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7. Las Fuentes de la Energía Solar

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41:7.1 (463.1) La temperatura interior de muchos de los soles, aun el vuestro, es mucho más alta de lo que se cree comúnmente. En el interior de un sol prácticamente no existen átomos enteros; están todos más o menos desintegrados por el bombardeo intenso de los rayos X que es característico a tales temperaturas elevadas. Sean cuales fueran los elementos materiales que puedan aparecer en las capas exteriores de un sol, los que están en el interior se vuelven muy similares por la asociación disociativa de los rayos X destructores. Los rayos X son grandes niveladores de la existencia atómica.

41:7.2 (463.2) La temperatura de la superficie de vuestro sol es casi 3.300 grados (C), pero aumenta rápidamente al penetrar en el interior hasta llegar a una elevación increíble de alrededor de 19.400.000 de grados (C) en las regiones centrales. (Todas estas temperaturas se refieren a vuestra escala Celsius).

41:7.3 (463.3) Todos estos fenómenos son indicativos de un enorme gasto de energía, y las fuentes de energía solar, enumeradas en orden de importancia, son:

41:7.4 (463.4) 1. Aniquilación de los átomos y eventualmente de los electrones.

41:7.5 (463.5) 2. Transmutación de los elementos, incluyendo el grupo radioactivo de energías así liberadas.

41:7.6 (463.6) 3. La acumulación y transmisión de ciertas energías espaciales universales.

41:7.7 (463.7) 4. Materia espacial y meteoros que incesantemente se precipitan en los soles ardientes.

41:7.8 (463.8) 5. La contracción solar; el enfriamiento y contracción consecuente de un sol, produce energía y calor a veces mayores que los que son proporcionados por la materia espacial.

41:7.9 (463.9) 6. La acción de la gravedad a altas temperaturas transforma cierto poder circuitizado, en energías radioactivas.

41:7.10 (463.10) 7. La luz y otra materia recaptada que son atraídas de vuelta al sol después de haberlo dejado, juntamente con otras energías que tienen origen extrasolar.

41:7.11 (463.11) Existe un manto regulador de gases calientes (a veces con millones de grados de temperatura) que envuelve los soles, y que actúa para estabilizar la pérdida de calor y prevenir de otra manera las fluctuaciones peligrosas de la disipación del calor. Durante la vida activa de un sol, la temperatura interior de 19.400.000 de grados (C) permanece aproximadamente la misma sin relación alguna con la caída progresiva de la temperatura exterior.

41:7.12 (463.12) Podríais tratar de visualizar 19.400.000 de grados (C) de calor, en asociación con ciertas presiones de la gravedad, como el punto de ebullición electrónico. Bajo dicha presión y a esa temperatura todos los átomos están degradados y desintegrados en sus componentes electrónicos y otros componentes ancestrales; aun los electrones y otras asociaciones de ultimatones pueden desintegrarse, pero los soles no son capaces de degradar los ultimatones.

41:7.13 (463.13) Estas temperaturas solares operan para acelerar enormemente los ultimatones y los electrones, por lo menos aquellos que continúan existiendo bajo estas condiciones. Os apercibiréis de lo que significa la temperatura elevada en el sentido de la aceleración de las actividades ultimatónicas y electrónicas cuando consideréis que una gota de agua común contiene más de mil trillones [1021] de átomos. Esto equivale a la energía de más de cien caballos de vapor ejercida continuamente durante dos años. El calor total emitido ahora por el sol del sistema solar cada segundo es suficiente para hervir toda el agua de todos los océanos de Urantia en tan sólo un segundo de tiempo.

41:7.14 (464.1) Sólo los soles que funcionan en los canales directos de las corrientes principales de la energía universal pueden brillar por siempre. Dichos hornos solares arden indefinidamente, siendo capaces de reponer sus pérdidas materiales tomando energía de la fuerza espacial y de otras energías análogas circulantes. Pero las estrellas muy alejadas de estos canales principales de carga están destinadas a sufrir un agotamiento de energía —enfriarse gradualmente y finalmente apagarse.

41:7.15 (464.2) Estos soles muertos o moribundos pueden ser rejuvenecidos por el impacto de un choque o pueden recargarse por ciertas no luminosas islas de energía del espacio o a través de la atracción de la gravedad, ‘roban’ a los soles o sistemas más pequeños cercanos. La mayoría de los soles muertos serán revivificados mediante estas u otras técnicas evolucionarias. Los que finalmente no se así recarguen están destinados a sufrir la desintegración por explosión de la masa, cuando la condensación gravitacionaria llegue al nivel crítico de la condensación ultimatónica de la presión energética. Dichos soles que desaparecen se convierten de este modo en energía de la forma más rara, admirablemente adaptada a energizar a otros soles más favorablemente ubicados.

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