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23 de enero Mujeres comunes y corrientes

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“Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros” (2 Cor. 4:7, NVI).

Hay cinco mujeres que Mateo menciona en la genealogía de Jesús: Tamar, Rahab, Rut, la esposa de Urías y María. En aquella época, las genealogías seguían la línea paterna y normalmente no incluían a ninguna mujer. ¿Para qué incluyó específicamente a estas cinco mujeres? Para demostrar cómo Dios redime la historia. Aunque cada una de ellas tenía un pasado vergonzoso, esto no impidió que Dios las usara. Tamar se disfrazó de prostituta para tener relaciones con su suegro, porque este se negaba a darle a su hijo menor como marido (Gén. 38). Rahab era una prostituta cananea que vivía en Jericó y albergó a los dos espías israelitas (Jos. 2). Rut era moabita, no israelita de sangre (Rut 1:16). Betsabé, la esposa de Urías, o bien fue abusada por la codicia del rey David, o bien lo sedujo bañándose a propósito donde él podía verla (2 Sam. 11). Finalmente, María, la madre de Jesús, había sido humillada por haber quedado embarazada antes de casarse con José. Mateo tiene la osadía no solo de incluir a mujeres en la genealogía del Mesías, sino a mujeres de una dudosa reputación.

Dios no tiene miedo de nuestro pasado. Él no esconde los capítulos tristes ni los fracasos. Dios los reescribe y redime para su gloria. En su artículo “Women in Jesus’ Genealogy”, Nell Sunukjian escribe: “Cinco mujeres se incluyen, en su mayoría pobres. […] Viudas, mujeres sin importancia, desconocidas, mujeres pecadoras que cambiaron el curso de la historia con sus vidas simples y obedientes. […] Uno podría suponer que todas las mujeres en la genealogía de Jesús, el Mesías, deberían haber sido las mejores mujeres judías, pero no fue así; la mayoría ni siquiera eran judías. Y, con excepción de Rut y María, tenían un pasado sexual oscuro. Eran mujeres comunes y corrientes”. ¡Dios escogió y usó a mujeres comunes y corrientes! Mujeres viudas, inmigrantes y pobres. Mujeres menospreciadas, con pasados vergonzosos. ¿Para qué? Para resaltar el extravagante poder de su gracia. Esta es la belleza del evangelio: que Dios toma exactamente lo que somos y nos transforma para la gloria de su nombre.

Señor, te agradezco porque tú eliges a mujeres comunes y corrientes como yo, y nos das un rol importante que cumplir. Te entrego mi vida, una vez más, para que escribas con ella una historia llena de gracia y de amor.

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