Читать книгу Sobre la moralidad del suicidio: Una reflexión filosófica sobre la muerte voluntaria - Yobany Serna Castro - Страница 8
Introducción
ОглавлениеEs tiempo, pues, de volver a pensar nuestras actitudes hacia la muerte voluntaria con el propósito de resignificarla. Y esa resignificación cobra un sentido perentorio cuando el “soporte” corporal —ese cuerpo que nos constituye esencialmente—, desprovisto de las condiciones mínimas, ya no es capaz de realizar la vida proyectada. En circunstancias irrevocables, al reflexionar sobre el fin y al intentar fijar personalmente su modalidad, devenimos agentes de nuestro último acto, y la muerte abandona su estatuto de mero fenómeno empírico, contingente, biológico.
Diana Cohen A.
Por su naturaleza y por los desafíos que implica para la reflexión filosófica y moral, el tema del suicidio sigue siendo hoy día un problema sobre el que todavía se discute, tanto sobre los móviles que conducen al deseo de querer morir por mano propia, como sobre las implicaciones que su práctica genera. Querer morir voluntariamente sigue siendo el reclamo del hombre a ser reconocido como un agente moral que desea expresar un gesto de su autonomía, sin que por ello deba pensarse que existe necesariamente una especie de choque entre lo que es como sujeto individual y agente social. Ligado a este reclamo está, asimismo, el deseo de muchos de saber por qué alguien toma la decisión de morir por determinación propia. Morir voluntariamente, lejos de ser la expresión de un criminal o un monstruo, como se creyera en algunos momentos de la historia, es la manifestación de un rasgo humano que no debería seguir entendiéndose como antinatural, herético o contrario a la moralidad1. Se trata de una práctica que debe empezar a humanizarse, antes que condenarse; y para hacerlo, hay que comprenderla.2 Esta comprensión es necesaria, incluso, cuando se piensa en la importancia de ofrecer ayudas que sirvan para evitar o prevenir las prácticas suicidas. No es posible ayudar apropiadamente en algo cuando se desconoce aquello sobre lo que se enfoca la ayuda.
Hablar sobre la moralidad del suicidio supone una discusión diferente sobre los elementos meramente antropológicos, psicológicos o sociológicos mediante los que suele abordarse el estudio de esta práctica. No obstante, esto tampoco implica que estos deban ignorarse. Sabemos de la importancia de los distintos estudios que se han realizado sobre el tema de la muerte voluntaria desde el ámbito social, pero no podemos desconocer tampoco que, contrario a lo que puede pensarse, es necesaria una reflexión distinta que enfatice en otra serie de elementos que circundan el mundo del suicida. No se trata meramente de una suicidología, sino que apremia un discurso filosófico que ayude a entender mejor una práctica que a través de los tiempos ha sido vista negativamente.
¿Qué significa el hecho de justificar moralmente el suicidio? En esencia, esto significa dos cosas: En primer lugar, el reconocimiento del suicida como agente moral que toma la determinación de llevar a cabo un acto, basado en buenas razones que determinan su fundamento y justificación. En segundo lugar, supone la importancia de llevar a cabo una reflexión sobre este fenómeno desde un punto de vista ético; lo que implica la aceptación de que este acto no puede pensarse y analizarse meramente desde ciencias como la psicología, la sociología o la antropología3.
En este sentido, hablamos del suicidio no como un fenómeno antropológico o social, sino como una práctica esencialmente moral. Esto no supone, sin embargo, el desconocimiento de lo que desde dichas ciencias pueda sugerirse para la reflexión de este tema.
Cuando hablamos de justificación del suicidio4, partimos de la idea de que este acto puede concebirse como una práctica para la que puede haber buenas razones de llevarse a cabo. Se trata del esfuerzo de guiar una conducta (la del suicida) por razones. Es decir, creer que si se puede llevar a cabo el acto de muerte voluntaria, es porque se han ofrecido las mejores razones para hacerlo, sobre las que se ha deliberado y que gozan, del mismo modo, de justificación. Esta forma de entender el problema se diferencia de otras en las que la justificación y las buenas razones pueden no estar presentes, o carecer de la fuerza necesaria para ser aceptadas.
El presente trabajo consiste en el intento de desarrollar lo anteriormente mencionado. Para cumplir el objetivo planteado, se ha dispuesto de una estructura consistente en tres capítulos y un apéndice, donde se abordan diferentes aspectos del problema. Así, en el primer capítulo se hablará de los argumentos clásicos más influyentes con los que se intenta rechazar toda posibilidad de justificación del suicidio. A la par que se exponen y desarrollan dichos argumentos, se presenta un análisis crítico de estos con el propósito de mostrar sus inconsistencias.
El segundo capítulo trata la relación que existe entre el suicidio y el problema del sentido de la vida. Este es un punto importante de la discusión en la medida que quien decide morir por cuenta propia, lo hace en muchos casos a partir del reconocimiento de que entre él y la manera como concibe su vida, existe una especie de tensión que lo hace preguntarse si, en efecto, vale la pena llevar una vida que se ha tornado inaguantable. Se trata de mostrar que para el suicida, en términos generales, su vida deja de tener sentido5; sin que esta sea necesariamente la única razón por la cual alguien se suicida. Naturalmente, es importante explicar en qué consiste que la vida deje de tener sentido; más aún, se intenta aclarar el significado mismo de la expresión el sentido de la vida. ¿Qué significa que la vida tenga sentido? De tenerlo, ¿en qué consiste este sentido? ¿Por qué para alguien la vida deja de significar algo? Son estas algunas de las preguntas que se tratan de responder en esta parte del trabajo, a la par que se intenta ofrecer una justificación moralmente relevante de la muerte voluntaria.
Considerando el problema central de este trabajo como un asunto de la moralidad, se pretende en el tercer y último capítulo, responder a la pregunta de si es posible que una vida virtuosa termine en suicidio. Filósofos como Aristóteles y San Agustín, por ejemplo, sostuvieron que morir por cuenta propia no era más que la manifestación de una debilidad del carácter. De esta manera, suicidarse no debería considerarse como la expresión o el gesto de un hombre virtuoso; antes bien, podría entenderse el suicidio como la manifestación de un gesto que caracteriza a un hombre no virtuoso. No obstante, hay motivos para no aceptar este punto de vista. Es posible creer que incluso alguien considerado virtuoso pueda, de hecho, cometer suicidio. Esta es la tesis que habrá de justificarse en esta parte del ensayo.
Lo que se busca en el apéndice, al hablar sobre el suicidio de Antígona, es ofrecer desde el recurso literario, un ejemplo que ayude a ilustrar algunos de los temas tratados a lo largo de este ensayo, con lo que se pretende, además, confrontar puntos de vista sobre el suicidio, como los desarrollados en el primer capítulo.
Si bien este escrito es un intento por ofrecer claridad sobre algunos aspectos del problema del suicidio, se espera, además de esto, brindar elementos para posibles discusiones desde el ámbito moral y filosófico, acerca de un fenómeno que si bien ha sido estudiado con detenimiento, sigue a la espera de nuevas interpretaciones y análisis que posibiliten una comprensión diferente de los modos tradicionales como ha sido estudiado este tema. El suicidio, contrario a lo que suele pensarse, no es algo claro o que esté ahí simplemente. Hay motivos para creer que pese a lo recurrente de las muertes voluntarias, seguimos ignorando, por descuido o prejuicio, aspectos importantes de un fenómeno tan complejo como este.
Finalmente, se espera que este trabajo sea entendido como la posibilidad “para pensar acerca del suicidio como un acto libre que no debería ser objeto de repulsa moral condenado en voz baja. Es preciso comprender el suicidio y es imperativo entablar una discusión más madura, compasiva y reflexiva acerca del mismo” (Critchley, 2015, p. 16). Sin embargo, esto no hace de este trabajo una invitación o incitación, en el sentido expreso, a cometer suicidio. Por el contrario, sería más apropiado entenderlo como una reflexión que tiene por propósito ayudarnos a ver de manera diferente, un comportamiento que por muchas y variadas razones, vemos de manera negativa. Pensar la muerte o sus posibilidades, puede tener otras implicaciones, como, por ejemplo, ayudarnos a comprender por qué ciertos acontecimientos o estados del alma suelen afectarnos como lo hacen, y por qué, frente a estos, solemos tomar una u otra actitud. Sin duda, morir no siempre es la mejor alternativa. Hay por supuesto otras opciones. Vivir es una de ellas.