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EL PROCESO REAL DE CONVERTIRSE EN UNA PERSONA: «PERSONAGÉNESIS»
Оглавление¿Cuál es el proceso de convertirse en una persona dentro de tal teoría cristiana católica de la personalidad? ¿Qué es la «personagénesis», como la denomina Robert Connor (1992, pp. 45-49)? Aunque a continuación se describe el proceso de convertirse en una persona, en realidad es un proceso de cómo la persona, que ya está presente desde la concepción, se desarrolla de formas cada vez más complejas a lo largo de una vida normal.
En primer lugar, una teoría cristiana no rechaza la afirmación de que una persona es una sustancia representada por la encarnación, sino que da igual o mayor énfasis a la persona como relación. En el lenguaje de Karol Wojtyła (posteriormente Juan Pablo II), una persona se construye en el «sitio metafísico» de la sustancia, pero el proceso de construcción implica la dinámica de las relaciones (Connor, 1992, p. 47).
Para Wojtyła, el primer paso en la personagénesis «parece ser la pasividad, la receptividad del amor del otro» (Connor, 1992, p. 45). En el mundo natural, este es usualmente el amor que un recién nacido recibe de su madre y su padre. En el ámbito espiritual, que es el núcleo de la personalidad, es escuchar la llamada y el amor de Dios. Una vez iniciado, el proceso de convertirse en persona continúa como una «trascendencia vertical» en la que la persona entrega «el yo a otro» (Connor, 1992, p. 47). El proceso de entrega en el amor del yo al otro trasciende y determina el yo en su acto de realización de servicio. La entrega del yo al otro es la forma en que se trasciende el yo individual; y es también la forma en que se llega a conocer al otro y, desde la perspectiva del otro, a conocerse a uno mismo mucho más objetivamente de lo que nunca se podría desde el interior de un yo autónomo. Así, uno se convierte en una persona o, más exactamente, uno alcanza en el presente la persona que estaba allí desde el principio.
Wojtyła (1979) señaló que el libre albedrío es el centro de la donación de una persona a otra, ya que, mientras el hombre determina libremente sus acciones, es «al mismo tiempo plenamente consciente» de que sus acciones «a su vez lo determinan y, además, siguen determinándolo incluso cuando han pasado» (Connor, 1992, p. 48).
Cuando la otra persona recibe el regalo de amor y se da a sí misma a cambio, se produce la forma más elevada de intimidad. La intimidad con Dios y con los demás se convierte así en una característica principal de la persona.