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Corría el mes de septiembre de 1972.

Leonor estaba en su casa de Navaconcejo, un pueblo de la comarca del Valle del Jerte, en la provincia de Cáceres. Su preocupación era mucha e incesante, pues dentro de unos días iba a cumplirse un año de la marcha de su marido Tomás a Colombia, a fin y efecto de hacerse cargo de unos extensos y ricos cafetales que había heredado de su madre. Solamente paliaba algo su pesar Amancay, la sobrina a quien quería como si una hija suya fuese.

Leonor había obtenido la tutela de la persona y bienes de Amancay, de diez años, hija de su hermanastro Benigno ‒hijo natural de don Benigno Ruiz‒ y de una nativa hondureña, ambos fallecidos en Honduras.

Don Benigno Ruiz, abuelo paterno de Amancay, la había instituido heredera universal de sus bienes y, por ende, propietaria del sesenta y nueve por ciento de las acciones de la sociedad por él fundada Agrícola y Ganadera Extremeña, S.A., ostentando Tomás, su mano derecha en el negocio, la titularidad del treinta por ciento del accionariado, y don Gabriel, el abogado de la familia, el uno por ciento restante.

También Leonor era receptora del ánimo que le infundía Jesusa, que de criada había pasado a ser más bien su fiel y buena consejera. Jesusa contaba con cincuenta y cinco años, habiendo entrado a los veinte al servicio de don Benigno Ruiz, a quien asistió hasta su muerte. Don Benigno le había asignado una renta vitalicia para que no tuviera problema económico alguno, pero decidió prestar sus servicios a Leonor y Tomás, a instancia de los dos, pues contaba con ánimo y salud suficientes.

Cierto es que, durante los dos primeros meses de la ausencia de Tomás, este se comunicó frecuentemente con Leonor. No obstante, de forma insospechada, esa fluidez cesó para dar paso a una falta total de noticias. Ello se produjo a partir de la fecha en que Mateo, hermano de Tomás, que le acompañó en el viaje, había regresado a España.

Agrícola y Ganadera Extremeña, S.A. daba trabajo a ciento cincuenta familias, siendo su situación financiera muy boyante y sus productos agrícolas y cárnicos en constante expansión, con centros de explotación en los términos municipales extremeños siguientes: De la cereza, en el Valle del Jerte; del vino y el aceite, en Almendralejo; del porcino, en Jerez de los Caballeros. Ramiro, Rodrigo y Sergio estaban, respectivamente, al frente de tales dependencias; todos ellos comandados por Tomás, desde la muerte de don Benigno Ruiz.

Rodrigo Fernández era la persona de confianza y mano derecha de Tomás. Había gozado también del aprecio de don Benigno Ruiz, sustituyendo a Tomás en sus funciones desde su marcha a Colombia. Rendía cuenta de su gestión a Leonor, la cual había sido designada coadministradora solidaria de la sociedad en junta universal de accionistas, celebrada poco antes del inicio del viaje de Tomás a tierras colombianas. Leonor y Rodrigo mantenían una mutua relación de afinidad y confianza. Ambos estaban en la cuarentena de sus vidas.

Rodrigo, al igual que don Benigno Ruiz y Tomás, se había hecho a sí mismo, ganándose el puesto que ocupaba en la compañía gracias a su buen trabajo, tesón e innata inteligencia.


Mateo Salazar estaba en su mansión de la avenida de Pedralbes, de Barcelona. Había colgado el teléfono a través del cual había sostenido diversas conversaciones con personas que, a su juicio, podían coadyuvar en la averiguación del paradero de su hermano Tomás, pero, como en otras ocasiones, el resultado fue negativo.

Mateo, extremeño como su hermano, había sido fraile franciscano, pero dejó la orden y su ministerio sacerdotal, tras obtener las debidas licencias eclesiásticas, para poco más tarde casarse con la que llegaría a ser coheredera del imperio Todolí. Solamente habían transcurrido tres meses del fallecimiento de su mujer, a consecuencia de un infarto de miocardio agudo. Fruto del matrimonio nació una hija, a la que pusieron el nombre de Marta, siguiendo la tradición familiar.

El imperio Todolí era la suma de un vasto abanico económico-financiero que incluía toda clase de actividades, tanto industriales, como agrícolas, constructoras, promociones inmobiliarias, participaciones en navieras y banca, y un largo etcétera. La familia Todolí era una de las más ricas e influyentes de Cataluña. Mateo era el que llevaba las riendas de todos sus negocios.

Lo que no borrará ni el viento ni el tiempo

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