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CÓMO CULTIVAR LAS RELACIONES
ENTRE PADRES E HIJOS
A LA MANERA DE OLIVO
ОглавлениеSi te pidiera que describieras las relaciones entre padres e hijos en una familia como Dios la quiere, ¿cuáles palabras usarías? Mejor todavía, ¿cuáles palabras crees que Dios usaría?
No tenemos que especular sobre esto, el salmo 128, la canción de la familia, describe la opinión que Dios tiene de las relaciones entre padres e hijos en la clase de familia que Él quiere: “Tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa” (Sal. 128:3). Si sigues los conceptos contenidos en estas palabras te ayudarán a hacer que tu familia funcione efectivamente. Por el contrario, serias dificultades entre padres e hijos emanarán si las verdades contenidas en esta oración son malentendidas o ignoradas.
UNA CASA DIVIDIDA
Enrique y María Brown y su hija Susan (seudónimos) son ejemplos vivos de lo que pasa cuando el concepto del olivo es ignorado. Cuando buscaron asesoria, estaban experimentando una gran disfunción familiar.
En algún tiempo todos profesaron su fe en Cristo pero Susan, de 14 años, ya no reconocía ser cristiana. “Si ser cristiana me va a convertir en alguien como mi mamá, es lo último que quiero,” me explicaba. Susan odiaba a su madre y no tenía ningún interés en el Cristo que pensaba que su madre representaba. Evitaba lo más que podía tener contacto y comunicación con su mamá.
La actitud de Susan hacia su padre, en cambio, era lo opuesto. Normalmente lo respetaba y amaba, y compartía con él libremente lo que pasaba en su vida. Estaba dispuesta a escucharlo, y tomaba en serio sus sugerencias. Susan parecía admirar a su padre por la manera en que aguantaba el abuso de su madre; y al mismo tiempo, lo despreciaba por no tener la voluntad o habilidad de enfrentar tal maltrato. “No sé porqué la aguanta,” solía decir.
Al progresar la consejería surgían más datos, fue evidente que padre e hija habían formado una coalición entre ellos cuando Susan estaba muy pequeña. Por años, María Brown fue considerada una enemiga común (o por lo menos una extraña) por ambos. Enrique buscaba aliento y simpatía en su hija, y Susan dependía de su padre para que la protegiera de su madre, y para justificar sus actitudes y reacciones hacía ella. Juntos hicieron muy buen equipo.
Como era de esperar, la coalición de padre e hija mostró ser una fuente mayor de frustración y hostilidad para María. Parecía que Enrique se preocupaba más en dar gusto a su hija que dar gusto a ella. María también estaba convencida de que Enrique trataba a Susan con demasiada rienda suelta. “La está echando a perder con su indulgencia,” se quejaba. “No sabe, en realidad, lo que ocurre en su vida.”
Todos los datos parecían indicar que Susan no era abiertamente “mala” en el sentido popular. No tomaba drogas ni practicaba la inmoralidad sexual. Cuando trataba a la gente, no era maliciosa, endurecida ni resentida. Con todos, menos con su mamá, era bien educada y respetuosa, y cooperaba en lo que le pidieran. Esta fue mi experiencia con ella, como consejero.
Pero Susan veía nada más dos maneras de resolver su problema de familia: o ella y su padre podían salir juntos, o ella podía salir sola. Tenía la certeza de que ella y su madre nunca podrían vivir en paz en la misma casa.
Varias veces, tratando de aliviar las tensiones, se había quedado varios días con una amiga sin el consentimiento o conocimiento de sus padres. Por lo menos dos ocasiones Enrique había arreglado para que se quedara con una familia cristiana hasta que las cosas en casa estuvieran mejores. A veces decía Enrique mismo, “Ya no aguanto. Tal vez la única solución es que mi hija y yo nos mudemos lejos de María.” De igual manera solía decir María, “Si no cambia Enrique, no puedo prometer que voy a hacer algo. Más le vale que empiece a ser el que dirige o se va a arrepentir.”
En medio de todo esto, los Brown eran gente amable en muchos aspectos. Individualmente, eran simpáticos, honestos, sinceros y generosos. Asistían a su congregación con regularidad y se involucraban en grupos de estudio de la Biblia. Hacían lo que los cristianos deben hacer.
Pero al llegar a las relaciones familiares, no hicieron mucho caso a lo que Dios dice. En muchos asuntos familiares hacían lo que consideraban natural en vez de aplicar lo que dice la Biblia. Enrique tenía sus ideas de lo que era bueno para Susan, y María tenía las suyas. Desdichadamente, chocaban sus ideas. Si llegaban a estudiar juntos las Escrituras, cada uno usaba esta oportunidad para comprobar su propio punto. En vez de buscar ser enseñados, reprendidos, corregidos e instruidos en justicia (2 Tim. 3:16), buscaban versículos para justificar las posiciones que ya tenían.
Como resultado, la casa de los Brown era una casa dividida, destruyéndose mutuamente con su egoísmo. No podrían recibir la bendición como la familia de lo cual habla el Sal.128 hasta que tuvieran voluntad de hacer hincapié en la Palabra de Dios como regla para su familia. Estaban fracasando como familia porque ni Enrique ni María habían entendido claramente o procurado una perspectiva bíblica de las relaciones entre padres e hijos, como lo representa el concepto del olivo. Asegurémonos de no cometer el mismo error.
LOS HIJOS COMO PARTE DEL DESEÑO DE DIOS
Creo que vale la pena notar que cuando Dios inspiró al salmista para escribir esta canción a la familia, intuyó que la familia incluía niños. Para mí, esto parece indicar que normalmente está dentro de la voluntad de Dios que familias tengan hijos. Esta implicación es enseñada específicamente o por lo menos implicado en otros pasajes de la Escritura. En Génesis, Dios da una enseñanza clara al respecto en sus instrucciones a Adán y Eva: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra.” (Gen. 1:28)
En el último libro del Antiguo Testamento, Malaquías desafió la percepción informal que la gente de su día tenía del matrimonio al recordarles que Dios había ordenado el matrimonio. Además dice que una de las razones que Dios tuvo para ordenar el matrimonio fue para criar una descendencia piadosa (Mal. 2:13-16).
La enseñanza del Nuevo Testamento concuerda con estas declaraciones del Antiguo Testamento. En cierto lugar, Pablo dice que quiere que las viudas jóvenes se casen y tengan hijos (1 Tim. 5:14). En otro lugar declara que las mujeres jóvenes sean animadas (o enseñadas) a amar a sus esposos y sus hijos (Tit. 2:4). Esta declaración supone que la mayoría de las mujeres jóvenes se casarán y tendrán hijos.
Por todas estas razones, cuando las parejas dicen que no quieren tener hijos, los alabo por su honestidad, pero también les urjo a que evalúen sus razones. Si la pareja cristiana está en la disyuntiva de si tener hijos o no, debe preguntar —Señor, ¿qué quieres tú que hagamos? Las Escrituras parecen indicar que, a menos que haya impedimentos físicos o espirituales para no tener hijos, Dios quiere que las parejas cristianas produzcan una descendencia piadosa.
Una vez dicho esto, quiero añadir que no creo que la gente deba ser obligada a concebir hijos. Los individuos que son obligados a tener hijos no serán buenos padres. El daño puede ser devastador
Así era en la familia Brown. Al casarse, María Brown estaba involucrada en una carrera motivadora. Le gustaba su trabajo y lo hacía bien. Mas, el pensar en la maternidad con todas su responsabilidades la dejó sintiéndose insegura e inadecuada. La realidad era que María no quería tener hijos.
Enrique tenía ideas distintas. Pedía, rogaba y, al fin, hacía que María tuviera complejos de culpa. Usó todas las formas legales para persuadir a María a tener hijos. Después de mucho tiempo, María accedió. Pronto concibió a Susan. María estaba encinta pero no le agradaba. Estaba resentida contra Enrique y después contra su hija por haber cambiado su vida. Y para colmo, se declaró culpable porque sabía que su actitud hacía Susan y Enrique era pecado.
María estaba entre la espada y la pared. Sabía que debía luchar contra su resentimiento pecaminoso, pero no quería soltarlo, porque era su manera de castigar a Enrique por lo que la había hecho. Renuente a perdonar completamente a Enrique, escogió alimentar su resentimiento. María tuvo la niña, pero sólo porque la forzaron. Y esto preparó el terreno de los tremendos problemas de la familia.
RAZONES PARA SER PADRES
Ambos estaban equivocados en su planteamiento acerca de tener hijos. El enfoque principal de María no era lo que quería Dios, sino en lo que ella quería. El enfoque principal de Enrique no eran los deseos de Dios, sino sus propias aspiraciones. Y estaba determinado a hacer su voluntad aunque tuviera que manipular a María hasta lograr cuando menos su consentimiento superficial. Ella accedió por fuera pero se rebelaba por dentro. Su vida es una ilustración trágica del hecho de que la gente no debe ser obligada a la paternidad o maternidad.
Los que tienen razones que no son bíblicas para no tener hijos deben ver dónde está la raíz de su problema. Deben identificar y resolver, con honestidad, las razones no bíblicas de su aversión. Deben enfrentar y resolver los asuntos pecaminosos del corazón. Deben buscar el perdón de Cristo y su ayuda para cambiar por dentro. Debe entender y creer la perspectiva que Dios tiene de los hijos.
Al escribir estas palabras, estoy consciente de que algunos de ustedes pueden ser gentes muy piadosa que no tienen hijos, tal vez por razones buenas, espirituales que honran a Dios. Tal vez han sido llamados a cierto tipo de ministerio que imposibilita cumplir las responsabilidades de la paternidad/maternidad bíblica. Posiblemente, están en una situación temporal que sería muy difícil para los niños. Tal vez están posponiendo la paternidad/maternidad hasta que ciertos problemas personales o interpersonales sean resueltos. Lo que es mejor para los niños y para el reino de Dios son factores importantes en su decisión de tener o no tener hijos, o cuándo tener hijos.
Tal vez algunos de ustedes no pueden tener hijos físicamente. Quieres pero no puedes. Favor de no deprimirte tratando de enfocarte en lo que no puede ser. En vez de eso, busca la ayuda de Dios para aprovechar las oportunidades que tienes de formar niños piadosos en tu familia mas grande: la iglesia (Mar. 3:35; 1 Tim. 5:1, 2). Pide a Dios que te enseñe cómo y con quién puedes hacer tu parte para criar una descendencia piadosa para Él.
LA PATERNIDAD ES UN PRIVILEGIO
Hay un sentido en que toda pareja cristiana puede tener hijos. Todos los cristianos casados pueden y deben involucrarse en algún tipo de Paternidad. Y esto es emocionante, porque según la canción de la familia (Sal. 128) la paternidad es un privilegio. La declaración acerca de los hijos en la canción de la familia (Sal. 128:3) sigue con una exclamación sobre las bendiciones de la paternidad (Sal. 128:4). De manera similar, un salmo previo afirma que “herencia de Jehová son los hijos” y que la persona que tiene su aljaba llena de ellos es bendecida (Sal. 127:3-5).
Al darte hijos, el Dios todopoderoso te ha dado una de las oportunidades más importantes, emocionantes, gratificantes y desafiantes que jamás podrías tener. Te está llamando para que ayudes a criar a otro ser para Él; te ha comisionado para que trabajes con Él edificando esa vida por la cual Él va a ser glorificado, y proporcionará grandes beneficios a otras gentes.
Como padre o madre, tienes el reto de hacer que ese ser sea un discípulo fructífero de Jesucristo. En las palabras de Salmo 128, tu principal función es criar hijos que parezcan plantas de olivo, frondosos y prolíficos.
María y Enrique Brown necesitaban captar esta perspectiva de la paternidad. Su percepción estaba demasiada limitada, su actitud no era muy piadosa, que digamos. No alcanzaban a comprender que sus vida y relaciones mutuas estaban impactando negativamente en otro ser humano. A los dos les faltaba ver el cuadro completo de que la paternidad, según Dios, involucra privilegios, responsabilidades y métodos. Los dos eran demasiado egoístas, demasiado miopes, demasiado concentrados en el concepto humano de su papel de padres. Ninguno de ellos tenía un entendimiento claro de las implicaciones de la planta de olivo que Dios usa en el Salmo 128 para describir las relaciones entre padres e hijos.
HIJOS COMO PLANTAS DE OLIVO
¿Qué quiere decir, exactamente, este cuadro de la planta de olivo? ¿Qué sugiere en cuanto a las relaciones entre padres e hijos? ¿Cómo te va a ayudar este símil a entender y evitar los errores que hicieron Enrique y María Brown?
Para principiar, el símil del salmista implica que debes tener a tus hijos alta estima. Un autor nos dice que el árbol de olivo era el árbol más importante de Palestina. (1) En un pasaje de la Escritura, el olivo es representado como el rey de los árboles (Juec. 9:8, 9). Otra referencia lo honra al comparar al pueblo de Dios con un olivo plantado por Dios (Rom. 11:17 y siguiente). Otras porciones de la Escritura exaltan este árbol al prescribir específicamente que el aceite del olivo y sólo este aceite sería el usado para consagrar a los sacerdotes y llenar las lámparas en el tabernáculo (Exo. 17:20; 30:22-33). En otras palabras, el salmista estaba describiendo a los niños en una manera que resalta cuán valiosos y preciosos son ellos.
Jesús sentía igual. Él sabía todo acerca de los niños. Sabía que nacían como pecadores y por eso necesitaban ser regenerados y redimidos (Sal. 51:3-5; 58:3). Estaba totalmente consciente que necesitaban ser cambiados por la gracia de Dios (Efe. 2:1-8). No tenía ideas ficticias acerca de su perfección ni inocencia (Prov. 22:15); aun así los tenía en alta estima. A veces, los usó para ilustrar una verdad espiritual (Mat. 18:1-10). Enfatizaba lo serio de maltratarlos. Regañó duramente a sus discípulos por tratar de impedir que algunos padres trajeran sus hijos a Él (Marc. 10:13, 14). Con calma, pero con fuerza dijo, “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.” Habiendo dicho eso, “tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía.” (Marc. 10:14-16)
Como Jesús, debes ser realista en tu actitud hacia los niños. Debes reconocer que tus hijos tienen gran potencial para la iniquidad (Sal. 51:5; 58:3). Nacen pecadores y tienen que ser regenerados por el espíritu de Dios y redimidos por la gracia de Dios. Tus hijos necesitan el perdón de Dios por sus pecados. Necesitan la ayuda de Él para llegar a ser verdaderamente personas valiosas, como plantas de olivo que honran a Dios. Sin Él, no pueden llevar fruto para Dios (Juan 15:1-6).
Sin embargo, el que consideres a tus hijos bíblicamente contiene otro aspecto. El realismo bíblico requiere que consideres a tus hijos personas de gran valor y honor, también, a pesar de sus necesidades y deficiencias. Esto quiere decir que tus hijos deben ser importantes no solamente porque son tuyos, sino porque son hechos a la imagen de Dios y un regalo de Él para ti.
Que se te quede fijo en tu mente que tus hijos están destinados a vivir para siempre. Recuerda que tu hijo o tu hija tiene el potencial tanto de hacer lo bueno como de hacer lo malo. Entiende que por la gracia de Dios tus hijos tienen el potencial de ser una planta viva de olivo según el Sal. 128.
UNA “PLANTA” DE MUCHO POTENCIAL
Al hacer investigaciones sobre el árbol de olivo, noté las varias maneras en que la planta de olivo y sus frutos eran usados. Las aceitunas y el aceite de oliva servían de alimento (Deut. 24:20), para iluminación (Lev. 24:2), para consagrar a los funcionarios religiosos (Exod. 30:22-33), para propósitos estéticos (Rut 3:3), para funciones medicinales e higiénicas (Luc. 10:34), para ceremonias religiosas (Gen. 28:18) y como objeto de trueque o comercio (1 Rey 5:11; Luc. 16:6)
Además, el árbol de olivo y su fruto son símbolos de gozo, prosperidad y paz (Isa. 61:3; Sal. 45:7). El árbol mismo era notable por su hermosura (Jer. 11:15; Oseas. 14:6). Su madera era valiosa como combustible y para la construcción (1 Rey. 6:23, 31-33). Cuando no había cosecha de aceitunas, era una tragedia nacional (Hab. 3:17).
¿Qué tiene que ver todo esto con la manera en que tratas a tus hijos? Sugiere que debes tener altas expectativas de ellos; pero cuida que tus expectativas estén de acuerdo con sus propios dones y la etapa de su desarrollo, y no subestimes las capacidades que Dios les ha dado. Anímalos a comprender que, según sus aptitudes y nivel de madurez, pueden hacer grandes aportaciones a esa edad.
Es muy seguro que los olivos necesitan atención y cuidados para producir frutos. La tierra alrededor necesita debe ser removida con frecuencia, además del agua y fertilizantes. Crecen mejor en ambientes soleados y calurosos. (2)
Aprende de esto la importancia de dar cuidado y atención diligentes a tus hijos. Haz lo mejor que puedas para criarlos en la instrucción y la disciplina del Señor (Efe. 6:4). Sé diligente en enseñarles la Palabra de Dios tanto en situaciones formales como espontáneas. Que tu manera espiritual de vivir sea genuina y atractiva para ellos. Conserva la Palabra de Dios bien fija en tu corazón. Haz que toda tu vida sea una carta viva de la verdad de Dios para tus hijos. Provee un ambiente propicio para desarrollar el carácter y la conducta piadosos. Sé agradable y haz que tu hogar sea un lugar ameno. Busca eliminar de ti y de tu hogar cualquier cosa que impida la cualidad fructífera.
Al mismo tiempo, no trates de producir el fruto que tus hijos deben producir. El olivo tiene que producir su propio fruto. Enséñalos a aceptar esta responsabilidad. No te culpes de empujar o impeler excesivamente. Muestra un optimismo realista. Crea una expectativa esperanzadora y adecuada de que ellos van a ser productivos.
PLANTAS, NO RAMAS
Estoy asombrado de que la canción a la familia declara que nuestros hijos son plantas de olivo, no ramas (Sal. 128:3). Una planta tiene una existencia independiente. La rama es solamente parte del árbol. Esto nos lleva al hecho de que debemos respetarla individualidad de nuestros hijos. Dios no tuvo la intención de que fueran copias exactas de nosotros. Permite y acepta que tus hijos tengan ideas distintas a las suyas. No te sientas amenazado(a) por las diferencias de opinión; al contrario, ayúdalos a que ellos mismos consideren esos asuntos. Claro que debes mantenerte firme, tratando con calma e inteligencia asuntos para los que tienes un “así ha dicho el Señor.” No obstante, ten cuidado de no involucrarte en luchas de poder innecesarias. No saques a relucir asuntos que no son necesarios. Dentro de los parámetros de la Escritura, deja que tus hijos sean ellos mismos.
En tu paternidad, crea cercas, no camisas de fuerza. Establece límites bíblicos y luego entrena a tus hijos a obedecerlos. En los años tempranos, las cercas serán más restrictivas y claramente delineadas. Te vas a ver muy involucrado(a) en hacer las decisiones, en determinar propuestas específicas, en ayudar a tus hijos a cumplir ciertas responsabilidades, en discernir lo que es bueno y lo que es malo. Sin embargo, durante estos años tempranos asegúrate de dar a tus hijos lugar y espacio para que ellos maniobren por sí mismos. Refrénate de hacer lo que ellos pueden y deben hacer. Provéeles las herramientas, el ánimo, el ejemplo y el medio para que ellos puedan producir su propio fruto.
Al ir ellos madurando puedes expandir las cercas para que asuman más y más responsabilidad por su propia vida. Al hacer esto tratas de desarrollar la motivación interna, el dominio de propio, la habilidad de pensar, escoger y vivir bíblicamente sin la necesidad de una motivación y un control externo excesivos.
Tu meta es ayudar a tu hijo a que sea interdependiente e independiente en Cristo y su Palabra. Tú quieres que sean plantas dentro de un huerto más grande de olivos. Esta es la parte interdependiente, pues necesitan relacionarse con otras gentes; son relaciones de dar y recibir. Lo contrario de los olivos aislados en el desierto, ellos deben ser como olivos alrededor de tu mesa, asociados contigo y en algunas maneras que estén dispuestos tanto a ayudarte como a recibir tu ayuda.
Después de haber dicho esto, todavía queda el asunto de que tus hijos deben ser plantas, no ramas. Y finalmente, debes dirigirlos hacia Cristo, y no hacia ti, porque es de Él que dependen en realidad. Querrás que experimenten la libertad a la cual Cristo los ha llamado. Desearás que tengan una relación madura contigo, y no de dependencia de ti. Creerás que por la gracia de Dios tus hijos podrán y deberán producir fruto propio.
LA PERSPECTIVA DESEQUILIBRADA
La familia Brown estaba muy lejos del ideal. Ninguno de los padres apreciaba o estimaba a Susan. María estaba desequilibrada en su apreciación, ya que se enfocaba mayormente en las habilidades negativas de Susan; y Enrique estaba aparentemente ciego al potencial de Susan para hacer la maldad. Aquél podía encontrar una excusa para casi todo lo que hacía ésta. Y esto obstruía su relación con María, ya que ella lo veía como un rechazo personal a su perspectiva y una renuencia a aplicar la disciplina que, en verdad, necesitaba Susan. Estos puntos débiles, en apariencia, de Enrique eran también perjudiciales para Susan. No puedes corregir un desequilibrio creando otro. Susan no estaba aprendiendo de ninguno de sus padres a evaluarse con precisión; ni la estaban enseñando a ser responsable de sus propias actitudes y respuestas. No la estaban motivando a manejar los problemas y los pecados de una manera bíblica.
Enrique respetaba aparentemente a Susan pero, al no animarla a pensar bíblicamente de ella misma o de otras personas, en realidad estaba mostrando que no esperaba grandes cosas de ella. La verdad era que si Enrique y María querían ayudar para que Susan creciera como Dios quiere, los dos necesitaban adoptar una perspectiva más bíblica, realista y balanceada de su hija.
ES ASUNTO TUYO
Una enseñanza clave del Salmo 128:3 es que tus hijos deben ser como olivos alrededor de tu mesa. Ante Dios tú, no el estado ni la escuela ni la iglesia, eres responsable de proveer para tus hijos (Sal. 23:4; 1 Tim. 5:8). Tú tienes que criarlos para Dios.
Nutrirlos o criarlos incluye sus necesidades físicas, mentales, sociales, emocionales y espirituales. Puedes emplear la ayuda de otros para cumplir con estas necesidades pero, al final, Dios dice que la responsabilidad es tuya. O provees personalmente para tus hijos o consigues ayuda para hacerlo. De cualquier manera, debes supervisar ese proceso y hacer tu máximo esfuerzo por asegurarte que las necesidades de tus hijos sean cubiertas adecuadamente.
Todo esto presupone que vas a invertir una cantidad considerable de tiempo con tus hijos. Después de todo, el hecho de que están alrededor de tu mesa implica que tú también vas a estar allí. No puedes conocer las necesidades de tus hijos a menos que les prestes la atención dedicada. Tienes que estudiarlos, escucharlos, hablar con ellos, jugar con ellos, pensar en ellos y orar por ellos si quieres saber lo que necesitan de tu mesa.
Este cuadro de tus hijos como olivos alrededor de tu mesa conlleva la idea de compañerismo y lealtad. Sugiere que el construir tu familia como Dios quiere involucra desarrollar cohesión y solidaridad.
Desdichadamente, este tipo de solidaridad o espíritu de familia no ocurre al azar. No puedes hacer que exista con sólo desearlo, tienes que cultivarlo. Pero, ¿cómo? Quiero ofrecerte unas sugerencias. Puedes promover un espíritu de lealtad y solidaridad en tu familia de la siguiente manera:
1. Haz de Cristo el punto central de tus relaciones familiares. La consagración a Cristo incluye tanto someter la familia a Cristo como someterse mutuamente (uno a otro).
2. Comunica un optimismo realista y espera lo mejor de cada persona. No expreses a ningún miembro de tu familia, ni oralmente ni por acción, que te das por vencido(a), o que los estás condenando al fracaso.
3. Evalúa la opinión de cada miembro de la familia, y da tiempo a todos para que se expresen por sí mismos y expongan sus ideas. Da paso a la libertad de intercambio de pensamientos sin condenación ni burla.
4. Proyecta el sentir positivo de que todos los miembros componen la familia, y que todos se complementan uno con el otro.
5. Construye un museo de memorias positivas de la familia. Juega con tus hijos; involúcralos en tus actividades. Disfruta a cada niño individualmente. Haz una caja que contenga memorias de cada hijo. Promueve las tradiciones familiares. Aprovecha el tiempo al máximo. Haz lo inusual con tus hijos. Haz en grande las ocasiones especiales; y convierte en especial cualquier ocasión. Deja que los miembros de la familia planeen las vacaciones y otros eventos.
6. Promueve el orgullo familiar. Habla de las virtudes y logros de algunos miembros de tus antecesores.
7. Sé auténtico (a) como Cristo, y muestra el fruto del Espíritu en tu vida diaria. Una persona así no es difícil de ser respetada y de ser tomada en cuenta.
8. Delinea una disciplina justa para tu familia.
9. No hagas chistes a costillas de otro miembro de la familia.
10. Discute adecuadamente cualquier cambio mayor de reglas, decisiones o actividades de la familia.
11. Evita el abuso físico o psicológico de los niños.
12. Interésate por los asuntos de cada miembro de la familia.
13. Evita ser demasiado laxo(a) o muy estricto(a) en tu disciplina.
14. Incluye a los miembros de la familia en la planeación familiar.
15. Permite, siempre y cuando consideres que es legal, que cada miembro de la familia tenga la libertad de hacer decisiones.
16. Sé bíblicamente realista en las expectativas que tienes de cada miembro de la familia.
17. Expresa libremente tu amor a cada miembro de la familia en palabras en hechos.
18. Concéntrate más en actitudes y carácter cristianos que en ejecución o otras cosas externas.
19. Administra disciplina con justicia y consistencia.
20. Ve a cada miembro de la familia como a alguien que está en proceso de “convertirse en ser humano”. Todos estamos en ese proceso. Ninguno de nosotros ha llegado a la perfección.
21. Sé sensible a las necesidades, los sentimientos y miedos de cada miembro de la familia.
22. Evita el uso de palabras ofensivas o contenciosas.
23. Muéstrate accesible para que cualquier miembro de la familia acuda a ti cuando tenga problemas o preocupaciones.
24. Haz que tu hogar sea un centro de hospitalidad cristiana donde tus hijos tengan contacto frecuente con cristianos fervientes.
25. Desarrolla proyectos de familia que involucren todos los miembros.
26. Aprende como enfrentar los problemas en la familia sin ignorarlos.
27. Perdona los pecados y faltas pasados y presentes de los miembros de la familia.
28. Respáldense mutuamente en los fracasos.
29. Correlaciona los horarios a fin de pasar un rato juntos. Programa tiempos para pasarlos en familia, y también para cada persona.
30. Pide perdón cuando ofendas a alguien.
31. Proporciona caricias y abrazos apropiados.
32. Deja bien claras las responsabilidades básicas de los miembros de la familia.
33. Rehúsa hacer uso del miedo o la culpabilidad como manera de lograr el consenso de todos.
34. Expresa tu confianza a los demás.
35. Que sea la Biblia, no tus propias opiniones, el patrón a seguir en tu vida familiar.
36. Mantén una relación profunda y personal con Jesucristo; y Él se encargará de juntar a todos los miembros.
37. Que tu familia se involucre en actividades cristianas.
38. Adora a Dios como familia tanto en tu hogar como en el centro de reunión de la Iglesia.
39. Ora regularmente por cada miembro de la familia, y por tu familia en conjunto.
Al seguir estos lineamientos crearás un ambiente que te ayudará a edificar tu familia como Dios la quiere. Ayudarás a que tus hijos sean como plantas de olivo alrededor de tu mesa. (3)
TAREAS DE ESTUDIO Y APLICACIÓN
Haz las tareas individualmente, y luego discute tus respuestas con tu cónyuge o tu grupo de estudio.
1. Reflexiona sobre (o si es necesario repasa) este capítulo y contesta las preguntas que siguen:
a. ¿Qué cuadro usa Dios en el Sal. 128:3 en cuanto a la relación entre padres e hijos?
b. ¿Qué enseña la Biblia en cuanto a si los casados deben o no tener hijos? Respalda tu respuesta con citas bíblicas.
c. ¿Cuáles son algunas razones que la gente da para no tener hijos?
d. ¿Hay razones legítimas para que una pareja no tenga hijos? Si las hay, ¿cuáles son?
e. ¿Qué pasó con la familia Brown cuando María Brown fue presionada (obligada) a tener hijos?
f. ¿Qué quiere decir la declaración de que hay una manera en lo cual “cada pareja cristiana puede tener hijos”? ¿Cómo puedes ayudar a otros para que críen a sus hijos? ¿Cómo pueden (y lo hacen) otros ayudarte a ti?
g. El hecho de que los hijos sean comparados con plantas de olivo (y no cualquier hierba o espinas) ¿cómo afecta la forma en que debemos ver a nuestros hijos?
h. ¿Por qué la actitud de una persona hacia los niños es tan importante en la cuestión de si debe o no tener y criar hijos?
i. ¿Cómo ilustra el Señor Jesucristo, con su ejemplo o enseñanza, la alta estima en que tenía a los niños?
j. ¿Cuáles dos extremos debemos evitar al catalogar a nuestros hijos?
k. ¿Qué indica el hecho de que los niños sean comparados con plantas de olivo (no árboles) en relación con las necesidades de nuestros hijos? ¿Qué necesitan hacer jardineros con los olivos jóvenes? ¿Qué necesitan los niños de sus padres?
l. ¿Qué indica el hecho de que los niños sean comparados con plantas de olivo (no ramas de olivo) en cuanto a las relaciones entre padres e hijos?
m. ¿Cómo violan, a veces, los padres el concepto planta-olivo en las relaciones padres-hijos? ¿Cuáles dos errores cometen los padres muchas veces? Piensa en ilustraciones bíblicas o de tu experiencia (personal o por observación) de cuándo y cómo este concepto es ignorado. Identifica de qué manera esta violación ha afectado a los niños.
n. ¿Cuáles dos conceptos son presentados por las palabras “alrededor de tu mesa” en cuanto a edificar tu familia como Dios quiere?
2. Medita en las 39 sugerencias para edificar tu familia como Dios quiere, presentadas al final de este capítulo. Considera lo que cada una de ellas significa en términos de comportamiento. Toma cada declaración y usa la siguiente escala de calificación para evaluar tu cociente para cada uno de tus hijos: regularmente (=4), con frecuencia (=3), ocasionalmente (=2), poco (=1), nunca (=0). Después de calificarte en cada uno de las 39 declaraciones, haz una lista de todas las declaraciones donde calificaste 0, 1 ó 2. Planea cómo puedes mejorar en estas áreas. Discútelas con tu cónyuge. Tal vez te gustaría escribir una declaración donde te comprometes a hacer algo al respecto, y firmarla. Ora diariamente pidiendo la ayuda de Dios para realizar las mejorías deseadas. Consulta tu lista con frecuencia para que te acuerdes y te sirva de evaluación y motivación continuas.
3. Estudia los siguientes versículos bíblicos sobre relaciones entre padres e hijos. Escribe lo que cada pasaje enseña o implica sobre la paternidad/maternidad. Sé más perspicaz en lo que haces o debes hacer para edificar tu familia como Dios quiere. Al ver cada pasaje, pregúntate: ¿Qué me está diciendo Dios sobre la paternidad/maternidad? ¿Cómo puedo aplicar esto a mi familia? ¿Qué tanto de estas enseñanzas estoy aplicando en mi esfuerzo por ser padre/madre?
a. Prov. 1:8, 9
b. Prov. 4:1, 2
c. Prov. 5:7-23
d. Prov. 6:1-35
e. Prov. 7:1-27
f. Prov. 10:1, 5
g. Prov. 13:1
h. Prov. 13:24
i. Prov. 14:1
j. Prov. 15:27
k. Prov. 19:18
l. Prov. 22:6
m. Prov. 22:15
n. Prov. 23:13
o. Prov. 23:15, 16
p. Prov. 23:24
q. Prov. 27:8
r. Prov. 29:15
s. Prov. 29:17
t. Prov. 31:15, 21, 27, 28
u. Deut. 6:4-9
v. Efe. 6:4; Col. 3:21
w. 2 Cor. 12:15
x. 1 Tes. 2:7, 8, 11
y. 1 Tim. 3:4, 5
z. 2 Tim. 1:5; 3:15
4. Contesta las siguientes preguntas. Sé preciso(a) en tus respuestas, da detalles. Luego discútelos con tu cónyuge. Usa este inventario para reafirmar tus acciones positivas y descubrir y cambiar tus acciones negativas de paternidad/ maternidad.
a. Cuándo dices a tu hijo que haga algo, ¿qué haces si desobedece? ¿Haces lo mismo con cada uno de tus hijos, y siempre?
b. ¿Qué haces si el niño recurre a berrinches, rabietas, gritos, murmuraciones, abuso, escapa, golpea las paredes o patalea? ¿Reaccionas igual con cada hijo(a)?
c. Cuándo ordenas a tu hijo que haga algo, ¿cuántas veces se lo pides? ¿Eres constante en la manera en que respondes o reaccionas?
d. Cuándo un(a) hijo(a) tiene dificultades para cumplir sus tareas y responsabilidades, ¿qué haces? ¿Reaccionas igual con cada hijo(a)?
e. ¿Son tus hijos iguales o diferentes a ti en personalidad, actitudes, valores, relaciones, metas, acciones, reacciones, hablar, intereses, maneras de manejar situaciones?
f. ¿Están de acuerdo tú y tú cónyuge en lo que esperan de cada hijo(a) (tareas, responsabilidades, comportamiento, buena educación, etc.)? ¿Y en la manera de aplicar disciplina, y por qué? (Toma nota de áreas de desacuerdo).
g. ¿Cómo le haces para comunicar amor, aprecio, respeto, preocupación, devoción, confianza, y entendimiento a tus hijos? ¿Cómo ayudas a tu hijo(a) a comprender que es especial?
h. Entre tus actitudes, ¿hay algo que puede parecer (o por lo menos ser percibido por el niño como) irrespeto, no amoroso, desleal, egoísta, sin preocupación o testarudo al (a la) niño(a)?
i. Reflexiona en la relación que tienes con cada niño(a) y toma nota de los puntos buenos y los malos y por qué son así. (¿Razones para estos puntos buenos o malos? ¿Qué estaba pasando en este tiempo?)
j. ¿Cuáles son los intereses, habilidades, logros y cualidades de cada niño(a)? ¿Cómo lo(a) animas a desarrollar estos aspectos?
k. ¿Cuáles son las problemas, debilidades y aspectos diferentes a los de Cristo en cada niño(a)? ¿Cuál ha sido tu respuesta a ellos?
l. ¿De qué manera le facilitas al (a la) niño(a) para que te platique, te respete y piense que eres alguien accesible y amable? ¿Qué haces para fomentar las actitudes opuestas?
m. Piensa en los mejores padres que conoces, y escribe todas las virtudes que observas en ellos y la relación que tienen con sus hijos.
n. Si fueras a describir a tu familia en una palabra, ¿cuál sería esa palabra?
o. Escribe las metas que tienes para tu vida familiar.
p. Escribe lo que crees que tus hijos dirían de tu familia.
q. Termina estas oraciones:
Los padres son....
Una regla buena en nuestro hogar es...
Nuestras relaciones familiares serían mejores si....
Me gustaría que mi familia ...
En nuestra familia, Dios es...
Notas:
1. Winifred Walker, Todas las Plantas de la Biblia (Garden City, N:Y:; Doubleday, 1979), p. 154.
2. E. W. G. Masterman, “Árbol de Olivo” in The International Standard Bible Encyclopaedia, de. James Orr, 5 vols. (Wilmington, Del.; Associated Publishers and Authors, n.d.) 4:2184
3. Información adicional sobre temas específicos en paternidad bíblica la encuentras en los libros Reforzando Tu Matrimonio, p. 113-48 y Un Manual de Tareas Para Vivir Bíblicamente, vol. 2, p.71-90. Varias cintas con los títulos, El Plan de Dios Para Criar Hijos (3 cintas), Maternidad Efectiva, Paternidad Efectiva, Qué Hacer Cuando Tus Hijos se Rebelan, y Aconsejando a los Adolescentes (4 cintas) también están disponibles. Puede conseguir estos materiales de estudio en Biblical Counseling and Living Supplies, 2299 Brodhead Road, Bethlehem, P. 18017.