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La vid de Sarmiento

Como tenía que estudiar la vida de Domingo Faustino Sarmiento, busqué el manual y fui a la casa de mis abuelos. El abuelo sabe mucho de historia. Cuando llegué, estaba leyendo el diario. La abuela se había ido a misa.

–Abu, ¿qué día es hoy? –le pregunté, por algo que se me había ocurrido.

–Domingo, el día que aprovecho a leer, si no viene algún nieto a visitarme.

–¿Y en qué pensás si te digo “Domingo”?

–No sé, Lauti… Para mí los domingos son tristes y aburridos.

–¿Será por eso que Sarmiento salió triste en la foto? –Le mostré el libro–. ¿Por llamarse Domingo?

–Puede ser. ¿Tenés mucho para estudiar?

Tenía que levantar la nota y, encima, la seño estaba enojada conmigo porque faltó dos días y le pregunté qué le había pasado. Y me dijo: “Disculpame, Lautaro, yo no hablo de temas familiares”. Después me enteré de que ya le habían preguntado otros, pero ¿yo qué sabía? Además, no le pregunté por la familia. Le pregunté por ella.

–Sí, un montonazo. ¿Y sabés qué me dijo la seño? “Espero que el lunes, cuando te pregunte sobre Sarmiento, seas brillante”. Abu, ¿vos eras brillante en la escuela?

–No, era bueno, nomás. Una sola vez fui sin estudiar. Era más o menos como vos, estaba en quinto. La maestra me llamó a dar lección y empecé: “Eeeeh, ehhhh, eeeeh…”. Y mi señorita me dijo: “Carmelo, con una sola vocal no se puede dar lección. ¡Siéntese!”.

Estábamos hablando y vi unas hojitas en la mesa. El título era: “Yo soy la vid y ustedes, los sarmientos”.

El abuelo me contó que esas hojas se las dan en la misa. Las leí enseguida.

–Abu, ¿qué tiene que ver la misa con los parientes de Sarmiento?

–¡Esos sarmientos no son los parientes de Sarmiento, cabezón! Son los tallos de la vid, las ramitas de la parra.

A veces, cuando no entiendo, el abuelo me dice “cabezón”. Y si me olvido de algo, “cabeza de novio”.

–¿Y? ¿Empezamos a estudiar?

–Esperá. ¿Sabés cuántos hijos tuvo Domingo Sarmiento?

–Dos. Dominguito y Ana Faustina –me contestó.

–¿Y sabés qué significan esos nombres?

–No, eso no lo sé.

Yo sí, porque lo había buscado en Internet y le conté:

Ana quiere decir “gracia” y Faustina, “persona feliz”.

–¿Y Dominguito?

–Tristecito, aburridito…

–¿Eso dice Internet?

–No, eso dijiste vos hace un rato.

El abuelo también se olvida de las cosas. Como yo. Para mí que se dio cuenta y quiso disimular:

–Bueno, empecemos. Sarmiento nació en San Juan, el 15 de febrero de 1811. Su mamá se llamaba Paula Albarracín. Del apellido nunca me olvido porque es el mismo de tu abuela.

–¿La abuela Telva es pariente de la madre de Sarmiento?

–No. Bah, yo digo que no, pero sí, más o menos. De una rama lejana. Es así: la abuela de la abuela de tu abuela Telva era prima de doña Paula. Nada más.

–¡¿Cómo, nada más?! ¡Somos de la familia! ¿Sabés qué? Se me ocurrió algo brillante para mañana. Como Sarmiento nació en San Juan, después de leer estas hojitas de la misa con lo de los sarmientos y lo que estuve investigando, necesito que me ayudes a pensar algo. En San Juan hay parrales, plantas de uva. Y con la uva se hace el vino.

–¿Y a dónde querés llegar con eso?

–A San Juan, abu, digo… a Sarmiento. Cuando terminó la primaria, su mamá quería que fuera sacerdote. Pero él, no. Y para mí, se equivocó.

–¿Cómo que se equivocó? Fue maestro, escritor, político… ¡Hasta presidente!


–¡Se equivocó! Pensá, abu. ¿Cuándo se va a misa? El domingo. Y en misa se usa el vino, que hacen de la uva, que nace del tallo de la parra, que se llama sarmiento. ¿Entendés? Tenía razón la prima de la abuela de la abuela de mi abuela. Como ella le puso Domingo Sarmiento, tendría que haber sido sacerdote. Además, se llamaba Faustino. Hubiera sido un cura feliz. Por ahí llegaba a ser santo y todo.

–Mirá, igual no habría sido santo de mi devoción.

No sé qué me quiso decir con “devoción”. Esa tengo que buscarla después.

Al otro día, la seño me hizo preguntas. Tenía razón el abuelo: soy un cabeza de novio. No me acordé de casi nada. Pero le hablé de San Juan, de la vid, del vino. De que la mamá de Sarmiento iba a misa y quería que él fuera sacerdote. También le conté que soy pariente de Domingo. Familiar de la misma rama. O sea que soy de la rama y de los sarmientos –que son los tallos– pero no de los sarmientos del lado de los Sarmiento, sino del lado de los Albarracín. Del tronco de la vid. Por eso sé tanto de la vid de Sarmiento. Y no me acordé nada más.

Algunos compañeros hacían como que no me entendían. Capaz que de envidia. Después, Agustina dijo que ser nieto de la abuela de la abuela de la abuela, prima de Sarmiento, no es nada.


Y la seño:

–Lautaro, te felicito por ser familiar de Sarmiento. Y eso de relacionar la vid, los sarmientos y el vino con la idea de que él podría haber sido sacerdote es brillante. Pero no fue sacerdote, así que hablanos de lo que fue: de su vida, su obra, su familia…

–Ah, no, discúlpeme señorita. Yo no hablo de temas familiares…

Lautaro a la carta

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