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INTRODUCCIÓN

Para muchos deben de ser como el agua y el aceite: inmiscibles. ¿Qué tendrán que ver arte y ciencia? El objetivo de este libro es mostrar que tienen mucho en común. No se trata de una historia del arte desde el punto de vista de la ciencia, sino de un intento de destacar numerosos casos de interrelación entre estas dos ramas de la cultura. Tampoco tiene como objetivo discutir superioridades de una sobre otra. Pretende ser un punto de encuentro, no de divergencia.

El tema puede sorprender por su amplitud y complejidad. Hojear libros como Explorando lo invisible. Arte, ciencia y lo espiritual, de Lynn Gamwell –entre otras cosas, encargada de la Galería de Arte de la Academia de Ciencias de Nueva York y profesora de ciencias en la Escuela de Artes Visuales de la misma ciudad– o La ciencia del arte y Visualizaciones, de Martin Kemp –profesor de historia del arte en la Universidad de Oxford– permite constatarlo. Por eso, una obra como ésta –y más siendo de divulgación– no puede pretender de ningún modo ser exhaustiva. Querer abarcarlo todo e incluir el máximo de referencias la habría convertido en un simple sumario detallado de las relaciones entre arte y ciencia. Habría impedido profundizar en algunos temas y habría hecho más complejo el intento de escribir una obra comprensible. Por eso, sólo quiere ofrecer unas pinceladas –nunca mejor dicho– sobre este tema.

Unas pinceladas, sin embargo, que consideramos suficientes para mostrar que arte y ciencia no son dos disciplinas alejadas y que no sólo se han interrelacionado a lo largo de la historia, sino que se han beneficiado mutuamente. La primer parte incide en los materiales. Así, el primer capítulo habla de la teoría de los colores, del origen de los diversos pigmentos y del trabajo conjunto que artesanos, químicos y artistas e incluso fisiólogos han desarrollado. Esta colaboración, en ocasiones accidental, ha facilitado los trabajos de los artistas, pero también ha ayudado a los científicos a realizar ciertos estudios. Y, como explicamos, los análisis permiten atribuir o descartar autorías y detectar falsificaciones. El segundo capítulo habla de otros materiales, como barro, vidrio y acero. Expone, por una parte, los conocimientos artísticos, históricos o antropológicos que nos pueden aportar los análisis de obras de arte. Por otra parte, destaca cómo nuevos materiales abrieron la vía a la creación de obras diferentes.

La segunda parte está dedicada a los procesos de creación y al análisis de obras y de corrientes. Quizás sea aquí donde se ve mejor la interrelación entre científicos y artistas, y que los beneficios son mutuos. La geometría como herramienta para plasmar escenas, los organismos vivos como inspiración, la industrialización y las máquinas como nuevos motivos en los cuadros y la cosmología y la nueva física como elementos creativos son temas que van desde la ciencia hacia el arte. Pero el dibujo riguroso y detallado de formas geométricas, de animales, del cuerpo humano, los juegos de perspectivas, las ilustraciones de máquinas y de procesos y la representación de observaciones astronómicas van claramente en el otro sentido y demuestran que los artistas han sido esenciales en el desarrollo y la difusión del conocimiento científico.

La influencia de algunas teorías o conceptos científicos en ciertos artistas o corrientes es evidente. En otros casos puede ser más discutible. Hemos intentado equilibrar los juicios y no extraer conclusiones demasiado aventuradas. También hemos tratado de ofrecer opiniones diversas en algunos casos. En todo caso, la influencia científica nunca debe entenderse como algo que rebaje el mérito de los artistas ni su capacidad creativa o su genialidad. Como decíamos antes, está muy lejos de nuestro propósito discutir ningún tipo de superioridad de la ciencia sobre el arte o a la inversa. Pero creemos que obviar la influencia mutua puede empobrecer algunos análisis, tanto desde un punto de vista como desde el otro.

El último capítulo es una visión general de ocho obras, de las cuales se hace una lectura científica, evidente en algunos casos y más escondida en otros.

Probablemente habrá personas que echen en falta muchos temas, referencias, personajes y ejemplos. No nos hemos adentrado demasiado, por ejemplo, en la aplicación de las tecnologías más modernas a la creación artística. Por una parte, porque el espacio es limitado y, por otra, porque en estos casos la influencia tecnológica es evidente y nosotros pretendíamos destacar aspectos más ocultos de la relación entre arte y ciencia. Pero que el lector piense en muchos otros temas que se podían haber incluido es bueno. Demostraría que la relación entre arte y ciencia es imposible de abarcar en su totalidad. Seguro que entre las virutas que hemos dejado caer al tallar la figura hay algunas que habrían merecido más atención. Pero, como sabemos, los restos siempre se pueden recoger para convertirlos en materia prima para otras obras.

El artista en el laboratorio

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