la educación profesionalizada como salvavidas nacional. Tras el estallido de la Guerra de Resistencia contra Japón, Huang se involucró en el movimiento de resistencia contra ese país junto al Consejo Político Nacional (CPN), convirtiéndose en un miembro destacado de los grupos prodemocráticos. En julio de 1945, para consolidar la unidad democrática y facilitar la negociación entre el KMT y el PCCh, Huang y otros seis miembros del CPN visitaron Yan’an, base de las tropas revolucionarias. El clima amigable y democrático que se respiraba en el lugar, así como la sosegada actitud de los líderes comunistas, lo conmovieron profundamente. Más tarde diría que lo que allí vio durante aquellos cinco días «estaba ciertamente muy cerca de mi ideal».
Fue durante aquella visita cuando se produjo el diálogo que refiere Xi Jinping entre Huang Yanpei y Mao Zedong. Al preguntarle Mao sobre sus impresiones, Huang contestó con franqueza:
—Durante mis sesenta años de vida he oído muchas cosas, pero lo que he visto con mis propios ojos se ajusta al dicho «lo que pronto surge pronto decae», pues pocas personas, familias, grupos, regiones o incluso naciones enteras han poseído la fuerza requerida para escapar de los ciclos históricos... Así nos lo prueba la historia con innumerables ejemplos: un gobierno indolente tomado por eunucos, un imperio extinto tras la muerte de su fundador, una ambición gloriosa tornada en humillación. Ninguno logró escapar de este patrón histórico.
A lo que Mao respondió decididamente:
—Nosotros hemos encontrado un nuevo camino y podemos romper este ciclo: se llama democracia. Tan solo cuando se permite al pueblo controlar al gobierno, este no osa relajarse. Solo si todos y cada uno asumen su responsabilidad en el sistema, este no perecerá en caso de que un gobernante muera.
—Tus palabras —observó Huang Yanpei— me parecen acertadas, ya que solamente si las personas están facultadas para participar en la administración del lugar donde viven, es posible asignarles el desempeño de la función que mejor les corresponda, haciendo a todos responsables. Así pues, romper el patrón aplicando la democracia podría ser tremendamente efectivo.
El «Diálogo de Yan’an» posee una gran importancia tanto en la historia de nuestro Partido como de nuestro país. Constituye un buen retrato de la sincera disposición del PCCh con los partidos democráticos, evidenciando al mismo tiempo su exploración de la democracia popular y la aspiración por el bienestar de la gente.
Poco después del XVIII Congreso Nacional del PCCh, Xi Jinping visitó los comités centrales de los ocho partidos democráticos, así como las federaciones de industria y comercio de toda China. En sus charlas informales, recurrió al diálogo mantenido en las grutas de Yan’an como fuente vigente de inspiración y coraje para el Partido. Recordó la advertencia sobre el ascenso y caída de los regímenes, trajo a colación la exhortación de las «Dos obligaciones» y citó la historia de Adiós a mi concubina sobre el estilo de trabajo, con la intención de remarcar que todo ello hacía referencia en realidad a un solo propósito, a saber, la necesidad de «preservar siempre el espíritu de lucha que caracterizó al PCCh desde su fundación, así como la devoción por nuestro pueblo». Llevar al pueblo en nuestro corazón y luchar por y para él constituye la valiosa riqueza que nuestro Partido ha acumulado a lo largo de sus noventa años de vicisitudes históricas. Tal como Xi Jinping declaró en la Ceremonia del 95 Aniversario de la Fundación del PCCh, no importa qué tan lejos avancemos, nunca hemos de olvidar el por qué nos embarcamos en este viaje.
EL HONESTO NO HABLA DE POBREZA, EL DILIGENTE NO MENCIONA LA DIFICULTAD
En la historia china hay numerosos modelos de oficiales honestos y trabajadores. Por ejemplo, Zhuge Liang, consejero del emperador Liu Bei, quien afirmaba «dedicarse en cuerpo y alma a su deber, aunque la muerte le costase», y quien se hizo célebre por «no adquirir más riquezas ni dentro ni fuera de casa que las necesarias para subsistir». O el historiador de la dinastía Song, Sima Guang, que «deseaba sacrificarse por su país y atender personalmente cualquier asunto público, trabajando día y noche», y era «indiferente a las cosas materiales», por lo que «fue frugal y vistió pobremente hasta el fin de sus días». Y si oficiales de tiempos feudales fueron capaces de actuar así, ¿quién podría decir que nuestros cuadros proletarios no son capaces? Nuestros predecesores proletarios, la generación de revolucionarios que encabezó el presidente Mao, fueron modelos de honestidad y diligencia. Todos los miembros y cuadros del PCCh deben inspirarse en ellos y esforzarse por «ser incorruptibles y diligentes sin quejarse de la pobreza o las dificultades». Así, siempre mantendremos nuestras bases entre la gente.
[«La competencia básica de los cuadros del PCCh: mantener estrechos lazos con la gente» (enero de 1989), del libro Sacudirse la pobreza.] |
Comentario
En las puertas de la oficina gubernamental del condado de Neixiang, en la provincia de Henan, hay colgado un pareado de grandes caracteres, cuya primera línea dice: «La honestidad no habla de pobreza, la diligencia no menciona la dificultad», y su segunda: «respetar lo escuchado, actuar con conciencia». La primera línea significa que un cargo de verdad incorruptible no se quejaría de su pobreza, ni uno verdaderamente diligente de sus dificultades. La segunda aconseja escuchar las voces del pueblo y esforzarse por actuar según lo aprendido. En este discurso, Xi Jinping recurrió a la primera línea del pareado porque hace tiempo que se convirtió en una máxima popular referida al buen gobernante, y por tanto aún connota un gran valor en la construcción de un gobierno limpio por parte del PCCh.
Zhuge Liang, primer ministro del estado de Shu durante el periodo de los Tres Reinos, se hizo célebre por su férrea autodisciplina y frugalidad. Comenzó su carrera pública a los 27 años, asistiendo concienzuda y diligentemente a los reyes Liu Bei y Liu Shan durante casi tres décadas, hasta que murió por enfermedad a la edad de 53 años en Wuzhangyuan. Su máxima «dedicarse en cuerpo y alma a su deber, aunque la muerte le costase» sentó un modelo de conducta. Según los registros, Zhuge Liang escribió Memorias al rey Liu Shan antes de morir, donde declaraba: «Mi familia tiene 800 moreras y quince acres de tierras de cultivo en Chengdu, suficientes para costear la vida de mis hijos y hermanos. Yo en calidad de ministro poseo ropa y alimento suficiente, de forma que me limito a ejercer mi función sin acometer ninguna otra empresa que aumente mi patrimonio. Cuando yo muera, por tanto, Su Majestad no habrá de cargar por mí ni un rollo de seda de más ni riqueza alguna que exceda sus expectativas».
Sima Guang, por su parte, letrado y oficial de la dinastía Song del Norte, es famoso por su gran audacia y valentía, tal y como ilustra esa bonita anécdota suya de infancia que cuenta cómo salvó a un compañero de morir ahogado en una tina. Muy trabajador y diligente, al que para trabajar «no bastaba el día y robaba horas a la noche», dedicó parte de su vida a los registros históricos y la vida política. A él debemos los primeros anales de nuestra historia escritos en clave analítica, Lecciones de gobierno, que fueron compilados bajo su dirección. Se mantuvo incorruptible durante sus cuarenta años de servicio, desde sus primeros años como oficial del gobierno local hasta que fue ascendido a puestos de más alto rango, «sin atreverse a comer carne apenas, ni vestir seda pura». Hacia el final de su vida, le dedicó a su hijo Sima Kang un escrito que se hizo célebre por sus sabias enseñanzas, Lecciones sobre la sana frugalidad, de donde podemos aún hoy extraer algunas lecciones significativas para la actualidad, tales como «acostumbrarse al lujo desde la mesura es sencillo, pero abandonar los excesos en pos de la frugalidad es arduo», o «mediante la frugalidad se labra una buena reputación, mientras que mediante el exceso llega la ruina».
Nuestros predecesores revolucionarios, la generación encabezada por Mao Zedong, fueron también un modelo de honestidad y sencillez. Cuentan que cuando Edgar Snow, el primer periodista occidental que entrevistó a Mao, llegó en 1936 a la frontera entre Shaanxi y Gansu donde se encontraba el Ejército Rojo, se quedó perplejo ante la frugalidad de su base: Mao Zedong poseía tan solo dos uniformes y un único abrigo acolchado, ninguno de los allí presentes tenía ninguna propiedad, además todos los soldados recibían la misma paga sin importar el rango, y aunque este era escaso, ninguno trataba de enriquecerse mediante corruptelas o favoritismos… Al ver todo esto, Snow concluyó que tanto los miembros del PCCh como el ejército que lideraban «tenían una determinación imbatible, una perseverancia a prueba de cualquier dificultad».
Xi Jingping recurrió a los ejemplos de Zhuge Liang y Sima Guang para ilustrar la cuestión del autocontrol de los miembros del Partido. La honestidad es la base del buen gobierno y la diligencia su clave, de forma que solo los que así procedan lograrán el agradecimiento y admiración de la gente. Así, en un poema exaltó estas dos virtudes políticas cantándole a Jiao Yulu, a quien agradeció su espíritu de entrega al pueblo, y también dedicó un escrito a Gu Wenchang, a quien caracterizó como «un monumento inmortal en el corazón de la gente». En su discurso durante la Inspección e Instrucción del Programa de Educación y Práctica de la línea de Masas del Partido, Xi volvió a incidir en esta cuestión con palabras sencillas pero profundas: «Los cuadros dirigentes del PCCh son servidores públicos, por tanto, deben permanecer fieles a su obligación de gobernar de forma honesta y diligente, ocupándose de sus asuntos con las manos limpias».
Es evidente, por tanto, que la honestidad y la diligencia son las dos virtudes políticas centrales para Xi Jinping. Para él, además, construir un gobierno anclado en la integridad y el trabajo duro no es solo una cuestión de eficiencia, sino una concepción ideológica que hunde sus raíces en la revolución. Afanarse en ello con una conciencia plena es la única forma de ganarse la confianza de la gente.