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Presentación

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Hace 25 años, varias personas unidas por una misma visión y, sobre todo, por una experiencia común de la vida universitaria se embarcaron en el proyecto de crear un ámbito desde el que ofrecer a la sociedad española la vivencia de la formación superior que a ellas se les había regalado. Comenzó entonces una andadura durante la cual muchas otras personas que se han reconocido en esta misma pasión por la universidad se han ido comprometiendo con el proyecto hasta el despliegue de lo que es hoy la Universidad Francisco de Vitoria. En las siguientes páginas se presentan las líneas fundamentales de nuestro proyecto formativo, líneas que, en sus contornos esenciales, ya daban forma a las intuiciones de los comienzos y que se han ido perfilando según la sociedad se transformaba y la realidad y la vida les iban enseñando.

Este documento se estructura en cuatro grandes partes. Primero se expondrán los pilares —los fundamentos filosóficos, antropológicos, epistemológicos y axiológicos—que sustentan nuestra propuesta y constituyen nuestro modelo educativo.1 En esta parte se encontrará una determinada comprensión de la educación superior, derivada de una cierta visión del ser humano. Nuestro modelo educativo es nuestra manera de responder a quiénes somos y qué queremos aportar como institución educativa de formación superior. En él se describe, pues, nuestra identidad y nuestra Misión. Es el núcleo fontanal de toda nuestra propuesta, fuente de sentido e inspiración, así como referencia constante, guía y orientación para nuestro quehacer universitario. Remitimos al documento Nuestra Misión hoy para un desarrollo más extenso y profundo de estos aspectos, de los cuales aquí se ofrece un destilado.

En segundo lugar, a partir de las premisas sentadas en el modelo educativo, entraremos en el núcleo del proceso formativo como tal, para intentar describir el dinamismo que lo dirige e impulsa. Este dinamismo, como veremos, tiene su epicentro en la relación y, concretamente, en ese tipo de relación que, siguiendo la filosofía personalista y dialógica, llamamos encuentro: encuentro del educador con el educando y encuentro de ambos con la realidad. Se trata, en suma, de lo que sería nuestro modelo pedagógico, es decir, la descripción de lo que queremos que suceda en nuestra universidad, en sus aulas —es decir, en el seno de la relación entre profesor y alumno— y más allá de las aulas. Buscamos que ese dinamismo se active por toda la riquísima trama de relaciones que se entreteje en torno a la experiencia universitaria, incluyendo y dando un protagonismo especial al PAS, a las familias de los alumnos y a los Alumni. Todos están llamados a experimentar la fecundidad formativa de la dinámica del encuentro, que es la energía de la que se nutre nuestro modelo pedagógico. Lo que este pretende es describir el tipo de experiencia formativa que queremos provocar, pero no trata de enumerar y explicar aquellas estrategias que se van a desplegar de modo concreto en los distintos entornos de aprendizaje para que ello suceda.

Esto último es el objeto propio del modelo didáctico, que consiste en la explicitación de la forma como queremos que se impartan las enseñanzas universitarias. Con ese fin, se enuncian en él las estrategias y metodologías docentes fundamentales. Dentro del modelo didáctico se especifica también qué tipo de metodología evaluativa responde a nuestro modelo pedagógico. Se incluye también el modelo curricular, que es la forma específica de organizar los planes de estudio de los distintos grados y cursos, estableciendo una determinada distribución, gradualidad y temporalización de los contenidos y experiencias educativas a través de los diversos programas y asignaturas.

El último engranaje de la propuesta lo constituye el modelo de organización, gestión y dirección, que establece la forma ideal en que una institución educativa como la nuestra ha de organizarse para cumplir su misión.


Este último aspecto o modelo organizativo no se desarrolla en este documento. Como principios generales para detallarlo en un documento específico, diríamos que debe propiciar la corresponsabilidad y la involucración de todos —cada uno desde su cometido concreto— en la Misión compartida de hacer realidad el proyecto formativo contenido en estas páginas. Aunque para entendernos hablamos de personal docente y personal administrativo y de servicios, no deberían concebirse y vivirse como dos silos separados que casi no se conocen ni se entienden. La forma de organizarse debe reflejar y fomentar la comunidad UFV, una realidad que es una —pues nos une una misma Misión— en la diversidad —pues cada departamento contribuye de un modo propio a esa Misión común.

Finalmente, es importante aclarar que, cuando hablamos de modelo, nuestra intención no es ofrecer un esquema rígido al que debería ajustarse nuestra universidad, ni responder exhaustivamente a cualquier tipo de cuestión que su funcionamiento, en cada uno de los niveles —educativo, pedagógico, didáctico, curricular y organizativo— pueda implicar. Una universidad es una realidad viva que no puede ser atrapada o encorsetada en un esquema férreo salvo a costa de hacerle perder parte de su vigor y frescura. Un modelo es solo un bosquejo teórico de una realidad o sistema complejos que no trata de agotarlos ni de dar todas las respuestas, sino que marca un camino que se debe ir descubriendo y aterrizando en franco y constante diálogo con la vida.

Formar para transformar en comunidad

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