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INTRODUCCIÓN

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Haga que el barco de su vida sea ligero, cargado solo con lo que necesite: una casa familiar, placeres sencillos, uno o dos amigos que merezcan tal nombre, alguien a quien querer y que le quiera, un gato, un perro, una pipa o dos, justo la ropa y la comida que necesite..., y un poco más de la bebida que precise, porque la sed es una cosa peligrosa.

JEROME KLAPKA JEROME

Hace varios años me encontraba sentada ante mi escritorio, mirando ociosamente la agenda diaria, que consistía en un Sistema de Gestión del Tiempo con centenares de apartados.

Mi cartera estaba a punto de reventar de tantas listas de «cosas por hacer», números de teléfono, gestores del tiempo, optimizadores de reuniones, estabilizadores de objetivos, gráficos de eficacia de alta tecnología y organizadores a largo plazo planificados a varios años vista. De pronto, me di cuenta de que no quería que mi vida alcanzase tal grado de complicación.

Inmediatamente cogí el teléfono y reservé un largo fin de semana en un refugio. Dejé el Sistema de Gestión del Tiempo en casa, pero me llevé un cuaderno de notas. Tenía que pensar largo y tendido.

Como tantas otras personas de nuestra generación, mi marido, Gibbs, y yo misma nos habíamos tomado al pie de la letra los lemas de los años ochenta que rezaban: «¡Cuanto más grande, mejor!» y «Más es mejor». Teníamos una casa grande, un coche grande y muchas de las comodidades y los «juguetes» del típico estilo de vida de los ejecutivos.

Entonces, ambos empezamos a darnos cuenta de que muchas de esas cosas, en lugar de aportar algo a nuestras vidas, nos las complicaban más allá de lo admisible. Siempre habíamos sabido que no valía la pena competir con el vecino, pero finalmente tuvimos que enfrentarnos al hecho de que lo único que habíamos conseguido con nuestro atracón de poder era una indigestión.

Durante los días que permanecí sola en el silencio y la paz del refugio, elaboré una relación de las cosas que podíamos hacer para mejorar la calidad de nuestras vidas, a la par que disminuir su complejidad. Cuando volví a casa me reuní con Gibbs y repasamos juntos la lista. Afortunadamente, él estuvo de acuerdo con todos los cambios importantes y con la mayor parte de los cambios menores.

Lo primero que decidimos fue deshacernos de todas las cosas que ya no utilizábamos (→ consejo 1). Después dimos un paso de gigante y nos trasladamos a la otra punta del país para poder trabajar donde queríamos vivir (→ consejo 51), y hacer lo que realmente queríamos hacer (→ consejo 52). Durante este proceso nos mudamos a una casa más pequeña (→ consejo 19).

A lo largo de los años siguientes, cambiamos nuestros hábitos alimentarios y culinarios (→ consejo 57), vendimos el maldito y engorroso barco (→ consejo 21), nos replanteamos nuestros hábitos de compra (→ consejo 40) y redujimos de manera drástica nuestras necesidades de bienes y servicios (→ consejo 42). Paso a paso pusimos en práctica la mayor parte de las ideas que se describen en este libro.

Cuando emprendimos nuestro programa de simplificación teníamos tres objetivos en mente. Primero, queríamos que nuestras posesiones materiales fueran lo bastante reducidas, en tamaño y número, y lo bastante sencillas como para encargarnos fácilmente de ellas nosotros mismos. Segundo, queríamos librarnos de los compromisos y de las obligaciones que nos impedían tener tiempo para hacer lo que realmente queríamos hacer. Desde el principio, tomamos la decisión de dejar de hacer aquellas cosas que siempre habíamos hecho únicamente porque nos sentíamos forzados a ello. Esta decisión no solo aumentó el tiempo disponible que podíamos dedicar a nosotros mismos, sino que redujo considerablemente el estrés que provoca hacer cosas que, en realidad, no deseamos hacer. En tercer lugar, queríamos que nuestras vidas fueran coherentes con nuestro deseo de vivir en armonía con el entorno.

Para nosotros, simplificar no significa «resucitar» el movimiento de «regreso a la naturaleza» de los años sesenta, aunque sí queríamos introducir un mayor grado de naturaleza en nuestras vidas, y eso es lo que hemos hecho. Tampoco se trataba de conseguir un estilo de vida barato, aunque casi la mitad de las sugerencias que contiene este libro le ayudarán a reducir sus gastos. Para nosotros, vivir con sencillez significa reducir las pretensiones manteniendo las comodidades, pero eliminando la complejidad y minimizando las obligaciones de la vida tal y como la habíamos vivido durante el pasado.

Cada vez que dábamos un paso importante en nuestro proceso de simplificación, descubríamos otras medidas menos relevantes que podíamos adoptar y las añadíamos a nuestra lista. Decidí que si nosotros dos —por otra parte, personas racionales y razonables— nos habíamos visto atrapados por el frenético estilo de vida y el consumismo campante, tenía que existir otra gente razonable que hubiera optado por lo mismo y que ahora buscara algo efectivo que hacer para simplificar sus vidas. Y así decidí escribir este libro, que es una compilación de los pasos que hemos dado para simplificar nuestras vidas y de las cosas que hemos ido aprendiendo de otras personas con el mismo criterio.

Es posible que su vida sea ahora lo bastante complicada —al igual que lo fue la nuestra— como para justificar la implantación de muchas de nuestras sugerencias, cuando no de todas. O también puede ser que una o dos de estas medidas —como, por ejemplo, hacer más sanas sus relaciones con los demás (→ consejo 72) o cambiar sus expectativas (→ consejo 88)— le basten para conseguir el grado de sencillez necesario para disfrutar más plenamente de otras áreas de su vida. En cualquier caso, recuerde que lo que para algunos es sencillez puede representar una complicación para otros. La decisión es solo suya.

A lo largo de la historia, los sabios de todas las culturas han repetido que el secreto de la felicidad no radica en conseguir más, sino en desear menos. Al parecer, nos encontramos en uno de esos momentos dorados de cambio, un momento que nos brinda la oportunidad de relegar libremente aquellas cosas que no nos hacen felices, así como de incorporar a un sencillo estilo de vida lo que aprendimos en el pasado. Así, parafraseando a Henry David Thoreau, aproveche el compás de los tiempos y simplifique, simplifique. Y disfrútelo.

Simplifica tu vida

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